Los abastecimientos urbanos de agua en Andalucía: prioridad social y responsabilidad ciudadana. Leandro del Moral Ituarte Universidad de Sevilla MORAL ITUARTE, L. DEL (2007): “Los abastecimientos urbanos de agua en Andalucía: prioridad social y responsabilidad ciudadana”, en El agua en la pintura andaluza. Realidades del agua en Andalucia, Agencia Andaluza del Agua, Consejería de Medio Ambiente, Sevilla, pp. 473-485. I.S.B.N. 978-84-96776-14-2 Significación general de los abastecimientos urbanos Empieza a ser innecesario repetir que, con variaciones territoriales que dependen del mayor o menor nivel de desarrollo agrícola, urbano, turístico, residencial o industrial de cada zona, el regadío significa en torno al 80% de las demandas totales de agua de Andalucía. Esta cifra habría que elevarla aún más si nos referimos a consumos netos, es decir a agua que se extrae del sistema hidrológico (manantiales, ríos, acuíferos) y que no regresa al medio. Como es bien sabido, este desproporcionado reparto de los relativamente abundantes recursos hídricos disponibles entre los diferentes sectores de uso sigue siendo, en términos generales, la clave del problema del agua en Andalucía. Pero, sin olvidar este telón de fondo general, hay que subrayar que el abastecimiento a la población es el sector, el uso, fundamental del conjunto del sistema de gestión del agua. Fundamental por su prioridad social, legal y económica, sólo condicionada por las restricciones ambientales, consideradas como límites a la presión sobre los ecosistemas acuáticos que no se deben superar por constituir umbrales más allá de los cuales nuestros propios intereses básicos como especie quedan amenazados. Con el 10-15% de los recursos disponibles (aquella parte del agua que circula anualmente por ríos y acuíferos -recursos naturales - que se controla para su aplicación a un uso, en un lugar y en un momento determinado) se cubren las necesidades del abastecimiento doméstico, los usos municipales, las actividades del sector terciario y la parte de la actividad industrial que está conectada a las redes de suministro urbano. Con aproximadamente una tercera parte de ese 10-15% (es decir, con alrededor de un 5% de los recursos hídricos disponibles) se satisfacen las necesidades de abastecimiento domiciliario (los usos domésticos) de toda la población de Andalucia; una población que, casi en su totalidad, cuenta con un servicio regular, garantizado, a domicilio (agua surtiendo por los grifos de los hogares de los ciudadanos) de entorno a 130 litros de agua por persona al día, y en bastantes ocasiones de cantidades mucho mayores. Si se entra en una escala de análisis de detalle, se pueden detectar numerosos casos de falta de garantía (fallos en el sistema), déficits de infraestructuras o de gestión que afectan, en general, a pequeñas y medianas poblaciones y ocasionalmente a grandes aglomeraciones. Por otra parte, los problemas de calidad de las fuentes de recursos, al que más adelante se hará referencia, se multiplican y agravan a consecuencia de la intensificación de los usos agro-pecuarios, turístico-residenciales e industriales del territorio, así como por la emergencia de nuevos procesos de contaminación emergente. Sin embargo, la idea fundamental en la que hay que insistir es que, con los volúmenes de recursos y con los niveles técnicos y organizativos disponibles en la Comunidad Autónoma, el agua de abastecimiento no puede faltar en ningún hogar de Andalucía, en las cantidades necesarias para cubrir holgadamente los requerimientos socialmente establecidos. Esa fue la gran lección del largo ciclo de sequía 1991-1995, durante el que tres millones y medio de personas padecieron restricciones (ver cuadro 1); evitar la repetición de esa situación es el gran compromiso que tienen hoy las administraciones locales y autonómicas responsables directas del servicio. CUADRO 1. RESTRICCIONES DE AGUA EN SEPTIEMBRE DE 1995 Provincias Nº núcleos de población Población afectada Almería 7 5.298 Cádiz 21 922.340 Córdoba 4 46.359 Granada 33 367.227 Huelva 3 4.710 Jaén 51 469.274 Málaga 7 568.535 Sevilla 35 1.185.831 Totales 161 3.569.574 Fuente: OJEDA RIVERA, 2OO1. En Andalucia los servicios básicos de abastecimiento de agua pueden y deben estar garantizados con tanta calidad y mayor motivo que otros servicios públicos básicos que a nadie se le ocurre, salvo accidente o emergencias puntuales, considerar en riesgo, como los abastecimientos energéticos o el suministro de productos de primera necesidad. Un problema distinto es la definición del propio concepto de abastecimientos urbanos, que