COMUNIDAD DEL EMMANUEL - Parroquia de Santa María de

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COMUNIDAD DEL EMMANUEL
¿QUÉ ES Y CUÁL ES SU HISTORIA?
La Comunidad del Emmanuel es una asociación que reúne a fieles de todos los estados de vida
que desean comprometerse juntos en una vida a la vez contemplativa y apostólica en el seno de
la Iglesia Católica. «La Comunidad reúne a fieles (Christi fideles) de todos los estados de vida
que desean comprometerse juntos en una vida, a la vez contemplativa y apostólica, en el seno de
la Iglesia Católica.» (Estatutos nº 1). El término “comunidad” no se toma aquí en el sentido
restringido de comunidad que vive bajo el mismo techo, ni de comunidad religiosa, sino en el
sentido amplio de asociación animada por un espíritu comunitario. Por eso los términos
“comunidad” y “comunitario” en los presentes estatutos no hacen nunca referencia a la vida
religiosa, sino siempre a la vida asociativa tal como se propone en los cánones 298 a 311 y 321 a
329.
La Comunidad del Emmanuel ha nacido y se ha constituido en simbiosis con la Fraternidad de
Jesús, cuya finalidad es la de constituir en el corazón mismo del Emmanuel –y con algunos
miembros asociados que provienen del exterior– un camino más profundo de santificación y de
disponibilidad para la misión. La Fraternidad de Jesús forma el núcleo de la Comunidad y está
constituida por miembros que se entregan al Señor en la consagración y en la total disponibilidad
a la misión. Ha parecido útil, en 1991, reunir en un mismo texto estatutario las disposiciones
concertadas que rigen las dos entidades, hasta entonces diferenciadas en el plano canónico,
respetando su espíritu y su finalidad.
Las personas que sostienen la Comunidad con su oración, con su colaboración y con su ayuda
económica forman la "Familia del Emmanuel".
Los años 1960 y 1970 están marcados por un cuestionamiento de los referentes morales, sociales
y religiosos. Los valores propuestos están marcados por el individualismo, una voluntad de
libertad y un intento de liberación de los marcos sociales tradicionales. Es en este momento que
la Iglesia Católica decide convocar el Concilio Vaticano II (1962-1965): un encuentro de todos
los obispos del mundo entero para reflexionar y hacer propuestas respondiendo a las cuestiones
del mundo contemporáneo.
En este período aparecieron nuevas iniciativas comunitarias en la Iglesia Católica. Surgieron
nuevos movimientos y comunidades. Algunos inventaron formas inesperadas de vida cristiana,
santidad y misión. Estos movimientos son, en gran parte, compuestos y animados por laicos
(personas casadas o solteras) y no ya solamente por sacerdotes o religiosos, como era tradicional
hasta entonces. En 1967 en Estados Unidos surge una gran corriente espiritual, la Renovación
Carismática, que suscitará a su vez el nacimiento de un gran número de comunidades. Una de
ellas es la del Emmanuel.
Pierre Goursat (1914-1991), el fundador, recibió desde su conversión a los 19 años un fuego
interior por la evangelización. Este fuego nació del contacto diario e íntimo con Jesús en la
adoración. Antes de poner en marcha el Emmanuel, él fue evangelizando en encuentros
personales, mediante la difusión de libros y revistas, publicando una revista de crítica de películas
de cine y organizando discusiones públicas.
Pierre Goursat oye hablar de la Renovación Carismática a través de un padre Trinitario de
Canadá, el P. Regimbald, en diciembre de 1971. Hizo participar de su entusiasmo a varios
amigos. Así, el 11 de febrero de 1972 cuarenta personas se reunieron para escuchar el testimonio
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de personas que habían tenido la experiencia carismática. La mayor parte pidieron la gracia de la
Efusión del Espíritu Santo: gracia que da el encuentro con un Dios próximo, que nos ama y actúa
transformando nuestra vida. De esta experiencia nace un deseo de leer la Palabra de Dios,
celebrar los sacramentos, cambiar de vida y anunciar el Evangelio. Entre los que asistieron a esta
reunión estaban Pierre, con 57 años, y una joven interna de medicina, Martine Laffitte (hoy día
Martine Catta, por su matrimonio). A partir de esta velada ellos se reconocieron mutuamente
como hermano y hermana, llamados a comenzar alguna cosa que no sabían que podía llegar a
ser. Había nacido el Emmanuel, aunque todavía no con este nombre. Comenzaron a orar juntos
todos los días. Más tarde invitaron a algunas personas a orar con ellos, en París, en la gracia de
la Renovación. Al comenzar fueron 5 personas. Al cabo de un año ya fueron 500.
Ante el crecido número, el grupo de oración inicial fue dividido en varios grupos en que, cada uno
llegó pronto a tener el mismo número de personas que en el inicial. Esto dio lugar a 4 grandes
“asambleas de oración”. En estas asambleas de oración muchas personas manifestaron haber
transformado sus vidas. Algunas personas expresaron asimismo el deseo de ir más lejos en su
compromiso. Dichas personas empezaron a encontrarse regularmente en actividades que iban
más allá del grupo de oración.
