LA COMPRA DE ALIMENTOS EN LOS HOGARES MADRILEÑOS

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LA COMPRA DE ALIMENTOS EN LOS HOGARES MADRILEÑOS: CAMBIOS
EN LA ÚLTIMA DÉCADA
La parte móvil del cuestionario de la oleada correspondiente al mes de julio de
la Encuesta de Consumo de la Cámara se ha dedicado esta vez a revisar los
hábitos por los que suelen regirse las familias madrileñas al comprar alimentos
para el hogar. Y ello en una triple vertiente: forma de organizar la compra
(frecuencia y responsables); criterios que utilizan a la hora de elegir algunos
productos para regular su nivel de gasto cotidiano (con diferencias entre hombres
y mujeres) y, finalmente, variación percibida en la cuantía del gasto y en la
calidad de los alimentos adquiridos en el último año.
Esto último se fundamenta en los recientes datos proporcionados por el Instituto
Nacional de Estadística (INE), que destacan que uno de los mayores
incrementos de gasto - descontada la inflación - se había producido en
alimentos y bebidas consumidos en el hogar; siendo, además, la Comunidad
de Madrid uno de los lugares donde más había crecido. Pero, aparte de esa
razón, el análisis de la compra de productos alimenticios fue abordado por la
Encuesta de la Cámara en 1995, lo que permite comparar y observar la evolución
de las costumbres en la región durante la última década.
EL LARGO CAMINO HACIA LA IGUALDAD: LIGERO
CORRESPONSABILIDAD DE LOS VARONES EN LAS COMPRAS
AUMENTO
LA
En general, los hábitos de organización de la compra de alimentos y otros
productos de uso diario en los hogares madrileños son bastante heterogéneos, y
no puede decirse que exista un patrón común para todas las familias madrileñas,
salvo en un sentido: la encargada de la compra sigue siendo casi
exclusivamente el ama de casa. Eso es lo que sucede en el 66% de los
hogares ; de hecho, en cerca del 90% de los casos el ama de casa participa en la
compra, sola o con la colaboración de otros miembros (fundamentalmente de su
marido). Sólo en un 7% de los hogares – sin variación en la década - es el
hombre principal del hogar quien se encarga de hacer la compra en solitario,
mientras otro 18% acompaña a su mujer a la compra, aunque no siempre
comparte con ella la responsabilidad de determinar qué se compra y de elegir los
productos.
Esta situación parece haber variado relativamente poco en la última década en
los hogares madrileños, aunque el cambio percibido es claramente hacia una
mayor implicación masculina en el abastecimiento familiar: el número de
hogares donde la compra se realiza conjuntamente por la pareja ha pasado del
11 al 18%.
(Gráfico 1)
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Esta participación de los maridos en el acto de compra es más frecuente (aunque
siempre minoritaria) en las parejas más jóvenes, de mayor nivel educativo y
poder adquisitivo y, sobre todo, en las que el ama de casa desempeña – además
de las responsabilidades domésticas - una actividad remunerada fuera del hogar.
(Gráfico 2)
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Cuando la pareja compra conjuntamente - cosa que sucede sólo en una de
cada seis familias, como se acaba de señalar -, la tendencia más generalizada
es a compartir la responsabilidad en la selección de los productos que se
llevan. Así, la situación del marido actuando como simple porteador parece
estancada, si no en retroceso (al menos, eso responden sus esposas), y en casi
las tres cuartas partes de las familias en las que la compra se hace por la pareja
(no lo olvidemos, todavía relativamente pocas) la selección de productos es
también una responsabilidad compartida, sea porque se reparten los productos a
comprar o porque se van eligiendo de común acuerdo.
El hecho es que sólo el 18% de los maridos que acompañan a sus mujeres a la
compra se limita a empujar el carrito; en otro 9% de los casos se le otorga
responsabilidad sobre un cupo reducido y minoritario de productos "masculinos"
(vino, quesos, embutidos...), mientras la costumbre más generalizada es la de
compartir la responsabilidad de la selección de todos los productos (47%) o la de
dividirse las compras para tratar de abreviar su duración (25%). Y ambas formas
de compartir la responsabilidad han experimentado un cierto crecimiento a lo
largo de esta década.
(Gráfico 3)
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SE AFIANZA LA COMPRA SEMANAL, ESPECIALMENTE SI LA MUJER ESTÁ
LABORALMENTE OCUPADA
Sobre la frecuencia de compra, en cambio, la diversidad es bastante más amplia:
lo único que parece quedar más o menos claro es que salir a comprar cada día
lo necesario es una costumbre que ha quedado desterrada de más de las tres
cuartas partes de los hogares. Pero esto ya era así hace 10 años, y quizá lo más
llamativo es lo poco que han variado las costumbres de los hogares madrileños
en todo ese tiempo.
