Introducción: La expresión y el conocimiento

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INTRODUCCIÓN
LA EXPRESION y EL CONOCIMIENTO
1. Lo que nos representamos mentalmente, seamos o no conscientes de ello, lo
hagamos durante la vigilia o durante el sueño, contribuye a hacer posible que nuestra
actividad, nuestro comportamiento, sea un acontecer que cobra sentido en la medida que
se distinguen objetos, sujetos (otros y yo ), espacio, tiempo. ..
Ahora bien, ¿qué relación existe entre lo que nos representamos y lo que somos
capaces de expresar? O, dicho de otra manera, ¿qué debe la representación a la
expresión, y a la inversa, qué le debe la expresión a la representación para que ambas, si
son diferentes, sean posibles? Más aún, ¿lo que nos representamos y/o lo que somos
capaces de expresar es todo lo que somos capaces de conocer? O, en otros términos,
¿puede haber conocimiento sin representación y/o expresión? , y ¿puede haber
representaciones y/o expresiones que no sean conocimiento o que sean un conocimiento
no fiable, o no verificable, o menos seguro? En definitiva, ¿qué relación conviene
establecer entre expresión, representación y conocimiento para estar seguros de la
validez de lo que expresamos, nos representamos o conocemos?
El conocimiento y la expresión son los dos conceptos a través de cuya oposición
me propongo demostrar que la validez de las representaciones es producto de la
dialéctica entre ambos; o más claramente, me propongo concluir afirmando: “la
expresión es posible por el conocimiento y el conocimiento por la expresión, pero uno y
otro no serían posibles sin (la) interacción entre (los) sujetos”. O dicho a la inversa: el
desarrollo y evolución de los modos de interacción entre sujetos genera la expresión y el
conocimiento, de manera que aquélla, la expresión, es posible por la actividad cognitiva
de los sujetos, y a la vez modifica esta actividad; y éste, el conocimiento, cambia
cualitativamente por la expresión, ya la vez la modifica también como producción y
producto de conocimientos.
Expresión y conocimiento, sin la fuerza generadora de la interacción que
(históricamente) los hace posibles, se convierten en anverso y reverso de una moneda
falsa: la metafisica, ya sea ésta acuñada por los idealismos (ya ontológicos, ya
nominalistas) o por los realismos (sean éstos materialistas o espiritualistas).
Ciertamente, este enfoque hará de este libro que el lector tiene en sus manos un libro de
epistemología, entendiendo por epistemología el discurso cuyo problema a considerar es
el de la validez del conocimiento, validez a la que filosóficamente (o amando la
sabiduría) se someterán la validez de las expresiones y de las representaciones.
2. La Expresión, en su acepción más general, es «una entidad material presente
puesta en lugar de otras entidades no necesariamente presentes, ya sean éstas materiales
también o inmateriales». El conocimiento es, según se mire, o una actividad o un efecto
que se produce cuando los seres vivos autonomizan sus relaciones funcionales con el
entorno, convirtiéndose este último en objeto y ellos en sujetos por aquella autonomía.
Brevemente, el conocimiento, en su acepción más general, es “una relación funcional”
por la que se especifican sujetos y objetos en un ecosistema que en adelante cambia en
virtud de esta especificacióm).
Puestas ya las cartas boca arriba con estas definiciones, puede advertirse que no
será concebible la Expresión sin la existencia de esa autonomía funcional por la que se
ha definido el conocimiento; y a la inversa, no sería concebible esa «autonomía» en las
relaciones funcionales entre los sujetos y los objetos, sin que «lo no presente» sea
actualizado por los sujetos, enfrentados a “lo presente inmediato”; “lo no presente”,
además, debe ser tal en términos absolutos, y no sólo relativos a la escala temporal,
como ocurre en la inteligencia artificial de los ordenadores, para los cuales las
relaciones funcionales «inputs-outputs» constituyen un ecosistema cerrado y predecible,
sólo degradable entrópicamente, sin posibilidad de evolución por sí mismo, al contrario
de las especies y los entornos.