Pierre y Martine escogieron el nombre de “Emmanuel” para guardar la unidad y designar esta
comunidad naciente. Era por la cita de Isaías retomada en el Evangelio de san Mateo : “Ved que
la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel, que significa
Dios con nosotros” (Mt 1, 23). El mismo Pierre estaba profundamente tocado por este pasaje del
Evangelio. Decía: “Emmanuel, es Dios que está siempre con nosotros, Dios que combate con
nosotros y que nos precede en el combate”. Cuando se anunció el nombre fue acogido y
reconocido con gozo unánimemente. Toda una gracia y un destino estaban inscritos en él. Y,
desde este día, la protección de la Virgen no ha cesado jamás de notarse en el Emmanuel.
Además del grupo de oración, comienza, en Gentilly (cerca de París), en 1974, una pequeña
fraternidad de vida residencial con tres personas, entre ellos Pierre Goursat. Esto será el
comienzo de la Fraternidad de Jesús.
El grupo aumenta poco a poco, tanto con personas de los grupos de oración de París como con
hermanos de provincias. En septiembre de 1976, un retiro de tres semanas reúne a cuarenta
personas. Casi todos quieren unirse a la vida comunitaria que ya ha comenzado.
La comunidad del Emmanuel comienza a organizarse y estructurarse en torno a la vida
comunitaria, que se edifica poco a poco en un clima de alabanza y de amor a la Iglesia, con las
fraternidades de compartir, los fines de semana y el acompañamiento personal. Y con las gracias
fundamentales de la Comunidad : adoración, compasión (servicio social) y evangelización. Los
primeros compromisos en el Emmanuel tuvieron lugar en 1977.
Al mismo tiempo la Comunidad del Emmanuel descubre Paray-le-Monial, antiguo centro de
veneración del Sagrado Corazón de Jesús. En Paray-le-Monial, en el siglo XVII, Jesús se apareció
a Santa Margarita Maria, diciéndole : “Este es el corazón que tanto amo a los hombres”. Este
amor de Dios hacia los hombres, alcanza su cumbre en la Cruz. Después de la muerte de Jesús
su corazón atravesado por la lanza “nos muestra su infinito amor” dice a Santa Catalina de Siena.
Pierre tiene en el pensamiento la idea de hacer accesible, de nuevo, para las multitudes, el
sentido del Amor de Dios para los hombres. Un amor sencillo y cercano: con la experiencia,
tomada de la Renovación Carismática, de la Efusión del Espíritu, que mana del Corazón abierto de
Jesús en la Cruz. Y encuentra su lugar en la continuación de la tradición del antiguo santuario.
Después de un primer encuentro de la Renovación carismática en Vézelay en 1974 (lugar
dedicado a Santa Maria Magdalena, la que había lavado los pies de Jesús) Pierre Goursat tubo la
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inspiración de organizar un encuentro con diferentes grupos de oración y comunidades de la
Renovación Carismática en Paray-le-Monial en 1975: “estar a los pies del Señor, esta bien; estar
en su Corazón ¡es mejor!” Fue llegando allí que descubrió que era el año del Tricentenario de las
apariciones. Varias sesiones (encuentros) tienen lugar allí cada año desde entonces. La alabanza,
la adoración eucarística, la liturgia gozosa y participativa van a atraer de nuevo a las gentes a
Paray y a contribuir a la renovación de la evangelización.
La Fraternidad de Jesús toma su nombre de dos textos de la Escritura: “Todos ellos perseveraban
en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de
Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1, 14); “Estos son mi madre y mis hermanos. Quién cumpla la
voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3, 34-35). Para ser
hermanos de Jesús es necesario tener el Corazón de Jesús; para esto hay que tomar a María
consigo y dejar al Espíritu Santo renovar nuestro corazón. “Quitaré de vuestra carne el corazón
de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en vosotros” (Ez 36, 26-27).
Una de las gracias de la Comunidad es, desde sus comienzos, la diversidad de edades, clases
sociales y estados de vida. La Comunidad suscita, de una forma particular, vocaciones al
sacerdocio y a la vida consagrada. El primer sacerdote fue ordenado en 1980, los cuatro
siguientes en 1984.
La Comunidad de Emmanuel creció muy rápidamente. A partir del compromiso de las cuarenta
primeras personas, en 1976, la Comunidad se desarrolla muy rápidamente, tanto numéricamente
como geográficamente. Lejos encasillarse en París, la Comunidad funda, también, en provincias y
en el extranjero. Durante los primeros tiempos, el número de miembros se doblaba cada año. En
1982, el Emmanuel ya está presente en 7 u 8 países y cuenta con 1100 miembros. Y 2500 en
1988. Cuando muere Pierre Goursat, el 25 de marzo de 1991 (Lunes Santo), la Comunidad ya
está presente en los 5 continentes.