Este hábito de la compra diaria sólo se mantiene entre las amas de casa de más
edad y, sobre todo, que no trabajan fuera de casa. Entre las amas de casa
activas la compra diaria prácticamente ha desaparecido, aunque las alternativas
sean relativamente diversas, con cierto predominio de la periodicidad semanal.
De hecho, casi nadie se libra de realizar compras al menos una vez por semana,
y cerca del 60% se ve obligado a comprar con mayor frecuencia, aunque sólo
algunos productos (los de menor duración sobre todo), mientras los demás son
objeto de una compra de mayor volumen, cuya frecuencia es, cuando menos,
semanal. Aunque el número de hogares donde se realizan compras más de una
vez por semana ha retrocedido en cuatro puntos porcentuales en estos diez años.
En los hogares donde el ama de casa tiene un trabajo remunerado, la frecuencia
de compra es claramente menor, bajando el número de las que lo hacen más de
una vez a la semana al 46% (11 puntos por debajo de la media general de la
población) y subiendo el de las que compran sólo una vez a la semana o incluso
menos hasta el 53% (es decir, 12 puntos por encima de la media).
(Gráfico 4)
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TENDENCIA CRECIENTE A CONSUMIR SIN PRESUPUESTO PREESTABLECIDO
La conducta del ama de casa en su responsabilidad de administradora
fundamental de la economía doméstica está regulada por ciertas normas, que
dependen en buena medida de su situación social y del difícil equilibrio que cada
una debe buscar entre las limitaciones presupuestarias que padece y el
tiempo disponible para efectuar sus compras.
Desde el punto de vista de la administración de la suma de los gastos, cada vez
que se va a la compra, la tendencia mayoritaria es ahora satisfacer las
necesidades, sin prestar atención a la suma total.
Esto representa un cambio cualitativo importante, puesto que hace 10 años
todavía la tendencia mayoritaria era a regirse por un presupuesto
previamente preestablecido que, a su vez, podía verse sometido a variaciones
determinadas por gastos extraordinarios o imprevistos. De hecho, tal era
entonces el criterio básico que regía la conducta de la mitad de las responsables
de las compra madrileñas, mientras sólo algo menos de un tercio (32%, 17
puntos menos que en 2005) declaraba no plantearse limitaciones de antemano.
Y, en el otro extremo, la sexta parte confesaba encontrarse en lucha permanente
por reducir sus gastos.
Ahora, las que compran lo necesario sin calcular a cuánto ascenderá la cuenta al
pasar por caja son ya casi la mitad de las entrevistadas (y de lejos el colectivo
más numeroso) y, en el otro extremo, las que miden el gasto hasta el último
céntimo apenas un 14%, mientras que las que se ajustan a un presupuesto
preestablecido suman poco más de un tercio del total.
(Gráfico 5)
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Lógicamente, cuanto más desahogada es la situación económica de la familia (a
lo cual contribuye frecuentemente el hecho de que la propia ama de casa aporte
ingresos al hogar), menos atención se presta a lo que se va a gastar en cada
compra (y también menos tiempo se tiene para seleccionar los establecimientos y
productos en busca del máximo ahorro), y viceversa: en un extremo, casi 3 de
cada 5 (58%) amas de casa laboralmente activas declaran no prestar atención a
la suma total de sus compras al seleccionar los productos, mientras, en el otro,
casi dos tercios (64%) de las de nivel socioeconómico bajo o medio-bajo se
sienten presionadas por limitaciones presupuestarias que, en su expresión más
dura (tratar de gastar siempre lo menos posible) afectan a casi la cuarta parte de
ellas. Aunque incluso entre estas amas de casa de condición más deprimida, la
limitación a un presupuesto parece haber perdido peso en relación a lo que se
veía hace una década, en que esta situación afectaba a más del 80% de ellas.
TENDENCIA A LA IGUALDAD DE HOMBRES Y MUJERES EN LA ADMINISTRACIÓN
DEL GASTO ALIMENTARIO
Por otra parte, cuando la responsabilidad de la compra es compartida (situación
minoritaria, y más frecuente cuando el ama de casa está ocupada laboralmente)
se suelen tener criterios más flexibles a la hora de decidir qué se compra y de qué
se prescinde. Y quizá se deba a esta experiencia que el 43% de las amas de
casa que comparten la compra con sus cónyuges piense que, en general, los
hombres suelen ser más derrochadores que las mujeres cuando se encargan
de estos menesteres, y sólo un 14% opine lo contrario, mientras el resto supone
que no hay diferencia entre unos y otras (21%) o que depende más de otras
características, de la personalidad o de la situación de cada uno, que de su sexo
(14%).