3. Si la Expresión, por consiguiente, se constituye por la función de sustitución
de un «objeto» por otro, para un «sujeto» que conoce, caben dos alternativas para
abordar el análisis de la Expresión: una sería el estudio de las funciones de sustitución
considerando sus formas, independientemente de cuáles sean los «objetos» sustituidos
unos por otros en aquellas formas; otra sería el estudio de las funciones de substitución
considerando su materialidad: los objetos signiflcantes (substituyentes) y los objetos
significados (sustituidos). Brevemente, la primera alternativa es un estudio de la
«Expresión sin contenido», un estudio de la consistencia formal de la expresión o de las
expresiones; la segunda alternativa es un estudio de la «Expresión interpretada», un
estudio de las funciones materiales de la expresión o -si se quiere- de la expresión
material, por oposición a lo que sería la expresión formal.
Históricamente, la primera de estas alternativas de estudio es la más antigua: los
estudios de Lógica y los estudios de Matemática son los más antiguos de todas las
ciencias, las cuales sólo llegaron a constituirse muy tardíamente; o sea, cuando a la
«naturalidad» de los significados se le llegó a aplicar la «arbitrariedad» de las
operaciones para «significar».
La segunda de estas alternativas, históricamente, es muy reciente en la vida del
conocimiento científico: surgió a partir de la Teoría de la Información, que todavía era
un constructo formal, y se consolida con la llegada de la Teoría de la Comunicación;
contribuyendo, sin embargo, al nacimiento de una y otra teoría está la «ciencia
lingüística», especialmente la Semiótica, que ni es propiamente formal, como la lógica o
las matemáticas, ni lo es material, como la Teoría de la Comunicación, ya que al querer
dar cuenta de los usos de un código y caer siempre en otro código para explicarlos,
corre la misma suerte de aquel caballero que pretendía salvarse de las aguas tirándose a
sí mismo hacia arriba de los cabellos.
4. Si el conocimiento se constituye por la autonomía de los sujetos frente a los
objetos, no se alcanzaría nunca aquella autonomía si a través de las relaciones
funcionales entre ambos no permaneciesen diferenciados los sujetos y los objetos.
Brevemente, los sujetos y los objetos se hacen permanentes, y las relaciones funcionales
entre sujetos y objetos, por el conocimiento, se consolidan y se hacen más complejas
cuanto mayor sea la distancia entre ambos. El análisis, por consiguiente, del
conocimiento puede efectuarse formalmente considerando las distancias funcionales
entre los sujetos y los objetos, a través del comportamiento de los sujetos, como lo hace
la epistemología genética y como actualmente pretende hacerlo ya la psicología; o
puede efectuarse considerando formalmente las distancias funcionales entre los sujetos
y los objetos, a través del examen de la consistencia de los objetos, como lo hace la
epistemología «toute courte», como lo ha hecho la filosofía desde su aparición en
Grecia hace tres mil años.
5. Es obvio que para ese estudio de las distancias funcionales entre los sujetos y
los objetos, por el conocimiento, resulta imprescindible reparar en la Expresión, pues
gracias a ella se marcan aquellas distancias funcionales más considerables. El estudio
epistemológico de la Expresión consiste precisamente en el análisis de las distancias
funcionales entre los sujetos y los objetos, marcadas por la Expresión, en los procesos
de interacción entre los sujetos. Es en este sentido epistemológico como se aborda el
estudio de la Expresión en este libro.
