Área II Gestión Pública y Modernización del Estado II Supuestos para la adopción de la gestión pública orientada a producir resultados Ficha Técnica Autor : Mg. Roberto Claros Cohaila* MBA Braulio Vargas Becerra** Título:Supuestos para la adopción de la gestión pública orientada a producir resultados Fuente: Actualidad Gubernamental, Nº 50 - Diciembre 2012 Sumario 1. Supuestos en la implementación de la GpR 2. Nueva gestión pública nacional-local 3. Articulación del planeamiento y la gestión 1. Supuestos en la implementación de la GpR En la mayoría de países, tanto desarrollados y/o economías industrializadas, como en vías de desarrollo y/o economías emergentes, se evidencian importantes esfuerzos por avanzar en la adopción de un modelo de gestión pública centrado en el logro de resultados y la evaluación de su impacto en el desarrollo de la sociedad y en su prosperidad hacia mediano y largo plazo. Esta perspectiva de resultados se muestra como muy superior a los paradigmas y modelos de administración pública aún vigentes, en virtud de que su concepción es sensible al hecho de que el bienestar de una sociedad depende de un mayor número de factores que están interrelacionados y que afectan también a otras sociedades. Los países cuyas sociedades se mantienen más desconectadas del resto, aún no consiguen resolver las dificultades para impulsar los niveles de desarrollo humano, en sus distintas dimensiones. Mientras, por * Especialista en Fortalecimiento Institucional. Docente de la Universidad ESAN y Socio de A&R Consultores: www.ayrconsultores. org ** Magíster en Administración mención en Sistemas de Información y Telecomunicaciones. Docente de la Universidad ESAN. otro lado, diversos países están hallando un equilibrio saludable cuando de modo anticipado vinculan sus políticas locales y nacionales a las dinámicas regionales y globales, a efectos de desarrollar resistencia contra shocks externos y, al mismo tiempo, anticiparse a las oportunidades que más impacto prometen en materia de desarrollo. Por otro lado, la orientación hacia resultados propone un marco de referencia amplio para ubicar al Estado en un papel de coordinador de esfuerzos con otros sectores del contexto nacional y global, sin que se requiera que, por ejemplo, distintos países adopten exactamente las mismas políticas. En otras palabras, lo que ha sido definido como la gestión por resultados (GpR) es un concepto flexible, interactivo, sistémico y orientado al éxito en la implementación de políticas coherentes. Por tanto, funciona para distintos tipos de políticas públicas, distintos regímenes de gobierno y de administración del Estado, y distintas tradiciones de pensamiento político. Más aún, en la última década, la velocidad con la que se configuran los vínculos entre sociedades ha mostrado que los modelos de administración desde el Estado (que denominaremos gestión pública) difícilmente permiten afrontar los desafíos nuevos y el soporte a políticas asociadas al concepto del Estado de bienestar. La razón es muy simple: la transformación en las estructuras sociales, económicas y tecnológicas, entre otras, está ocurriendo no a escala nacional, sino global; y a una velocidad mayor a la capacidad del Estado para reinventarse a sí mismo (modernización). A la luz del argumento anterior, la pregunta sobre si adoptar o no un modelo de administración de tipo GPR pierde potencia, dado que otro tipo de filosofía de gestión Actualidad Gubernamental no prevé los desafíos actuales que tiene el Estado para impulsar el desarrollo de una sociedad y contribuir a un mejor contexto cooperativo entre naciones. En su lugar, la pregunta fundamental se manifiesta de dos formas. Por un lado, es prioritario definir cuál es la arquitectura institucional y el contexto jurídico normativo que hacen de la GPR un mecanismo por el que el Estado es más eficaz en materia de política pública. Al respecto, en los últimos veinte años los países de la región han emprendido un conjunto amplio de reformas constitucionales, normativas, económicas, sociales y organizativas. Pero, en el momento actual, solo las reformas de carácter económico y social parecen haber mantenido su progresión. Las políticas emprendidas dentro de un nuevo contexto de gobierno y de administración del Estado parecen no avanzar al ritmo que se había previsto; y la percepción de los ciudadanos, que actúa como un barómetro, conduce a considerar que la gestión desde el Estado aún no consigue el grado de incidencia esperado en las diversas materias que implica el desarrollo y el bienestar de una sociedad. Por otro lado, la