La Iglesia ya ha reconocido a la Comunidad. Primeramente en el plano diocesano (Nanterre 1980,
París 1982). Luego a nivel de la Iglesia universal, pues el 8 de diciembre de 1992 el Consejo
Pontificio para los Laicos decretó el reconocimiento de la Communauté de l'Emmanuel como
Asociación Internacional de Fieles de derecho pontificio. La Iglesia universal le ha confiado un
cierto número de misiones, en particular parroquias (una treintena en el día de hoy). La confirmó
en su misión de trabajar para la renovación de los valores humanos y cristianos en “las culturas y
la sociedad” (decreto de reconocimiento de la Comunidad del Emmanuel, Vaticano 8 de diciembre
de 1992). Como Asociación Internacional de Fieles es miembro de la Catholic Fraternity of
Charismatic Covenant Communities and Fellowships (Comunidades y Asociaciones Carismáticas
de Alianza).
La Comunidad está en relación constante con el Consejo Pontificio de Laicos, en Roma, del que
depende canónicamente. Este vínculo con la Iglesia universal es importante porque el Emmanuel
es una Comunidad internacional cuyos miembros viven en los cinco continentes. Los estatutos y
el vínculo al Vaticano garantizan el carácter eclesial y la unidad de la Comunidad extendida por
todo el mundo.
En Francia los vínculos con la Conferencia episcopal son bastante regulares y la Comunidad forma
parte de varios consejos e instancias como el Apostolado de los Laicos, del Consejo Nacional de la
Pastoral Familiar, el Consejo Nacional de la Solidaridad, la Instancia de Comunión de la
Renovación.
La Comunidad del Emmanuel esta presente hoy en más de 60 países. Cuenta con unos 8.000
miembros (con cerca de la mitad en Francia), con más de 200 sacerdotes, unos 100 seminaristas
y con unas 200 mujeres y algunos hombres que han elegido el celibato consagrado. Todos están
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comprometidos al servicio de la Iglesia. La mayoría de sus miembros son laicos, los cuales
quieren vivir su compromiso cristiano a través de su vida, profesional, social o cívica, en la
sociedad y la cultura que le son propias. En sus iniciativas participan regularmente unas 200000
personas.
Sin duda no es exagerado decir que a lo largo de su joven aunque rica historia la Comunidad ha
tendido a realizar las promesas de sus comienzos. Ella presenta como puede el rostro de Jesús a
los hombres de este tiempo, con un gran deseo de ayudar a la sociedad actual a reencontrar
bases para su vida.
Muchos de sus miembros han dado ya su vida por Cristo y otros han muerto en olor de santidad.
La Comunidad contribuye, junto con otras, a la eclosión de una nueva cultura cristiana.
¿CUÁL ES SU ESPIRITUALIDAD?
«He aquí
que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,
14 y Mt 1, 23). La vocación de la Comunidad está toda ella escrita en este nombre: “Emmanuel”.
Para llevar la salvación a los hombres Cristo-Emmanuel ha venido al mundo, se ha hecho
próximo, se ha encarnado.
“EMMANUEL” es “DIOS CON NOSOTROS”, presente en la vida cotidiana. Para todos los miembros
de la Comunidad es reconocer a Jesús como el centro de su vida, para “estar en el mundo sin ser
del mundo”. Para algunos esto significa buscar la santificación en la vida ordinaria, familiar y
celibato por el Reino; para otros aún, en una vida dedicada a tiempo completo a las obras de
apostolado. La gracia profunda de la Comunidad viene de la Adoración Eucarística del Dios
realmente presente en medio de nosotros: “EMMANUEL”. De esta Adoración nace la compasión
por todos los hombres que mueren de hambre material y espiritualmente. De esta compasión
nace la sed de evangelizar en el mundo entero y particularmente a los más pobres.
Para los miembros de la Comunidad “ser Emmanuel” a imagen de Cristo significa vivir unidos a
Dios en el mundo, aceptar llevar una vida sencilla en un espíritu de pobreza, acoger a María en su
casa y participar en la misión de la Iglesia.
El Emmanuel es, igualmente, como una especie de laboratorio de evangelización, suscitando
numerosas iniciativas a fin de tocar a las personas en donde estén y como sean cada una de
ellas. La Comunidad está recorrida toda ella por un dinamismo inventivo acompañado por un gran
gozo. “El Emmanuel, es la evangelización con gozo”, dijo un día el cardenal Ratzinger (hoy Papa
Benedicto XVI).
En el centro de la vida de la Comunidad y de sus miembros -adoradores en el corazón del
mundo- está la Eucaristía. Que radica todas sus acciones en la contemplación y les abre a la
compasión misma de Cristo que les lleva a ponerse al servicio de los pobres, de los enfermos, de
las personas solas y marginadas, y al servicio de la evangelización para anunciar al Resucitado a
todos los hombres que sufren porque no conocen a Dios y no saben que Él los ama.
