La comunidad como lugar terapéutico

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La comunidad como lugar terapéutico
Dr. Xosé Manuel Domínguez Prieto
Instituto Emmanuel Mounier-España
¿Acaso no son verdad los hombres?, preguntaba Cuauhtencoztli, el poeta de Huetxotzinco.
¿Cuál es la verdad del hombre? En Náhuatl, el término neltiliztli, -'verdad'- derivaba del étimo
tla-nél-huatl, que significa 'cimiento', 'raíz profunda', 'fundamento'. Por eso, cuando nuestro rey,
poeta y tlamatinime preguntaba si son verdad los hombres, estaba preguntando por su raíz, por
aquello que les hace realmente hombres, por aquello que permanecía en pie como su
fundamento.
Sólo si hay verdad, la vida de la persona tendrá consistencia. ¿Y dónde sugerían los
nahuas que se encontraba la consistencia de la persona? En lo que les 'sobrepasaba', en la
presencia firme y luminosa de Ometéotl, invisible pero origen, meta y soporte de todo, madre y
padre de los dioses.
Ometéotl, sin embargo, no confería automáticamente al ser humano una consistencia:
era invitación a que la lograse, llamada para su logro. Porque, para la cultura Náhuatl, la persona
es rostro (ixtli) y corazón (yóllotl)1. El rostro es lo que manifiesta el yo de la persona, su ser más
profundo: su identidad. El corazón corresponde al dinamismo de la persona, consiste en su
movimiento en busca de lo que le colme, de lo que le haga pleno, de la verdad. Pero este rostro
no es algo con lo que se nace, sino algo que se logra. Las personas no nacemos con rostro:
adquirimos un rostro, una identidad. Y se logra yendo, con otros, en busca de lo que nos hace
plenos con aquellos que nos acompañan en el camino de plenitud.
Del mismo modo que la cultura Náhuatl, la filosofía personalista comunitaria, mediante
descripción fenomenológica, ha mostrado cómo la persona es una realidad dinámica: no es lo
que es, -no tiene rostro- sino que va siendo quien está llamada a ser: está llamada a adquirir su
1 Cfr. León-Portilla, M.: La filosofía Náhuatl estudiada en sus fuentes. Universidad Nacional Autónoma
de México. Instituto de investigaciones históricas. México, 1966, pp. 189-191.
rostro. La persona es un ser llamado a la plenitud recorriendo su propio camino2 en compañía
de otros3.
Por eso, todo aquello que bloquee, impida o dificulte la puesta en juego de sus
capacidades desde el horizonte al que está llamada, esto es, desde su sentido existencial,
impidiendo que recorra su propio camino y que lo recorra mediante el encuentro con otros,
supondrá una merma de su crecimiento personal, un proceso de despersonalización (fuente de
diversas patologías).
Frente a este estado de cosas despersonalizante y patologizante, no son sino soluciones
cosméticas y superficiales la aplicación de meras técnicas terapéuticas conductuales o el
suministro de fármacos. Ambos procedimientos, por sí mismos, no hacen justicia al ser
profundo de la persona. La persona, por su dignidad, nunca puede ser objeto de técnica, pues la
techné es el procedimiento aplicado a una cosa para arreglarla o componerla. Pero la persona es
la antítesis de una cosa. Por ello, tal como muestra la psicología humanista, lo que pone a la
persona en vías de sanación, esto es, de personalización, son acontecimientos terapéuticos4.
Todo acontecimiento terapéutico tiene lugar en el contexto del encuentro interpersonal5.
Por ello, el lugar terapéutico por antonomasia, el contexto en el que se produce todo
acontecimiento personalizante, es la comunidad. La carencia comunitaria, de nicho comunitario
en el que vivir, es una de las principales carencias del hombre de nuestro tiempo, pues muchos
viven en familias que no son comunidades, están con compañeros con los que forman grupos no
comunitarios, y tanto su vida laboral como de diversión se encuentra con grupos no
comunitarios. Creemos, por tanto, que profundizar en esta dimensión comunitaria nos
proporciona nuevas luces a tener en cuenta.
