claudio - chironwiki

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Su aparente debilidad mental le sirvió para sobrevivir a
Tiberio y Calígula. Elevado al
trono por una conspiración,
sus defectos físicos no le impidieron ser un gobernante
capaz, aunque marcado por
el recelo. Y de forma justificada: al parecer, fue envenenado por su esposa
Agripina.
MIEDO,
ASTUCIA Y
PODER
CLAUDIO
Sir Lawrence Alma-Tadema, “Un emperador romano, 41 AD”, 1981.
Por Antonio Cascón Dorado. Historia – National Geographic nº 36. Noviembre 2006.
Según el historiador Suetonio,
Claudio afirmó
que durante el
gobierno de
Calígula
había
fingido ser un
necio porque de
otro modo no
habría evitado
la muerte
A
ntes de que las espléndidas novelas de Robert Graves
y la consiguiente serie televisiva lo hicieran famoso, el
emperador Claudio (10 a.C.-54 d.C.) era sin duda el
menos conocido de la familia Julio-Claudia, que
gobernó Roma desde el año 31 a.C. hasta el 68 d.C.
La fuerte personalidad de Augusto y Tiberio y las locuras de su
antecesor, Caligula, y de su heredero, Nerón, le relegaron a un
papel secundario. A ello también contribuyeron los testimonios de
los historiadores Tácito y Suetonio, poco generosos en sus juicios
con un emperador al que presentaron como un gobernante
dominado por sus mujeres y sus libertos.
Pero la antipatía hacia Claudio que se desprende de sus
textos no ha borrado la honradez de su relato, lo que permitió a Graves rehabilitar la
figura de Claudio, trasmitiéndonos una nueva imagen de éste: un hombre inteligente
que tuvo que hacerse el tonto, primero para pasar desapercibido y después para
burlar las asechanzas de sus enemigos.
Este planteamiento surge de un pasaje de Suetonio en el que se nos cuenta que
Claudio aseguró haber fingido su necedad bajo el gobierno de Caligula, porque de otro
modo no habría evitado la muerte, «y, sin embargo —continúa el biógrafo—, no
convenció a nadie, ya que poco tiempo después salió a la luz un libro, con el título La
rebelión de los necios, en el que se argumentaba que nadie es capaz de disimular la
locura».
Aunque Suetonio se empeñe en presentarnos a un Claudio estúpido, al que todos
tomaban como tal, la misma biografía que compuso nos muestra que Claudio era un
hombre de gran talento y que fueron las circunstancias las que le forzaron a disimular
su verdadera capacidad intelectual. En la adopción de tal comportamiento Claudio
contaba con un ilustre antecesor: Marco Junio Bruto, el fundador de la República
romana, quien, según Livio, «se dedicó a parecer tonto cuando supo que los
ciudadanos principales, y entre ellos su hermano, habían sido muertos por el rey
Tarquinio».
1
REINAR SIN DESEARLO
10 a.C.
Nace en Lyón, donde estaba destinado su padre Druso, hermano de Tiberio
19 d.C.
Muere Germánico, hermano mayor de Claudio, quizás envenenado por Tiberio,
41 d.C.
Asciende al trono tras el asesinato de Caligula, promovido por los senadores.
48 d.C.
Ordena la muerte de su esposa Mesalina, tras la boda de ésta con el cónsul Silio.
49 d.C.
Contrae matrimonio con su sobrina Agripina y adopta al hijo de ésta, Nerón.
54 d.C.
Muere tal vez envenenado por su esposa Agripina, deseosa de elevar al trono a su hijo
Nerón.
Es cierto, sin embargo, que Claudio tenía algunas discapacidades que le ayudaron
en su inteligente disimulo. Suetonio nos ha dejado un retrato en el que subraya las
deformidades que deterioraban su apariencia: «sus rodillas, poco consistentes, le
fallaban cuando caminaba, y lo afeaban otros muchos defectos cuando hablaba en
broma o en serio: una risa indecorosa, una ira más vergonzosa todavía porque le
espumaba la boca y le destilaba la nariz, y para colmo, su tartamudeo al hablar y un
temblor continuo de cabeza».
LA ENFERMEDAD DE CLAUDIO
Tales defectos eran, al parecer, secuelas de sus enfermedades infantiles, y por su
causa se le consideró durante mucho tiempo incapacitado para la vida politica. De
nada sirvieron los ensayos que publicó en su juventud, preludio de una consistente
obra como historiador y anticuario, que desgraciadamente no se nos ha conservado.
