La Realidad: Una agenda de interrogantes

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La Realidad: Una agenda de interrogantes relevantes
en torno a su visión y construcción en la sociedad
contemporánea.
Dr. Leopoldo Medina Sanson1
Introducción
Acerca de la realidad han sido y son creadas una amplia gama de perspectivas, mismas
que podemos observar en las diferentes culturas tanto en el ámbito popular como en
sectores académicos. Son comunes expresiones tales como “hay que ser realista” o bien
se comenta que determinadas personas viven su propia realidad a manera de crítica
sobre la visión que tienen, al parecer de quienes les juzgan; abundan comentarios
alusivos a que la realidad es difícil pero debemos aceptarla.
Son además numerosas las referencias de científicos y filósofos en torno a la realidad y
sus implicaciones. Una de las citas más memorables y vigentes dice: “Los filósofos se
han ocupado hasta ahora de interpretar de diversos modos el mundo pero de lo que se
trata es transformarlo” (Marx, 1981). En dicha cita podemos entender el mundo como
realidad, es decir la realidad del mundo en que vivimos.
Es difícil concebir la transformación de la realidad alcanzable por el ser humano
separada de todo el conjunto de acciones y relaciones involucradas en su comprensión.
Es posible y necesario trascender de la interpretación de la realidad hacia su
comprensión (comprensión de la realidad como objetivación de su interpretación a
través de la acción). Lo anterior se justifica plenamente al observar la globalización de
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Profesor de la Universidad Autónoma de Chiapas, México; [email protected]
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la violencia, el daño al ambiente, la desigualdad social, la derivada y creciente
incertidumbre acerca de la continuidad de la vida humana.
La perspectiva de la realidad, la inclusión individual y colectiva en ella; su
transformación hacia escenarios más alentadores es motivo de consideración no sólo
vigente, sino cada vez más urgente y trascendental. El presente ensayo aborda
elementos relevantes sobre la perspectiva social de la realidad, reflexiones y problemas
que deben enfrentarse para avanzar hacia una visión y construcción alternativa.
Alcance de lo que concebimos como realidad
Hay quienes postulan que con humanos o sin ellos, con pensadores o sin ellos, el
universo transcurre; la materia y energía existen y con ellas toda la gama de principios
bajo los cuales se manifiesta la realidad (Krapiec, 2006). En todo caso, desde una
aproximación materialista, la cuestión esencial es que la realidad como conjunto total
de elementos, fenómenos, relaciones y procesos que ocurren, abarca la manifestación
de toda forma de inteligencia, pero no se desprende obligadamente de alguna.
Otros consideran que sin pensamiento no hay realidad pensada; sin realidad por
pensar no hay realidad. La realidad es descubrimiento, imposible sin descubridor. Si la
realidad es todo lo que existe en la conciencia humana, entendida esta como la
capacidad materializada de observar, descubrir, comprender y/o transformar objetos,
fenómenos y relaciones de índole física, biológica y social; entonces esta realidad
comprende los aspectos objetivos y subjetivos manifiestos en la actividad humana.
Desde esta aproximación, pueden desprenderse diversas interrogantes, tales como las
siguientes: ¿La realidad del mundo es un tránsito paralelo de muchas realidades
individuales, grupales, masivas? o ¿es un mega sistema que se desdobla en tantas
manifestaciones como personas con capacidad de actividad consciente viven, de
manera que a cada quien nos toca nuestro pedazo de realidad, de bienes materiales y
culturales con base en el cual construimos visiones parciales?
Más allá de las implicaciones de cada uno de estos enfoques, la gran interrogante
distinguible es: ¿existe la realidad per se o es una construcción de la mente?
En lo personal observo que si bien lo anterior se reconoce como disyuntiva sin
términos medios, no es preciso, al menos en la actualidad, asumir una posición
dicotómica sobre tal conflicto para sumar esfuerzos y avanzar hacia un
replanteamiento urgente e indispensable de la realidad social.
La realidad social como forma diferenciada
La realidad se diferencia en dos grandes ámbitos, aquella inmersa en la dimensión de
las sociedades humanas y la que abarca los principios físicos del universo. En esta
disyuntiva Marx y Engels por ejemplo hablaban de materialismo histórico y
materialismo dialéctico. ¿Hasta qué punto es objetiva esta diferenciación? ¿A partir de
dónde observamos principios específicos la realidad humana?