6. Es sabido que las mayores distancias funcionales a que alcanza el desarrollo
de la inteligencia humana en la apropiación cognitiva del entorno se adquieren alrededor
de los doce años; la madurez de la inteligencia la describe Piaget por la adquisición de
las operaciones formales, adquisición ya consolidada, como término medio, sobre los
doce años de edad en los niños de la cultura occidental. Las operaciones formales se
caracterizan cognitivamente por el empleo de expresiones tales que, consideradas las
funciones de sustitución independientemente de cuáles sean los objetos sustituidos por
la expresión, se opera sólo con las funciones y no con los objetos. O dicho en términos
lógicos, de las expresiones se retiene su forma para cualquiera que pueda ser su
contenido empírico.
El cálculo lógico y matemático, como resumidamente se expone a lo largo del
Capítulo 1 de esta obra, se sostiene sobre muy reducidas nociones elementales, la
primera de las cuales consiste en atribuirle a las expresiones una virtualidad
representativa, pero no una representación; como se verá, se prescinde del contenido
empírico de las expresiones, pero no de la idea de contenido en general; otra noción
elemental del cálculo, como se demostrará, es la de verdad formal, verdad que no
consiste en una correspondencia entre el objeto-expresión y el objeto-contenido, sino en
una correspondencia entre la función del objeto- expresión y la función del objetocontenido, siempre y cuando previamente se convenga atribuir un valor (verdadero o
falso, 0 ó 1, blanco o negro) a las respectivas funciones de la expresión y de cualquiera
pueda ser el objeto de su contenido; las nociones de conjunto, número, clase y relación
son otras tantas nociones elementales mediante las cuales es posible entender el uso
formal de la expresión, ya sirva éste para construir cálculos con enunciados o
predicaciones, ya se aplique para caracterizar las diferentes álgebras de operaciones
binarias o para definir estructuras y comprender el empleo de la medida sin que la
«magia» de los números haga de la cantidad una entidad metafisica. Los sistemas de
expresión formal que brevemente se describen en este Capítulo 1 son los más
elementales; para los sistemas más complejos, tanto lógicos como algebraicos, el lector
puede recurrir al uso de los manuales en vigor; la razón por la cual a veces me he
detenido en pequeños detalles de los mecanismos de cálculo es simple: pretendo
mostrar el uso formal de la Expresión de manera que un lector no iniciado lo
comprenda, y de modo que, sin tener que recurrir a otros manuales, pueda seguir mi
discurso en capítulos posteriores donde frecuentemente he recurrido a expresar
formalmente determinados conceptos y relaciones.
6. Otro de los problemas planteados por el uso formal de la Expresión se deriva
de considerar la Expresión incluso prescindiendo de su virtualidad representativa. En
este caso la Expresión se convierte en un simple objeto fisico que se diferencia de
cualquier otro objeto por el uso a que se le destina: corresponderse con otros objetos o
entidades, sean cuales sean. Si se prescinde de su virtualidad representativa, no se
prescinde, sin embargo, del destino a que se le somete. Dicho de otra manera, de la
Expresión sólo se retiene su destino extrínseco (corresponder), pero no su virtualidad
intrínseca (representar). Cualquier correspondencia entre una expresión perteneciente a
un conjunto finito de expresiones y cualquiera otra entidad perteneciente a un conjunto
finito de entidades resulta un problema de elección. Esta elección, por lo que respecta a
la expresión, puede ser medida como se mide una probabilidad estadística: el número de
expresiones posibles, o una función monótona de este número, puede asignarse como
medida de la libertad de elección producida cuando la expresión se elige entre el
conjunto de todas las elecciones igualmente probables. Ahora bien, plantear así
solamente el problema de la expresión no aporta nada nuevo: cualquier juego de azar o
cualquier juego de decisiones está basado en esa medida de la probabilidad. La novedad
de este enfoque surge al considerar la Expresión como un objeto fisico -una secuencia
de señales- que se somete a una correspondencia determinada con otros objetos o
entidades, en 2 diferentes puntos del universo material; entonces, para que la
correspondencia en ambos puntos pueda ser asegurada cuando sólo las señales se
transmiten y se desconoce la correspondencia concreta que a una expresión se le asigna,
el problema es diseñar un sistema capaz de operar con todas las selecciones posibles de
señales y no para una realmente elegida, ya que ésta es desconocida en el momento del
diseño (Shannon).
