REVISTA ELECTRÓNICA DE PSIQUIATRÍA Vol. 1, No. 1, Marzo 1997 ISSN 1137-3148 Comorbilidad depresión-ansiedad: aspectos clínicos. José Luis Ayuso Gutiérrez Profesor Titular de Psiquiatría Hospital Universitario San Carlos 28040 Madrid E-mail: [email protected] ARTÍCULO ORIGINAL [Resumen] [Abstract] [Conclusiones] Los trastornos emocionales constituyen las alteraciones psíquicas más comunes en la población general. Según los datos de Golberg (1) el 14-18 % de la población general padece depresión y/o ansiedad clínicamente significativas, aunque sólo el 7 al 9% acuden a consultar a los médicos de atención primaria, que constituyen sin duda los primeros interlocutores del paciente ansioso o deprimido. Desgraciadamente, sólo son identificados correctamente el 3 a 4 % de los casos. La experiencia clínica sugiere que muchos pacientes que acuden a recibir tratamiento en los servicios de medicina general o en las consultas psiquiátricas muestran una mezcla de síntomas ansiosos y depresivos de diversa intensidad. El solapamiento sintomático plantea importantes cuestiones para el clínico. La cuestión básica es: ¿en qué medida el predominio de los síntomas ansiosos o depresivos afecta al diagnóstico o al tratamiento? Por otra parte, a pesar de los numerosos estudios clínicos llevados a cabo en torno a esta temática, persiste la controversia sobre si los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos representan distintas entidades clínicas o si se trata de diferentes aspectos de una misma alteración patofisiológica. Tres modelos conceptuales principales intentan explicar la relación entre ansiedad y depresión: z Modelo unitario. z Modelo dualista. z Modelo mixto ansioso-depresivo. El modelo unitario propone que los estados de ansiedad y los síndromes depresivos son variantes del mismo trastorno y difieren cuantitativamente. Se sugiere que la ansiedad y la depresión pueden considerarse como dos estadios sintomáticos del trastorno afectivo, variando a lo largo del tiempo la ratio síntomas ansiosos/síntomas depresivos, de forma que el diagnóstico depende del momento a lo largo del curso de la enfermedad en el que se hace la valoración. Este planteamiento se apoya en estudios como los de Kendell (2) que demuestran cambios en el diagnóstico a lo largo del tiempo. Otros apoyos a favor de esta hipótesis unitaria proceden de los datos epidemiológicos que constatan la alta prevalencia de síntomas depresivos entre los pacientes con neurosis de ansiedad y los estudios que reportan favorable respuesta de los pacientes ansiosos al tratamiento antidepresivo. Los defensores del modelo unitario han sugerido que la ansiedad puede ser un factor etiológico de la depresión. Así, la depresión parece estar con frecuencia precedida de períodos prodrómicos de ansiedad persistente. Finalmente, las escalas conductuales de la depresión y de la ansiedad contienen factores comunes de ambos trastornos emocionales, encontrándose en numerosos estudios una alta correlación entre ansiedad y depresión, evaluadas mediante estos instrumentos psicométricos. Modelo dualista Los autores que más apoyan el punto de vista de que la ansiedad y la depresión son entidades independientes y distintas proceden del grupo de Newcastle. Roth y cols. (3), Gurney y cols. (4) y Schapira y cols. (5) han comparado los datos biográficos, clínicos y pronósticos de los pacientes con estados de ansiedad frente a los pacientes con enfermedad depresiva, demostrando que estos dos trastornos son independientes y no simples variantes clínicas de un trastorno afectivo. Así, se ha podido constatar que los pacientes ansiosos reportan con más frecuencia ansiedad social y desajuste que los pacientes deprimidos, son más sensibles a los comentarios críticos y sufren con más frecuencia de la ansiedad causada por el estrés cotidiano. Los rasgos de dependencia e inmadurez son más comunes en el grupo ansioso. En el M.P.I. (Cuestionario de Personalidad de Maudsley) se ha