CARLOS ALBERTO JIMÉNEZ V. Magister Comunicación y Educación PHD Profesor Titular Universidad Libre Seccional Pereira La conducta social y el maltrato infantil La neurociencia en la última década ha demostrado que el maltrato infantil incide tanto en la estructura orgánica del cerebro como en sus diferentes funciones, afectando en forma permanente a los niños, ya que en la mayoría de los casos son daños irreversibles. Las investigaciones hechas en el hospital Mc Lean en Belmont Massachusetts del doctor Martin Teicher, investigador del programa McLean en USA, han evidenciado entre muchas otras cosas que la actividad eléctrica del cerebro maltratado tiene 50% más de probabilidades de encontrarse anomalías orgánicas que frente a un niño que no ha sido maltratado. Lo anterior se hizo utilizando electroencefalogramas, demostrando que dichas patologías concuerdan con comportamientos agresivos y autodestructivos. Durante muchos años se ha creído desde la sicología o desde la siquiatría que dichas problemáticas podrían solucionarse a través de diversas terapias o tratamientos alternativos que lo que hacen básicamente es desarrollar mecanismos intrapsíquicos de interiorización o de defensa frente a una situación amenazante, y en consecuencia el tratamiento se basa por lo regular en procesos de convencimiento para superar el problema. Desde las perspectivas anteriores se hace necesario argumentar que la violencia intrafamiliar, especialmente en lo relacionado con el maltrato infantil, con el abandono de los padres, la violación sexual, pueden alterar el funcionamiento del cerebro de una manera interna que se manifiesta en conductas sociales como la depresión, la ansiedad, la angustia, los pensamientos esquizoides o suicidas; pero se manifiesta en forma exterior, como ya se ha reiterado en procesos relacionados con la animalidad humana que se manifiestan a través de la agresividad, la impulsividad, los instintos, la hiperactividad, la irritabilidad límbica, que en la mayoría de los casas desemboca en comportamientos violentos o ligados al consumo de drogas sicotrópicas. Las investigaciones de Teicher desde el 2001 han podido evidenciar en mujeres adultas con historiales de maltrato infantil reducciones en el hipocampo del 16% y del 8% en la amígdala, que también inciden en desviaciones comportamentales que condujeron a la esquizofrenia. Al respecto se hace necesario argumentar que el hipocampo es un órgano muy vulnerable al estrés, porque es uno de los órganos no sólo encargados de la memoria episódica y declarativa, sino que es una zona de alto poder de recepción de la hormona cortizol, la cual destruye las células del hipocampo y también puede producir desbalances químicos en la producción de dopamina y de noradrenalina, las cuales son las encargadas de producir la depresión, la sicosis, la disminución de la tensión, la irritabilidad límbica que son en cierta forma las alteraciones que conllevan a comportamientos violentos y apropiados en un determinado contexto social y cultural. Por estas razones el abuso infantil según investigadores de la Universidad de Manchester también producen esquizofrenia como ya también lo había evidenciado el doctor Martin Teicher, al evidenciar que dos tercios de sujetos diagnosticados con esquizofrenia había sufrido abusos físicos o sexuales durante su infancia. Lo anterior también sugiere que el abuso en niños produce también un gran número de adultos sicóticos. Para la neurociencia en la esquizofrenia existe liberación alta de dopamina y baja producción de serotonina, lo que hace que el sujeto entre en estados de alucinación y trastornos del pensamiento que pueden repercutir en conductas sociales delictivas. Sin embargo para Laing en su libro “El yo dividido” nos dice: “La locura es una respuesta cuerda a un ambiente social demente” (citado por Capra. 1990 p.109). Lo anterior plantea la necesidad que desde las políticas de un estado inteligente se fortalezcan las campañas de prevención de maltrato infantil. Otro factor que pesa en lo analizado anteriormente es el estrés que actualmente sufren muchos niños colombianos, el cual también puede ser causante de daños estructurales y funcionales del cerebro humano con repercusiones para toda la vida del sujeto, este estrés no se refiere específicamente aquel que se origina por problemas de tipo escolar o por la frecuencia de riñas familiares, sino que el estrés que puede dañar al cerebro humano se refiere específicamente con los abusos sexuales, físicos o emocionales que continuamente viven nuestros niños, los cuales tienen procesos de resilencia frente a los primeros problemas, pero