Tratemos de aclara, en primer lugar, qué entendemos por comunidad.
2 Cfr. Buber,M: El camino del ser humano y otros escritos. Fundación Mounier, Madrid, 2004. passim.
3 Cfr. Domínguez Prieto, X.M: Eres luz. La alegría de ser persona. Ed. San Pablo. Madrid, 2005.
4 Cfr. Domínguez Prieto, X.M.: El acontecimiento de la llamada. Introducción a los acontecimientos
terapéuticos. PPC, Madrid, 2007.
5 Cfr. Buber, M.: 'Sanando a través del encuentro' en Sanación y encuentro. Ed. Mounier, Col. Persona,
Madrid, 2005.
1. Qué es comunidad
Comunidad es el modo de ser persona: "es exactamente un modo tal que, existiendo y
obrando recíprocamente (y, por consiguiente, no sólo existiendo y obrando en 'común') a través
de este obrar y ser, recíprocamente se confirman y afirman como personas"6.
Avanzaremos con firmeza en la comprensión de este modo de ser si acudimos a la
etimología del término comunidad: cum-munus7. Aclaremos primero el sentido del munus. El
término se refiere a tres áreas de sentido: el oficio o la función que se realiza (officium)8, la
obligación, el deber que hay que cumplir, el servicio cumplido (onus)9 y, en tercer lugar, el don,
el regalo, el favor (donum)10. Los tres ámbitos perfilan el sentido del munus: se trata, en efecto,
de una función y de una obligación. Pero son tal en tanto que don. Se trata de un don que uno
está obligado a dar en término de retribución necesaria o como servicio necesario. Se trata del
don o regalo que se tiene la obligación de dar por haber sido uno mismo, antes, objeto de otro
don.
Ahora podemos preguntarnos por el cum, es decir, por lo que tienen en común los
miembros de una communitas. No puede ser algo que poseen en común sino más bien el
‘compartir una carga’, tener una deuda, una obligación o función en común. Esto, y no otra
cosa, es lo que permite la munio, esto es, la edificación, la construcción de lo común. Así que
esto común es la obligación que se ha contraido con el otro, con los otros. La gratitud por el don
recibido exige una donación. Por eso, la antítesis de la communitas es la immunitas, esto es, la
situación de aquel que no ejerce su generosidad con otros, que está ‘a salvo’ de los otros pues no
6 Wojtyla, K.: "La familia como 'communio personarum' en El don del amor. Escritos sobre la familia.
Ed. Palabra, Madrid, 2000.p.236.
7En nuestro análisis tenemos a la vista el excelente estudio que del término communitas lleva a cabo
Roberto Espósito en su obra Communitas. Origen y destino de la comunidad. Amorrortu, Buenos Aires,
2003, pp. 21-49.
8Se habla, así, de munere fungi (desempeñar una función), munus exsequi (cumplir un deber).
9Se habla, asi, de munere virtutis fungi (cumplir los deberes que impone la virtud), munera militae
(servicio militar), effector tanti muneris (autor de una obra tan considerable).
10Se habla, así, de munera mittere alicui (enviar regalos a alguien), aliquid dare alicui (regalar algo a
alguien).
se siente en deuda con ellos, que no tiene que darse porque se sitúa en un munere vacare (estar
libre de servicio).
La comunidad es, en fin, el conjunto de personas que se descubren como deudoras de
todos los demás, como don para los otros. No se trata de algo que poseen en común, -ADN,
casa, historia, dinero, apellidos-, sino el conjunto de personas que comparten una identidad
donativa respecto de los otros. Cada uno de ellos se descubre como donado y donante, como
siendo desde otro y para otro. La comunidad es, pues, una estructura de donación mutua que
supone una mutua afirmación. Esta afirmación se realiza mediante la donación mutua. Y esto
implica que ser en comunidad es una situación personal de alteración, de vivir para el alter.
Frente al individuo aislado, limitado, inmune, la persona en comunidad es aquella que está
expuesta, que está en deuda con otros. La comunidad es, por tanto, el entramado de donaciones
debidas que les alteran, les alterifican. Por eso, esta unión, esta convivencia donativa es la
antítesis del contrato, pues el contrato sólo surge entre individuos. Pero el vínculo de los que se
donan es metacontractual, acontractual, anÁrquico. No hay más nomos ni más arché que el que
brota de su entrega al otro.