Parece que sus familiares llegaron pronto a la convicción de que la enfermedad que
había disminuido su cuerpo necesariamente había afectado también a su espíritu.
Antonia, su madre, cuando quería subrayar la necedad de alguien, decía que era más
tonto que su hijo Claudio, y el resto de la familia no dudó en manifestarle su
desprecio; sólo Augusto parecía albergar algunas dudas, sorprendido de que un
tartamudo declamase tan bien.Tiberio le encomendó funciones de escasa relevancia y
sólo gracias a Caligula llegó a ser cónsul. Nunca sabremos si tal nombramiento fue
una excentricidad más de este emperador o si es que el «loco» Caligula se había
percatado de la excepcional inteligencia de su tío.
Un joven que publicaba ensayos, frecuentaba a los más ilustres intelectuales de la
época, como Tito Livio o Asirio Polión, escribía en griego y en latín y que se interesaba
no sólo por la historia de Roma sino también por la de etruscos y cartagineses, era
despreciado y postergado por su familia, convencida de que su enfermedad le había
convertido en un necio. Desde nuestra perspectiva, parece más bien que, si tal
enfermedad influyó en la capacidad intelectual de Claudio, fue para bien, aunque sólo
fuera por el tiempo que le permitió dedicar al estudio. Un reciente estudio ha
identificado el conjunto de síntomas de Claudio con la enfermedad de Little, una
encefalopatía infantil que no afecta a las facultades intelectuales. También es posible
que se tratara de una meningitis.
SUPERVIVENTE ATERRORIZADO
Claudio demostraría sus aptitudes no sólo en los estudios liberales, sino también
en su obra de gobierno o en su inteligencia para sobrevivir en tiempos de Caligula. Sin
embargo, su propia lucidez tuvo que provocarle grandes sufrimientos, al darse cuenta
del desprecio y los peligros que le acechaban.
2
UN EMPERADOR AMADO POR SU PUEBLO
CLAUDIO SIEMPRE CONTÓ con el favor del pueblo. Numerosos ejemplos ponen de
manifiesto una línea de comunicación fluida entre gobernante y gobernados e incluso un
intercambio de favores en momentos decisivos. Cuando fue nombrado cónsul en tiempos
de Calígula, el público le aclamó al grito de «iViva el hermano de Germánico!»,«iViva el tío
del emperador!». Cuando los soldados pretendían hacerle emperador y el Senado se
mostraba renuente, el pueblo intervino aclamándole por su nombre.
EN CIERTA OCASIÓN, al extenderse el rumor de que había sido asesinado, el pueblo,
consternado, «no cesó de increpar con terribles maldiciones a los soldados como traidores
y a los senadores como parricidas», hasta que se les aseguró que el emperador se
encontraba a salvo. Una vez se produjo un gran incendio en la ciudad y, como los
soldados no eran capaces de apagarlo, Claudio llamó en su ayuda a la plebe, que acudió
desde todos los barrios.
EL EMPERADOR correspondió a este afecto ofreciendo al pueblo grandes congiarios
(donativos) y espectáculos magníficos. Gustaba asimismo del diálogo directo con la
multitud. Les llamaba «señores», les hacía corear el número de áureos con que premiaba
a los gladiadores e incluso les gastaba bromas. Sólo durante una grave carestía por malas
cosechas fue abucheado por la plebe, que le arrojó mendrugos de pan. El emperador
respondió cuidándose de facilitar el aprovisionamiento de Roma, para lo que comprometió
su propio patrimonio.
Según los historiadores de la época, uno de los rasgos más marcados de la
personalidad de Claudio era el miedo. Suetonio nos cuenta algunos ejemplos
elocuentes, principalmente del inicio de su gobierno: «no se atrevía a acudir a los
banquetes, a menos que le escoltaran guardianes provistos de lanzas y que los
soldados hicieran de camareros, ni visitaba a ningún enfermo sin haber explorado
antes el dormitorio y haber registrado y sacudido los colchones y cobertores. En el
resto de su reinado apostó siempre escrutadores rigurosísimos a todos sus visitantes.
Y sólo más adelante y a regañadientes consintió que no se registrara a las mujeres y
que no se quitaran a los secretarios los estuches de plumas y los punzones». El
biógrafo prosigue detallando más ejemplos del pavor y la desconfianza de Claudio, y
asegura que estuvo a punto de renunciar al trono ante rumores infundados de
conspiraciones.
