2 El arte religioso medieval, siglos X-XV

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El arte religioso medieval, siglos X-XV
Domingo Buesa Conde
Adolfo Castán Sarasa
Al sur de las estribaciones de las sierras pirenaicas se abren las
llanuras de la Hoya de Huesca, un territorio que entró muy
pronto en la Historia al contar con el fluir del río Gállego, uno
de los ejes vertebradores de estas tierras orientales de la península. Ese eje constituyó desde tiempos de Roma un excelente itinerario por el que transitaron mercancías y personas,
por el que se divulgaron modos civilizadores y por el que los
ejércitos avanzaron conquistando y colonizando.
Cuando los aragoneses, en los inicios del s. XI, irrumpen en
la llanura que quieren conquistar lo hacen a través del cauce
de este río de nombre musulmán. Y cuando eso ocurre ya
se encuentran con viejos enclaves en los que se han materializado formas de vida y de
expresión cristiana, que rememoran tanto la crisis del mundo romano como la sutil presencia visigoda. De ese mundo que se agotaba fueron testigos las cuevas cristianizadas,
ese poblamiento eremítico conservado en lugares como la ermita de la Peña, o en el
enclave de San Cristóbal, ambas en Aniés, en el nacimiento del río Sotón. Esa presencia
evangelizadora consolidó también pequeños centros monásticos como el santuario de
San Julián de Andría o el de San Pedro de Séptimo en Nueno, que fueron especialmente
importantes en época visigoda y pervivieron en tiempos musulmanes.
Estos cuatro antiguos recintos, ubicados en el Somontano, acabarían convertidos
en simples ermitas a partir de la sensibilidad barroca; como le pasó a la iglesia de
San Juan de Rasal, que es buen testimonio de esa convivencia entre las culturas
cristiana y musulmana que aconteció en tierras de Serrablo durante los ss X y XI.
Estilo serrablés que también se observa en la iglesia de Yeste.
De esos primeros momentos del medievo quedan testimonios en la capital de la
comarca, en Huesca, dado que ésta fue una importante ciudad desde la antigüedad. A sus murallas musulmanas del s. IX, vigiladas por 99 torres, se unen los
restos conocidos de la mezquita mayor que ocupaba la actual zona catedralicia
y el recuerdo de la antigua iglesia de San Pedro que fue un importante templo
mozárabe.
De las artes 173
Antes del románico: la variedad
Numerosas villas acreditan la explotación del potencial cerealista de la Hoya, con
el consiguiente desarrollo de la red viaria secundaria conectada a los dos grandes
itinerarios que la cruzaban. Algunas de estas villas sobreviven a la caída del imperio romano, pues así lo atestiguan restos de filiación hispanovisigoda: Puibolea,
Sabayés, Belsué, Ayera, Liesa, Velillas, Ibieca, Coscullano...
Con la invasión musulmana parte de la población establecida al norte de la ciudad oscense deja el lugar donde vivía, interrumpiéndose la actividad en todos estos lugares
mencionados y en otros emplazados más al sur, como en Mondón de Poleñino. Aunque desconocemos el proceso de islamización, los nuevos asentamientos casi nunca
se superponen a los antiguos; no obstante, algunos núcleos indígenas debieron seguir
donde siempre, cultivando la tierra y practicando culto cristiano.
Esta dinámica franja septentrional de la Hoya, donde confluyen la tradición, el empuje
cristiano y el freno musulmán, atesora una herencia monumental excepcional.
Concilio
Pueblo renombrado por su templo del
románico jaqués. A poniente de la parroquial se apañó un pajar que reaprovecha
parte del arco triunfal de una antigua iglesia. Lo trascendente es que este esbelto
sistema de ingreso absidial despliega arco
de herradura tejido con dovelas de cara
alisada y trasdós irregular, conservándose buena parte del desarrollo del sector
de la epístola que arranca de una potente pieza-imposta de ligerísimo vuelo. La
arista inferior de este monolítico bloque
es biselada, decorándola dos profundas
acanaladuras longitudinales que perfilan
otros tantos boceles.
Aunque el tratamiento general transmite
cierta tosquedad, el modo de hacer arquitectónico y estético remite a la iglesia
baja de San Juan de la Peña, con fecha
de construcción asignable al s. X.