incluyen actividades comerciales, industriales y centros oficiales conectados a las redes, además de los usos domésticos en sentido estricto (aquellos “en los que el agua se utiliza exclusivamente para atender las necesidades primarias de la vida”, de acuerdo con el Reglamento del suministro domiciliario de agua en Andalucía). A esto se unen las demandas, crecientemente significativas en algunas ocasiones, del turismo residencial y de la industria del ocio. Estas últimas están dando lugar en algunas zonas a una utilización del agua semejante por su destino y volúmenes utilizados a la de los riegos agrícolas, como es el caso de las cerca de 10.000 hectáreas de zonas ajardinadas, campos de golf, etc. de la Costa del Sol Occidental, identificadas en un proyecto desarrollado por la Dirección General de Participación e Información Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente en la primavera de 2006. Requerimientos de calidad y garantía Generalmente en Andalucía y en el resto de España cuando se habla de la gestión del agua surge inmediatamente el problema de la escasez, de los desequilibrios entre las demandas y los requerimientos, la cuestión de la cantidad de agua. Sin embargo, cada vez se hace más imprescindible complementar los datos de cantidad con los datos de calidad del recurso. La calidad del agua condiciona su adecuación a las condiciones requeridas por cada sector de demanda y, por tanto, su auténtica disponibilidad. La actual normativa, la Directiva 2000/60/CE que establece el marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de agua (Directiva Marco del Agua), ha ampliado el propio concepto del agua: la atención de la política del agua se extiende a los cauces (que ya formaban una entidad integrada con el agua en el concepto español clásico de dominio público hidráulico) y, más allá de estos, a los denominados ecosistemas acuáticos asociados. El compromiso fundamental de la gestión del agua orientada por esta nueva normativa ha pasado a ser la conservación o recuperación del buen estado ecológico del agua, definido por parámetros físico-químicos, biológicos y, lo que resulta más novedoso, morfodinámicos (continuidad de los cauces, conservación de las riberas, procesos de erosión, transporte, sedimentación). Uno de los objetivos básicos es salvaguardar los abastecimientos: “La buena calidad del agua contribuirá a garantizar el abastecimiento de agua potable a la población”, señala el considerando 24 de la Directiva Marco del Agua. Por su parte, el artículo 7 ordena identificar todas las masas de agua utilizadas para la captación destinada al consumo humano que proporcionen un promedio de más de 10 m3 diarios o que abastezcan a más de 50 personas; estas masas deben de ser protegidas de manera especial, “con objeto de evitar el deterioro de su calidad, contribuyendo así a reducir el nivel de tratamiento de purificación necesario para la producción de agua potable”. Los niveles de calidad garantizados deben cumplir, además, los requisitos de la Directiva 98/83/CEE, transpuesta a la legislación española por el Real Decreto 140/2003 sobre criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano. Así pues, los abastecimientos urbanos exigen una atención singular por la calidad. Hace falta agua que cubra los volúmenes que se demandan con unas condiciones de calidad cada vez más exigentes en circunstancias que frecuentemente hacen más difícil alcanzar dichas condiciones. El contenido en nitratos es indicativo de uno de los fenómenos más generalizados de contaminación, que no afecta a la cantidad de recurso disponible, pero sí a su adecuación para ciertos usos, fundamentalmente el abastecimiento urbano. Procede de fuentes puntuales (los propios vertidos urbanos e industriales y lixiviados de vertederos) o difusas (actividades ganaderas y prácticas agrícolas de abonado y riego), que por su amplitud y volumen de aplicación constituyen el principal factor de contaminación. En el caso de las aguas subterráneas, la contaminación es función de la cantidad e intensidad del lixiviado y de la vulnerabilidad del acuífero; los niveles de vulnerabilidad en relación con los nitratos han sido objeto de una definición, identificación y delimitación espacial expresa que es competencia de las Comunidades Autónomas. El nivel guía y el valor máximo admisible en las agua para abastecimiento público se fija según la reglamentación española y comunitaria en 25 y 50 mg/litro, respectivamente (Directiva 98/83/EC y Real Decreto 140/2003). Más recientemente, los efectos de los productos fitosanitarios sobre la calidad de las aguas, especialmente