propia implementación de la GpR depende no solo de un contexto jurídico-normativo favorable, sino también de otros factores y estrategias de carácter más organizativo, ejecutivo y operacional. El más notorio de ellos es el denominado modelo de gestión. Sobre el punto anterior, aún se discute si los modelos de gestión de la calidad, la administración por objetivos o la alineación de metas con políticas de Estado (como sostiene el paradigma de la Nueva Gestión Pública) serán los ejes de un modelo integrado de GpR o si serán componentes de un modelo que irá madurando de modo progresivo. N° 50 - Diciembre 2012 II 1 Informe Especial Área Gestión Pública y Modernización del Estado II Informe Especial La discusión sobre el modelo de GPR no se espera que se resuelva en el corto plazo, pero sí es necesario no perder de vista que cualquiera sea el modelo a adoptar, los principios que lo guiarán deben descansar sobre supuestos razonables, que comprendan, sobre todo, aquellos aspectos que son críticos para que la GPR se pueda implementar, utilizar, medir, sostener y profundizar. Estos puntos todavía están ausentes en la discusión multisectorial que es necesaria para hacer de la GPR un medio factible para impulsar el desempeño de la gestión pública. Por el momento, se ha privilegiado más un supuesto para todo tipo de estrategias de reforma en la administración pública y de modernización del Estado: las normas, como elemento que no solo facilita, sino que también activa la GpR. Ciertamente, las normas corresponden al contexto necesario para emprender GPR. Pero en última instancia, la gestión se desenvuelve en el campo de acción de las organizaciones, dentro de su respectivo contexto geográfico, social, económico e institucional. Además, la gestión es contingente a las condiciones de dichos contextos particulares y a los comportamientos de los gestores. Estos elementos caen más allá de lo que es posible, y del todo, controlar, regular, predefinir o anticipar. El futuro de la GpR en los países de la región, y en especial en Perú, se halla influenciado por otro tipo de supuestos para hacer factible un modelo de GpR, así como para hacer funcionales los beneficios derivados de procesos de GpR. Siguiendo el razonamiento anterior, este artículo se centra en proponer algunos de los supuestos y elementos contingenciales que, a criterio de los autores, deben preceder a los esfuerzos de implementar modelos de GpR en organizaciones del Estado; y en particular del tipo que tiene un mayor dinamismo en el contexto socioeconómico, como es el caso de los gobiernos subnacionales. Los supuestos y elementos de contingencia son diversos. Difícilmente pueden, todos ellos, ser anticipados. Sin embargo, el ejercicio de organizarlos por categorías es más útil a efectos de identificar qué elementos están ausentes aún de la discusión sobre el modelo apropiado de GpR. Asimismo, son útiles para anticipar las barreras para la eficaz implementación y funcionamiento. 2.Nueva gestión pública nacional-local En el particular caso de Perú, y aunque con distintos énfasis, la última década ha destacado por el ímpetu de los gobiernos de turno por reformar las prácticas de gestión en el contexto institucional de los gobiernos central y subnacional. Uno de los más esperados productos de estas estrategias de reforma ha sido arribar a un marco de referencia para operar en función del logro de resultados en la gestión desde la administración del Estado, que sea compatible con los principios y ejes de política pública que le son adscritos al paradigma o filosofía de la nueva gestión pública (NGP). La NGP por su parte, comprende un conjunto cada vez más amplio de cursos de acción desde el Estado, en respuesta al entorno local, nacional y global; y se centra en consolidar principios claros sobre cómo gobernar y cómo administrar el Estado y los procesos de fomento del desarrollo que emanan desde el Estado. En tal sentido, la NGP –cuya traducción original al castellano equivale a nueva administración pública– es más una filosofía o doctrina, que un modelo para conducir la gestión. Perder de vista este concepto ha llevado a no lograr “operacionalizar” (aterrizar) el papel del Estado en un conjunto de iniciativas y estrategias concretas de modernización de la gestión. El riesgo es que se pretenda un Estado que abarque solo “uno” (o “todos” en el otro extremo) de los roles que influyen en el desarrollo de un país. Este es el caso, por ejemplo, del papel interventor, que ya ha sido probado con resultados poco alentadores (como se desprende del hecho de que quedan poco más de 