Documento 449732

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PALABRA QUE DA VIDA
-Reflexionemos-
INQUIETUDES
HERODES NO SABÍA QUIÉN ERAS. NOSOTROS SABEMOS QUE TÚ ERES EL
HIJO DE DIOS, Y QUE SÓLO TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.
JUEVES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2013
Del Evangelio según san Lucas 9, 7-9
El virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse,
porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido
Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: -«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo
semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
AGEO 1, 1-8 - CONSTRUYAN EL TEMPLO, PARA QUE PUEDA COMPLACERME
SALMO 149 - EL SEÑOR AMA A SU PUEBLO
CONTEXTO – El reinado del David marcó la conciencia nacional
del pueblo de Israel. Durante el resto de su historia buscó un rey
que se asemejara a David. Cada vez se hizo más lejana esta esperanza ante el dominio ejercido por los imperios Persa, Griego y
Romano. Los siglos anteriores a Jesús se pensó que la llegada de
ese rey-mesías ocurriría al final de los tiempos, pero sería precedido por un precursor que le prepararía el camino. Este precursor
sería Elías que prepararía el día de Yahvé. El evangelio de Mateo
identifica claramente a Juan Bautista con el profeta Elías. En este
contexto de espera del mesías se mueve nuestro relato. Herodes
no logra comprender quién es Jesús. Le asustan los rumores del
pueblo en torno a la llegada de un profeta que cambie la situación
de dependencia de Israel, porque él mismo había hecho asesinar al
profeta Juan.
EL MAESTRO NOS INVITA A NO SER HERODES - Hoy hay
muchos Herodes empecinados en eliminar la vida y la esperanza de
los pobres y del medio ambiente, pero, al mismo tiempo, se sorprenden porque aun en los momentos más difíciles, pequeñas comunidades, organizaciones o asociaciones mantienen viva la luz del
proyecto de Jesús. ¿Somos Herodes o somos luz?
PARA REFLEXIONAR
CUANDO LOS DESEOS NO BASTAN
Un movimiento de fé, un proceso de conversión puede
tener por signo el querer ver a Jesús.
Sin embargo, esos deseos no son siempre claros. Tal el
caso de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, corrupto ejecutor
del Bautista.
Con una combinación de estupor, confusión y superstición quiere ver a Jesús de cerca; algunos le dicen que es Elías que ha
aparecido, otros que es Juan que ha resucitado. En ambos casos, la situación lo preocupa enormemente: el poder
siempre percibe al amor como amenaza. Así Herodes no
tiene ningún empacho en reconocer su autoría en el asesinato
del Bautista; y en ese reconocimiento, se cierne ominosa la
crueldad y el odio que llevarán al Maestro a la cruz.
No bastan los deseos; no basta intentar clasificar a Jesús desde
lo que se conoce, aplicarle esquemas predeterminados -es esto,
es lo otro...-, sino más bien descubrirlo como se nos presenta
en verdad y tal cual Él mismo nos busca.
Aunque afortunadamente, Él sobrepasa infinitamente todo
preconcepto y toda idea mezquina. El deseo de verlo debería ir acompañado de una apertura del corazón para reconocerlo
y aceptarlo tal cual es, aún cuando derribe esas estructuras que
nos inventamos para nuestra comodidad. Con ojos capaces de
asombro, con mirada habilitada para lo novedoso, para una
Buena Noticia.
Habrá que andarse con cuidado: no vaya a ser que, a pesar
de un encuentro pleno, Él escape a nuestros moldes y
persistamos en nuestras imágenes falsas que tienen por
destino la violencia.
PARA ORAR
Dios, Padre nuestro:
Somos privilegiados de conocer a Jesús, tu Hijo:
Suscita en nosotros vivos deseos
de verle y reconocerle
en los acontecimientos de la vida
y en la gente que nos rodea,
para que la vida no sea vacía y vana,
sino siempre llena, nueva y hermosa. Amén.
PARA ACTUAR
– Hoy nosotros al igual que Herodes también nos enteramos de los últimos acontecimientos. Muchos
de ellos nos dejan perplejos. Pocos son buena noticia. Ojalá
que también nosotros tengamos el mismo deseo que Herodes.
Que tengamos ganas de ver a Cristo. Que lo querramos conocer y estar con El.
EL HIJO SABE QUIÉN ES EL PADRE
En una ronda de amigos alguien mostró una foto, donde se veía
a un hombre de rostro severo, con el dedo levantado, casi agrediendo al público. Todos quedaron con la idea de que se trataba
de una persona inflexible, exigente, que no permitía intimidad.
En ese momento, llega un joven, ve la foto y exclama: “¡Es mi
padre!” Los demás miraron hacia él, y mirando la foto, comentan: ¡Vaya padre severo!
Y el chico joven contesta: “¡No, en absoluto! Es muy cariñoso.
Mi padre es abogado. Aquella foto fue sacada en el tribunal, en
el momento en que denunciaba el crimen de un latifundista que
quería desalojar a una familia pobre que moraba en un terreno
baldío del ayuntamiento, desde hacía muchos años. ¡Mi padre
ganó la causa! Los pobres pudieron quedarse allí donde estaban.”
Todos le miraron de nuevo y dijeron: “¡Qué persona más simpática!” Como por un milagro, la fotografía se iluminó por dentro y
tomó otro aspecto. Aquel rostro, tan severo adquirió rasgos de
una ternura entrañable. Las palabras del hijo cambiaron todo,
sin cambiar nada.
«¿Quién es éste de quien oigo tales cosas?»
A los hombres les gusta tener a Dios
lejos, como al sol, lo suficiente lejos
para aprovecharse de su calorcito y
huir de su quemadura.
Graham Greene
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