de las dedicadas al abastecimiento de poblaciones, van adquiriendo mayor importancia. En Andalucía, resulta especialmente preocupante el incremento de los impactos de los residuos de productos fitosanitarios aplicados en el olivar, con 135 municipios y una población de 2.074.000 habitantes afectados, de acuerdo con un estudio de la Secretaria General de Aguas de 2004. Además de superiores requerimientos de calidad, los abastecimientos urbanos necesitan mayores niveles de garantía, o lo que es lo mismo, menores probabilidades de fallo aceptado en el suministro. En términos generales, la normativa de ámbito nacional establece que la demanda sólo se considera satisfecha cuando el déficit de un año no excede el 10% de la demanda anual y en diez años la suma de los déficits no excede el 30% de la demanda anual. En términos más concretos, el abastecimiento urbano de agua en Andalucía se regula en el ya mencionado Reglamento del suministro domiciliario de agua (Decreto 120/1991, de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía). Este texto reglamentario, pionero en España, trata de garantizar el respeto de los derechos de los usuarios y de subsanar la dispersión normativa, dado que el marco regulador anterior estaba compuesto por ordenanzas municipales y reglamentos de servicios elaborados por las propias entidades suministradoras. El Reglamento delimita las competencias y definición de abonado y entidad suministradora, establece la obligatoriedad de la prestación del suministro por las entidades dentro del área de cobertura; regula las condiciones del suministro no solo en lo referente a la contratación, sistema de lectura, fijación y aplicación de tarifas, sino también en lo que se refiere a la garantía de presión y caudal, continuidad del servicio, suspensiones temporales, reservas de agua y restricciones en el suministro. Competencias, responsabilidades y modelos de gestión La Ley 7/1985, reguladora de las Bases de Régimen Local, asigna a las corporaciones locales la titularidad pública de determinadas actividades, entre las que se incluye el servicio domiciliario de agua, obligando a la Administración local a prestarla como servicio a todos los ciudadanos sin excepción. Los tribunales de justicia vienen declarando que los vecinos que soliciten el servicio público de abastecimiento de agua ostentan un derecho subjetivo a que se les preste a tenor de lo establecido en la Ley, salvo que por sus características peculiares resulte imposible o de muy difícil cumplimiento para el Ayuntamiento, en cuyo caso, éste deberá solicitar la dispensa de esta obligación legal a la correspondiente Comunidad Autónoma. En este sentido, dado que el abastecimiento o suministro de agua es un servicio de titularidad local, las corporaciones locales tienen capacidad para ordenar discrecionalmente su gestión; es decir, como titulares del mismo les corresponde establecer las condiciones y requisitos de la prestación y determinar quien procede a realizarla (Defensor del Pueblo Andaluz, 2006). Los Ayuntamientos pueden gestionar directamente el servicio de abastecimiento de agua, asumiendo los órganos de la corporación todos los poderes de decisión y gestión del servicio, utilizando su propia plantilla de personal, y haciendo frente a su retribución con fondos presupuestarios; pueden gestionar el servicio, igualmente, a través de la creación de organismo autónomos locales o pueden prestarlo a través de una sociedad mercantil cuyo capital social pertenezca íntegramente a la Entidad local. Pero la Ley Reguladora de Bases Local permite, también, que la gestión del servicio domiciliario de agua se realice a través de gestión indirecta; en este supuesto, la gestión puede adoptar las formas de concesión, gestión interesada, concierto y arrendamiento. En Andalucía, de acuerdo con los datos presentados en el mencionado Informe del Defensor del Pueblo sobre los servicios domiciliarios de agua, el régimen de gestión utilizado mayoritariamente (en torno al 35% de las entidades locales) para el suministro de agua lo presta directamente la propia corporación municipal; la mayoría de los Ayuntamientos que están en esta situación no dispone de un órgano propio de gestión, sino que el servicio de aguas se engloba dentro del resto de los servicios municipales. La gestión realizada por sociedades públicas tiene también una presencia muy elevada (32% de los municipios que responden a la encuesta). Por su parte, empresas privadas gestionan el servicio en el 18 % de los municipios, y en otro 10% el servicio se presta por sociedades mixtas. Finalmente, el restante