UNA VIRTUD QUE ESCASEA Conocí a dos pares de hermanas gemelas que, aunque parecían idénticas, siempre se distinguían por algo: las hermanas “P”, por un pequeño lunar cercano a la boca; en las hermanas “I” había algo en sus rostros que las diferenciaba. También existía una distinción en su casi idéntica forma de ser: una era más osada; la otra estaba más dispuesta a sonreír… ¡Y se trataba de gemelas! Así que no te asombre, lector, descubrir que, ante un mismo hecho, las personas sientan, razonen y actúen distinto. Entre los evangelistas, hay más diferencias. A Marcos le interesaba señalar “hechos”, y a Mateo lo distinguen los discursos. Lucas hace foco en las mujeres, y Juan –a veces- parece que hubiera sido testigo de una historia distinta. Hace dos meses, te mostré la preocupación de Marcos por trazar el recorrido de Jesús entre Tiro y su encuentro con el sordo-tartamudo. A Lucas, en cambio, le basta decir que Jesús parte desde Galilea hacia Judea, pasando por Samaria. Y, en algún lugar, tropieza con los diez leprosos1, que, desde lejos, le gritan: “¡Maestro Jesús, por favor! ¡Compadecete de nosotros!”. El libro del Levítico daba indicaciones para tratar a los leprosos. Apenas aparecía alguna señal, el pobre tipo debía presentarse a los sacerdotes, que, según la evolución de la mancha o herida, lo declaraban “puro” o “impuro”. Y esto sí que era malo: no solo tenía la desgracia de la enfermedad, sino que, encima, era tratado como un abominable pecador. También eran los sacerdotes quienes certificaban su curación. Jesús les ordena presentarse a los sacerdotes. Alerta: nada indica que el milagro haya ocurrido de inmediato; seguramente fue algo procesado durante el viaje. Entonces sucede algo que provoca el asombro/reproche de Jesús: solamente “uno de ellos, viéndose curado, regresó dando gloria a Dios a los gritos; y, tirándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le agradecía. ¡Y era un samaritano!”. 1 El único relato de este hecho aparece en Lc 17,11-19. ¿Y qué querías, Jesús? ¿Acaso no sabías que somos diferentes y reaccionamos diversamente? Los otros –supongo- según tu indicación, siguieron derechito hasta encontrar a los sacerdotes para que los declararan “puros” y los reintegraran a la sociedad. “¡Ah, no! –habrán pensado-. Mejor obedezco o vuelvo a apestarme!”. O quizás estaban tan cerca de Jerusalén que, muy cansados, dejaron la gratitud para cuando volvieran a encontrarlo… La rigidez y la comodidad: dos argumentos fuertes para ser ingratos. ¡Y solo hablo de los que primero acudieron a mi mente! Seguramente había muchos más. Quizás alguno pensó que bastaría con hacer una ofrenda en el templo; y otro, con emoción y alegría, corrió a darle la buena noticia a su familia… Cuando yo era chico, creía que a cierto artista lo emocionaban tanto los aplausos del público, que se comía el “mu”, diciendo: “¡chas gracias, chas gracias!”. Ahora, con menos ingenuidad, creo que era una viveza para marcar su estilo personal. Su gratitud, ¿sería verdadera o se mandaba la parte para conservar el público? Cuento eso, porque ahora me refiero al diferente: el samaritano. Para empezar, no le causaría gracia, por razones raciales y religiosas, presentarse ante los sacerdotes del templo de Jerusalén: tenía cinco templos2 más próximos en Samaria, cada uno con sus ministros. ¡A santo de qué alargar la caminata para llegar a un templo donde no era bien recibido? Otra: el samaritano “regresó dando gloria a Dios”. Cuando en la Biblia aparece la frase “dar gloria a Dios”, significa: “reconocé tu verdad ante Dios; aceptá que metiste la pata”3 (aclaro: esto no es invento mío). Así que, además de la gratitud, al tipo hay que concederle mayor puntaje por haber sido humilde y reconocer sus macanas, sin que nadie se lo exigiese. Y el tercer detalle a su favor: ¡hay que tener conciencia de veras “delicada”, para saber que somos pequeños y poca cosa, y que las cosas buenas que nos ocurren son regalo gratuito de Dios! Redondeando: si todos somos distintos, ¡no puedo esperar que todos sientan, piensen o actúen como yo! Tampoco puedo conocer las 2 Cfr Jn 4,18 3 Cfr Jn 9,24, Jos 7,19 y I Sm 6,5. intenciones: el samaritano quizás regresó a agradecer porque estaba cerca y pa’ quedar bien, no por verdadera gratitud. Sentirse pequeño y agradecer van juntos. A veces, te digo, mis “gracias” son tan de compromiso como para algunos decirle “querida” a la suegra… ¡Qué difícil es ser discípulo de Jesús! Eduardo Martínez Addiego