MANUAL del INVERSOR Sexta edición, revisada y actualizada En la redacción de este manual han intervenido los siguientes miembros del equipo de redactores y analistas de INVERSION: Mariano Utrilla, Mar Barrero, Isabel Sánchez e Ignacio Barroso. 4 DEPOSITOS BANCARIOS 4.1. ¿Qué son...? 4.2. Características 4.3. Fiscalidad 4.4. Inversión mínima 4.5. Gastos y comisiones 4.6. El perfil del inversor 4.7. El caso de Juan Inversor 4. Depósitos bancarios 4.1. ¿Qué son...? Los depósitos bancarios han figurado entre las colocaciones tradicionales para los inversores. Se podrían definir como depósitos irregulares de dinero. En líneas generales, los depósitos son cualquier bien (en este caso, dinero) confiado a un banco para su custodia. Los depósitos irregulares son aquellos en los que existe la obligación de devolver el equivalente a lo depositado. Por todo ello, los depósitos bancarios serían aquellos depósitos irregulares de dinero que reciben las entidades especialmente encomendadas para ello (entidades de depósito: bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito) de sus clientes, con el fin de guardarlos y custodiarlos con la obligación de devolverlos en un determinado momento. El momento determina el tipo de depósito bancario. Este puede ser a la vista o a plazo. En el primer caso, la entidad financiera tiene la obligación de devolver los fondos depositados por el cliente en el momento en que éste lo indique, ya sea de forma total o parcial. Tienen liquidez absoluta. Los depósitos a plazo marcan un determinado periodo necesario para que el cliente pueda recuperar los fondos depositados. Las cuentas a la vista son el instrumento básico en la operativa bancaria, ya que para realizar la mayoría de las operaciones es necesario que el cliente sea titular de una de ellas, ya sea una cuenta corriente o una libreta de ahorro. Es el concepto de cuenta transaccional: utilizar un depósito a la vista como producto angular en la relación entre cliente y entidad financiera. El usuario la utiliza inicialmente para depositar su ahorro, que posteriormente es colocado en otros productos e inversiones. Igualmente, es utilizada por el cliente como cuenta de gestión, para domiciliar los cobros y pagos de la economía familiar. También es utilizado por la entidad financiera, que en muchas ocasiones deposita en esta cuenta el pago de los rendimientos que haya obtenido el cliente en otras inversiones o las propias cantidades invertidas cuando el usuario decide rescatarlas. – 61 – Sin embargo, las cuentas corrientes y las libretas de ahorro han tenido muy poco de inversión, ya que el interés obtenido por los clientes era más bien escaso hasta la aparición y comercialización masiva de las supercuentas, en septiembre de 1989. El lanzamiento de la cuenta de alta remuneración quebró el status quo bancario que existía hasta entonces. Se abrió la época en que cada entidad tenía que lanzarse al mercado en franca competencia con las otras. Estos productos contaban con una elevada rentabilidad en comparación con lo visto hasta entonces en el mercado. Pero la caída de los tipos de interés que vivió la economía española para entrar en el euro hizo que las supercuentas tradicionales comercializadas por la red de oficinas pasasen a ser historia. Actualmente, la retribución de este tipo de cuentas corrientes es similar a la que tenían antes de la aparición de estas cuentas remuneradas. Con una diferencia: en muchos casos, su titular debe pagar comisiones que antes no abonaba. Sin embargo, las nuevas formas de distribución de productos bancarios por Internet han resucitado las cuentas corrientes y depósitos de alta remuneración. Esta vez, se trata de productos que se contratan exclusivamente a través de la red. Por ello se las conoce como “cuentas.com”. En la actualidad, las cuentas corrientes que ofrecen mejor remuneración son las comercializadas por la red. Además de su alta rentabilidad, se caracterizan en la mayoría de los casos por no admitir cobros y pagos. Es decir, no son cuentas transaccionales. Son, más bien, cuentas destinadas a remunerar la liquidez. 