Primacía de la incomunicabilidad de la persona - E

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Revista electrónica mensual del Instituto Santo Tomás (Fundación Balmesiana)
e-aquinas
Año 2
Agosto 2004
ISSN 1695-6362
Este mes... PERSONA Y RELACIÓN INTERPERSONAL
(Cátedra de Filosofía del IST)
Aula Magna:
JUAN MARTÍNEZ PORCELL, Personalismos actuales y persona
en Santo Tomás
Documento:
EUDALDO FORMENT, Primacía de la incomunicabilidad de la
persona
Publicación:
JUAN MARTÍNEZ PORCELL, Metafísica de la persona
Noticia:
Seminario en Balmesiana ”Lectura de textos de Santo Tomás de
Aquino sobre la persona”
Foro:
¿Se llega a ser persona por la relación interpersonal?
© Copyright 2003-2004 INSTITUTO SANTO TOMÁS (Fundación Balmesiana)
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Eudaldo Forment, Primacía de la incomunicabilidad de la persona
Primacía de la incomunicabilidad
de la persona1
Eudaldo Forment
Catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelona
La incomunicabilidad personal
La noción de persona es una de aquellas, que, por su origen, pueden llamarse
cristianas, pero por su contenido son estrictamente filosóficas. Estas nociones
son una auténtica aportación directa del cristianismo al pensamiento filosófico.
La Iglesia, desde el principio, propuso claramente algunos conceptos, que, aún
siendo estrictamente racionales, no habían sido descubiertos por el hombre.
Quizá hubieran permanecido siempre inaccesibles a su razón, si no se hubieran
propuesto junto con las verdades de contenido sobrenatural.
El concepto de persona apareció, en el ámbito teológico cristiano, junto con
otros también racionales. Entre ellos, la noción de Dios, como, además de
creador, personal y libre, la concepción del hombre como un ser espiritual, la
doctrina de la dignidad e igualdad humana, la de la libertad, el enfoque
adecuado al problema del mal, y la visión lineal de la historia.
Con el término persona se significaba la máxima individualidad o suprema
singularidad. La persona, en el hombre, expresaría la individualidad espiritual
o substancial del alma, que se manifiesta en sus facultades incorpóreas, el
entendimiento y la voluntad, y también la individualidad del cuerpo. La
persona sería lo más individual, lo más propio que es cada hombre, lo más
incomunicable, o lo menos común, lo más singular. Una individualidad única,
que no se transmite por generación, porque no pertenece a la naturaleza
humana ni a ciertos accidentes suyos, a los que esta predispuesta la misma
naturaleza, que es transmitida con ellos de los padres a los hijos.
Por expresar esta individualidad, la persona no tiene el mismo significado que
el de hombre. En el lenguaje corriente, el término persona se emplea como
equivalente al de hombre. Es una utilización correcta, porque todo hombre es
persona. Sin embargo, el nombre persona tiene una caracterización lógica y
gramatical distinta de hombre y de todas las demás palabras. Estas se refieren
1
Artículo publicado en la revista Arbil, 61, que autoriza su publicación.
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siempre a características esenciales, generales o individuales. La persona, a
diferencia de todos lo demás nombres, sin la mediación de algo esencial, se
refiere recta o directamente al ser. Nombra al fundamento individual
inexpresable esencialmente de cada hombre.
Santo Tomás, para expresar la denotación del ser propio personal,
definición clásica de Boecio de "Substancia individual de naturaleza
También el Aquinate definió la persona, con términos parecidos,
precisos, del siguiente modo: "Persona es el subsistente distinto en
racional".3
asumió la
racional".2
pero más
naturaleza
En estas dos definiciones de persona, queda expresada implícitamente la tesis
propia de Santo Tomás, que "El ser pertenece a la misma constitución de la
persona".4 El principio personificador, el que es la raíz y origen de todas las
perfecciones de la persona, incluida su individualidad total, es su ser propio.