Las gracias de Adoración, de Compasión y de Evangelización a las cuales aspira la Comunidad se
reciben en los sacramentos –particularmente el de la Eucaristía y el de la Reconciliación–, en la
oración personal y comunitaria, en la apertura del corazón al Espíritu Santo, en la confianza en la
Virgen María, Madre del Emmanuel. El abandono al Espíritu Santo, la Palabra de Dios, la
intercesión de María Madre de Dios, los sacramentos y la liturgia enraízan la vida comunitaria y
apostólica en la vida misma de la Iglesia.
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La Comunidad ha sido gratificada también, desde sus comienzos, con una gracia de composición
de cantos que conducen a la alabanza y a la adoración.
¿CUÁL ES SU MISIÓN?
La Comunidad, por la vida fraterna y las actividades emprendidas juntos, se propone la
santificación de sus miembros y la participación en el “fin apostólico general de la Iglesia”. Esta
participación en la misión de la Iglesia asocia la Comunidad a la evangelización de los creyentes y
de los no creyentes, de las personas y de la cultura; al servicio de los enfermos y de los pobres;
a la promoción humana y espiritual, familiar y social. Todas estas actividades, incluso culturales,
caritativas o sociales se hacen explícitamente en el Nombre de Jesucristo y van acompañadas del
anuncio de la Buena Nueva. Están iluminadas por la enseñanza de la Iglesia, en la sumisión llena
de confianza al Magisterio y en la adhesión a la fe de la Iglesia Católica.
"Id, pues, a todas las gentes y haced discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo". Esta palabra de Cristo a los apóstoles (el final del evangelio de San Mateo),
es la misión apostólica, es la vocación de la Iglesia. Desde los apóstoles hasta el siglo XXI la
Iglesia ha experimentado la fuerza de la evangelización. La evangelización es la llamada y el
primer carisma del Emmanuel. Todos los miembros, laicos y clérigos, se reconocen mutuamente
como hermanos en Cristo, con una misma llamada a la santidad y al anuncio del Evangelio.
Quieren realizar esta llamada, cada cual según su estado de vida y su ministerio. Se
comprometen a formar juntos una misma Comunidad, y se prometen los unos a los otros, en el
seno de esta Comunidad, una asistencia activa material, fraternal y espiritual para la vida de
santificación y el anuncio del Reino de Dios.
Con la Efusión del Espíritu, los miembros del Emmanuel abrieron los nuevos métodos de la
evangelización directa. Sostenidos en la adoración, y en la extensión de la compasión, esta
experiencia era la fundadora de un carisma de evangelización.
Sea cual sea la forma de evangelización, ésta debe ser vivida como un acto humilde, respetuoso
y lleno de amor. El anuncio de la Palabra y el testimonio son motivados por el amor de Dios y la
compasión por la persona con la que nos encontramos. Esta compasión expresa a la persona el
Amor de Dios y la Esperanza que da sentido a nuestra vida. La evangelización es una actitud y un
estilo de vida.
¿Por qué evangelizar? Porque no es posible ser feliz a solas el bautizado quiere abrir a otros las
puertas de la esperanza.
En su ambiente profesional o social los miembros del Emmanuel evangelizan y dan testimonio en
lo cotidiano.
La Comunidad es toda ella misionera. Algunos miembros podrán, si lo piden, o en todo caso con
su libre aceptación, ser enviados a diócesis o países extranjeros. En tal caso, el compromiso de
disponibilidad especial en la Fraternidad de Jesús precederá o acompañara al envío a la misión.
¿QUIÉN PUEDE PERTENECER Y CÓMO?
La Comunidad del Emmanuel reúne a personas que comparten una llamada común y que se
comprometen a imagen de los primeros creyentes que tenían “un solo corazón y una sola alma”
(Hch 4, 32). Se dirige a hombres y mujeres insertados en la vida ordinaria, profesional y social,
de diferentes medios, edades y nacionalidades. Pudiendo entrar en el Emmanuel de diversas
maneras, viniendo de múltiples horizontes y desde el respeto de la vocación propia de cada uno.
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Así la Comunidad reúne miembros de todos los estados de vida : personas laicas casadas o
solteras, hombres y mujeres comprometidos en el celibato por el Reino, diáconos permanentes,
sacerdotes, diáconos con miras al sacerdocio, seminaristas, religiosos y religiosas.
Pueden ser miembros de la Comunidad las personas bautizadas y confirmadas en la Iglesia
Católica, mayores de edad según el derecho canónico 5 y según el derecho nacional, que hayan
pasado un período de prueba de un mínimo de dos años, que se hayan adherido al espíritu de la
Comunidad y hayan sido expresamente aceptadas por el Moderador y el Consejo o sus
representantes locales acreditados especialmente para este efecto. Algunos de los que entran a
formar parte de la Comunidad han sido tocados por la alabanza, la alegría, la liturgia, la oración,
los cantos. Otros por la caridad fraterna, el aliento misionero. Querer conocer mejor el Emmanuel
y entrar en él representa un momento importante en la historia de la persona. Este
descubrimiento pasa, evidentemente, por el descubrimiento y el conocimiento de los miembros
de la Comunidad de la región o del país donde vive. Y ellos se esforzarán en ayudarle a ver claro
sobre este camino y la forma de enfocarlo, con toda libertad y según la historia de cada cual.
