Capítulo 1 Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria Román Alberca Introducción Cuando se examina una población añosa desde el punto de vista cognitivo se advierte que existe un continuum desde la normalidad a la demencia. No obstante, cuando se aplican determinados criterios diagnósticos (o se utilizan puntos de corte en los test para definir lo normal y lo patológico), casi la tercera parte de la población no tiene alteraciones cognitivas, en algo más de un tercio existe una demencia y la tercera parte restante padece una alteración cognitiva de baja intensidad. Estas últimas personas no son completamente normales, ya que cumplen algunos de los criterios que definen la demencia, pero tampoco están dementes, porque no los cumplen todos (tabla 1‑1). Este estado, intermedio entre la vejez normal y la demencia, fue deno­ minado por los médicos canadienses «Cognitive impairment, no dementia» o CIND (afectación cognitiva sin demencia) (Ebly et al., 1995) y suele estar relacionado con enfermedades médicas (cardiopatías, alcoholismo, medi- camentos, etc.) y neurológicas. Sin embargo, en no pocas ocasiones no se encuentra ninguna causa para la leve afectación cognitiva y si se sigue a estas personas durante año y medio, el 18 % desarrolla una demencia (Unverzagt et al., 2001) generalmente debida a una enfermedad de Alzheimer (EA), tasa que duplica la habitual. Por tanto, el CIND es a la vez un factor de riesgo para la EA en la generalidad de los pacientes con esta leve afectación cognitiva y un estadio predemencial sintomático de la EA en quienes el CIND Tabla 1‑1 Criterios diagnósticos de demencia Es un síndrome adquirido, generalmente progresivo, que ocasiona: •• Pérdida de memoria •• Alteración de otra función cognitiva al menos: −− Lenguaje −− Praxias −− Gnosias −− Función ejecutiva La afectación cognitiva altera la capacidad para desarrollar las actividades de la vida cotidiana El trastorno cognitivo no se debe a otros procesos (delirio, depresión, etc.) 1 Román Alberca Tabla 1‑2 Lo que deben conocer el médico de Atención Primaria y el neurólogo general para la asistencia diaria del paciente con pérdida de memoria •• Que las demencias degenerativas están precedidas frecuentemente por una fase de deterioro cognitivo de baja intensidad •• La definición de «deterioro cognitivo leve» y sus criterios diagnósticos •• Estar en condiciones de distinguir a estos pacientes de las personas normales y de quienes tienen una demencia •• La conducta diagnóstica en estos pacientes, los estudios complementarios que se deben realizar y en qué orden hacerlos •• Que estos enfermos se deben seguir periódicamente, debido a su mayor riesgo de padecer una demencia •• Que se deben reducir los factores de riesgo para disminuir la probabilidad de que el DCL se convierta en demencia •• Las pautas a seguir para mejorar el estado cognitivo y general de estos pacientes Modificada de Chertkow et al., 2008. dejó paso a esta enfermedad, un diagnóstico que se comprueba morfopatológicamente (Petersen et al., 2006). Con la intención de poder diagnosticar a los pacientes en esta fase tan precoz de la EA, se crearon varias entidades clínicas, ampliamente revisadas (Gauthier, 2006; Alberca, 2007; Molinuevo, 2007; Chertkow et al., 2008). La mejor conocida y más utilizada es el «deterioro cognitivo leve» (DCL) revisado por Petersen en 2001, 2003 y 2007. Su aislamiento pretendió «que el clínico pudiera cumplir con la obligación de detectar los pacientes que finalmente desarrollarán una EA, cuando aún se encuentra en un estadio predemencial» (Petersen et al., 1997) y poder aplicar las terapéuticas efectivas, cuando estuvieran disponibles. A pesar de su reciente creación, la bibliografía sobre el DCL es ingente. 2 La revisión de Chertkow et al. de 2008 encontró 2.483 artículos, a los que habría que sumar muchos otros publicados en lenguas diferentes del inglés. No obstante, la mayoría de estos trabajos se han ocupado de aspectos alejados de la clínica – epidemiología, posibilidad de conversión del DCL en demencia y EA, marcadores de esta conversión, etc. – por lo que se puede tener la impresión, por cierto no muy lejana de la realidad, de que se trata de una entidad «de laboratorio», útil para trabajos y ensayos clínicos, sin que se tenga una noción exacta de su valor en el ejercicio diario de la medicina. Sin embargo, lo cierto es que cada vez serán más los enfermos con este deterioro de baja intensidad asistidos por el neurólogo general (NG) y por el médico de Atención Primaria (MAP), por lo que es importante determinar lo que se debe conocer acerca de este proceso en estos niveles asistenciales (tabla 1‑2). Concepto de DCL y sus variedades La tabla 1‑3 expone los criterios diagnósticos del DCL como fue descri­ to inicialmente (Petersen et al., 2003). Se trata de un síndrome clínico caracterizado por una pérdida de memoria referida por el paciente, y preferiblemente confirmada por el familiar, cuya realidad se confirma en la exploración. El resto de las funciones cognitivas son normales, la capacidad para desarrollar las actividades cotidianas está conservada y no existe demencia. Es, por tanto, un trastorno puramente amnésico (DCL amnésico o DCL‑A). Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria Tabla 1‑3 Criterios diagnósticos del deterioro cognitivo leve amnésico •• Quejas de pérdida de memoria, preferiblemente corroboradas por un informador •• Deterioro de la memoria objetivo para su edad y escolarización a •• Funcionamiento cognitivo global intacto b •• Sin alteración de las actividades de la vida diaria c •• Ausencia de demencia a La puntuación es inferior a 1,5 DE por debajo de la media ajustada a la edad y la escolarización en los test de memoria (como la escala de memoria de Weschler‑R, el test de aprendizaje verbal auditivo, la lista de palabras del protocolo CERAD en el original; debe adaptarse a cada país). b En los test generales (p. ej., en el WAIS y el MMSE, los puntos de corte se deben ajustar a cada país). c No se ha precisado con exactitud en qué consiste esa falta de alteración. Según Petersen, 2003, 2007. Tabla 1‑4 Tipos de deterioro cognitivo leve Tipo básico Subtipos Clínica Conversión preferente a Amnésico DCL‑A Afectación pura de la memoria Enfermedad de Alzheimer DCL‑A Afectación de la memoria y multifunción de otra área cognitiva al menos No amnésico DCL unifunción Afectación de un área cognitiva distinta de la memoria DCL Alteración de dos áreas multifunción cognitivas al menos, distintas de la memoria Posteriormente se describieron otros tipos de DCL (tabla 1‑4): se habla de deterioro cognitivo amnésico multifunción cuando, además de la me­ moria, se alteran otras funciones cerebrales, sin que exista una demencia. Cuando la memoria no se altera y está afectada sólo una función cerebral se habla de deterioro cognitivo unifunción, y de deterioro cognitivo multifunción cuando hay varias funciones alteradas excepto la memoria. No obstante, no hay acuerdo sobre los tipos de DCL que existen, la frecuencia relativa de cada uno de ellos, ni acerca de los criterios diagnósticos que los definen, ni de cuáles deben ser los crite- Demencia frontal, afasia primaria progresiva, demencia con cuerpos de Lewy, demencia vascular, enfermedad de Alzheimer Enfermedad de Alzheimer, demencia vascular, envejecimiento normal rios operativos para diagnosticarlos, ni los test psicométricos que emplear. En cualquier caso, el diagnóstico de estos tipos de DCL está fuera del cometido del NG y del MAP, quienes los suelen derivar a una consulta monográfica de trastornos cognitivos. Este capítulo se ocupa del DCL‑A, no sólo porque es el mejor conocido, sino porque lo más frecuente es que la persona de edad acuda a una consulta general por una pérdida de memoria. El objetivo de este trabajo es exponer cuál debe ser la actitud diagnóstica y terapéutica en la práctica diaria cuando estos enfermos son evaluados en este nivel asistencial. 3 Román Alberca Caso clínico Una mujer, ama de casa, de 76 años de edad, sin antecedentes personales o familiares de interés, consultó por pérdida de memoria desde hacía un par de años. Sus familiares deseaban saber si lo que sucedía era normal para su edad o si padecía EA. Según su marido e hijos, preguntaba lo mismo repetidamente y no recordaba los nombres de algunas personas, aunque le venían a la cabeza poco después. Olvidaba lo que había hablado unos minutos antes o las conversaciones de días pasados. No obstante, continuaba llevando la casa sin dificultad, hacía la compra, iba en autobús, utilizaba el dinero sin problemas, seguía las noticias en el periódico, se expresaba correctamente y comprendía todo lo que se hablaba. Su estado de ánimo era normal. Las exploraciones, general y neu­roló­g ica, fueron normales. La paciente había hecho estudios primarios. Estaba bien orientada en tiempo y espacio, puntuó 4 / 5 en el «serial seven» del MMSE (Mini-Mental State Examination), su lenguaje era normal y dibujaba correctamente los pentágonos, pero no evocó ninguna de las tres palabras. Puntuó 26 / 30 en el MMSE. Fue diagnosticada clínicamente de DCL‑A. Consideraciones clínicas ¿Puede contribuir a mejorar la asistencia cotidiana establecer en un paciente el diagnóstico de DCL‑A? Vaya por delante que, como se verá, no son pocas las dificultades para llevar a la práctica diaria este diagnóstico, sobre todo por la ausencia de estudios adecuados en nuestro medio, la falta de 4 datos psicométricos y de criterios universalmente aceptados y porque no se ha demostrado de manera fehaciente el supuesto beneficio. También se debe tener en cuenta que nuestra capacidad terapéutica es limitada en estos pacientes, por lo que a su vez el diagnóstico puede ser menos útil. Por ello, cuando nos enfrentamos a un paciente anciano con posible pérdida de memoria, mucho más importante que preguntarse, de entrada, si padece un DCL, es plantearse lo siguiente (Ellison, 2008): ¿Se trata de las consecuencias de la vejez normal o es un proceso patológico? La pérdida de memoria ¿es sólo subjetiva? y, si es así, ¿se debe estudiar? ¿Qué exploración hay que hacer y qué test se debe utilizar para demostrar la pérdida de memoria en una consulta general? ¿Qué exámenes complementarios son ne­cesarios si se demuestra? ¿Qué otros diagnósticos se deben excluir? ¿Qué hay que aconsejar al paciente respecto a su forma de vida y su capacidad para ocuparse de sus asuntos? ¿Debe tomar algún tratamiento farmacológico? Sólo al finalizar esta recapitulación quizá merezca la pena establecer el diagnóstico de DCL‑A y comunicarlo al paciente, porque así se puede reducir su ansiedad al saber que su leve déficit cognitivo no es una demencia y lo reconfortará advertir que su médico sabe perfectamente lo que le sucede: el diagnóstico de DCL‑A se aceptará mejor que atribuir lo que ocurre a algo normal, como es el envejecimiento, de lo que el enfermo duda, y aceptará que su estado cognitivo se debe revisar periódicamente. Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria Tabla 1‑5 Características clínicas de los cuatro procesos básicos cognitivos durante la vejez DECAE QSPM DCL‑A Demencia Queja subjetiva Frecuente Siempre Puede faltar Puede faltar Corroboración familiar a Ausente Ausente Presente Presente Afectación objetiva de la memoria Leve (episódica, Ausente en recuerdo espontáneo, la exploración de trabajo). Conservadas procedural y semántica Memoria episódica Presente. Causa dificultades en las AVD Afectación cognitiva de otras áreas Leve (velocidad de procesamiento, atención selectiva) No hay No hay Sí hay Afectación funcional Ausente Ausente. Quejas para las tareas individuales diarias Ausente o muy leve. Las AVD básicas están intactas Presente. Disminuye la capacidad para la vida diaria Alteración conductual Ausente Si coexisten con ansiedad o depresión Frecuentes, aunque leves Frecuentes, más importantes