encontrado, así mismo, puntuaciones más elevadas de neuroticismo y puntuaciones inferiores de extraversión en el grupo de pacientes con ansiedad patológica en comparación con el grupo depresivo. La edad de comienzo es más precoz en los estados de ansiedad que en la enfermedad depresiva y la duración de la enfermedad es significativamente más corta entre los componentes del grupo depresivo. Shapira et al. (5), del mismo equipo de investigadores, hicieron un seguimiento de 3.8 años de los pacientes originalmente estudiados por Roth et al. (), encontrando que todos los síntomas estudiados en el follow-up eran más frecuentes y más severos en el grupo ansioso. Otra evidencia adicional a favor de la separación de estos trastornos procede de los estudios familiares. Weissman y cols.(6), mediante un amplio estudio familiar llega a la conclusión de que el trastorno de pánico, la forma más dramática de los estados de ansiedad, y la depresión mayor se transmiten de forma específica e independiente. Modelo ansioso-depresivo Esta hipótesis propone la existencia de una mezcla de los dos síndromes, fenomenológicamente diferente tanto de la ansiedad primaria como de la depresión primaria. Existe considerable evidencia, no libre de controversia, que sugiere que puede existir un síndrome depresivo ansioso característico, separado de otros síndromes depresivos y diferenciado de acuerdo a la fenomenología y a la respuesta al tratamiento. La controversia en torno a esta formulación descansa en determinar las diferencia entre depresión ansiosa y depresión mayor con un trastorno de ansiedad concomitante, y en definir el concepto de depresión atípica, depresión que algunos autores (7), pero no todos, consideran que la ansiedad prominente constituye una característica básica. Así mismo, los estudios llevados a cabo mediante el análisis factorial, el análisis de agrupación de variables ("cluster analysis") y el análisis funcional discriminante han identificado grupos de pacientes con sintomatología mixta. Sin entrar más en esta polémica, intentamos abordar el problema del solapamiento de los síntomas depresivos y ansiosos desde la perspectiva clínica. Para ello, es preciso utilizar como referencias obligadas, las características básicas de ambos trastornos clínicos, por una parte, y por otra, el nivel psicopatológico que alcanza la asociación de las sintomatologías ansiosa y depresiva en el paciente concreto, asociación que con frecuencia no es correctamente reconocida, ocasionando con ello graves consecuencias en términos de incremento de la morbilidad y de la mortalidad, especialmente en los pacientes insuficientemente tratados. Subjetivamente, la angustia es vivenciada como una emoción de tonalidad básicamente displacentera, sin causa, y dirigida al porvenir. Se trata de un sentimiento de aprehensión y una expectativa permanente frente a la posibilidad de que ocurra algo grave: morirse, volverse loco o realizar un acto incontrolable. Así mismo, la angustia se exterioriza habitualmente con inquietud y desasosiego junto a manifestaciones físicas que van desde los síntomas cardiovasculares y respiratorios hasta las sensaciones de mareo, temblor y escalofríos. Desde el punto de vista fisiológico, el estado de alertización del organismo implica una activación a nivel del sistema nervioso central de los mecanismos de control córtico-subcortical y, a nivel periférico, una incrementada actividad del sistema nervioso simpático, activación que puede constatarse mediante diversos parámetros fisiológicos. Constituyen síntomas específicos de la ansiedad: 1. 2. 3. 4. 5. 