Sin duda, uno de los momentos más difíciles de su reinado fue cuando se vio
obligado a ordenar la ejecución de su esposa Mesalina, que había decidido contraer
nupcias públicamente con su amante Silio. Para Claudio, semejante acto sólo tenía
sentido dentro de una conjura contra él mismo, pues de otro modo el desenlace sólo
podía ser, como de hecho ocurrió, la muerte de los amantes. Dejando a un lado las
razones para tal comportamiento —la supuesta conjura no prosperó o se trata, como
lo interpretan algunos estudiosos, de un episodio de locura de amor por parte de
Mesalina—, lo cierto es que, al tener conocimiento de ella, Claudio corrió despavorido
junto a sus pretorianos preguntando, según afirma Tácito, si aún era dueño del
imperio.
Este pánico de Claudio podría explicarse, sin duda, con razones objetivas, pues el
imperio de terror impuesto por Tiberio y Calígula y la conspiración senatorial que
terminó con la vida de este último eran razones suficientes para mantenerse en
guardia permanentemente, pero la insistencia de los historiadores en describir su
miedo nos hace pensar en razones subjetivas. En realidad, Claudio era un
superviviente. Si la enfermedad que provocó sus deformidades físicas se hubiera
producido cuando tenía pocos meses de vida, lo normal en la Roma de la época habría
sido el abandono; no hubo leyes en contra de la muerte de niños deformes hasta
finales del siglo IV d.C. Si el mal le hubiera afectado cuando ya tenía algunos años, no
habría sido extraño que la familia se desprendiese de él discretamente, mediante una
adopción bien sufragada.
3
TRAUMA ADOLESCENTE
Por ello, lo lógico es pensar que la enfermedad o las secuelas que dejó no se
manifestaron en Claudio hasta una edad próxima a la adolescencia. De otro modo, no
se habría mantenido en la familia imperial, pues no contaba, desde luego, con el
afecto de su madre Antonia ni de su abuela Livia, que claramente se avergonzaban de
su existencia, y su padre, Druso, había muerto pocos meses después de su
nacimiento. Su único valedor fue su hermano Germánico, seis años mayor que él y a
quien, según todos los testimonios, Claudio profesaba una enorme admiración. El
apoyo de éste y su precoz talento, capaz de provocar las dudas de Augusto y la
simpatía de prominentes ciudadanos, fueron decisivos para mantenerlo en la corte.
Tal vez disfrutó de algunos años de tranquilidad
en los últimos momentos del principado de Augusto
y en los primeros del de Tiberio, pero la muerte de
Germánico en el año 19 d.C., instigada, según
Tácito, por su tío el emperador, debió de ser para
el temeroso Claudio un golpe muy dificil de
encajar. Tiberio, celoso del carismático Germánico
—un hombre culto como su hermano, excelente
general como su padre y con un inquietante don de
gentes—, había decidido eliminarlo, preocupado
por su ascendiente sobre el ejército, el pueblo y el
Senado. Para Claudio la muerte de su hermano
representó no sólo una enorme pérdida afectiva, LA AQUA CLAUDIA fue sin
sino también la vuelta al desasosiego.Ya no tenía duda la obra pública de Claudio
más
agradecieron
los
protector y, además, si Germánico había muerto, él que
ciudadanos
romanos.
Este
podía ser el siguiente.
A partir de entonces y hasta su nombramiento acueducto traía el agua desde la
como emperador tuvo que superar con habilidad de fuente de Subiaco, a 68 km de
superviviente los duros años de tiranía del Roma. En su mayor parte
despótico Silano, prefecto del pretorio en quien consistía en canales subteTiberio delegó sus poderes, y la etapa de rráneos, excepto los últimos 11
arbitrariedad y locura que se enmarca entre los km, en los que hubo que
años de demencia senil de Tiberio y el fin del construir imponentes arcadas.
paranoico Caligula. En época de este emperador,
incluso siendo cónsul, Claudio seguía soportando estoicamente los ultrajes de
cortesanos y bufones: «siempre que se dormía después de la comida, como le ocurría
de ordinario, era atacado con huesos de aceitunas o de dátiles y los bufones de vez en
cuando bromeaban con él y le despertaban con la palmeta o el látigo. Solian ponerle
también unas pantuflas de mujer entre las manos mientras roncaba y le despertaban
de repente para que se frotara la cara con ellas».