Neuroimagen Típicos de la edad Típicos de la edad Frecuentes, leves, atrofia leve o alteración sustancia blanca Muy frecuente, atrofia y enfermedad de sustancia blanca a La corroboración se refiere a la confirmación del deterioro por el informador. AVD: actividades de la vida diaria. DECAE: deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. QSPM: queja subjetiva de pérdida de memoria. Modificada de Ellison, 2008. Consecuencias del envejecimiento y la pérdida de memoria subjetiva Hay cuatro entidades – si se exceptúa la pérdida de memoria sintomática, a la que se hace referencia más adelante – que se relacionan con la pérdida de memoria durante el envejecimiento, cuyas características se encuentra en la tabla 1‑5. La primera es el «deterioro de la memoria asociado al envejecimiento o DECAE», una entidad creada para realizar estudios y ensayos clínicos sobre las consecuencias de la vejez normal, que no tiene cabida en este capítulo; una revisión más amplia so- bre los criterios diagnósticos y el significado se encuentra en otro trabajo (Alberca, 2007). La segunda es la demencia, suficientemente conocida. La tercera y la cuarta se refieren a la queja subjetiva de pérdida de memoria y a la pérdida de memoria objetiva. Realmente, el diagnóstico de una pérdida de memoria en la práctica diaria se plantea de forma dual: bien es una queja subjetiva (QSPM) o bien la queja corresponde a algo objetivo, como puede ser un DCL, una demencia u otra enfermedad. Desde luego, lo más probable es lo primero, ya que aproximadamente la mitad de las personas normales se quejan de pérdida de memoria 5 Román Alberca Tabla 1‑6 Características y causas de la queja subjetiva de pérdida de memoria Características •• El paciente, por lo general suele acudir sin acompañante a la consulta •• La queja consiste en que no «le sale» lo que iba a decir, dónde dejó una cosa, o el nombre de un conocido, pero el recuerdo viene al poco rato •• Recuerda perfectamente los sucesos familiares o las noticias importantes, tomar las medicaciones, hacer la compra, sus citas, etc. •• Para el familiar suele ser evidente que se trata de olvidos banales •• La exploración cognitiva es normal •• No repercute sobre la capacidad para desarrollar las actividades cotidianas Causas •• Ansiedad y / o depresión •• Dolor crónico •• Cansancio (enfermedades neurológicas y médicas que lo provocan) •• Alteraciones del sueño •• Enfermedades médicas diversas (cardiopatías, endocrinopatías, etc.) •• Efectos adversos de los tratamientos (en especial benzodiazepinas, somníferos) •• Tóxicos (p. ej., alcohol) •• Sin causa aparente (la más común) al envejecer (mucho más si alguno de sus familiares padeció una demencia), sin que esta pérdida se compruebe en la exploración (DeCarli et al., 2003), si bien se desconoce el porcentaje de estas personas que acuden a la consulta. El diagnóstico de la QSPM, que suele ser sencillo, se basa en lo banal de la queja (lo que el informador suele confirmar), la normalidad de la exploración cognitiva y la total ausencia de repercusión funcional (tabla 1‑6). Sin embargo, a pesar de este carácter subjetivo y la aparente banalidad, la QSPM no se debe minusvalorar, porque puede estar causada por varias enfermedades, algunas de ellas importantes 6 y susceptibles de tratamiento (tabla 1‑6). Además, los pacientes con QSPM, sobre todo si su nivel cultural es alto, tienen algo más de riesgo de padecer una demencia que los controles (Jonker et al., 2000) y, aunque existen discrepancias en este punto, muchos de estos pacientes deben ser seguidos clínicamente. Historia y exploración del paciente con pérdida objetiva de memoria Aunque en los criterios diagnósticos y en la definición del DCL‑A no se precisa explícitamente qué tipo de memoria se pierde, existe acuerdo prácticamente unánime en que se trata de una pérdida de memoria episódica (ME). Está mediada por el hipocampo, el tálamo, los cuerpos mamilares, el trígono cerebral y la corteza prefrontal; el hemisferio derecho se emplea para información no verbal y el izquierdo para la verbal. La ME sirve para recordar, de forma consciente, los sucesos vividos o experimentados: con la ME retrógrada se recuerda lo aprendido y con la anterógrada se aprende nuevo material. La ME retrógrada se evalúa durante la historia clínica mediante preguntas clásicas (tabla 1‑7), que comprueban la capacidad del enfermo para recordar hechos sucedidos recientemente. También durante la historia clínica se precisa la capacidad funcional del paciente para realizar actividades complejas e instrumentales. La preservación de las aficiones, de la capacidad para el manejo de las cuestiones financieras y para la utilización de nuevos utensilios Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria hace improbable que el enfermo esté demente (Galvin et al., 2005). A continuación se debe hacer una breve exploración neurológica y mé­ dica para descartar la existencia de ­patología comórbida y una exploración cognitiva general sencilla para excluir una demencia. Resulta idóneo el MMSE, ya que el NG y el MAP lo utilizan con frecuencia; además, la incapacidad para evocar las tres palabras, mientras que la puntuación general del MMSE se mantiene dentro del rango considerado normal (generalmente ≥ 24 / 30 puntos), puede sugerir el diagnóstico de DCL‑A (Diniz et al., 2007). No obstante, como no existen puntos de corte en el MMSE que diferencien con claridad la normalidad y la demencia del DCL‑A, sería aconsejable mejorar este aspecto. Para ello se puede utilizar (pudiendo sustituir o ser añadido al MMSE, según la situación), el test T@M de Rami et al. (2007), igualmente breve, que explora la orientación y varios tipos de memoria, y está validado en una población española. Los puntos de corte para la normalidad, el DCL‑A y la demencia tienen una elevada sensibilidad y especificidad, de manera que es ideal para diagnosticar el DCL‑A siempre y cuando no exista depresión y