En defensa del voto nulo

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En defensa del voto nulo...
Por Hernán Montecinos (*)
Mi respuesta a carta de Carmen María Swinburn y Malucha Pinto
Circula por Internet una carta firmada por Carmen María Swinburn, dirigida a “mis compañeras
y compañeros que piensan votar nulo o blanco, para aquellos y aquellas de las luchas de
siempre” y a quienes “les duele, como a mí, votar por una Concertación que no ha sabido
refundarse, ni renovarse”.
La misiva es acompañada por una introducción de la actriz Malucha Pinto, en que dice recordar
un viaje a Canadá después que “el pueblo canadiense, cansado de los errores y desaciertos de
sus gobiernos socialdemócratas, votó por la derecha (...) Los canadienses estaban
arrepentidos y la aplanadora derechista avanzaba de manera sutil pero categórica”. Tanto
Swinburn como Pinto dicen no sentirse representadas por la Concertación, pero así y todo
creen que hay que seguir votando por ésta, ante una encrucijada que estiman no tiene otra
salida.
A decir verdad, existen varias cartas de este tenor que andan circulando por los distintos
correos y medios informativos. Si he querido dar respuesta a ésta, ha sido atendiendo a que, a
los que hemos anunciado nuestra voluntad de anular nuestros votos, se nos ha querido,
anticipadamente culpabilizar de que seríamos los responsables en caso lograra triunfar el
candidato de la derecha.
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Y si bien, ésta es una respuesta a dicha carta, por extensión, también lo es a varias otras que
he recibido desde las más diversas fuentes, para tratar de convencerme que votar nulo sería
igual a votar por Piñera. Sin duda, una extraña forma de sacar las cuentas: NO VOTAR por
Piñera sería igual a votar por éste (¿)
Lo curioso de todo, es que a falta de argumentos para promover los supuestos méritos del
candidato Frei, se nos siga insistiendo, majaderamente, votar por él, bajo el sólo expediente
“para que no salga la derecha”. Se nos dice, al respecto, que es preferible elegir el mal menor
antes que ninguna otra cosa; algo así como sacarnos un premio de consuelo para llevarlo a la
casa. Sin embargo, pasan por alto que, para nosotros, no resulta ser ésta una elección que
particularmente nos motive ni interese, toda vez que decidir votar entre dos candidatos que no
nos interpretan en lo absoluto, no nos deja otra opción que anular nuestros votos.
Así, como quiera que sea, nada hay en esta elección que nos pueda atraer, no tan sólo por ser
ambos candidatos los mejores exponentes representativos del neoliberalismo en nuestro país
sino, fundamentalmente, porque el llamado que se nos hace, desde la Concertación, lleva el
escondido propósito de amedrentarnos y también de chantajearnos. En efecto, si no votamos
por Frei, se acaba Chile, es lo menos que se dice. Por cierto, una amenaza que no nos
amedrenta, en tanto convencidos que votar por el demonio, o por el diablo, viene a ser la
misma cosa. En ambos casos, nos seguiríamos quemando en la misma hoguera neoliberal,
aquella que encendió la dictadura, y cuya llama la Concertación ha sabido mantener
plenamente viva.
Llama la atención, particularmente, aquella parte de la carta que, a manera de pregunta, nos
interpela: “votar nulo o blanco, ¿a quién castigas? ¿A quién perjudicas?
Confieso que no sabía, -como se desprendería de estas dos preguntas- que uno tiene que ir a
votar para “castigar” o “perjudicar” a un determinado candidato. Si así fuera, quiere decir que
Carmen María Swinburn y Malucha Pinto nos estarían dando a conocer un sistema de
elecciones mucho más malsano y perverso de lo que pudiéramos imaginarnos. Digo esto,
porque hasta donde yo sepa, - y la práctica política de años así me lo han hecho saber- uno
vota por aquello con lo cual tiene más afinidad. Es decir, un voto de consciencia que esté en
correspondencia con nuestro pensamiento ideológico, entendiendo este último como el modo
que tenemos de concebir el tipo de sociedad que queremos. No me cabe en la cabeza aquello
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de votar por conveniencia, por comodidad, ni menos por temor. Las elecciones no pueden
quedar supeditadas simplemente a una especie de juego maquiavélico, haciéndole perder su
intrínseca naturaleza, aquella que está en la piel de sus valores fundacionalistas que le dieron
origen.