4.2. Características La clientela percibe a los depósitos bancarios como una inversión sencilla y segura. Este hecho puede que sea la base del éxito que han tenido entre el público. A pesar de que el inversor advierta en estos productos la seguridad y la sencillez, existen muchos más aspectos que los definen y singularizan. La principal característica de los depósitos es su liquidez, que es común a todos ellos. En cualquier momento el cliente puede retirar el dinero contante y sonante de – 62 – su cuenta. En los depósitos a plazo la liquidez queda reducida al periodo de la imposición. A pesar de todas estas características globales a los depósitos bancarios, existen aspectos que singularizan e individualizan a cada producto. La cuenta corriente es un contrato bancario por el que el titular ingresa fondos, que puede aumentar, disminuir o retirar cuando desee. La entidad está obligada a "devolver" en efectivo y al instante (por eso es un depósito a la vista) los depósitos requeridos por el cliente y previamente colocados en la cuenta. El depositante puede hacer efectivo su ahorro en ventanilla, por talonarios o en cajeros automáticos al hacer uso de su tarjeta de crédito o débito. La primera es una tarjeta de material plástico, emitida por una entidad crediticia o una institución especializada a nombre del titular, que podrá utilizarla para efectuar compras y realizar pagos a crédito dentro de unos límites de riesgo previamente fijados. La entidad emisora señala la cantidad máxima de la que puede hacer uso el cliente. Por ello, la tarjeta justifica la solvencia de su titular. Dada su función y aceptación cada vez más generalizada y el material del que está hecha, se la considera y denomina "dinero de plástico". La tarjeta de débito permite la realización de pagos o la obtención de dinero en efectivo a través de cajeros automáticos. La diferencia con la anterior radica en que acumula los pagos y los carga a la cuenta del titular, sin dar opción a tomar un crédito. El límite máximo de la tarjeta de débito está fijado en idéntica cantidad que los saldos en cuenta. La última generación en medios de pago es el llamado monedero electrónico. Su formato es idéntico al del resto de las tarjetas. Sin embargo, no cuenta con una banda magnética, sino con un microprocesador o chip. En él está contenida toda la información de su titular. No sólo los datos personales, sino también la cantidad de efectivo disponible. Gracias a esta tecnología, se puede utilizar sin necesidad de confirmar su saldo mediante conexión telefónica, tal y como es necesario en las tarjetas con banda magnética. – 63 – El monedero electrónico está diseñado para abonar las compras de pequeñas cuantías. Por ello, los comercios en los que tendrá una especial cabida son bares, quioscos de prensa, estaciones de servicio, restaurantes de comida rápida, taxis... También es utilizado para abonar las compras en máquinas expendedoras. Dado el uso para el que está concebido, el monedero no permite que su titular lleve en él grandes cantidades de dinero. El límite máximo suele estar en 25.000 pesetas. Esta cantidad se puede recargar a medida que sea utilizada. Para ello se puede utilizar los cajeros automáticos. Si el titular de una cuenta realiza pagos o disposiciones de dinero superiores al saldo depositado en ella, pasa a una situación de descubierto. Tal posición frente a la entidad origina el cobro de unas comisiones y la aplicación de los intereses correspondientes hasta el momento de su amortización. Las cuentas corrientes no son sólo depósitos con los que obtener un determinado interés, por pequeño que sea. También son cuentas que prestan al cliente una serie de servicios agregados. Los más significativos son los de cobros y pagos (de domiciliaciones, en definitiva) seguros de accidentes, anticipos en la nómina y créditos preferenciales, entre otros. El banco tiene la obligación de transmitir al depositante el extracto de su cuenta, al menos semestralmente. A pesar de ello, la mayoría de las entidades envían al domicilio del titular una liquidación mensual, en la que se indican los movimientos de la cuenta, el saldo final y los intereses correspondientes. En el momento de la formalización de la apertura de la cuenta corriente, es muy común que los bancos pongan encima de la mesa el documento de compensación de saldos, mediante el que el cliente da la autorización al banco o caja para que éste, en caso de que una cuenta quede con saldo negativo, traslade el dinero necesario para compensar los "números rojos" desde otra/s cuenta/s que tenga el mismo titular, aunque estas últimas sean compartidas con otros cotitulares. Las cuentas de ahorro son muy similares a las cuentas corrientes. La diferencia más notable es que su soporte es una libreta de – 64 – ahorro, en donde se indican todos los movimientos efectuados y el saldo total. En este tipo de producto se prohíben los descubiertos en cuenta y no disponen de talonario. El cliente puede retirar en efectivo sus saldos mediante la presentación de su libreta en el banco o la utilización de la tarjeta de débito o crédito siempre que quiera, ya que las libretas también son un