UNIDAD DIDÁCTICA 2: LA DIMENSIÓN MORAL DEL

Anuncio
UNIDAD DIDÁCTICA 2:
LA DIMENSIÓN MORAL DEL SER HUMANO
“… cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo.
Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto,
en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto,
eso, ciertamente, no resulta tan fácil.”
Aristóteles, Ética a Nicómaco
1. LA DIMENSIÓN MORAL DEL SER HUMANO
Cuando nacemos, nuestra vida es como una página en blanco que está por escribir, lo
que supone que cada uno de nosotros va a tener que construirse su propia existencia
y su propia personalidad. La vida es, por tanto, un camino, en el que tendremos que
diseñar nuestro estilo de vida personal.
La construcción de ese camino, que es mi vida, se va realizando a través de los
hechos que realizo y de las relaciones con los demás. Nuestra vida es el resultado de
lo que hacemos, de nuestros actos, ellos definen lo que vamos siendo y hacia dónde
vamos.
Estos actos deben ser elegidos y decididos por cada uno de nosotros, elegir los
objetivos que queremos alcanzar, buscar los medios adecuados para lograrlos, y es
fundamental, en la medida de lo posible, tomar estas decisiones en libertad,
intentando no ser condicionados, por ejemplo, por la publicidad de la televisión.
Pues bien, dado que la vida es el resultado de los que vamos haciendo, empecemos
por analizar el tipo de actos que realizamos cotidianamente para poder distinguir
cuales son nuestros actos morales, muy importantes, porque son los que en mayor
medida nos pueden conducir hacia una vida buena y feliz, que es el objetivo de esta
materia nueva en la que te inicias, la Ética.
A lo largo del día realizas muchas acciones diferentes. Así, respirar, es una acción que
llevas a cabo de forma instintiva, sin pretenderlo, dar un paseo, es algo que realizas de
forma consciente, sabiendo lo que haces y porque te apetece, dormir es algo que
realizas de modo inconsciente, lo haces sin saber que lo estás haciendo, también
puedes entrar en una tienda y robar un CD, aunque no lo haces, porque sabes que no
debes hacerlo. ¿Qué diferencia hay entre las primeras acciones y la última?
Veamos, sobre las acciones instintivas e inconscientes que realizamos, aquellas que
hacemos sin pensarlas ni elegirlas, no puede recaer ningún calificativo del tipo esto
está bien, esto es correcto, etc., sencillamente porque no somos responsables de
ellas, por el contrario, sobre nuestras acciones conscientes, aquellas que sabemos lo
que hacemos, que podemos decidir si las realizamos o no, y a través de las cuales
podemos beneficiar o perjudicar a nosotros mismos o a los demás, si puede recaer la
aprobación o el rechazo, tanto de nosotros mismos como de los demás.
Vayamos más allá. Entre estas acciones conscientes, no es lo mismo comer o estudiar
que robar o matar. Las dos últimas caen dentro de lo que se considera la dimensión
moral del ser humano, una capacidad específicamente humana, no la tienen los
animales, gracias a la cual, somos capaces de diferenciar entre lo que hacemos y lo
que deberíamos hacer, nosotros o los demás y, por ello, somos capaces de valorar
estos actos como justos o injustos, buenos o malos, honestos o deshonestos,
virtuosos o viciosos, etc. Así, por ejemplo, si digo “las guerras existen”, afirmo un
hecho existente, sin más, pero si afirmo “las guerras no deberían existir”, estoy
adoptando un punto de vista diferente ante ese hecho, estoy valorando moralmente las
guerras. Para ello, he tenido en cuenta un conjunto de normas especiales así como
los valores, las costumbres, ideas, etc. que me han sido inculcadas en la sociedad en
que he nacido. Pues bien, esta capacidad humana de distinguir entre lo que está bien
y lo que está mal, entre cómo son las cosas y cómo deberían ser, etc. es una
capacidad exclusiva del ser humano conocida como su dimensión moral. Vamos a
ver esto más detenidamente.
