La Democracia tiene enemigos consciente e inconscientes. Los primeros son:

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Año: 19, Junio 1977 No. 391
DEMOCRACIA Y
REPÚBLICA
Aldo Cammarota
La Democracia tiene enemigos consciente e
inconscientes. Los primeros son:
1. Los marxistas, que cuando toman el poder
reniegan inmediatamente del sistema
democrático, sosteniendo que las elecciones
ya no son necesarias pues ellos practican el
poder «directo» o realizando grotescas
parodias de elecciones con lista única.
Los Angeles, California.
Ya Platón advirtió sobre el peligro que
significa
para
la
República
la
desnaturalización de la Democracia, que
tiene lugar cuando se pretende reducirla tan
sólo al acto electoral y a la presencia de
partidos políticos, y se arguye que la
voluntad de las mayorías es soberana sin
límites.
Tal desnaturalización es el caballo de Troya
del comunismo en Occidente porque abre el
camino para que se adueñen del poder en
una primera etapa los demagogos, que
llevan a los países a la deriva, incapaces de
formular una política económica sana,
carentes de autoridad moral para preservar la
fe del pueblo en las instituciones, y
causantes, por ignorancia y venalidad, de
graves conflictos sociales que aumentarán el
desconcierto, la inestabilidad y la decepción
de las masas, predisponiéndolas a ser
captadas
ideológicamente
por
el
comunismo, que en una segunda etapa
tomará el poder sin posibilidades de nuevas
instancias.
Enemigos de la Democracia
2. Los fascistas, que sostienen que los
pueblos no están capacitados para elegir, y
se ofrecen como tutores, promoviendo
dictaduras monárquicas de minorías y
aumentando día a día la propiedad colectiva
para darse cada vez mayor poder.
Entre los enemigos inconscientes de la
Democracia, los más destacados son los
populistas, que en nombre de la Democracia
claman que nada puede hacerse contra la
voluntad de las mayorías, sin juzgar hasta
qué punto esa voluntad es lícita, no atenta
contra las libertades, y no lleva al suicidio
de la República.
La raíz del problema
Lo que afecta a la Democracia no es que las
mayorías se equivoquen en una elección. Ni
siquiera que, hipotéticamente, se equivoquen
en todas las elecciones. EI problema es la
concentración cada vez mayor de poder en
el Estado, capaz de absorber prácticamente
todas las actividades de una Nación, y la
tendencia mundial enauge a hacer creer a
los votantes que son omnipotentes, que si
son más, tienen razón siempre, que la
voluntad del número es tan soberana que las
mayorías pueden coartar a su antojo la
libertad de las minorías, apropiarse de su
patrimonio, e incluso imponerles e
imponerse la esclavitud.
Los vendedores de ilusiones
Los demagogos, cantando loas a la
omnipotencia ilimitada de las mayorías,
propulsando la colectivización de la
economía, apelan a las frustraciones y
resentimientos subconscientes de las masas,
y con la promesa de un mayor bienestar con
un menor esfuerzo, o sin esfuerzo alguno,
desvirtúan a la Democracia y corroen todo
su sistema de equilibrios.
La Historia nos enseña que todos los tiranos
toman el poder haciéndose pasar por
paladines del bien común, y protectores de
los pobres y los débiles, y luego, utilizan en
su favor y sin inhibiciones todos los recursos
del Estado, y pasan a su patrimonio personal
los dineros públicos para, con la suma del
poder que es da el manejo del Estado
Monopolio,
conseguir
ser
electos
nuevamente una y otra vez, aunque sus
gobiernos sean calamitosos.
Cuando la Democracia se desnaturaliza, el
apoyo electoral es un cheque en blanco que
la mayoría da a los demagogos. Los elige,
no para que hagan lo mejor para todos, ni
siquiera para que hagan lo mejor para la
mayoría: los elige para que, una vez en el
poder, esos hombres hagan lo que a ellos se
les ocurra. Por eso, la corrupción, la
improvisación, la inflación y el deterioro de
los valores éticos de toda la comunidad, son
el precio que un pueblo paga cuando,
renegando
del
sistema
republicano,
convierte en reyes absolutos a los
vendedores de ilusiones.