Para ello los Estatutos de la Comunidad prevén un periodo de acogida y discernimiento de al
menos dos años, durante los cuales podemos verificar juntos la autenticidad de esta llamada.
Este período de prueba comprende etapas fijadas por la costumbre, o, si llega el caso, por un
reglamento interior, el uno y el otro aprobados y revisables por el Consejo. Estas etapas de
probación se hacen con el consentimiento del Moderador o de su representante regional, y el
parecer del Consejo. Las personas que se preparan para el bautismo pueden ser admitidas a la
probación, pero no al compromiso.
Entrar en la Comunidad y comprometerse en ella es una decisión, una elección que hace cada
uno. El compromiso en la Comunidad se hace al final de la etapa de discernimiento. Cada
miembro se compromete por un año. Este compromiso se renueva cada año. Pierre Goursat, uno
de los fundadores de la Comunidad, deseó que este compromiso fuera renovado por cada uno de
manera libre y pudiera decidir, regularmente, reafirmar su elección. El compromiso y la
renovación se hacen delante del Santísimo Sacramento expuesto, en presencia del Moderador o
de su representante, y de los miembros del Consejo, si es posible. Comporta la fórmula
siguiente: “Yo, N., me comprometo en la Comunidad del Emmanuel…”.
Los clérigos diocesanos pueden comprometerse en la Comunidad del Emmanuel con la aprobación
expresa de su Obispo. Los sacerdotes y diáconos miembros de la Comunidad del Emmanuel son
incardinados por los Obispos y Ordinarios que aceptan expresamente la presencia de la
Comunidad en su diócesis. Al incardinar por la ordenación a un diácono o a un sacerdote
miembro de la Comunidad del Emmanuel, el Obispo acepta su compromiso comunitario según los
estatutos; ocurre lo mismo cuando acepta que un clérigo ya incardinado se comprometa en la
Comunidad. El destino de los clérigos lo decide el Obispo después de conocer el parecer del
Moderador de la Comunidad del Emmanuel. Tiene en cuenta el carisma propio de la Comunidad y
las posibilidades concretas de vida y de apostolado comunitarios. De común acuerdo entre el
Obispo y el Moderador, una parte del ministerio y del tiempo de cada sacerdote y diácono se
consagra, bajo la responsabilidad del Moderador, a las obras propias de la Comunidad. O bien el
sacerdote puede ser destinado en alternancia, por un período dado, ya a la diócesis, ya a las
obras propias de la Comunidad; o bien el sacerdote puede ser destinado, a tiempo parcial, a una
misión diocesana, quedando disponible el tiempo restante para las obras propias de la
Comunidad. En conjunto, se procurará respetar la proporción de una tercera parte para la
Comunidad y dos terceras partes para la diócesis. El Moderador debe informar regularmente al
Obispo de incardinación sobre los sacerdotes que están destinados durante un tiempo como
misioneros del Emmanuel en sus obras propias.
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Un sacerdote de la Comunidad, miembro del Consejo Internacional, es responsable de las
cuestiones específicas del ministerio ordenado. Vela, con este Consejo, para que los clérigos de la
Comunidad vivan su compromiso comunitario en toda su radicalidad y mantengan una alta
exigencia espiritual.
Para los diáconos permanentes, su misión debe tener muy en cuenta por una parte su situación
familiar y profesional, y por otra los asocia en la medida de lo posible a los compromisos de la
Comunidad misma.
Los religiosos o personas comprometidas en la vida consagrada en el sentido de los artículos 573
a 746 del Código de Derecho Canónico pueden comprometerse como asociados (o eventualmente
como miembros de pleno derecho) en la Comunidad del Emmanuel con el respeto a las
obligaciones propias de sus institutos y con el consentimiento de sus superiores, manifestado por
escrito.
Los bautizados no católicos no pueden ser admitidos al compromiso ordinario en la Comunidad.
Sin embargo pueden participar como “hermanos asociados” en la vida y en las gracias de la
Comunidad en la medida en que: reconocen en la Comunidad una llamada de Dios para ellos; se
declaran dispuestos a respetar a la Iglesia Católica en su Misterio, su identidad, su enseñanza y
su práctica sacramental; y pueden participar significativamente en las gracias de la Comunidad
en su vida y sus exigencias de manera compatible con el respeto y la lealtad debidos a la Iglesia
a la cual pertenecen. Efectúan en este espíritu un tiempo de probación y son admitidos como
hermanos asociados. Después de la aprobación del Moderador y del Consejo, hacen un
compromiso particular que especifica su participación en la vida comunitaria y el respeto de los
lazos con su Iglesia. No participan en el gobierno de la Comunidad y no tienen responsabilidad en
la formación.