1.1 ¿Qué es la moral?
A menudo utilizamos esta palabra en el lenguaje cotidiano, por ejemplo, cuando
afirmamos, tengo la moral alta o mi equipo se llevó la victoria moral. Sin embargo, en
estas frases el término moral es utilizado para referirse a estados de ánimo
psicológicos de la persona y no es este el significado que damos al término moral en
Filosofía (materia que estudiarás en Bachillerato y que trata del ser humano y la
realidad en que vive).
La palabra moral viene del latín mos-moris, que significa costumbre, modo de vivir, el
carácter o la forma de ser tanto de un individuo como de una sociedad, aunque
también alude a norma, precepto. Siguiendo así, a los antiguos romanos, vamos a
definir la moral humana como el conjunto de:
o
o
las normas que rigen la conducta de un individuo en
una sociedad y
las valoraciones que hacemos sobre actos humanos
que consideramos desde la perspectiva de lo bueno o
lo malo, lo justo o lo injusto, etc.
1.2 La Ética y la moral
Las personas no sólo actuamos moralmente, sino que, también reflexionamos sobre
nuestro comportamiento o el de los demás, como cuando nos preguntamos ¿debo
hacer esto?, ¿he hecho lo correcto?, ¿es justo que…?, etc. Esta inquietud humana por
esclarecer su propio comportamiento moral dio lugar a la Ética, una disciplina que
nace en la Grecia Clásica en el s. IV a. C, formando parte de la Filosofía, un valioso
saber que estudiaras en cursos posteriores. El vocablo Ética viene del griego êthos,
que significa “costumbre” o hábito y “carácter” o modo de ser, al igual que el término
“moral” en latín, pero aunque coincidan en este aspecto, vamos a considerar a lo largo
de este curso a la Ética como el estudio filosófico de la conducta moral, en
general, diferenciándola de otros tipos de conducta.
Veamos, otros saberes, la Historia por ejemplo, nos dice cómo son los hechos
humanos, la Ética, sin embargo, nos dice cómo deben ser; así mismo, estudia los
valores y las normas morales, determina en qué consiste la responsabilidad moral,
investiga si existe libertad en la conducta humana, analizar la obligación moral
interrogando ¿qué debo hacer? ¿por qué?, ¿cómo son los seres humanos, egoístas o
generosos?, ¿son mejores unas personas que otras, o todas tienen la misma
capacidad para se buenas? ¿porqué debería ser yo una buena persona?, etc.
Vamos a ver ahora, qué nos dice la Ética acerca de las acciones, las normas y los
valores, que son los elementos fundamentales de la dimensión moral del ser humano.
1.3 Características de la acción moral
Una acción humana para ser considerada de tipo moral tendrá las siguientes
características:
o
es aquella que se realiza, ajustándose a un código o conjunto de normas y
valores morales, las cuales designan lo que debe ser considerado como
moralmente bueno o malo, egoísta o generoso, etc. Más adelante veremos en que
consiste un valor y una norma moral.
o
Éste código moral, no debe ser impuesto por la sociedad a las personas, sino que
el individuo lo debe poder elegir libremente, por ejemplo, yo debo ser libre de
elegir si acepto moralmente la eutanasia o no, no se me puede imponer mi forma
de valorar ciertas cuestiones. Por este motivo, la moral es, sobre todo, una
cuestión individual. Podemos definir la libertad como la capacidad de la
voluntad humana para elegir y decidir.
o
El hecho de ser libre cuando actúo, es de total importancia a la hora de ser
valorada moralmente una acción porque, si la realizo libremente, entonces soy
responsable moral de lo que hago y de lo que dejo de hacer. La responsabilidad,
es la obligación de responder acerca de nuestros actos.