2. Immunitas y communitas: individuo y persona
La oposición immunitas/communitas constituye un criterio adecuado para discernir
entre lo que consideramos comunidad de personas y otras formas grupales que no son formas
comunitarias. En realidad, ambas realidades responden a dos talantes distintos y a dos
orientaciones biográficas distintas: al tipo de existencia de individuo y al tipo de existencia
estrictamente personal.
Denomina Mounier individuo "a la dispersión de la persona en la superficie de su vida y
a la complacencia de perderse en ella"11. El individuo es dispersión, disolución de la persona en
la materia, en la acción, pérdida en lo múltiple e impersonal. Hombre anónimo, sin vocación,
sin sentido, sin horizonte, sin familia, sin vínculos personales. Se repliega sobre sí, narcisista.
Su actitud básica es la de poseer, reivindicar y acaparar. El individuo se pierde en sus roles, en
los personajes que representa. Pero, sobre todo, el individuo, separado de todos y todo, opta por
la disolución en la soledad12: " individuo abstracto, buen salvaje y paseante solitario, sin
pasado, sin porvenir, sin relaciones"13. Por todo ello rechaza todo compromiso con aquello
que no suponga un beneficio. Por tanto, su propio tipo de vida es antitético a la donación
gratuita de sí mismo. Sólo es capaz de afirmarse a sí, convirtiéndose en "soporte sin contenido
de una libertad sin orientación"14. El individuo, pues, es el que se inmuniza frente al otro, el
que rechaza todo compromiso con lo que no sea su estricto horizonte de interés.
Si la communitas está ligada a concebir el propio vivir como compensatio, como un
descubrirse en deuda ante el otro que se hace presente, el individuo concibe su immunitas frente
al otro como dispensatio, como ajeno a las necesidades del otro. El munus no lo concibe el
individuo como gratia, como gracia recibida y debida, como donación agradecida por lo
recibido de los otros (gratus). Antes bien, su vida se instala en la ingratia, por lo que ve al otro
como ingratus, esto es, desagradable, molesto. Por tanto, a lo máximo que aspira es a la
asociación con el otro, al contrato de intereses mutuos (mientras dura dicho interés).
Por el contrario, la persona, es "señorío y elección, es generosidad"15, superación y
desprendimiento16. Frente a la dispersión del individuo, la persona es dominio de sí, unidad de
vida y disponibilidad, para poder así comprometerse con otros, donarse a otros. Esto implica
que, según vimos detenidamente en la primera sección del presente ensayo, la persona está
naturalmente abierta a la comunidad, que es su 'lugar natural'. En communitas, su libertad es
experimentada como adhesión y compromiso con otros. Ser persona, por tanto, supone ser
generadora de comunidad, ser foco de luz, pues la persona "no se encuentra sino dándose" 17,
mediante un doble dinamismo de acogida y donación. En ello radica su riqueza, pues
11 Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. Obras I, Sígueme, Salamanca, 1992, p.210.
12 Cfr. Revolución personalista y comunitaria. cit. p.191.
13 Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. p.191.
14 Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. p.195.
15 Mounier, E.: Manifiesto al servicio del personalismo. Obras I. Sígueme, Salamanca 1992. pp. 627.
16 Ibídem, 631.
17 Mounier, E.: Manifiesto al servicio del personalismo. cit. pp. 636.
"solamente nos encontramos al perdernos; sólo se posee lo que se ama (...) Sólo se posee lo que
se da"18.
