El guiñol español

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ARTE, SÁTIRA Y SENTIDO DEL HUMOR
El guiñol español
La Fundación Francisco Franco
demanda al artista Eugenio
Merino por atentar contra el
honor del dictador en una obra
satírica presentada en la pasada
edición de Arco, al mismo tiempo
que el país entero se revuelve por
el supuesto ultraje cometido por
los guiñoles de Canal + Francia
contra los deportistas españoles.
Algo no funciona bien en nuestro
sistema nacional de salud pública
(y mental).
e
Luis Feás Costilla | Periodista y crítico de arte.
ugenio Merino es un artista polémico que ha
sabido aprovechar bien el escaparate que supone
la feria internacional de arte contemporáneo de
Madrid. Nacido el mismo año de la muerte de Franco, 1975,
su visión posmoderna de la política le hace capaz de presentar a Fidel Castro como un zombi con chándal de la misma
manera que muestra a Bush hijo nacido para matar y con un
ojo a la funerala. No deja títere con cabeza. En la estela hiperrealista de artistas como los norteamericanos Duane Hanson
o John de Andrea y el australiano Ron Mueck, pasados por
el filtro más cruento y expresivo del español Enrique Marty,
sus esculturas de silicona, resina y cabello humano no suelen
pasar desapercibidas, hasta el punto de que la titulada Escalera
al cielo (Stairway to heaven), presentada en Arco 2010 y
consistente en tres figuras subidas una encima de otra, un
clérigo musulmán, un sacerdote católico y a un rabino judío
que intercambian sus libros sagrados, provocó un gran escán-
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Eugenio
Merino
ha sido
demandado
por su obra
Always
Franco, con
la que quiere
reflejar que
el dictador
sigue
presente en
la memoria
de los
españoles.
Cortesía de la
galería ADN
de Barcelona.
dalo y la protesta mediante un comunicado de la Embajada de
Israel en España. Lo curioso es que Eugenio Merino parece
sorprenderse de estas reacciones y él mismo ha hecho mofa de
los artistas más mediáticos, como el británico Damien Hirst,
el de los animales troceados metidos en formol, estrella de los
mercados internacionales, al que enseñaba en Arco 2009 encerrado en una de sus famosas vitrinas y pegándose un tiro en la
sien, mostrando de esta manera el suicidio que supone dejarse
arrastrar por la especulación manejada por los intereses corporativos y financieros, nunca como antes encarnada tan claramente en un solo artista.
En Always Franco, presentada como siempre en el stand en
Arco de la galería ADN de Barcelona, se muestra un muñeco del dictador criogenizado, a la manera de Walt Disney. En
este caso, en una nevera de Coca-Cola, la compañía de bebidas que hizo popular el eslogan. El propósito, claro, es reflejar
que Franco sigue presente en la memoria de los españoles, tan
fresco como en el momento de su muerte. La obra, vendida
por 35.000 euros, no le hizo ninguna gracia a los responsables
de velar por el legado del dictador gallego, tanto que Jaime
Alonso, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Francisco
Franco, se desplazó en persona hasta el recinto ferial de Madrid
en compañía de un notario para «levantar acta» de la exposición de la escultura y tomar fotos de la pieza. El resultado, una
demanda civil que acaba de presentar en el juzgado de primera instancia número 26 de Madrid por un presunto atentado contra el honor, la intimidad y la propia imagen. Para la
Fundación Francisco Franco, la obra de Eugenio Merino es
una ofensa que no debe tolerarse, porque «no puede llamarse arte» a algo que lo único que pretende es «denigrar» a una
persona fallecida incapaz de defenderse y buscar notoriedad
a su costa. Si se hubiera hecho con La Pasionaria, Santiago
Carrillo o Largo Caballero, les hubiera parecido igual de mal.
Porque, según dicen, la ofensa va más allá de la propia figura de Franco y ataca sobre todo a unos ideales, a unos valores y a unos principios.¿A cuáles, en su caso? Pues se supone que a los mismos que le han permitido al historiador Luis
Suárez Fernández, miembro de la Fundación Francisco Franco,
escribir en el Diccionario Biográfico Español editado por la Real
Academia de la Historia que Franco no fue un dictador totalitario sino simplemente «autoritario». Negro sobre blanco. Por
fortuna, los herederos del franquismo no saben que Eugenio
Merino también tiene una cabeza del viejo dictador hincada en
un punching ball, como para desahogarse, similar a otras anteriores que hizo del presidente francés Nicolas Sarkozy o del
presidente norteamericano George Bush jr.
Dopaje nacional
Al mismo tiempo que este episodio grotesco sucedía, coincidiendo con el severo castigo que el Tribunal de Arbitraje
Deportivo impuso al ciclista Alberto Contador, los guiñoles
de Canal + Francia irrumpieron con una serie de vídeos en
los que insinuaban que el deporte español casi al completo se dopa, lo que puso a la sociedad española en pie de
guerra. En el primero, los muñecotes de silicona se metían
con el tenista Rafael Nadal, ganador de seis Roland Garros,
al que hacían beber una sustancia con la que hipercarburaba
a su furgoneta. El sketch satírico que se cerraba con la frase
«los deportistas españoles no ganan por casualidad». En el
segundo, se presentaba la donación de sangre como la causa
de las victorias en el Tour de Francia. En el tercero, la cadena se metía, además de con Nadal, con el portero de fútbol
Iker Casillas y el baloncestista Pau Gasol, a los que hacían
firmar en apoyo a Contador con una jeringuilla en lugar de
un bolígrafo. Todo con bastante gracia, respondido en el
mismo tono por los twitteros españoles con el hashtag #pierdesmasqueunfrances, que llegó a ser lo que en la red social se
conoce como trending topic. Más serio contestó Pau Gasol,
y luego Rafa Nadal, y en general todos los deportistas españoles. También arremetieron contra la cadena de televisión
gala los medios de comunicación, en especial los programas deportivos. Poco a poco, las protestas fueron ganando
en intensidad y hasta el mismo Gobierno tomó cartas en
el asunto. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel
García-Margallo, protestó ante la Embajada de Francia por
lo que considera una «ofensa grave a la ética» y una campaña contra todo el deporte español. Incluso el rey Juan
Carlos le comentó a Rafa Nadal que «estos de los guiñoles son tontos», según se recogía en una portada antológica del diario Abc. Finalmente, la Real Federación Española
de Tenis anunció una demanda contra Canal + Francia,
se supone que por una nueva ofensa contra el honor y la
propia imagen.
Pero ni que decir tiene que estas demandas no prosperarán, porque no puede haber juez en el mundo que combata el sentido del humor. Por lo menos aquí no. Sería como
admitir a trámite la denuncia contra las caricaturas de
Mahoma o cualquier otra vaca sagrada, aunque es cierto
que hace muy poco, en 2007, se montó una muy gorda con
una portada de la revista El Jueves dedicada a los príncipes
de Asturias que fue retirada de los quioscos por el juez de
la Audiencia Nacional Juan del Olmo y condenada por su
compañero José María Vázquez Honrubia a una multa de
3.000 euros por injurias. Pero no es posible que la figura de
Francisco Franco suscite el mismo respeto, si bien el deporte español, principal bastión del sentimiento patrio, sí que
cuenta con mucho mayor e irracional respaldo, por supuesto también entre las más altas instancias del Estado. En
cualquier caso, lo que pase con estas dos demandas será fiel
reflejo de la situación de nuestro sistema de salud pública,
en un país cada vez más crispado y menos capaz de reírse de
sí mismo.
mayo 2012
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