el 5% aproximadamente de los municipios declara que la gestión se realiza por medio de un consorcio de entidades locales. CUADRO 2. REGIMEN DE GESTIÓN DEL ABASTECIMIENTO URBANO EN ANDALUCÍA Formula de gestión % de municipios % de la población Entidad local 35 13 Sociedades públicas 32 50 Empresas privadas 18 21 Sociedades mixtas 10 14 Consorcios 5 2 Fuente: Defensor del Pueblo Andaluz, 2006, elaboración propia. Sin embargo, como se puede ver en el cuadro 2, el servicio de suministro de agua de la mitad de la población encuestada está gestionado por una sociedad pública, mientras que sólo el 13% de la población reside en municipios con abastecimientos gestionados por la propia Entidad local. La explicación, obviamente, es que los municipios con menor número de habitantes son los que con más frecuencia gestionan directamente el suministro de agua. Por otra parte, el 21% de la población recibe el servicio prestado por una entidad privada y otro 14% por sociedades mixtas, cifras algo mayor que el porcentaje de municipios gestionados por ellas. El debate sobre modelos de gestión, a favor o en contra de la privatización de servicios municipales de agua, que subyace a estos datos es de la mayor importancia. Por una parte, desde una perspectiva favorable a la privatización, frecuentemente se asocia gestión pública con gestión ineficiente, opacidad administrativa y burocratismo, mientras se identifica gestión privada con mayores niveles de eficiencia, favorecida por los incentivos de la competencia, transparencia económica y mayor control de los usuarios en ejercicio de sus derechos como clientes. Se argumenta que la capacidad inversora del sector privado puede resolver los problemas financieros de las instituciones públicas y que la progresiva complejidad de los servicios de aguas requiere crecientes capacidades tecnológicas que pueden ser desarrolladas con mayor solvencia por el sector privado. Además, se señala, una adecuada regulación, en un contexto de liberalización, permite garantizar los objetivos y condiciones del servicio que fijen las instituciones públicas como expresión del interés general; la independencia del regulador respecto al operador mejora el control y la calidad; y el partenariadopúblico-privado (PPP) permite que el sector privado pueda colaborar con las instituciones públicas sin que éstas pierdan el control del servicio. No obstante, existen argumentos que cuestionan los anteriores y defienden las ventajas de una gestión pública modernizada y participativa. Por una parte, hay numerosos ejemplos de gestión pública muy eficientes; las compañías públicas que operan en ciudades de tamaño mediano o grande disponen de una elevada capacidad tecnológica y trabajan con economías de escala que permiten garantizar buenos servicios; mientras, en las zonas rurales, que no interesan al sector privado, esas capacidades pueden adquirirse a través de entidades públicas comarcales y regionales. En otro orden de cosas, la necesidad de usar una única red impone una fuerte rigidez al mercado, de manera que en realidad las empresas privadas sólo compiten por el contrato (competencia por el mercado y no en el mercado), estableciéndose a continuación un monopolio natural de largo plazo sin competencia; la realidad es que el dominio de muy pocas compañías transnacionales en el mercado reduce los pretendidos beneficios de una competencia apenas existente; la práctica de la “competencia organizada” está muy generalizada: acuerdos sobre las empresas que “deben” acudir a cada concurso, alianzas adecuadas a cada caso, etc. Por su parte, los acuerdos PPP reducen el nivel de competencia real: aún manteniéndose una mayoría pública formal en la propiedad, se suele entregar el control de la gestión a la compañía privada, que tiende a bloquear la competencia en mercados de inputs secundarios (mantenimiento, tecnología,…), en los que se genera buena parte del negocio. El enorme poder de estas compañías frente a la debilidad financiera de las instituciones públicas locales favorece el fenómeno conocido como “compra del regulador”. El derecho de confidencialidad que tienen las compañías privadas, en fin, crea opacidad y dificulta el control ciudadano, aún contando con instituciones reguladoras. Los contrastes entre entidades públicas y privadas en todo lo que afecta a la información y comunicación y a la atención de reclamaciones por parte de los clientes que pone manifiesto el Informe del Defensor del Pueblo es bastante revelador en este sentido (Defensor del Pueblo Andaluz, 2006, apartado 4.8. “Participación ciudadana y relaciones con las