Entre los miembros católicos de la Comunidad Emmanuel, algunos pueden recibir una llamada
más radical y formar parte de la Fraternidad de Jesús. La Fraternidad de Jesús propone una
entrega de sí mismo al Señor por medio de una consagración que se acompaña de un
compromiso más determinado de fidelidad a la Iglesia y de total disponibilidad para la misión en
el contexto comunitario. La consagración en la Fraternidad de Jesús es una renovación voluntaria
de la consagración de los bautizados (Lumen Gentium nº 10: “Los bautizados, pues, por la
regeneración y la unción del Espíritu Santo son consagrados para ser una morada espiritual y un
sacerdocio santo…”) como un don total de sí en vistas a un compromiso de disponibilidad para
con el Señor, su Iglesia, la evangelización. Esta consagración es definitiva. Expresa la voluntad de
dejarse abrasar por el Amor de Dios. Se vive esta consagración primeramente en la
profundización de las gracias de la Comunidad Emmanuel: en la adoración de Jesús-Eucaristía, de
donde nace la compasión por todos los hombres que mueren de hambre material y
espiritualmente, y en la sed de evangelizar al mundo entero, particularmente a los más pobres.
Esta consagración se hace a Jesús presente en la Eucaristía, en la gracia del Corazón de Jesús,
según la tradición de Paray-le-Monial. Esta consagración implica una solidaridad comunitaria más
profunda, un amor y una fidelidad muy especial a la Iglesia. La disponibilidad que acompaña a
esta consagración es, en primer lugar, una decisión de ofrecerse a sí mismo radicalmente a la
voluntad de Dios, a través de tareas, servicios o misiones pedidas por el Moderador de la
Comunidad del Emmanuel y para el servicio de los hermanos y de la Iglesia, especialmente en
vistas a la misión. Así, los consagrados se entregan con el fin de acoger el fuego de la caridad de
Cristo y de hacerlo resplandecer primeramente en la Comunidad del Emmanuel, y con ella, por
todas partes a donde sean enviados.
Algunas personas no miembros de la Comunidad Emmanuel, pero católicos comprometidos en
comunidades de espíritu análogo, pueden ser admitidas en la Fraternidad de Jesús. Estas
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personas participarán de las gracias y del espíritu de la Fraternidad sin participar ni estar
sometidas a su gobierno.
Los hombres y las mujeres miembros de la Comunidad del Emmanuel y de la Fraternidad de
Jesús pueden recibir la gracia de darse por entero en el celibato por el Reino para tener una
disponibilidad personal más completa para la Adoración, la Compasión y la Evangelización, según
el carisma propio de la Comunidad del Emmanuel. Este compromiso en el celibato comporta el
espíritu de los consejos evangélicos, espíritu de pobreza y disponibilidad. Se hace en el ámbito de
la Comunidad del Emmanuel y de la Fraternidad de Jesús. El compromiso del celibato por el Reino
se hace, después del discernimiento necesario, por un período de tres años renovable. Podrá ser
definitivo. Los hermanos y hermanas de la Comunidad del Emmanuel y de la Fraternidad de Jesús
son los primeros testigos de este compromiso. Se comprometen por su parte a honrar y sostener
a la persona en el paso que ha dado. Un reglamento de vida, aprobado y revisado por el Consejo
a petición de uno u otro de los responsables de las cuestiones específicas del estado de vida de
los célibes por el Reino, puntualiza, por lo demás, las disposiciones particulares de este estado de
vida, de una parte para las mujeres y de otra parte para los hombres. El Moderador, con la
aprobación del Consejo, designa una mujer y un hombre responsables de las cuestiones
específicas del estado de vida de los célibes por el Reino, escogidos de entre estos célibes
consagrados. La duración de este cargo es de tres años renovable. Sin embargo se puede cesar
del cargo en las mismas condiciones.
La Comunidad comprende a miembros en probación, miembros comprometidos, miembros
asociados, hermanos asociados según un estatuto particular y miembros consagrados en la
Fraternidad de Jesús. Las personas adheridas a las orientaciones de la Comunidad, pero que por
razones importantes y que no dependen de su voluntad no pueden seguir todas las obligaciones,
pueden, no obstante, ser admitidas por el Consejo Internacional a comprometerse en calidad de
Amigos de la Comunidad del Emmanuel.
Juntos y en la Iglesia Católica, los miembros de la Comunidad del Emmanuel se esfuerzan en
responder a la llamada de Dios: servir y anunciar a Cristo en el mundo de hoy. Por el
reconocimiento común de esta llamada, se realiza una fuerte solidaridad y la unidad de la
Comunidad. Los miembros del Emmanuel están fuertemente unidos a la Iglesia como una
comunidad de fieles, a sus Pastores (obispos, magisterio), a su enseñanza y a su tradición. Son
también hombres y mujeres de este tiempo, que llevan en su corazón la responsabilidad del
anuncio del Evangelio a través de su vida y por medio de nuevas iniciativas que responden a las
necesidades de sus contemporáneos.