Concilio. Arco de ingreso absidial de una
desconocida iglesia mozárabe erigida a
mediados del s. X.
174 Comarca de la Hoya de Huesca
Es posible que la expansión navarra por
tierras del Onsella y Gállego consolidara
su frontera sureste mediante los castros
de Castelmanco, Agüero y Murillo en la temprana data de 938 –F. Galtier-, y poco después el conde Sancho se apodera de los baluartes de Sen y Men. En consecuencia alrededor del 940 las condiciones para crear asentamientos de frontera en la zona son idóneas. Y probablemente por estas calendas nació este templo mozárabe de Concilio.
Aunque desconocemos su trazado, su ábside tendría cabecera plana orientada y su nave
sería rectangular y pequeña, como diminuto fue el hábitat al que dio servicio religioso,
si nos amparamos en los escasísimos despojos cerámicos que se observan alrededor de
esta iglesia, sembrando la sospecha de que tal vez no llegó a terminarse.
La singularidad de su fábrica le convierte en elemento muy relevante para el conocimiento de los orígenes de la arquitectura prerrománica aragonesa, así como
del temprano proceso repoblador de este territorio.
Murillo de Gállego
Alrededor del año 1000 fue construida la capilla de Sta. María de la Liena, en Murillo de Gállego –F. Galtier-, una iglesia de dimensiones modestas elaborada con
mampostería y sillarejo, cubriendo tejadillo a dos aguas. De este aparejo vulgar se
distancia el vano absidial abierto en el testero recto; es geminado, con arcos labrados en la misma pieza y fino mainel monolítico. El tipo de planta que presumiblemente desarrolló, nave rectangular y cabecera cuadrada, encuentra un precedente
próximo en el templo de Concilio.
Triste
Ntra. Sra. de la Asunción de Triste representa a otra especie singular de una primitiva arquitectura en tránsito a plenas formulaciones románicas. Según el informe
de su excavación –I. Lorenzo-, hubo en el lugar un edificio religioso, montando el
paramento septentrional de la nave actual sobre viejos enterramientos cristianos.
Aspecto relevante de esta parroquial es que por el paño norte y el de los pies corren franjas de opus spicatum, de rasgos similares a los de la ermita de San Jacobo
de Ruesta. Y no es esta la única similitud, compartiendo apertura de puertas en el
muro norte, hecho poco habitual.
San Jacobo de Ruesta debió construirse entre 1030/40, fecha coherente con el templo
de Triste que reúne otros detalles notables: columnas con evidente desproporción
entre el diámetro del fuste y la fina zapata pétrea donde apean los arcos de las puertas norteñas, con paralelo en la soberbia iglesia de Morcat; ventanas cruciformes de
la torre, características en algunos monumentos sobrarbenses de influjo lombardo;
ventanitas mal resueltas en el lienzo este de la torre, la inferior con burdo arco de
herradura, y las superiores más estrechas en el coronamiento, recordando el alzado
de arcaicas iglesias pirenaicas –Sta. María de Espierre, Sta. Isabel de Espuéndolas-.
De las artes 175
Belsué y Santa María de Belsué
El vallecito de Belsué guarda dos iglesias tan particulares que las hace únicas en el
concierto de monumentos medievales del Altoaragón.
El templo de Belsué está construido en piedra retocada a martillo; se organiza con
nave y ábside rectangular abovedado. Primitivamente al menos la nave se cubrió con
pares de madera. Gemela de la de Belsué es la parroquial de Sta María.
Son dos las peculiaridades que las hacen especiales: su cabecera rectangular y el
tema decorativo colocado en ella, friso de arquillos lombardos.
La planta rectangular es propia de la tradición hispanovisigoda, representada en la
Hoya por los inmuebles de Concilio, Murillo de Gállego y seguramente, Triste. El
vistoso friso de arquillos ciegos es producto originario de las primeras décadas del
s. XI en unos pocos edificios de estilo románico lombardo, adoptándolo después el
románico de corriente jacetana y estos templos únicos de Belsué que aúnan tradición
en su planimetría y nuevos tiempos en lo ornamental. Igualmente la arquitectura militar temprana incorpora el arco doblado lombardo en algunos vanos, por ejemplo el
castillo de Loarre; y también lo hace la
puerta de Sta María de Belsué, acoplando dobladura tosca y mal ensamblada
con el trasdós del arco.