el nivel escolar del paciente sea adecuado. De hecho, la paciente referida anteriormente puntuó 40 / 50 en el T@M, lo que es compatible con el diagnóstico de DCL‑A (10 / 10 en memoria inmediata, 5 / 5 en orientación, y 15 / 15 en la memoria remota semántica, mientras que en la memoria de evocación libre puntuó 1 / 10 y en la memoria de evocación con pistas 9 / 10). Tabla 1‑7 Ejemplos de las consecuencias de una disfunción de la memoria episódica •• Olvida fechas importantes (cumpleaños, aniversarios o citas con el médico) •• Olvida el nombre de conocidos •• Olvida lo que hizo el fin de semana anterior •• No recuerda dónde guarda las cosas •• No recuerda tomar la medicación o la toma dos veces •• Repite la misma pregunta varias veces en un corto período de tiempo •• Repite los temas durante la conversación •• Pierde el hilo de la conversación •• Deja abiertos los grifos, el gas o la puerta o encendidos los fuegos •• Olvida comprar algo o se vuelve sin comprar algo necesario •• Olvida apagar el horno o deja un plato dentro •• Tiene desorientación fundamentalmente temporal Modificada de Serra‑Mestres, 2007. Otra táctica es sustituir el MMSE por otro test breve general, como la evaluación cognitiva de Montreal (Nasreddine et al., 2005), con una versión en español, que se puede obtener en la red (www.mocatest.org). Tiene la ventaja de que explora diversas fun­ciones cerebrales además de la memoria (orientación, denominación, praxis, gnosis, etc.), con puntos de corte para el DCL y para la demencia. Este test ha sido validado recientemente en nuestro país (Lozano et al., 2009), aunque posiblemente se necesiten nuevos estudios antes de introducirlo en la práctica diaria. Por supuesto, cuando se trata de diag­nosticar formalmente el DCL‑A es precisa una amplia exploración psicométrica, como la recogida en la tabla 1‑8, cuyo objetivo es confirmar la afectación de la memoria, la conservación del resto de las funciones cognitivas (lenguaje, praxis, gnosis y función ejecutiva), la ausencia de demencia y de 7 Román Alberca Tabla 1‑8 Estudio psicométrico amplio en pacientes con DCL‑A Memoria episódica anterógrada •• Verbal (T@M, memoria de textos o test de aprendizaje de palabras de la batería CERAD) •• Visual (Figura compleja de Rey o test de memoria de dibujos de la batería CERAD) Lenguaje •• Denominación: Test de Boston •• Comprensión: Test de Boston Praxias •• Constructiva: copia de dibujos de la batería CERAD y test del reloj •• Imitación: imitación de gestos manuales de la batería Western Percepción visual •• VOSP o test digital de percepción Funciones ejecutivas •• Fluencia verbal fonética •• Test del trazo‑A •• Test de semejanzas Capacidad para las actividades cotidianas •• Escala Bayer, versión en español Modificada de Rami et al., 2007. cualquier alteración de la capacidad del paciente para desarrollar las actividades cotidianas. En efecto, conviene recordar que el diagnóstico de DCL‑A implica que la capacidad funcional del enfermo no debe estar significativamente alterada. Por desgracia, existen notables discrepancias sobre cómo evaluar la capacidad funcional del enfermo y sobre lo que se quiere decir con «significativamente alterada». De hecho, la tercera parte de los pacientes con DCL‑A tiene alteraciones funcionales sutiles (Artero et al., 2001), que se consideran compatibles con este diagnóstico. En este sentido, disponemos de la escala Bayer, cuyas características psicométricas se han estudiado recientemente en la versión 8 española (Sánchez‑Benavides et al., 2009) y que probablemente es idónea para el estudio de las actividades diarias en el DCL y en la demencia muy leve. En cualquier caso, una amplia exploración para el diagnóstico formal precisa mucho tiempo, por lo que es necesario remitir al paciente a una unidad especializada. Diagnóstico del DCL‑A El diagnóstico del DCL‑A es puramente clínico. No obstante, se aconseja realizar un estudio similar al que se hace en una demencia para descartar otras causas de pérdida de memoria o detectar factores coadyuvantes del deterioro cognitivo. En la paciente, el análisis convencional de sangre, morfológico y bioquímico, incluidas la VSG, la determinación de vitamina B12, de ácido fólico y de hormona tiroestimulante o tirotropa (TSH) fueron normales. Aunque no existe evidencia de que sea necesario realizar estudios de imagen en el DCL‑A, parece razonable hacer una tomografía computarizada (TC) cerebral para descartar hidrocefalias, tumores o lesiones vasculares cerebrales asintomáticas, cuya detección puede influir sobre el tratamiento (en esta enferma la TC fue normal). En casos muy concretos, puede ser preferible una resonancia magnética (RM) cerebral (p. ej., para descartar infartos estratégicos). El diagnóstico diferencial del DCL‑A es sencillo cuando la pérdida de memoria cursa de forma aguda o subaguda, mientras que en casos crónicos se puede confundir fácilmente con otras en- Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria fermedades (tabla 1‑9). Ciertas personas tienen mala memoria de siempre y el relato del informador es esencial para confirmar que se trata de un deterioro. Es muy importante descartar una encefalopatía alcohólico‑nutricional o que la alteración de la memoria se deba a la ingesta de medicamentos (anticolinérgicos, benzodiazepinas), tóxicos y drogas, porque pueden tener un tratamiento eficaz. La simulación y los trastornos disociativos son infrecuentes, pero no se deben olvidar, sobre todo cuando existe un familiar cercano que padeció EA y el paciente tiene, a su vez, miedo de padecerla. DCL‑A y depresión La existencia de depresión en un paciente con DCL‑A plantea problemas nosológicos, diagnósticos y pronósticos de primera magnitud, con una importante repercusión terapéutica, de manera que conviene prestarle especial atención. No pocos pacientes deprimidos aquejan pérdida de memoria y falta de concentración. De hecho, los síntomas cognitivos forman parte de