Los miembros de la Comunidad del Emmanuel se comprometen a una vida fraterna,
contemplativa y apostólica en el mundo y en la vida de cada día. La unidad de los miembros del
Emmanuel se expresa en su vida fraterna. Es decir, en los encuentros comunitarios, el grupo de
compartir fraterno y también en diferentes servicios de compasión y evangelización.
Los miembros de la Comunidad del Emmanuel se comprometen a una vida comunitaria
susceptible de favorecer el
espíritu de adoración, de compasión y de evangelización.
Esta vida comunitaria se adapta a la vida cotidiana normal en el mundo activo y a las
circunstancias
en
las
cuales
cada
miembro
se
pueda
encontrar
personalmente.
Hay fraternidades, residenciales o no según el caso. En las fraternidades el acento se pone sobre
el compartir fraterno, la santificación, la vida apostólica. El Consejo fija el ritmo y el modo de las
reuniones, y, en principio, cada uno participa una vez al mes en las grandes reuniones
comunitarias (por ejemplo, sábado por la tarde y domingo).
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Los miembros de la Comunidad del Emmanuel se comprometen concretamente en la mayor
medida de lo posible a:

Un largo tiempo de Adoración cada día (adoración del Santísimo Sacramento cuando esto
sea posible).

La participación diaria en la Eucaristía. Para los sacerdotes, la celebración diaria.

Una oración diaria de alabanza celebrada gozosamente, y comunitariamente cuando esto
sea posible.

La frecuentación regular del Sacramento de la Reconciliación.
Juntos y en la Iglesia Católica, los miembros de la Comunidad del Emmanuel se esfuerzan en
responder a la llamada de Dios: servir y anunciar a Cristo en el mundo de hoy. Por el
reconocimiento común de esta llamada, se realiza una fuerte solidaridad y la unidad de la
Comunidad. Los miembros del Emmanuel están fuertemente unidos a la Iglesia como una
comunidad de fieles, a sus Pastores (obispos, magisterio), a su enseñanza y a su tradición. Son
también hombres y mujeres de este tiempo, que llevan en su corazón la responsabilidad del
anuncio del Evangelio a través de su vida y por medio de nuevas iniciativas que responden a las
necesidades de sus contemporáneos.
Cada uno de los miembros de la Comunidad se adhiere a las orientaciones propuestas por el
Moderador y el Consejo. Siguiendo sus indicaciones, participa, en su propia medida, en las
actividades apostólicas propuestas por la Comunidad y en los servicios.
Cada miembro se beneficia de la oración y del consejo de los hermanos. Según el derecho
común, cada uno puede recurrir libremente a un confesor o a un director de conciencia,
quedando a salvo la disciplina de la Comunidad: en su caminar comunitario cada uno está
ayudado por un acompañante, distinto en principio del responsable de fraternidad o de servicio.
El acompañante es escogido o aceptado de acuerdo con los responsables de la Comunidad. Se
debe ser acompañado por alguien del mismo sexo.
La Comunidad da a sus miembros un programa de vida y de formación comunitaria con medios
de formación. Esta formación es bíblica, teológica y espiritual, conforme al espíritu del Concilio
Vaticano II y, de manera general, a lo que enseña la Iglesia. Profundiza también la vida mística
de contemplación y de acción conforme al carisma propio del Emmanuel.
La formación de los miembros de la Comunidad del Emmanuel candidatos al sacerdocio se
asegura conforme a los cánones 232 a 264 y está bajo la responsabilidad última del Obispo o del
Ordinario que incardina. Las condiciones y el lugar de la formación se fijan de acuerdo con el
Consejo de la Comunidad. Esta formación integra, desde el principio, las exigencias particulares
ligadas al compromiso contraído en la Comunidad del Emmanuel en sus aspectos de vida
comunitaria, de espiritualidad propia, de vida apostólica y misionera, en asociación con laicos.
Estos aspectos constituyen el carisma propio de la Comunidad del Emmanuel y están bajo su
responsabilidad. La formación de los diáconos sigue los mismos principios.
La Comunidad, asociada a la formación, lo está también al discernimiento. El sacerdote de la
Comunidad responsable de las cuestiones específicas del ministerio ordenado está en contacto
regular con el Director del seminario o de la casa de formación. Dentro del marco de las
investigaciones requeridas por el canon 1051, el sacerdote de la Comunidad responsable del
ministerio ordenado presenta al Obispo un informe sobre el candidato con miras a la ordenación,
aportando en particular testimonios sobre su vida en la Comunidad. Este sacerdote estará
presente en la ordenación para atestiguar al Obispo, en nombre de la Comunidad, sobre las
aptitudes del candidato.
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A fin de vivir la vida y el espíritu comunitario, los sacerdotes y diáconos son igualmente
miembros de una fraternidad, ya sea entre ellos, ya sea con personas de otros estados de vida.
