Los recursos impugnatorios y el amparo contra resoluciones

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Universidad del Pacífico
From the SelectedWorks of Oscar Súmar
December, 2008
Los recursos impugnatorios y el amparo contra
resoluciones judiciales en Perú: un análisis
funcional
Óscar Sumar, Universidad del Pacífico
Available at: http://works.bepress.com/oscar_sumar/1/
LOS RECURSOS IMPUGNATORIOS Y
EL AMPARO CONTRA RESOLUCIONES
JUDICIALES EN PERÚ: UN ANÁLISIS
FUNCIONAL
Óscar
Súmar Albújar*
Si se cuestiona, a través del amparo, una resolución judicial,
esta debe ser firme y debe quedar clara la vulneración al derecho a la tutela procesal efectiva, como lo ha establecido el artículo 4 del CPConst. Empero, a través de su jurisprudencia, el
Tribunal Constitucional ha interpretado esta disposición precisando que este proceso no solo protege derechos fundamentales de orden procesal, sino también de orden material. Sobre
estos criterios jurisprudenciales, el autor analiza cuatro puntos
controversiales de la referida sentencia como el tipo de análisis
que debe realizar el juez constitucional que estudia una demanda de amparo contra resolución judicial; si las violaciones que
se estudiarán deben ser formales o de fondo; si el análisis del
juez debe determinar la ilegalidad o inconstitucionalidad del
acto. Concluye, el autor, que en realidad el tribunal se constituye en la realidad en una instancia revisora de mayor éxito, y
que aceptar esta premisa permitirá advertir la mejor forma de
regular este proceso.
I. INTRODUCCIÓN
REFERENCIAS LEGALES:
El Derecho Procesal es uno de los bastiones
más fuertes del tipo de Derecho basado en los
conceptos jurídicos metafísicos, al igual que el
acto jurídico1 o el Derecho de Contratos, por lo
menos como es estudiado por la doctrina “italiana”. En este artículo pretenderemos brindar
una mirada distinta, que nos haga apreciar
cómo muchas veces los conceptos, en lugar de
ayudarnos, nos nublan el pensamiento, impidiéndonos apreciar los verdaderos problemas
y, peor aún, sus posibles soluciones. Nuestro
•
Constitución Política del Perú: art. 200.1.
•
Código Procesal Constitucional: arts. 4 y 37 num. 16.
*
1
breve estudio se centrará en la temática del
amparo contra resoluciones judiciales y el problema de su duplicidad frente a los procesos
ordinarios.
El amparo contra resoluciones judiciales es un
tema bastante particular dentro de los amparos.
Abogado por la Pontificia Universidad Católica de Perú (2008).
Ver: BULLARD, Alfredo. “Esquizofrenia del Sistema Jurídico. El impacto del análisis económico del Derecho en el Perú”. En:
THEMIS-Revista de Derecho 44. 2002. Disponible virtualmente en: http://dike.pucp.edu.pe/ver_pdf.php?area=civ&id=56 y MAC
LEAN, Ana Cecilia y Alfredo BULLARD. “La enseñanza del Derecho: ¿Cofradía y archicofradía?”. Disponible virtualmente en:
http://islandia.law.yale.edu/sela/bullards.pdf
Ambos tomando como referencia el fundamental trabajo de COHEN, Félix. El Método Funcional en el Derecho. Buenos Aires:
Abeledo-Perrot. 1962.
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Ahí, como en ningún otro ámbito (dentro de
los amparos2), se crea una tensión entre dos
poderes del Estado: en efecto, las resoluciones
en las que el Tribunal Constitucional (TC) revisa estos casos determinan, al final de cuentas, que este actúe como superior jerárquico
del Poder Judicial (incluida la Corte Suprema). Esto genera muchas veces el rechazo; la
crítica o el mero desacato del Poder Judicial3,
de otros funcionarios del Estado o de la sociedad en general a las decisiones del TC.