Todas las perfecciones de los distintos seres, son expresadas por su esencia,
aunque se resuelvan en último término en el acto del ser, porque es el
fundamento de tales perfecciones. La persona, sin embargo, sin la mediación de
algo esencial, directamente se refiere al ser. Por ello, debe comprenderse como
vinculada inmediatamente al ser, y a los trascendentales que éste principio
entitativo básico funda: la unidad, la verdad y la bondad.
En este sentido, puede decirse que persona tiene un carácter "trascendental".
Nombra al ser propio, y a los trascendentales, sin designar directamente la
naturaleza participante del ser. Menciona inmediatamente al ser, la entidad, la
realidad, la unidad, la división o incomunicabilidad, la verdad, la bondad y la
belleza, propias del ente personal.
Según Santo Tomás, lo que hace que un individuo de naturaleza humana, un
hombre, compuesto de cuerpo y alma, sea una persona no es algo que
pertenezca propiamente a esta naturaleza, sino su ser propio, acto primero,
constitutivo y fundamento de la misma esencia. El ser propio o personal es una
realidad metafísica, que no sólo no es captable por los sentidos, como todas las
otras, sino que tampoco es objeto de la inteligencia. Su conocimiento es posible,
porque a cada persona se le revela en su conciencia intelectual, en la percepción
intelectual de que es o existe, de la que tiene una absoluta certeza y cuyo objeto,
su ser propio, indica con la palabra "yo". Este núcleo interior se distingue de su
2
3
4
BOECIO, Liber de persona et duabus naturis, ML, LXIV, 1343.
SANTO TOMÁS, De Potentia , q. 9, a. 4, in c.
IDEM, Summa Theologiae, III, q. 19, a. 1, ad 4.
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Eudaldo Forment, Primacía de la incomunicabilidad de la persona
naturaleza por su carácter permanente y a la vez desconocido en cuanto su
contenido por el mismo sujeto.
En definitiva, el constitutivo formal de la persona, lo que la distingue de la mera
naturaleza, es el ser propio y proporcionado a esta esencia. Por este ser
personal, la persona subsiste, existe por sí y en sí, de una manera autónoma e
independiente. La persona es subsistente y, por tanto, una substancia, tal como
se indica en sus definiciones.
La máxima individualidad en lo creado se explica por la subsistencia, el ser
propio y proporcionado a una esencia corporal y espiritual. La persona designa
siempre lo singular o lo individual, al hombre concreto existente. Las cosas no
personales, son estimables por la esencia que poseen. En ellas, todo se ordena,
incluida su singularidad, a las propiedades y operaciones específicas de sus
naturalezas. De ahí que los individuos solamente interesan en cuanto son
portadores de ellas. Todos los de una misma especie son, por ello,
intercambiables. No ocurre así con las personas, porque interesan en su misma
individualidad, en su personalidad. A diferencia de todos los demás entes
singulares, la persona humana es un individuo único, irrepetible e insustituible.
Esta suprema individualidad o singularidad de la persona se expresa con la
afirmación de que posee la incomunicabilidad metafísica. En la persona todo
esta embebido de incomunicabilidad. En cualquier persona tal singularidad
tiene siempre supremacía sobre todo lo específico o genérico. De ahí, que esté
incluida formalmente en las dos definiciones de persona examinadas. A la
persona, al "subsistente distinto", según la definición de Santo Tomás, o a la
"substancia individual", que aparece en la de Boecio, por su totalidad entitativa que indican los términos "subsistente" y "substancia"-, y por su singularidad indicada por los de "distinto" e "individual"-, se le puede caracterizar como lo
totalmente incomunicable.
