el amparo constitucional y la "malitiosa iuris interpretatio"

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EL AMPARO CONSTITUCIONAL Y LA "MALITIOSA IURIS INTERPRETATIO"
Ali José Venturini B.
Profesor de Derecho Procesal Civil y Agrario
I
Como sabemos, el gran CICERO, maestro de "DE LEGIBUS", advirtió a los intérpretes de la
Ley, contra la tentación del rigor extremo de su letra; pues, la "observancia literal" casi
siempre, envuelve el contrasentido de la injusticia. Esta enseñanza secular, irradia toda la
Filosofía del Derecho con la expresión "summun ius summa injuria", cuya concreción está en
el Art. 254 del Código de Procedimiento Civil que manda a los Jueces a prescindir en sus
decisiones de "sutilezas y puntos de mera forma".
Sucede, sin embargo, que en Venezuela algunos intérpretes superiores ignoran esta pauta
hermenéutica "superior" en aras de un bloqueo ascendente a la función jurisdiccional. Ello se
observa con la evidencia de una "verdad estadística" en la Jurisprudencia prevalente de la
Corte Suprema de Justicia sobre amparo constitucional, contra resoluciones judiciales y,
recientemente, en la posición del Tribunal Superior Agrario Accidental.
** En efecto, tanto la Corte, como el tribunal superior aludido prácticamente han derogado el
Art. 4 de la Ley Orgánica de Amparo, sobre la hipótesis de que siempre existen otros medios
eficaces y de celeridad para restablecer la situación jurídica infringida, dándole a la acción de
amparo un carácter "subsidiario", en contra de su verdadero carácter "sucedáneo" (1).
A nuestro modo de ver, y con el debido respeto a la enjundia de los magistrados "adheridos"
a la tesis de la "subsidiaridad", me permito señalar con palabras del maestro CICERO, que al
argumentar en esta forma dan pie a una obsoleta "Maliciosa iuris interpretatio" que, ni
siquiera, es aceptable para los cultores más excelsos del "formalismo"; ni, por supuesto para
quienes pretendemos analizar el asunto con criterios sistemáticos, verdaderamente
"procesales".
II
Veamos casuísticamente el asunto. El Magistrado Alberto Báumeister, en sentencia de fecha
25 de Febrero de 1993 del Tribunal Superior Agrario Primero Accidental decidió (exp933619) lo siguiente:
"De la revisión que se hace del folio último del escrito de la querella, así como de otrosrecaudos consignados, puede observarse en forma evidente que la presente actuación no ha
sido siquiera suscrita por el peticionante, luego, no hay siquiera la posibilidad de ordenar
convocatoria del querellante o solicitante a enmendar tan lamentable omisis, en tanto que no
existe en justicia el pedimento, no siendo a juicio de este Tribunal procedente el recurso
contemplado en el artículo 19 de la Ley especial".
Se permite observar el Tribunal que si bien el Secretario Natural debió haberse abstenido de
proveer sobre el recibo de la solicitud, tampoco es ello una obligación imperativa de la Ley, y
bastaba, con no haber siquiera proveido sobre nota de presentación, pues tampoco tal
solicitud en la forma que se le presentó lo obligaba a él a pronunciarse en forma alguna, ni
tampoco la Ley lo faculta para ello, así se observa para los fines consiguientes.
2. Los anteriores razonamientos, serían suficientes en derecho para no entrar a conocer sobre
ningún otro aspecto en el presente caso, en tanto que los documentos presentados a la
consideración del Tribunal carecen de todo valor y eficacia. No obstante, el Tribunal, con el
objeto de evitar nuevos trámites sobre el mismo asunto, y analizado como ha sido el objeto de
la querella y su fundamento, igual observa:
El caso concreto se fundamenta en la eventual falta de competencia del juzgado denunciado,
en tanto que habiendo cesado en su competencia, con motivo del desistimiento del
procedimiento habido en el caso de autos, según se lo alega, juicio que vinculaba al
querellante en sus efectos, no obstante, revoca el auto de admisión del recurso de apelación
ejercido contra el auto de admisión de una solicitud de estimación e intimación de honorarios
con motivo de dicho proceso, y hace otros pronunciamientos.