En este marco, parto de la base, que si no hay un candidato que represente genuinamente
nuestras aspiraciones, no tendríamos por qué estar obligados a votar por éstos. Si existiera
inscripción obligatoria y votación voluntaria, la cosa sería más simple, no nos molestaríamos en
ir a votar y hasta ahí no más llegaría la cosa. Pero es el caso que las próximas elecciones son
obligatorias para los que estamos inscritos en los registros electorales, y por tal, obligados a ir
a votar así sea no haya ningún candidato que genuinamente nos interprete.
Ahora bien, sabemos que en Chile el sistema político binominal impuesto, se ha arraigado muy
fuertemente en la piel de los chilenos. Este ha sido, entre otros, el hecho fundamental para que
la izquierda en nuestro país no haya podido levantar cabeza, amén de sus errores propios.
Resulta muy difícil desplazar en las elecciones a los dos grandes bloques, y cuando así ha
sucedido, ello lo ha sido sólo a modo de excepción. Para más peor, el sistema de elecciones
que nos rige no nos deja “elegir”, sólo nos deja la posibilidad de votar, cosa que resulta ser muy
distinta.
En efecto, los ciudadanos en Chile, no elegimos a nadie, sólo votamos por aquellos que han
sido previamente “designados“ por las cúpulas políticas. Por eso resulta falso aquello que los
senadores designados habrían sido eliminados. Eso no es verdad, más aún, no sólo los
senadores siguen siendo designados - antes por Pinochet, ahora por las corruptas cúpulas
políticas- sino también los diputados. En resumen, ningún ciudadano elector “elige”, sólo “vota”,
lo cual de suyo nos pone ante un sistema de elecciones que viene ya desnaturalizado y
viciado, tanto en su forma como en su origen. De ahí que cada candidato a diputado tenga que
disponer de una caja de 50 millones de pesos y un senador de 150 millones, hacen el resto
para constatar el grado de inutilidad que tienen estas elecciones para que esté en
correspondencia con un verdadero y efectivo ejercicio democrático. Ahora, preguntarse del por
qué en nuestro parlamento hay puros empresarios y profesionales y no hay ningún obrero o
campesino, o ningún representante sindical o de las etnias, etc., se entenderá también el
inequívoco carácter clasista que tiene la composición de nuestro Congreso. Es decir, más allá
de que para nada Frei ni Piñera, nos interpreten a los de la izquierda, hay demasiadas otras
razones para que, sin más pensarlo, anulemos nuestros votos.
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Ahora bien, y ya lo dije en un artículo anterior:“aún pese al sistema político binominal que nos
rige, nunca han dejado de estar presentes en el imaginario colectivo, tres corrientes de opinión
cuyos principios políticos e ideológicos son muy diferentes entre sí”.
Primero, una corriente de derecha liberal/conservadora (Alianza), que no postula cambios al
sistema neoliberal, al contrario, pretende dejarlo tal cual, e incluso, profundizarlo.
Segundo, una corriente socialdemócrata (Concertación) que todavía cree, ingenuamente, que
el neoliberalismo, por naturaleza explotador y depredador, se puede humanizar con meras
“reformas”.
Tercero, una corriente de izquierda (¿Junto Podemos?) que postula no reformar, sino
“transformar” las actuales estructuras del sistema neoliberal que nos rige.
Bajo este marco debe entenderse, en esta nota, que cuando hago referencia a la izquierda, es
en el sentido de aquellos que nos identificamos con el tercer grupo.
Claro está que algunos desde la izquierda, a falta de candidatos que genuinamente los
representen, terminan por plegarse a opciones que no son las suyas propias. Buscan ciertas
cercanías que traten de interpretarlos de algún modo más a lo que son. Sin embargo, en esta
elección, Piñera y Frei, no tienen nada que ofrecer a los de izquierda, considerado desde el
punto de vista de poder promover cambios estructurales profundos en la sociedad chilena; al
contrario, ambos seguirían aplicando políticas meramente reformistas como se ha estado
haciendo hasta ahora.
