trastornos del habla infantil

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Rev. Logop. Fonoaud., vol. IV, n.º 4 (220-226), 1985.
TRASTORNOS DEL HABLA INFANTIL
Por Catalina Domínguez Núñez
Psicóloga-Logopeda. Departamento de Psiquiatría, sección de Logopedia,
Hospital Infantil de San Juan de Dios, Barcelona
INTRODUCCIÓN
práctica diaria me ha llevado a entender, a lo
largo de los años, que la terminología diagnóstica al uso es una manera de clasificar los diversos cuadros de la patología del Lenguaje, pero
sólo eso: «una» de las maneras. Y que ésta no aportaba los suficientes datos de determinación diagnóstica válidos para el abordaje terapéutico:
A
L
niños clasificados en un mismo grupo etiológico dan un cuadro patológico diverso; y
b) niños con sintomatología similar responden a
causas diversas;
c) no siempre ni todas las manifestaciones patológicas del paciente responden a las razones aparentes
de su etiología.
Junto a esto, la experiencia de trabajo me ha hecho cosechar éxitos y también fracasos. En estos últimos caben dos opciones:
— analizar los límites posibles de evolución en
función de las características propias del caso, esto
es, los objetivos y el momento a partir del cual es
adecuado plantear el alta cuando no se prevé la total
resolución;
— plantearse una revisión de las acciones llevadas a cabo y de los criterios que subyacen a éstos
en el abordaje terapéutico.
Es a partir de aquí que intento, en cierta medida,
buscar nuevas formas de análisis que aporten una
menor incidencia de errores imputables a la acción
del terapeuta.
La terminología utilizada no implica en sí problema alguno, siempre que seamos conscientes de sus
límites e implicaciones. Pero se puede convertir en
un arma de doble filo en razón del uso que de ella
se haga.
La competencia de un hablante se manifiesta en
su habla y el uso que, mediante ella, hace del lenguaje. Habla, lenguaje y uso son pues tres elementos
diferentes que confluyen en la acción de «hablar».
Cada uno de ellos aporta sus propios niveles y sistemas.
Los problemas de habla infantil, pueden ser sólo
un defecto instrumental en la producción del habla,
o puede involucrar también al lenguaje y uso.
La actividad particular de cada hablante dará configuraciones diversas en cada elemento a las trabas
que suponen los déficit entorpecedores de su evolución.
Los límites entre lenguaje y habla, retraso y trastorno son siempre difíciles de establecer en la patología infantil, y lo que sigue es un intento de clarificación en tal sentido.
PROBLEMAS DE HABLA INFANTIL
Cuando nos llega por primera vez un caso, la familia nos muestra su motivo de preocupación. Dado
que ellos son las personas más en contacto con el
Correspondencia: Hospital Infantil de San Juan de Dios. Departamertto de Psiquiatría. Sección de Logopedia. Carretera de
Esplugas, s/n. 08034 Barcelona.
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niño, tienen una cierta conciencia de las expectativas no cubiertas por el pequeño. Estas manifestaciones familiares podríamos clasificarlas en 4 apartados:
— habla poco (o no habla apenas);
— habla muy mal;
— no sabe decir la «s», la «k», la «rr» (o algunas palabras);
— confunde la «l» y la «r», la «r» y la «d»,
etcétera.
Los primeros nos inducen a pensar en un problema de lenguaje, bien en el sentido de que el niño
hable poco en relación a lo esperado para su edad,
bien en el de que esté en los comienzos del desarrollo del lenguaje.
Los segundos nos inducen a pensar en un retardo
global del lenguaje y habla del niño.
Los del tercero y cuarto apartado nos hacen pensar, a priori, en que sólo hay un problema de habla.
En el presente artículo pretendo centrarme en estos dos últimos grupos en cuanto a que:
a) la forma en que es descrito el trastorno puede
inducirnos a error;
b) puede que no sea sólo un problema de habla;
c) podemos establecer dos grupos diferenciales de
niños;
d) la diferencia entre retardo y trastorno del habla es básicamente cualitativa y no cuantitativa.
