REFLEXIONES ACERCA DEL ALCANCE Y LIMITACIONES DE LA TEORIA DEL CAPITAL HUMANO Natalia Soledad Krüger (Universidad Nacional del Sur - CIC) Introducción Durante los últimos años, la expansión del acceso a la educación se ha convertido en un importante objetivo de desarrollo para los países de América Latina. La formulación de políticas acordes con esta meta requiere un análisis exhaustivo del sistema educativo y sus interrelaciones con las esferas de la familia, el Estado, y el mercado laboral. Un paso previo para asegurar el máximo impacto de las medidas aplicadas es indagar en los factores determinantes de la decisión personal de adquirir educación. En esta labor, muchos trabajos se apoyan en los postulados de la moderna Teoría del Capital Humano, enfoque que aplica las teorías de la micro-decisión al análisis de la demanda de enseñanza o capacitación laboral. Resulta pertinente, por lo tanto, realizar algunas consideraciones acerca de la aplicabilidad de la teoría neoclásica como marco para el estudio empírico del fenómeno educativo. Se intentará dar respuesta a interrogantes como: ¿Cuáles son los aportes de este enfoque? ¿Cuáles sus debilidades? ¿Existen corrientes alternativas que resulten más adecuadas para este tipo de análisis? Síntesis de la Teoría Neoclásica del Capital Humano: Las bases de esta teoría fueron sentadas por los trabajos pioneros de T. Schultz, G. Becker y J. Mincer. El eje de la obra de Schultz (1960, 1961) es su tratamiento de la educación como una inversión, y a sus resultados como una forma de capital. Justifica el verla desde esta óptica porque otorga un servicio de valor para la economía, generando para el individuo una corriente de ingresos en el futuro. Específicamente, dado que la educación se integra a la persona, puede considerarse una forma de capital humano. Su intención es resaltar la importancia económica de los estudios: su capacidad para expandir la productividad del trabajo. Así, postula una relación significativa y positiva entre niveles sucesivos de educación y salarios. La adquisición de educación adicional, para este autor, resulta de una decisión individual que se apoya en consideraciones acerca de los costos de la inversión y de la rentabilidad esperada para distintos niveles educativos. Los costos abarcan tanto los gastos directos como los costos implícitos. Posteriormente, Becker (1964) profundiza el análisis anterior, ensayando una formalización de la decisión individual de invertir en capital humano. Define a esta inversión como “la actividad que repercute sobre la renta monetaria y psíquica futura a través del incremento de los recursos incorporados a los individuos”. Su esquema parte de la proposición de que la productividad futura sólo puede aumentar mediante un costo, de lo contrario existiría una demanda ilimitada de formación. Siguiendo a Schultz, reconoce que los costos incluyen tanto erogaciones directas como la valoración del tiempo y esfuerzo destinado al estudio. Estos costos indirectos o de oportunidad, están representados por la diferencia entre lo que podría haber ganado un individuo (incluyendo una valoración del ocio resignado) y lo que efectivamente gana mientras invierte en educación. Becker señala que como consecuencia de la inversión en educación, el perfil edad-retribuciones se hace más inclinado. Frente a un sendero horizontal que representaría remuneraciones constantes a cualquier edad para los individuos sin escolarización, la pendiente aumenta para aquellos que invierten en ella. Durante el período de inversión, la retribución neta es menor que la potencial, para luego superarla como resultado de la mayor productividad del trabajador. Entonces, la inversión en educación implica resignar beneficios presentes con el objetivo de obtener beneficios pecuniarios y no pecuniarios futuros. Así, es factible pensar en tasas de retorno para esta actividad, que bien podrían ser el principal determinante de la decisión. Introduciendo el supuesto de que el número de períodos relevantes (n) tiende a infinito, lo cual es bastante razonable si se piensa en una vida activa de unos 45 años, se arriba a la siguiente expresión: C = k/ r Si se sabe que la inversión se realiza en los m primeros períodos, entonces el coste de invertir en cada período se define en forma simplificada como la retribución