personas usuarias en el suministro de agua en Andalucía”). La cuestión es de tal envergadura y trascendencia que requiere un amplio debate en el conjunto de la sociedad, más allá de las discusiones que puedan suscitarse en despachos, ayuntamientos o parlamentos. Liberalizar un servicio tan vital impone compromisos trascendentales de largo plazo, por lo que en cualquier caso deben garantizarse amplios procesos de debate ciudadano. Sea cual sea el modelo de gestión que en cada lugar se asuma, deben garantizarse los derechos sociales ciudadanos de bienestar y cohesión social, por encima de criterios de rentabilidad mercantil. Más allá de que haya o no privatización, deben existir instituciones públicas de regulación que aseguren con eficacia la transparencia, incentiven la participación y el control ciudadano y garanticen los objetivos del servicio, por encima de intereses privados, políticos o burocráticos (Declaración Europea de la Nueva Cultura del Agua, 2005; Arrojo y otros, 2005). La normativa autonómica de Andalucía, respetando la autonomía municipal para decidir sobre el sistema de gestión por el que se opte, potencia el proceso de integración en entidades supramunicipales del servicio en alta (captación, transporte, potabilización) como medio para garantizar dimensiones organizativas y empresariales que permitan una gestión adecuada. Esta misma normativa plantea la posibilidad de que las entidades supramunicipal no garanticen la correcta prestación de servicios, en cuyo caso la Junta de Andalucía asumiría la explotación y gestión de las infraestructuras de aducción y depuración. Así mismo, la normativa andaluza establece la obligatoriedad de respetar mecanismos de información, comunicación y participación pública operativos. Niveles de funcionamiento: consumos, dotaciones y eficiencia. Aunque el dato no es fácil de obtener y contrastar, se puede establecer que el consumo de agua bruta para uso urbano en Andalucía se sitúa actualmente en torno a 102 m3/hab/año, con valores que oscilan entre los 99 m3/habitante/año de Granada y los 105,5 m3/hab/año de Sevilla (Defensor del Pueblo Andaluz, 2006). Estas cifras significan una dotación media de entorno a 300 litros/habitante/año de suministro urbano total, incluyendo usos industriales conectados a las redes de abastecimiento urbano, usos municipales y pérdidas de la redes. Los consumos domésticos netos constituyen aproximadamente la mitad del suministro total (50 m3/habitante/año), lo que significa en torno a 140 litros/habitante/año. Estas dotaciones -con notables contrastes entre localidades y, dentro de cada una de ellas, entre diferentes topologías de viviendas- se corresponden con los valores más habituales en España y en Europa, aunque el tipo de datos que presentan las estadísticas no siempre permiten una adecuada comparación (AEAS, 2004). También la evolución reciente de estas dotaciones es homologable a la experimentada en otras comunidades autónomas, con descensos en muchas poblaciones, como Córdoba, Sevilla o Cádiz, de entre un 15 y 25% desde los picos alcanzados a comienzos de la década (1990-1991) hasta el presente, dato que no es suficientemente conocido por la población. El impacto duradero en la conciencia social de los efectos de la sequía de 1992-1995, las mejoras en la gestión, el aumento eficiencia en las redes y en los usos industriales (la frecuente reducción de estos), individualización de contadores y cambios en el sistema tarifario explican está evolución positiva, que se refleja claramente en el caso de la Zona Gaditana (ver cuadro 3). CUADRO 3. EVOLUCIÓN DEL CONSUMO EN LA ZONA DE ABASTECIMIENTO GADITANA Municipio Consumo 1991 (m3) Consumo 2001 (m3) Variación en % Algar 185.093 204.099 + 10,3 % Jédula (Arcos) 226.052 184.407 - 18,4 % Cádiz 19.966.975 15.120.030 - 24,3 % Conil 2.230.417 2.641.807 + 18,4 % Chiclana 4.121.461 7.052.974 + 71 % Chipiona 2.506.391 3.208.708 + 28 % Jerez de la Frontera 18.656.377 15.807.448 - 15,3 % Medina Sidonia 822.800 863.919 +5% Paterna 353.070 493.660 + 39,8 % Puerto Real 4.539.734 4.382.685 - 3,5 % Pto. Sta. María 10.050.592 9.850.955 -2% Rota 3.290.223 3.556.481 +8% San Fernando 8.754.597 5.219.528 - 40 % Sanlúcar de Bda. 6.040.800 6.110.300 + 1,1 % Trebujena 530.400 692.662 + 30,6 % E.N. Bazán 524.660 101.857 - 80,5 % Junta Pto. Bahía 340.271 57.853 - 82,9 % Base Naval Rota 2.527.060 2.190.352 - 13,3 % Otras instalaciones militares 2.132.362 1.416.785 - 33 % TOTAL 87.799.335 79.156.510 - 9,9 % Fuente: Oficina de la Zona de Abastecimiento Gaditana (Confederación Hidrográfica del Guadalquivir). La evolución positiva de las