A la consideración etiológica (anatomía y funcionalidad de los órganos y a las funciones instrumentales y superiores implicadas), cabe añadir otras desde la perspectiva de la lengua y las diversas teorías
de ésta, que amplíen la interpretación de los fenómenos observados.
Así, la determinación de que un problema de lenguaje y/o habla sea diagnosticado como Parálisis Cerebral, Paresia, Disglosia, Dislogia, Hipoacusia, Disartria, Dislalia, etc., es una clasificación etiológica,
útil para entendemos, pero incompleta para el abordaje del tratamiento.
Dos niños con el mismo cuadro etiológico presentan lenguaje y habla distintos (aunque tengan, eso sí,
algunas similitudes en el conjunto de sus síntomas).
Más aún, dos niños con el mismo cuadro etiológico, pueden presentar el uno mejor habla y peor lenguaje y el otro al revés. Dicho de otro modo, el
lenguaje y habla de un niño no está necesariamente
en correspondencia directa con su causa. Ni el lenguaje ni el habla de un niño (con patología), siguen
habitualmente procesos paralelos. Tanto en los casos
orgánicamente graves como en los que no, lenguaje y
habla pueden presentar desajustes en su desarrollo.
Niños que pueden pronunciar bien o aceptablemente, pero que presentan sus mayores dificultades en la
comprensión y la organización interna de su lenguaje. Otras veces nos encontramos con niños que presentan un lenguaje evolucionado, pese a que su habla
a duras penas diferencie la curva vocálica.
Y es que a las causas originarias que justifican
el habla alterada de un niño, hemos de añadir el análisis de los recursos y estrategias particulares que el
niño establece, tanto en el aprendizaje como en
el uso de los sistemas de la lengua. Sus emisiones
serán reflejo de ello.
El análisis psicolingüístico de la fenomenología que
presentan las emisiones libres de un niño, y las movilizaciones que se producen en ellas a lo largo del
tratamiento nos resultarán de gran utilidad.
La interpretabilidad que demos a esos fenómenos
observados en el niño serán pautas directas de actuación para la modificación de los mismos.
No es la denominación o la descripción de lo que
le pasa, sino la búsqueda del porqué, es decir, de esas
estrategias particulares de cada niño donde encontraremos la clave del éxito de un tratamiento.
La forma en que el trastorno es descrito
puede inducirnos a error
Cuando se trata de déficit o alteraciones muy concretas, éstas suelen ser descritas popularmente mediante la letra correspondiente.
Y lo que es más, entre los profesionales también
es frecuente el uso de esta terminología, utilizando
los grafemas para describir los fonemas afectados en
el habla del niño en cuestión. Es menos habitual que
la descripción se haga en términos de las características de producción específicas del niño.
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ORIGINALES
La literatura al respecto también nos define la Dislalia y denomina a «los fonemas afectados añadiendo
tismo o cismo al nombre griego del sonido defectuoso» (Perelló, 1973).
Es decir, también utiliza el sistema alfabético para
la denominación (sigma-tismo, delta-cismo,...).
Este código de denominación es útil, pero nos induce fácilmente a un error importante: la identificación de los sistemas gráfico, fonético y fonológico de
una lengua. De ahí el frecuente uso del grafema por
el fonema, en una identificación bis a bis en que representado y representante se confunden. O la identificación de dos fonemas de lenguas diferentes cuando
éstos confluyen en un mismo grafema. Una cosa es
que /s/ se realice con características fonéticas diferentes en el habla de Huelva, de Sevilla capital o de
León por ejemplo, y otra que /s/ del castellano, catalán o gallego son diferentes por cuanto corresponden
a sistemas distintos, aunque coincidan en la «letra»
con que se escriben.