Lo anterior es agravado por el hecho de que tenemos una norma constitucional (artículo 200)
que establece que el amparo “(…). No procede
(…) contra resoluciones judiciales emanadas
de procedimiento regular”. Habiendo realizado prácticas un año en el tribunal, he tenido la
oportunidad de ver que la defensa del Poder
Judicial contra los amparos contra resoluciones (en la que los jueces son los demandados)
es que “no caben amparos contra resoluciones”. Es decir, en la mente de muchos jueces,
las resoluciones judiciales son irrevisables.
Esto, pese a que una de las comisiones del TC
(grupos de asesores que elaboran proyectos de
resoluciones) se llama “Gabinete de amparos
contra resoluciones judiciales”. Es decir, parte
de la infraestructura y personal del TC se dedica a revisar resoluciones judiciales, y estas demandas, en algunos casos, han sido declaradas
fundadas (aunque no muchas), en un tramo de
años, desde la creación del Tribunal. Por lo
tanto, aunque resulta descabellado que se siga
diciendo que las resoluciones son irrevisables,
esto sin duda agrava la tensión causada por
esta faceta del TC.
Adicionalmente, en nuestro sistema jurídico,
aunque parezca increíble, gracias a esta duplicidad, ¡una misma decisión judicial puede ser
revisada hasta seis veces!
GRÁFICO: PROCESO ORDINARIO / AMPARO
2
3
3/6
Casación / Tribunal
2/5
Corte Superior / Corte Suprema
1/4
Juez / Corte Superior
El TC también ha tenido conflictos con el Congreso, el Consejo Nacional de la Magistratura y, sobre todo, con el Jurado Nacional
de Elecciones.
La STC Nº 00006-2006-CC ha sido un claro ejemplo de esto, aunque no es propiamente un amparo. Algunas críticas de políticos,
congresistas y profesores de Derecho, también pueden ser fácilmente encontradas; como ejemplo, podemos citar: “Lo que tiene
que hacerse es que se cumpla la Constitución, nada más; ni menos facultades de las que tiene el Tribunal, ni tampoco más. En el
Derecho Público es clarísimo también, lo que no está permitido no es admitido y la Constitución es clara en relación al Tribunal:
Primero, es última instancia en las acciones constitucionales como amparo, hábeas corpus, cuando tienes una sentencia anterior
que la ha desestimado, cuando tienes sentencia desestimatoria. Segundo, dirime controversias entre organismos del Estado
cuando hay un conflicto de competencias entre ellos. Tercero, puede declarar inconstitucional las normas que considera que
colisionan con la Constitución (...) Esa es la función del TC, sin embargo se siente la mamá de Tarzán o como dicen los chicos, la
última Coca Cola del desierto. Ellos creen que lo pueden hacer todo, quieren ser la última instancia en sentencias ya no desestimatorias sino estimatorias; y ya no solo quieren hacer legislación negativa sino también positiva. Incluso han terminado con la
sentencia final y con el carácter de cosa juzgada, hecho que a la postre nunca se sabe cuando se tiene una sentencia final y ello
atenta contra el Estado de Derecho”. FLOREZ-ARÁOZ, Ántero. En: La Razón. 10 de julio de 2007.
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Tal como se aprecia en el gráfico anterior,
luego de que un caso haya sido resuelto, en
tres instancias: juez (demanda), Corte Superior (apelación) y Corte Suprema (casación);
el caso puede ser nuevamente impugnado en
un proceso llamado “amparo”. Este nuevo
proceso se inicia ante la Corte Superior (demanda), la apelación es conocida por la Corte
Suprema y la casación (que es llamada “recurso de agravio”) es conocida por el Tribunal
Constitucional.
Nótese, además, que el demandado en el proceso de amparo no es el demandado original
(es decir, el del primer proceso); sino los jueces que expidieron la sentencias (aunque muchas veces el demandado original forma parte
del proceso de amparo como litisconsorte de
los jueces). Esto, como resulta obvio, hace
muy improbable que el caso tenga una resolución favorable al demandante del amparo, salvo cuando el caso es visto por un organismo
distinto al demandado, que en este caso es el
Tribunal Constitucional.