Ahora bien, como ya lo tiene decidido esta misma Alzada y lo ha confirmado nuestra Corte
Suprema, contra tales decisiones que niegan o impiden el trámite al recurso ordinario de
apelación existe un recurso expedito, pronto y eficaz en materia, ordinaria que es garantía de
aquel, este es el Recurso de Hecho.
Podría aducirse que él no procede en vía ordinaria sino contra expreso pronunciamiento que
lo niega (como es el caso de autos) o que sólo lo oye en un efecto, cuando por Ley debe serlo
en ambos. Si bien ello es así en los juicios ordinarios y en el procedimiento Civil, no ocurre
lo mismo en los casos de juicios Laborales y Agrarios, en los cuales dicho Recurso encuentra
su más perfeccionada consagración, en tanto que la Ley lo establece aún para el supuesto de
su no trámite adecuado, y así se deduce del artículo 23, ordinal segundo de la Ley Orgánica
de Tribunales y Procedimientos del Trabajo.
En el presente caso, pues, en abundamiento de los razonamientos que hacen improcedente el
Recurso Extraordinario del Amparo por la razón analizada bajo el numeral primero de la
presente motivación, resultaría así mismo inadmisible dicho recurso, cuando que, existen
otros medios eficaces y de celeridad que impiden la violación invocada y están perfectamente
a la disposición de los litigantes, todo conforme lo dispone el artículo 5 de la misma Ley
Orgánica de Amparo. Así se decide.
Por lo razonamientos que preceden, este Tribunal Superior Primero Agrario Accidental, con
sede en Caracas, declara:
"Inadmisible la querella, por reputarla ni siquiera presentada en su sede y dejando expresa
constancia de las demás observaciones que formula en cuanto a la acción ejercida, para el
supuesto de que se la hubiera deducido en la forma que determina la Ley".
III
Como se observa, la sentencia en análisis contiene, cuatro "pronunciamientos" que,
simplificando, llamaremos: "admonitorio", "rescisorio", "recisorio" y "premonitorio".
Constituye el primero una acertada recomendación al Juez natural, advirtiéndole que el
exceso de trabajo u otras circunstancias no son válidas para declinar el conocimiento de una
acción de amparo constitucional.
Constituye el segundo, una incomprensible asunción casatoria por parte del Juez accidental
que deja sin efecto la admisión de la demanda de amparo previamente realizada por el Juez
ordinario, acto que, como tal, está perfectamente diseñado por el Art. 341 del CPC en
concordancia con el Art. ejúsdem, aplicables al proceso constitucional de amparo por
mandato del Art... de la Ley de Amparo.
En efecto, a pesar del equívoco terminológico, en todo caso insuficiente para confundir á
cualquier procesalista avezado, la admisión de la demanda como "acto judicial" tiene dos
significados mayores:
A.- Como acto "a limine", implica, a tenor del precitado Art. 341 del CPC, la aceptación a
favor del demandante singularizado del llamado "derecho a la jurisdicción, o si se quiere, de
la "acción en sentido abstracto".
De acuerdo al principio de "orden consecutivo con fases de preclusión" la admisión de la
demanda "a limine" corresponde a uno de los cuatro tiempos fundamentales del proceso" el
de "introducción de la causa".
B.- Como acto judicial "post limine", implica la aceptación a favor del demandante del
derecho sustantivo hecho valer en juicio, o si se quiere, de la acción-pretensión en sentido
concreto.
De acuerdo al principio de "orden consecutivo legal con fases de preclusión", corresponde al
tercer tiempo del proceso: La decisión de la causa.
