SEPARÁNDONOS DE LAS COSAS CREADAS

Anuncio
SEPARÁNDONOS DE LAS COSAS CREADAS
P. Steven Scherrer, MM, ThD
Homilía del lunes, 13ª semana del año, 27 de junio de 2011
Gén. 18, 16-33, Sal. 102, Mat. 18, 18-22
“Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a
mi Padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”
(Mat. 8, 21-22).
Si queremos seguir a Jesucristo, tenemos que dejar todo lo demás, porque él
quiere que le sigamos con todo nuestro corazón (Marcos 12, 30), no con un
corazón dividido entre otros amores, deberes, y placeres. Un corazón indiviso
es lo que él quiere ver en un seguidor. Por eso cuando Jesús llamó a sus
primeros discípulos, “cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le
siguieron” (Lucas 5, 11). Por esta misma razón, cuando llamó a Leví, “sentado
al banco de los tributos públicos” y le dijo “Sígueme”, Leví, “dejándolo todo, se
levantó y le siguió” (Lucas 5, 27-28). Tenemos que servir sólo a un señor, no a
dos (Mat. 6, 24) y tener sólo un tesoro, Cristo (Mat. 6, 19-21). No podemos amar
nuestra vida en este mundo y vivir una vida de placer en las cosas de esta vida
si queremos seguir a Cristo. “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece
su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12, 25). Tenemos
que perder nuestra vida en este mundo por Cristo y negarnos por él. “Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida
por causa de mí y del evangelio, la salvará” (Marcos 8, 34-35). Los primeros de
este mundo que viven en placeres mundanos, serán los últimos ante Dios; y los
últimos de este mundo, que han renunciado a todo por Cristo, serán los primeros
ante Dios, porque “muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”
(Mat. 19, 30). Los célibes renuncian aun a una esposa para tener su alegría
sólo en Dios. Renuncian a la vida de familia, para el reino de Dios.
La Imitación de Cristo dice: “Aquel que no se desprenda de todas las criaturas,
no podrá libremente entregarse a las cosas divinas. Por eso hay pocos que
llegan a la contemplación, porque pocos saben desprenderse del todo de las
cosas creadas y perecederas (3.29).
¿Pero cuántos viven así? Muy pocos, creo, porque este es el camino de los
pocos, el camino difícil, estrecho, y angosto de la vida, que pocos escogen. El
camino de los muchos es más amplio y espacioso, pero desgraciadamente lleva
a la perdición, pero muchos lo escogen porque es más fácil y no es estrecho ni
angosto y porque en este camino uno puede disfrutar de todos los placeres de la
vida y vivir una vida cómoda y de placer mundano (Mat. 7, 13-14). No es así el
camino al cual Cristo nos llama. Él nos llama a una vida de amor y sacrificio de
todo lo demás por él. “Así, pues, cualquiera que no renuncia a todo lo que
posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14, 33).
Descargar