Para “suavizar” estos choques −en el sentido
de que no estaríamos ante una mera duplicidad
de competencias−, el TC ha recurrido a una serie de interpretaciones, en las que ha utilizado
conceptos como “legalidad”, “constitucionalidad”, “error”, “razonabilidad”, “exhaustivo”,
“superficial”, “fondo” y “forma”, para justificar
como su intervención y control, en realidad, no
ocasionan en una duplicidad de funciones; sino
que responden a la naturaleza distinta de las
instituciones analizadas en cada proceso, sea
ordinario o constitucional.
Nosotros sostenemos que esos conceptos son
ilusorios o tan difíciles de aprehender en la
realidad, que da lo mismo si lo son o no. Por lo
tanto, diremos que el TC, lo quiera o no, no es
más que un mero revisor de la labor del Poder
Judicial (en este ámbito, siendo claro que el
TC tiene otras funciones) y la necesidad de su
existencia no está determinada, entonces, sobre la base de la distinta naturaleza de su labor, sino de los resultados que alcanza sobre la
base de indicadores tangibles que determinan
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su éxito, como la aprobación popular o su carga procesal. Exploremos, pues, en más detalle
estas ideas.
II. ¿ANÁLISIS SUPERFICIAL O
EXHAUSTIVO DEL EXPEDIENTE?
Los jueces, al recibir una demanda de amparo
contra una resolución judicial, habitualmente
reciben copias de las piezas más importantes
del expediente: la demanda, la contestación,
la sentencia, apelación, resolución de la apelación, casación, etcétera. La resolución cuestionada, sin embargo, habitualmente solo es la
última.
¿Se deben o no tomar en cuenta elementos
“extraños” a la resolución cuestionada a fin de
resolver? Depende del caso. Lo cierto es que,
quienes lo resuelven, tienen a la vista todo el
expediente. Algunas veces encontrarán necesario remitirse a las pruebas u otros actuados y
otras se basarán exclusivamente en la coherencia lógica de los argumentos de la resolución
cuestionada.
En la resolución contenida en el Expediente
STC Nº 3179-2004-AA, el TC estableció que
dicha decisión (mirar o no todo el expediente),
se realizaría de acuerdo a las circunstancias
del caso. En algunos, bastaría con una revisión
superficial y en otros se miraría más a fondo el
expediente. Creemos que no podría ser de otra
forma: los actuados están ahí, a su disposición;
y su mandato es resolver el caso de tal modo
que se garantice que no se vulneren derechos:
“cuánto mirar del expediente” es una decisión
que se tiene que tomar sobre la base de esta
premisa.
Ahora bien, el tener una instancia de revisión
tiene problemas asociados. No deja de ser incoherente que los amparos contra resoluciones
se tramiten como un proceso aparte y recorran
nuevamente todo el Poder Judicial, para llegar, al fin, a una instancia distinta a este: el Tribunal Constitucional que, al final de cuentas,
como argumentaremos luego, hace lo mismo
que le correspondería hacer a la Corte Suprema, en el mejor de los casos. Así, al resolver el
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amparo, queriéndolo o no, se vuelve a revisar
el caso: esto es disfuncional desde cierto punto de vista, aunque también es defendible en
nuestro sistema, desde otro; como veremos en
las conclusiones de este trabajo.
Pero este es un problema distinto y ciertamente no es uno que se pueda resolver apelando a
conceptos. Dadas las actuales circunstancias,
el TC (y los jueces que ven amparos) tiene
el deber de controlar la arbitrariedad de las
resoluciones judiciales: al hacerlo mirará el
proceso judicial cuestionado. Sus narices se
hundirán más en el expediente cuando lo recomienden las circunstancias y menos cuando
no lo hagan.
Ahora, qué factores determinan que los “jueces constitucionales” estén más dispuestos a
un análisis profundo del expediente o no, es
un tema difícil de establecer y de un resultado casi imposible de predecir. Haremos una
“conjetura informada”, al decir que tiene que
ver con:
i)
El tipo de cuestionamiento planteado en
la demanda. Si se cuestiona el juicio del
juzgador, entonces es más probable que se
tenga que apreciar más a fondo el proceso que si se cuestiona un tema meramente
procedimental. Existen, sin embargo, muchos ejemplos en la jurisprudencia del TC
que nos darían la contra.
ii) El posible resultado del caso. Si un juez
considera que la demanda tiene sustento, al
revisarla superficialmente, entonces estará
más dispuesto a “escarbar” en el fondo del
expediente, que si no. Esto tiene que ver,
además, con el hecho de que las demandas
contra resoluciones judiciales rara vez son
declaradas fundadas. Entonces, cuando
una parece que lo va a ser, determina un
“movimiento” distinto respecto a ese caso
en particular, una doble certificación, si se
4
quiere. Si el caso se descarta con tan solo
ver una demanda endeble, no tiene mucho
sentido reemplazar la labor del juez.