Mas aún, el que trabajemos con exámenes fonéticos, según el tipo de notaciones gráficas, es tal vez
otro factor de confusión (en razón del instrumento
de trabajo), si se hace la transcripción del cuadro
fonético del niño al sistema gráfico que también es
el sistema ortográfico de esa lengua.
La técnica que usamos puede condicionar la interpretación de los resultados.
Se produce de esta manera una confusión entre
los tres sistemas que condicionará luego la elección
de los esquemas terapéuticos más adecuados. No es
lo mismo el abordaje del tratamiento cuando el déficit es fonético o cuando es fonológico.
Puede que no sea sólo
un problema de habla
En el primer caso es un problema de habla, en el
segundo es también un problema de lenguaje. De ahí
la necesidad de diferenciar entre los sistemas alfabético, fonético y fonológico.
Un defecto de producción en el habla puede ser
sólo eso (independientemente de su causa orgánica
o etiológica), o puede ser un trastorno fonológico, y
en tal caso afecta también al lenguaje interno del
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niño. Por eso es muy posible que en el lenguaje expresivo del niño aparezcan también algunas características de distorsión en los niveles sintagmáticos y
semánticos, que, además, pasa desapercibido para el
niño.
En tanto que el niño con problema sólo de fonética no tendrá manifestaciones de déficit en su lenguaje interno. Los niveles sintagmáticos y semánticos
de la lengua son adecuados, y es por lo que hace
reorganizaciones y fenómenos de compensación cuando siente que su mensaje sufre riesgo de ser mal
interpretado. Un ejemplo puede ilustrar esto que digo:
Un niño, explicando un cuento,l dice «cabayito le
male. Pelo ló eh?». Su mensaje era: /caballitos de
mar. Pero dos, ¿eh?/. ¿Qué ha pasado? Su fonética
no le permitía explicitar la marca de plural en caballitos y la traslada a mar-es utilizando un recurso
fonético compensatorio que sí posee. El sintagma
formal que constituye esta pieza léxica ha sido intencionalmente reorganizado. No seguro aún de su
intento, hace la reiteración utilizando el recurso semántico de la cuantificación.
Otra característica, cuando el problema es sólo de
fonética, es que llegado el caso, el niño tendrá problemas para la lectura en voz alta, pero no tendrá
dificultades en la lectura silenciosa ni en la comprensión lectora.
Tampoco los tendrá de discriminación auditiva ni
de representación gráfica.
Los niños con problema de nivel fonológico, tendrán dificultades para todas estas tareas mencionadas.
Independientemente, el habla de un niño con déficit fonéticos puede estar más aparatosamente alterada que la de otro con problema de nivel fonológico.
Y dos niños con sintomatología parecida en su
habla, pueden obedecer a razones distintas desde la
perspectiva de la lengua.
Creo, pues, importante y necesario el análisis y
diferenciación entre los problemas fonéticos y fonológicos del niño. La comparación de éstos en cuanto a:
1. Teo en el barco. Ed. Timun Mas, pág. 21.
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— su grado y características de desarrollo,
— su grado y características de retraso y/o distorsión,
— su uso habitual.
Podemos establecer dos grupos diferenciales
de niños
En unos casos, el desarrollo inicial del habla fue
considerado normal y con buena evolución, pero en
un momento dado se da un estancamiento del proceso evolutivo.
Por lo general son niños que adquirieron bien las
diferencias primarias de los sistemas fonético y fonológico, pero que, de pronto, tienen dificultades para
seguir adaptándose a nuevas diferenciaciones, bien
por razones internas del propio niño, como es el
caso por ejemplo de dificultades instrumentales específicas que bloquean el proceso, o por razones «entorpecedoras» del sistema que le sirve de modelo. Es
el caso, por ejemplo, de niños sometidos a bilingüismo, confluencias dialectales o especial forma de producción de dos partes de fonemas en los que los
campos de dispersión están muy próximos o yuxtapuestos.