Las iglesias de Belsué parece deban ser
clasificadas como las postreras manifestaciones del modelo de tradición hispanovisigoda, levantados por artesanos
sabedores del sistema decorativo lombardo, tal vez ya introducido en Loarre.
A pesar de ser aplicado en la zona el
ábside semicircular -Sescún y Nasarre-,
los artífices de Belsué plasmaron lo de
siempre, la cabecera de testero plano.
Parroquial del desaparecido núcleo de Santa
María de Belsué –s. XI–, que aúna la tradición
hispánica y decoración románico lombarda
176 Comarca de la Hoya de Huesca
En nuestra opinión había gentes instaladas en las cabeceras del Isuela, Flumen y hondonada de Sescún cuando
menos desde el s. X, pues hemos localizado cerámica clara en tres montículos dominadores de los núcleos de
Arguis –El Castellar-, Sta María de Belsué y Sescún. Y puede que estos pobladores colaboraran significativamente en la toma momentánea del Salto
de Roldán y Santa Eulalia la Mayor por
tropas navarras en el año 940.
Las cuevas santuario
(D.B.C.
y
A.C.S.)
Se hallan en lugares donde la naturaleza y el hombre han sumado habilidades
para sorprender. Son cuevas con arquitecturas pobres en paisajes de ensueño, donde gentes místicas notaban el aliento de Dios mientras escuchaban
los ecos del silencio.
Fraguaron en esos rincones imaginarios de las montañas, al borde de llanuras
y valles, allí donde el agua arranca sonidos a la tierra. Hay dos alineaciones,
una en la frontera de las sierras: Agüero, Virgen de la Peña y San Cristóbal de
Aniés, San Julián de Lierta, San Martín de la Val d´Onsera, San Chinés de Sta
Eulalia, San Cosme...
Espacios destinados al culto cristiano, fueron ocupados por religiosos en
solitario o formando parte de una comunidad pequeña. Los lugares son de
aislamiento a ultranza y senderos únicos van a impedir que los habitantes de
los alrededores rompan el pacto de silencio.
Los restos materiales que nos han legado son fiel reflejo de su vida. Construcciones anónimas, parcas en su expre­sión, sin fechas o elementos formales de
datación. Son escuetas muraciones de mampuestos unidos por argamasa o
arcilla que en teoría pueden llevarse hasta época hispano-visi­goda.
Ermita de San Martín de la Val d´Onsera, en bellísima y agreste barranquera
De las artes 177
Un análisis de las advoca­ciones: San Cristóbal, San Julián, San Ginés, Santos Cosme y Damián, San Martín..., señala que mayoritariamente son mártires torturados en los arranques del cristianismo; son, por tanto, antiguas.
Un segundo elemento es la presencia documen­tada de monasterios cercanos a estos enclaves, y un tercero la existencia de hábitats en la transición
al medievo. Los restos arqueológi­cos se multiplican durante esta época en
el Somontano: Puibolea, Arascués, Sabayés, Belsué, Ayera, Liesa, Velillas,
Ibieca, Coscullano... No puede ponerse en duda, pues, que en aquel momento crítico representado por el s. VII, hay comunidades rurales en todo
el piedemonte. Podría ser éste el momento en que inician su andadura
estos rin­cones solitarios.
Es factible hablar de superposición de cultos en San Julián de Lierta, pues allí
localizamos unos trozos de sigillata romana en un fondo de habitación con
manto de cenizas, cerca del belén de Peña Guara.
Como resumen: Construcciones pobres de posible vertebración visigótica,
con iglesia comunitaria diferenciada de los ergástulos o celdas individuales.
En la proximidad se fundaron monaste­rios, normalmente con anterioridad.
Los eremitorios llevan advocaciones premu­sulmanas, pero carecen de documentación y restos arqueológicos que autentifiquen su existencia durante los
ss. VI al X.
Dentro de la fascinante geografía del eremitismo son especiales los enclaves
de San Cristóbal y San Chinés.