Ahora bien, la admisión o inadmisión "a ]¡mine" solo es controlable mediante recurso de
apelación (Art. 341 CPC) y no cabe por lo tanto su "revocatoria por contrario imperio".
De consiguiente, habiéndose admitido la demanda de amparo por el Juez Natural, parecerla
"lógico y a destiempo", que el Juez Accidental la declarara posteriormente inadmisible.
Por ello, con todo respeto y sin dejar de reconocer "la razonabilidad logoide" que alienta el
fallo comentado, sobre todo con vista al principio de economía procesal, me parece contrario
a norma expresa de Ley.
Parecerla, no obstante que el sentenciador equiparó la expresión "inadmisible" con "sin
lugar", marginando el perfeccionamiento de la terminología procesal.
IV
Constituye el tercero, la declaración de improcedencia de la acción propuesta, por cuanto el
libelo no fue firmado por su presentante y sólo se acompañaron copias fotostáticas.
Este aspecto de la sentencia comentada parecería incuestionable, al estar asentado en lo que
se llama la "communis opinio"; pero, en la búsqueda de una "sistemática del proceso" que
eluda los "valores populistas" y afinque la superior verdad que le atribuye un "ser
instrumental" para resolver "problemas de la Justicia; no para hacer de ésta un problema, me
permito, con timidez y singular respeto, hacer las siguientes interrogantes:
La ausencia de firma en un libelo cuya presentación al Tribunal consta fedatariamente por la
nota secretarial (Art. 339 de CPC en concordancia con el Art. 107 ejúsdem y 8 ordinal 2 de la
LOTPT, determina la existencia del acto?
Para responder cabalmente, debemos despejar algunas confusiones que provienen de la
aplicación analógica de ciertos textos legales, según los cuales la "ausencia de firma
determina la inexistencia del acto o documento. Entre tales normas aparece el Art. 246 del
CPC, cuyo acápite segundo establece, que "no se considerará como sentencia ni se ejecutará,
la decisión que no esté firmada por el Juez".
En efecto, a la par que el precepto anterior, específico para un "acto procesal" específico, en
el Art. 27 ejusdem, considera como "falta material" a omisión de firma, que si bien refiere en
su parte primera a los "Funcionarios", extiende al final a "testigos" peritos u otras personas.
De lo anterior resulta la posibilidad de una interpretación que contemple las faltas materiales,
tanto de los funcionarios judiciales, como de las partes propiamente dichas.
V
Cabe advertir que, conforme al derecho comparado es normal considerar entre los poderes
inherentes al Juez de la causa, el relativo a "indicar a las partes", en todo momento, las
lagunas que detecten, así como las irregularidades de los documentos que puedan ser
reparadas, asignando un término para subsanar, salvo, claro está, que por efecto de una
preclusión específica se produzca una "situación procesal" de ventaja que no pueda ser
modificada por la actividad judicial (Ur. MICHELI, Gian Antonio, CURSO DE DERECHO
PROCESAL CIVIL. Ed. Ejea. BS/As/1970, Tomo II, p. 260).
Recuérdese que, por virtud del principio dispositivo atenuado que rige nuestro proceso civil,
este poder de subsanación, como diría el maestro precitado, ha de ejercerse como estímulo a
los "poderes-cargas" de las partes, pero no para sustituir la actividad de estas últimas, pues
contra ello obra el Art. 15 del CPC que manda a mantener a las partes en sus derechos y
facultades, según la diversa condición que tenga el juicio, sin preferencias, ni desigualdades,
garantizándoles a todo evento su respectivo derecho de defensa.
VI
De consiguiente, podría considerarse sistemáticamente, que todo acto de subsanación de una
falta material a iniciativa del Juez tiene estos límites: a) que no exista una preclusión
específica. b) Que no dañe o desmejore el derecho de defensa de la contraparte.