no frente a posibles atentados o abusos infantiles que sufren los niños especialmente de carácter sexual. Las situaciones traumáticas que recibe el niño frente a una situación amenazante (alostasis), permite que se activen los sistemas endocrinos autónomos e inmunológicos para la defensa interior, pero cuando la situación es muy crítica se produce una carga alostática que produce un desbalance homeostático en la producción de neurotransmisores y hormonas ( adrenalina – cortizol, etc.), originando problemas de salud mental, física o emocional que también pueden conducir a la delincuencia. En síntesis el estrés también actúa sobre el hipocampo reduciéndolo de tamaño y disminuye de esta forma la capacidad de soportar el estrés, aumentando la ansiedad y la depresión en el niño, originando también la disminución de serotonina muy característica de los pacientes esquizofrénicos. Los comportamientos instintivos e inconscientes El cerebro reptílico contiene biológicamente un aparato encargado de regular muchas funciones internas vitales para el ser humano, tanto a nivel visceral como glandular. Estas actividades entre otras se pueden ubicar en los terrenos del inconsciente, de los instintos y de los reflejos con que nacemos, sin los cuales no hubiéramos podido sobrevivir. También existen en este sistema circuitos neuronales que nos ponen en condiciones de alerta frente a una amenaza, o que nos hacen dormir para recuperar nuestras fuerzas. En términos neurobiológicos, estos comportamientos inconscientes corresponden al cerebro reptílico, el cual se encuentra compuesto por el cerebro posterior; el bulbo raquídeo, la protuberancia anular, el cerebelo, el tálamo. De manera que este cerebro de característica hereditaria, instintiva, visceral, inconsciente, arquetípica, ha tenido muy mala propaganda, debido al desconocimiento de sus funciones, especialmente en lo relacionado con la necesidad de sobrevivir que tuvieron los primeros homínidos en ambientes inhóspitos, en los cuales este cerebro fue fundamental en la parte operativa – motriz e instintiva del ser humano. Valga aclarar al respecto que existen muchos países que no tiene estos ambientes estresantes y no existe la tasa de homicidas que existen en nuestro país. Este sistema, en interdependencia biológica con el cerebelo tiene que ver con el desarrollo de las actividades musculares, el equilibrio, el movimiento y el ritmo, fundamentales para la adquisición de la conciencia corporal en el niño. El desarrollo de las coordinaciones senso – motoras – cognitivas, producidas en el desarrollo del niño cuando relaciona la música, los signos, el equilibrio con el movimiento armónico del cuerpo, son el primer prerrequisito para el desarrollo de la conciencia humana. (Conciencia corporal – conciencia social – conciencia planetaria). Los niveles más antiguos de desarrollo del desarrollo del cerebro, como son la medula espinal, el tronco cerebral (sistema reptílico), controlan las conductas básicas con las cuales el ser humano ha solucionado infinidad de problemas, especialmente de adaptación física y supervivencia que se encarga especialmente de la solución de problemas como el hambre, la sed, la líbido, el dolor, la esperanza, la exploración y una serie de habilidades 1locomotrices que le permitieron a través de un control de bio-alarmas poder tener una inteligencia adaptativa, que a diferencia de la inteligencia emocional (sistema límbico), y de la inteligencia lógica (neo córtex), ha tenido muy mala propaganda, ya que sólo se ha tomado como un refugio procesador de instintos, de agresividad, de lujuriosidad erótica. En segundo lugar, también existen ciertos procesos relacionados con el inconsciente del aparato síquico, como son los procesos primarios, los secundarios, la sexualidad instintiva y los arquetipos (Jung), los cuales son colectivamente heredados por la psique individual de cada uno de nosotros, como experiencias compartidas en común, con toda la raza humana, durante toda la existencia humana (inconsciente colectivo). Son imágenes arcaicas heredadas colectivamente que surgen a partir de las experiencias comunes, tanto para hombres como para mujeres. Entre estos arquetipos se encuentran: La madre, el padre, la sombra, el timador, el uroborus (serpiente), etc. Estos encuentros inconscientes con estas imágenes se han grabado en el cerebro durante milenios, originando la razón de ser de muchos lapsus o patologías inconscientes que originan la mayoría de las enfermedades mentales o de los actos muchas veces inconscientes a nivel de la violencia humana. 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