8 uniforme, sino que se presenta como reformulación y

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CAPÍTULO I- INTRODUCCIÓN
uniforme, sino que se presenta como reformulación y compatibilización de un discurso
androcéntrico con nuevos conceptos, métodos e ideas provenientes del feminismo en el
caso de la economía feminista de la conciliación; y como una ruptura central con los
marcos androcéntricos en el caso de la economía feminista de la ruptura.
2.1.1- Economía del género
En los estudios de la evolución del pensamiento feminista en las distintas disciplinas del
conocimiento (para la filosofía, p.e. Gatens, 1986; para la historia, p.e. Lake, 1992; para
la economía, Hewitson, 1999), una división recurrente es la que diferencia entre los
modelos que no cuestionan los marcos existentes y los que sí lo hacen. Es decir, Los
primeros toman los marcos como dados y simplemente exigen que, a ellos, se incorpore
a las mujeres en tanto que sujeto y objeto de estudio; por ello también son denominados
modelos “ asimilacionistas” (Lake, 1992). Harding (1986, 1987b) califica esta estrategia
como “ a ada mujeres” y Hewitson (1999) la complementa como “ a ada mujeres y
revuelva” . Estamos ante “ la cuesti n femenina” , que alguien pregunta y que se
soluciona aplicando las teorías disponibles.
“[E]l problema con la economía neoclásica es, bien la ausencia física de las mujeres de sus
instituciones –sus departamentos, clases y manuales de economía–, bien la ausencia de las mujeres
en su marco teórico. Para superar estas deficiencias, tanto las instituciones como el marco teórico
deben ser complementados con la adición de las mujeres. El marco de la economía neoclásica en sí
mismo permanece sin ser cuestionado” (Hewitson, 1999: 62)
Esta estrategia de incorporación de las cuestiones de género a los paradigmas
dominantes con poca o ninguna modificación de éstos es perceptible en la economía. En
esta investigación, se la denominará economía del género porque es la nomenclatura
que, mayoritariamente, utilizan quienes pretenden seguir elaborando un discurso
despolitizado y objetivista, frente a la adjetivación de feminista, que supone la asunción
de un compromiso político explícito.
Dentro de la economía del género vamos a reconocer dos corrientes centrales, los
estudios de equidad y el empirismo feminista, siendo la estrategia “ a ada mujeres y
revuelva” evidente en ambas. En primer lugar, los estudios de equidad, según la
terminología de Harding (1986), son aquellos que atienden a la ausencia o subrepresentación de las mujeres entre la comunidad científica. Su propósito es documentar
la extensión y características de esta exclusión de las mujeres en tanto que sujeto
epistemológico, buscando vías de solución, pero sin cuestionar ese conocimiento en sí
mismo ni los ámbitos en los que se crea. En segundo lugar, se analizará el empirismo
feminista, que es aquella corriente de pensamiento que cuestiona la ausencia de las
mujeres en tanto que objeto de estudio de los enfoques androcéntricos. Aseguran que
estos enfoques han hecho mala ciencia porque no han atendido a las experiencias
femeninas y porque han permitido que sesgos androcéntricos se colaran en el análisis,
por lo que pretenden revertir estos errores históricos. Sin embargo, no cuestionan el
método científico en sí ni los marcos teóricos preexistentes –concretamente, la
economía neoclásica–, sino que pretenden incorporar en ellos a las mujeres. Es muy
destacable el mantenimiento de las dicotomías economía / no-economía y trabajo / notrabajo. Su recuperación, por tanto, del género y las experiencias femeninas se da en los
límites de lo que los enfoques androcéntricos consideran económico; por tanto, se
centran en la participación femenina en el mercado laboral.
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CAPÍTULO I- INTRODUCCIÓN
2.1.2- Economía feminista
La economía feminista cuestiona con detalle el discurso neoclásico y propone
alternativas de análisis. Dentro de esta corriente, se incluyen análisis de inspiración
variada (marxista, neoclásica, institucionalista, etc.). Podríamos decir que la idea que
subyace al intento de elaborar una rama distintivamente feminista del pensamiento
econ mico es que: “ Simplemente haciendo encajar a las mujeres, sin cambiar las reglas
del juego, significaría la mera deificación de las condiciones existentes de desigualdad
social” (Braidotti y Butler, 1997: 45). Por tanto, para cuestionar la desigualdad, tanto en
el ámbito de la teoría como de la política, es necesario transformar las estructuras
(cognitivas o sociales) previas, ya que “ la exclusi n de las mujeres y de la agencia
femenina no es sólo una cuestión de estar dejando fuera del discurso económico a la
mitad de la humanidad; también influencia las estructuras teóricas y las prácticas
actuales de investigaci n cient fica” (Grapard, 1999: 548). La perspectiva de la
conciliación se caracteriza por creer en la posibilidad de conciliar las nuevas nociones
con los anteriores paradigmas; es decir, considera que éstos son válidos si son
suplementados y/o reformados considerablemente. Mientras que la economía feminista
de la ruptura aboga por una modificación profunda de (o ruptura con) los anteriores
paradigmas.
