Teoría del objeto 1

Anuncio
Teoría del objeto 1
Alexius Meinong
1. La cuestión
El hecho de que no se pueda conocer sin conocer algo o, en términos más
generales, que no se pueda juzgar ni siquiera representar sin juzgar sobre
algo, representar algo, está entre las cosas más obvias, lo cual se desprende
aun de una consideración completamente elemental de estas vivencia. (…)
Pero también quien no apoyara mi opinión de que sentimientos como petitos
son hechos psíquicos dependientes, en la medida en que tienen
representaciones como “condición psicológica” indispensable, admitirá sin
reparos que uno se alegra de algo, se interesa por algo, al menos en la
mayoría de los casos no quiere o desea sin querer o desear algo, en una
palabra: nadie ignora que este peculiar “estar dirigido hacia algo” le
sobreviene al acontecimiento psíquico tan extraordinariamente a menudo que
induce al menos a conjeturar allí un factor característico de lo psíquico frente
a lo no-psíquico.
2. El prejuicio a favor de lo real
(…) Sin duda, la metafísica tiene que ver con la totalidad de lo que existe.
Pero la totalidad de lo que existe, incluyendo aquello que existió y que
existirá es infinitamente pequeña comparada con la totalidad de los objetos
del conocimiento; y la razón por la cual esto ha pasado tan fácilmente
desapercibido es que el interés particularmente vivo por lo real, que forma
parte de nuestra naturaleza, favorece la exageración de tratar lo que no es
real como una mera nada, mejor aún, como algo en lo cual el conocer no
encontraría ningún punto de ataque o ninguno digno.
1
Meinong, A. (2009). Teoría del objeto y Presentación personal. MI/O y Dávila
Editores
Página 1
Acerca de cuán poca razón lleva una opinión semejante, nos orientan del
modo más sencillo los objetos ideales, que subsisten, desde luego, pero que
en ningún caso existen y, por consiguiente, no podrían en ningún sentido ser
reales. La igualdad o la diversidad son por ejemplo objetos de este tipo: tal
vez subsisten en tales o cuales circunstancias entre realidades pero no son por
sí mismas un segmento de la realidad. No obstante, no cabe duda de que
evidentemente el representar – tanto como el suponer y el juzgar- se ocupa
de estos objetos y a menudo tiene motivo para ocuparse muy
minuciosamente. A su vez, tampoco el número existe además de lo contado,
en el caso de que esto último efectivamente exista, esto puede reconocerse
claramente por el hecho de que también se puede contar aquello que no
existe. Asimismo, la interrelación no existe además de lo interrelacionado, en
el caso de que esto último exista; pero que esto, por su parte, tampoco es
totalmente imprescindible queda demostrado por la interrelación entre la
equivalencia de los lados y de los ángulos de un triángulo. (…) Al reconocer tal
interrelación, ya tiene uno que habérselas con aquel tipo peculiar de objeto,
acerca del cual espero haber mostrado que se contrapone a los juicios y las
suposiciones de una manera similar a la del auténtico objeto frente a las
representaciones. Para ello propuse el nombre de “objetivo”, y demostré que
este mismo objetivo puede asumir a su vez las funciones de una auténtica
objetidad y volverse en particular objeto de un nuevo juicio que se dirige a él
como a una objetidad, así como de otras operaciones intelectuales. Cuando
digo: “Es verdad que hay antípodas”, no es a las antípodas a las que les
adscribo la verdad, sino al objetivo “que hay antípodas”. Sin embargo,
cualquiera puede comprender inmediatamente que esta existencia de las
antípodas es un hecho que desde luego puede muy bien subsistir pero que por
su parte no puede, por así decir, existir. Pero esto vale entonces también
para todos los restantes objetivos, de modo tal que cada conocimiento que
tiene por objeto un objetivo representa al mismo tiempo un caso de
conocimiento de algo que no existe.
Página 2
Una ciencia altamente desarrollada, incluso la más desarrollada – la
matemática-, pone de manifiesto lo que aquí por el momento solo ha sido
expuesto tomando ejemplos aislados. (…)
3. Ser-así y no-ser
No cabe ninguna duda: lo que ha de ser objeto del conocer no debe por ello
necesariamente existir. (…) Esto es lo que enseña una mirada sobre los dos
productos peculiares del juicio y la suposición, que he tratado de determinar
a través de la confrontación de la “función tética y sintética” del
pensamiento. En el primer caso, el pensamiento capta un ser, en el segundo
un “ser así”, en cada caso, por supuesto, un objetivo que , como puede muy
bien comprenderse, puede ser designado allí como objetivo del ser, aquí
como objetivo del ser-así. Ahora bien, afirmar que en cada caso podría
hablarse de un ser-así únicamente bajo la condición de un ser se
correspondería con el recién mencionado prejuicio a favor de la existencia.
(…) …ejemplos en contra de aquel prejuicio (a favor de la existencia) permite
reconocer en forma clara la inconsistencia de un tal principio: las figuras de
las que se ocupa la geometría, como sabemos, no existen; sin embargo, sus
propiedades –es decir, su ser-así- pueden ser constatadas. (…) El hecho es lo
suficientemente importante para formularlo expresamente como el principio
de la independencia del ser-así respecto del ser y el campo de validez de este
principio se aclara de la mejor manera en vista de la circunstancia de que a
este principio están subordinados no solo objetos que justamente en lo fáctico
no existen, sino también los que no podrían existir porque son imposibles. No
solo la muy mentada montaña de oro es de oro sino que también el cuadrado
redondo es ciertamente tan redondo cuanto cuadrado. Desde luego, en cuanto
a tales objetos solo excepcionalmente habrán de registrarse consideraciones
de relevancia real: de todos modos, también desde aquí podría caer alguna
luz sobre áreas que merecen ser conocidas en una medida preferencial.
Página 3
Descargar