Es difícil dar respuestas categóricas a las preguntas enunciadas, en todo caso parece
prudente asumir una posición que concibe la realidad social se basa en la construcción
de principios y formas de vida, de relaciones ontológicas, humanas, que no pueden
sujetarse a aproximaciones de corte naturalista o biologista; por otra parte, hay
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componentes de dicha realidad que son determinados por principios físicos y
biológicos de los cuales sería absurdo pretender abstraerla (Michalinos, 2006). La
prudencia a que se alude atiende no solo a lo complejo de precisar, a cualquier escala
espacial y temporal, el sitio y momento donde inicia lo humano. Un argumento
elemental en este sentido es el de la supervivencia, toda vez que el saldo de la relación
sociedad-naturaleza arroja hoy en día balances que oscilan entre preocupantes y
catastróficos.
Al enunciar fundamentos y componentes de la realidad humana es atractivo tratar de
definirla; sin embargo el interés central de este ensayo no es postular definiciones al
respecto. El enfoque se enmarca en el contexto de que las formas y estructuras bajo las
cuales las sociedades e individuos humanos concebimos la realidad están en su
conjunto conduciendo a situaciones cada vez más insostenibles
en términos
económicos, ambientales y de organización social humana.
Dos grandes principios se asocian, entre otros, a esta situación de insostenibilidad: el
primero es la desigualdad social y los términos en que muchas personas la estamos
asumiendo; el segundo es la noción de bienestar como placer y eliminación de cierto
tipo de esfuerzos y eventualidades.
Sobre la posición ante la realidad
Cuando un grupo social y económico, país o región mundial se constituye como
poderoso y dominante, de manera intencional e inconsciente despliega una amplia y
compleja gama de mecanismos de control sobre aquellos grupos, naciones, regiones a
quienes pretende imponer condiciones.
En esta dinámica, los grupos poderosos divulgan y pretenden imponer por todos los
medios disponibles sus visiones sobre la realidad, particularmente la realidad social.
Lo anterior es tan contundente que resulta banal colocarse o ser tachado con etiqueta
ideológica alguna por observarlo.
A través principalmente de las empresas que controlan los medios de comunicación,
supeditadas a los poderes económicos y políticos dominantes (cuando no integrantes y
representantes de estos) y de las instituciones educativas, se promueven posiciones
individuales y colectivas mediatizadas de la realidad, en la medida en que estos
medios (sobre todo los de comunicación) penetran nuestros ámbitos privados y
públicos.
Esta mediatización como estrategia y evidencia de control social, político y económico
restringe el desarrollo de capacidades individuales y colectivas para reconocer de
manera autónoma y objetiva los procesos que inciden sobre la realidad, así como del
diseño y ejecución de acciones para el cambio hacia una sociedad con mejores
perspectivas. Nuestra posición puede tornarse confusa, resignada, frustrada, egoísta.
Lo anterior no soslaya que los propios sectores sociales dominados construyen y
promueven de motu propio perspectivas de la realidad; mismas que pueden conllevar
limitaciones y contradicciones significativas.
Así, se observan dos grandes retos para la gran mayoría de individuos y grupos
sociales de diferentes regiones y naciones: el primero es trascender a la mediatización
distorsionante de la comprensión de la realidad; el segundo, ligado al anterior, es ser
partícipes efectivos de los términos y recursos ejercidos a través de las instituciones
sociales para comprender y transformar la realidad.
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Los conflictos derivados de la desigualdad social, manifiestos como problemas
inaplazables para la mayoría de las personas, se traducen en motor que induce a
cuestionar referentes claves a partir de los cuales asumimos la realidad.
Reconocemos en la actualidad: crisis energética, alimentaria, ambiental, política,
económica; es claro que los efectos de estas crisis tienden a resentirse con mayor fuerza
entre quienes se encuentra en la parte de abajo de la desigualdad social. Los problemas
de la realidad impactan con mayor gravedad a un número creciente de seres humanos
y son previsibles cambios profundos en la realidad humana y nuestra percepción sobre
ella. El problema es que en estos escenarios necesarios de cambios profundos el tiempo
es al parecer un factor crítico.
Al enunciar estos aspectos, debe diferenciarse la distorsión en torno a la realidad de la
noción de subjetividad. La subjetividad puede reconocerse como apreciación o visión
personal que se desprende de la realidad y puede dirigirse intencionadamente a su
concepción o transformación, desde una dimensión lúdica o estética, hasta una
perspectiva hipotética cuyo margen de incertidumbre o error se estima elevado.
Si tal subjetividad no se pretende constituir o imponer como criterio de certidumbre o
verdad, da cabida a la imaginación y alimenta el proceso creativo, que es indispensable
para el descubrimiento y desarrollo de la conciencia sobre la realidad y su
transformación. En caso contrario, cuando perspectivas o modelos sobre la realidad se
postulan como axiomas, la subjetividad trasciende negativamente el potencial creativo
de la conciencia y se convierte en distorsión de la conciencia.