Tratar de entender qué ha pasado requiere un
análisis individualizado y multifactorial en cada caso.
Por lo general son niños con un lenguaje bien
organizado, pero a los que les falta alguna pieza del
«rompecabezas». Los podemos considerar como retrasos simples del habla o también del lenguaje, según los sistemas afectados.
La consideración del fonema o fonemas en conflicto también es relevante en la configuración particular que el niño establece acerca de la lengua. No es
lo mismo que se trate de /t/ o /k/, a que lo sea /l/,
/r/ por ejemplo.
En otro tipo de casos, la evolución inicial ya es
retardada o/y dificultosa desde el principio. Las posibles causas orgánicas o funcionales que actuaron
de provocadoras o «justificantes» serán consideraciones a valorar en el análisis de los fenómenos que
se observen.
Son niños que:
tienen la experiencia vital de sentirse ineptos
o poco hábiles para las tareas verbales;
b) son considerados como no normales en referencia al habla por el entorno;
c) sus patrones de producción anómala persisten
más allá de las edades consideradas como normales
o «permisibles» para que éstos déficit se produzcan;
d) los procesos de integración escolar y aprendizaje de la lectoescritura pueden verse comprometidos;
e) la interacción social y el equilibrio emocional
del niño corre mayores riesgos.
Estos niños suelen presentar con frecuencia un cuadro de realizaciones más abigarrado y complejo. En
su conjunto me parece oportuno destacar las siguientes características:
— con mayor frecuencia el tipo de oposiciones
afectadas (subgrupos del sistema), son las primarias;
— con mayor frecuencia aparecen distorsiones en
los hábitos de realización, de manera que, junto a los
fonemas o los sonidos que no sabe, aparecen otros
que están distorsionados, ya sea por defecto negativo
(falta de), o defecto positivo (compensación);
— suele mantener gran número de reminiscencias
de su proceso personal evolutivo, de manera que
presenta gran cantidad de patrones de palabras mal
engranados en cuanto al hábito de producción;
— en consecuencia, su habla espontánea presenta,
junto a los déficit específicos, una gran variedad de
fenómenos, algunos de ellos contradictorios en apariencia.
Son niños en los que, junto a unos déficit específicos de retraso, aparece también un alto componente de distorsiones que lo enmarca también en un
cuadro fonético de «trastorno» del habla.
La diferencia entre retardo y trastorno del habla
es básicamente cualitativa y no cuantitativa
Otro factor a considerar son los procesos generales
que el niño sigue durante su adquisición del lenguaje
y habla.
Creo que el niño está más directamente implicado
y ocupado en el proceso comunicativo que en el del
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lenguaje propiamente. Le importa más la intercomunicación en sí que los diferentes medios en que la
realiza, o las formas en que se produce. Y cuando
el niño pequeño utiliza el medio «lenguaje», tampoco
la forma de producción tiene sentido prioritario para
él. Su interés está más centrado en el contenido y las
aportaciones afectivas que en el lenguaje que vehicula. Le importa más el mensaje y las implicaciones
de la interacción comunicativa de éste. Ven aquí;
ahora vengo; espera un poco; mira qué tengo; no
toques eso, etc., producen expectativas relacionales
y conductas diferentes en el niño que estimulan a
descubrir el significado del mensaje.
Igualmente, el niño tratará de expresarse con los
medios que tiene, centrado en qué dice y para qué
en su intención o deseo. Pero tan sólo le interesa el
«cómo hacerlo» en la medida en que el mensaje que
transmite, y por tanto su deseo, se vea en riesgo de
fracaso. El niño potenciará las formas de transmisión
del mensaje (que en el caso del lenguaje dependen de
las habilidades perceptivoarticulatorias), «el cómo»,
de una manera progresiva.
Y menos mal que es así, que esta atención es
prioritaria hacia otros aspectos del lenguaje y no en
la forma que éste toma. Esto permite al niño la maduración progresiva de sus funciones básicas y posibilidades instrumentales. De lo contrario, un interés
primario por las formas del lenguaje llevaría al niño
a un encuentro temprano y desagradable con el fracaso.