10 países en el mundo que aún se sujetan a ese “estilo” de gobernar y administrar). En el otro extremo, asumir “todos” los roles es poco práctico, y puede “bloquear” las iniciativas y emprendimientos de los demás actores de la sociedad. El artículo ilustra las siguientes categorías: Un balance es lo apropiado, entre interventor, promotor, coordinar y supervisor, para así erigir una “capacidad de respuesta” ubicua, que permita al Estado responder de forma apropiada, en el momento oportuno y con los medios necesarios a los desafíos y obstáculos que la sociedad enfrenta en su ruta hacia la prosperidad sostenida. • Nueva gestión pública nacional-local: Avances en el nivel de la gestión nacional que influyen en el contexto institucional y en la modernización de la gestión en las administraciones subnacionales. • Articulación de políticas con planes y lineamientos para la gestión. La capacidad de respuesta puede darse por medio de actividades (acciones de índole administrativa u operacional, como predomina todavía en la gestión municipal), funciones estructuradas o regulares (que suelen manifestarse a través de servicios sociales, por ejemplo), o a través de procesos que atraviesan la II 2 Actualidad Gubernamental N° 50 - Diciembre 2012 organización (lo que es menos frecuente en un contexto en el que la GPR y el grado de descentralización en la administración desde el Estado no han madurado). Ello implica que la gestión desde el Estado puede brindar diferentes niveles de respuesta (de mayor o menor valor agregado), en la medida que la organización se apoya en un conjunto de elementos y recursos organizados de modo que se puede verificar que han evolucionado siguiendo un patrón sistémico. En ese sentido, la configuración de procesos (modelo de gestión basado en procesos) al estado más próximo al concepto de “lo sistémico” (donde, existen otras configuraciones más evolucionadas que aún no han sido adaptadas para su empleo en el sector gubernamental, como es el caso de la configuración corporativa y del diseño radial y/o de redes.) El modelo de gestión proporciona mayor capacidad de respuesta para organizaciones (en función de sus contextos) que consiguen organizar sus recursos y capacidades en torno a lineamientos propios para gobernar (en el caso de los gobiernos locales) y dirigir la marcha de la organización; pero que no se contraponen a los lineamientos de política intergubernamental e intersectorial. Es decir, en las administraciones locales se cuenta con políticas propias, pensadas en operativizar objetivos de desarrollo local y regional, consistentes con los objetivos o políticas de Estado que emanan del nivel mayor de gobierno. Lo opuesto también se cumple: si los niveles de respuesta desde el Estado se mantienen rígidos y no se articulan entre sí, entonces el efecto/impacto del accionar del Estado se diluye. Consecuentemente, la gestión no sigue un patrón sistémico y, por tanto, no se configura el modelo de gestión; lo que dificulta que los resultados esperados sean posibles de alcanzar con la debida efectividad (eficiencia, eficacia, oportunidad y calidad). Lo anterior corresponde al estado más característico en un diseño institucional en el que la descentralización aún es incipiente y en que el modelo de gestión aún se encuentre postergado por el diseño organizativo jerárquico-funcional. En síntesis, la implementación de la GpR encuentra dificultades que parten desde la propia adopción del concepto de la gestión orientada a producir resultados. El problema de fondo es la desvinculación del contexto, que se entiende por los supuestos y elementos contingentes que deben poder justificar cuán favorables son las condiciones para implementar GpR y qué pasos seguir para la implementación. Área Gestión Pública y Modernización del Estado La consecuencia (como ocurre con los países de la región) es que se privilegian estrategias de reforma y/o modernización bajo el supuesto de que ese es el primer paso para entrar de lleno al paradigma de la NGP. Con ello, se pierde de vista que las estrategias de modernización y reforma son más bien condiciones necesarias para que la adopción selectiva de los principios y ejes de la NGP constituya el marco de referencia para la transformación de la forma como opera el Estado a través de sus instituciones y procesos, de un modo que sea posible medir su desempeño (base del concepto del modelo de gestión por resultados.) Para efectos ilustrativos, la figura 1 muestra cómo la NGP y la GPR se entretejen, necesariamente, a través de distintos niveles de gobierno y con el soporte de un contexto