La comunicación sin comunicante
Por significar la substancia o la subsistencia, como enseña Santo Tomás, el
término persona expresa formalmente la incomunicabilidad metafísica. Esta
fundada tesis, embargo, ha sido, por algunos, tildada de "substancialista" o
"cosificadora". Consideran estos autores, que se mueven en el ámbito del
existencialismo, que se olvida la comunicación personal y su gran importancia
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en la vida de las personas. La caracterización de la persona por la
incomunicabilidad absoluta confirmaría esta descalificación.5
Se propone, desde estas mismas posiciones críticas, en lugar de definir la
persona por la incomunicabilidad, hacerlo por la relación. Se afirma que: "La
persona es el ser racional. Esto significa que la persona existe como realidad que se
refiere a otras personas. La experiencia psicológica muestra que el yo entra en relación
ética con otros yo, porque su realidad más profunda consiste en el hecho de ser relacional
(...) No se trata de una 'relación accidental' (...) Es una relación que tiene en sí misma
la propia realidad. No toma su realidad de la naturaleza".6 De este modo no sólo se
atendería a las relaciones personales entre las personas humanas, sino que sería
más patente la armonía entre la filosofía y la doctrina católica, que enseña que
la persona divina se define por la relación trinitaria.
Para esta doctrina, tanto en Dios como en las criaturas, la persona hay que
caracterizarla por la relación, la comunicación o la relación con los demás. No
puede decirse que las personas: "Existen en un principio cada una en su reserva,
para entrar después en relación con las otras y formar con ellas una comunidad.
Comunidad y persona se sitúan a la vez; una persona no existe sino como relación con
las otras personas. Su realidad es la de un ser relacional. Un 'yo' no tiene sentido sino
en su relación con los otros 'yo'".7 La persona no es, sino que se constituye en la
relación con los demás. No es algo anterior a al comunidad, sino que se
constituye en y por la relación interpersonal.
Según este personalismo comunitario o "dialógico", la persona se constituye en
la comunidad. El constitutivo formal, la raíz y causa de la dignidad personal y
de las perfecciones personales es la relación social.
Debe advertirse, sin embargo, que esta doctrina "relacional" contemporánea de
la persona ni se deriva ni es aplicable a la teología trinitaria. Ciertamente las
personas divinas se constituyen por la relación, pero, como advierte Santo
Tomás, por la relación subsistente, de manera que el constitutivo formal de la
persona en Dios es también el ser. Ni en Dios ni en la criatura, la mera relación
no constituye a la persona.8
Véase: K. HEMMERLE, Tesi di Ontologia trinitaria , Roma, Città Nuova, 1976.
RAMÓN LUCAS LUCAS, Antropología y problemas bioéticos, Madrid, BAC, 2002, p.
101.
7 J. GALOT, La persona de Cristo, Bilbao, Ed. Mensajero, 1971, p. 47.
8 Véase: E. FORMENT, Personalismo medieval, Valencia, EDICEP, 2002, c. IV.
5
6
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Eudaldo Forment, Primacía de la incomunicabilidad de la persona
Tres dificultades
Además si se considera en sí mismo el "personalismo relacionista" presenta
muchas dificultades. En primer lugar, porque aunque se reconoce el carácter
locutivo y manifestativo del conocimiento intelectual, en la insistencia de su
importancia, parece olvidarse el presupuesto que implica, que hay alguien que
manifiesta. Para que sea posible la comunicación intelectiva debe existir un
sujeto individual dotado de entendimiento, una persona humana.
Un pensador existencialista, Nicolás Berdiaeff ya detectó este grave olvido de la
persona en las doctrinas modernas del conocimiento. Frente al mismo, recuerda
que: "El problema fundamental de la gnoseología consiste en saber quien conoce y si el
que conoce pertenece al ser. ¿Cómo comprender y profundizar la premisa del
conocimiento que nos hace suponer que es el hombre quien conoce?".9 Es el hombre
individual e íntegro, la persona humana, quien conoce. Es la persona, tal como
lo patentiza la metafísica del Aquinate, un hombre concreto y singular, en toda
su totalidad.