dotaciones se ve parcialmente contrarrestada por el gran crecimiento de los procesos urbanizadores, tanto residenciales como relacionados con el sector del ocio y el turismo. En relación a los primeros, las tipologías dominantes en los últimos años (unifamiliares, adosados, urbanización extensiva, zonas ajardinadas) impulsan las demandas al alza. Por su parte, el desarrollo de la industria turística, crecientemente relacionado con el sector residencial, se ha transformado, principalmente en el litoral, en un foco de demanda de primera magnitud. El mapa del nivel de dotaciones de agua por habitante en Andalucía muestra una distribución caracterizada por la localización de las dotaciones más elevadas en la costa y en las principales aglomeraciones urbanas. Todas las capitales de provincia, salvo Jaén, están en el umbral superior de consumo per capita. Aparte de municipios aislados en zonas serranas de Huelva, Córdoba, Jaén y Almería, sólo destacan como focos de mayor consumo Antequera, la Serranía de Ronda y la Sierra de Las Nieves en Málaga, y la Alpujarra y Guadix, en Granada. Cómo espacios con dotaciones más significativamente por debajo de la media, destaca la situación de bajas dotaciones generalizadas, aunque con situaciones heterogéneas, de Almería. Esta situación no hay que interpretarla como manifestación de déficits absolutos de abastecimiento, aunque si de problemas de calidad y precio que inducen un menor consumo (Moral Ituarte, 2005). Con respecto a la eficiencia en la distribución, la disponibilidad de información y su fiabilidad es aún más problemática. El término pérdidas se emplea habitualmente para referirse a realidades diferentes; técnicamente, se entiende por rendimiento hidráulico el porcentaje de agua registrada en baja respecto al total del agua bruta o agua en alta aducida o suministrada; es la cara opuesta de las pérdidas totales (o agua no registrada total), que incluyen las pérdidas en alta (por transporte y potabilización) y en baja (pérdidas de la red de distribución, mermas en tratamientos y explotación de redes, consumos gratuitos o subregistro de contadores). De acuerdo con los datos que ofrece el Informe del Defensor del Pueblo de 2006, procedente de una encuesta directa a los ayuntamientos responsables del servicio, el nivel medio de agua registrada se acerca al 75% del agua suministrada, y el agua facturada alcanza el 68%. Estas cifras, que transmiten una idea excesivamente optimista de la realidad, coinciden básicamente con los que aportan la Asociación Española da Abastecimiento de Agua y Saneamiento y el Instituto Nacional de Estadística (AEAS, 2004 y INE, 2006). En la bibliografía especializada se insiste en que los sistemas de abastecimiento tienen un nivel económico de pérdidas que está relacionado con el precio de los recursos en alta o agua bruta: cuanto mayor sea éste, mayor será el incentivo para hacer las inversiones (control de fugas, sectorialización, instalación de caudalímetros y mejoras de redes) con las que se puede aumentar la eficiencia. En cualquier caso, también pueden ser operativos los objetivos definidos administrativamente, como los que tiene establecidos el sistema de abastecimiento de Sevilla, que habrá de reducir las pérdidas en el sistema (transporte en alta, tratamiento y distribución) al 15,5% y las utilizaciones no contabilizadas al 7,5%, en el horizonte 2012, es decir, se deberá aumentar el nivel de agua facturada hasta el 77% del volumen suministrado. Costes, precios, estructura tarifaria, responsabilidad y equidad. El precio de los servicios urbanos de agua es una tema muy sensible en el debate ciudadano. Poca gente sabe que el coste de la totalidad del servicio del ciclo urbano del agua (captación, potabilización, distribución, alcantarillado, saneamiento, depuración) para una familia de cuatro miembros con un consumo de 15.000 litros al mes, es de 20 euros, IVA incluido, en una población con servicio moderno y tarifas medias. Este precio incluye el suministro y evacuación de 500 litros de agua al día, generalmente con un nivel de garantía y de control de calidad elevado. Cada miembro de esa familia-tipo de cuatro miembros consume y vierte 125 litros de agua al día, por los que paga 0.16 euros al día. Estas tarifas no resisten la comparación con las de ningún otro servicio básico, electricidad, gas, telefonía, etc. Y sin embargo la conflictividad alrededor de cualquier modificación de esos precios es alta, lo que refleja percepciones y valores sociales muy acendrados culturalmente. En realidad hasta hoy el agua en sí misma, como bien de dominio público, es