Si lo anterior es cierto, bien podría el Juez de la Causa de amparo constitucional frente a una
demanda legalmente presentada con omisión de firma, ordenar la subsanación de tal falta en
ejercicio del poder instrumental que le confiere el aparte último del Art. 27 del CPC, aparte
de que el Art. 19 de la Ley de Amparo, dice:
No valdría contra esta interpretación sistemática, ningún texto legal en sentido contrario, pues
no lo hay, ni tampoco ninguna precisión técnico-procesal que lo impida a la luz de las
modernas pautas hermenéuticas, cuya cabida en el Art. 4 es perfectamente asimilable. En
efecto, la "intención del legislador" no es la simple voluntad de quienes hicieron la Ley en un
momento histórico; ni ésta podría tener un estratificado sentido inmanente y en este punto de
vista nos ayuda a la mejor doctrina (Cfr. ENGISCH, Karl, INTRODUCCION AL
PENSAMIENTO JURIDICO. Ed. Guadarrama, Madrid, 1967 p. 135), pues si el sentido
literal de una norma es unívoco, eso quiere decir que el espíritu objetivo se ha manifestado
precisamente de esa manera; pero si el sentido literal es "equívoco", como resalta en el art. 27
del CPC ya citado, se debe buscar el sentido "racional".
En este orden de ideas, según el maestro precitado (op. cit. 171) la insuficiencia de cualquier
norma jurídica impone al Juez dos posibilidades, en cierto modo inherentes a la función
jurisdiccional: a) en caso de "laguna" su eliminación llenando el vacío, supliéndolo con los
dispositivos de integración correspondientes, tales como la analogía, esto es, actúa "suplendi
causa"; b) en caso de infuncionalidad u otro defecto, mediante la corrección de la Ley, esto es
actuar "corigendi causa", incluso contra el tenor literal de la Ley.
Es claro que la pauta interpretativa no es aceptada por muchos juristas, para quienes, el
ordenamiento jurídico es "hermético" y en consecuencia carece de lagunas, pero como dice el
autor antes mencionado, solo es posible salir del "laberinto conceptual" y trazar un camino,
cuando se persigue un determinado objeto o fin, que en nuestra intención pragmática no es
otro que arribar a un ejercicio de los poderes instrumentales del Juez, cónsonos con la ideaprincipio de prescindir de sutilezas y puntos de mera forma que entraben el "pronunciamiento
de fondo", esto es, cumplir con el mandato matriz del Art. 1 del CPC que "obliga" a los
Jueces a administrar Justicia.
Es más, conforme a la doctrina referenciada, lo atinente a la ausencia de rúbrica de un
documento procesal, entre ellos, obviamente la demanda, "no interesa al orden público, y la
ley deja completa libertad de acción a los particulares en un asunto que les atañe
exclusivamente." (Borjas, op. cit. 285).
Ahora bien, no sólo y no tanto por el poder de subsanación que es inherente a la potestad
jurisdiccional (Art. 27 del CPC); sino por el poder de corrección específico que le asigna el
Art. 19 de la Ley de Amparo, el Juez constitucional puede y debe corregir la omisión de
firma en el libelo de amparo.
Si nos atenemos a la naturaleza jurídica de la acción de amparo cuyo ejercicio perentorio
auspicia la Ley, veremos como la firma del accionante no es "requisito existencial" de la
acción, aunque obviamente, es un "requisito natural" de la misma.
Ello, se deriva, "a fortiori", en orden al derecho positivo de una exegésis sistemática de los
Art. 16 y 19 de la Ley de Amparo Constitucional, que regulan el "Amparo Telegráfico" y los
requisitos particulares para intentar la acción por vía libelar. En efecto, al recibir en el
Tribunal la demanda telegráfica, mal podría aparecer firmada, por lo cual la Ley impone al
accionarte el "deber de ratificación" en los términos allí indicados. Tal ratificación deviene
como un acto procesal autónomo que, elípticamente elimina la confrontación probatoria que
emergería del Art. 1375 del Código Civil, según el cual el telegrama hace fe como instrumento privado cuando el original lleva la firma de la persona designada en él como remitente,
o cuando se prueba que el original se ha entregado o hecho entregar en ,l Oficina Telegráfica
en nombre de la misma persona, aunque ésta no lo haya firmado, siempre que la escritura sea
autógrafa..."