depósito a la vista. Igual que en las cuentas corrientes, el titular puede domiciliar cuantos cobros y pagos desee. Es más, las entidades suelen ofrecer ventajas adicionales a los clientes que domicilien su nómina en una de sus cuentas o libretas. Se trata de las denominadas “cuentas nóminas”, en las que el depositante suele obtener una serie de ventajas como un seguro de accidentes gratuito –normalmente de hasta un millón de pesetas–, posibilidad de financiación automática a un tipo preferencial, anticipo de una de sus nóminas y emisión gratuita de tarjetas de crédito, en la que su titular no abona su cuota de mantenimiento durante el primer año. Aunque tradicionalmente la rentabilidad de las cuentas de ahorro ha sido inferior a la proporcionada por las cuentas corrientes, en los últimos años se ha igualado bastante. En la práctica, la única diferencia entre las cuentas de ahorro y las cuentas corrientes es el soporte en que se sustentan ambos productos, ya que la primera tiene libreta y la segunda talonario. Las cuentas de ahorro han experimentado una gran evolución durante los últimos años. Muchas libretas han popularizado los sorteos de regalos como una retribución complementaria al ahorrador. También existen libretas y cuentas corrientes específicas, diseñadas para un público muy concreto. Entre ellas se encuentran las cuentas infantiles, juveniles y las destinadas a la tercera edad. En ellas, las entidades ofrecen una rentabilidad similar al resto de los productos a la vista, pero aderezan el producto con una serie de ventajas especialmente enfocadas al público al que van dirigidas las cuentas. Normalmente ofrecen sorteos, viajes y la posibilidad de acceder a financiación en condiciones preferentes. – 65 – Los depósitos a plazo son un tipo de contrato documentado en una cartilla por el que el cliente se compromete a mantener en la entidad hasta su vencimiento el importe del depósito. A cambio recibe una retribución, más elevada que en los depósitos a la vista y acorde con la cuantía de la imposición efectuada. Al concluir el periodo pactado, el banco o caja devuelve al cliente el ahorro depositado y los intereses correspondientes. A pesar de ello, en una extrema necesidad de hacer efectivo su dinero, la entidad suele conceder al cliente la posibilidad de retirar los fondos, en todo o en parte, mediante el pago de una penalización. Esta se suele concretar en la no percepción de los intereses correspondientes. Los depósitos a plazo o imposiciones a plazo fijo (IPF) constituyen quizás el producto clásico de inversión. Es utilizado por el inversor desde hace años para lograr una rentabilidad que no era posible encontrar en las cuentas a la vista. Pero esta remuneración tiene su talón de Aquiles en la falta de liquidez de estos productos. Los bancos encontraron la forma de paliar esta iliquidez mediante la comercialización de los superdepósitos a corto plazo: imposiciones a un corto espacio de tiempo, una semana, quince días, un mes o tres meses. Tienen un alto interés combinado con una relativa disponibilidad. Lo peor que puede pasar si el cliente necesita su ahorro de inmediato es que se quede sin la rentabilidad de ese periodo. Es práctica habitual de estos depósitos especiales la renovación automática del plazo, siempre y cuando el titular no de orden contraria a la entidad. Buena parte de las imposiciones a muy corto plazo son depósitos financieros. Las entidades invierten sus saldos en títulos del Tesoro a muy corto plazo. Normalmente, repos (activos con pacto de recompra) y colas de Deuda (emisiones a largo plazo a las que les resta poco tiempo para su vencimiento). Hasta 1999, estos depósitos no están obligados a practicar retención a cuenta sobre los intereses generados. Sin embargo, tras la reforma fiscal las entidades deben practicar una retención del 18 por ciento sobre los intereses generados en todas las cuentas y depósitos bancarios (ver el punto número 3 de este capítulo). – 66 – Durante 1994, y al calor de los altos tipos de interés de los bonos y las obligaciones, surgieron con fuerza los depósitos a largo plazo. Ahora, con la senda alcista que han tomado los tipos de interés, estos depósitos han vuelto a comercializarse con fuerza. Su vencimiento se suele prolongar a un periodo mínimo de dos años con el objetivo de que los intereses generados puedan beneficiarse de la reducción del 30 por ciento previsto por la Ley del IRPF. Entre las imposiciones a largo plazo hay que distinguir entre las que abonan el interés de forma fija y las que lo hacen de forma creciente. Las primeras funcionan de forma idéntica a los clásicos depósitos. El