Juvenilla

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Juvenillia
a)
Nace el 27 de enero de 1851, en Montevideo, Uruguay, donde la familia se refugió a causa
de la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Descendiente de Miguel Cané y Eufemia Casares,
es el segundo hijo del matrimonio. Hereda de su padre la admiración por Europa y la
vocación por escribir. En 1853, luego de la caída de Rosas, la familia retorna a Buenos
Aires. En 1863 muere su padre y a los tres meses ingresa al recién fundado Colegio
Nacional,
del
cual
egresa
como
bachiller
en
1868.
A los 17 años comienza su carrera de abogado y pasa a ser redactor de “La Tribuna” lo que
le posibilita en febrero de 1870 acompañar a su admirado presidente Sarmiento a Entre
Ríos
para
entrevistarse
con
Urquiza.
Poco después va a conocer Europa "el centro cultural soñado, mezcla de club, museo y sala
de
música".
Regresa
en
1871.
En 1873 dirige “El Nacional” que apoya a la candidatura de Avellaneda. Con el triunfo de
éste inicia su segundo viaje a Europa, y a su regreso se casa con Sara Beláustegui y es
diputado provincial. En 1876 ocupa una banca en el Congreso Nacional.
En 1876 edita sus Ensayos; en ese mismo año vio nacer su
primer hijo y obtiene por fin su título de abogado. Asumió
luego la representación diplomática como embajador ante
los gobiernos de Colombia y Venezuela cargo en el que
permaneció por dos años. Como resultado de esa salida del
país
surgió
su
libro
“En
Viaje”.
En 1885 se hace cargo de la embajada de España, contento
de abandonar Viena, cuyo clima resiente su salud. En 1892
regresó a Buenos Aires donde ocupó luego otros cargos
públicos como la Intendencia de Buenos Aires, el Ministerio
de Relaciones Exteriores y de interior del presidente Luis
Sáenz Peña. En 1896 logra ser nombrado embajador en
Francia, desde donde envía sus crónicas a “La Prensa”, con
el seudónimo de Jorge Travel. Electo senador nacional, regresa nuevamente al país en
1898. En 1901 vuelve a editar “Juvenilia”, visita por última vez Europa y a su regreso
apoya la candidatura de Pellegrini. Falleció el 5 de septiembre de 1905 en Buenos Aires.
Fue considerado por algunos historiadores de la literatura como el escritor más
representativo de la generación del 80.
b)
El colegio Nacional es el más antiguo de Buenos Aires.
En 1773, el virrey Vértiz organizo el Real Convictorio Carolino. La disciplina era rígida y
severa, con aplicación de castigos corporales. El programa de estudios estaba de acurdo con
las orientaciones de la época y se impartía una enseñanza dogmática, cerrada a las nuevas
ideas.Allí se formaron varios de los patriotas que después lucharían por nuestra
independencia: Laprida, Pueyrredón, Dorrego, López, y Planes, Rivadavia.
Este colegio funcionó hasta 1806 cuando las Invasiones Inglesas obligaron a convertir el
local en cuartel.
En 1817, Juan Martin de Pueyrredón creó el Colegio de la Unión del Sud, sobre la base del
anterior, pero con la incorporación de ciencias naturales y de lenguas vivas, como el inglés,
el francés y el italiano.
En 1823, se convirtió en el Colegio de Ciencias Morales, dependiente de la Universidad de
Buenos Aires.
En 1830, Balcarce disolvió el Colegio y Vicente López y Planes, gobernador Buenos Aires
reorganizó el establecimiento bajo el nombre de Colegio Eclesiástico, bajo la dirección de
Eusebio Agüero.
