1.- ARTÍCULO DEL MES: PSICOLOGÍA: EL MIEDO EN EL BUCEO D urante una inmersión de buceo es habitual que nos encontremos con muchas situaciones que nos son extrañas, algo bastante frecuente ya que nos encontramos en un medio que no es el nuestro. Por tanto resulta hasta cierto punto normal que aparezcan miedos que pueden surgir en determinadas situaciones, lugares concretos o por la aparición de ciertos animales... Si queremos disfrutar con nuestras inmersiones, resulta de vital importancia que localicemos nuestros miedos, sus causas y las formas más adecuadas para superarlos. Abordaremos algunas claves a continuación. EL MIEDO AL AGUA El miedo al agua es una de las fobias más comunes que existen. A nivel general las causas del miedo al agua se concentran en dos grandes grupos: – Educación “hidrofóbica”, a pesar de no poseer experiencia en el agua, el individuo presenta miedo a este medio. Esto suele venir de una educación infantil en la que se ha inculcado este temor. – Como resultado de una experiencia traumática, que provocará un choque emocional estresante. En el miedo al agua también podemos encontrar otra causa clara: el temor a lo desconocido; el agua no es nuestro medio natural y en consecuencia nunca podemos tener muy claro qué nos vamos a encontrar en su interior, para algunas personas esto supone una situación fuera de su control y por tanto es algo que les produce temor. Lo más importante para superar un miedo de este tipo es que seamos capaces de reconocer su existencia, hasta que no seamos plenamente conscientes de que ese temor existe no podremos afrontarlo y en consecuencia no podremos superarlo. Superar el miedo al agua Probablemente la mejor forma de superar el miedo al agua es enfrentarse con ese miedo, pero de forma gradual y controlada. Existen terapias de exposición en la cual el paciente se expone gradualmente a lo que los asusta hasta que poco a poco el miedo comienza a desaparecer. Los ejercicios de relajación y respiración también contribuyen a reducir los síntomas de ansiedad. La superación del miedo al agua debe realizarse de manera individual, cada uno a su propio paso sin imponerse lo que otros hacen o hicieron, porque cada caso es particular y se rige por una serie de características propias. Conviene disponer de un instructor con el que seamos capaces de establecer una relación de total confianza, sólo estando al lado de una persona con la que estemos seguros de que podemos contar en cualquier situación podremos superar nuestro miedo e incluso realizar inmersiones “normales”. Recordemos que el miedo es muy personal y como tal se ha de tratar. A pesar de todo, conociendo mejor sus mecanismos, podremos controlarlo. No se de por vencido, la clave está en emplear la metodología adecuada a las necesidades de cada individuo. DEL MIEDO A LA FOBIA La aparición de determinados temores, generalmente acompañados de ansiedad, cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas es una de las preocupaciones más frecuentes de los buceadores, sobre todo si éstos son principiantes. Tanto la ansiedad como el miedo, son emociones indispensables para la supervivencia y previenen al ser humano de potenciales peligros, provocando respuestas adaptativas que permitan afrontar y resolver la situación que las genera. Debemos considerar como algo normal la aparición de cierto grado de ansiedad y por que no decirlo miedo ante algunas situaciones que para nosotros son desconocidas o como poco “no habituales”. En este sentido es conveniente poder diferenciar entre un miedo que podríamos considerar normal o proporcionado, y un temor fóbico, entendido este último como una emoción negativa intensa , que puede no estar ajustada a la realidad de la situación que la provoca. Cuando ese miedo hacia una situación en particular se convierte en algo exagerado y que escapa a la razón del individuo, se le considera una fobia. En estos casos, a pesar de que ese miedo es reconocido por el propio sujeto como algo irracional, su control escapa a la voluntad. La exposición al objeto o a la situación provoca, casi invariablemente, ansiedad. Así, cuando se produce la percepción del peligro se desencadenan un serie de efectos sobre la persona que padece la fobia. Los principales son: ansiedad, nerviosismo, aumento de la frecuencia cardíaca, incremento