EL CÍRCULO DE CLAUDIO
El miedo siguió acompañando a Claudio incluso al convertirse en dueño del
Imperio. Cuando Calígula fue asesinado y los soldados pretorianos entraron
visiblemente enojados en palacio, encontraron a Claudio ternblando detrás de una
cortina, convencido quizá de que consumía sus últimos momentos de vida. Sin
emabrgo, los pretorianos decidieron proclamarlo emperador, pues no estaban
dispuestos a aceptar el cambio de régimen que parecía pretender la conjura contra
Caligula. En efecto, el Senado había intentado la vuelta a la República, que suponía el
aumento de sus poderes y de los privilegios de sus miembros, pero los soldados no
querían renunciar a los beneficios que comportaba para ellos el régimen militar
instaurado por Augusto y sus sucesores.
4
BRITANIA: LA ÚNICA CONQUISTA DE CLAUDIO
LA CONQUISTA DE BRITANIA fue una excepción en la política escasamente
expansionista de Claudio. El propio emperador se puso al frente del ejército en una
difícil expedición que le permitió conquistar en dos campañas (años 43 y 44) la mitad
sur de la isla, aunque no quedó pacificada hasta el 51. El pretexto para la intervención
fue la solicitud de ayuda de un príncipe aliado, pero la ofensiva tenía el objetivo de
acabar con las tribus belicosas que no aceptaban la presencia romana en Britania y
hacían incluso frecuentes incursiones en las costas de la Galia.
LA RAZÓN DE LA CONQUISTA, según
Suetonio, fue únicamente el ansia de
gloria de Claudio, pero hay sin duda otras
razones. Ya Julio César, el primero en
llevar las insignias romanas a suelo
británico, consideró el dominio de la isla
como el corolario imprescindible de la
conquista de las Galias; era, pues, una
tarea inconclusa que por diferentes
motivos los predecesores de Claudio
prefirieron diferir. Bajo Calígula las
incursiones de los británicos en suelo galo
aumentaron, de modo que Claudio
planteó la intervención como un modo de
apaciguar
a
los
militaristas,
que
denunciaban el continuo descrédito del
poder de Roma. Además, había razones
económicas, como la explotación de los
grandes recursos metalíferos de la isla y
el uso de los prisioneros de guerra como
mano de obra esclava en las grandes
construcciones
emprendidas
por
el
emperador.
LA CONQUISTA reportó a Claudio una enorme gloria, pues en el imaginario popular
la campaña victoriosa no suponía tan sólo la incorporación de una nueva provincia
sino la conquista para Roma de todo el Océano.
La muerte de
su hermano
Germánico,
quizás
instigada por
Tiberio, fue
para Claudio
una gran
pérdida
afectiva y un
motivo de
inquietud: él
podía ser el
siguiente en
morir
Los soldados eligieron a Claudio porque era miembro de la familia
imperial, por ser muy querido por el pueblo y, sobre todo, porque se
avino a comprar su fidelidad; Suetonio lo refiere con claridad: «Como
el Senado se mostraba demasiado remiso en ejecutar sus tentativas y
la multitud que se hallaba en torno reclamaba un solo jefe,
proponiendo incluso su nombre, Claudio permitió que los soldados
armados le juraran obediencia en una asamblea y prometió quince mil
sestercios a cada uno, siendo así el primero de los Césares que
compró la fidelidad de los soldados incluso con dinero».
Evidentemente, el tímido Claudio no quería ser emperador.
También es probable que sintiera simpatías por la ideología
republicana. En todo caso, cuando comprendió la gravedad de su
situación actuó guiado por el miedo y el instinto de supervivencia. Eso
sí, su proceder con la tropa dejó en evidencia el carácter militar del
régimen y sentó un grave precedente para el futuro. La soldadesca fue consciente de
su poder, y los futuros emperadores tuvieron siempre en cuenta la necesidad de ser
generosos con ella si querían mantenerse en el trono.
5
Comprada la fidelidad del ejército, era necesario buscar colaboradores leales en la
tarea de gobernar, y Claudio recurrió a sus libertos, compañeros de juegos y antiguos
confidentes, que le habían otorgado mucho más respeto que sus familiares. Posides,
Félix, Hárpocras, Polibio forman parte de una lista encabezada por Narciso y Palante,
«a quienes Claudio permitió que ganaran y robaran tanto que, al quejarse en cierta
ocasión de la penuria del fisco, se le dijo, no sin razón, que nadaría en dinero si era
admitido como socio por sus dos libertos».