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Aunque también en este aspecto se observan cambios importantes en los diez
años transcurridos desde que se efectuó esta misma pregunta por primera vez: la
acusación de derroche hacia los compradores masculinos ha descendido en 3
puntos y, sobre todo, su admisión en pie de igualdad en la administración de
los gastos ha progresado notablemente, desde el 10 hasta el 21%.
(Gráfico 6)
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PREFERENCIA CRECIENTE POR LAS MARCAS FRENTE A LAS OFERTAS
En concreto, se ha tratado de ver cómo se aplican en la práctica estos criterios de
administración del presupuesto en la selección de dos productos concretos: leche
y refrescos. Y también en este aspecto los cambios percibidos son más que
notables:
La elección de una marca fija ha pasado del 46 al 69% para la leche, y del
52 al 74% para los refrescos.
En contrapartida, la búsqueda de ofertas ha bajado a menos de la mitad
que hace 10 años, del 19 al 8% para la leche y del 14 al 6% para los
refrescos.
Y la búsqueda del menor precio posible dentro de una gama limitada de
marcas admisibles ha descendido igualmente del 21 al 8% para la leche y
del 11 al 4% para los refrescos.
En definitiva, el factor precio ha perdido más de la mitad de su peso de hace
10 años, bajando del 45 al 20% en el caso de la leche (el más significativo),
mientras el factor marca ha crecido en cerca de un 50% en relación a su
influencia anterior.
Pero, al seleccionar marcas, tampoco son exactamente los mismos criterios los
que determinan la elección en la leche y en los refrescos, aunque en ambos
casos
la
experiencia
personal
parece
jugar
un
papel
relativamente
preponderante: la leche parece quedar librada casi exclusivamente a la decisión
del ama de casa (sólo un 9% declara tener en cuenta las preferencias del resto
de la familia), mientras que los refrescos son un poco más asunto de todos, por lo
que la presión de los demás miembros parece pesar más. Es decir, que a los
niños les da más o menos igual una leche que otra, pero no se les puede sustituir
tan impunemente sus bebidas preferidas. Aunque, si se compara la situación
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actual en ese aspecto con la de hace diez años, se observa que, en conjunto, la
autonomía de los responsables de la compra en la elección de estos productos
ha crecido notablemente, a la vez que disminuye la incidencia de los demás
consumidores.
ESCASA PERCEPCIÓN DE LA EVOLUCIÓN DELIBERADA RECIENTE DEL NIVEL
DE GASTO Y DE LA CALIDAD DE LOS PRODUCTOS DE ALIMENTACIÓN
Algunos de los datos expuestos apuntan a cambios cualitativos destacables en
los hábitos de consumo alimenticio de los hogares madrileños; de hecho, es claro
que se mide menos el dinero al hacer la compra que hace diez años.
Sin embargo, estos cambios registrados por la Encuesta de la Cámara (y otras)
están aún muy lejos de instalarse en la conciencia de las responsables de las
compras familiares madrileñas: de hecho, se les ha preguntado directamente
sobre el particular, y sus apreciaciones parecen bastante divorciadas de lo que
ellas mismas parecen estar haciendo en la práctica en los últimos tiempos.
Así, si bien es cierto que más del 70% reconoce que su nivel de gasto en
alimentación ha aumentado en los últimos tiempos, y más del 40% que se ha
incrementado en forma importante, la inmensa mayoría atribuye ese aumento
únicamente a la inflación (cuya percepción subjetiva continúa desenfrenada
desde la introducción del euro) y apenas un 5% admite que está comprando
alimentos de mejor calidad que antes. Y, por otro lado, preguntadas aún más
directamente por la calidad de los alimentos que suelen comprar, apenas un 4%
reconoce haberla mejorado, mientras otro 6% cree haberla rebajado, y el resto –
la mayoría de la población - no percibe cambios en ese sentido.
En definitiva, apenas un 4 ó 5% reconoce que se está permitiendo comprar
alimentos de mejor calidad, actitud que, además de minoritaria, está claramente
concentrada en los hogares más jóvenes, de mayor poder adquisitivo y en los
que el ama de casa aporta ingresos al tener, además, un trabajo remunerado.
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Reconocimiento que, eso sí, se suele atribuir a una voluntad deliberada de darse
gustos y a la mejora del poder adquisitivo, más que a razones circunstanciales o
externas, como la prescripción médica, el seguimiento de dietas, la disminución
del número de miembros del hogar, etc.
(Gráfico 7)
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