político y jurídico que pueda facilitar la transición hacia una gestión cuya razón de ser sea “impulsar el desarrollo de una sociedad”, de un modo “que se pueda evaluar en términos de desempeño” (resultados de alto impacto). Figura 1. Gestión por resultados en el marco de la NGP Nueva Administración Pública (nacional) Estrategias de reforma Nueva Administración Pública (local) Objetivos de desarrollo Política nacional-sectorial Políticas de gobierno-gestión (local) Institución (nivel central) Marco jurídico-normativo Modelo de GPR (local) Si bien la matriz mostrada en la figura 1 puede ser entendida como un marco de referencia esquemático, sus implicancias son numerosas; tanto, que describirlas en el presente artículo de opinión no sería posible. En tal sentido, en los siguientes párrafos procederemos, primero, a describir la secuencia de la matriz, para luego presentar los riesgos que implica no adoptar medidas y supuestos realistas para vincular la gestión central con las gestiones locales bajo un mismo concepto de GPR, y una misma filosofía de NGP. En la figura, la columna 1 muestra el nivel del gobierno central; la columna 3 muestra el nivel de gobierno local (puede incluir el nivel regional); y la columna 2 muestra el contexto esencial (los supuestos y elementos contingentes fundamentales) para hacer gestión orientada a producir resultados en ejes selectivos de desarrollo. Por otro lado, la fila 1 presenta la línea de pensamiento que emana de la dirección o cabeza de las instituciones del Estado, que revelan cuál será el estilo de gobierno, los lineamientos de política pública (prioridades), que se muestran en la fila 2, así como los lineamientos sobre cómo llevar las políticas a la práctica (gestión) y qué tipo de soporte institucional y organizativo se requiere para dicho proceso, en la fila 3. En cuanto a aspectos que contribuirían a animar el debate sobre la modernización del Estado, los autores destacan los siguientes (estrictamente para este artículo): • Bajo el paradigma de la NGP, el nivel de gobierno central (columna 1) no es más efectivo que el nivel de gobierno local en cuanto a la conducción de procesos que generan resultados que pueden medirse en términos de su impacto en el contexto local/regional. Esto se debe a que, en primer lugar, las capacidades ejecutivas y el tiempo de respuesta del Estado disminuyen en la medida que se fragmenta el ámbito de actuación (desde lo nacional, pasando por el nivel regional o federal, hasta el nivel local y sus correspondientes espacios sociales y/o componentes). En segundo lugar, el nivel central es más eficaz para visibilizar las condiciones del contexto (que rodea a cada ámbito de actuación en el nivel subnacional); razón por lo que el manejo de políticas abstractas (que se visibilizan mejor a través de objetivos asociados al desarrollo, como es el caso de los Objetivos del Milenio, la agenda 21, entre otros ejemplos) no es de mucha utilidad para resolver situaciones concretas que caracterizan mejor a los contextos locales. En tercer lugar, la misma noción de administración central implica que la naturaleza de la respuesta del Estado sea, ya bajo demanda o en función a lineamientos (políticas), definida con suma anticipación; tal que la única forma de respuesta eficiente es “centralizada”. Esta configuración no es Actualidad Gubernamental II favorable para un modelo de GPR, pero sí es eficaz (e imprescindible) para facilitar condiciones compatibles con la filosofía de la NGP, que faciliten, además, la implementación de estrategias de reforma en las administraciones subnacionales; a través de lo que se conoce como articulación intersectorial e intergubernamental. • Bajo un paradigma convencional, en el que desde el nivel central se ejerza un rol interventor, el Estado siempre será más efectivo en sus intervenciones, que lo que pueden hacer los sectores del contexto local/regional (sociedad civil, empresariado y gubernamental del nivel subnacional.) Lo anterior se explica porque el exceso de intervención y la carencia de promoción disminuyen las capacidades y recursos que bien podrían movilizar los otros sectores de la sociedad, para lograr objetivos de desarrollo que, por un lado, sean respuesta eficaz y oportuna a las necesidades y desafíos del ámbito local/ regional, y que, por otro lado, permitan emprender los planes, programas, inversiones, proyectos “a la medida” de las potencialidades del ámbito local. Evidentemente, el exceso del rol interventor y la falta de promoción y redistribución del poder formal para gobernar (en términos de ejercer el poder