Hay varios puntos que podemos identificar como consensos de partida de los distintos
enfoques de la economía feminista. Ésta critica la estructura analítica propia de los
análisis androcéntricos, estructura que identifica la economía con lo monetizado y que
etiqueta todo el resto de actividades como lo “ no-econ mico” , en una escisi n muy
ligada a la división público / privado-doméstico. Frente a esta estructura, la economía
feminista asume como labor definitoria el deconstruir el objeto de estudio de los
enfoques androcéntricos. En primer lugar, afirman que esa visión de la economía se
había instaurado como universalmente verdadera y objetiva cuando, por el contrario,
estaba profundamente imbuida de sesgos androcéntricos y ocultaba a las mujeres, sus
experiencias y diferencias con los hombres. Este discurso opresor para las mujeres ha
sido legitimado porque los propios criterios epistemológicos estaban sesgados, por lo
que es imprescindible redefinirlos. Así, se replantearán los criterios que validan el
conocimiento, partiendo de la noción de que el sujeto que crea conocimiento, su punto
de vista, es relevante, ya que la ciencia es un proceso social, afectado, por tanto, por los
conflictos sociales; desde ahí, de forma especialmente relevante, se replantea la noción
de objetividad. En segundo lugar, se cuestiona la estrechez de las definiciones
convencionales de lo económico y se pretende dar una definición más amplia que, de
forma clave, atienda al trabajo doméstico de las mujeres. Se trata, por tanto, de
descentrar a los mercados hacia los que se había dirigido la mirada primordial o
exclusiva de las/os economistas. Este descentramiento tiene que permitir una
recuperación de los elementos femeninos invisibilizados, recuperando a las mujeres
como agentes económicos y sus actividades como económicamente significativas. En
tercer lugar, es necesario mostrar las relaciones de poder de género que subyacían a la
estructura dicotómica y, a la par, convertir dichas relaciones en un objeto legítimo de
estudio económico. En última instancia, el objetivo es transformar una realidad que se
considera injusta. “ [P]ara las economistas feministas, el creciente reconocimiento del
valor de las contribuciones de las mujeres puede y debe mejorar el estatus económico de
las mujeres” (Mayhew, 1999: 737). La econom a feminista se sit a, sin dudar, en el
ámbito de la economía normativa.
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CAPÍTULO I- INTRODUCCIÓN
Sin embargo, las vías para llevar a cabo esta apuesta teórica y política no son iguales.
Por un lado, identificaremos tres estrategias de deconstrucción que determinan
elementos esenciales de las distintas corrientes que componen la economía feminista. La
primera de ellas se basa en la recuperación de los otros femeninos invisibilizados –la
actividad económica de los hogares se valora al mismo nivel que la de mercado–; la
segunda, en la reversión de las jerarquías –se prioriza la producción doméstica–; y la
tercera, en la trascendencia de la dicotomía mediante el uso de un término bisagra –se
habla de sostenibilidad de la vida como los procesos de satisfacción de necesidades que
incluyen la producción mercantil y doméstica, sin limitarse a priori a estas esferas. Las
dos primeras constituyen la corriente que denominaremos economía feminista de la
conciliación y, la última, la economía feminista de la ruptura. Por otro lado, al
considerar las relaciones de género no sólo como elemento integrable en el análisis, sino
como ámbito privilegiado de atención teórica, la diferencia entre los distintos enfoques
viene dada por la consideración del sujeto de la mujer subyacente. Mientras que la
perspectiva de la conciliaci n maneja una imagen del sujeto “ la mujer” que viene
definido por la que denominaremos política de la identidad –consideración de que existe
una experiencia común de opresión que permite hablar de un sujeto homogéneo y con
intereses definidos–; la perspectiva de la ruptura acerca sus posiciones mucho más a las
de la que se calificará como política de la localización, dedicando una atención mucho
mayor a la recreación de los géneros en cada proceso y relación económica y otorgando
una importancia clave a las diferencias entre mujeres. Por último, la ampliación del
objeto de estudio a nuevas esferas de actividad económica y la atención a las relaciones
de género suponen la necesidad de modificar las metodologías previas, heredadas del
pensamiento económico androcéntrico. Así, la economía feminista de la conciliación
propondrá suplirlas con métodos y conceptos nuevos, surgidos de esas nuevas esferas a
las que atender; mientras que la economía feminista de la ruptura propone un vuelco
mayor en los métodos utilizados: obtención de conceptos trasversales, reversión de las
categorías centrales de estudio, difuminar los límites de la economía y apostar por la
interdisciplinariedad, etc. Esto no significa que nunca utilice herramientas de marcos
preexistentes, sino que, cuando recurra a ellas, lo hará de forma situada y ecléctica,
como una herramienta útil para un fin concreto y nunca como corsé prefijado.