Los
historiadores
han presentado a
Claudio como un
pelele en manos de
sus esposas,
Mesalina y Agripina,
y de sus libertos, a
los que concedió
toda
clase
de
honores
Poco podía esperar del Senado, al que había traicionado
más por necesidad que por voluntad propia, así que pronto
empezó a marcar distancias y a arrebatarle algunas parcelas
de poder que pasaron a ser ejercidas por él o por el ordo
equester u orden de los caballeros, estamento social
claramente promocionado durante su gobierno.
Además de sus libertos, Claudio se confió a sus esposas.
Enamorado de Mesalina, nada quiso saber de sus
infidelidades y francachelas hasta que ella le reclamó
públicamente el divorcio. Cuando esto ocurrió, sus consejeros
le impidieron entrevistarse con ella, sabedores de que
acabaría convenciéndole de lo que quisiera. El lugar de Mesalina lo ocuparía en breve
su sobrina Agripina, hija de Germánico, con la que contrajo unas nupcias casi
incestuosas que la oposición del Senado no consiguió evitar.
UN BUEN GOBERNANTE
Hay en los textos de la época —desde luego, prosenatoriales y, por tanto, hostiles
a Claudio— una insistencia llamativa en presentarlo como un pelele en manos de sus
íntimos. Dice Suetonio: «Abandonándose en manos de sus libertos y de sus esposas,
se comportó no como un príncipe, sino como un vasallo».Tácito abunda en lo mismo:
«Nada parecía cuesta arriba en el ánimo de un príncipe en el que no había ni juicio
favorable ni odio que no fuera inspirado y ordenado». Son sólo dos ejemplos, pero
hay otros muchos en los que se subraya la pasividad de Claudio frente a las intrigas,
corrupciones y crímenes de sus allegados, sugiriendo que, de hecho, el poder lo
detentaban éstos y no el emperador.
Pese a que estas críticas tienen
La estatua del museo
gran parte de verdad, también
Pio-Clementino que
está claro que la dirección política
muestra a Claudio con
e ideológica de su reinado fue
los atributos de Júpiter
responsabilidad suya y, en genos da la imagen
neral, los historiadores están de
oficial del emperador.
acuerdo en que los aciertos
La del gobernante real
fueron más numerosos que los
fue sin duda menos
errores. Entre sus logros se
amable. Según Suetocuenta una gran reorganización
nio, Claudio temeroso
administrativa, que conllevó el
siempre de las conjuaumento de funcionarios y la
ras en su contra,
creación de departamentos (ficonsintió los asesinananzas, cultura, etc.) que suplietos de numerosos seran la ineficacia de las comisiones
nadores y caballeros,
senatoriales.
Claudio
destacó
instigados
por
sus
también por su labor legislativa,
favoritos o sus espoque le llevó a regular infinidad de
sas.
materias de interés social: trato
de los esclavos, usura, moralidad
pública.. .
6
También es cierto que su gusto por promulgar edictos acabó por convertirse en
una verdadera manía: llegó a promulgar veinte en un solo día, sobre cuestiones tan
menores como qué antídoto era el más apropiado para la picadura de víbora.
Claudio impulsó asimismo numerosas construcciones, como el puerto de Ostia,
dos grandes acueductos para Roma o la desecación del lago Fucino. En fin, abrió el
Senado a los no italianos y extendió con generosidad el derecho de ciudadanía,
rompiendo así con el nacionalismo de la aristocracia senatorial. En política exterior
Claudio destacó por su pacifismo y su preferencia por las soluciones diplomáticas,
pese a que aprobó una intervención militar en Britana.
Esta notable obra de gobierno permite fácilmente comprender la popularidad de
que gozó Claudio desde su entronización. Sin embargo, ello no impidió que al final el
inseguro y asustadizo emperador muriera víctima de una de las conspiraciones que
tanto había temido, traicionado por una de las personas en las que había depositado
su confianza: su esposa Agripina.
LA CONJURA FINAL CONTRA CLAUDIO
PRÁCTICAMENTE todos los historia dores antiguos afirman que Claudio murió
envenenado por su última esposa, Agripina. Las circunstancias en que se produjo su
fallecimiento varían según los autores, aunque la opinión más repetida es que se
debió a una seta envenenada que Agripina hizo servir a su marido. La muerte fue
ocultada al pueblo durante algunos días, mientras se preparaba la sucesión de Nerón,
hijo de un matrimonio anterior de Agripina.