III. ¿VIOLACIONES
DE FONDO?
FORMALES
O
A partir de la comentada sentencia del Exp.
Nº 3179-2004-AA, se entiende que el TC
tiene competencia para analizar violaciones
de fondo, aun cuando se cuestionan amparos
contra resoluciones judiciales. Por “fondo” se
ha venido a entender violaciones a derechos
distintos a los procesales. Es decir: libertad,
propiedad, etcétera. Y las “de forma” serían
las contrarias al debido proceso, que incluye
defensa, prueba, motivación y demás. El TC
dice que una resolución no solo es arbitraria
por violar normas procesales, también lo puede ser por afectar derechos sustanciales.
Para nosotros el problema surge precisamente respecto a este último derecho “procesal”:
la motivación. Una resolución judicial tiene
la capacidad de quitarle a una persona válidamente la propiedad o la libertad, salvo que
sea “arbitraria”. Lo vemos todo el tiempo: las
resoluciones judiciales nos privan de nuestras
posesiones y derechos. Entonces, no puede ser
arbitraria por privar o limitar los derechos fundamentales. Si así fuera, todas las resoluciones
judiciales serían arbitrarias.
Este sería un típico argumento circular4. Para
romperlo, necesitamos un elemento extraño
a la relación que haga “arbitraria” la resolución. Este elemento es, precisamente, la falta
de coherencia de esta o, en otras palabras, su
falta de motivación. Nosotros queremos que
las resoluciones sean motivadas para poder
tener mayor control sobre ellas y evitar la discrecionalidad absoluta de los jueces. Nótese
entonces que toda violación de un derecho
sustancial debe partir, necesariamente, de la
violación de una norma procesal: el deber de
COHEN, Félix. Ob. cit.
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motivación5. Si una resolución está motivada,
ergo, no es una arbitraria restricción de un
derecho sustancial.
Por tanto, la pequeña controversia que se armó
por esta supuesta “extensión” de las atribuciones del TC, parece que no tiene mucha relevancia en la realidad.
IV. ¿LEGALIDAD O CONSTITUCIONALIDAD?
El TC suele decir que, cuando resuelve demandas de amparo o hábeas corpus contra resoluciones judiciales, no revisa la interpretación
del derecho ordinario hecha por el juez, sino
la violación de derechos constitucionales6:
“De ahí que solo excepcionalmente quepa
efectuar un control constitucional sobre
una resolución judicial por afectación del
principio de legalidad penal y, en concreto, en aquellos casos en los que, al aplicar
un tipo penal o imponer una sanción, el
juez penal se aparte del tenor literal del
precepto o cuando la aplicación de un
determinado precepto obedezca a pautas
interpretativas manifiestamente extravagantes o irrazonables, incompatibles con
el ordenamiento constitucional y su sistema material de valores. En consecuencia,
si en la justicia ordinaria se determina la
culpabilidad o inocencia del imputado,
determinando en el caso si se da el supuesto de hecho previsto en la norma y
sobre la base de consideraciones de orden
penal, de acuerdo con la alternativa que
ofrezca la dogmática penal que se estime
la más adecuada, la justicia constitucional, en cambio, se encarga de determinar
si la resolución judicial cuestionada afecta
a derechos constitucionales”.
5
6
7
Pero, al mismo tiempo, como se puede apreciar, admite que una interpretación irrazonable es una afectación al deber de motivación y,
así, una violación a un derecho constitucional.
La línea divisoria entre una interpretación
irrazonable y otra simplemente equivocada
o errónea, es una muy difícil de establecer en
la práctica, sino imposible. La propia idea de
razonabilidad es una muy difusa.