En este sentido, si las acciones de una persona se ajustan a las normas morales
existentes en una sociedad, se la considera moralmente buena, etc. pero, si por el
contrario, una persona conoce las normas y valores morales de una sociedad y, a
pesar de ello, las transgrede, entonces estamos ante un individuo inmoral.
o
Llegamos así, a una condición fundamental para que podamos juzgar si un
individuo actúa moralmente bien o no, que sepa lo que hace, solo de esta forma,
podemos decir que actúa libremente y que, por lo tanto, es responsable de sus
actos.
Efectivamente, a diferencia de los animales, que actúan movidos por sus instintos,
el ser humano es un ser moral precisamente porque es racional, es decir, cuando
actúa, sabe lo que hace, elige entre varias posibilidades de acción o los medios
para conseguirlo, se propone un fin concreto, analiza y valora los pros y los
contras, juzga, si le conviene o no, es incluso capaz de preveer con anticipación
las posibles consecuencias o resultados, etc. En conclusión, cuando una persona
actúa racionalmente y lo hace, además, libremente, es por ello que podemos
aplicarle valores morales a su acción (generoso o egoísta, justo o injusto, etc.).
o
Dado que las personas no viven aisladas, sino que son ciudadanos de una
comunidad, no sólo son responsables de sus propios actos y para consigo mismos
sino, también, de su repercusión en las personas con las que convivo. Por ello, la
moralidad tiene también una dimensión social.
Nacemos en una sociedad que posee una serie de normas, creencias, ideas,
valores, prohibiciones, pautas de conducta, etc. que caracterizan su forma de vida.
Nuestras acciones morales se dan en sociedad, en nuestra convivencia con los
demás, quienes las aprueban o las rechazan en función de estas normas y
valores válidos para todos. Por ello, el ser humano necesita convivir con los
demás para desarrollarse como ser moral. No obstante, como ya hemos dicho, el
individuo debe interiorizarlas, es decir, debe reconocerlas como suyas, no como
algo impuesto desde fuera, de modo que las cumpla de modo libre,
conscientemente y habiéndolas pensado racionalmente.
Nos encontramos, en conclusión que, a diferencia de los animales que se rigen por
unas pautas instintivas que no les permiten elegir su modo de actuar, el ser humano,
por el contrario tiene libertad de acción, esto es, puede elegir y decidir por propia
voluntad, cómo actuar. Esta libertad no es total, está condicionada por su naturaleza
genética y por el medio sociocultural, la época y el lugar en el que vive. Pero aún así,
le queda bastante libertad para decidir racionalmente cómo actuar, lo cual, le convierte
en responsable moral de sus actos.
Finalmente, decía el filósofo griego Aristóteles que “la virtud moral es un hábito”
¿qué quería decir?. Veamos, un hábito es un comportamiento que se repite, una forma
de actuar estable. Según Aristóteles, “un solo acto no hace a uno virtuoso”, es decir,
una persona no se convierte en generosa porque un día de limosna a un necesitado o
sincera porque un día dijo la verdad. Por el contrario, la virtud moral hay que
conquistarla en el día a día, habituándose a actuar bien, repitiendo actos generosos o
sinceros y es, este hábito, lo que me convierte en una persona buena, sincera,
honrada, etc.
Pero esta actitud permanente a actuar bien no es fácil de conseguir, requiere:
o conocer lo que se debe hacer
o y tener voluntad para hacerlo
a lo primero te va a ayudar la Ética, lo segundo, lo tendrás que poner tú.
2. LOS VALORES MORALES
Como ya hemos visto, a la hora de actuar elegimos y decidimos qué vamos a hacer.
Ésta elección, no la realizamos al azar, recordemos que nos caracterizamos ser
racionales. Si tenemos varias posibilidades, nos inclinamos por aquella que preferimos
porque tiene “algo” que la hace más estimable que las otras opciones, ese algo es su
valor, por ejemplo, la generosidad de un amigo, la belleza de un cuadro, la utilidad de
un bolígrafo, etc. Vemos que hay diferentes clases de valores (económicos, estéticos,
religiosos, morales o éticos, etc.) pero todos ellos se caracterizan por
o ser cualidades especiales que están en los objetos, en las personas o en las
acciones,
o y sólo los seres humanos somos capaces de valorar esas cualidades.