SEGÚN SUETONIO, la conspiración contra Claudio terminó de fraguarse cuando el
emperador, arrepentido de haber adoptado a Nerón, se decantó por su hijo Británico
como su sucesor y redactó un testamento sellado y firmado por los magistrados, pero
que nunca llegaría a leerse. Agripina se adelantó entonces a darle muerte,
aprovechando la ausencia por enfermedad de Narciso, el leal liberto de Claudio.
EL PROPIO EMPERADOR tenía conciencia de la proximidad de su fin. Esto ha hecho
pensar a algunos que Claudio, enfermo y hastiado, se prestó a tal muerte, en una
especie de suicidio asistido. El emperador sabía que la decisión de apoyar a Británico
podría conducirle a la muerte; aun así, en un gesto de valentía impropio en él, decidió
actuar con rectitud devolviendo el trono al hijo nacido de su sangre y de su amada
Mesalina. De nada sirvió; las artimañas de Agripina y sus colaboradores elevaron al
trono a Nerón, quien poco tiempo después ordenó la muerte de Británico. Pero quizá
Claudio murió con la conciencia tranquila.
Iulia Agrippina
4ª esposa de Claudio
Madre de Nerón
Nació el año 15 d.C. en Colonia (Alemania)
Murió en 59 d.C. en Roma
7
LOS JULIO-CLAUDIOS: VÍCTIMAS Y VERDUGOS
AL TOMAR EL PODER en el año 31 a.C., Augusto fundó una dinastía que gobernaría
Roma durante casi un siglo, hasta el 68 d.C. Fue una época de expansión política y de
plenitud cultural, pero también de luchas despiadadas por el poder. Los sucesivos
emperadores vivieron en un temor constante por las conspiraciones en su contra, lo
que los llevó a deshacerse de sus rivales con una crueldad que ha marcado para
siempre la imagen de Tiberio, Calígula o Nerón. No por ello lograron evitar ser
víctimas de sus propios métodos, sucumbiendo ante conjuras senatoriales, rebeliones
milita-res o intrigas de palacio.
Augusto († 14 d.C.)
Pese a su fama de hombre magnánimo, al principio de su gobierno Augusto no dudó
en ordenar asesinatos como el de Cesarión, el hijo de Julio César y Cleopatra. En su
última enfermedad corrió el falso rumor de que fue víctima de su esposa Livia.
Germánico († 19)
Adoptado por su tíoTiberio por indicación de Augusto, Germánico fue amado por el
pueblo y el ejército. Alcanzó notables éxitos militares, pero fue asesinado cuando se
hallaba en la cúspide de su fortuna, acaso por amenazar el poder de Tiberio.
Druso († 33)
El segundo de los hijos de Germánico y Agripina, Druso César, era considerado un
firme candidato ala sucesión de Tiberio. Tras la muerte de su padre y de Druso el
Joven (hijo de Tiberio), cayó en desgracia y acabó muriendo en prisión en el año 33.
Tiberio († 37)
Hijo adoptivo de Augusto, se hizo con el podertras hábiles maniobras y lo conservó
eliminando a sus rivales.Al descubrirse la conspiración de Sejano ordenó sangrientas
purgas. Murió de enfermedad, pero corrió el rumor de que Calígula lo remató.
Caligula († 41)
Tras unos comienzos prometedores, cayó enseguida en un cruel autoritarismo.
Obsesionado por las conspiraciones, mandó matar a muchos aristócratas por
sospechas de traición. Fue asesinado en una conjura maquinada desde el Senado.
Mesalina († 48)
Biznieta de Octavia, hermana de Augusto, se casó con su primo Claudio, treinta años
mayor que ella, dándole dos hijos. Aunque Claudio consintió sus numerosas
infidelidades, no evitó su ejecución cuando contrajo públicas nupcias con el cónsul
Silio.
Agripina (t 59)
Hija de Germánico y Agripina la Mayor, se casó con Domicio Ahenobarbo, de quien
tuvo a Nerón. Consiguió que fuera adoptado por su segundo marido, Claudio, a quien
envenenó para franquear el trono a su hijo. Éste se lo pagó haciéndola morir.
Nerón (f 68)
Ascendió al trono gracias a las intrigas de su madre Agripina. Megalómano y
extravagante, reprimió sin piedad conspiraciones como la de Pisón, ordenando la
muerte de Séneca. Depuesto por una rebelión, huyó de Roma y se hizo matar por un
liberto.
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