6. Hipervigilancia, tendencia al sobresalto. Tensión motora. Percepción de peligro. Evitación fóbica. Incertidumbre, inseguridad. Insomnio de conciliación. En segundo lugar, la depresión clínica se caracteriza por un estado de ánimo dominado por la tristeza y la desgana. El individuo se siente desesperanzado, desanimado, apesadumbrado, incapaz de disfrutar de las cosas que le rodean. Pierde el interés por el entorno y le resulta difícil concentrarse. En ocasiones el estado de ánimo predominante no es la tristeza, sino la irritabilidad, el aburrimiento o la incapacidad para reaccionar afectivamente. Asociado a este estado de ánimo característico, el paciente deprimido puede presentar un amplio abanico de síntomas, siendo los principales: 1. 2. 3. 4. 5. Retardo psicomotor. Percepción de pérdida. Falta de interés, anhedonia. Desesperanza. Conducta suicida. 6. Autodepreciación, indignidad, culpabilidad. 7. Insomnio tardío. 8. Agravación matutina. Importa considerar a la hora del diagnóstico, la presencia de síntomas comunes en los trastornos de ansiedad y en los trastornos depresivos: 1. 2. 3. 4. 5. 6. Alteraciones del sueño. Alteraciones del apetito. Quejas cardiopulmonares y gastroinstestinales inespecíficas. Dificultad de concentración. Irritabilidad. Fatigabilidad, falta de energía. El diagnóstico diferencial entre ambos trastornos, por consiguiente, debe basarse en la presencia o ausencia de los síntomas básicos de la depresión, especialmente tristeza, anhedonia, ideación suicida y culpabilidad. La segunda referencia se refiere al nivel psicopatológico implícito en la coexistencia ansiedad y depresión, nivel que puede limitarse a la cosintomatología, o puede alcanzar el rango de comorbilidad en sentido estricto. Hablamos de cosintomatología para referirnos a la coexistencia de síntomas de depresión y de ansiedad, sin que el número y severidad de los mismos permita al médico establecer un diagnóstico con exclusión del otro. En cambio, en los casos en los que los síntomas de ansiedad y de depresión sean suficientes, en número y en severidad, para establecer ambos diagnósticos hablaremos de comorbilidad en sentido estricto. En base a estas referencias distinguimos los siguientes grupos de pacientes con solapamiento de síntomas ansiosos y depresivos: 1. Pacientes con síntomas de ansiedad y de depresión pero que no cumplen con los criterios diagnósticos operativos actuales de trastornos de ansiedad o de los trastornos del humor. 2. Pacientes con trastornos de ansiedad o con trastorno depresivo, asociados respectivamente a síntomas depresivos o a síntomas ansiosos. 3. Pacientes que cumplen los criterios de ambos diagnósticos: trastorno depresivo y trastorno de ansiedad. Recordemos que en los sistemas de clasificación jerarquizados, por ejemplo el DSM-III, se excluye un diagnóstico si los síntomas son debidos a un trastorno coexistente que ocupe una posición más elevada en la jerarquía. De esta forma, sólo se formulaba un diagnóstico, pero se impedía estudiar la relación entre ambos trastornos. Con el enfoque de la comorbilidad imperante a partir de la introducción del DSM-III-R se posibilita esta relación. I La Clasificación Internacional de Enfermedades (C.I.E.-10) introdujo el concepto de trastorno mixto de ansiedad y depresión para definir una categoría clínica en la que los pacientes presentan ambos síntomas ansiosos y depresivos en número y/o intensidad limitados, es decir, no suficientemente intensos para poder cumplir con los criterios diagnósticos del trastorno depresivo o del tratorno de ansiedad. El síndrome es definido como una mezcla de síntomas ansiosos y depresivos de similar importancia, asociados con algunos síntomas autonómicos, como temblor, palpitaciones y molestias gástricas. Estos casos son frecuentes en las consultas de los médicos de atención primaria y en la población general. Un estudio epidemiológico llevado a cabo por Judd (8) establece la prevalencia anual del llamado SSAD (Subsyndromal Symptomatic Anxiety and Depression) en el 2.5 % de la población. Esta categoría estaba definida por la presencia simultánea de dos o más síntomas de depresión que figuran en la Sección de Depresion del D.I.S. (Diagnostic Interview Schedule) y la simultánea presencia de dos o más síntomas de Trastorno de Ansiedad Generalizada (DSM-III-R). Desde