los criterios diagnósticos de depresión (p. ej., en el DSM‑IV: «disminución de la capacidad para pensar o concentrarse») o constituyen algún ítem de las escalas utilizadas en su detección y diagnóstico (p. ej., en la escala GDS‑30: «cree que tiene más problemas de memoria que los demás»). Cuando sobresale el trastorno del estado de ánimo no suele existir problema en el diagnóstico diferencial, pero no sucede lo mismo cuando el deprimido fija su atención Tabla 1‑9 Causas frecuentes de alteración de la memoria episódica Procesos agudos •• Síndrome de Wernicke‑Korsakov (relacionado o no con alcohol y carencias) •• Infarto del tálamo, de la rodilla de la cápsula interna del territorio cerebral posterior •• Secuelas de encefalitis herpética, traumatismo craneoencefálico, lobectomía temporal, anoxia cerebral, hipoglucemia •• Aneurisma de la arteria comunicante anterior Procesos subagudos y crónicos •• Encefalitis paraneoplásicas y autoinmunes •• Fármacos (anticolinérgicos, benzodiazepinas, antidepresivos) •• Alcoholismo‑malnutrición y tóxicos •• DCL‑A y otros tipos de DCL amnésicos •• Enfermedad de Alzheimer y otras demencias •• Depresión y ansiedad, otras enfermedades psiquiátricas •• Amnesia psicógena (trastornos disociativos, simulaciones) en los trastornos cognitivos y minusvalora u oculta la alteración del estado de ánimo, lo que sucede con frecuencia en deprimidos ancianos. Los familiares encuentran al paciente más inatento y apático que triste y piensan que se inicia una demencia. Por supuesto, si la exploración cognitiva es normal, se disipa la duda y los síntomas cognitivos se atribuyen a la depresión, lo que se confirma cuando ésta remite bajo tratamiento. En otros muchos pacientes coexiste la alteración cognitiva objetiva y una depresión o síntomas depresivos. Por ejemplo, cuando se analiza la presencia de disforia en series de DCL‑A mediante el Inventario Neuropsiquiátrico (INP) de Cummings, la proporción de pacientes sintomáticos (es decir, que puntúan 1 o más para disforia) varía entre el 10 y el 80 % (tabla 1‑10) y el 9 Román Alberca Tabla 1‑10 Frecuencia de pacientes con deterioro cognitivo leve que presentan síntomas disfóricos recogidos mediante el Inventario Neuropsiquiátrico N.º enfermos MMSE Puntuación en el INP 28 27,4 ± 1,8 7,4 ± 8,4 75 39 320 – – 43,1 20,1 Muangpaisan, 2008 77 26,5 ± 1,6 – – 45,5 Rozzini, 2008 94 26,2 ± 1,8 16,1 ± 11,1 85,1 83,0 Geda, 2004 54 26,5 ± 1,7 – 35,0 9,3 Chan, 2003 121 24,1 ± 3,2 – 47,1 15,7 Autor Hwang, 2004 Lyketsos, 2002 a Pacientes INP ≥ 1 (%) Pacientes disforia ≥ 1 (%) Incluye DCL‑A y DCL‑NA (deterioro cognitivo leve no amnésico). En algunas de las series se habla de depresión en vez de disforia, pero los criterios diagnósticos utilizados son los de disforia del INP. INP: inventario neuropsiquiátrico de Cummings. Pacientes INP ≥ 1: pacientes sintomáticos en el INP. Pacientes disforia ≥ 1: pacientes sintomáticos para disforia. a Tabla 1‑11 Características del síndrome demencial de la depresión •• Relación temporal entre afectación cognitiva y episodio depresivo mayor •• El trastorno cognitivo tiene un curso inicial subagudo y la evolución es rápida •• Se conserva la introspección •• El déficit cognitivo es poco intenso y la semiología, característica: −− Fallan la atención, la concentración, la fluencia verbal, la abstracción, la denominación, la evocación −− Conservan el lenguaje, las praxias, las gnosias, la capacidad de adquisición •• La alteración funcional es intensa respecto a la ligera alteración cognitiva •• El trastorno suele responder al tratamiento antidepresivo en sus dos vertientes, anímica y cognitiva •• La alteración cognitiva suele recidivar con cada recidiva depresiva •• El pronóstico final es incierto Según Alberca, 2009. trastorno disfórico es clínicamente significativo (es decir, el paciente puntúa 4 o más en este apartado) en el 20 al 40 % de los enfermos. Si se emplea la escala GDS‑30 para detectar la depresión, la proporción de pacientes con 10 DCL deprimidos puede llegar al 60 % (Solfrizzi et al., 2007) y con la escala de Hamilton para la depresión al 30 % (Li et al., 2003). Por último, si para diagnosticar la depresión se emplean los criterios del DSM‑IV, la proporción de enfermos deprimidos se sitúa entre el 7,5 y el 26,5 % (Forsell et al., 2003; López et al., 2005; Kumar et al., 2006). Así pues, la frecuencia de disforia o depresión varía mucho de unas series a otras de pacientes con DCL‑A, lo que depende de diversos factores, ya analizados (Alberca, 2009), aunque la proporción de pacientes deprimidos es siempre significativamente mayor en los enfermos con DCL‑A que en los controles. Como se refiere anteriormente, la coexistencia de un supuesto DCL‑A y una depresión plantea muchos problemas. En primer lugar, cuando hay una de­ presión se puede pensar que la al­tera­ ción cognitiva no corresponde en puridad a un DCL‑A, sino que forma parte de la propia depresión, especialmente si se ajusta al llamado «síndrome demencial de la depresión, SDD» (tabla 1‑11), Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria antiguamente conocido como seudo­ demencia depresiva. Por desgracia, los criterios que definen el SDD no están validados adecuadamente y estos aspectos requieren nuevos estudios. Además, existe un segundo problema para diagnosticar un DCL‑A en un paciente deprimido y es que los test para diagnosticar la pérdida de memoria y de otras funciones cerebrales no se han validado cuando coexiste una depresión (el mejor ejemplo es el T@M). La conclusión es que el diagnóstico de DCL‑A se debe­ ría cuestionar en el paciente deprimido. En esta situación, lo razonable sería, primero, tratar la depresión (la sertralina y el escitalopram tienen un aceptable perfil de efectividad / reacciones adversas; Cipriani et al., 2009). Si con el tratamiento desaparecen ambos trastornos, el cognitivo y el del estado de ánimo, el diagnóstico debería ser «deterioro cognitivo de la