cliente coloca su dinero a un determinado vencimiento y a cambio recibe una remuneración, que es la misma desde el inicio al final de la operación. Los depósitos a interés creciente elevan su retribución con el paso del tiempo. Generalmente, incrementan la rentabilidad al término de cada año hasta su vencimiento. Eso sí, el cliente conoce la remuneración que va a obtener desde el momento en que contrata el producto. El ahorrador no se tiene que dejar deslumbrar por la rentabilidad final del estos depósitos, que evidentemente es la mayor de toda la operación. Para conocer la rentabilidad real del depósito es conveniente que pregunte por la TAE media para todo el periodo. Pero ya sea un depósito a interés fijo o a interés creciente, para que el titular pueda aplicarse la reducción fiscal del 30 por ciento sobre los rendimientos, es necesario que éstos se generen en un plazo superior a los dos años. Por ello, en la mayoría de los depósitos a largo plazo se pagan los intereses a vencimiento. Los depósitos a largo plazo se diferencian del resto de las imposiciones a vencimiento en que suelen imponer mayores trabas a la liquidez. La mayoría no dejan recuperar la inversión hasta el vencimiento del producto. Son absolutamente ilíquidos. En caso de que su titular necesite el dinero depositado, la entidad le ofrece solicitar un crédito cuya garantía es precisamente el saldo de la imposición. El importe del préstamo oscila según los bancos entre el – 67 – 80 y el 90 por ciento de la inversión. Su tipo de interés suele ser el de mercado para los préstamos personales. Existen otros depósitos a largo plazo que permiten cancelar anticipadamente la operación, pero aplican una fuerte penalización. Es habitual que la cantidad penalizada no supere la suma de intereses abonados por la entidad hasta el momento de la retirada del capital. Otra forma de penalización que utilizan las entidades consiste en recortar el interés pactado inicialmente en varios puntos para el año en que se produzca la cancelación. Aunque no es general, algunos depósitos a largo plazo permiten la cancelación anticipada sin ninguna penalización. Para ello, el cliente tiene que rescatar la inversión en una fecha determinada, que normalmente coincide con el final de cada periodo de liquidación de intereses. Otro tipo de depósitos son los de interés variable. No ofrecen una rentabilidad fija, sino que la vinculan a la evolución de determinados índices. Normalmente, estos índices son bursátiles, aunque también se puede vincular con la evolución que presenten determinadas divisas o acciones. Son los llamados depósitos indiciados, que garantizan el capital invertido, pero su rentabilidad no es fija, sino que depende del indicador utilizado para su cálculo. Son productos que compiten directamente con los fondos de inversión garantizados. Estos depósitos cuentan con un plazo superior a los dos años (normalmente dos años y un mes) y abonan los intereses al vencimiento de la operación. De esta forma, se benefician al máximo de la nueva fiscalidad aplicable a los depósitos bancarios. Una variante de este tipo de depósitos son los contratos financieros sobre acciones con rentabilidad fija. Estos productos aseguran una alta rentabilidad durante el plazo en el que se invierte el dinero, normalmente más de dos años. Sin embargo, la devolución del capital sólo se produce si las acciones de referencia aumentan su cotización durante el periodo de la operación. En caso contrario, el inversor recibirá al vencimiento del contrato el contravalor de su inversión inicial en acciones. En ese momento, podrá vender las acciones en el mercado o esperar a que su cotización se recupere. – 68 – 4.3. Fiscalidad La reforma fiscal que entró en vigor en 1999 incorpora bastantes novedades sobre el tratamiento fiscal de los depósitos y cuentas bancarias. A partir de este año, la retención a cuenta de estos productos es del 18 por ciento. Anteriormente era del 25. La retención es aplicable a todos los depósitos bancarios. También a los llamados depósitos financieros a corto plazo que invierten en Letras y repos de Deuda. Estos últimos no contaban con retención hasta 1999, precisamente por invertir en activos emitidos por el Tesoro que no contaban con retención. Otra de las novedades fiscales radica en que los rendimientos generados y percibidos a partir de los dos años y un día (tres años fiscales) cuentan con una exención del 30 por ciento. Es decir, su titular sólo tributa por el 70 por ciento de los intereses percibidos. Por lo demás, los intereses de los depósitos y cuentas bancarias son considerados como rendimientos del capital y tributan al tipo general del contribuyente. 