El conocimiento científico y la realidad
En la sociedad contemporánea se ha instaurado el conocimiento científico y su relación
con el descubrimiento y construcción de la realidad como factor social determinante. El
conocimiento científico incide sobre aquellos componentes de la realidad que son
susceptibles (por diversos mecanismos) de ser “observados” de manera sistemática,
pudiendo reconocerse estos componentes como objetos, fenómenos, relaciones o
procesos.
A partir de observaciones el conocimiento científico pretende explicar, predecir y, en
determinadas circunstancias, controlar componentes de la realidad; bajo esta
perspectiva de explicación, predicción y control surgen las hipótesis, leyes y teorías
científicas. El conocimiento científico incide sobre diversos ámbitos de la realidad,
siendo estos cada vez más vastos y complejos.
Reconocer el conocimiento científico y sus características es relativamente sencillo; las
dificultades se acentúan al articular la creación científica con todo el conjunto
relaciones cognitivas involucradas en la construcción de la realidad humana. En este
sentido, no debemos soslayar la participación del gran conjunto social humano que
interviene en la promoción, desarrollo, aplicación y divulgación del conocimiento
derivado de la actividad científica.
Dentro de este complejo de relaciones existe el riesgo de atribuir al conocimiento
científico una dimensión ontológica, independiente de la condición social humana en
su conjunto. Asignar a la ciencia responsabilidad por los problemas sociales y
ambientales tales como el cambio climático es desacertado. Estimar y difundir que la
ciencia no tiene partido en una sociedad tan marcada por el peso de las relaciones
políticas y económicas puede ser no sólo desafortunado; esto puede alimentar un
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orden social en el cual la ciencia sirva para aumentar, en diferente grado, la
desigualdad.
La perspectiva de la realidad y la religión
Al preguntarse sobre el origen de la realidad surge otro factor de divergencia: la
asumimos desde la fe o desde nuestras capacidades individuales y colectivas para
comprender los hechos desde sus manifestaciones visibles y causas reconocibles,
estableciendo procedimientos objetivos que nos permitan verificar la relación efectiva
entre manifestaciones y causas, entre escenarios actuales y futuros.
Es posible, a mi entender, una tercera vía, es decir: asombrarse ante los fenómenos que
ocurren dentro de los seres vivos, en el ambiente físico del mundo y más allá del
planeta que habitamos; quedar absortos ante la belleza de la vida y la inmensidad del
universo y considerar que, en el origen de todo, existe algo indescriptible, que puede o
no definirse como Dios, sin pretender ni siquiera asignarle rasgo alguno (es claro que
esta posición se deslinda de la dimensión científica); tal consideración no aparta
necesariamente de enfocarse a los hechos verificables y a través de ellos comprender
diferentes principios y procesos del mundo natural y de la sociedad humana (Einstein,
1949).
Einstein señala que es posible evitar conflicto entre ciencia y religión si cada una
atiende su ámbito a saber: la religión los valores del comportamiento humano y la
ciencia el estudio de los hechos observables (Einstein, 1954). Desde una perspectiva
individual quizá tenga cabida tal conciliación; sin embargo, en una aproximación social
es muy difícil de concebir, sobre todo en un contexto en el cual la religión suele ocurrir
y reconocerse como instituciones con fundamentos políticos y económicos, con todas
las deformaciones y atrocidades que pueden esperarse de ello.
A través de la comprensión de la realidad social observamos el papel que han jugado y
juegan las instituciones religiosas en la consolidación de poderes económicos por
medio de una inducción sistemática que facilita el control de sus seguidores; mientras
que, por otra parte, las religiones inciden en la construcción de valores individuales y
colectivos que pueden en muchos casos entrar en conflicto con valores laicos tales
como la equidad de género y la libertad, por citar un par de ejemplos.
Sin embargo es un hecho que en prácticamente todos los espacios sociales se
encuentran y coexisten personas quienes conciben la realidad como explicable a partir
de algún Dios y quienes tienen una conciencia ajena a ello. Sin duda que al interior de
esta coexistencia hay diferencias que pueden ser irreconciliables, pero también
compartimos problemas y necesidades que deben movernos a reflexionar sobre la
realidad y transformarla coordinadamente. La apreciación de quien suscribe estas
líneas es que cada vez más personas, creyentes o no, necesitamos coincidir y participar
conjuntamente en la transformación de aspectos clave de la realidad social.