la perspectiva asistencial, se trata de una patología emocional que en un alto porcentaje de los casos no es correctamente identificada por el médico de familia y la mayoría de los pacientes no reciben un tratamiento adecuado (1). No se trata por otra parte de alteraciones sin relevancia clínica. A este respecto, Katon y Roy-Byrne (9) encontraron que los pacientes con síntomas mixtos ansiosos y depresivos no suficientemente severos para cumplir con los crierios diagnósticos operativos, tenían sin embargo descensos significativos en el rendimiento social y laboral, y tendían a exhibir muchos síntomas somáticos funcionales. Estos pacientes utilizan los servicios médicos, tanto psiquiátricos y no psiquiátricos, con más frecuencia que los enfermos libres de síntomas emocionales. Así mismo, tienen mayor riesgo de sufrir trastornos depresivos o ansiosos de mayor gravedad al exponerse a circunstancias estresantes de cierta entidad y presentan una prevalencia-vida significativamente mayor de ideación suicida (12% vs. 6%) y de tentativas autolíticas (3% vs. 1%) que entre los sujetos libre de trastorno mental (8). II En los servicios psiquiátricos, la coexistencia de síntomas ansiosos y depresivos puede también observarse muy frecuentemente en pacientes que cumplen criterios diagnósticos tanto de trastorno de ansiedad como de trastorno depresivo. La experiencia clínica demuestra que los pacientes con trastorno depresivo mayor presentan habitualmente diversos niveles de sintomatología ansiosa. Fawcett y Kravitz (10), en un estudio realizado con 200 pacientes afectos de depresión mayor, encontraron que el 62% tenía a al menos ansiedad psíquica moderada y el 42% sufría al menos ansiedad somática moderada. Según Hamilton (11) en el 96% de los casos, la depresión se presenta con síntomas ansiosos que forman parte del cuadro clínico. Los más frecuentes son: 1. 2. 3. 4. Preocupaciones. Ansiedad psíquica. Ansiedad somática. Agitación. Asímismo, la coexistencia de ambos tipos de sintomatología en pacientes con depresión mayor parece constituir un indicador de gravedad de la psicopatología. Junto a la alta incidencia de síntomas de ansiedad en los pacientes depresivos, hay muchos estudios que confirman la presencia de síntomas depresivos en los pacientes ansiosos. Hiller y colaboradores (12) consideran que la probabilidad de solapamiento sintomatológico es todavía mayor en pacientes con trastornos de ansiedad que en pacientes con trastorno depresivo. Roth y colaboradores (3) encontraron que los síntomas depresivos estaban presentes en el 65% de los pacientes ansiosos, mientras que Clancy y colaboradores (13) constataron la presencia de estos síntomas en el 44% de los casos. Estos datos muestran que los síntomas de ansiedad frecuentemente, aunque no siempre, anteceden a los síntomas depresivos, sugiriendo la existencia de un período prodrómico en el cual la ansiedad crónica y el estrés podrían producir efectos fisiológicos determinantes del desencadenamiento del trastorno depresivo. III Se dispone de abundante literatura científica que confirma la frecuente coexistencia de trastornos de ansiedad y trastornos depresivos. El 50 al 80% de los pacientes con trastorno de pánico presentan depresión mayor (14). El 34 % de los pacientes que sufren inicialmente de ansiedad desarrollan ulteriormente depresión secundaria (15). Según Angst y colaboradores (16), el 49% de los pacientes con trastorno de ansiedad padecen también depresión clínica, mientras que el 36% de los pacientes con depresión mayor y el 60% de los enfermos con trastorno distímico padecen trastorno de ansiedad. De acuerdo a Noyes y colaboradores (17), es más frecuente la comorbilidad entre los pacientes con trastorno por crisis de angustia que entre los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada. Así, el 34% de los pacientes de ansiedad generalizada y el 56% de los afectos de trastorno de pánico presentan depresión mayor secundaria. Finalmente, en un estudio reciente (8) la prevalencia-vida de comorbilidad de los trastornos de ansiedad en los sujetos diagnosticados de depresión mayor en el proyecto E.C.A. fue de 51%, incluyendo pacientes que cumplían con los criterios diagnósticos de dos o más trastornos de ansiedad según el DSM-III. ¿Qué trascendencia tiene el fenómeno de la comorbilidad ansiedad/depresión desde el punto de vista del pronóstico clínico y de las consecuencias sociales? Básicamente, los pacientes con comorbilidad de ansiedad y depresión se caracterizan porque: 1. 