Podemos decir que estamos ante valores morales cuando:
o necesariamente deben ser apreciados y respetados
o son universales, es decir, válidos para todos los individuos sin excepción
o y, además, los apreciamos por sí mismos, no porque nos reporten algún beneficio
egoísta, estando condicionados por intereses sociales, políticos
Por ejemplo, la justicia, la generosidad, la honradez, la sinceridad, la dignidad, la
igualdad, etc. son valores que podemos considerar universales, en el sentido de
deseables y respetables por todos, es más, que necesariamente deberían ser
estimados, y que su validez no estuviese condicionada ni por las épocas históricas o
los intereses particulares, etc.
2.1 El problema del origen y legitimidad de los valores
Pero esto sabemos que no es tan fácil, recordemos en cualquier caso que la Ética nos
dice como deberían ser los comportamientos humanos, no como son y, lo cierto, es
que las acciones humanas se dan en un momento histórico y en un lugar concretos,
de ahí que la Ética se haya formulado dos importantes interrogantes en torno a los
valores morales:
2.1 ¿Cuál es el origen de los valores? Veamos las dos posturas éticas que intentan
responder a esta cuestión:
•
SUBJETIVISMO
•
Los valores son una creación humana, es decir, el origen de
valores como lo justo o lo honrado depende de las apreciaciones, las
preferencias o incluso de sentimientos como el agrado o el deseo.
Esta postura llevada al extremo, conduce al subjetivismo e
•
•
OBJETIVISMO
individualismo radical, para el cual, todo depende de la opinión de
cada uno y al todo vale.
Los valores existen por sí mismos al margen de que los individuos y
las sociedades los conozcan, los estimen o los pongan en práctica.
Ello implica que las personas pueden y deben descubrirlos y
convertirlos en exigencias morales objetivas, es decir, independientes
de las opiniones particulares, por lo que podrían ser una guía
universal del comportamiento moral humano.
Muy relacionado con el problema de su origen está el interrogante ético de su validez
o legitimidad dado que, no olvidemos, estos están siempre relacionados con un
momento y un lugar concretos.
2.2 ¿En que descansa su validez o legitimidad?
•
Absolutismo
moral
•
•
Relativismo
moral
•
Según esta postura, los valores valen por sí mismos, su legitimidad
no depende de que los individuos sepan apreciarlos, ni estarían
condicionados por la sociedad o la época.
Esta postura, directamente relacionada con el objetivismo, puede
llevar a caer en el dogmatismo, postura para la cual ciertos valores
concretos serían los únicos correctos imponiéndose y despreciando
los demás.
Las valoraciones dependen, son relativas a, cada persona, y a las
circunstancias sociales, históricas incluso biológicas, en que surgen.
Por tanto, no existen valores universales sino que las circunstancias
influyen en modo de valorar
En su versión radical, un relativismo radical puede llevar a defender
cualquier actuación, por aberrante que sea, como moralmente
aceptable, por ejemplo la venganza, la ablación del clítoris, etc.
Está claro que, respecto a los valores morales no se deben adoptar posiciones
extremas. Por un lado, incluso aunque hubiera valores absolutos, independientes del
ser humano, nadie tendría derecho a imponerlos a los demás. Igualmente, el
relativismo radical es igualmente rechazable, porque desde esa postura nada es
censurable.
Sin embargo, si es necesario un sistema de valores lo más ampliamente compartido
posible, deseables por todos lo que no quiere decir que se caiga en la imposición
absolutista. Los Derechos Humanos, como estudiaréis más adelante, recogen los
valores esenciales que defienden la dignidad de las persona por el mero hecho de
serlo y hacen posible la convivencia humana, como la libertad, la igualdad, la justicia, o
la paz.