En 1863, por decreto del presidente Mitre se
creó el Colegio Nacional de Buenos. El
programa incorporó materias científicas a las
humanísticas, Agüero continúo en el cargo hasta
su muerte en 1863. Después se confió la
dirección del establecimiento a Amadeo
Jacques, un hombre de mente abierta que logro
transmitir al colegio su espíritu moderno y
renovador.
c)
En1880 Julio A. Roca asume la presidencia, el lema de Roca es paz y organización. Su
presidencia cierra un periodo de luchas y enfrentamientos entre dos tendencias: una,
adhiere a los valores de su tierra y de una tradición colonial hispánica, y otra, dispuesta a
absorber las nuevas influencias, esta es la que triunfa en el 80 y se inicia un periodo de
organización y construcción.
En el mismo año se promulga la Ley de Federalización de Buenos Aires, que convierte a
esta ciudad en Capital Federal de la República Argentina.
En 1884 se sanciona la Ley de Educación Común N° 1420, que establece la enseñanza
primaria laica, obligatoria, gratuita y gradual, y la Ley del Registro Civil por la cual
oficinas del Estado se encargarían de registrar nacimientos, casamientos y defunciones.
Roca desarrollo el liberalismo económico: libertad de comercio, radicación de capitales
extranjeros, trazado de vías férreas, incorporación del desierto a las actividades productivas,
acceso de inmigrantes.
La riqueza se concentra en el puerto de Buenos Aires, la población se arracima en el núcleo
urbano de Buenos Aires y surge una oligarquía, Buenos Aires crece desmesuradamente.
A causa del gran aporte inmigratorio se produce, en todos los sectores sociales, el conflicto
entre extranjeros y criollosSe admira a Francia. Paris es el centro de donde irradian las pautas sociales y culturales
que darán brillo a nuestra sociedadLas salas de espectáculos, reciben un público considerable y las compañías internacionales
incluyen a Buenos Aires como punto de sus giras.
La Universidad, especialmente en las Facultades de Medicina y Derecho, cuenta con
algunos maestros de auténtico prestigio.
El periodismo, deja la crónica local y brinda información universal. Se fundan La Prensa y
La Nación
d)
Capítulo 1
Muere el padre.
Sufre la adaptación, extrañando a su hogar y a su madre.
Ingresa como pupilo al Colegio Nacional de Buenos Aires.
Capítulo 2
Obstáculo insuperable la comida.
Capítulo 3
No superaba tristeza del encierro.
Se vuelca a la lectura y descubre su pasión.
Capítulo 4
El colegio era un caos como organización interna.
Durante un año se escapan por la noche para hacer vida de vagabundos por la ciudad y van
a bailes en los suburbios.
Capítulo 5
Siguen las escapadas nocturnas y cenas furtivas.
Capítulo 6
Había una vieja costumbre desde que el Dr. Agüero se puso achacoso, un alumno velara
cada noche.
Tenían que hacerle la lectura un par de horas para que se adormeciera, leían siempre la vida
de un santo.
A las cinco de la mañana le cebaban mate y eran recompensados con una galletita
americana y un damasco.
El Dr. Agüero reposa en paz bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires.
Capítulo 7
El estado del Colegio es deplorable.,
Toma la dirección del Colegio Amedee Jacques, pertenecía a la generación que al llegar a
la juventud encontró a Francia en plena reacción filosófica, científica y literaria.
Capítulo 9
Llamado a Buenos Aires, por el Gobierno del General Mitre tomo la dirección de los
estudios en el Colegio Nacional.
Su influencia se hizo sentir inmediatamente.
Formulo un programa de bachillerato en ciencias y letras, defectuoso solamente por su
extensión.
Capítulo 10
Pretendían hacer una revolución contra José M. Torres, encabezada por Adolfo Calle, de
Mendoza y yo.
El Señor Torres fue inmediatamente a buscar a M. Jacques.
Después de pronunciar un discurso y escuchar a otros oradores la resistencia se disolvió.
Habían esparcido en los corredores bombas Orsini que estallaban al pisarlas, entro Jacques,
me tomo del brazo me llevo con él a la sala del vicerrector y un cuarto de hora después
estaba expulsado con un pequeño baúl, al lado exterior de la puerta del Colegio.
Pasó don Marcos Paz y me llevo a dormir a su casa.