2. 3. 4. 5. 6. Presentan mayor gravedad. Tienen un nivel más alto de sufrimiento. Ofrecen mayor tendencia a la cronicidad. Muestran peor respuesta al tratamiento. Exhiben mayor deterioro psicosocial. Tienen mayor riesgo suicida. Habría que agregar a esta lista la mayor incidencia de alcoholismo y abuso de substancias, señalada en los pacientes con trastorno de pánico y depresión comórbida (18). Judd (8) ha documentado, en base a los datos del proyecto epidemiológico ECA, que la comorbilidad depresión-ansiedad incrementa extraordinariamente la utilización de los servicios médicos (no psiquiátricos), pasando de una tasa de 36%, correspondiente a la depresión pura, al 49% cuando se asocia un trastorno de ansiedad y al 69% cuando hay dos o más trastornos de ansiedad. Merece especial atención la evidencia recientemente reportada sobre el significativo incremento del riesgo de suicidio en los pacientes con comorbilidad ansiedad/depresión. A este respecto, Angst (19) ha encontrado que el 30 % de los pacientes con trastorno por angustia con depresión asociada había realizado tentativas de suicidio. Análogamente Weissman y colaboradores (20) ha constatado un notable aumento del porcentaje de casos con tentativas suicidas entre los pacientes con comorbilidad en relación a los sujetos afectos de trastorno de pánico o de depresión sin complicar. CONCLUSIONES 1. La prevalencia de los trastornos de ansiedad y de los trastornos depresivos es muy elevada. 2. Con frecuencia no son diagnosticados ni tratados adecuadamente. 3. La comorbilidad o la cosintomatología de la depresión y ansiedad son habituales y no constituyen una excepción. 4. La coexistencia de ambos síndromes implica un alto impacto en el curso evolutivo y en la respuesta al tratamiento. REFERENCIAS 1. Goldberg D, Huxley P. Common mental disorders. London: Rountledge;1992. 2. Kendell, RE. The stability of psychiatric diagnoses. Br J Psychiatry 1974;124:352-6. 3. Roth M, Gurney C, Garside RF, Kerr TA. Studies in the classification of affective disorders. The relationship between anxiety states and depressive illnesses: I. Br J Psychiatry 1972;121(561):147-61. 4. Gurney C, Roth M, Garside RF, Kerr TA, Schapira K. Studies in the classification of affective disorders: the relationship between anxiety states and depressive illnesses: II. Br J Psychiatry 1972;121(561):162-6. 5. Schapira K, Roth M, Kerr TA, Gurney C. The prognosis of affective disorders: the differentiation of anxiety states from depressive illnesses: I. Br J Psychiatry 1972;121(561):175-81. 6. Weissman MM, Leckman JF, Merikangas KR, Gammon GD, Prusoff BA. Depression and anxiety disorders in parents and children: results from the Yale Family Study. Arch Gen Psychiatry 1984;41(9):845-52. 7. West ED, Dally PJ. Effect of iproniazid in depressive syndromes. BMJ 1959;1:1491-4. 8. Judd LL.When anxiety disorders are comorbid with major depression: social and clinical burden. En: Proceedings of the 147th Annual Meeting; 1994; Philadelphia. American Psychiatric Association. 9. Katon W, Roy-Byrne PP. Mixed anxiety and depression. J Abnorm Psychol 1991;100(3):337-45. 10. Fawcett J, Kravitz HM. Anxiety syndromes and their relationships to depressive illness. J Clin Psychiatry 1983;44(8 Pt 2):8-11. 11. Hamilton M. Distinguishing between anxiety and depressive disorders. En: Last CA et al. editores. 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