de la presión arterial, aumento de la frecuencia respiratoria, incremento de la tensión muscular etc. LA IMPORTANCIA DE IDENTIFICAR EL MIEDO Identificar a tiempo una posible fobia de uno de los submarinistas con los que vamos a realizar una inmersión es fundamental para minimizar las posibles consecuencias que pueda tener su comportamiento bajo el agua. Es necesario que todos seamos capaces de diferenciar entre lo que es el miedo y la fobia (Hay que considerar que la frontera entre ambos conceptos , no siempre es fácil de definir). Un cierto nivel de nerviosismo, incluso de miedo, antes de cualquier inmersión es absolutamente necesario para mantenernos en el correcto grado de alerta que es imprescindible bajo el agua ya que una valoración no realista de los peligros puede tener consecuencias muy serias. Debemos intentar afrontar con la persona en cuestión sus miedos y ayudarle a tomar la decisión de sumergirse o no. Es importante hacerle sentir seguro, pero nunca forzarle a hacer algo, puesto que cada uno debe tomar sus propias decisiones y afrontar por sí mismo sus temores. Resulta muy adecuado que un buceador con fobias cuente con un compañero de inmersiones que actue como elemento tranquilizador, focalizando los miedos y resultando el apoyo necesario ante situaciones que puedan convertirse en traumáticas. El conocimiento mutuo y el saber anticiparse al problema es de vital importancia en estos casos. En ocasiones la compenetración es tal que el buceador “fóbico” sólo pueda sumergirse con su compañero. EL MIEDO DEL PRINCIPIANTE No tiene nada que ver con tener miedo al agua, pero todos hemos sentido al principio ese cosquilleo en el estómago, ese nerviosismo incontrolable durante las primeras inmersiones. Es muy normal que todo aquel que se está iniciando en el buceo sienta cierto temor o presión psicológica: esta actividad entraña una serie de riesgos de los que todos somos más o menos conscientes. El problema surge cuando ese temor se convierte en angustia. Resulta por tanto necesario que el buceador trate de desarrollar un correcto autocontrol de sus sensaciones. Para poder bucear correctamente y sin aumentar el riesgo, se precisa disponer de un estado de calma adecuado; esto no significa que desaparezca totalmente el miedo, el cual debería permanecer para recordarnos la necesidad de mantener toda una serie de precauciones; pero sí significa la capacidad para dejar ese miedo apartado en un lugar de nuestra cabeza donde simplemente “no moleste”. Lo más normal en buceadores experimentados es que el temor que precede a cualquier inmersión desaparezca de manera inmediata nada mas comenzar el descenso, aunque un cierto nivel de tensión se mantenga durante toda la inmersión, como recuerdo constante de que nos encontramos en un medio no habitual. El buceador experimentado actuará ante el miedo de manera defensiva, desplazándolo por medio del razonamiento, es decir, tratando de identificar el miedo con una situación u objeto en concreto, de tal manera que ese objeto o situación se torne en la causa del temor y por tanto en algo “real” contra lo que poder luchar. Existen muchos ejemplos: miedo a terminar el aire, miedo a una incorrecta flotabilidad… Mención a parte precisarían las reconocidas como “experiencias traumáticas”, tras las cuales el regreso al buceo puede tornarse más complicado. Efectivamente, tras haber vivido una lesión o una mala experiencia bajo el agua, suele ocurrir que resulte mucho más complicado lograr la adaptación. El nivel de motivación suele descender en picado y el temor a que vuelva a suceder algo similar estará siempre presente. EL MIEDO EN EXPERIMENTADOS BUCEADORES Pero no sólo los principiantes tienen miedo. Son muchos los buceadores que, a pesar de sus años de experiencia en esta actividad, se han encontrado ante una determinada situación que les ha llevado a pasar por un episodio fóbico. Los motivos para que se produzca una situación conflictiva que pueda acabar en un episodio fóbico pueden ser muchos: bucear en un estado físico no adecuado, realizar un tipo de inmersión de un nivel técnico superior al que realmente poseemos, preocupaciones psicológicas ajenas al buceo, condiciones meteorológicas no adecuadas... Lo más importante en estos casos es que seamos capaces de superar la mala experiencia, que la focalicemos