depresión», cuyo pronóstico final no es tan bueno como se podría pensar, porque depresión y alteración cognitiva suelen recidivar en este tipo de pacientes que, finalmente, tienen más probabilidades de padecer una demencia que los puramente deprimidos. Por el contrario, si la depresión desaparece y el trastorno cognitivo persiste, el diagnóstico debería ser DCL‑A y episodio depresivo remitido bajo tratamiento. En cualquier caso, la existencia de depresión confiere mayor riesgo al paciente para que el DCL‑A se convierta en una EA (Lu et al., 2009). Por último, si ambos persisten – lo que no es infrecuente, porque la depresión es más resistente al tratamiento cuando hay un supuesto DCL‑A (Apostolova et al., 2008) – no será posible determinar con certeza si se trata sólo del trastorno cognitivo de la depresión o si coexisten realmente un DCL‑A (como fase prodrómica de la EA) y una depresión, de forma que será necesario seguir la evolución del proceso. Este problema se podrá resolver en un futuro próximo mediante ciertos estudios (Buerger et al., 2003; Butters et al., 2008) capaces de aclarar si este tipo de depresión no es sino una manifestación predemencial de una EA. Por cierto, en algunos enfermos con trastorno de ansiedad generalizada se puede plantear una cuestión similar a la que se expone para la depresión, sobre todo si toman benzodiazepinas. Evolución del DCL‑A La evolución del DCL‑A es dispar, debido a su naturaleza heterogénea, como se observa en las necropsias (Petersen et al., 2006). En algunos pacientes el DCL‑A desaparece (no es posible saber si algunos padecían depresión, trastorno de ansiedad generalizada u otro problema psiquiátrico), en otro grupo la pérdida de memoria persiste, en otros la memoria empeora pero no se demencian y, finalmente, en el grupo más numeroso, el DCL‑A se convierte en una demencia, generalmente debida a una EA. En efecto, en torno al 10‑15 % de los enfermos con DCL‑A de las series clínicas pasan a tener una demencia cada año durante los primeros 5 años (Chertkow et al., 2008), tasa unas diez veces mayor de lo normal. No obstante, incluso estos datos son cuestionados por los resultados de un reciente metaanálisis (Mitchell et al., 2009) en el que han observado que la tasa de conversión en de11 Román Alberca Tabla 1‑12 Marcadores que aumentan la capacidad de predicción para la conversión del DCL‑A en demencia (generalmente enfermedad de Alzheimer) •• Pérdida de memoria intensa y progresiva •• Atrofia mesial temporal en la RM •• Hipoperfusión parietotemporal en la SPECT •• Hipometabolismo parietotemporal en la PET •• Aumento de proteína fosfotau y disminución del péptido β42 en el LCR •• Demostración del depósito de amiloide cerebral y degeneraciones neurofibrilares in vivo mediante PET LCR: líquido cefalorraquídeo. PET: tomografía por emisión de positrones. RM: resonancia magnética. SPECT: tomografía computarizada por emisión de fotón simple. mencia está sólo en torno al 7 % anual y que a los 10 años el DCL‑A se había convertido en una demencia sólo en la mitad de los pacientes. Predicción de la conversión del DCL‑A en demencia De acuerdo con el trabajo citado anteriormente, nuestra capacidad de predicción de la conversión del DCL‑A en una demencia es, por tanto, baja, casi similar a tirar una moneda a cara o cruz. Para aumentarla se pueden emplear diferentes marcadores (tabla 1‑12), con los que la seguridad de la predicción puede superar el 85 % (Fleisher et al., 2007; Devanand et al., 2007; Fagan et al., 2007; Hansson et al., 2006; Bouwman et al., 2007; Blackenstein et al., 2007). Esta capacidad de predicción será aún mayor en el futuro gracias a las nuevas técnicas de imagen, que ponen en evidencia la sobrecarga amiloide y las degeneraciones neurofibrilares in vivo (Kemppainen et al., 2007; Small et al., 2006, Okello et al., 2009). 12 No obstante, conviene advertir que, cuando así suceda, más que una predicción de conversión del DCL‑A en EA lo que se estará haciendo es un diagnóstico de EA predemencial. De hecho, de acuerdo con esas cifras, la seguridad del diagnóstico para la EA predemencial amnésica podría ser igual o incluso superior a la que hoy tenemos cuando hacemos el diagnóstico de EA establecida mediante nuestros criterios habituales (p. ej., los del DSM‑IV). Utilidad del diagnóstico del DCL‑A en la práctica diaria Pero, ¿qué utilidad tiene diagnosticar un DCL‑A en el quehacer diario de una consulta general? Por ejemplo, Petersen (2007) opina que es útil e incluso recomienda informar al paciente de la probabilidad de que su trastorno se convierta en una demencia, probabilidad que aumenta o disminuye según sean positivos o negativos los diferentes marcadores. El objetivo de este proceder, puesto que no existe un tratamiento suficientemente eficaz, es que el paciente pueda tomar las decisiones oportunas mientras todavía es capaz. Hay que recordar que Petersen trabaja en una clínica norteamericana altamente especializada. En realidad, son muchos los que piensan, como Portet et al. (2006), que la evidencia disponible no permite realizar el diagnóstico y el pronóstico del DCL‑A sobre una base estrictamente individual. En mi opinión, es muy difícil realizar este diagnóstico en un pa- Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria ciente concreto en nuestro país (ex­ cepto, quizá, cuando hay un sesgo y se trabaja en algún centro muy especializado), porque no se ha determinado con exactitud el tipo de test que se debe utilizar, ni cuál debe ser el punto de corte en esta situación, ni su valor discriminativo, ni qué marcadores paraclínicos se deberían emplear o el al­ goritmo a seguir, ni cuánta seguridad añaden los diferentes marcadores al diagnóstico. Mientras no se dispone de una evidencia firme y de un tratamiento efectivo, parece preferible adoptar una actitud más prudente en la práctica diaria y utilizar los recursos diagnósticos disponibles de forma selectiva, atendiendo a la relación