¿Cómo empieza el descalabro?
La Democracia es como una máquina de
precisión que requiere un constante cuidado
de su sistema de equilibrios. Se la desvirtúa
cada vez que alguien dice que la voluntad de
la mayoría es ilimitada; o cada vez que
crece la «propiedad colectiva» permitiendo
que quienes manejen el gobierno puedan
actuar como los «propietarios» del país
entero.
Sin temor a equivocarnos podemos afirmar
que no existe Democracia sin Gobierno
Limitado, y que no existe Gobierno
Limitado sin Propiedad Privada.
El comicio
El comicio es una expresión de Democracia,
pero no es la Democracia en sí. Cuando los
resultados de un comicio pueden cambiar el
curso de la vida de cada uno de los
habitantes de una República, alterando los
derechos y garantías de que disfrutan por
serlo, ni ese es un comicio republicano, ni
esa es una Democracia, aunque la consulta
electoral y la participación de partidos
políticos interesados en ella, haga aparecería
como tal.
Es imperativo para Occidente contrarrestar
la prédica de los demagogos y de la
subversión totalitaria infiltrada, enseñando a
los pueblos con claridad diáfana que en los
comicios de la Democracia se eligen
ciudadanos que han de administrar los
bienes públicos ejerciendo por un
determinado período el gobierno limitado a
su función específica establecida por la
Constitución, y no monarcas providenciales
con la suma del poder.
Y hay que repetir, una y otra vez, hasta el
cansancio, desde todos los niveles
responsables, y especialmente a la juventud,
que las libertades individuales, políticas y
económicasno pueden jugarse a cara o ceca
en cada elección, pues son inalienables e
indivisibles, no dependen de la cantidad de
votos, y ningún gobierno tiene derecho a
vulnerarlas, ni aun contando con una
abrumadora mayoría, pues lo que ha sido
instituido por la razón al fundar la
República, no puede ser alterado por el
número.
Si en un caso imaginario, en una comunidad,
el 100% de los ciudadanos votara por
suprimir una o más libertades fundamentales
(la libertad económica, por ejemplo) la
Democracia estaría desvirtuada, pues en una
República nadie, ni siquiera el 100%, tiene
derecho a suprimir las libertades, ni las
propias, ni las de la posteridad.
Cuando el grado de civilización de un
pueblo lo lleva a establecer la República, es
imposible renunciar a ella, pues sería
renunciar también a la civilización y
regresar a la barbarie.
Por eso, la Democracia se desvirtúa cuando
permite intervenir en el proceso electoral a
partidos cuyo programa y filosofía sean el
avasallamiento de la República, la supresión
de algunas o de todas las libertades, y el
desborde del gobierno limitado fuera de su
función natural.
En esta guerra sin cuartel. donde el enemigo
de Occidente suprime todas las libertades, la
única libertad que la República no puede dar
a nadie, ni siquiera a la mayoría, es la
libertad de destruir a la República. Sin
República,
no
puede
hablarse
de
Democracia, pues ésta es el complemento de
aquélla.
Cada vez que la tenaz y constante
propaganda de los enemigos de la
Democracia quiera hacernos creer que una
mayoría con muchos votos tiene derecho a
abrir las puertas de la fortaleza de Occidente
para dejar entrar al enemigo comunista que
la está sitiando, debemos responder, con
absoluta convicción, que no. Que los
derechos de la mayoría no son ilimitados, y
que son enemigos de la República, de la
Democracia, y de la Libertad los que quieren
usar a las mayorías para promover la
regresión hacia la monarquía fascista o hacia
el comunismo feudal.
Si queremos que Occidente gane esta
batalla, de la cual depende que el Destino de
la especie humana sean las estrellas o los
campos de concentración, debemos educar
al soberano, enseñándole que Democracia es
la organización civilizada de ciudadanos
libres, expresada en el gobierno limitado a
su función específica, y en el ejercicio diario
de todos los derechos y garantías que
brindan las instituciones republicanas, uno
de los cuales es la consulta electoral
periódica.
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