y tratemos de racionalizar al máximo, impidiendo así que se convierta en un recuerdo constante y obsesivo que se haría presente de manera irremediable antes de cualquier inmersión. REACCIONES INSTINTIVAS ANTE EL PELIGRO Normalmente tenemos una idea acerca de lo que debemos hacer en situaciones de peligro como quedarse enganchado en una red, ayudar al compañero en un percance serio, quedarse sin luz en una cueva etc. Sin embargo es habitual que alguien que probablemente había fantaseado como reaccionar en estos casos se vea sorprendido por su comportamiento ante una situación percibida como realmente peligrosa. Puede haber una gran diferencia entre lo que creemos que haremos y lo que finalmente acontece. Lo que creemos que haremos viene definido por un análisis racional de la situación y muchas veces filtrado por la auto imagen que queremos proyectar en nosotros mismos y cuando nos encontramos con el percance real, estamos envueltos en fuertes emociones y con el instinto de supervivencia a flor de piel... Son cuestiones de difícil respuesta y que merecen un punto importante de reflexión. Cada uno de nosotros debería preguntarse con sinceridad hasta donde es capaz de llegar, para definir de una manera realista y sin autoengaños donde está su límite. Tomar decisiones sin considerar la realidad emocional con la cual uno se puede encontrar puede llevar a sobredimensionar las propias posibilidades y ser una de las causas más frecuentes de accidentes. Por otra parte y sobre todo en personas que realizan inmersiones de especial complejidad, sería recomendable el entrenamiento en técnicas de autocontrol emocional ,que incrementaran el control sobre las emociones en situaciones percibidas como de riesgo sea real o sea fantaseado. Esto sería esencial para cortar el crecimiento retroalimentado de la ansiedad en estas situaciones, que puede acabar derivando en pánico con la consiguiente pérdida del control volitivo de la persona. CÓMO ACTUAR ANTE UN ATAQUE DE PÁNICO El pánico aparece cuando la angustia y el miedo se llevan al límite y el individuo pierde el control sobre sí mismo, pudiendo hacerse presente de dos formas diferentes: – ACTIVO: el buceador intenta huir cuanto antes de la situación, tratando de ponerse a salvo de algo que entiende como un peligro. Habitualmente cuando estamos en una inmersión la huída se producirá hacia la superficie y en muchos casos en esa huída el individuo trata de liberarse de todos los elementos extraños que puedan molestarle o ralentizarle: gafas, regulador… Resulta evidente cuán peligrosas son este tipo de reacciones, que deberemos frenar lo antes posible. Así si observamos este comportamiento en un compañero, trataremos de retenerlo cuanto antes, evitar que ascienda; piense que siempre será preferible que trague agua antes de que sufra una lesión en los pulmones. Resulta fundamental que lo sujetemos y trataremos de buscar el contacto ocular para intentar transmitirle seguridad.Es muy importante localizar el motivo que ha podido llevar a esta situación de pánico y, en la medida de lo posible, tratar de eliminarlo o esquivarlo. – En caso de que no se aprecien signos de tranquilidad en el buceador, convendrá comenzar con la ascensión que deberá ser muy cuidadosa y controlada. PASIVO: en una situación de pánico pasivo el individuo se quedará catatónico, como si no tuviera capacidad de reacción, como paralizado por el miedo. Esto es sumamente peligroso y el compañero deberá actuar con cautela puesto que cualquier mínimo roce podrá provocar la entrada en una situación de pánico activo extremo. Deberemos por tanto realizar una aproximación muy lenta y cautelosa, intentado mantener constantemente el contacto visual y en cuanto podamos, agarrándole firmemente por el jacket. Igualmente, en caso de que no apreciemos ninguna mejora, convendrá comenzar el ascenso controlado. Conviene tener muy presente que el pánico no es una enfermedad, ni tampoco una alteración exclusiva de determinadas personas, sino una consecuencia física y mental que viene provocada por una situación de profundo e intenso estrés o por un gran miedo. El pánico nos lleva a la pérdida de autocontrol y esto resulta sumamente peligroso cuando nos encontramos varios metros bajo el mar, ya que pueden provocarse situaciones que llevarían incluso a la muerte.