El arte europeo en el siglo XVIII 11 12 El pensamiento ilustrado en Europa Las artes plásticas en el siglo XVIII se vinculan estrechamente al pensamiento filosófico, así como a las condiciones presentadas a partir del desarrollo científico y de otros órdenes. Se afirma que las manifestaciones culturales del período de la Ilustración en Europa se vieron afectadas por el progresivo subjetivismo donde la conciencia del sujeto, del individuo particular, y sus posibilidades de desarrollo personal fueron tomando preeminencia. Este convencimiento implicó el enfrentamiento con la autoridad en todas sus manifestaciones; es decir, la oposición a las normas para darle posibilidad de desarrollo al sujeto creador.1 A pesar de la valoración de la subjetividad como principio, o quizá precisamente por ello, el sujeto ilustrado aspiró al orden y al equilibrio por lo que, paralelamente, decidió el control del crecimiento natural, aunque simultáneamente valoró a la naturaleza en sí misma. En la Ilustración el hombre tomó el control de su entorno y se convirtió en el eje de todo lo existente. Esta convicción no distinguió estados y era aplicable a todo individuo. En este proceso, la burguesía en auge fue protagonista sustantiva del cosmopolitismo 1 PÜTZ, Peter. “Historia del pensamiento en la Edad Moderna, desde el Renacimiento hasta el Romanticismo”. En Neoclasicismo y Romanticismo. Arquitectura, Escultura, Pintura y Dibujo. 1750-1848. Colonia, Könemann, 2000. Traducción de Ambrosio Berasain Villanueva, p. 6 y ss. [13] 13 que caracterizó el período. Lo interesante de esta situación, que para muchos teóricos solamente fue la preparación transitoria entre el barroco y el nuevo pensamiento romántico, es que implicó la progresiva conciencia del sujeto como centro. Ello, a la vez de darle plenos poderes sobre el mundo, natural y humano, al extremo de considerar la posibilidad de dirigir el arte por decreto; también lo hizo valorarse a sí mismo y en tanto esto rescatar su propia naturaleza, la libre disposición de su vida y, en consecuencia, su exclusión del entorno para defender su individualidad. La naturaleza se valoró inicialmente como fuente de orden y claridad compositiva para posteriormente convertirse en parte del mundo imaginario del sujeto, totalmente asumida e internalizada como algo personal, producto de la inventiva, que se concretó en el ensueño del romanticismo. La Ilustración se basó en la ética del conocimiento, en el reconocimiento y valoración del “pensar diferente”. Este pensar diferente también supuso una contradicción en la medida en que la respuesta de la época subvirtió las tendencias hasta entonces vigentes mientras, paralelamente, se debatió en la indecisión respecto a la manera de enfrentar hechos y situaciones que calificó como inadecuadas y perversas. Al respecto, se afirma que: La Ilustración se dirige en la misma medida hacia, y contra, los obstáculos que se oponen al conocimiento del objeto deseado. Estos obstáculos nacen del interior del sujeto… en forma de prejuicios y emociones que enturbian la razón, o bien le obstruyen el camino desde fuera, en calidad de autoridades y gobernantes.2 Peter Pütz sostiene que la Ilustración tuvo como objetivo la reordenación de lo existente y la síntesis entre la antigüedad y el cristianismo. Esto implicó el establecimiento y aceptación de leyes y normas ideales en cuanto se consideró la belleza como algo absoluto que se basaba en leyes objetivas que podían ser de aplicación universal. Lo interesante es que esta propuesta se presenta en contradicción con el reconocimiento de la individualidad que 2 14 PÜTZ. “Historia del pensamiento..., op. cit., p. 9. cumplía un rol importante en el pensamiento ilustrado. Por lo tanto, el afán universalista no era aplicable a manifestaciones individualizadas, las mismas que se encontraban enmarcadas en el naciente nacionalismo. Explica esta puntualización el hecho de que en cada país europeo y americano el fenómeno ilustrado tuvo expresiones diferenciadas a pesar de que todos aspiraban a la razón, el orden y el humanismo. La inversión como instrumento lógico-estilístico no significará para el arte una ruptura transformadora radical. Respecto a la arquitectura, se le consideró el arte representativo del nuevo orden. Debía basarse en “los verdaderos y fundamentales conocimientos de la arquitectura” y “favorecer el progreso en el seno del arte arquitectónico” para “preservarla de las numerosas manifestaciones de mal gusto” como lo expresara Gottfried Huth en Weimar a través de la publicación de una revista entre 1789 y 1796.3 La teoría de la arquitectura favoreció el eclecticismo en cuanto prevaleció la tendencia de incluir elementos que se enmarcaron en lo apropiado, o pertinente, de acuerdo con la función a la que se destinaría el edificio a construirse. De allí la importancia que tuvo el que se asignara a cada estilo un significado, como el estilo egipcio para la arquitectura funeraria y conmemorativa y los árabes o turcos para lugares de esparcimiento. El estilo romano quedó como representativo de la pujante burguesía. La jerarquización atribuida a los elementos constructivos fue eliminada de manera directa, aunque a través del significado que se otorgó a cada orden se estableció una clasificación que igualmente, pero más simplemente, fue identificable con grados de importancia significativa. El lenguaje mismo debía ser accesible al espectador, debía tener una lectura legible a todos. Este aspecto es importante por el carácter moralizante que desde su inicio acompañó al neoclasicismo, como estilo representativo de la Ilustración. 