Voluntad de riesgo

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Voluntad de riesgo
Dispuestos a atender ad honorem cualquier emergencia durante
los 365 días del año, seis miembros del Cuerpo de Bomberos Voluntarios
de la Universidad Central de Venezuela (UCV) –fundado hace 52 años–
narran su experiencia frente a una labor que los compromete con la sociedad
dentro y fuera del campus universitario
Javier Graterol García | Fotografía Roberto Mata
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Alejandro Montes | 62 años
Coronel | 26 años como bombero
“Ingresé por primera vez al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la UCV en 1969, pero me retiré a los tres
meses. Quizá no estaba completamente maduro todavía: tenía 19 años. Volví en 1985”.
“Recuerdo un incendio forestal que atacamos en El Ávila. El fuego nos rodeó y tuvimos que lanzarnos
por un farallón. En esos momentos la adrenalina se dispara, pero siempre hay que pensar en el beneficio
que se le va a dar a la sociedad. Eso es lo que te motiva”.
“Lo más difícil que me ha tocado hacer en esta profesión es tratar de salvar una vida y no lograrlo: rescatar
a una persona y que después no pueda sobrevivir”.
“Cada vez que se hace algo por la comunidad, aunque no se reciba agradecimiento, uno siente que crece
en su interior. Es un éxito cuando se logra salvar una vida, cuando se apaga un incendio o cuando se ayuda
a una persona”.
“Cada vez es más difícil encontrar bomberos voluntarios entre los jóvenes. Lo que me motiva a seguir
en el Cuerpo de Bomberos es dejarles algo bueno a las generaciones futuras”.
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María Rosario Alanís | 43 años
Capitán | 24 años como bombero
“Cuando tenía 14 años, mi mamá me inscribió en la Brigada Juvenil de los Bomberos del Distrito Federal,
a raíz de la muerte de mi papá. Quería alejarme de lo que significaba haberlo perdido. La experiencia
en la Brigada fue bonita. Cuando cumplí 16 años, ya graduada de bachiller, me dijeron que debía retirarme”.
“Ingresé al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la UCV en 1987. Aunque aún no era estudiante
de la universidad, me aceptaron porque ya estaba esperando el cupo. Desde entonces, nadie me detiene”.
“Una vez atendimos a una muchacha en un accidente de tránsito. Una costilla le había perforado el pulmón.
Era joven. Nos decía que quería vivir, pero, a pesar de la ayuda que le dimos, ya había fallecido cuando llegó
al hospital. Ése fue mi primer contacto con la muerte”.
“Es bellísimo cuando las personas me recuerdan por haberlas ayudado. El mayor reconocimiento
es el agradecimiento de la gente después de un servicio”.
“Tengo dos hijos. Ellos adoran a los bomberos. Mi hija dice que va a ser bombero como su mamá.
Y, por supuesto, yo la apoyo”.
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Edgar Hernández | 48 años
Mayor | 28 años como bombero
“Desde pequeño me gusta ayudar a la gente y hacer trabajo comunitario. Cuando entré a la UCV,
pensé que la actividad como bombero era una forma de continuar la labor social que venía haciendo. Ingresé
en 1983, a los 19 años”.
“Mi formación profesional y mi desarrollo como ser humano se lo debo a esta institución: mi actitud ante
la vida, mis valores, mi mística, mi ética. Ésta es mi segunda familia”.
“Un buen bombero debe tener liderazgo, iniciativa y capacidad para integrarse a cualquier equipo de trabajo.
Debe proponer, ejecutar y tratar de hacer las cosas lo mejor posible”.
“Una de las situaciones que más me impactó fue el incendio de la torre Cémica de Chacao (Caracas),
en 1986. La gente se lanzaba de los pisos por miedo. En esos casos, uno siente impotencia porque
ya no puede hacer nada para salvarlos”.
“Los bomberos somos preventivos. No se trata nada más de estar uniformado en la estación. Por ejemplo,
cuando voy al cine, lo primero que hago es ubicar las salidas de emergencia”.
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Ramar Montaño | 43 años
Capitán (Primer Comandante) | 24 años como bombero
“Desde los 12 años pertenecía a la Brigada Juvenil de los Bomberos de Maiquetía. A los 16 años me retiré,
terminé mi bachillerato y, en 1987, entré en el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la UCV”.
“Mi primera experiencia como bombero voluntario fue en Maracay. El río El Limón se había desbordado
y toda el área estaba destrozada. Nuestro trabajo era encontrar cadáveres. Fue muy fuerte”.
“Al vincularse con otros seres humanos, uno se da cuenta de que el bombero tiene un poco más desarrollada
la capacidad para ayudar a otros, para tener mayor control, paciencia y tranquilidad. Ser bombero ayuda
a madurar”.
“El pensum de los bomberos debería ser materia de estudio obligatoria en la educación venezolana. Todas
las personas deberían saber sobre primeros auxilios, sobre combate de incendios y sobre técnicas
de rescate”.
“El fuego no hace daño si se tiene cuidado, si no se abusa. Hay que conocerlo: sus colores indican
la temperatura. Hay que saber atacarlo. Se trata de tener control y mente fría”.
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Antonio Febres | 55 años
Capitán | 32 años como bombero
“Entré a los bomberos en 1979. Soy el más antiguo del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la UCV.
Si alguno de mis hijos quisiera ser bombero, tendría todo mi apoyo. Quien hace esto, lo hace porque le gusta.
Y a mí me gusta”.
“Yo estuve en Tacoa en 1982, poco después de que ocurriera la tragedia. Lo más impresionante fue ver
los cadáveres quemados de las personas que estuvieron cerca de la explosión”.
“Nuestro objetivo principal es salvar vidas, proteger las estructuras y el ambiente. El bombero debe procurar
el menor daño a los bienes materiales y a la naturaleza”.
“Cuando se intenta pero no se logra salvar a alguien, se siente mucha tristeza e impotencia. Sólo
con la ayuda de los otros compañeros bomberos uno vuelve a levantarse”.
“Lo mejor de este trabajo es la satisfacción de ayudar a los demás. Las habilidades que se adquieren sirven
también para protegerse en todo momento. No tengo una fecha prevista para dejar el Cuerpo de Bomberos.
Pienso que un hombre de prevención nunca debe retirarse”.
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Ángel Hernández | 53 años
Teniente | 16 años como bombero
“Ingresé en el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la UCV en el año 1995. Mi curso comenzó
con 40 estudiantes y solamente nos graduamos 14”.
“Cuando estoy en medio de un incendio es difícil pensar en otra cosa que no sea el modo de apagarlo.
Hay que buscar una estrategia y el momento adecuado para combatirlo. El bombero siempre debe
estar concentrado”.
“En 1999 estuve en el deslave del estado Vargas. Vi muchos cadáveres, pero también logramos rescatar a varias
personas. Cuando se logra salvar una vida, se siente regocijo y uno se llena de alegría. Me gusta ser bombero”.
“Mi vida también ha estado en riesgo. Una vez, mientras combatía un incendio, no escuché la alarma
que indicaba que se estaba acabando el oxígeno del tanque. Empecé a ahogarme y vi todo negro. Me recuperé
gracias a un compañero que me auxilió”.
“Yo pienso que hay que nacer con la vocación de ayuda. Una persona se puede graduar de bombero, pero
si no lo siente en su interior, nunca llegará a ser un verdadero oficial”.
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