Es posible y necesario dejar atrás muchas diferencias susceptibles de salvarse,
reflexionar y actuar sobre problemas como el aumento de la pobreza y la desigualdad
en muchos sectores de la población, la violencia creciente, el consumo de drogas, el
deterioro ambiental y muchos otros.
Es relevante y factible en muchos casos coincidir en que, más allá de tener filiación o
no a postulados religiosos, estructuras y procesos de naturaleza política y económica
son determinantes de tales problemas. Evidencias sobre tales posibles coincidencias se
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muestran en la doctrinas de la teología de la liberación, en movilizaciones civiles contra
políticas belicistas o contra la peligrosa transformación del ambiente ecológico. Es
posible diferir de estos movimientos; no obstante, me parece que ello no debe conducir
a su deslegitimación a ultranza.
La inclusión individual y colectiva en la realidad de la sociedad contemporánea con
miras a la construcción de perspectivas humanas más promisorias
Es claro que no se precisa tener conocimiento de la realidad en todas sus facetas para
transformarla. Es así mismo evidente que incidir sobre la realidad a nuestro alcance
con referentes sesgados y parciales suele tener consecuencias que van de graves a
catastróficas; testimonio de ello son la crisis ambiental y la manifestación de patologías
biológicas emergentes y reemergentes (WHO, 2003). Se destacan estos dos aspectos por
llamar la atención de muchos ciudadanos de todo el mundo y porque a la vez se
reconocen, en medida importante, como manifestación de la acción descontrolada de
procesos sociales sobre factores ambientales y ecológicos.
El avance humano desde una dimensión colectiva e individual debe reconocerse como
un proceso indisociable de articular la comprensión del universo “físico” con el mundo
humano, es decir con las estructuras y procesos sociales. Sin embargo no existen hasta
la fecha evidencias suficientes que permitan reconocer un margen conveniente de
solidez en tal articulación. Se observa por una parte un paulatino y lento
reconocimiento de la interdisciplina y de la valoración del pensamiento complejo,
mientras que, por otra, la especialización disciplinaria y la acción simplista sobre la
naturaleza humana, sobre la vida y el ambiente físico prosiguen su marcha acelerada.
Ante esta contradicción cabe preguntar: ¿hasta dónde llegará la sociedad humana antes
de enfrentar de manera suficientemente poderosa, como motor social determinante de
cambio, la dimensión concreta, total de la realidad con rumbo claramente a favor de la
vida en todas sus expresiones? ¿Si se llega a tal condición, será tiempo para revertir el
deterioro de este mundo física y biológicamente cada vez más riesgoso y adverso para
la vida humana y muchas otras formas de vida?
Es importante mencionar que desacreditar el estudio y abordaje puntual de aspectos
específicos de la realidad, con aproximación disciplinaria y alta especialización parece
una posición insostenible; no se observa lógico pretender que sin tal aproximación
pudieran ser descubiertos o creados aspectos del conocimiento y la tecnología en
muchos campos, como puede ser el caso de la medicina, en donde se precisa abordar y
aislar componentes del sistema del cuerpo humano para avanzar en aspectos muy
diversos.
La pretendida contradicción entre reduccionismo y holismo puede ser, en no pocos
casos, improcedente. La construcción del conocimiento es tan compleja y dinámica que
más que tomar partido en torno a la visión reduccionista u holística podemos
reconocer y celebrar la coexistencia de ambas aproximaciones que, en muchas
circunstancias, podrían identificarse, desde un enfoque metacognitivo, como
manifestación de la naturaleza inductiva-deductiva del conocimiento moderno.
Cabe además esperar que holismo y reduccionismo sean aproximaciones relativas.
Cuando abordamos una comprensión totalizadora sobre un subconjunto de la
realidad, inevitablemente hacemos innumerables simplificaciones y aislamos nuestra
atención en el objeto de estudio de un conjunto más vasto; mientras que, en
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contrasentido, cuando pretendemos aislar un elemento relativamente simple para su
estudio particular, incidimos cognitivamente sobre un sistema físico y conceptual
siempre complejo.
La realidad humana es la resultante de la conciencia y los actos humanos
correspondientes a escala de individuos, grupos y grandes colectivos; entonces, su
concepción y transformación será, del mismo modo, resultante de la integración de la
consciencia y las acciones desde lo individual hasta lo global y viceversa.
En la sociedad contemporánea, donde la relación sociedad-naturaleza alcanza a escala
mundial matices peligrosos en todos los órdenes, donde somos tan distantes de
trascender la desigualdad y violencia como formas cotidianas de convivencia, la
comprensión de la realidad y su transformación son problema medular para la
continuidad de la existencia. Esto parece obvio pero no lo es en muchos ámbitos.