3. Grupos comunitarios y no comunitarios
Que la persona genere comunidad no es algo mecánico ni unívoco. Cumplen ciertas
exigencias y opciones. En función de ellas podríamos describir diversos tipos de agrupación no
comunitaria, no todas igualmente socializantes y ninguna personalizantes. En realidad, 'nunca
han existido tantas sociedades. Nunca menos comunidad'19. Es, por tanto, de capital
importancia analizar cuáles son estos modos y grados, para distinguir las comunidades de lo que
no lo son. Desde una perspectiva antropológica encontramos encontramos los siguientes tipos:
3.1. Masa
Se trata de un grupo amorfo, constituido por individuos sin rostro, volcados al exterior,
de donde toman sus modelos de acción y pensamiento. No eixsten más vínculos entre ellos que
ciertos hábitos o actividades de orden práctico. Se trata de un grupo despersonalizante y
despersonalizado, agregado de individuos semejantes, mas no prójimos. Indiferentes unos
respecto de otros, cada uno parasita a los demás en provecho propio. La base de la relación es la
reivindicación, la búsqueda de cada uno del máximo de beneficio con el mínimo de coste en
términos de atención al otro. El cálculo rige las relaciones, para no tener uno que dar más de lo
que recibe. En este contexto se produce una yuxtaposición de individuos, pero no hay atisbo de
comunidad. Es un grupo en el que sus miembros han perdido su creatividad y tienden a aburrise
juntos. Por ello, suelen estar volcados fuera de sí, orientados hacia cualquier evento exterior que
llene su ausencia de argumento existencial. La televisión, las fiestas, los viajes o cualquier otro
acontecimiento más que de diversión les sirve de dispersión y de evasión de su nada
cotidiana20. No cabe en estos grupos ningún proceso de personalización sino, a lo sumo, un
18 Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. p. 194.
19 Cfr. Mounier, E.: Manifiesto al servicio del personalismo. cit. pp.637ss; El personalismo. cit. p. 480482.
20 Cfr. Henry, M.: La barbarie. Caparrós, Madrid 1996, pp.119-141.
deficiente y acrítico proceso de socialización que no irá más allá de la transmisión de los valores
vigentes en la sociedad. De modo que bien podríamos calificarlo como grupo no sólo
impersonal sino antipersonal.
3.2. Asociación de iguales
Son grupos de personas unidos por unas mismas costumbres, unos mismos entusiasmos,
unas pertenencias comunes. Pero por tender a la colectivización se puede dificultar la tarea de
personalización. Sus relaciones son de camaradería y compañerismo. En su seno se producen
relaciones epidérmicas, de igualdad, uniones meramente sentimentales. Se produce, en fin,
mucha vida privada, pero superficial, mecánica, mera efervescencia sin solidez. Las relaciones
interpersonales suelen ser reivindicativas, de modo que el grupo responde más a una asociación
de personas que a una comunidad21. Son grupos socializantes, pero no personalizantes.
3.3. Sociedad vital
Grupo cuyo nexo radica en su vida común y en su organización, en la que perfectamente
están diseñados los roles. Cada uno se atiene a su papel y se logra, así, la tranquilidad. Se
atiende con esmero a los de dentro, a los 'míos' y con frialdad e, incluso, hostilidad, a los 'de
fuera'. Se trata de una "sociedad cerrada"22. Se suele identificar con lo que muchos,
equívocamente, denominan 'familia tradicional', "una familia como las hay a centenares: [en las
que] existe todo un pasado de hábitos, de acontecimientos, de adaptaciones comunes, un lecho
preparado para ese flujo vital"23. Es un grupo que se apiña en torno a un ideal burgués de
bienestar, de tranquilidad. Por ello suele estar estructurado desde el autoritarismo. Se trata, por
tanto, de un grupo, estrecho, nuclear, que anestesia a sus miembros con hábitos, normas e
inercias. Frente a cualquier compromiso se invita al cómodo repliegue en la ternura y en la vida
placentera, en los egoísmos particulares. Grupo de vínculos profundos, estrechos, pero
limitadores de toda proyección externa. Socializante, pero no personalizante.