Este es el problema abordado por la universalmente denominada Teoría de la
Información. Llamando mensaje a una secuencia posible de señales perteneciente a un
repertorio finito de señales, de modo que la seleción de un mensaje, tanto en un punto
(fuente) como en el otro (destino), se efectuará entre un conjunto de posibles mensajes;
entendiendo por comunicación la exacta o más aproximada reproducción en un lugar de
un mensaje seleccionado en otro lugar, y entendiendo por Información la medida
estadística de la libertad de elección de mensajes en uno y otro punto, pueden diseñarse
sistemas en los que se dé:
H(x)- Hy(x) =H(y)-Hx(y) 
donde H(x) es la información de la fuente de mensajes; H(y), la información de
las señales recibidas; Hy(x), la incertidumbre de la fuente del mensaje cuando se conoce
la señal; Hx(y), la incertidumbre de la señal recibida cuando se conoce el mensaje
enviado (o la parte espúrea debida al ruido ), y donde la información útil, para un tal
sistema, viene expresada por el segundo miembro de la ecuación, cuyo valor máximo
(en bits por segundo) es igual o menor a la capacidad del canal con ruido, por el que las
señales se transmiten.
Claramente, esta manera de abordar el análisis de la Expresión, a cuyo
interpretación y evaluación dedico el Capítulo 2, supuso un impacto considerable para
las Ciencias Humanas que se ocupaban del Conocimiento y de la Expresión. La
novedad más relevante de la Teoría de la Información respecto al estudio formal de la
Expresión, reside en incluir en el estudio de ésta una condición ignorada hasta entonces:
su transmisión.
8. Es obvio que en adelante el concepto de mensaje añade al concepto de
expresión una implicación nueva, de manera que el concepto de mensaje hace que
aquélla se remita ineludiblemente a un proceso de Comunicación.
La Teoría de la Comunicación se caracteriza por ser la práctica científica que
más relieve otorga a la naturaleza de los mensajes como «entidades significativas
(expresiones) que se transmiten espaciotemporalmente». Ahora bien, no todos los
análisis de mensajes que practican los especialistas en Comunicación se apoyan en
requisitos epistemológicos propios de una Teoría de la Comunicación sólidamente
establecida; a menudo se postulan «teorías» de la Comunicación desde las cuales el
análisis de los procesos de comunicación y el análisis de los mensajes (análisis de la
expresión), no pueden apoyarse sobre un mismo estatuto epistemológico, aunque todos
los especialistas coincidan en suponer los mensajes insertos en un proceso de
transmisión. En unos casos (v.g., Shannon y Weaver) es el análisis de estos procesos de
transmisión el que impone la definición de mensaje; en otros, es el análisis del propio
uso de los mensajes (o de las expresiones) el que conduce a la definición de los
procesos de transmisión (v.g., como clases de intercambios -caso de los autores
estructuralistas).