La necesidad que el niño tiene, creo yo, de ampliar y especificar el mensaje progresivamente, es el
motor que hace modificar y adecuar paulatinamente
su habla al de las personas del entorno. Los factores
de confluencia dialectal tendrán un papel importante
en este proceso adaptativo.
Otra consideración nos ayudará: el sistema fonológico de una lengua permite que un determinado
fonema tenga diferentes posibilidades de realización,
en razón del contexto fónico en que se emite. Son
las variables combinatorias o alófonos.
En consecuencia, el fonema /l/ por ejemplo, presentará diferencias de realización en palabras como:
los; sol; soldado; solfa; salgo; alba; salsa; etc., aunque todos ellos se escriban con la misma «letra» en
el examen fonético sistemático.
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La sustitución, la asimilación y la coalescencia son
tres fenómenos naturales durante el proceso evolutivo del habla infantil.
Es, pues, normal que se den en determinada medida y orden.
La consideración de en qué medidas éstos pasan
de ser simples variantes de realización a ser categorizaciones portadoras de significación, es otro ejemplo de la necesidad de un buen análisis diagnóstico
y en el que puedan delimitarse qué elementos corresponden a variables contextuales y cuáles a categorizaciones fonémicas en la mente del niño.
Así por ejemplo, en razón de este criterio, los niños de una determinada zona percibirán y realizarán
(en su adaptación progresiva al habla del entorno),
a /ej;
/s/ como más próximo o parecido a
a /x/; etcétera.
De manera que, pese a pertenecer todos ellos al
mismo sistema, las distancias interfonémicas que se
producen en cada dialecto vienen modificadas por
los diversos campos de dispersión fonética, producto
de las diferentes realizaciones dialectales. Más aún
en la confluencia dialectal que constituyen la lengua
materna. (Los fenómenos sociológicos de las últimas
décadas, con las migraciones internas, ha puesto en
contacto y dado lugar a la formación de núcleos familiares de distinta procedencia dialectal y lingüística.)
Los niños de una zona tenderán a la «confusión»
y los de otra de /s/ y
o /s/ y /x/,
de /s/ y
por ejemplo.
Las posibilidades y la lógica de los errores y distorsiones producidas por el niño se han de valorar,
pues, de distinta manera en relación a las diferencias dialectales.
Cuáles de esos «errores de producción» se deben
a factores
— naturales del proceso evolutivo;
— déficit específicos de alguna área que lo justifican;
— son productos de compensaciones internas en
la intencionalidad productiva del niño;
y el análisis cualitativo de los errores que hace el
niño en cuanto a que éstos sean
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nera de hacer, lejos de ser un factor de «reserva personal», debería ser con mayor frecuencia un factor
de puesta en común interprofesional.
- positivos,
- negativos,
- necesarios o no,
pueden sernos los criterios más validos para diferenciar el diagnóstico entre un retardo y un trastorno
del habla.
CONCLUSIÓN
La patología del lenguaje infantil requiere del terapeuta una visión multidisciplinaria, integradora de los
procesos que se dan en el paciente.
El diagnóstico, pues, no debe responder a un sólo
criterio, sino que debe tener una visión dinámica y
polivalente, porque todos ellos aportaran necesarias
implicaciones en el producto final: «el habla».
De otro lado, no debe ser un hecho aislado y previo al tratamiento, sino que debe ser un proceso actualizador y modificable, en función de las adaptaciones individuales de cada paciente.
A las posibilidades que nos dan las pruebas, las
variaciones que introducen las condiciones de pasación, y los resultados concretos que se obtienen, hay
que añadir los criterios de interpretación de los resultados que hace el terapeuta. Ello condicionará no
tanto lo que se haga, sino el porqué se opta por una
determinada tarea y las diferencias que se introducen en ella.