CONCLUSIÓN
Pues bien, la ausencia de los requisitos imperativos del libelo, y por ende, la omisión de firma
por parte del demandante, podría hacerse valer como cuestión previa impropia del defecto de
forma, ya que no aparece literalmente en el Art. 340, por ser connatural a la documentación
libelar, ello no obsta para la subsanación de la falta, con efectos "ex nunc" mediante orden del
Juez como Director del Proceso, en ejercicio de la "potestad-deber" que le imponen los Arts.
14, 27 y 206 del CPC) para procurar la estabilidad de los juicios evitando o corrigiendo las
faltas que puedan anularlos.
Dicho lo anterior, una primera afirmación categórica surge de la confrontación del derecho
positivo vigente y es que, la omisión de firma, por si sola, salvo el caso de la sentencia, no
determina la inexistencia o invalidez del documento libelar, si se considera que éste no es
más que un documento privado. Ello, por cuanto el Art. 109 del CPC en su acápite final,
permite que un documento que no haya sido firmado por la parte que lo presente, puede ser
objeto de reconocimiento en su contenido obviamente, a instancia de la parte a quien interese.
Desde otro ángulo del problema, consideramos mutatis mutandi con nuestros clásicos
procesalistas (Cfr. BORJAS, Arminio, COMENTARIOS... 1, 278) que resolver por
consiguiente, si la omisión de la firma implica o no la nulidad del acto de presentación de la
demanda, será solo una cuestión de hecho, porque su solución depende de las circunstancias
que demuestren, si el libelo no suscrito, fue presentado o no con la intervención del
demandante.
Y esto es lo "racional" por cuanto, siendo el acto de presentación de la demanda un acto
procesal específico, sometido al control fedatario del secretario, lo importante es que dicho
funcionario haya recibido la manifestación de voluntad libelar, pues la omisión de firma, -por
cualquier motivo involuntario, como diría el maestro antes citado, es en esencia una "falta
material". Lo importante es que el acto de presentación de la demanda se haya efectuado,
conforme a todas las exigencias de la Ley, cumplido en tiempo y lugar idóneos y
documentado con la nota respectiva.
VIII
Al transcribir y comentar en notas anteriores (Repertorio Forense) la sentencia del Tribunal
Superior Agrario Accidental de fecha 25 de Febrero de 1993, a cargo del distinguido
Procesalista, Prof. ALBERTO BAUMEISTER TOLEDO, señalamos nuestra posición en
tomo a las premisas de dicho fallo, precisando los puntos de convergencia y de disidencia.
Ahora nos toca analizar los demás aspectos en el orden de la exposición decisoria bajo los
epígrafes que siguen.
1. ASPECTO REFERENTE A LA OMISION DE FIRMA
Dice la sentencia (p. 3) refiriéndose al libelo de amparo, "que la presente actuación no ha sido
siquiera suscrita por el peticionante, luego no hay siquiera la posibilidad de ordenar la
convocatoria del querellante o solicitante a enmendar tan lamentable omissis, en tanto que no
existe en justicia el pedimento, no siendo a juicio de este Tribunal procedente el recurso
contemplado en el Art. 19 de la Ley Especial".
A nuestra manera de ver, el Superior incurre en un también lamentable error al confundir la
"existencia" del pedimento, con la "adecuada documentación procesal del mismo y exagera la
concepción astringente de la normativa que regula la acción de amparo constitucional, al
excluir del supuesto de hecho la aplicación del impropiamente llamado "recurso"
contemplado en el Art. 19 de la Ley Especial.