Denomino «estatuto epistemológico» a la propia definición, explícita o implícita,
de las condiciones de verificación de un análisis; si éstas no existieran, ni implícita ni
explícitamente, un análisis no merecería este nombre, sino el de «descripción literaria»,
aunque ésta fuese extremadamente minuciosa. En consecuencia, si la verificación de un
proceso de transmisión requiere nombrar unívocamente con el término de «mensaje» la
«entidad» que se transmite, el análisis de tales entidades ha de compartir el mismo
estuto epitemológico con que se definen las condiciones de verificación de los procesos
de transmisión. Si la verificación de los usos de la expresión requiere nombrar
unívocamente con el término de «comunicación» el proceso por el cual los usuarios de
la expresión interactúan entre sí, el análisis de ese proceso de interacción ha de
compartir el mismo estatuto epistemológico con que se definen las condiciones de
verificación de los usos que se estudian. Si es el análisis de los procesos de transmisión
el que requiere la unívoca definición del concepto de «mensaje», resulta dificil la
transgresión semántica para este último término. Pero si es el análisis del uso de las
expresiones el que conduce a la definición de «comunicación», la univocidad de este
último término se desdibuja con frecuencia, pues los usos de las expresiones son
dificiles de inventariar y de naturaleza muy heterogénea. Esta es, a mi juicio, la razón
por la cual la definición de los procesos de Comunicación se duele de ambigüedad,
provocando que muchos análisis de expresiones (o de mensajes) y que muchos análisis
de procesos de comunicación no compartan un mismo estatuto epistemológico; así, por
ejemplo, el uso puramente designativo de ciertas expresiones del lenguaje natural no
remite a procesos de interacción con la misma fuerza que el uso ejecutorio
(performative function) de otras, como las órdenes. Por esa vía todo análisis de usos de
la expresión puede remitir a un supuesto proceso de comunicación, y la dificultad surge
luego en la definición de qué sea un proceso de comunicación: ¿producción de
significado? ¿Enunciación? ¿Habla? ¿Interacción? ¿Procesamiento de información?
En cierto sentido resulta una moda en Ciencias Humanas recurrir a la noción de
«mensaje» a fin de señalar la virtualidad de las expresiones para convertirse en
estímulos de la acción; hasta tal punto que así como a toda expresión se le concede esta
virtualidad, a todo estímulo desencadenante de una conducta se le ha llegado a conceder
el título de expresión, lo cual desborda ya toda imaginación. En ciertas circunstancias,
desde luego, los métodos de análisis de estímulos del comportamiento son
absolutamente ajenos a una Teoría de la Comunicación, salvo si se abraza un
pancomunicacionismo descarado y/o ingenuo. Es entonces cuando el empleo de
términos propios de la Teoría de la Comunicación no cumple más función que la
meramente heurística, al facilitar planteamientos que de otra manera no se habrían
establecido y cuya enunciación puede relanzar la inventiva; o bien se limita a cumplir
una función estética, al facilitar la metáfora y la originalidad retórica. La función
heurística en el empleo de planteamientos comunicacionales en las Ciencias Humanas
no es de despreciar. Gracias a éstos, ha podido avanzarse por ejemplo en el estudio de la
percepción (Moles) en psicología; en el análisis de la pragmática (Morris) en lingüística;
en el análisis de la enunciación lógica en la semántica (Bar-Hillel y Carnap) y en el
estudio de los mitos, ritos y estructuras sociales (Lévi-Strauss) en antropología y
sociología, por ejemplo.
El Capítulo 2 de este libro termina con el examen de las ampliaciones
epistemológicas de la Teoría de la Información aplicada en Ciencias Humanas. Este
capítulo concluye con la exposición de los requisitos epistemológicos del análisis
comunicacional de mensajes.
9. El análisis comunicacional de la Expresión no puede desentenderse de
implicar «una» Teoría de la Comunicación, y «cualquier» Teoría de la Comunicación
que se postule resulta fiduciaria, en última instancia, de «una» Teoría del Conocimiento.
Una Teoría del Conocimiento que aspire a dar cuenta de cualquiera sea el tipo de
conocimiento por el que los sujetos se oponen a los objetos debe englobar tanto el
análisis del conocimiento denominado «vulgar» como el análisis del conocimiento
denominado «científico».
En el Capítulo 3 de esta obra se aborda este problema, de manera que, al estudiar
las fuentes epistemológicas de la Teoría de la Comunicación, se concluye con la
determinación de las nociones fundamentales de los modelos teóricos de la
Comunicación hasta ahora propuestos por la ciencia, y con la explicitación de las
relaciones por las que aquellas nociones se estructuran en un sistema.
El concepto de Comunicación que personalmente propongo, al ofrecer un
modelo teórico susceptible de dar cuenta de las relaciones entre Expresión y
Conocimiento, permite abordar el análisis material de la Expresión. Este análisis
considera a la Expresión en sus condiciones materiales (históricas), que no son otras que
aquellas por las cuales la interacción comunicativa entre los sujetos contribuye
históricamente a aumentar las distancias funcionales entre los sujetos y los objetos
(conocimiento) gracias al intercambio de expresiones. Hasta tal punto que las propias
expresiones, por la comunicación, contribuyen dialécticamente al cambio histórico por
el cual los sujetos y los objetos se transforman.
10. La Teoría de la Comunicación, cuyos rudimentos formales sistematizo en el
Capítulo 3, permite discriminar una metodología de análisis comunicacional. Esta
metodología, aplicada al análisis comunicacional de Expresiones, pertenecientes a
procesos concretos de comunicación y remitidos a un sistema, también concreto, de
comunicación, se explicita en el Capítulo 4.
11. Finalmente, en el Capítulo 5 ofrezco un ejemplo de análisis de expresiones
comunicativas.
Los análisis empíricos de expresiones comunicativas dificilmente pueden
abarcar todas las variables por las cuales las expresiones se relacionan con el sistema
concreto de interacción comunicativa a la que pertenecen. Siempre y cuando la
selección de un tipo de variables no se haga excluyendo otras como no existentes, los
análisis de la expresión comunicativa contribuirán a explicitar relaciones
comunicacionales entre los sujetos. Todos los ejemplos de análisis que se podrían
ofrecer deberían, pues, compartir una hipótesis fundamental: que las expresiones
analizadas contribuyan a la interacción entre los sujetos respecto a unos objetos de
referencia, y se diferenciarían en la selección de las variables por las cuales se
considerara la interacción comunicativa entre los sujetos.
En el ejemplo aquí ofrecido se persigue este objetivo: el análisis de las
devociones populares españolas -las novenas- selecciona aquellas variables de la
expresión por las cuales un ritual religioso se convierte en un proceso de comunicación
curiosamente peculiar; este proceso de comunicación pertenece a un sistema de
comunicación gracias al cual las instituciones religiosas reproducen las interacciones
comunicativas necesarias para crear un objeto genérico (el mito) frente al cual los
sujetos individuales ajustan sus normas de conducta social. Todas las variables de la
expresión, por las cuales la «ceremonia», como sistema particular de comunicación,
reproduce las relaciones de producción comunicativas, modifican cualitativamente las
relaciones entre los sujetos y los objetos que caracterizan al mito como práctica
cognitiva y cultural.
12. El discurso que inicio con este libro para interactuar comunicativamente con
el lector queda abierto. O, dicho de otra manera, la conclusión que he sugerido y
planteado al formular el envite intelectual con que inicié esta Introducción no la
retomaré al final del libro como conclusión definitiva, cerrada. Posteriores trabajos (y
posibles comunicaciones científicas) pueden obligarme a revisarla, y esto es lo que
deseo. Si por el momento estoy convencido de la consistencia de esa conclusión, una
actitud contraria por mi parte a la posibilidad de revisarla significaría una postura vital
contraria a la postura racional que pretendo defender. En efecto, si por el trabajo y por la
comunicación creo que cambian cualitativamente los sujetos y los objetos del
conocimiento, es de esperar que por el trabajo y por la comunicación que vaya yo a
continuar tras la publicación de este libro hagan que progresivamente revise mis
afirmaciones. Sólo quiero añadir que cada uno de los capítulos de este libro constituye
una unidad por sí mismo, de manera que no se supone necesariamente la lectura de los
demás para que el lector comprenda fácilmente el que esté leyendo. El libro, eso sí, sólo
se constituye como unidad por la inclusión de todos los capítulos que lo componen,
cuya sucesión responde a una lógica interna del discurso, ya la cual he dedicado estas
líneas de Introducción.
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