El mayor o menor éxito del tratamiento no estará
condicionado por el método elegido, sino porque éste
sea el adecuado y se hagan en él, si es preciso, las
modificaciones más convenientes al caso y al momento.
Nuestra capacidad de modificación, de creación,
de investigación estará impulsada desde la base del
trabajo diario.
El cuestionamiento y la autocrítica de nuestra ma-
RESUMEN
En patología del lenguaje infantil, el criterio diagnóstico y, en consecuencia, los métodos terapéuticos
aplicados, pueden ser factores altamente condicionantes en la resolución del caso.
La terminología más comúnmente utilizada responde a criterios etiológicos (Parálisis cerebral, Paresia
palatina, Fisura palatina, Sordera, Hipoacusia, Deficiente, etc.), o bien a criterios funcionales como: Disartria/Anartria, Disfasia/Afasia, Disglosia «X», Dislalia «X», Disfemia, etc.
Ambos son válidos para entendernos, grosso modo,
pero son incompletos e inadecuados para un abordaje terapéutico eficaz, y pueden inducimos al error
de tratar de manera similar a los casos encuadrados
en los mismos apartados diagnósticos según los criterios etiológicos y funcionales.
Y en esta perspectiva he tratado de analizar los problemas del habla infantil, en la consideración de que:
- el diagnóstico es irreductible a una consideración bidimensional (etiológico y funcional), y que por
tanto debe incluir otras consideraciones simultáneas
en razón de los sistemas de la lengua y de los procesos internos de cada niño;
- el diagnóstico es, pues, multifactorial y activo
a lo largo del tratamiento, y no solamente «previo»
al tratamiento;
- todo ello requiere una amplia y variada red de
conocimientos que el terapeuta deberá sintetizar y
adecuar activamente en el tratamiento individualizador de cada caso. Cosa aparte y a posteriori, serán
las similitudes y semejanzas que entre unos y otros
casos puedan encontrarse.
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Recibido: enero de 1985.
TRA STO RN O S DEL LEN G U A JE,
LA PA LA BRA Y LA V O Z EN EL N I Ñ O
por Cl. Launay, S. Borel-Maisonny y cols.
Versión castellana del Dr. Jorge Perelló.
Por la modernización y puesta a punto de sus conocimientos, esta obra cubre un vacío en la
reeducación y rehabilitación de los trastornos del lenguaje, la palabra y la voz en el niño. Indicada para foniatras, audiólogos, médicos especializados en patología del lenguaje, neurólogos, psiquiatras, psicólogos, ortofonistas, logopedas, terapeutas del lenguaje y pedagogos.
EXTRACTO DEL ÍNDICE
1. Generalidades: El lenguaje del niño. Sus fundamentos.
Desarrollo normal del lenguaje. Fonética. Modos de exploración. 2. Trastornos de adquisición del lenguaje: Los
trastornos más corrientes de la adquisición del lenguaje.
Trastornos graves de adquisición del languaje. Trastornos
de la palabra y del lenguaje en los deficientes mentales.
Trastornos del lenguaje en las psicosis infantiles. Trastornos de adquisición del lenguaje en la enfermedad motriz
cerebral. Las pérdidas auditivas. 3. Trastornos adquiridos del lenguaje: Afasia adquirida del niño. Trastornos del
lenguaje en las demencias infantiles. Trastornos del lenguaje y epilepsia. Mutismo. 4. Trastornos de la palabra:
Trastornos de pronunciación relacionados con anomalías
anatómicas. Trastornos de la articulación. La tartamudez.
El farfulleo. 5. Trastornos de la voz: Disfonía funcional
de la infancia.
Un volumen de 416 páginas, con 54 figuras; formato 16 × 24 cm, encuadernado en tela, 1979.
Precio al 1 de enero de 1985: 5.000 ptas.
Editorial Masson - Balmes, 151 - Teléfono 217 98 54. 08008 BARCELONA.
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