Trotsky sobre la manera de liberar al niño, a la mujer y al hombre

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Trotsky sobre la manera de
liberar al niño, a la mujer y
al hombre
Por Jonathan Palla
En el último número de Furias tratamos de exponer brevemente
algunos fundamentos de la corriente de pensadores marxistas
sobre la cuestión de género. En esta oportunidad vamos a
acercarnos a un hombre que dentro de aquella tradición, más a
fondo ha encarado el problema de la mujer y las
contradicciones entre la lucha de clases y de género. Nos
referimos a León Trotsky; y tomaremos principalmente un
escrito suyo en el que contrapone los cambios ocurridos con la
Revolución de 1917 y los retrocesos en ese campo con el
ascenso de Stalin al poder.
Reemplazar al antiguo hogar-familia
Sus primeros planteos están signados por las preocupaciones en
los años inmediatamente posteriores a la Revolución Rusa.
Luego, dentro su obra “La revolución traicionada” encontramos
un acápite titulado “Termidor en el hogar” donde analizará la
situación de la mujer bajo el estalinismo. El término
“Termidor” hace referencia a aquel período de la revolución
francesa signado por la contrarrevolución en el poder, el
derrocamiento de los jacobinos revolucionarios a manos de un
ala reaccionaria de la burguesía. De modo que Trotsky hace
aquí una analogía entre los termidorianos franceses y la
burocracia estalinista que ocupa el poder en Rusia desde
1923-24, luego de que Lenin ha muerto. Trotsky, que para
entonces se ha convertido en un paria, irá planteando qué
avances realizó la mujer con la revolución de 1917 y qué
retrocesos con el estalinismo.
Ahora bien, el revolucionario bolchevique adhiere al análisis
marxista de la doble explotación que sufre la mujer: en el
ámbito laboral y en el ámbito doméstico. Pero sobre esta
cuestión se presentan dos enfoques: desde el punto de vista de
la igualdad de derechos jurídicos, civiles y políticos con el
hombre y desde las particularidades o diferencias de género.
Consciente de esta situación Trotsky nos dice que la
Revolución cumplió honradamente su palabra en lo que respecta
a la mujer, pues les dio acceso a todos los dominios
culturales y económicos. Sin embargo, ni el “todopoderoso”
parlamento británico, ni la más poderosa revolución pueden
hacer de la mujer un ser idéntico al hombre, es decir,
repartir por igual entre ella y su compañero las cargas del
embarazo, del parto, de la lactancia, etc. Es este intríngulis
justamente el que se dan a resolver los revolucionarios del 17
con la tarea de reemplazar al antiguo hogar-familia, por un
sistema de servicios sociales (maternidades, guarderías,
lavanderías, etc.) que absorbiera las funciones económicas de
la familia y liberara a la pareja de esas cargas. “Mientras
que esta obra no se haya cumplido -dice León Trotsky-,
cuarenta millones de familias soviéticas continuarán siendo,
en su gran mayoría, víctimas de las costumbres medievales de
la servidumbre y de la histeria de la mujer, de las
humillaciones cotidianas del niño, de las supersticiones de
una y otro“. Por supuesto que no era una tarea fácil, nos
hallamos en un contexto de atraso productivo, de posguerra;
pero hasta que el Estado no se hiciera cargo de las tareas del
hogar a partir de los servicios de lavandería, guardería,
comedor, salud, etc., no se podía aspirar a que la mujer
ejerza plenamente sus derechos igualitarios en los ámbitos
laborales, sindicales y políticos.
“No fue posible tomar por asalto la antigua familia, y no por
falta de buena voluntad; tampoco porque la familia estuviera
firmemente asentada en los corazones. Por el contrario,
después de un corto período de desconfianza hacia el Estado y
sus casas cuna, sus jardines de infancia y sus diversos
establecimientos, las obreras y, después de ellas, las
campesinas más avanzadas, apreciaron las inmensas ventajas de
la educación colectiva y de la socialización de la economía
familiar. Por desgracia, la sociedad fue demasiado pobre y
demasiado poco civilizada. Los recursos reales del Estado no
correspondían a los planes y a las intenciones del partido
comunista.” Este planteamiento es uno de los más profundos,
pues si bien los recursos de los primeros años de la
revolución no eran suficientes para llevar adelante con éxito
este plan, dado que se necesita un desarrollo en gran escala
de las fuerzas productivas para que el socialismo no se
transforme en la “socialización de la miseria”, Trotsky nos
alerta de que no hay igualdad de derechos que valga si no se
resuelven los problemas prácticos que la mujer enfrenta día a
día; es decir las reivindicaciones y derechos de género.