La ermita de San Chinés se oculta entre colosales tormos de conglomerado
que inevitablemente marcan la identidad del covacho, un escenario genial y
expresivo en el que se respira montaña, aislamiento y renuncia.
A los pies de una pared arrimó su pequeñez la ermita. Para crear interior
bastó con elevar un muro ajustado al labio que mira a la barrancada. El paramento se incurva una vez, describiendo un absidiolo semicircular que abre
vano orientado al este. Puede tratarse del cubículo donde oraba el eremita, o
bien de un ábside simbólico.
Sus orígenes no son revelados al viajero, pero aquí se tiene la sensación de
haber traspasado la tierra habitada. Es un rincón donde se hace patente el
espíritu fundacional, un agujero quieto de dura ocupación incluso para un
cuerpo acostumbrado a severas privaciones.
178 Comarca de la Hoya de Huesca
Omiste y Yeste
San Juan Bautista de Rasal fue parroquial de Omiste. Su esquema se ajusta a una
sala unida al ábside semicircular mediante arco triunfal de herradura. La ornamentación del ábside es de tipo convencional serrablés: friso de baquetones y arcos
ciegos. Cronológicamente más avanzado es el templo de Yeste, cuya decoración se
reduce a las arcuaciones murales del hemiciclo absidial.
Sescún
Dentro de la tipología serrablesa figura en el ámbito territorial de la Hoya el ejemplar más meridional de tan genuina corriente artística, la Virgen de Sescún, y dos
inmuebles más en la Val de Rasal: la parroquial de Yeste y la ermita de San Juan.
Sta María de Sescún reúne todos los ingredientes que dan personalidad y brillo
a este homogéneo grupo de edificios. Su planta culmina con ábside semicircular,
embellecido por friso de baquetones y arquillos ciegos sobre lesenas. Podría estar
en activo a fines del s. X, pues en el año 992, coincidiendo con la celebración de
San Úrbez, el presbítero Mancio donaba al monasterio del santo en Nocito, propiedades en Sescún y Onás, lugares aparcados al norte de Cuello Bail.
Amojona esta montaraz depresión un cerro calcáreo donde hay fragmentos de
cerámica clara, propia del norte cristiano. No se plantó castro de obra, pero fue
un alto de fácil defensa, dominador de un escenario que miraba con recelo el
camino de la fortaleza musulmana de Santa Eulalia.
El esplendor románico
Pero no cabe duda que el verdadero esplendor artístico de estas tierras se dio
durante la expansión del reino aragonés, cuando el románico adquiere carta de
naturaleza en la llanura oscense y abre el camino para una fuerte implantación
cristiana que hará posible el posterior nacimiento de sus grandes santuarios monásticos. Hay un primer momento que se documenta en la segunda mitad del s.
XI coincidiendo con los reinados de Sancho Ramírez y Pedro I, los dos reyes que
comienzan lentamente a potenciar la edificación de pequeñas iglesias románicas
en las que establecer esos nuevos espacios para dar culto a Dios, necesarios en un
reino profundamente cristiano y colocado al servicio de la Santa Sede.
Pequeñas iglesias orientadas, en las que el ábside marca el punto principal de la
liturgia, y en las que la piedra testimonia su vocación de eternidad, son el mejor
testigo de este arte funcional y rural que -durante el s. XII y especialmente en los
reinados de Pedro I y Alfonso I el Batallador- acabará cubriendo el mapa de una
constelación de edificios románicos. Junto al trabajo de pequeñas cuadrillas de
canteros que se mueven por el Somontano, están las grandes obras de los castillos
de Loarre y Montearagón, en los que convive lo que es la vida militar y la vida
religiosa, dos claves básicas en un territorio cuyos reyes sueñan con irse a Tierra
Santa y con ensayar lo que será la Cruzada contra el infiel.
