PRESENTACIÓN Nace una publicación que desde hace unos años considerábamos necesaria en España, algo que pudiera servir de punto de encuentro para profesionales interesados en los trastornos de la conducta alimentaria. Y nace con el afán de ser un foro, de verdad, interdisciplinario. La reiteración de temas en publicaciones habituales no deja lugar a profesionales aparentemente ajenos a este campo y que, sin embargo, creemos que tienen mucho que decir y, sobre todo, mucha vida que dar a nuestro quehacer profesional. Nos interesa, ante todo, la perspectiva SOCIAL, cuestiones como la comunicación, el lenguaje de los pacientes, sus relatos, el género, la influencia del sistema en el que nos ha tocado vivir, el papel de la familia o aspectos educativos, entre otras. Parece fundamental el papel de la genética y nadie duda de las alteraciones bioquímicas, punto de partida o consecuencia de estas patologías. Defendemos la idea de que todo ello, siendo necesario es insuficiente y que los cambios de incidencia y prevalencia acontecidos encuentran explicación en las condiciones ambientales que hemos ido creando. Por añadidura, tenemos una responsabilidad social que no podemos eludir idolatrando, por ejemplo, la serotonina o a las modernas técnicas de imagen. Desde el periodismo, la economía, la sociología, antropología o la lingüística, se pueden aportar ideas, puntos de vista para la reflexión. Nadie es ajeno cuando se trata de la salud, menos ante trastornos de etiología multifactorial. La obesidad es un claro ejemplo en el que puede verse que la genética no participa en los cambios de prevalencia. Costumbres propias de una sociedad con elevado grado de alienación llevan a un aumento de la presencia de muchos trastornos. Estilos de vida determinados por la opulencia de nuestro entorno llevan a la sensación de que dichos estilos nos pueden acabar por etiquetar cuando las autoridades científicas decidan su estatus de trastorno (si observamos los trastornos que se incluían en los textos de psiquiatría de hace 30 o 40 años y los que ahora se catalogan no es temerario pensar en una auténtica invención de enfermedades). Dejo a la consideración del lector una posible reflexión sobre los intereses que pueden llevar a tal epidemia de trastornos y a las respuestas terapéuticas que pronto suelen emerger. Resulta paradójico que en nuestros llamados Estados del Bienestar hayamos conseguido unas buenas cotas de malestar. Parece que el citado bienestar se ha polarizado hacia lo material, exclusivamente a encontrar satisfacción en el consumo, incluido el consumo sanitario. Un caldo de cultivo así no podía llevar a otras consecuencias. No solo aumenta la presencia de múltiples alteraciones, sino que muchos estilos de vida no son sino meras conductas de riesgo para enfermar. Y todo ello, muchas veces, con la convicción por quienes sucumben a tales prácticas de que están cuidando escrupulosamente de su salud. Hemos convertido en necesidad hacer dietas, acudir a gimnasios, utilizar productos cosméticos variopintos y, como ultima moda, acudir a centros donde se nos promete retrasar nuestro envejecimiento, casi disfrutar de una eterna juventud llena de capacidades, incluida, naturalmente, la sexual. También el papel de la mujer en nuestra sociedad va a merecer una especial atención en nuestras páginas. El cambio acontecido en los últimos años en el papel de la mujer en la sociedad ha ido paralelo a la eclosión brutal de los trastornos de conducta alimentaria. Que la presión hacia la mujer en relación con su imagen es aplastante no soporta ninguna matización, es aplastante. Y no siendo poca la presión se ha llegado a una objetualización despiadada. Ahora los varones parecen apuntarse a la igualdad de género sucumbiendo también a la idolatría de la imagen. De proseguir esta tendencia, veremos pronto una progresiva equiparación en las cifras de prevalencia de trastornos alimentarios entre hombres y mujeres, es cuestión de tiempo. Hincapié en lo social como determinante fundamental de los trastornos de la conducta alimentaria, necesidad de llamar la atención sobre ciertos estilos de vida y los intereses económicos que impulsan la industria de la imagen así como denunciar la alienación a la que nos vemos sometidos por la presión que todo ello supone son las áreas que nos interesa estudiar. Solo me queda insistir en la invitación a profesionales de todos los campos del saber para que traigan a esta ventana sus palabras y nos aporten estímulos para nuestro quehacer clínico y para nuestro empeño en denunciar unas costumbres alienantes que entre todos debemos cambiar. Ignacio Jáuregui Lobera Director