21 Cfr. Camps, V.: El siglo de las mujeres.Cátedra, Madrid, 1998.
22 Mounier, E.: Manifiesto al servicio del personalismo. cit. p. 639.
3.4. Comunidad de personas
Comunidad de personas es aquella "en la que cada persona se realizaría en la totalidad de
una vocación continuamente fecunda, y la comunión del conjunto sería una resultante viva de
esos logros particulares. El lugar de cada uno sería en ella insustituible, al mismo tiempo que
armonioso con el todo. El amor sería el primer vínculo"24. En esta comunidad cada uno es
tomado como persona, cada uno aprende el 'yo' desde el 'nosotros', afirmándose a sí mismo en la
donación y apertura a los otros. En esta comunidad cada uno se interesa por los otros como
'otros yo'.
En conclusión, es imposible fundar la comunidad esquivando la persona25. Y esto puede
ocurrir de dos formas: mediante la con-fusión y con la separación. Ni la fusión de la masa ni el
individualismo de la mera asociación permiten la comunidad de personas.
4. Características de comunidad de personas como lugar personalizante
La comunidad no es una estructura humana arbitraria ni un mero agregado de personas
con cualquier vinculación. Se constituye a partir a partir de lo que aportan sus integrantes.
Desde esos dones, la comunidad es lo que está llamada a ser. La familia es autora de lo que ella
es y descubre el para qué de su vida en común. De este modo, el ser familiar es una realidad
interpersonal que dimana de las personas. Se construye a imagen de la persona. Es una persona
de personas26. Y esto implica que cada uno de sus componentes descubre a los demás como
personas y les trata como tales27, es decir, como un fin en sí. El aprendizaje comunitario
consiste en descubrir al otro como 'tú'. Esto es lo que permite el encuentro como realización de
la unión28. Y es el encuentro generador de comunidad, pues se trata al otro como libertad y no
23 Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. p.234.
24 Mounier, E.: Manifiesto al servicio del personalismo. cit. pp.640.
25 Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. p. 225. Cfr. Mounier, E.: Manifiesto al
servicio del personalismo. cit. pp.640.
26 Cfr. Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. pp. 209, 229, 237.
27 Esto supone que no es un 'repertorio' para mi uso, un mero rol, que no se le puede catalogar, etiquetar,
desesperar de él, reducirlo a cosa, definirlo (Cfr. Mounier, E.: El personalismo.cit. p. 477).
28 Cfr. Mounier, E.: Revolución personalista y comunitaria. cit. p.253.
como naturaleza, reconociéndole como fuente del 'yo'29. La comunidad se constituye así como
una estructura de encuentro continuo en el que se produce el descubrimiento del otro como
otro, como otro distinto, y, en ciertos casos, profundamente disimétrico.
En el encuentro con los otros se produce un reconocimiento mutuo, en el que cada uno
revela a los demás quién es. Y la persona "no existe hasta haber sido reconocida y confesada por
otro. Por consiguiente, en un cierto sentido, para existir auténticamente es preciso nacer en una
familia, puesto que nacer en una familia es nacer reconocido "30. En el nombrar al otro se da la
comprensión de quien es, no sólo ante el que nombra sino, sobre todo, ante el nombrado.
Lógicamente, esta revelación del otro no puede surgir del egoísmo, del querer al otro para mí, sino
de la donación al otro, de "un don total que ya no anima ninguna voluntad de poder y que ya no
busca la apropiación del otro, sino que voluntariamente se convierte (...) en el servidor del otro"31.
El reconocimiento surge del encuentro y el este encuentro ocurre a través del diálogo. Y
el diálogo en familia es continua disposición a ser interpelado por los otros y de responder al
otro.
La trama de la relación familiar, que se establece en los encuentros, es siempre la de
vocativo-dativo, la de interpelación-respuesta, la de acogida-donación. Todos cooperan así en
su construcción. La comunidad es, por tanto, la estructura que descansa en la donación de unas
personas a las personas de los otros, y de la acogida mutua. Esto significa que en el acogerse
unos a otros se aceptan como tales, se comprenden, se afirman y confirman como personas. Y
darse al otro es tanto como ser incondicional apoyo, posibilitación e impulso para su vida. Esto
es lo que ocurre en el encuentro auténtico.