4.4. Inversión mínima Ni las cuentas corrientes ni las de ahorro suelen imponer una cantidad mínima de apertura. A pesar de ello, el inversor debe tener en cuenta los distintos tramos de remuneración. El interés de estos productos cambia según la cuantía de la imposición. Alguna cuenta mantiene una misma retribución para todos los saldos, pero siempre que el saldo medio durante un determinado periodo supere una cantidad prefijada. En todos estos productos es importante la reseña de "rentabilidad desde la primera peseta". El depositante también debe prestar atención a las franquicias o saldos no remunerados. Se denomina así a un primer tramo que no tiene ningún interés, por lo que el tipo anunciado en la cuenta se reduce en el momento de hablar de la rentabilidad efectiva. En los depósitos a plazo sí adquiere una especial relevancia el mínimo de apertura. Por medio de esta limitación, las entidades seleccionan los clientes de estos productos. La cantidad mínima para suscribir un depósito a plazo suele moverse entre uno y cinco – 69 – millones de pesetas. Estos remuneran desde la primera peseta al final del periodo contratado. 4.5. Gastos y comisiones Existe libertad de precio en cuanto a la fijación de comisiones por parte de las entidades financieras. Sin embargo, bancos y cajas deben tener a disposición de los clientes en sus oficinas un folleto que contenga las comisiones máximas que puedan cobrar por sus servicios y el importe de los gastos que puedan repercutir. No se admite, sin embargo, el cobro por servicios que no son tales. El Banco de España no admite que las entidades financieras cobren por talonario o adeudo de cheque en la propia cuenta, ya que estos son servicios inherentes a la cuenta corriente. Las cuentas corrientes y libretas suelen cobrar dos clases de comisiones. La primera es la relativa al mantenimiento, que se cobra por el mero hecho de tener abierta una cuenta. Este cobro suele rondar las 2.000 pesetas anuales, pero se dan grandes diferencias entre las distintas entidades. La segunda comisión es la que cobra los apuntes realizados en cuenta. Es decir, cualquier movimiento efectuado. La mayoría de las cuentas "regalan" a sus titulares un número de apuntes gratuitos al mes, que varían según los bancos y las cajas. Existen entidades que sólo ofrecen tres o cuatro anotaciones gratuitas. En cambio, otras no cobran hasta 10 ó 15 apuntes, e incluso se da algunos casos, sobre todo en libretas de ahorro, en que todos los apuntes se realizan sin ningún gasto para el cliente. La cuantía de esta comisión es dispar, pero es común que esté en torno a las 25 ó 30 pesetas por cada anotación. Las cuentas corrientes comercializadas a través de Internet no suelen aplicar comisiones, sean o no cuentas transaccionales. Es muy importante que el titular de esta clase de cuentas preste una tención preferencial a las comisiones. Dado el bajo nivel de remuneración que tienen las cuentas corrientes transaccionales, si el depositante soporta unas fuertes comisiones, le acaba costando dinero mantener la cuenta abierta. En los depósitos a plazo los ahorradores no suelen encontrar gastos. Es raro el cobro de la comisión de apertura y de manteni– 70 – miento. El único pago que los inversores deberán hacer frente es el de cancelación, si ésta se produce antes del plazo acordado. Lo habitual es que el cliente se quede sin los intereses generados hasta la fecha, como penalización por el rescate anticipado de sus ahorros. En caso de que el cliente tuviese problemas o discrepancias con su entidad financiera, siempre podrá exponer su situación al Servicio de Reclamaciones del Banco de España. El banco emisor tiene a disposición de todos los usuarios de servicios bancarios un departamento especial para que éstos ejerzan el derecho de protesta. Para ejecutar acciones de requerimiento contra entidades financieras en el Banco de España es necesario haber dado una serie de pasos previos. Antes de que cualquier ahorrador se fije en la autoridad monetaria como destinatario de su demanda, es necesario que se dirija al Defensor de la Clientela o departamento similar de la entidad financiera en cuestión, siempre que disponga del mismo. Actualmente, la mayoría de bancos y cajas disponen de este servicio. Hay que tener en cuenta que el organismo mediador de la entidad tiene que ser reconocido por el Banco de España para que sea válido su arbitraje. Si este procedimiento no ofrece soluciones satisfactorias al usuario, éste podrá dirigirse al banco emisor. Para ello, podrá ponerse en contacto a través de los teléfonos (91) 338.50.68 ó 338.58.51, o enviando su notificación al propio Servicio de Reclamaciones, cuya dirección es Plaza del Rey, número 6, de Madrid. 