renunciada: Cj, donde j= 0 .....m-1. El coste total viene dado por: C = Cj . k es el rendimiento o ingreso diferencial total después de la inversión k = k j, donde j = m-1.......n-1. Cabe destacar que kj se supone constante. r representa la tasa interna de retorno (TIR). Es la tasa de descuento subjetiva que equipara los valores actuales del costo de la inversión y de la corriente de ingresos futuros. Según este enfoque, los años de educación adquiridos por un individuo son el resultado de una maximización intertemporal de una función objetivo. La inversión en educación será redituable sólo si la TIR es mayor a la tasa de interés para inversiones alternativas disponibles. “En el equilibrio, se invertirá en educación hasta el punto donde el valor presente de los ingresos futuros esperados exceda los costos de educarse en una cantidad suficiente como para obtener una tasa de retorno aceptable” (Becker 1977). El modelo teórico planteado por Mincer (1958) arriba, entre otras, a similares conclusiones. El proceso de inversión está sujeto a la libre decisión, la cual supone elegir el tiempo que se destinará al entrenamiento. Como esta capacitación implica posponer ingresos, el asumir un comportamiento racional lleva a concluir que el individuo buscará maximizar su ingreso permanente, actualizado al momento de la decisión. Además, demuestra que la distribución de las remuneraciones está directamente relacionada con el nivel de educación. Consideraciones críticas: Más allá del amplio reconocimiento que ha merecido esta corriente, es posible señalar algunas deficiencias del esquema teórico propuesto, las cuáles deterioran su capacidad explicativa frente a la complejidad de los fenómenos reales. Algunos de sus principales supuestos son: los agentes son racionales y maximizan beneficios y utilidades; existen mecanismos que conducen al equilibrio, por lo que se asume un contexto de pleno empleo; los costos de la inversión se suponen identificables; la relación entre inversión en educación y productividad se asume conocida por los empleadores, así como las retribuciones pueden ser estimadas por los estudiantes; existen mercados de capitales perfectos. Como esquema de razonamiento, su utilidad reside en señalar que la educación involucra sacrificios presentes que rendirán sus frutos en el futuro, introduciendo en el análisis al factor tiempo. Sin embargo, omite cuestiones centrales en una decisión intertemporal como la incertidumbre, las expectativas o la imperfección en el mercado de capitales. La teoría adolece del determinismo propio del enfoque neoclásico: se asume un comportamiento mecánico, anulando la libertad y la subjetividad del hombre. Así, la elección parece convertirse en un simple procedimiento en el que a un imput determinado le corresponde un ouput, haciendo abstracción del contexto y las características de quien decide. Puntualmente, suele criticarse el supuesto de una maximización del ingreso permanente descontado a una tasa uniforme. Esto no es coherente con la observación de que las personas difieren en sus horizontes de planeamiento, y en la valoración del presente y el futuro. Un individuo con una visión muy cortoplacista tendrá una elevada tasa de descuento, por lo que los beneficios esperados en el futuro tendrán un menor peso relativo con respecto a los costos presentes. Profundizar en las posibles causas de los distintos horizontes temporales resultaría entonces de gran utilidad, cuestión ignorada por la teoría neoclásica. Adicionalmente, cabe cuestionar la suposición de un ingreso periódico real y sostenido luego de la inversión, lo cual se deriva del postulado de pleno empleo. Este razonamiento ignora el hecho de que en un contexto de desempleo, no hay garantías de encontrar un trabajo de calidad, y esto podría invalidar el análisis de igualación entre el valor presente de beneficios y costos. La relación entre escolarización y remuneración está mediada por la probabilidad de insertarse exitosamente en el mercado laboral. Así, la forma en que se estiman los costos y rendimientos de la educación no resulta un tema trivial. Adquiere relevancia el análisis del proceso de formación de expectativas en un contexto de incertidumbre. Dado que en general existe un considerable lapso de tiempo entre la inversión en educación y la percepción de su