Varios enemigos de Jacques quisieron explotar mi expulsión viendo a mi madre para
intentar una acción criminal contra él. Mi madre resistió vio a Jacques y después de muchas
instancias consiguió la promesa de admitirme externo, si en mis exámenes salía regular. La
suerte y mi esfuerzo me favorecieron, y habiendo obtenido el premio de honor, volví a
ingresar en los claustros del internado.
Capitulo11
Nada mortificaba más a Jacques que ver un alumno dormido durante sus explicacionesDebido a la rapidez con la que dictaba escribíamos con signos, tuve la mala suerte que
eligiera mi cuaderno para reanudar la clase después de una interrupción. Aquel galimatías
lo puso furioso y me tiro con mi propio manuscrito.
Capítulo 12
Corrales mi condiscípulo, el cabrión, el travieso, el mal estudiante, el reo presunto de todas
las contravenciones, faltas y delitos.
Un día Jacques explicaba que los tres ángulos de un triángulo equivalen a dos rectos y
Corrales planeaba armar un garfio para robar uvas a la noche.
Una pregunta de Jacques ¿Cuánto valen los dos juntos? ,¡Dos rectos!, contesto Corrales,
Jacques se le va encima y se nos fue dado presenciar uno de los combates más reñidos del
año.
Capítulo 13
Jacques llegaba a las nueve de la mañana al Colegio, averiguaba si había faltado algún
profesor, y en caso afirmativo iba a la clase.
Adorábamos a Jacques a pesar de su carácter, jamás faltábamos a sus clases y nuestro
orgullo era que nos llamaran sus discípulos.
Capítulo 14
Vagábamos en los claustros asombrados de que Jacques no se presentara.
De pronto un grito de Eduardo Fidanza, uno de los discípulos parido, desencajado
repitiendo como en un sueño: Monsieur Jacques a muerto!
La muerte lo sorprendió al llegar a su casa.
Lo llevamos a pulso hasta su tumba, levantamos en ella un modesto monumento con
nuestros recursos de estudiantes.
Capítulo 15
El retiro del doctor Agüero no mejoro la disciplina del Colegio.
Don José M. Torres, nos domo a fuerza de castigos.
Capítulo 16
Estudiábamos en el Colegios, sobre todos los tres meses que precedían los exámenes, que
eran duros y eran tomados por profesores de la Universidad.
Capítulo 17
Conocíamos en el colegio la existencia de un café clandestino, donde se reunían a jugar al
billar Pellegrini, Juan, Carlos Lagos, Lastra, Quirón y Terry, a quien Pellegrini corría todas
las noches hasta su casa, sin faltar una sola a este higiénica costumbre.
Larsen y Fernández se disputaban las famas de los juegos pythios.
Cuando fuimos estudiantes de derecho Patricio Soronao nos invitaba a entrar a la clase de
griego, como oyentes.
La escena concluía poniendo nos
Fernández que quería saber griego.
Larsen a todos en la puerta, y encerrándose con
Capítulo 18
Surge el antagonismo entre porteños y provincianos, el vicerrector decidió gobernar con un
partido.
Las conspiraciones empezaron, los duelos parciales entre los dos bandos (porteños y
Provincianos). La conducta de don F.M. justifico la explosión de la cólera porteña.}
Don F.M. nos organizaba bailes en el dormitorio (antiguamente la capilla)Se sucedió la organización carbonarios y de arribeños y abajeños.
Me hice amigo de Eyzaguirre.
Capítulo 19
Eyzaguirre me había dicho que si tenía algún ruido de noche, en los claustros de arriba,
acometiera valerosamente al provinciano que tuviera más próximo a mi cama, y que lo
pusiera fuera de combate.
De todos los dormitorios afluían combates muchos armados, los provincianos se preparaban
para caer sobre Eyzaguirre, el Dr. Santillán, cura, desarmo los ánimos y cada uno se retiró a
su cuarto y don F.M. jamás volvió al Colegio.
Capítulo 20
Dos o tres expulsados, sin salido los domingos a casi todo e interminables horas de encierro
a muchos de nosotros volvieron a poner las cosas en su estado normal, afirmándose
definitivamente la disciplina con el ingreso de don José M. Torres.
El encierro es un recuerdo punzante que he conservado toda mi vida.
Capítulo 21
Las autoridades del colegio habían comenzado a preocuparse seriamente en dar mayor
ensanche a los dormitorios destinados a enfermería, en vista del número de estudiantes
siempre en aumento, que rea necesario alojar en ellas.
La enfermería era una morada deliciosa, se charlaba y el caldo tenia gusto a carne.
La enfermería era regida por un enfermero italiano.
Capítulo 22
Nuestro enfermero tenía una peculiarísima condición. Debía haber servido en la legión
italiana durante el sitio de Montevideo, porque cuando nos despertaba entraba siempre
cantando a voz de cuello con una pronunciación especial.
Perdió su gorjeo matinal con un reto del Señor Torres, sin embargo en la enfermería nos
tarareaba “Levantasi, muchachil”.
El enfermero cambio su destino; fue sirviente de comedor.
Sentimos su salida, pero el germen de nuestro mal fue extirpado y no volvimos a visitar la
enfermería.
Capítulo 23
Nos anunció que en breve empezaría a funcionar la clase de literatura, regida por el señor
Gingena. Teníamos hambre de lanzarnos en esa vía al arte; las novelas nos habían
preparado el espíritu para esa tarea.
Mi compañero de trabajos literarios era Adolfo Lamarque, hacia versos y y era externo
Fundamos diarios manuscritos.
Capítulo 24
Pasábamos las vacaciones en nuestra casa, conocido con el nombre de Chacarita de los
Colegiales.
Nuestros límites eran extensos y no nos faltaba espacio para llenar nuestros pulmones de
aire puro los pulmones, organizar carreras y y dar rienda suelta a la actividad juvenil.
Capítulo 25
En la Chacarita de los Colegiales estudiábamos poco, como era natural; podíamos leer
novelas libremente, dormir la siesta, salir a buscar camuatís, y sobre todo, organizar con
una estrategia científica, las expediciones contra los “vascos”.
Capítulo 26
Viene a mi memoria, envuelto entre los recuerdos de la Chacarita, el de unos de mis
condiscípulos, tipo curiosísimo, que en aquellos tiempos felices, ignorantes aun de los
encuentros grotescos que nos proporcionan el mundo, clasificábamos alternativamente con
los nombres de El loco Larrea o El Loro Larrea.
Capítulo 27
Larrea había tomado la dirección de la fiesta y servía de bastonero con toda gravedad.
Fuimos introducidos, agasajados, y pronto, al compás de la orquesta, limitada a una guitarra
y un acordeón, nos hundimos en un océano de valses, polkas y mazurcas, pues las damas se
negaban a una segunda edición de la primera cuadrilla, que a la verdad había permitido al
cojo Videla desplegar cualidades coreográficas desconocidas y que después supimos habían
sido inspiradas por una representación de Orfeo con que se había regalado en una noche de
escapada.
Capítulo 28
La noche era oscura y amenazaba llover; encandilados aún, no sabíamos dónde estábamos
ni qué dirección habíamos tomado. Si nuestro raciocinio no hubiera sido alterado por
causas conocidas, la seguridad impasible con que Larrea dirigía a la bestia nos habría
estremecido. Se me había encargado castigar, pues según las tradiciones recibidas el
foguista era siempre el del anca; hice presente que no había sujeto pasivo, por cuanto mis
golpes se perdían en el aire, y propuse nos limitáramos, en las circunstancias, al sistema del
talón.
Capítulo 29
Como escribo sin plan y a medida que los recuerdos vienen, me detengo en uno que ha
quedado presente en mi memoria con una clara persistencia. Me refiero al famoso 22 de
abril de 1883, en que "crudos" y "cocidos" estuvieron a punto de ensangrentar la ciudad; los
cocidos por la causa que los crudos hicieron triunfar en 1880, y recíprocamente. Yo era
crudo y crudo "enragé". Primero porque mis parientes, los Varela, uno de los cuales,
Horacio, era como mi hermano mayor, tenían esa opinión, según leía, de tiempo en tiempo,
en la tribuna, y en segundo lugar porque la mayor parte de los provincianos eran cocidos.
Queda entendido que yo me daba una cuenta muy vaga de mi manera de pensar, pero como
había que sostener mis opiniones a moquetes más de una vez, la convicción había
concluido por arraigarse en mi espíritu.
Capítulo 30
Al concluir me vienen al espíritu los últimos tiempos pasados en la prisión claustral,
cuando ya la adolescencia comenzaba a cantar en el alma y se abría para nosotros de una
manera instintiva un mundo vago, desconocido, del que no nos dábamos cuenta exacta,
pero que nos atraía secretamente.
Capítulo 31
Pero la juventud venía y con ella todas las aspiraciones indefinibles. La música me
cautivaba profundamente. Recuerdo las largas tardes pasadas mirando tristemente las rejas
de nuestras ventanas que daban a la libertad, a lo desconocido, y oyendo a Alejandro
Quiroga tocar en la guitarra las vidalitas del interior, los tristes y monótonos cantos de la
campaña y las pocas piezas de música culta que conocía.
Capítulo 32
Sentíamos también necesidad de cariño: las mujeres entrevistas el domingo en la iglesia, los
rostros bellos y fugitivos que alcanzábamos a vislumbrar en la calle, desde nuestras altas
ventanas, por medio de una combinación de espejos, nos hacía soñar, nos hundían en los
juegos infantiles del gimnasio, de las viejas y pesadas bromas de costumbre.
Capítulo 33
Pero los dieciocho años se acercaban. Los días de salida hacíamos esfuerzos inauditos por
arreglarnos lo mejor posible, abandonando muchas veces la empresa con desaliento,
vencido; por la exigüidad del guardarropa.
Capítulo 34
Hay que caer a la tierra y recordar que, de una u otra manera, tenía que entrar en el Colegio.
Poco antes del último acto salí, corrí a la puerta que da sobre el atrio de San Ignacio, me
saqué el paletó, golpeé fuerte y cuando el viejo portero preguntó quién era imité la voz del
vicerrector, y una vez la puerta abierta abatí la vela que el cerbero traía en la mano con un
golpe de mi sobretodo, le eché una zancadilla que dio con él en tierra, y antes que volviera
de la sorpresa ya corría yo por esos claustros como una exhalación.
Capítulo 35
Muchos años más tarde volví a entrar un día en el Colegio; a mi turno, iba a sentarme a la
mesa temible de los examinadores. Al cruzar los claustros, al ver mi nombre al pie de
algunos dibujos que aún se mantenían fijos en la pared, con sus modestos cuadros negros;
al pasar junto a mi antiguo dormitorio, teatro de tantas y tan renombradas aventuras, al
cruzar frente a la puerta sombría del encierro, que por primera vez recibió una mirada
cariñosa de mis ojos; al ver el grupo de estudiantes tímidos; callados, que en un rincón
procuraban penetrar mi alma y leer en mi cara sus futuras calificaciones; al estrechar la
mano de mis compañeros de hoy, mis maestros de otro tiempo; al respirar, en una palabra,
aquel ambiente que había sido mi atmósfera de cinco años, sentí una impresión extraña,
grata y dulce, y una vaga melancolía me llevó por un momento a vivir la vida del pasado.
Capítulo 36
! Ah!, he aquí lI cuarto de Eyzaguirre, aquel informe "maremágnum" del que éramos
pilotos expertos.
En esa ventana asamos una noche memorable las aves robadas en el corral de la despensa,
aves sagradas para nosotros y que jamás figuraron en la mesa del refectorio; allí el salón de
los exámenes escritos, donde algunos jóvenes valerosos entraban llevando el enorme Ganot
distribuido por capítulos en todo el cuerpo y conociendo la topografía del terreno como
César los campos de Munda; la fuente me saluda, la fuente de pico recto, la fuente que era
necesario conquistar a puñetazos, parque el compañero que esperaba interrumpía a menudo
la absorción haciéndola intermitente,
e)
Capítulo 11
Nada me mortificaba más que ver a un alumno dormido durante mis explicaciones; el
desdichado tenía siempre un despertar violento. Los cuchicheos, la novela debajo del
banco, leída a hurtadillas, me ponían fuera de mí. Entraba a la clase con mi paso reposado y
durante media hora, con un enorme pedazo de tiza en la mano que solía limpiarme
negligentemente en la solapa de la levita, explicaba la materia con mi voz grave y sonora.
A medida que me animaba, sacaba un cigarrillo de papel, lo armaba y lo colocaba sobre la
mesa. Pero mientras buscaba fósforos, me olvidaba del cigarro, sacaba otro y así
sucesivamente hasta que agotaba mi provisión, me dirigía a uno de ellos y les pedía uno se
apresuraban a darme sin hacerme la menor indicación hacia los que estaban enfilados sobre
la mesa.
Luego les dictaba a sus cuadernos, pero con una rapidez tal de palabra que, siendo casi
imposible que me siguieran, habían adaptado con sus vecinos del primer banco y amigos de
Julián Aguirre, hijo de Jujuy y magistrado distinguido, un sistema de signos abreviativos. A
si las voces largas como circunferencias, perpendicular, etc. Eran remplazadas por el signo
infinito y las letras griegas.
Un día, interrumpí para reñir a alguien, y le toco la mala suerte de que eligiera su cuaderno
para reanudar el hilo de la exposición. Aquel galimatías de signos me puso furioso y le tire
con su propio manuscrito.
f)
Colegio
Champagnat
Enseñanza Mixto
Católico Marista
Doble Jornada
Primaria y
Secundaria
Colegio Nacional de Buenos
Aires
Enseñanza No Mixto
Laico
Pupilo
Secundaria
Moderno
Profesoras Mujeres
El más antiguo
Solamente Profesores Barones
g)
Sus recuerdos vivos y claros en todo lo que al maestro se refiere se lo representaban con
estatura elevada, su gran corpulencia, su andar lento, en tanto descuidado, su eterno traje
negro, y aquellos amplios y enormes cuellos abiertos rodeando un vigoroso pescuezo de
gladiador.
La cabeza era soberbia: grande, blanca, luminosa, de rasgos acentuados. La calvicie le
tomaba casi todo el cráneo, que se unía en una curva severa y perfecta, con la frente ancha
y espaciosa, surcada de arrugas profundas y descansado, como dos arcadas poderosas, en
las cejas tupidas que sombreaban los ojos hundidos y claros, de mirar un tanto duro y de
una intensidad insostenible, la nariz casi recta, pero ligeramente abultada en la extremidad,
era de aquel corte enérgico que denota inconmovible fuerza de voluntad.
En la boca, de labios correctos, había algo de sensualismo; no usaba más que una ligera
patilla que se unía bajo la barba, acentuada y fuerte, como las que se ven en algunas viejas
medallas romanas.
M. Jacques era áspero, duro de carácter, de una irascibilidad nerviosa, que se traducía en
acción con la rapidez del rayo, que no daba tiempo a la razón para ejercer su influencia
moderadora.
h)
Recuerdo un carnaval en que hicimos atrocidades en el atrio; los chicos con las manos
llenas de carmín, azul molido y harina, asaltábamos de improviso a los pasantes, les
llenábamos los ojos y el rostro con la mescla, y cuando aquellos hombres enfurecidos se
nos venían en sima nos poníamos a cubierto de tras del solido baluarte de los puños de
Eyzaguirre, Pastor, Julio Lanoívar, Dudgeon, el tranquilo Marcelo Paz, que solo
levantaba el brazo cuando veía pegar a un débil. El pugilato comenzaba guardándose
estrictamente las reglas de caballería; pero el asaltante olvidado del noble ejercicio, no
llevaba la mejor parte.
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