4.6. El perfil del inversor En un principio, cualquier ahorrador es cliente potencial de los depósitos bancarios. El motivo no es otro que la utilización de éstos como cuenta operativa o cuenta de relación. Las cuentas corrientes o de ahorro son el vehículo ideal para el pago y cobro de recibos de la economía familiar o personal, así como para centralizar en ellas todas las transacciones y operaciones de inversión. Si entendemos invertir como obtener una rentabilidad por los ahorros, los depósitos bancarios restringen mucho más su campo de actuación. Tan sólo los depósitos a plazo pueden competir en rentabilidad con otros productos financieros sin riesgo. – 71 – 4.7. El caso de Juan Inversor Juan Inversor es consciente que la caída de los tipos de interés ha dejado muy reducida la retribución tanto de las cuentas corrientes como de las libretas de ahorro. Pero siempre hay espacio para la sorpresa. En las cuentas transaccionales, aquellas que utiliza para domiciliar pagos e ingresos, la remuneración brilla por su ausencia. Ni siquiera con un millón de pesetas de saldo consigue un interés que llegue al uno por ciento. Sólo en aquellas cuentas que no permiten la domiciliación de recibos y se comercializan por Internet, ofrecen una remuneración algo más elevada. En el entorno del tres por ciento para este mismo saldo. Finalmente, Juan Inversor se decide por repartir el ahorro que desea mantener a la vista entre ambos tipos de cuentas. La primera cuenta la utilizara como cuenta transaccional. En ella gestionará los cobros y pagos de la economía familiar. Depositará en ella el dinero necesario para afrontar los gastos corrientes. Los excedentes, los dirigirá a otras inversiones más productivas. Parte de los mismos los depositará en una segunda cuenta a la vista, ya que a nuestro amigo le gusta contar con un porcentaje de su ahorro a la vista, por lo que pueda pasar... Esta segunda cuenta es puramente financiera. No permite la domiciliación de recibos. En ambos casos, Juan Inversor presta especial atención en las comisiones que le cobra la entidad financiera. En la cuenta transaccional consigue que el banco no le cobre por los apuntes efectuados. Este es un aspecto muy importante, ya que será en esta cuenta donde realice la mayor parte de sus movimientos financieros. En esta cuenta mantiene un saldo medio anual de 300.000 pesetas (1.803 euros), por las que obtiene una remuneración del 0,10 por ciento. Al término del año, obtiene un rendimiento de 300 pesetas (1,80 euros). De esta cantidad, la entidad ingresa en Hacienda 54 pesetas, en concepto de retención a cuenta del 18 por ciento. El rendimiento de la cuenta no cubre la comisión de mantenimiento, de 1.200 pesetas anuales (7,21 euros). Es decir, que esta cuenta le cuesta dinero a su titular. En la cuenta financiera contratada por Internet, Juan Inversor mantiene un saldo anual medio de un millón de pesetas (3.005 – 72 – euros). Esta cuenta ofrece una remuneración del 5 por ciento. A la conclusión del año,el rendimiento final es de 50.000 pesetas (300,51 euros), de las que 9.000 (54,09 euros) van directamente al fisco para abonar la correspondiente retención. Juan Inversor, que es un depositante clásico, también es partidario de mantener una cifra significativa en las tradicionales imposiciones a plazo. Decide invertir cinco millones de pesetas (30.050 euros) en un depósito anual comercializado por Internet, en el que obtiene una remuneración del 5,20 por ciento. Al término de cada ejercicio obtiene 260.000 pesetas (1.562,63 euros), de las que se lleva 213.200 pesetas (1.281,36 euros) una vez haya ingresado la retención a cuenta en Hacienda, que se eleva a 46.800 pesetas (281,27 euros). Para aprovechar la actual fiscalidad de los depósitos a largo plazo, Juan Inversor opta por colocar otros cinco millones de pesetas (30.050 euros) en un depósito con vencimiento a 2 años y un día que contrata por Internet. Este depósito únicamente reparte los rendimientos en el momento de concluir la operación. Con ello, su titular sólo tendrá que declarar por el 70 por ciento de las ganancias obtenidas. La remuneración del mismo es del 5,20 por ciento, con lo que el rendimiento de la imposición es del 533.520 pesetas (3.206,52 euros) al cabo de los dos años. De esta cantidad, sólo deberá declarar en el IRPF 373.464 pesetas (2.244,56 euros). El resto queda exenta. De los interés generados, el banco ingresará en Hacienda 96.034 pesetas (577,18 euros) en concepto de retención a cuenta. – 73 –