De esta forma Trotsky viene a decirnos que la situación social
de la mujer y de la familia está íntimamente ligada a los
fundamentos económicos y políticos de la sociedad. Pero lo
superador de esta visión radica en que no está pensando esta
cuestión como dos problemas diferentes. O sea, no relega el
problema de la mujer como algo secundario, diríamos frente a
tareas pendientes más inmediatas o importantes. No, no analiza
esta situación como dos etapas distintas de la revolución,
sino como parte de un mismo proceso. En todo caso, lo que
quiere demostrar es que sin la mujer organizada, no hay
triunfo posible de los trabajadores en su conjunto.
Muy pronto Trotsky arriba a una lección cabal: “La familia no
puede ser abolida; hay que reemplazarla. La emancipación
verdadera de la mujer es imposible en el terreno de la
“miseria socializada”. La experiencia reveló bien pronto esta
dura verdad, formulada hacía cerca de 80 años por Marx.”
Regreso al yugo de las ollas
La consolidación del estalinismo en el poder significó un giro
de retroceso frente a los avances logrados por la revolución
de octubre. La traición de la casta gobernante se enreda con
amplios empréstitos tomados del tesoro legislativo de los
países burgueses y el viejo hogar familiar renace al calor de
la recuperación del Rublo. La burla -dice Trotsky- se une a la
traición: “…los mismos argumentos que antes sirvieron para
defender la libertad incondicional del divorcio y del aborto `la emancipación de la mujer’, `la defensa de los derechos de
la personalidad’, `la protección de la maternidad’-, se
repiten actualmente para limitar o prohibir uno y otro“. He
aquí entonces uno de los más importantes núcleos de
pensamiento en el análisis de Trotsky: “…las modificaciones
sucesivas del estatuto de la familia en la URSS caracterizan
perfectamente la verdadera naturaleza de la sociedad soviética
y la evolución de sus capas dirigentes“.
La consolidación del estalinismo en el poder implica a la
sazón una política de disciplinamiento de millones de hogares
que son la base de ese poder. El apoyo que desde 1936 los
diarios pregonan a una “familia socialista fuerte”, es el
reclamo de adhesión a un Estado poderoso.
En efecto, luego de comenzar en 1917 con un compromiso feroz a
la libertad individual y a la extinción de la familia, el
período terminó en 1936 con una política basada en el
fortalecimiento represivo de la unidad familiar y las
corrientes libertarias del pensamiento bolchevique iban siendo
suprimidas por la burocracia del partido. Alexander Goikhbarg,
autor de un Código Familiar de 1918 – que entre otras cosas
abolió el status de inferioridad legal de la mujer, eliminó la
validez del matrimonio religioso y la ilegitimidad de hijos
concebidos fuera de matrimonio – fue internado en una
institución psiquiátrica; otros, que habían participado en el
debate sobre este código, como Beloborodov, Kiselev y Pyotr
Krasilov fueron asesinados en prisión entre 1936 y 1939. La
burocracia hace un llamado a un control firme y centralizado
del poder judicial y quienes se oponen son acusados de haber
transitado “el desgastado camino de perversiones trotskistasbujarinistas”.
Las condiciones materiales jugaron un rol crucial; los
recursos reales del Estado no correspondían a los planes y a
las intenciones del partido comunista. Sin embargo, para la
historiadora Wendy Goldman los obstáculos económicos no fueron
los últimos responsables de la desaparición de la visión
libertaria inicial. Lo prueba el hecho de que el compromiso
jurídico con la extinción de la familia fue sostenido a pesar
de las adversidades de la NEP (Nueva Política Económica) y que
incluso oficiales de comisariado de tierra y justicia
mantuvieron una fuerte dedicación a la liberación femenina en
el sector rural, donde era fuerte la oposición campesina. Es
decir, muchos juristas seguían abogando por la socialización
de las tareas domésticas a pesar de la falta de recursos
estatales. Es por esto que Goldman dice que la reversión
ideológica de 1930 fue esencialmente política… llevaba la
impronta de la política estalinista.