3 JAN PHILIPP, Kraus. “La arquitectura del Neoclasicismo y el Romanticismo en Alemania”. En Neoclasicismo y Romanticismo..., op. cit., pp. 152-193. 15 Neoclasicismo en Francia, Italia e Inglaterra España tuvo dos modelos inspiradores; uno fue Francia, a través de la dinastía borbónica que la rigió desde inicios del siglo XVIII. Este país consolidó una propuesta teórico-práctica que logró difundirse en el Continente. Con ella, también Italia fue importante para España debido a los artistas que fueron convocados a la corte. La expresión artística más significativa, y que en cierta medida aún condicionaba el desarrollo de las artes plásticas que se lo vinculaban, fue la arquitectura. La arquitectura tuvo variables que impiden definir el estilo ilustrado como unidad. Durante la primera mitad del siglo imperó en Francia el estilo denominado “rococó”, fundamentalmente cortesano, que constituyó de manera más precisa la última etapa del estilo barroco. Sus elementos ornamentales imitaban la variedad de movimiento y línea, la espontaneidad del mundo de la naturaleza, sin un aparente concierto, con libertad y una fuerza expresiva que finalmente apareció como ingobernable, asfixiando los elementos de sustento. A mediados del siglo XVIII se presentó un movimiento de rechazo a este estilo precisamente porque parecía no responder a regla alguna. Jacques-François Blondel (1705-1774) fue el arquitecto representativo de la época de Luis XV. En 1771 publicó Cours d’Architecture donde apoyaba la propuesta vitruviana; ponía énfasis en el carácter y la conveniencia como principios.4 La arquitectura francesa impulsó la construcción de iglesias con la nueva tendencia de sobriedad ligada a los modelos griegos clásicos que consistían en columnas y arquitrabes continuos de cornisas no acodadas, colores uniformes de escaso contraste, soluciones arquitrabadas y de arquería; así como ornamentación de motivos grecorromanos. A esta combinación se agregó el uso de la cúpula sobre tambor, simulando un templete, motivo que posteriormente se aplicará a variados remates. Otra solución para fachadas que tuvo éxito 4 16 KARN, Georg Peter. “La arquitectura del Neoclasicismo y el Romanticismo en Francia”. En Neoclasicismo y Romanticismo... op. cit., p. 62. fue el corps–de–logis, formado por una sucesión de pilastras que, en la sección resaltada central coronada por un frontón triangular, aumentan adelantándose hasta convertirse en columnas de dos tercios cuidando, además, de no alcanzar el avance de un pórtico. Igualmente exitosas fueron las portes–fenêtres que combinan puerta/ventana en vanos rectangulares con balcones. Fue nuevamente puesto en vigencia el sentido simbólico de los órdenes arquitectónicos. El dórico y el toscano se asociaron a lo masculino, el jónico y corintio a lo femenino. El jónico a los edificios vinculados al arte, el corintio a los religiosos y el dórico a los civiles administrativos, un vínculo que había sido norma en el arte contrarreformista. Lo singular de arquitectos franceses como Jacques-Francois Blondel (1705-1774), Claude-Nicolás Ledoux (1735-1806) y Robert Adam (1728-1792), en Inglaterra, fue que aspirando a un nuevo orden sujeto a normas y reglas estables, inspiradas en la antigüedad griega y romana, supieron integrar los resultados en la tradición de sus respectivos países. Robert Adam por ejemplo creó un estilo que estuvo en vigencia hasta fines de la década de 1770; estilo que hizo un hábil uso del color combinando los mármoles gris verdoso con capiteles, frisos y relieves en arabescos dorados sobre el mismo color. Además introdujo la aplicación de estucos en dorado, rojo y amarillo en combinaciones que incluyeron espejos, sugerentes de elegancia y nobleza. Asimismo, desarrolló el motivo de “pantallas de columnas”, adelantándolas respecto al plano en una solución que encontramos aplicada en otras edificaciones con resultados plásticos de llenos y vacíos y el movimiento del muro discontinuo. En Italia, la Academia de San Luca y la Academia Francesa de Roma fueron impulsoras decididas del arte con tendencia a lo clásico. Hay que resaltar que el estudio y análisis de los monumentos clásicos que los aspirantes a arquitectos realizaban en Roma combinaba con los que hacían de las obras del Renacimiento como las de Miguel Ángel, del barroco como las de Lorenzo Bernini, del contemporáneo de tendencia ecléctica como las de Giovanni Battista Piranessi (1720-1778); todo ello unido a las propuestas teóricas de 17 Carlo Lodoli (1690-1761). Dicho artista se apartó del canon de Vitruvio para proponer el funcionalismo que resultaba de emplear materiales arquitectónicos exentos de ornamentación, salvo excepciones dictadas por la necesidad funcional. Combinadas estas propuestas y resueltas a partir de las necesidades de cada país se configuraron los estilos locales. El arte italiano de la época por su parte mantuvo, además, una fuerte relación con el arte del Renacimiento y con manifestaciones artísticas de la primera Iglesia cristiana, en algunos de cuyos templos incluso se practicaron nuevas intervenciones. Las tendencias italiana y francesa sirvieron de modelo para la arquitectura alemana donde, en el siglo XIX, se desarrolló ampliamente un arte neoclásico variado debido a su adaptación al gusto nacional. 18