rendimiento, no puede dejarse de lado el análisis de los factores que incrementan o reducen el riesgo involucrado. Los individuos tienen dudas acerca de la duración de su vida activa, de las habilidades propias o aptitudes para lograr cierto nivel educativo, de los posibles ingresos futuros, etc. Conocer el contexto económico, social, e institucional en que se toma la decisión es crucial para comprender estos factores. Por otra parte, debe señalarse la importancia del supuesto de perfección en el mercado de capitales dentro del esquema neoclásico. Si las familias enfrentan una curva de oferta de fondos para la educación con elasticidad infinita, esto implica que los recursos económicos familiares no influirán en las decisiones. De ser así, sólo se tendría en cuenta la rentabilidad de la inversión, porque de ser rentable, el acceso al sistema sería factible para todos los individuos, independientemente de su origen socioeconómico. De esta forma se omite uno de los factores más relevantes para el estudio de la escolarización: el hecho de que los costos, especialmente los de oportunidad, suelen resultar prohibitivos. Frente al alto grado de abstracción y simplificación involucrado en la teoría, es necesario enriquecer el análisis para poder abordar la temática de forma más fructífera. No son pocos quienes opinan que la teoría neoclásica aún no ha podido ofrecer un esquema de razonamiento que de cuenta de los factores directos e indirectos que afectan la decisión de educarse, como las oportunidades socioeconómicas, el contexto familiar, institucional, etc. Teorías alternativas: En particular, una corriente que se enfrenta a la teoría neoclásica del capital humano, cuestiona la asociación positiva postulada por ésta entre educación y productividad. El argumento central es que no sería el capital acumulado a través de la educación sino las habilidades y las instituciones las que realmente explicarían la distribución en los ingresos. Estas teorías sostienen que la relación entre educación e ingresos está mediada por las condiciones reinantes en el mercado de trabajo, por lo cuál se hace imprescindible analizar su estructura para comprender los resultados de la educación. Siguiendo a Sahota (1978), es posible distinguir dos vertientes entre estas teorías críticas: por un lado, aquellas versiones que atacan principalmente a los desarrollos en torno a la escolarización; por el otro, aquellas que enfatizan el lado de la demanda y enfocan el tema del entrenamiento en el trabajo más que la educación formal. En la primera vertiente encontramos la llamada hipótesis del credencialismo, o del procedimiento oculto de selección, cuyos principales exponentes son M. Spence (1972) y K. Arrow (1973). La tesis principal de estos autores es que la educación no tiene como fin el capacitar o socializar a los individuos, no expande la productividad laboral. Su función es simplemente permitirle al empleador “filtrar” o identificar a los individuos con más habilidad, diferenciándolos por su inversión de tiempo y recursos en educación. Ambos caracterizan a la decisión de un empleador al contratar trabajo como una inversión en un contexto de incertidumbre. Como no puede conocer a priori la productividad marginal del trabajador, basa su decisión en una serie de características observables, que le permite construir un perfil para cada postulante. A partir de su experiencia previa en el mercado, asigna probabilidades de productividad condicionales a las distintas combinaciones de atributos personales de los postulantes. Se supone que cada individuo tiene una productividad predeterminada, y para que la señalización sea efectiva, los costos de invertir en ella deben estar negativamente correlacionados con esta productividad. Así, individuos menos productivos tendrán costos mayores para mejorar sus señales, y esto es lo que permitirá al empleador identificarlos. El nivel educativo, entonces, funciona principalmente para solucionar un problema de información. Desde el punto de vista individual, sin embargo, la educación sí es productiva ya que permite acceder a salarios más altos. Se supone que los individuos “invertirán en señalización” para maximizar la diferencia entre los salarios esperados y los costos (los cuales incluyen costos monetarios y psíquicos). En este esquema, es posible la existencia de equilibrios múltiples, de sobreinversión en educación, y de equilibrios ineficientes en el sentido de Pareto, a pesar de que todos los individuos actúen de forma racional. Las diferencias en señalización y en niveles salariales, resultan de la estructura de información del mercado. Al existir externalidades en el modelo, algunos grupos pueden encontrarse en desventaja, e incluso caer en una trampa de bajo equilibrio. Adicionalmente, una fuerte crítica a la Teoría del Capital Humano proviene de autores como Bowles y Gintis (1975), quienes desde una perspectiva marxista cuestionan los fundamentos mismos de la teoría. Sostienen que su mayor deficiencia es la ignorancia de la “clase” como concepto económico central, y consecuentemente, del elemento clave de los sistemas capitalistas: el dominio del capital sobre el trabajo. Una adecuada teoría de los recursos humanos debería comprender tanto una teoría de la producción como una teoría de la reproducción social. Para esto, es imposible sostener una abstracción de las relaciones sociales en el proceso de producción y de adquisición de conocimientos y habilidades. No puede omitirse el rol que juega el sistema educativo en la legitimación de las desigualdades económicas. Así, consideran que la teoría neoclásica no ofrece un marco analítico adecuado para comprender a este sistema y al nivel de escolarización alcanzado por la población. Dentro de la segunda vertiente de la corriente que se opone a la Teoría del Capital Humano, se encuentran las teorías de la segmentación del mercado laboral. El ensayo de Thurow (1972) plantea que en un mercado de trabajo en el que existe exceso de oferta y los salarios son inflexibles a la baja, los empleadores clasifican a los trabajadores en función de ciertas características, entre las cuales se destaca el nivel educativo. En este sentido, la educación no necesariamente garantiza el acceso a un puesto bien remunerado, pero en un contexto competitivo, permite posicionarse en la “fila” de trabajadores de forma más ventajosa. Así, habrá puestos fijos de trabajo que se distribuyen según el nivel educativo de los postulantes, siendo la mayor escolarización representativa para el empleador de un menor costo de entrenamiento. En resumen, la educación no permite reducir el desequilibrio en el mercado de trabajo, sino que es sólo un mecanismo de racionamiento y un instrumento para competir. Es factible, como consecuencia, que se observe el fenómeno de sobreeducación, dado que los empleadores van elevando los requisitos para los puestos disponibles a medida que el desempleo persiste. En una línea de pensamiento similar, Gordon, Edwards y Reich (1982) desarrollaron el modelo de la segmentación. En este esquema, el mercado de trabajo no es un todo unificado, sino que está compuesto por diferentes segmentos a los que acceden los trabajadores según características personales como la clase, sexo, raza y educación. Los salarios pagados en cada segmento no son un reflejo de la productividad marginal del trabajo, sino más bien de las estrategias de los empresarios con poder de mercado. Si bien la educación es un determinante importante de la distribución de los trabajadores entre los segmentos, no es el único. Otros factores pueden implicar que un alto nivel educativo no se corresponda con mayores salarios. Comentarios finales: Todas estas corrientes, desde la Teoría del Capital Humano hasta sus más duras críticas, constituyen aportes valiosos para la labor de estudiar un tema tan relevante para el desarrollo como lo es la educación. Es posible extraer útiles herramientas de análisis y esquemas de pensamiento de cada una de ellas, para abordar los distintos fenómenos que tienen lugar en el ámbito del sistema educativo y su relación con el mercado laboral. Sin embargo, parece que ninguno de estos esquemas es lo suficientemente amplio o rico como para abarcar por sí solo la complejidad que se presenta en cualquier sistema social concreto e histórico. La Teoría Neoclásica del Capital Humano ha hecho una importante contribución al destacar ciertas variables centrales en el proceso de decisión, a la vez que señaló su dimensión intertemporal. El concepto de inversión en capital humano permite enfatizar la relevancia económica de la educación, al poner de manifiesto su carácter acumulativo y su capacidad de rendir frutos en el futuro. No obstante, cabe cuestionar su excesiva simplificación, su pretensión de universalidad, y la irrealidad de sus supuestos. El esquema propuesto resulta tan rígido y estrecho que sólo permite analizar ciertos aspectos parciales, más que servir como marco teórico general. No se discute que los individuos toman decisiones optimizadoras que pueden pensarse como racionales, pero debe destacarse que no lo hacen de forma aislada y mecánica, sino inmersos en un determinado contexto socioeconómico, respondiendo a impulsos desde el exterior de una forma dinámica. Los ámbitos del hogar, la escuela y el mercado de trabajo constituyen un sistema que está en cambio permanente y resulta imposible estudiar una esfera sin tener en cuenta sus interrelaciones con las demás. Las corrientes del credencialismo o de segmentación del mercado laboral, parecen intentar llenar este vacío de la teoría neoclásica, a saber, la falta de consideración de las condiciones propias del mercado laboral. Arrojan luz sobre los diversos mecanismos de asignación de los trabajadores dentro del sistema productivo, lo cuál resulta útil para el análisis de las expectativas y motivaciones de los individuos. No siempre el estudio está orientado a obtener mayores ingresos futuros, también suele ser un recurso para defenderse frente a la inestabilidad laboral o para lograr una inserción de mayor calidad. Entonces, estos enfoques tienen la virtud de introducir una cuota de realismo ciertamente ausente en sus predecesores. De todas formas, no aportan un marco bien definido para el análisis del proceso microeconómico de decisión. No explicitan los factores detrás de la inversión en señalización, ni su relación con el contexto en el cual está inmerso el decisor. Por otro lado, su concepción de la educación, como mero instrumento para solucionar una falla de información en el mercado laboral, no resulta aceptable. Más allá de las deficiencias que pueda tener cualquier sistema educativo, caben pocas dudas acerca del rol crucial de la capacitación en el desarrollo de una sociedad. La inversión en educación es una de las temáticas de la Economía que exponen con mayor claridad su carácter de ciencia social. El mismo concepto de “capital humano” pone de relieve la necesidad de incorporar esta categoría en el análisis. Aceptada esta condición, no debería existir dificultad para introducir consideraciones de tipo histórico, cultural o sociológico e incluso adoptar enfoques interdisciplinarios. Es posible considerar temas tan diversos como modelos de comportamiento, códigos, contextos socioculturales, interacción social, etc., sin escapar del área de incumbencia de la Economía. Probablemente este camino impediría la construcción de una teoría general con pretensión de validez universal. Pero la pérdida de generalidad se vería compensada por la ganancia en flexibilidad, capacidad de adaptación y profundidad en la comprensión de los fenómenos concretos. Bibliografía: Arrow, K. (1973) Higher education as a filter. Journal of Public Economics. Vol. 2, Nro. 3 Becker, G. (1983) El capital humano. Ed. Alianza, Madrid. Bowles y Gintis (1975) The problem with Human Capital Theory. American Economic Review, Nro. 65 Formichella, M.M. y London, S. (2005) Reflexiones acerca de la noción de empleabilidad. Anales de la AAEP 2005. Mincer, J. (1958) Investment in human capital and personal income distribution. The Journal of Political Economy. Vol. 66, Nro. 4 Riquelme, G. Y Razquin, P. (1999) Mercado laboral y educación: el papel de la educación en el acceso al empleo. Revista de Ciencias Sociales, año 12, nro. 1. Depto. de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales. Fundación Cultura Universitaria. Montevideo, Uruguay. Sahota, G.S. (1978) Theories of Personal Income Distribution: A Survey. Journal of Economic Literature. Vol.16 Schultz, Th. (1960) Capital formation by education. Journal of Political Economy, Vol. 68 Schultz, Th. (1961) Inversión en capital humano. En Economía de la Educación: Textos escogidos. Blaug, M. (comp.) 1968. Ed. Tecnos, Madrid. Schultz, Th. (1988) Education investment and returns. Handbook of Development Economics. Vol I. Chenery, H. And Srinivasan, T.N. (editors) Spence, M. (1972) Job market signaling. Quarterly Journal of Economics. Vol. 87, Nro. 31