En su reivindicación de este ser personal, afirma Berdiaeff que: "El problema
fundamental e inicial es el del hombre (...) El enigma del conocimiento y el enigma del
ser reside en el hombre. El hombre es precisamente este ser concreto enigmático,
inexplicable si se parte del mundo, y por cuya única mediación puede efectuarse la
irrupción hacia la esencia del ser".10 Ni la persona es capaz de captar con su
entendimiento el sentido esencial o inteligible de la realidad en su totalidad, ni
este sentido explica completamente a la persona. Lo personal ésta en lo esencial
pero al mismo tiempo lo trasciende. La persona siempre es más.
El personalismo "relacional" también destaca, para confirmar su doctrina de que
la relación en cuanto tal constituye formal e intrínsecamente a toda persona, la
relación amorosa entre las personas. Ante este argumento, debe reconocerse
que el amor de amistad o de donación es propio de las personas, y conduce a la
unión afectiva y real entre los seres personales, pero no se debe ignorar la
anterioridad del sujeto y objeto de esta forma suprema de amor, que son
siempre personas. Sin el sujeto ni el término de la relación personal que es el
amor, no puede existir la relación amorosa, y, por tanto, ésta no puede
constituir a la persona, porque sin ella no existe.
Una dificultad de este moderno personalismo deriva de la misma naturaleza de
NICOLÁS BERDIAEFF, La destinación del hombre (Trad. Juan de Benavent),
Barcelona, José Janés, 1947, p. 40.
10 Ibid., p. 42.
9
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las relaciones cognoscitivas y amorosas. Hay una radical imposibilidad de
comunicación, por medio del lenguaje intelectual y el amor de donación, si no
se admiten unas aptitudes para ello y unas inclinaciones, que tienen que
encontrarse en los seres personales humanos, con una determinada constitución
metafísica, que las explique. Es preciso reconocer, en el sujeto y en el término de
toda comunicación, un ser que permita comprender el origen de sus facultades
intencionales, que hacen posible tal comunicación.
Un tercer inconveniente, aparece si se examina el hecho del diálogo personal.
En todo diálogo, los interlocutores son "en sí" antes de ser "a otro". Son
personas, o subsistentes en naturaleza racional, antes que dialogantes. Es, por
consiguiente, imposible que dialogando alguien se constituya en persona. Por lo
mismo, que dé el ser personal con su diálogo. No se puede entrar en relación de
amistad con otro, sin reconocer con anterioridad a la misma, mi apertura a la
convivencia amistosa y también la suya, y, por tanto, una estructura metafísica
que explique la aptitud para poderse comunicar ambos por el amor.
Nunca la relación puede ser constitutiva de sus sujetos, sino que son estos su
fundamento. Además, la causa auténtica de los sujetos no ha estado dirigida a
causar la relación que sustentan. Así, por ejemplo, los padres al engendrar hijos
no han causado la paternidad o la filiación, sino a sus hijos. Las relaciones de
paternidad y filiación, fundadas en la acción generativa, son causadas por este
fundamento juntamente con los padres y los hijos. En ninguna relación se da la
constitución de su sujeto y su término. 11
En definitiva, como ha indicado Abelardo Lobato: "Hoy es muy fuerte la
pretensión de reducir la persona a sus relaciones interpersonales, porque son
constitutivas. Es normal en el tiempo del olvido del ser y de la proscripción a las
relaciones interpersonales, pero no se debe olvidar que la relación supone un
fundamento en un sujeto y tiende a referirse a otro. Sin sujetos no hay relaciones".12
La comunicabilidad personal
No es la incomunicabilidad metafísica la que impide la comunicación, sino el
egoísmo. Enseña Santo Tomás que el amor de si es bueno e incluso obligatorio,
pero si es desordenado es egoísmo. El egoísta se cierra a todo otro amor, no
Véase: F. CANALS VIDAL, Ser personal y relación interpersonal, en E. FORMENT
(Ed.), Dignidad personal, comunidad humana y orden jurídico, Barcelona, Ediciones Balmes,
1994, 2 vols., I, pp. 25-35.