Por lo tanto, en el día a día, el TC tenderá a
interpretar incoherentemente los casos, avalando interpretaciones irrazonables en unos
y corrigiendo interpretaciones erróneas en
otros. Nuevamente podríamos hacer una conjetura acerca de qué factores determinarán
que suceda una cosa u otra; pero dicha predicción no será más que un ejercicio conceptual
vano, dado que el TC mismo no tiene, y probablemente no podría tener, parámetros objetivos para distinguir entre un error y un acto
irrazonable.
La distinción entre lo que es un control de
“legalidad” y uno de “constitucionalidad”
descansa, entonces, en otra distinción: la que
hacemos entre lo que es “erróneo” y lo que es
“irrazonable”: cuando estamos ante un error,
hablamos de legalidad y cuando estamos ante
un acto irrazonable, hablamos de constitucionalidad. Debido a esto, esa distinción es igualmente difusa y poco útil en la práctica. De esto
podemos concluir que lo que hace la Corte
Suprema al resolver recursos de casación o la
Corte Superior al hacer lo propio con las apelaciones7, es esencialmente igual a lo que hace
el TC al resolver recursos de agravio.
V. ¿QUÉ HACER ENTONCES?
Quizá una alternativa sea “sincerar” nuestro
sistema judicial: entender que el TC no es otra
El destacado profesor de la Universidad de Chicago Frank Easterbrook ha expresado su desconfianza acerca de la distinción
entre “procedimiento” y “substancia”, aunque en otro contexto, en: “Substance and Due Process”. En: The Supreme Court Review.
1982. pp. 85-125.
STC Nº 2758-2004-HC, F. J. 8.
JOLOWICZ, Anthony. “Appeal. Cassation, Amparo and all that: What and Why”. En: Estudios en homenaje al doctor Héctor FixZamudio en sus treinta años como investigador de las ciencias jurídicas. Tomo III. 1988. En: http://www.bibliojuridica.org/libros/
libro.htm?l=643
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cosa que una instancia revisora, que tiene mayor éxito que el Poder Judicial porque tiene
mejores asesores y algunos magistrados de
mayor nivel.
Si dejamos de defender que el TC en realidad
no revisa los casos sino que ve “vulneraciones a derechos constitucionales”, que en verdad no mira los expedientes sino solo cuando
“hace un examen de razonabilidad”, etcétera,
entonces podremos tomar en cuenta los pros y
contras de admitir algunas de sus atribuciones,
como los amparos contra resoluciones firmes
que no le ponen fin al proceso o la misma capacidad de revisar resoluciones judiciales en
general. Así, podremos apreciar con mayor
claridad su duplicidad respecto al Poder Judicial y la importancia de su labor en términos
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9
de confianza en la labor de la judicatura, entre
otras cosas8.
Buscaremos entonces una solución en que, por
ejemplo, el amparo sea de solo una instancia y
conocido por medio del certiorari. O convirtiendo el proceso judicial en una de dos instancias. O cualquier otra medida que se adapte
más a las circunstancias.
Dejemos entonces de hablar en términos del
“sinsentido trascendental” como nos propuso,
hace ya decenas de años, Félix Cohen, en un
trabajo que se considera fundador del Método
Funcional y precursor de áreas como la Sociología y el análisis económico del Derecho,
corrientes pragmáticas que actualmente dominan el discurso legal en las universidades más
prestigiosas del mundo9.
“En Europa se dio de la misma manera y ha habido algún cambio con la creación de las cortes constitucionales. El cambio en
estas ha funcionado, pues los jueces en dicha corte no eran los tradicionales en la carrera, sino políticos muy buenos, algunos
abogados, los más respetados académicos y muchachos de carrera judicial; digamos dos o tres en una Corte de doce personas
que dicen lo que piensan y de los cuales las personas dicen ‘oh, ellos son la excepción’”. Entrevista a Guido Calabresi, ex decano
de Yale y juez. En: THEMIS-Revista de Derecho 52. 2006. p. 321.
COHEN, Félix. Ob. cit.
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