La gran deuda pendiente con la meritocracia

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La gran deuda pendiente con la meritocracia
Diario Concepción (http://www.diarioconcepcion.cl)
La gran deuda pendiente con la meritocracia [1]
"No basta una ley para cambiar prácticas arraigadas, sobre todo cuando estas prácticas le
traen beneficios a muchos de los que pueden legislar para hacer la diferencia".
Mariano Campos R.
Director
Aún faltaban décadas para que se acuñara el concepto meritocracia, pero la imagen arquetípica del
que, a punta de esfuerzo, sacrificio y educación, logra romper los determinismos de la cuna para llegar
a lo más alto, ya estaba fuertemente anclada en los chilenos. Así, a mediados de los años 40, Gabriela
Mistral y Pedro Aguirre Cerda encarnaron para el pueblo la imagen del meritócrata: chiquillos que solían
recorrer kilómetros para asistir a la escuela, que estudiaron mucho y se convirtieron en profesores. El
segundo llegaría a Presidente de la República. La primera, huelga decirlo, sería la primera
lationamericana en alcanzar el premio Nobel de Literatura.
Han pasado más de siete décadas desde entonces, y resulta claro que aún a Chile le queda un largo
camino por recorrer si quiere de una vez por todas convertirse en un país meritócrata. Pero para ello
antes debe romper las cadenas de las malas prácticas, el clientelismo, los favores políticos, el
nepotismo y otros vicios que, sin duda, están íntimamente ligados al descrédito de la política, reflejada
en los altos niveles de abstención en las elecciones.
El esfuerzo más importante que se ha hecho en esta dirección tuvo lugar ya hace 12 años, con la
creación del Sistema de Alta Dirección Pública en el gobierno de Ricardo Lagos. El sistema ADP partió en
2004 con 417 cargos, y a febrero de este año ya sumaba 1278. Sin embargo, hoy desde el mismo ADP
hay voces que denuncian los "by pass" o atajos que usan los gobiernos para seguir poniendo en los
puestos a su operadores de confianza, despidiendo a funcionarios de perfil técnico en beneficio de otros
que no necesariamente tendrán las competencias para ejercer el cargo. Una costumbre que, a fuerza de
repetirse, amenaza con convertirse en una generalidad dentro del sistema.
Una vez más queda comprobado que no basta una ley para cambiar prácticas arraigadas, sobre todo
cuando estas prácticas le traen beneficios directos a muchos de los que pueden legislar para hacer la
diferencia. El caudillismo, los "acarreos de votantes", las "agencias de empleo" con recursos públicos, el
asistencialismo interesado, siguen siendo parte del paisaje político nacional, tal como lo eran hace un
siglo.
El compromiso con el mérito debiera ir mucho más allá que un paquete de medidas para recuperar
credibilidad perdida: debiera ser un imperativo ético en el actuar de todos los que detentan una
responsabilidad pública. Mal que mal, el Estado no es una fuente inagotable de recursos para que el
"servidor" público se "sirva" de ella a destajo. Por el contrario, la actitud a la altura de la
responsabilidad, exige el mayor celo para cuidar recursos que son de todos, y esa es una premisa
básica para construir las confianzas.
Sabiendo entonces que el Estado le pertenece a todos los chilenos, y no puede ser visto como un
"botín" para el gobierno de turno, es necesario buscar los mecanismos adecuados para que la ley
promulgada hace 12 años, se transforme en los que la gran mayoría de los chilenos espera de ella:
básicamente el aseguramiento de equipos de profesionales de excelencia para administrar las distintas
direcciones del Estado de manera eficiente. Es así como surgen los países, y como pueden dar saltos
hacia el desarrollo y la equidad.
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Otro factor necesario en este camino es hacer un lado al paralizante miedo a la evaluación. ¿Cómo
puede haber una gestión eficiente si nos resistimos a que se evalúe nuestro desempeño? ¿Cómo
podemos mejorar si no sabemos lo que estamos haciendo mal?
Alta Dirección Pública
en la Región del Bío Bío
Nombres hay muchos, pero los cuestionamientos apuntan al sistema, no a las personas designadas para
los cargos.
En la región, al igual que a nivel nacional, si vemos las cifras a grandes rasgos, pareciera ser que el
sistema funciona relativamente bien. Por ejemplo, desde 2005 hasta la fecha, los concursos han
arrojado 139 nombramientos definitivos versus 59 declarados desiertos.
Pero tal como señalamos, estas cifras representan una generalidad, que no expresa la realidad más
específica del Bío Bío, donde las indefiniciones afectan el quehacer de los organismos. Por ejemplo,
actualmente hay cinco cargos que se escogen por ADP que se encuentran con un representante
transitorio, a la espera de que un concurso determine un nombre definitivo.
De estos, cuatro están pendientes desde 2015, como es el caso de Sernapesca, donde la última
novedad fue que en marzo se autorizó una prórroga para el representante transitorio en el cargo de
director regional, sin siquiera reabrir un nuevo concurso público. Dos veces ese cargo ha quedado
desierto.
En el Serviu, en tanto, hubo un director con carácter interino durante todo el primer año de la
administración Bachelet. El problema se suscitó al momento en que postuló a la titularidad del cargo, y
finalmente no lo obtuvo. ¿La razón? No cumplía los requisitos curriculares.
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