De las artes 179
Santiago de Agüero, fines del s. XII. Excepcional capitel de la danzarina, tema repetido en el
románico pleno aragonés
En esta tarea de construir en estilo románico colaborarán decididamente los grandes monasterios de la zona, en especial el de Montearagón que controla un amplio dominio económico en el que asume la atención espiritual. Pero en este ámbito, el ejemplo más notable
de mecenazgo lo dará el Real Monasterio de San Juan de la Peña que decide construir la
iglesia de Santiago en Agüero, como punto de inicio de lo que será su fallido intento de
levantar el nuevo monasterio pinatense en las cercanías de la nueva capital del reino. El
grandioso edificio, que es una parte de la cabecera de lo que sería la iglesia monacal que
no se pudo terminar por la ruina económica del monasterio, supone la consolidación de
ese románico que se despega de lo francés y asume influencias netamente castellanas.
Construido a caballo del XII-XIII, Santiago de Agüero es un fascinante inmueble inacabado, pues sólo llegó a edificarse la cabecera de tres ábsides y el crucero. La portada es
obra cumbre del románico oscense con magistral tímpano de la Epifanía y capiteles historiados, destacando la bailarina acompañada por músico, de labra común a San Pedro
el Viejo y San Juan de la Peña. En el ábside meridional excepcional imposta narrativa de
la infancia de Jesús.
Huesca, la flamante capital del reino, será la que se beneficie del mecenazgo
real, desde tiempos de Alfonso I que ordenó construir la iglesia de las Miguelas,
que acabaría cerrada por una cabecera gótica del s. XIII. Pero ciertamente el gran
promotor fue Ramiro II que levantó el Monasterio de San Pedro el Viejo, el gran
conjunto del románico aragonés, y comenzó el propio palacio real.
San Pedro es un templo de tres naves, con otros tantos ábsides semicirculares, y con un
hermoso claustro de 38 capiteles que representan escenas de la vida de Jesús y de los
cuales son originales sólo 18, pues la mayoría se conserva en el Museo de Bellas Artes.
El templo de San Pedro el Viejo fue edificado a lo largo del s. XII, con planta basilical,
180 Comarca de la Hoya de Huesca
crucero y tres ábsides. Aspecto destacado posee su decoración escultórica, convencional
en la portada septentrional y de gran belleza en la de acceso al claustro que representa
la adoración de los Magos. De finales del s. XII son los expresivos capiteles del claustro,
relacionables con los de San Juan de la Peña.
El Museo también engloba lo que fuera el antiguo palacio real, del que quedan una capilla y un torreón hexagonal con una planta sótano, en la que dicen se desarrolló la historia
de la Campana de Huesca, y una gran sala conocida como de doña Petronila, adornada
con capiteles historiados y policromados. Esa labra escultórica que caracteriza el románico del primitivo reino aragonés, que conocerá grandes escultores como el maestro de la
catedral de Jaca o el de San Juan de la Peña, que se forma en Castilla y que trabajó antes
en el claustro de San Pedro el Viejo de Huesca.
En el mundo del románico, al igual que la monarquía, los grandes linajes del reino
promueven edificaciones que suelen tener carácter funerario y que se encuadran en esa
expansión provocada por los cistercienses y por las Ordenes militares que buscan las
orillas del Alcanadre. Excepcional ejemplo es el Monasterio de Ntra Sra de la Gloria en
Casbas, fundado en 1172 por la condesa de Pallars, en cuyo amplio recinto conviven
el estilo románico de su sala capitular y de la iglesia con el gótico del claustro, que presenta arcos trilobulados y que se levantó a finales del s. XIV. No menos interesante es la
construcción de la actual ermita de Ntra Sra de los Dolores de Monflorite, con cabecera
trebolada de finales del s. XII.
Estamos a finales del s. XII cuando se consolidan las grandes obras románicas,
que darán paso a la actividad constructiva del s. XIII, muy importante en esta zona
por coincidir con una actividad económica boyante y una fiebre expansiva de los
monasterios. Es quizás el reinado de Jaime I el gran momento, el mismo en el que
podemos ver cómo se derriba la vieja mezquita y la vieja iglesia románica de Santa
María y en su espacio se levanta la nueva catedral de Huesca que hará presente el
estilo gótico en estas tierras hasta el s. XIV en que se concluyó, momento en el que
se hace la magnífica portada que preside la escena de la Epifanía en el tímpano.