Desde los grupos económicamente poderosos se dictan y divulgan modelos
consumistas y apolíticos de vida; mismos que suelen ser aceptados con beneplácito o
resignación por muchos estratos sociales con poder adquisitivo suficiente para ello.
¿Cuántos intelectuales y filósofos que disertan sobre la realidad asumen una posición
congruente, participativa, desde la esfera íntima, ante la necesidad de construir y
transformar la realidad hacia condiciones más alentadoras? ¿Cuántos de ellos indagan
y se apropian, entre otras realidades posibles y necesarias, por ejemplo, de “estilos”
ecológicos y ambientalmente “amigables” de vida?, ¿Cuantos inciden, desde espacios
personales e institucionales, en procesos claramente dirigidos a concebir y transformar
la realidad hacia formas superiores? ¿Cuántos se involucran en la organización social?
Tales interrogantes no pretenden bajo circunstancia alguna desacreditar a personas o
grupos; tampoco soslayan la enorme lista de restricciones bajo las cuales nos
desenvolvemos profesional y humanamente. El propósito es enfatizar que nuestra
visión global y específica de realidad puede no coincidir con aquella que postulamos y
divulgamos y lo que importa socialmente es la tendencia.
Conclusiones
La realidad puede asumirse como algo inherente a la existencia de la conciencia
humana o bien como trascendente a dicha conciencia. La perspectiva del autor es que
dicha contradicción no parece ser un problema que deba confrontar a las personas, al
menos actualmente, particularmente si la realidad no se asume con un alcance
ontológico. Aún en este último caso es incluso posible y prioritario construir una
agenda compartida de participación social para fortalecer la organización con
propósitos dirigidos a atender problemas humanos de la mayor relevancia.
Es posible concebir la realidad como el inmensurable conjunto de relaciones asociativas
y causales dentro un sistema total representado por el universo. Es posible percibir e
incidir sobre la realidad a partir de sistemas muy específicos; en muchos casos es
intrascendental o cuestionable la dicotomía entre reduccionismo versus holismo.
Prevalece en el conjunto humano una visión global sobre la realidad peligrosamente
limitada y distorsionada, evidencia de ello son las profundas desigualdades sociales;
reconocibles como determinantes primarias de la catástrofe ambiental.
En esta situación de desigualdad, los grupos sociales dominantes imponen
intencionadamente y aún sin pretenderlo condiciones de vida (circunstancias reales) a
otros; parte de estas condiciones abarca precisamente la perspectiva sobre la realidad,
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para ello acuden a una amplia gama de instrumentos, dentro de los que destacan los
medios de comunicación y las instituciones educativas.
La visión social de la realidad social conjuga la gama de perspectivas a través de las
relaciones humanas. La desigualdad o inequidad en estas relaciones marcará en gran
medida el nivel de distorsión en las expresiones de la realidad reconocida y ejercida
por los sujetos y grupo sociales interactuantes.
No obstante, es al interior de las diferentes expresiones sociales que emergen, a través
de la ciencia, la filosofía y el propio conocimiento empírico, aproximaciones cada vez
más promisorias. Desafortunadamente, su impacto no es aún determinante para
modificar las tendencias que cuestionan la propia existencia humana.
Así los esfuerzos y sobre todo logros de las corrientes sociales que impulsan una la
realidad colectiva mejor, que conduzca hacia modificar las actuales tendencias sociales,
económicas y ambientales siguen siendo muy cortos. Ello invita a enfatizar sobre la
búsqueda de puntos de encuentro entre diferentes formas de ver la realidad del
mundo; aunque es claro también que hay posiciones del todo irreconciliables.
Es preciso reconsiderar la tesis de Carlos Marx y trascender progresivamente de la
interpretación sesgada y distorsionante hacia la comprensión de la realidad bajo el
postulado de que comprensión y transformación son términos indisolubles de una
ecuación prometedora, necesaria y urgente de cambio social y relación de la sociedad
con la naturaleza. Es preciso valorar, dentro de esta necesaria transformación, la
posibilidad de sumar esfuerzos, de construir lazos entre diferentes visiones.
La magnitud de los problemas generados por el desarrollo social en todos los ámbitos
de la realidad humana y la inminente necesidad de atender muchos de ellos debe
observarse como llamada de alerta para de evitar distraer esfuerzos de conflictos
muchas veces salvables (a reserva de contradicciones excluyentes) y construir agendas
interdisciplinarias e interculturales de cambio social.
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