Veamos por qué: Un omissis de rúbrica, aunque sea con una sola "s", es una simple falta
material en términos estrictamente procesales, porque, como ha dicho CHIOVENDA, (Cfr.
PRINCIPIOS DE DERECHO PROCESAL CIVIL/ trad. Casals y Santalo. Ed. Reus. Madrid.
Tomo II, p75) "toda demanda ha de contener cuando menos dos elementos intrínsecos". a)
una declaración de voluntad de que sea actuada la ley; b) una invocación a un juez para
obtener la tutela jurisdiccional. Es esencial a la "demanda" la declaración de querer la
aplicación de la voluntad concreta de la Ley y la invocación del órgano del Estado que deba
actuarla, la cual puede hacerse directamente en presencia del Juez mismo. Por ello en materia
de amparo, como en cualquier otra la "presentación" de la demanda es un acto subjetivamente
complejo que se descompone en una declaración de voluntad específica del accionarte para
requerir la tutela jurisdiccional y una recepción fedataria del documento libelar por parte del
Juez o Secretario. Como tal, inicia el Proceso al ser propuesta en cualquier día y hora ante el
Secretario del Tribunal o ante el Juez para cuyo efecto todo tiempo será hábil, debiendo darse
preferencia al trámite de amparo sobre cualquier otro asunto (Arts. 11 y 339 del CPC en
concordancia con los Art. 13 y 48 de la Ley Orgánica de Amparo). Obviamente, la
presentación de la demanda de amparo es lo que llama la doctrina un "acto procesal de evento
psíquico", cuyo núcleo existencial es la "declaración de voluntad del actor". Tal declaración
incide de modo variable sobre las diversas personas que conforman el oficio judicial. Así,
frente al Juez determina la exigibilidad de impartir justicia (Art. 1 CPC).
Correlativamente implica una "precalificación" con fe pública de la idoneidad del acto para
constituir la relación procesal primigencia (Art. 3 del CPC). Ahora bien, la "presentación de
la demanda de Amparo Constitucional, por ser un acto procesal subjetivamente complejo,
(combinación entre "proposición" y recepción fedataria), depende de la valoración de los
elementos, "teleológicos" que le informan. Ello explica porqué, en una concepción
supraexegética la ausencia de firma del libelo no invalida el acto de presentación de la
demanda, cuando de ésta da fe el secretario o el mismo Juez, quien podría asumir
directamente el rol receptor del libelo según las posibilidades alternativas que prevé el citado
Art. 339 del CPC. En este orden de ideas, cobran singular relieve las observaciones del
Profesor ADOLFO SCHONKE, de la Universidad de FRIBURGO, (Cfr. DERECHO
PROCESAL CIVIL/Ed. Bosch. BARCELONA, ESPAÑA. 1950; p/118) para quien no se
puede "decir, en general, según el Tribunal Supremo, que en los escritos iniciales sea
imprescindible la firma del Abogado, cuando no haya duda alguna de que el escrito
presentado procede de él y tiene su aprobación. Aún en el pensamiento del autor precitado, si
un abogado presenta cualquier escrito sin firma, seguido de alguna nota firmada, ello se
considera bastante para el escrito inicial de que se trate".
Por eso resulta ultra ritualista e inconcebible sistemáticamente la sentencia comentada, en
cuanto al punto de la omisión de firma. Es más, cuando el Juez Constitucional dice que en el
caso de especie para el Secretario "bastaba con no haber siquiera proveído sobre nota de
presentación, pues tampoco tal solicitud en la forma que se le presentó lo obligaba a él a
pronunciarse en forma alguna, ni tampoco la Ley lo faculta para ello", incurre de modo
intensamente perceptible en una malitiosa iuris interpretatio, dado que, expresada y
documentada inequívocamente la voluntad de accionar por vía de Amparo, se imponía
cuando menos, por el eminente orden público tutelar que caracteriza a dicho Proceso
Constitucional, sugerir la corrección de la omisión. Pensar lo contrario, entre otras cosas,
derrumbaría los deberes "bona fide" que corresponden al Secretario del Tribunal para caer en
una selvática concepción de las funciones procesales.