La terminología de economía feminista de la conciliación pretende remitir a la filosofía
general que impregna toda la corriente: que es posible conciliar una estructura
dicotómica preexistente, que ha sido históricamente perversa para las mujeres, con una
nueva carga valorativa que recupere los elementos femeninos, bien revirtiendo la
jerarquía analítica –propuesta de la segunda estrategia de deconstrucción, propia de la
economía emocional–, bien otorgándoles el mismo valor analítico que a los masculinos
–propuesta de la primera estrategia de deconstrucción, a la que Matthaei y Brandt
(2001) califican de integradora. Esta última propuesta es la mayoritariamente seguida
por las autoras y expresa la confianza en la posibilidad de reconciliar lo que antes estaba
escindido, revalorizando lo femenino y, uniéndolo a lo masculino ya valorado, logrando
un conjunto mejor, más pleno y humano, tanto en términos teóricos (conocer los
mercados y el trabajo doméstico, hablar de egoísmo y de altruismo, etc.), como
políticos. En este último sentido, hablar de conciliación crea un nexo con el actual
debate sobre la conciliación de la vida laboral y familiar, que se identificará –aunque
muy brevemente en el capítulo VI– como una propuesta política central en el momento
presente por parte de este enfoque. Por su parte, la terminología de economía feminista
de la ruptura busca remitir a la filosofía propia de este enfoque, esto es, romper con
todas las construcciones previas en términos teóricos (perturba, de forma clave, toda la
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CAPÍTULO I- INTRODUCCIÓN
estructura dicotómica, con todas sus ramificaciones) y políticos, ya que plantea revertir
la lógica que organiza el sistema socio-económico.
Aquí cabe señalar que el segundo objetivo de este libro es avanzar en la reflexión y
elaboración de algunos conceptos centrales de la economía feminista de la ruptura. Ésta
es una corriente, podría decirse, no sólo en consolidación, sino en pleno proceso de
construcción, de indagación y de exploración de nuevos campos, posibilidades y
horizontes feministas. Se argumentará que esta corriente no pretende ofrecer verdades
universales, sino verdades parciales, que hablen desde posiciones localizadas buscando
un diálogo constante con otras voces para, en un proceso responsable y politizado de
creación de conocimiento, intentar construir mundos menos dominados por ejes de
dominación. En ese sentido, en el presente estudio se intenta proporcionar herramientas
para comprender lo que se caracterizará como un proceso actual de crisis del sistema
socio-económico, perceptible en la reorganización de los cuidados y en una nueva
estratificación sexual y étnica de los trabajos. Se aportarán argumentos adicionales para
comprender y debatir este proceso, al que se denominará crisis de los cuidados, que es
foco de debate público, dentro y fuera de los ámbitos feministas. Se intentará situar esta
tensión en el centro de la crítica a un sistema socio-económico que, como se
argumentará, se fundamenta en la desigualdad y en la exclusión para poder mantenerse.
Se argumentará que es un momento en el que el feminismo puede poner en cuestión el
discurso mayoritario por múltiples vías: lo que éste muestra como un problema social es
un problema económico que atañe a toda la población y, más aún, a todo el sistema e
instituciones, no siendo en ningún caso un asunto de mujeres. Es un problema no es
solucionable en los parámetros del sistema actual, sino que puede cuestionar las bases
mismas de éste. Y puede también cuestionar la supuesta uniformidad de las experiencias
femeninas respecto a los trabajos no remunerados, así como de sus intereses políticos.
“ La crisis de los cuidados tiene la virtud de permitirnos visibilizar y poner en cuesti n algunos
elementos centrales sobre los que se constituye nuestra sociedad y generar nuevos imaginarios,
nuevas propuestas de transformación y nuevas formas de lucha. En ello estamos.” (R o, 2003: 48).
2.2- Estructura del documento
Tras el presente capítulo introductorio, se expone la estructura dicotómica falocéntrica
que, según la crítica feminista, subyace al pensamiento occidental ilustrado y que
excluye de forma sistemática todos los elementos asociados con la feminidad (capítulo
II). El pensamiento económico androcéntrico será interpretado como un discurso
dicotómico basado en la invisibilización de las esferas económicas feminizadas,
asociadas con lo no monetizado. Se introducirán las que se definirán como dicotomías
fundacionales de dicho pensamiento: economía / no-economía, trabajo / no-trabajo, y se
mostrará su proceso de consolidación histórica, así como su asociación con el par
público / privado-doméstico. Las distintas formas de enfrentarse a estas dicotomías
definen a las distintas corrientes económicas relativas al género; a saber: mantenimiento
de la estructura e incorporación de las mujeres a los elementos valorados (economía del
género); mantenimiento de la estructura dicotómica con una simultánea transformación
de la carga valorativa (economía feminista de la conciliación); y trascendencia de la
dicotomía al considerarse que tiene una carga jerárquica insalvable (economía feminista
de la ruptura).
Una vez introducidos los debates fundamentales en torno a los cuales gira la
investigación, se pasa a analizar cada una de las corrientes identificadas. En primer
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