Las compañeras de la carta, nos han recordado ciertas políticas de la Concertación que han
derivado a favorecer ciertas condiciones mínimas de supervivencia de los sectores más
pobres. Pero es el caso que un “bono” por aquí y otro “bono” por allá, en nada alcanzan a dar
cuenta de los principales trastornos que trae aparejado un sistema social y económico que por
su génesis es intrínsecamente perverso (neoliberalismo). En este sentido, la presidenta
Bachelet más que una estadista se ha mostrado como una simple asistente social. No ha
podido ir más allá de una política meramente asistencialista, y eso es insuficiente para ir a la
solución de los grandes y graves problemas que hay que resolver en nuestra sociedad. Sin ir
más lejos, la señora presidenta, que quiso vendernos la pomada que el suyo iba a ser un
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gobierno ciudadano, acaba de enviar un proyecto de ley para privatizar ahora, ni más ni menos,
que las aguas de nuestros mares.
Sobre el particular, insisto, la solución a los graves problemas de nuestro país no pasa por
otorgar bonos más o bonos menos, lo que necesita nuestro país son transformaciones
estructurales profundas (renacionalizar el cobre y nuestras aguas, asamblea constituyente,
término del estado represivo en contra de los mapuches y los movimientos sociales, educación
pública gratuita para aquellos que no tienen las condiciones económicas para pagarla; cambiar
las estructuras y sentido de las AFPs e Isapres, limitar los intereses usureros que cobran las
financieras, la banca y grandes centros comerciales, política social que favorezca a la clase
media, pymes y masa de jubilados, etc.).
En otro orden, la compañera Malucha Pinto ha señalado que en Canadá, después de los
errores y corrupción de la socialdemocracia, la llegada de la derecha al poder había suscitado
inmediatamente una ola de derechización en todos los ámbitos de la sociedad canadiense.
Terminaba este juicio señalando que los canadienses hoy se encontraban sumamente
arrepentidos de haberle entregado su aval para que la derecha gobernara. Nos hacía ver, a
modo de comparación, que de llegar la derecha de nuestro país al poder, sucedería algo
similar o lo mismo de lo que sucedió en Canadá.
Sin perjuicio de concordar que de triunfar la derecha sería nefasto para nuestro país, la
analogía que trata de establecer no tiene relación con la realidad de lo que ha estado
sucediendo en nuestro país. En efecto, es cierto que cuando salió la derecha en Canadá de
inmediato empezó a privatizar todo lo que encontraba a su paso. Una situación que sería
imposible se repitiera acá en Chile, por la sencilla y obvia razón que la Concertación ha
privatizado ya casi todo, dejándole muy reducido espacio a la derecha en caso quisiera seguir
con dicha política privatizadora. En efecto, todo aquello que la dictadura no privatizó, la
Concertación terminó de privatizarlo, incluido el cobre, algo que ni la propia dictadura se atrevió
a tocar, lo cual es ya bastante decir. De otra parte, a no olvidar, que nuestro país con la
Concertación se ha transformado en el más neoliberal de la región, y si me apuran un poco agregaría yo- de todos los países del mundo.
Como sabemos, después de 20 años de Concertación, la derecha nunca había estado tan
presente y entronizada en nuestra sociedad como ahora. Derecha por todos lados: en la
Banca, en las AFPs, en las Isapres, en los malls, en los Supermercados, en las cadenas de
cine, en la política de los acuerdos, en las instituciones, en los programas pueriles y burdos de
la televisión, en la mayor concentración monopólica nunca jamás vista en los medios de
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comunicación, mayoría en el parlamento, presidencia de ambas cámaras en manos de la UDI,
presidencia del Tribunal Constitucional en manos de un connotado pinochetista, Fuerzas
Armadas provista de un insultante poder bélico gracias a los grandes recursos destinados por
la Concertación, y lo que ha sido peor, esa especie de cooptación que el sistema político,
ideado por la derecha, ha logrado hacer recaer sobre las cúpulas de la clase política. Una
especie de efecto dominó: una Concertación, cooptada por la derecha, y ahora el Partido
Comunista cooptado por la Concertación.
En fin, la mayor presencia de la derecha en todos los ámbitos de la sociedad chilena es en
forma innegable una herencia patente del legado que la Concertación nos ha dejado en forma
inequívoca (Nosotros los empresarios amamos a Lagos… ¿se acuerdan?). Es decir, los que
nos acusan que votar nulo es votar por la derecha, son precisamente, los que han facilitado la
actual presencia de la derecha en todos los ámbitos de la sociedad chilena dejándole, de paso,
el camino pavimentado para que sea ésta la que pudiera triunfar el próximo domingo.