efectividad / coste. En la consulta cotidiana del NG o el MAP está fuera de lugar realizar estudios costosos o invasivos, de escasa rentabilidad. A nivel individual, lo que mejor y con menos gasto predice que ese paciente acabará padeciendo EA es la intensidad de la pérdida de memoria, la persistencia del déficit y su evolución progresiva, de forma que lo más importante es revisar al paciente cada 6 a 12 meses. Se debería estudiar en España la utilidad del test del informador, barato y rápido, que en otros medios ha conseguido buenos resultados (Isella et al., 2006), así como la relación de Aβ42 / 40 en la sangre (Graff‑Rad­ford et al., 2007) u otros análisis poco invasivos. Por otra parte, parece inadecuado trasladar al paciente la incertidumbre actual respecto a la posibilidad de que su proceso se convierta en una demencia. No obstante, si se considera que un enfermo concreto precisa absoluta- mente un pronóstico de este tipo para que pueda tomar determinaciones importantes, es preferible derivarlo a una unidad especializada donde practicar todos los estudios referidos anteriormente. Conducta ante el paciente con DCL‑A y tratamiento El tratamiento del DCL‑A ha sido revisado recientemente por Chertkow et al. (2008). El objetivo es doble: por un lado, disminuir la posibilidad de conversión en demencia y, por otro, mejorar la memoria del paciente. Para ello existe prácticamente acuerdo sobre la conveniencia de tratar los factores de riesgo de la demencia, como los vasculares (p. ej., la hipertensión arterial) y, por supuesto, evitar medicaciones que tengan efectos negativos sobre la memoria a través de su efecto anticolinérgico, las benzodiazepinas, ciertos antidepresivos u otros medicamentos que reducen el nivel de vigilancia. La corrección de una apnea del sueño puede contribuir a mejorar la memoria e, igualmente, se deben tratar otros procesos, si existen (diabetes, hipercolesterolemia, etc.). Aun en ausencia de pruebas, se suele recomendar una alimentación rica en vitaminas y antioxidantes, tomar pescado regularmente, no fumar y no tomar alcohol. No existen datos fiables sobre la eficacia de las intervenciones cognitivas y aunque tampoco los hay para considerar efectivo el entrenamien­to físico, parece lógico aconsejar que estos pacientes, como cualquier persona mayor, se ejerciten física y mentalmente de acuerdo a su 13 Román Alberca edad y estado de salud, mantengan sus contactos sociales y hagan vida social. De hecho, esto fue lo que se le aconsejó a la paciente citada anteriormente. Respecto a intervenciones farmacológicas específicas, no se ha demostrado que los inhibidores de la acetilcolinesterasa, como el donepezilo – solo o asociado a vitamina E –, la rivastigmina y la galantamina hayan sido eficaces en este proceso para mejorar la memoria o evitar y retrasar la conversión (Salloway et al., 2004; Petersen et al., 2005; Feldman et al., 2007; Winblad et al., 2008). De hecho, en un estudio con galantamina doble ciego, controlado con placebo (Loy et al., 2006), la mortalidad fue mayor en los pacientes que recibieron el principio activo, aunque un análisis en otro amplio estudio posterior rechazó que se debiera a la galantamina (Winblad et al., 2008). No obstante, en un ensayo clínico reciente (Lu et al., 2009) se ha sugerido que el donepezilo retrasa la progresión del DCL a una EA en pacientes que, además, estaban deprimidos, un resultado que se debe ratificar. En cualquier caso, la conclusión es que no existe evidencia suficiente para utilizar estos medicamentos antidemencia en enfermos con DCL‑A. Tampoco se ha observado que los antiinflamatorios, la terapéutica hormonal sustitutiva, los hipolipemiantes y el extracto de ginkgo biloba sean efectivos para prevenir la conversión. Conclusión El DCL‑A fue creado para captar a pacientes con EA sintomática, prede14 mencial y poder tratarlos para detener el curso del proceso y evitar la demencia. Pero, después de la experiencia acumulada, ¿sigue siendo éste el mejor camino para identificar la EA en un estadio muy precoz y poder tratarla? La respuesta más probable es que no. A pesar del tiempo transcurrido, ni siquiera existe acuerdo sobre los criterios diagnósticos operativos a utilizar o los test psicométricos que se deberían administrar y sus puntos de corte. Aún más, se ha observado que el DCL‑A es muy heterogéneo y que la mitad, si no más, de los pacientes entre 40 y 85 años con DCL‑A no progresan a una demencia en un plazo de 10 años. E incluso si progresan, sólo el 70 % de los pacientes tienen lesiones compatibles con EA (Jicha et al., 2006). A la vista de estos datos, no es extraño que sea difícil interpretar los ­resultados de los ensayos clínicos realizados en pacientes con DCL‑A. Incluso se pueden plantear problemas éticos cuando se trata de administrar tratamientos específicos para una supuesta EA predemencial que pudieran ser arriesgados (piénsese en algo del tipo de la famosa vacuna), ya que se administrarían a muchos enfermos con DCL‑A que finalmente no padecerían la enfermedad. Por ello, parece preferible abandonar este camino y en vez de seguir utilizando la entidad DCL‑A, pasar a proponer nuevos criterios diagnósticos de la EA predemencial. De hecho, estos criterios existen (tabla 1‑13), aunque están pendientes de diversas precisiones (cómo decidir las pruebas complementarias, los puntos de corte a utilizar, etc.) y de la comprobación de su fiabilidad diagnóstica. Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria Tabla 1‑13 Criterios diagnósticos resumidos de la enfermedad de Alzheimer predemencial Criterio diagnóstico nuclear •• Cambio en la memoria gradual y progresivo referido por el paciente o el informador •• Pérdida de memoria episódica significativa durante el examen: dificultad general para recordar, que no mejora o remite con claves o test de reconocimiento, una vez que la codificación del recuerdo se ha controlado •• La pérdida de memoria puede estar aislada o asociada a otros déficits al comienzo o conforme la EA progresa Datos que apoyan el diagnóstico •• Existencia de atrofia mesial temporal •• Marcadores del LCR anormales •• Modelos de alteración funcional en neuroimagen con PET (convencional, compuesto de Pittsburgh u otros) •• Demostración en familiares de una mutación autosómica dominante Criterios de exclusión •• Historia o datos de exploración no compatibles (parkinsonismo precoz, etc.) •• Existencia de otros procesos médicos a los que atribuir la pérdida de memoria (alcoholismo, depresión, etc.) Criterios para EA segura •• Evidencia clínica y morfopatología (por biopsia o autopsia) de la enfermedad, de acuerdo con los criterios NIA‑Reagan para el diagnóstico post mórtem de EA •• Evidencia de criterios clínicos y genéticos. LCR: líquido cefalorraquídeo. PET: tomografía por emisión de positrones. Según Dubois et al., 2007. Respecto a la clínica diaria, como se ha descrito, no son pocos los que piensan que la evidencia disponible respecto al DCL‑A no es aplicable sobre una base estrictamente individual y, en nuestro medio, no parece razonable advertir al paciente de los riesgos que existen de que su trastorno cognitivo se transforme en una demencia. Sin embargo, no es menos cierto que tanto el NG como el MAP se enfren- tarán cada día a más enfermos con queja de pérdida de memoria y establecer, de momento, el diagnóstico de DCL‑A puede disminuir la ansiedad del enfermo y propiciar su seguimiento. Por último, sólo si se confirma que la pérdida de memoria episódica persiste y progresa, cuando los problemas clínicos y sociales que se plantean al enfermo así lo aconsejen, el paciente puede ser derivado a una unidad especializada para ser sometido a estudios más sofisticados y realizar el diagnóstico de DCL‑A formalmente de acuerdo a los criterios establecidos con la psicometría adecuada. Bibliografía Alberca R. Estado predemencial patológico. El deterioro cognitivo leve. En: Alberca R, López‑Pousa S. La enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2007. p. 19‑31. Alberca R. Trastornos psicológicos y conductuales en la enfermedad de Alzheimer. Barcelona: Editorial Glosa; 2009. En prensa. Apostolova LG, Cummings JL. Neuropsychiatric manifestations in mild cognitive impairment: A systematic review of the literature. Dement Geriatr Cogn Disord. 2008; 25:115‑26. Artero S, Touchon J, Ritchie K. 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Esta fase y la con‑ ducta a seguir en estos pacientes deben ser adecuadamente conocidas por el NG y el MAP. •• Aunque existen diferentes tipos de deterioro cognitivo leve, el que tiene más importan‑ cia en las consultas generales es el amnésico, porque son muy numerosas las personas que aquejan pérdida de memoria y, a causa de ello, solicitan asistencia en este nivel sa‑ nitario. •• La QSPM es un proceso banal desde el punto de vista cognitivo, pero debe ser estudiada porque puede deberse a diferentes enfermedades médicas, neurológicas y psiquiátricas, muchas de ellas susceptibles de tratamiento y curación. •• El diagnóstico formal del DCL‑A precisa una exploración cognitiva exhaustiva para com‑ probar que se cumplen los criterios diagnósticos que lo definen. Sin embargo, este exa‑ men está fuera de lugar en la consulta general, en la que puede ser suficiente la realización de un test cognitivo general con puntos de corte adecuados para diferenciar la normali‑ dad, el deterioro cognitivo leve y la demencia, junto a la evidencia de que el proceso no repercute significativamente en la capacidad funcional de la persona. •• Para diagnosticar el DCL se deben realizar los estudios paraclínicos básicos similares a los que se realizan en una demencia, para descartar patología causal o comórbida tra‑ table; también es preciso descartar todas las causas posibles de una pérdida de memo‑ ria objetiva. •• Cuando existe una depresión, el diagnóstico de DCL‑A es, en todo caso, dudoso. Se acon‑ seja utilizar antidepresivos para ver si las alteraciones anímicas y cognitivas remiten, lo que sugerirá que se trataba de alteraciones cognitivas de la depresión. Al contrario, si las primeras remiten y las cognitivas persisten, es lógico pensar que en ese enfermo coexis‑ tían depresión y DCL‑A. •• El DCL‑A se puede convertir en demencia (generalmente por una EA) en una proporción de pacientes superior a la encontrada en los controles, aunque probablemente menor de lo que generalmente se dice. En el enfermo concreto es muy difícil predecir la con‑ versión. A pesar de que la capacidad predictiva puede aumentar con estudios comple‑ mentarios, son costosos y / o invasivos y no se aconsejan para la práctica diaria del NG y el MAP, puesto que lo lógico es atender a la relación coste / efectividad. Tampoco pare‑ ce razonable trasladar al enfermo la incertidumbre en torno a la probabilidad de que su DCL‑A se convierta en una demencia. Sólo en casos concretos, poco numerosos, se debe enviar al paciente a una unidad especializada para ser estudiado, establecer las posibili‑ dades de conversión y comunicárselo. •• No existe un tratamiento farmacológico eficaz para el DCL‑A, pero los pacientes deben guardar las normas higiénicas oportunas a estas edades: evitar factores de riesgo de la demencia, llevar una alimentación adecuada y tener la actividad física, mental y social aconsejable para la edad del enfermo. •• En el futuro será preferible utilizar nuevos criterios diagnósticos de EA predemencial que continuar trabajando con el concepto de DCL‑A, cuyo diagnóstico y utilización presen‑ tan numerosos problemas y que, a pesar del tiempo transcurrido, no han conseguido los fines para los que esta entidad clínica fue creada. 16 Deterioro cognitivo leve en la práctica diaria del neurólogo general y el médico de atención primaria pound‑B. Alzheimer Dis Assoc Disord. 2008;22:261‑8. Chan DC, Kasper JD, Black BS, Rabins PV. 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