democrático), por ejemplo a través de la descentralización, son opuestos al paradigma de la NGP. Por tanto, también limitan, pero no del todo, la posibilidad de adoptar un modelo de GPR en el nivel de las administraciones locales. Bajo este segundo escenario, en consecuencia, la matriz de la gestión centrallocal podría prescindir completamente de la columna 3, que corresponde a la gestión desde el nivel local. Esto no significa que el nivel de gobierno local se desvanece, sino que asume un papel ejecutor (parcial) de acciones planificadas y organizadas desde el nivel central. Pero veamos la secuencia que describe la disolución de la gestión local: (a) El nivel central no adopta el paradigma de la NGP; por tanto, este tampoco existe para el caso de los niveles descentralizados o subnacionales (columna 1, fila 1). Asimismo, tampoco se requieren de estrategias de reforma (columna 2, fila 1). (b) Sin un nuevo horizonte para desarrollar gestión de alto impacto (al carecer de un nuevo paradigma del tipo NGP), las administraciones locales tampoco pueden desarrollar sus propias políticas institucionalizadas (columna 3, fila 2). Asimismo, a pesar de que en las administraciones locales sí se forman criterios de acción y priorización de las necesidades locales (en diálogo con los actores locales), se trata de acuerdos político-civiles que dependen más del entusiasmo de los vecinos y de la voluntad de los gobernantes locales; lo que los hace volátiles y sensibles a los cambios en el contexto nacional, regional y local. (c) Sin políticas propias, las administraciones locales deben adoptar las políticas sectoriales, como foco de N° 50 - Diciembre 2012 II 3 II Informe Especial atención de todas las intervenciones que dependen del presupuesto alimentado por transferencias de recursos. Este tipo de acciones no tiene mayor impacto y por tanto no se hace necesario medirlo o evaluarlos a la luz de planes estratégicos y programas presupuestales multianuales. En esta situación, tampoco existirían incentivos para emprender reformas que permitan implementar un modelo de GPR (columna 3, fila 3). (d) Dado que el nivel central mantendría el protagonismo en programas de gran escala, que se sustentan en las políticas nacionales (salud, educación, carreteras, electrificación, etc.), y donde el Estado sí tiene una ventaja relativa. En este caso, las administraciones locales (que no contarían con un modelo de gestión formal, orientado a resultados) deben reorganizarse de un modo que sean capaces de ejecutar operaciones “ancladas localmente”, en apoyo al programa o proyecto que se implementa desde el nivel central. Consecuentemente, al mantenerse el riesgo de implementación en el nivel local, el nivel central necesita aplicar medidas rígidas de control de procedimientos y de ejecución (física y presupuestaria); lo que consolida un modelo de funcionamiento estrictamente de corte administrativo y orientado a realizar actividades que no necesariamente pueden o necesitan medirse por resultados. 3. Articulación del planeamiento y la gestión Otro de los puntos críticos para la modernización de la gestión desde el Estado, tomando en cuenta una arquitectura gubernamental con niveles descentralizados de gobierno, así como una filosofía para conducir las organizaciones y el accionar gubernamental conforme a preceptos de la NGP es el dúo planificación-gestión. Este punto también amerita un examen meticuloso y un desarrollo menudo que demanda un tratamiento amplio que resulta difícil abarcar en un solo artículo de opinión. Sin embargo, dado que los artículos sobre la planificación son abordados en la sección respectiva (Sistema Nacional de Inversión Pública y Planeamiento), en este artículo nos limitaremos a abordar un tópico de índole más operacional, que tiene como centro la articulación de los planes con la calidad de la gestión, en términos de criterios generales de desempeño. Dado que esta sección aborda un tópico propio de la gestión desde lo local, procuraremos emplear un ejemplo ilustrativo en materia de desarrollo social. Asimismo, centraremos nuestra atención no en la planificación o en la gestión per se, sino más bien en el vínculo que los reúne, y II 4 que en el campo de la administración se conoce como alineación estratégica. En el campo de la dirección de organizaciones, alineación o alineamiento alude a vincular de modo interdependiente las actividades, procesos claves y recursos de una organización en aras de brindar el necesario soporte a la misión de la organización y contribuir al logro de sus objetivos. 