La comunidad de personas está al servicio de la promoción del sentido existencial de
sus miembros. Y esto ocurre, ante todo, en el encuentro, porque en el encuentro con los otros se
recibe un protosentido, una axiovisión y una cosmovisión que orienta la propia vida. En
segundo lugar la promoción del sentido tiene lugar cuando se vela por la promoción vocacional
29 Cfr. Mounier, E.: Introducción a los existencialismos. Obras III, Sígueme, Salamanca, 1990. p. 157. El
encuentro no rompe la intimidad y permite la experiencia comunitaria. Los otros como fuentes del 'yo' es
también estudiado por Zubiri, para quien los otros son fundamento de mi persona.
30 Lacroix, J.: Fuerza y debilidades de la familia. cit. p. 37.
de cada uno de sus miembros, poniendo a cada persona "en estado de poder vivir como persona,
es decir, de poder acceder al máximo de iniciativa, de responsabilidad, de vida espiritual"32.
Por último, esta transmisión de sentido consiste en la propuesta y práctica de actitudes y,
finalmente, de virtudes, desde las que afrontar positiva y creativamente las dificultades y
conflictos de la vida.
Por esta estructura de reciprocidad en el don, la comunidad es fundante de las personas
de sus miembros. Las personas significativas que tejen el entramado de la propia vida son
elementos indispensables en la realización personal: "la parte primaria y radical de esto que
llamamos los demás, está inclusa en la vida de los primeros pasos del niño en forma de venida: es
lo humano que me viene de fuera. La realidad humana no es puramente mi propia realidad, es una
realidad que desborda la realidad mía"33. De este modo, en la relación en la que se da la
reciprocidad dialógica, el 'tú' es fuente y no límite para el crecimiento personal porque cada
persona, para realizarse, tiene que hacerlo queriendo que el otro sea quien está llamado a ser.
Veamos cómo.
Los otros presentes en la vida de la persona en sus albores le proporcionan recursos, le
educan, le enseñan34. Los otros son para la persona apoyo y soporte, pues le ofrecen recursos
materiales -comida, vestido, casa, útiles para el desarrollo de las aptitudes personales-, recursos
psicológicos -modos de utilizar la inteligencia, unos conocimientos, capacidad de resolver
conflictos-, recursos sociales -como los modelos de comportamiento, adquisición de virtudes y
actitudes-, recursos personales -como los valores, como la propuesta de un sentido existencial,
la educación35-. En este sentido, los otros significativos, aquellos con los que la persona
establece un encuentro y que le acompañan en el vivir, son apoyo al proporcionarle todo lo
necesario para realizar su proceso de plenificación.
31 Lacroix, J.: Fuerza y debilidades de la familia. cit. p. 41.
32 Mounier, E.: Manifiesto al servicio del personalismo. Obras I. Sígueme, Salamanca, 1992. pp.625.
33 Zubiri, X.: Sobre el hombre. Alianza Editorial, Madrid, 1986, p.248.
34 Cfr. Zubiri, X.: Sobre el hombre. cit. p. 563-568.
35 Cfr. Zubiri, X. ídem. p.139.
Por otra parte, los otros son los que me permiten o no disponer de unas posibilidades para
realizar la propia existencia36. La misma convivencia es ya fuente de vida personal, ámbito
necesario para el crecimiento. De ahí que la riqueza personal del otro sea posibilitante del
propio desarrollo personal. La actualización de todas mis potencialidades viene posibilitada por
el encuentro con el otro, pues no sólo me ofrece lo que él es sino que pone en actividad lo que
estoy llamado a ser.
Finalmente, los otros son impulso para el propio desarrollo: impelen a la persona a
realizar las posibilidades que tiene ante sí, animándole y permitiendo a cada uno ser quien está
llamado a ser. Por eso, alabar y animar es actividad personalizante. Reparar siempre en lo
positivo del otro es confirmarle como persona. En el encuentro interpersonal no debiera haber
mucho tiempo para la corrección y ninguno para quejarse del otro. La queja esteriliza la
relación.
Por todo ello, en comunidad se proporcionan los recursos y habilidades necesarios para
el crecimiento personal Ausencia o defecto en la consistencia de la comunidad supone personas
con menos recursos para hacer frente a las difcultades de la vida.