Por otra parte el regreso a las relaciones fundadas sobre el
dinero -dice Trotsky- provocan el aumento de la prostitución
(última degradación de la mujer en provecho del hombre capaz
de pagar) y de la infancia abandonada. Aquí Trotsky denuncia
al pasar uno de los métodos predilectos de la burocracia
gobernante: el silencio a la estadística que impone el
estalinismo, con lo cual no hace más que reconocer que la
prostitución ha aumentado.
Qué sacamos en limpio de esta situación: que cuando los
obreros rechazaban a esas políticas “socialistas” lo que están
rechazando en realidad es una “socialización” organizada por
la burocracia gubernamental. Wendy Goldman comenta esta
situación diciendo que “la tragedia de la reversión en el
campo de la ideología (…) fue que el partido siguió
presentándose como el heredero genuino de la visión socialista
original. Enmascarando su enfoque (…) con la retórica vacía de
la emancipación femenina, abandonó su promesa de socializar la
labor doméstica y fomentar relaciones más libres e iguales
entre hombres y mujeres. Y la tragedia más grande de todas es
que las generaciones subsiguientes de mujeres soviéticas,
desheredadas de los pensadores, las ideas y los pensamientos
generados por su propia revolución, aprendieron a llamar a
esto `socialismo´ y a esto `liberación´”.
Al respecto Trotsky es categórico, pues de esa forma lo que la
burocracia estalinista impone como conclusión es el ¡Regreso
al Hogar! Todo un grupo de escritores y periodistas comenzaran
a exaltar las virtudes de las tareas domésticas: “pero la
cocina y el lavado a domicilio -dice Trotsky-, actualmente
alabados con cierta confusión por los oradores y los
periodistas soviéticos, significan el retorno de las mujeres a
las cacerolas y a los lavaderos, es decir, a la vieja
esclavitud. Es muy dudoso que la resolución de la
Internacional Comunista sobre “la victoria completa y sin
retroceso del socialismo en la URSS sea, después de esto, muy
convincente para las amas de casa de los arrabales.”
Particularmente sensible resulta el caso en torno a la
cuestión del aborto. La revolución había dado a la mujer este
derecho, pero la desigualdad social transforma a ese derecho
en un privilegio, pues se multiplican las muertes y
mutilaciones por abortos mal hechos. Lo que hace el
estalinismo entonces es prohibir los abortos, retrocediendo de
esta forma frente a los avances previos y asestándoles un duro
golpe a las obreras. Luego Trotsky deja ver la oposición entre
el socialismo que dio fundamento a la revolución y el
“socialismo” de Stalin: “estos señores han olvidado que el
socialismo debería eliminar las causas que empujan a la mujer
al aborto, en vez de hacer intervenir indignamente al policía
en la vida íntima de la mujer para imponerle `las alegrías de
la maternidad’“.
Comentarios Finales
¿Cuál es la importancia de conocer y debatir estos núcleos de
pensamiento luego de tanto tiempo de que fueron elaborados y
en un contexto social, cultural y hasta geográfico tan
distante de nosotros? A menudo escuchamos debates demasiado
resumidos como por ejemplo aborto sí, aborto no. Al respecto
Trotsky repara en que al derecho al aborto debe sustentarlo
una lucha por acabar con las causas que empujan al aborto.
La instalación de jardines maternales, la igualdad legal de
las mujeres, la aparición con vida de las mujeres
desaparecidas para el negocio de la esclavitud laboral y
sexual son tareas que las mujeres de nuestro tiempo tienen por
delante. En este sentido Trotsky devela la confusión que
siembran escritores ligados al poder del estado burocratizado
de la URSS, presentando a las “amas de casa” como la “alegría
del hogar”. Entre otras cosas nos puede hacer encender alertas
sobre los usos que hace el estado de “la cuestión mujer” para
ejercer demagogia sobre las mayorías sociales. En definitiva,
Trotsky nos llama la atención para que el resultado de la
lucha por el fin de la esclavización de la mujer por el hombre
y la de ambos por el explotador no culmine simplemente en un
cambio de cadenas.
Bibliografía. Trotsky, L. La Revolución Traicionada. //Del
Pla, R. “Un acercamiento al tratamiento de la cuestión de la
mujer en el trotskismo argentino: el Partido Obrero”, en
revista En Defensa del Marxismo N° 27 Año 2000; Goldman, W. La
mujer, el Estado y la Revolución. Política social y vida
familiar soviética 1917-1936. ED. IPS.
Imagen: Alberto Oris
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