3. LAS NORMAS MORALES
Entre los distintos tipos de normas que rigen los comportamientos del individuo
particular y del ciudadano que vive en sociedad, vamos a centrarnos en las normas
específicamente morales. De los valores éticos, salen y se fundamentan las normas
morales que guían nuestros actos, por ejemplo, si valoramos la amistad y la
sinceridad, saldrá de esa valoración personal la norma, también personal, “debo ser
sincero con los amigos” que, posiblemente, nos demos a nosotros mismos.
Las normas morales no estás escritas en ningún libro, como las leyes jurídicas por
ejemplo, ni hay autoridades específicas que nos obliguen a cumplirlas. Cuando
obedecemos normas morales, como por ejemplo cumplir la palabra que hemos dado,
decir la verdad aunque duela, y lo hacemos de forma libre y consciente ¿por qué lo
hacemos? ¿dónde está el origen del convencimiento y el acatamiento de esas
normas? Hay dos posibles respuestas a esta cuestión:
•
•
Hablamos de heteronomía moral (del griego héteros, que significa otro, y nomos,
ley), cuando los motivos en los que se fundamenta la conducta moral de una
persona, son exteriores a nuestra conciencia, es decir, cuando la norma moral que
obedece le viene impuesta por alguien distinto de él mismo, pueden ser los padres,
una autoridad religiosa o, simplemente, el miedo al castigo si no la cumplimos. Por
ejemplo, cuando realizamos una acción moralmente correcta, como decir la
verdad, por miedo a las consecuencias de que nos pillen mintiendo.
Por el contrario, cuando uno realiza una acción moralmente correcta, por
convencimiento propio de que es lo que debe hacer, entonces decimos que esa
persona posee autonomía moral (del griego autós, sí mismo, y nómos, ley o
norma). Este tipo de persona, no se guía por meras opiniones personales, sino que
racionalmente y, por propia voluntad, asume como propios los valores y normas de
la sociedad en la que vive.
4. LA CONCIENCIA MORAL
Todo lo que hemos dicho hasta aquí, la capacidad del ser humano para comportarse
moralmente, llevando a cabo actos elegidos de forma libre, reflexionados
racionalmente, asumiendo la responsabilidad de sus consecuencias, etc. es gracias a
que el ser humano posee lo que se conoce como conciencia moral, una capacidad
exclusivamente humana que nos hace capaces de distinguir entre lo correcto y lo
incorrecto, lo bueno y lo malo, etc. Nuestra conciencia moral es capaz juzgar nuestros
propios actos, nos permite saber íntimamente, si actuamos bien o no, produciéndo
sentimientos de satisfacción o remordimientos y es la que nos hace sentirnos
responsables de las consecuencias de nuestras acciones.
Parece claro para ciencias como la Psicología que la conciencia moral existe, ya solo
por el hecho de experimentar remordimientos o satisfacción después de realizar
ciertas acciones no es posible dudar de esta capacidad humana. Ahora bien, en lo que
no hay acuerdo es en su origen:
o Para unos pensadores, llamados naturalistas, la conciencia moral forma parte de
la propia naturaleza racional humana, la cual es capaz de reflexionar sobre sus
propios actos, valorarlos y darse a si misma normas de conducta. Desde este
punto de vista, nacemos ya con ciertas inclinaciones hacia lo bueno o lo malo, etc.
o Para otros, los llamados convencionalistas, la conciencia moral se van formando
poco a poco a lo largo de la vida como resultado de la influencia de la factores
sociales como la familia y la educación o los amigos, políticos, económicos, los
medios de comunicación, etc.
Desde esta postura, pues, no nacemos buenos o malos “por naturaleza”, sino que
lo vamos aprendiendo y haciéndolo parte de nuestra personalidad, poco a poco.