12 ABELARDO LOBATO, Dignidad y aventura humana , col. "Horizonte dos mil. Textos
y Monografías", n. 5, Salamanca-Madrid, San Esteban-Edibesa, 1997 p. 108.
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Eudaldo Forment, Primacía de la incomunicabilidad de la persona
respeta a ninguna jerarquía en el orden natural del amor y, en definitiva, se
convierte a sí mismo en el fin absoluto de la propia vida. El egoísmo, o el exceso
de amor a sí mismo, es la tierra de cultivo en donde está asentado todo el
edificio del mal. "El amor desordenado de sí mismo es causa de todo pecado".13
La incomunicabilidad metafísica no implica la incomunicación con los demás.
Puede decirse que la persona es apertura y lo es por su incomunicabilidad
metafísica. Esta apertura o comunicación de vida personal es un efecto de la
substancialidad incomunicable de la persona. La incomunicabilidad metafísica
de la persona en vez de impedir la comunicabilidad social la posibilita.
La persona, como sostiene Santo Tomás, es una totalidad. La persona se refiere
a la totalidad del hombre, a, todos sus constitutivos, los esenciales, los
accidentales, y el ser, como constitutivo formal. "Se trata de un todo concreto que
excluye ser parte como la mano o el pie, el alma o el cuerpo, excluye ser universal como
todo lo abstracto, las ideas, las categorías y debe ser existente y no ente de razón".14 La
persona es una totalidad entitativa, de la que se destaca directamente el ser
propio, que es significado de modo inmediato.
Esta concepción de la persona como totalidad subsistente y distinta o
incomunicable, no sólo no impide la comunicación intelectual y afectiva, sino
que la origina. Las relaciones interpersonales se explican por el carácter
personal de sus términos, porque son personas y, por tanto, porque poseen un
ser propio, en un grado que está ya en el nivel de ser espiritual. El ser propio, en
el grado que lo posee la persona, y que la constituye formalmente, le confiere la
autoposesión.
En primer lugar, esta posesión personal se realiza por medio de la
autoconciencia intelectiva o experiencia existencial de la facultad espiritual
inteligible e intelectual, que es el modo como puede conocer el ser. Gracias a
ella, aunque en un grado limitado, la persona humana se posee
intelectivamente a sí misma.
En segundo lugar, se lleva a cabo la posesión propia de la persona por su
facultad espiritual volitiva. Con esta autoposesión, la persona se ama a sí
misma, de un modo natural y necesario, pero no, desordenadamente, porque
entonces este "amor de sí" se convertiría en egoísmo.
Por ser dueña de sí misma -con sus facultades superiores, aunque en el grado
indicado, como corresponde a la limitación de la inteligencia y de la voluntad
13
14
SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, I-II, q. 77, a. 4, in c.
ABELARDO LOBATO, op. cit., p. 109.
p. 19
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del ser humano-, la singularidad de la persona es más plena que la de los demás
entes substanciales. Además, como la persona, por su carácter fundamental se
expresa en todo lo propio del hombre, en él todo esta atravesado por la
singularidad. La persona humana en la suprema individualidad en lo creado.
Merece, por ello, la persona ser nombrada no con un nombre que diga relación
algo genérico o específico, sino con un nombre propio, que se refiera a él
mismo. Las personas tienen nombre propio y si éste se da también a objetos,
como lugares geográficos, casas, barcos, etc., o a otros seres vivos, como los
animales domésticos, es por que tienen una relación directa con personas. Se les
ha nombrado con un nombre propio no por sí mismos sino por estar en el
contorno persona.
La persona es lo absolutamente incomunicable. La persona es lo más
incomunicable metafísicamente, pero es lo más comunicable intencionalmente
por el entendimiento y el amor. Son acciones u operaciones de la persona que
producen efectos inmanentes, que permanecen dentro de su causa y son las que
permiten la comunicación o relación personal.
p. 20
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