La Concertación al acusarnos que seríamos los responsables de la llegada de la derecha,
gracias al voto nulo, no hace otra cosa que hacer la política del avestruz, o para decirlo en
lenguaje más castizo, haciendo la típica del chileno: culpar a otros de sus propios errores y
responsabilidades. Se nos quiere hacer cargo de una imputación tartufa, o si se quiere,
gatopardista; la típica cobardía del chileno expresada notoriamente en esta ocasión en su
corrupta clase política. Una frescura, un doblez, una actitud impúdica que rompe todos los
moldes de la lógica y la ética en política.
Por eso, estimadas compañeras firmantes de dicha carta, en mi opinión ya es demasiado tarde
para llorar sobre la leche derramada. Y si bien es cierto, votar por la derecha resulta todo un
asco, habría que agregar también, que no es menos cierto que habría que tener demasiado
estómago para votar por el candidato de la Concertación Eduardo Frei Ruiz Tagle. No necesito
extenderme demasiado para particularizar en detalle lo que ha sido y significado el largo
prontuario político del candidato Frei, incluyendo su evidente sesgo anticomunista y anti
izquierda y, sin perjuicio de que corrió aplaudir a la Junta Militar asesina, y más encima, corrió
a rescatar al dictador de las garras de la justicia internacional. Para que decir del famoso caso
de los Pinocheques, o los largos años transcurridos para no recibir en la Moneda a Sola Sierra,
respetable figura vinculada a los derechos humanos. También de haber sido el único que envió
un proyecto de ley para decretar una virtual amnistía a los genocidas. Y para no redundar, la
guinda de la torta, su famosa nota 4 al querido presidente Allende, un bofetón en la misma cara
para esa izquierda que se anda arrastrando sumisa junto a él, bajo el inconfesado propósito de
seguir obteniendo prebendas en caso fuera el elegido. En mi opinión, si fuera tan sólo por ese
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sólo agravio que públicamente le hizo a nuestro querido presidente Allende, ningún comunista,
ni ninguno que se precie de izquierda, debiera de votar por Frei. Los que así los hacen, una
vergüenza y una suma cobardía también.
Por último, durante 17 años vivimos bajo el temor de la dictadura y 20 años viviendo bajo el
temor para que no salga la derecha. 37 años andando de temor en temor. Un pueblo no puede
vivir toda una vida bajo el signo del temor. Es el corolario de uno de los signos más perversos
que el sistema neoliberal ha logrado imponernos. Para el caso, por temor, arrinconarnos y
obligarnos a votar por aquellos con los cuales no tenemos afinidades. Un cuento repetido ya
demasiadas veces… ¿hasta cuándo?
Ha llegado el momento de poner coto a esta especie de cárcel en vida que estamos viviendo
con un permanente temor. Ha llegado el momento de rebelarnos contra este estado de cosas
acostumbrándonos, de aquí en adelante, a decir QUE NO... Definitivamente, … ¡NO MÄS AL
PLEGAMIENTO DE LOS DESIGNIOS DE OTROS!
En tal virtud, en las actuales circunstancias, el único voto digno y ético que vale es el VOTO
NULO. Es decir, votar de acuerdo a nuestras propias consciencias haciendo expresión de lo
que somos y anhelamos para nuestro país.
Por todo esto, y mucho más, es que el VOTO NULO en las próximas elecciones va a tener una
muy alta significación, un voto nulo desde donde comience nuestra verdadera autonomía y
liberación.
Ahora bien, si el precio para la izquierda es volver a empezar de cero, así tendremos que
hacerlo, y no debemos de temer a ello. Quizá sea necesario para aventar de una vez por todas
a toda una clase política indigna y corrupta que nos ha mal representado. La historia ha
demostrado, no pocas veces, que después del desastre viene el florecimiento y la
reconstrucción. Quizá éste sea el momento para que así empiece a suceder.
---(*) Hernán Montecinos. Ensayista en temas de la filosofía y las ciencias sociales. Articulista en
materias políticas e ideológicas y crítico de arte con publicaciones en distintos medios de
comunicación (revista "Pluma y Pincel", revista "Punto Final", diario “El Mercurio", ex diarios "La
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