Demás está indicar, que el Juez Constitucional, por añadidura excelente profesor de Procesal
Civil, emplea la palabra "pronunciamiento" cuando la refiere al acto de constatación
secretarial, en una acepción lejana.
La verdad es que, la demanda de amparo constitucional legítima y formalmente presentada
por un Abogado de la República, aún sin su firma o rúbrica, una vez "incorporada" a la
relación procesal primigenia por efecto de la nota secretarial, no es un "ultra-mundo"; ni
menos conduce a una situación de "inexistencia". Por ello debe entenderse el esquince
fraseológico de la sentencia comentada por lo que respecta a dicho aspecto, como algo
atrevido, exagerado y "antiteleológico".
Desde esta perspectiva cabe preguntarse: Qué sentido tiene el papel rectoral que se asigna en
el moderno Proceso al Juez (Art. 14 CPC) y cuál utilidad tendrían los poderes de corrección y
subsanación de faltas materiales conque se inviste (Art. 27 ejusdem), si una vez incorporada
fehacientemente una demanda presentada efectivamente por el actor, aún cuando sin su
rúbrica, no se pudiere corregir la deficiencia?.
De acuerdo a todo lo dicho, debemos reiterar que, cuando la sentencia comentada, considera
la falta de firma del libelo equivalente a "inexistencia" de la demanda, incurre en un
desconocimiento de la realidad fenomenológica del acto procesal subjetivamente complejo
denominado "presentación o proposición de la demanda". Pero, cuando afirma que no es
posible convocar al querellante para enmendar el "omissis", en tanto que no existe en justicia
el pedimento, mediante el recurso del Art. 19 de la LOA, incurre en un verdadero "abuso
argumental" que envuelve una especie de 'Tatum", según el cual "nace lo que nace, deviene
lo que deviene, y llega a ser lo que llega a ser", únicamente por la inflexible voluntad del Juez
Constitucional, para quien, la "omisión de firma en el libelo de amparo" es una especie de
"pecado original procesal", corregible solo por la llamada "plegaria en un grado sumo". Y
esto, sencillamente, es inaceptable, máxime cuando los actos procesales en nuestro sistema se
rigen, entre otros, por el llamado principio de veracidad. (Art. 12 del CPC).
Destacado el punto de la inexistencia del libelo y la consiguiente inadmisibilidad por esa
causa, entremos ahora a un aspecto sumamente interesante de la sentencia comentada que
denomino 'justicia preventiva premonitoria".
Veamos. La sentencia, con laudable propósito preventivo; pero con evidente inaplicabilidad
procesal, señala que con el objeto de evitar nuevos trámites sobre el mismo asunto "entra a
conocer el fondo dula controversia. O sea que con implacable dialéctica declara inadmisible
"a imine" el amparo, no obstante lo cual pretende en búsqueda de una "cosa juzgada
expectante y premonitoria", resolver pedagógicamente la controversia. Por supuesto que el
Juez Constitucional, al violar el "principio lógico-procesal de contradicción" (Cfr.
COUTURE, Eduardo, FUNDAMENTOS DEL DERECHO PROCESAL CIVIL. Ed. De
Palma, Buenos Aires 164; p. 485) solo asume un bonancible estilo magisterial, por lo que con
imitación de estilo nos permitimos redargüir sus afirmaciones.