3.1. ¿Por qué la alineación es tan importante? El sistema de gestión (orientado a producir resultados) en todo tipo de organización interesada en estimar medidas (generales y específicas) de desempeño a nivel de áreas orgánicas (ejecutivas, administrativas y operativas), así como de personas (en toma de decisiones y a cargo de tareas), parte del establecimiento de objetivos de alto nivel (que usualmente emanan del planeamiento) que deben ser vinculados a metas definidas tendientes a monitorear el avance en los objetivos. En las administraciones municipales vigentes este tipo de interrelación se lleva a cabo mediante la definición de planes operativos, acompañados de sus respectivos presupuestos y la asignación al área orgánica competente. Este punto de contacto, sin embargo, no implica que exista la debida alineación de acciones (administrativas y operacionales) y arreglos organizativos, en función de metas críticas y de objetivos estratégicos. Por tal razón, en los últimos años ha aumentado el interés por impulsar la alineación a través de dos frentes: externo e interno. En el frente interno, se persigue impregnar el ejercicio de gobernar y administrar lo público con la mística del logro de objetivos. Los esfuerzos se han dado de modo progresivo en las municipalidades provinciales (y con pilotos en las municipalidades distritales) a través de los programas estratégicos y los presupuestos por resultados. El avance con los presupuestos por resultados es importante, pero en poco contribuye a concretar la infraestructura de accountability y medición del desempeño (rendición de cuentas, internamente y de cara a la sociedad), que es la base de la GPR. El fin de la infraestructura interna de accountability es, por un lado, superar las medidas de control convencionales de la Administración Pública (control de procedimientos) para adoptar un tipo de control del logro de los resultados en función de lo planificado (denominado control estratégico). Por otro lado, se emplea medidas de desempeño para identificar la efectividad en el logro de metas y objetivos (en términos de calidad, eficiencia, Actualidad Gubernamental N° 50 - Diciembre 2012 oportunidad, eficacia) por procesos, por áreas, y por personas, en un periodo de tiempo que usualmente comprende el corto y el mediano plazo. En el frente externo, se persigue que el ciudadano sea el centro del accionar del Estado, y no solo su razón de ser (pero sin que este juegue un papel que se sobreponga sobre la función del Estado. Desde diferentes perspectivas, por ejemplo, se espera que el ciudadano brinde información de primera mano sobre la calidad de los servicios públicos, sobre la variación en las condiciones de vida, anticipe problemas de infraestructura y alerte sobre un empleo ineficiente y/o inadecuado de los recursos públicos. En el contexto peruano, la inserción del rol ciudadano (vigilante, usuario, beneficiario, codecisor, evaluador, entre otros roles) también ha logrado avances importantes, a través de mecanismos de concertación y vigilancia, y de procesos participativos de planeamiento y priorización del gasto público. Sin embargo, estos avances son muy modestos si se los contempla a la luz de lo que es posible alcanzar si se resuelven los problemas de alineamiento estratégico que enfrentan “cuellos de botella” en el frente interno, descritos en los párrafos previos. En conclusión, la transición hacia la GPR depende no solo de lograr la definición de planes, objetivos y modalidades de participación de los actores (en lo que existe buena experiencia en el ámbito peruano). Depende además de lograr la alineación de los sistemas, recursos y procesos que conforman la infraestructura de accountability (especialmente la infraestructura interna). 3.2. Indicadores sociales como estrategia para implementar GPR De la subsección anterior se desprende que la forma como los sistemas asociados a la infraestructura de accountability sean alineados con la misión y los objetivos de la organización, determinará la fortaleza del modelo de gestión para producir resultados esperados en los planes y las políticas, así como los insumos del mecanismo de accountability y medición del desempeño. El argumento precedente se concentra en describir y justificar el diseño del sistema de planificación en línea con el modelo de gestión, como ejes de una gestión moderna y orientada a producir resultados en función de políticas, objetivos institucionales y el compromiso de los gestores (reflejado en su desempeño). Sin embargo, poco puede decir con relación a la forma como opera el conjunto planificacióngestión en condiciones reales.