Mientras se está construyendo la catedral, hay un momento expansivo protagonizado por el monasterio cisterciense de Sta María de Gloria, en tierras de la
Val de Abena, que establecerá algunas
fundaciones como la granja que hace
en la ermita de Ntra Sra de Cillas, templo construido en aquel s. XIII y que
hoy contemplamos reformado en el
XVIII. Este momento es también el de
la expansión de la devoción a la Virgen
María, que produce la realización de
algunas importantes tallas de la virgen
como trono, evidentemente románicas,
y de la Virgen como madre de Dios
que responden a los nuevos modos del
Portada de la catedral de Huesca
humanismo gótico.
De las artes 181
Románicas y de finales del XII son las imágenes de la Virgen de Los Ríos (Rasal), la
desaparecida de Arraro (Panzano), la de Agüero, la del Mallo (Riglos), la de Casbas
(Ayerbe), la de Astón (Alcalá de Gurrea), o la de Salas, de principios del XIII. Lo
importante de estas tallas es que en esta zona oscense podemos documentar la
presencia de un determinado y elaborado trono, con balaustres torneados, que da
personalidad propia a estas imágenes marianas del entorno del año 1200. Góticas
son tres excepcionales imágenes como la de Ntra Sra de la Huerta, custodiada en
el santuario de Salas, Ntra Sra de las Nieves puesta al culto en San Pedro el Viejo
y Ntra Sra de Cillas, enclave cisterciense.
Fundamentalmente a lo largo del XII-XIII, el territorio de la Hoya se llena de iglesias románicas de arquitectura elemental: nave seguida de cabecera semicircular.
Si hay decoración suele centrarse en la portada y canecillos.
Entre el centenar de iglesias de formato románico catalogadas en la Hoya, resaltan: portada de la parroquial de Agüero, capiteles de la Virgen de Mueras –Bolea-,
canecillos de Concilio, sugestiva parroquial de Chibluco, puerta de Gurrea de
Gállego, ventanita absidial de Gabérdola –Loscorrales-, parroquiales de Murillo de
Gállego y Novales y ermita de San Martín –Riglos-.
Si el Cister canaliza la devoción mariana y organiza el gran centro monástico, la presencia
y actividad de los caballeros hizo posible el renacimiento del arte gótico en la zona del
Somontano, con ejemplos como la iglesia de San Miguel de Foces, fundada por Eximino
de Foces en 1259 para convertirla en su panteón familiar. El conjunto de Foces se enriquece con pinturas murales góticas que plasman las imágenes de ese mundo funerario,
en pleno s. XIV. En este estilo del gótico lineal, de inspiración francesa, podemos situar
tres ejemplos más como los conjuntos del monumento funerario de San Miguel de Barluenga, del s. XIV con pinturas murales que desarrollan el tema del Juicio Final y con una
cromática techumbre policromada; los frescos que amueblan el ábside de Ntra Sra de los
Ángeles de Arbaniés; o lo que queda en Sta María del Monte de Liesa.
Es la mejor imagen del gótico en estas tierras de la Hoya, en una zona en la que se
seguirán construyendo en estilo gótico las iglesias durante el s. XVI. Concretamente en
la zona de las llanuras meridionales, en Alcalá de Gurrea, en Piracés, en Antillón o en
Pertusa, que conservan hermosas criptas románicas del s. XII. A la vez las viejas iglesias
románicas se reformaban como en Bolea, Lupiñén o Montmesa y se dotaban de torres
como ocurrió con la de Bespén o la de Angüés. El renacer económico de la zona iría
reformando las viejas imágenes medievales que acompañaron la vida de estas comunidades desde el s. XII a esa eclosión mercantil renacentista.
Bibliografía
CASTÁN Adolfo, Arquitectura militar y religiosa del Sobrarbe y Serrablo meridional (ss. XI-XIII), Colección de Estudios Altoaragoneses, nº 25, I.E.A., Huesca, 1988.
DURÁN GUDIOL Antonio y BUESA Domingo, Guía monumental del Serrablo, Servicio de publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, Bilbao, 1978.
NAVAL Antonio. y NAVAL Joaquín, Inventario artístico de Huesca y su provincia, tomos I y II, Ministerio
de Cultura, Zaragoza, 1980.
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