gratis; lo que hace el precio comentado es trasladar, parcialmente, los costes de la amortización y mantenimiento de las infraestructuras y de operación del sistema. La Directiva Marco del Agua, en la línea de la creciente demanda de responsabilidad en la gestión de recursos naturales, introduce nuevos criterios de racionalidad económica presididos por el principio de recuperación de costes, incluyendo los costes ambientales y el valor de escasez (oportunidad), que deberán aplicarse a partir de 2010. Esto, unido a los crecientes costes de los nuevos recursos y de los requerimientos de calidad, augura tendencias al alza de los precios del agua En la configuración de las tarifas del agua se utilizan, de una manera muy generalizada, criterios ausentes en otros servicios. Por ejemplo, es general la existencia de una cuota fija y otra variable en función del consumo, al que de una manera muy generalizada se aplica una estructura de bloques con precios unitarios crecientes que penalizan los consumos elevados. Es frecuente también la existencia de bonificaciones por ‘familas numerosos’ y empiezan a aparecer sistemas tarifarios que aplican bonificaciones individualizadas por consumo eficiente. Es decir, en la cultura empresarial de este sector está presente, de manera más o menos contradictoria, la práctica, atípica desde una perspectiva comercial, de desincentivar el consumo. La aprobación de las tarifas es responsabilidad de los Ayuntamientos. Debido a la competencia autonómica sobre autorización de precios públicos, cualquier propuesta de modificación debe de elevarse a la Comisión de Precios provincial o de Andalucía, según corresponda por la dimensión de la población. Sin embargo, la Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios de Andalucía ha denunciado el bajo porcentaje de casos en los que esta obligación se cumple; además, muchos servicios de agua están pasando a considerar que sus tarifas son tasas, con lo que automáticamente quedan excluido de este requisito (Paneque, 2006). El Reglamento de suministro domiciliario de Andalucía ordena la concreción de una estructura tarifaria comprensiva de los diferentes aspectos del servicio y sometida a un régimen de aprobación administrativa y participativa. Efectivamente, la gobernabilidad en temas clave como la gestión de aguas, cargados de significados sociales y éticos, exige la potenciación del control público y la participación ciudadana. El Convenio de Aarhus de 1998, incorporado a la legislación española por la Ley reguladora de los derechos de acceso a la información, participación pública y acceso a la justicia en materia de medio ambiente, constituye un compromiso internacional que define un concepto de participación ciudadana muy exigente: la participación pública activa, entendida como participación pro-activa y no solamente re-activa. Este es el concepto que ya había hecho suyo la Directiva Marco de Aguas. Los sistemas de abastecimiento urbano de agua, su modelo de gestión (público-privado), los derechos y responsabilidades de los usuarios, los precios del agua, son un ámbito especialmente adecuado para que estos criterios entren en vigor. Referencias Arrojo, P. y otros (2005), Lo público y lo privado en la gestión del agua. Experiencias y reflexiones para el siglo XXI, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid. AEAS (2004), Suministro de agua potable y saneamiento en España (2002), Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento, Madrid. Cámara de Cuentas de Andalucía (2001), El suministro de agua en Andalucía: coste y calidad del servicio, 1999-2000. Defensor del Pueblo Andaluz (2006), Los servicios domiciliarios de agua en Andalucía. Informe especial al Parlamento de Andalucía, Directiva 2000/60/CE del Parlamento y del Consejo de 23 de octubre de 2000, por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas. Diario Oficial de las Comunidades Europeas, L327. INE (2006), Estadísticas medioambientales sobre el agua, www.ine.es/inebase Moral Ituarte, L. del (2005): “Recursos del clima. El agua”, en ZOIDO, F. y otros, Informe Territorial de Andalucía, Grupo de Investigación Estructuras y Sistemas Territoriales, Universidad de Sevilla, pp. 47-66. Ojeda Rivera, J.F. (2001): “Recursos del clima. El agua”, en ZOIDO, F. y otros, Informe Territorial de Andalucía, Grupo de Investigación Estructuras y Sistemas Territoriales, Universidad de Sevilla, pp. 47-66. Paneque Salgado, P. (en prensa): "El abastecimiento urbano de agua en Andalucía" en El debate del agua en Jalisco y Andalucía. Sevilla, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía.