Foro de opinión La manifestación de identidad del obligado cambiario Jaime Mairata Laviña Abogado El autor en el presente artículo realiza un breve comentario a la reciente sentencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo de 12 de diciembre de 2013 (rec. 2389/2011) dictada en un asunto en el que se estudia la responsabilidad del administrador de una sociedad que en pago de lo convenido en un contrato de ejecución de obra aceptó determinadas letras de cambio en nombre de la sociedad, pero sin expresar esta circunstancia en la antefirma, planteándose el problema de si dicho administrador estaba actuando en virtud de una verdadera representación. En el comienzo de mi vida profesional las letras de cambio impagadas inundaban los despachos a la espera de su incorporación a la correspondiente demanda de juicio ejecutivo. Hoy casi no se utilizan; algo más los pagarés, pero tampoco mucho. De ahí que me haya sorprendido la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 12 de diciembre de 2013 (Ponente: D. José Ramón Ferrándiz Gabriel), que estudia la responsabilidad del administrador de una sociedad que en pago de lo convenido en un contrato de ejecución de obra aceptó determinadas letras de cambio en nombre de la sociedad, pero sin expresar esta circunstancia en la antefirma, planteándose el problema de si dicho administrador estaba actuando en virtud de una verdadera representación al faltar el requisito de la contemplatio domini. El tomador —y en este caso librador de las letras y también firmante del contrato de ejecución de obra que dio origen a las mismas— se dirigió directamente contra dicho administrador a título personal, alegando que al ser la letra un título puramente formal y al no haberse expresado en la misma que el firmante actuaba como representante de la sociedad librada, quedaba obligado personalmente. El demandado opuso el carácter causal de la letra y que al ser administrador de la sociedad, no estaba obligado a su pago, dado que firmó simplemente como representante de la sociedad obligada al mismo. Ante dicha situación se contemplaban tradicionalmente dos posibilidades: la primera consideraba que la letra no tiene nunca carácter causal y que al faltar el requisito de la contemplatio domini no hay representación alguna y por su formalidad el aceptante viene obligado personalmente a su pago de la misma; la segunda consideraba que la teoría del carácter abstracto de la cambial decae cuando se evidencia en la realidad extracambiaria la existencia de una relación causal que desvirtúa totalmente la obligación personal. Y es que la contemplatio domini o manifestación de la identidad de la persona en nombre de la cual se realiza un acto jurídico eficaz en virtud de mandato o a través de la figura de la representación, no ha gozado tradicionalmente de una pacífica aceptación como requisito esencial del negocio representativo. Ello ha dado lugar a la contraposición otrosí | Número 4 | 2014 entre la teoría de la representación indirecta, que no considera la contemplatio domini como requisito esencial y ve posible la existencia de una verdadera representación sin dicho requisito, y la teoría de la sustitución, que considera la contemplatio domini un requisito esencial que impide hablar de representación cuando aquélla falta. Y así, cuando el negocio representativo se realiza a través de un título que exige el cumplimiento de una serie de requisitos formales para poder vincular a personas en principio ajenas a la formalización del mismo, la ausencia de la contemplatio domini como elemento integrante de un poder previamente conferido hace que la cuestión se torne especialmente compleja y que confluyan dos cuestiones diferenciadas, una de carácter contractual y otra cambiaria. Desde el punto de vista contractual, se trata de dilucidar si la contemplatio domini es requisito esencial para la existencia de una verdadera representación, cuestión que nos llevaría a discutir la naturaleza de la re- 47