2. Punto relativo al recurso de hecho.
Dice la sentencia comentada que "el caso concreto se fundamenta en la eventual falta de
competencia del Juzgado denunciado, en tanto que habiendo cesado en su competencia, con
motivo del desistimiento del procedimiento habido en el caso de autos, según se alega, juicio
que vinculaba al querellante en sus efectos, no obstante revoca el auto de admisión del
recurso de apelación... "En tal virtud, indica, que contra tales decisiones que nieguen o
impidan el trámite ordinario de apelación existe un recurso expedito, pronto y eficaz en
materia ordinaria, que es garantía de aquél, éste es el recurso de hecho...
Más, dejando a un lado el "trasquilamiento" que hizo el Juez constitucional de la polifacética
causa petendi de la acción incoada, lo cierto es que esta afirmación implica "salirse por la
tangente", dado que el recurso de hecho en caso de apelación oída a un solo efecto, no es una
"obligación procesal", sino a lo sumo una "carga" cuya falta de ejercicio no altera jamás el
alcance pleno del efecto devolutivo de la apelación. Esto es tan elemental que no amerita
ulteriores desarrollos, se trata de lo que se suele llamar una "verdad apidíctica". Por eso
mismo, con todo respeto, y sin perjuicio de su utilidad para la enseñanza didáctica del
Derecho Procesal Agrario, nos parecen fuera de lugar las interesantes observaciones del Juez
Constitucional en tomo a la especificidad del recurso de hecho en el Proceso Laboral y, por
remisión, en el Agrario.
3. Punto relativo al valor y eficiencia de las copias fotostáticas
Dice la sentencia comentada que los documentos acompañados al libelo carecen de valor y
eficacia, infiriéndose que ello se debe a que son copias fotostáticas.
Sobre este punto cabe preguntarse si existe insana jurisprudencia de la Corte Suprema sobre
el Art. 429 del CPC, pues, según dicha norma las copias fotostáticas claramente inteligibles
de los instrumentos públicos y de los privados legalmente reconocidos o tenidos por
reconocidos, se tendrán como "fidedignas" si no fueren impugnadas por el adversario, ya en
la contestación de la demanda, si hubieren sido producidas con el libelo, ya dentro de los
cinco días siguientes, si han sido producidas con la contestación o en un lapso de promoción
de pruebas. De no ser así, la inmotivada afirmación del Juez Constitucional, "carece de todo
valor y eficacia".
4. Punto relativo a la existencia de otros medios eficaces.
Dice la sentencia comentada, que existen otros medios eficaces y de celeridad que impiden la
violación invocada y están perfectamente a la disposición de los litigantes. Más en ninguna
parte del fallo se expresan tales medios, ni siquiera tácitamente, dejando "sin alivio y con
desesperanza" al accionante, quien podría pretender dado el tono pedagógico usado por el
Juez Constitucional un elenco, aunque fuere sumario de dichos medios, al menos haciendo
buena la parte final del Art. 254 del CPC, según el cual en NINGUN CASO, usarán los
TRIBUNALES de providencias vagas u oscuras, pues siempre deberá indicarse la Ley
aplicable al caso.
Y es que, conforme a la glosa clásica (Cfr. FEO, Ramón. ESTUDIO SOBRE EL CODIGO
DE PROCEDIMIENTO CIVIL VENEZOLANO/Ed Rea. Caracas 1962. Tomo I, p. 270), la
"autoridad y crédito de la Justicia requiere que, por parte de los Jueces haya siempre "claridad
y sinceridad", dado que las providencias vagas u oscuras podrían llegar a ser una verdadera
"denegación de Justicia", o por lo menos interpretadas como subterfugios, que no deben
permitirse a los jueces. Porque en verdad, como afirma el maestro precitado, si bien es cierto
que la misión del Juez no le impone ser consejero de negocios de las partes, si debe procurar
contrayendose al caso concreto sometido a su fuero, que la parte quede ignorante de los
inconvenientes advertidos, o de las deficiencias, o falta de claridad de su pretensión, a fin de
que el conocimiento irradiado por la Majestad del órgano jurisdiccional le permita amoldarse
a las exigencia de la Ley.
Caracas, 28 de Mayo de 1993.
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