5. La comunidad como lugar terapéutico
La comunidad es siempre terapéutica porque es, como hemos visto, el lugar de
promoción personal, el lugar donde la persona tiene su apoyo, su fuente de posibilidades y su
impulso para llegar a ser quien está llamada a ser. Es lugar de protosentido, lugar de
aprendizaje, lugar donde la persona encuentra su propia identidad y puede recorrer su propio
camino (en la medida en que haya equilibrio, en cada edad el suyo, entre autonomía y
pertenencia). Las carencias personales suelen tener si no como causa única si como condición
básica las carencias comunitarias en la infancia o, en menor medida, en cualquier otro momento
de la vida.
36 Cfr. Zubiri, X. ídem. p.240.
En nuestro tiempo, junto con la caida de las grandes convicciones, las grandes
ideologías y las grandes utopías, tamibén han caido las experiencias de pertenencia, esto es, la
experiencia comunitaria. Aquí quizás habría que situar una de las principales fuentes de
patologización.
Por el contrario, recuperar y promocionar la experiencia comunitaria tiene carácter
terapéutico, porque constituye el 'nicho antropoecológico' o el ámbito afectivo y efectivo en el
que la persona puede, libremente, ser ella de nuevo. La comunidad es el lugar de pertenencia
(fundante de la identidad), de referencia (orientador general de la acción) y de encuentro.
Cuando no hay esta pertenencia y esta referencia, surge la disgregación. La máscara es
un intento de solución frente a esta disgregación. Por ello, la experiencia comunitaria resulta
profiláctica y también terapéutica.
Además de las características constitutivas antes mecionadas, otras son necesasarias
para que la comunidad pueda ser realmente terapéutica:
a. Tiene que haber una definición clara de qué lugar ocupa cada uno en la comunidad.
El igualitarismo, la permisividad y el aplanamiento de toda jerarquía no siempre son
educativos y promocionantes. El lugar que ocupa cada uno no se confunde con lo
que cada uno es, con su propio rol.
b. El principio de realidad debe quedar claro, esto es, el 'setting' debe quedar claro: se
definen con claridad responsabilidades, funciones, las normas a las que todos se han
de someter.
a. Nunca se etiqueta a nadie ni se desespera de nadie.
b. Siempre hay tiempos para el diálogo, donde todos pueden participar y manifestarse.
Hay lugar para el encuentro.
c. Existe un responsable afectivo y normativo. Él será el objeto de oposición cuando
sea necesario para reafirmar la propia identidad.
d. En la comunidad no se hace algo al otro, sino algo con el otro. Se trata, sobre todo,
de establecer una red de relaciones lo más nutricia, posibilitante e impulsante
posible, porque la raíz de los problemas intrapsíquicos se encuentra en el fondo en
bloqueos relaciones.
Todo lo anterior permite que la comunidad, mediante el encuentro de sus miembros, sea el
Acontecimiento terapéutico por excelencia pues es en comunidad como la persona:
a. Descubre sus capacidades: desarrolla un autoconocimiento. Aprende a vivir desde
lo que es y no desde lo que imagina que son las cosas.
b. Aprende a poner en juego lo que es y aprende a ponerlas en juego de modo
creativo: Aprende a utilizar su inteligencia, viviendo desde la verdad. La verdad
libera; Aprende a reaccionar afectivamente ante los otros, siempre distintos e
inesperados. ; Aprende a ejercer su voluntad, atreviéndose a ser ella misma frente a
otros, primero, con otros, después, y apra otros, al final.
c. Se descubre como querida, aceptada, escuchada, acogida. Y esto es liberador, ya su
valor, su consideración no depende de conseguir éxito, poder, dinero, sino de ser
persona, de ser él mismo. Finalmente, en comunidad descubre su llamada, cuál es
su papel en este microuniverso y los cauces para ponerla en juego. Si cada uno
quiere que los demás sean quienes están llamados a ser, cada uno promociona a los
demas y su propia autonomía. Que la persona recupere su 'autós' es terapéutico
d. Descubre un sentido existencial: descubre lo importante en sí, el mundo de los
valores.
Xosé Manuel Domínguez Prieto
Ourense (España). 2007.
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