Este desarrollo moral, sería común a todos los seres humanos,
independientemente de la sociedad o de la época en que han nacido, es, ante
todo, una cualidad específicamente humana, como lo es la racionalidad o la
capacidad de elegir libremente, cualidades que nos diferencian del resto de
anímales.
4.1 El desarrollo de la conciencia moral según Kohlberg
El psicólogo Kohlberg, situado dentro de los convencionalistas, describió muy bien
este desarrollo moral de la conciencia, a través de tres niveles, dentro de cada uno de
los cuales se diferencian dos etapas sucesivas, en total seis etapas que describimos a
continuación:
1ª etapa:
(infancia)
2ª etapa:
(infancia)
3ª etapa:
(adolescencia)
4ª etapa:
(adolescencia)
5ª etapa:
(juventud)
6ª etapa:
(adulto)
El niño pequeño está regido una moral heterónoma que le viene impuesta
desde fuera, es decir, su obediencia a las normas se rige por la
consideración de las consecuencias: el premio o el castigo que sus actos
pueden tener. Las normas son impuestas desde fuera (heteronomía)
El niño desea obtener aquello que quiere de modo que respeta las normas
impuestas, si bien, para obtener lo que le interesa, esta actitud se podría
resumir en la fórmula te doy para que me des”. El niño es, pues,
egocéntrico e individualista.
En esta etapa, el adolescente empieza a reconocer que “lo bueno” o “lo
justo” es aquello que asegura la supervivencia del grupo, por lo que el
adolescente se empieza a identificar con los “intereses de todos” (va
abandonando su individualismo). Su moral sigue siendo heterónoma, ya que
acepta las normas del grupo social (de la familia o grupo de amigos, etc.),
buscando la aprobación, ser aceptado y valorado por grupo.
Es una ampliación de la anterior etapa. Las normas que cumplía para “ser
aprobado” por el grupo social, ahora el las considera un deber ineludible, ya
que habría consecuencias catastróficas si nadie las cumpliera. Aparece así,
la “conciencia del deber” y considera un deber mantener el sistema social.
La conciencia empieza a regirse por una moral autónoma. Las decisiones
morales adoptadas de forma autónoma, se generan teniendo en cuenta los
derechos, valores y normas que se consideran universalmente aceptables
(como la igualdad, la justicia, etc.), teniendo en cuenta la utilidad que tienen
para la sociedad concreta en que vive, la conciencia moral se rige por el
lema “el mayor bien para el mayor número”. Se trata de un individuo que ha
alcanzado una madurez psicológica y que, de forma libre y racional, elige
valores y derechos comprometidos socialmente.
El individuo se rige por principios éticos universales, los que toda la
humanidad aprobaría. Las leyes particulares de cada sociedad (etapa 5) y
las decisiones individuales de la persona, se guían ya en esta etapa por
principios éticos universales como la igualdad de derechos, la justicio, las
libertades básicas (aquellas señaladas en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos), y el respeto a la dignidad de los seres humanos. En
esta etapa, el individuo considera los principios morales, como los más
importantes, por lo que juzga las leyes jurídicas y las costumbres sociales
según su grado de cumplimiento de los principios éticos, y no al revés.
4.2 La dignidad humana según Kant
En esta última etapa, es fundamental la idea filosófica de la dignidad humana, idea
que ha sido especialmente destacada por el filósofo alemán Kant. Según éste, los
seres humanos se merecen un trato especial y digno que posibilite su desarrollo como
personas. En este sentido, afirma Kant, el hombre es un fin en sí mismo, no un
medio para usos de otros individuos, lo que lo convertiría en una cosa. Los seres
irracionales, como los animales, pueden ser medios para, por ejemplo, la alimentación,
en cambio la existencia de las personas es un valor absoluto (recuerda el apartado
2.2) y, por ello, son merecedoras de todo el respeto moral mientras que la
discriminación, la esclavitud, etc. son acciones moralmente incorrectas, porque
atentan contra la dignidad de las personas.
Descargar