El proceso pedagógico propuesto a los miembros de la Comunidad, que son llamados a ser
misioneros en primer lugar en el propio ambiente, privilegia la dimensión espiritual y la formación
a la vida comunitaria y a la evangelización.
¿CUÁLES SON SUS INICIATIVAS Y ACTIVIDADES?
La Comunidad realiza su apostolado mediante nuevos métodos de evangelización directa:
evangelización de calle, grupos de oración en las universidades, grandes reuniones (en la
Mutualité en París), revistas, radio… Sostenida en la adoración y en la extensión de la compasión,
esta experiencia era la fundadora de un carisma de evangelización. Vino más tarde la experiencia
de las misiones parroquiales, de muchas tardes de evangelización y de los congresos misioneros.
En cada diócesis donde está presente o trabaja de manera significativa, la Comunidad del
Emmanuel se esfuerza en trabajar en comunión, y sus responsables se entrevistan regularmente
con los obispos para abordar con ellos las cuestiones relativas a la participación en las
responsabilidades de parroquias u otras actividades de la diócesis y el apostolado propio de la
Comunidad en la diócesis. A partir de los años noventa cada vez son más los obispos que confían
a la comunidad misiones parroquiales y la animación de las parroquias, que llegan a ser
verdaderos centros de vida fraterna y de evangelización.
Es el dinamismo de vida y de implicación de sus miembros lo que hizo surgir progresivamente en
el seno del Emmanuel una preocupación por la educación y una competencia universitaria en
distintos ámbitos de la formación. Es en una voluntad de fidelidad a esta llamada y a la misión de
trabajar para la renovación de los valores humanos y cristianos en “las culturas y la sociedad” por
lo que se creó el Instituto Universitario Pierre Goursat. Este Instituto Universitario se considera
heredero de múltiples intuiciones e iniciativas de Pierre Goursat y se fundó para promover la
visión cristiana del hombre a través de la formación, la enseñanza o la investigación. En esta
perpecstiva el IUPG se pone al servicio del hombre, de todos los hombres: filosofía y teología,
exégesis y pastoral, ética y científica… Siendo de dimensión internacional, promueve y propone
una formación integral de las personas, especialmente de los jóvenes, en todos los ámbitos.
Enriqueciendo el dialogo entre fe y razón para contribuir a construir la “civilización del Amor”, en
vista del bien de la humanidad.
En el seno de la Comunidad también han nacido 4 escuelas de evangelización como respuesta a
la necesidad de formación religiosa expresada por los jóvenes y muchos otros. Se encuentran en
Paray-le-Monial (Francia, en francés), Roma (Italia, en inglés), Altötting (Alemania, en alemán) y
Manila (Filipinas, en inglés). La de Manila ha sido la última que se ha organizado, y está
especializada en la misión Ad gentes y en la Doctrina Social de la Iglesia.
La Comunidad además se encarga de la organización de peregrinaciones a Paray-le Monial. En
este mismo santuario también la Comunidad organiza foros internacionales de jóvenes,
Congresos de Adoración, retiros, jornadas de oración y sesiones de formación durante el verano,
especialmente para las familias, que se tienen con la participación anual de unas 20.000
personas.
Además, por iniciativa de la Comunidad han nacido los Jeunes de l'Emmanuel, para el apostolado
entre los jóvenes; Amour et Vérité, para el apostolado entre las familias, los novios y los padres
solos; Présence et Témoignage, para el apostolado entre personas comprometidas en varios
ambientes de la vida social; Fidesco, para la misión ad gentes y el apoyo de proyectos de
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desarrollo; Magnificat, para el apostolado del mundo de la cultura y de las artes; SOS Prière, para
una escucha y oración por teléfono 24 horas sin interrupción; Tibériade, para la acogida de
enfermos de SIDA y de sus familias; los Centros "Emmanuel" y "Jésus Miséricordieux" en Ruanda
para retiros, adoración eucarística, reconciliación, educación para la paz; residencias para
estudiantes; centros de acogida en Francia, Alemania y Portugal; numerosos grupos de oración
en todo el mundo; la editorial La Maison de l'Emmanuel.
¿CÓMO SE ORGANIZA?
La comunidad del Emmanuel está dirigida por un Moderador, responsabilidad que ejerce desde
julio de 2009 el laico Laurent Landete, enfermero de profesión. El moderador es asistido por un
Consejo Internacional cuyos componentes son elegidos para un mandato de tres años por el
Colegio de elección y de oración de entre los miembros de la Comunidad y los consagrados de la
"Fraternidad de Jésus". Los miembros del Consejo no pueden ser elegidos por más de tres
períodos.
¿QUÉ MEDIOS TIENE PARA SOSTENERSE?
Cada miembro de la Comunidad entrega un justo diezmo en función de sus posibilidades y de las
necesidades de su familia, fijado por él de acuerdo con la Comunidad.
Hay
otras personas
de la
"Familia
del
Emmanuel" que colaboran
económicamente
al
sostenimiento de la Comunidad.
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