SISTEMAS CONSTRUCTIVOS Y SOSTENIBILIDAD

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SISTEMAS CONSTRUCTIVOS Y SOSTENIBILIDAD
Abordar la realización de una idea arquitectónica implica la definición de
sistemas constructivos capaces de materializar la imagen inicial; un proyecto
sostenible obliga además a concebir el edificio bajo estrictos principios de
respeto al entorno - el próximo y el lejano -, con los que interactúa y de los que
se debe servir sin malograrlos. Para ello es necesario atender a una serie de
pautas y criterios que ordenan e informan la actuación arquitectónica. De
algunos de ellos daremos cuenta en las líneas siguientes.
Hasta ahora, en la construcción de edificios, se ha atendido a la redacción del
proyecto y a su ejecución, incorporándose no hace mucho, recomendaciones
para su adecuado uso y mantenimiento. Las nuevas directrices normativas
hacen hincapié en estos aspectos y empiezan a interesarse por lo que
acontece al final de la vida útil del edificio; los planes de gestión de residuos
tanto a nivel nacional, como autonómico o local, pretenden ordenar y
controlar la enorme cantidad de materiales desaprovechados, tanto en los
procesos de construcción como en los de demolición, que tienen como
destino habitual el vertedero (incontrolado en numerosos casos).
Si en esta última fase empezamos a considerar la posibilidad de cerrar el ciclo
y utilizar nuestros residuos para generar nuevas construcciones, sabiendo que
pueden ser susceptibles de ser incorporados de nuevo al mercado, bien como
elementos reutilizados bien como elementos reciclados, conseguiremos aliviar
la presión sobre la obtención de nuevas materias primas (minimizando los
costes ambientales de las cadenas productivas) y lograremos también reducir
los vertidos, con lo que evitamos la saturación de los vertederos.
Tenemos por tanto cuatro puntos cardinales que cierran un ciclo completo:
proyecto, construcción, uso y derribo
En general, el proyecto debería atender, en primer lugar y como elemento
integrado en el diseño, a la incorporación de estrategias pasivas de
acondicionamiento ambiental que reduzcan la factura energética en el tanto
por ciento a que hubiera lugar, sea el que fuera. Eso que nos ahorramos.
Después, tendríamos que recurrir a la utilización de energías de carácter
renovable, alternativas, las cuales aportarían el tanto por ciento restante que
permita llegar a los objetivos globales de confort. Si el hábitat aún demandare
más cantidad de energía podríamos acudir a la utilización de fuentes
energéticas convencionales; siempre eligiendo la menos contaminante, su uso
representaría un pequeña fracción de la energía global consumida. Todo un
triunfo para la calidad ambiental del planeta.
De igual manera, el proyecto, como concreción de una idea arquitectónica,
también debería atender a la utilización de una serie de criterios en la elección
de materiales y sistemas constructivos que impliquen la reducción, tanto de
emisiones nocivas como de recursos consumidos en su fabricación; algunos de
ellos (coordinación dimensional en base al modulo, prefabricación y
estandarización de componentes, calidad y durabilidad de los materiales...)
se expondrán de manera breve en párrafos posteriores.
La ejecución de la construcción, la obra, representa una de las fases asumidas
secularmente por los técnicos como directamente ligadas a la concreción del
proyecto arquitectónico y la asunción de sus competencias no tiene discusión.
Sin embargo es una fase en la que se producen con frecuencia desajustes que
llevan al despilfarro de recursos.
Lograr una “buena práctica” en esta fase, obliga por una parte a una
adecuada planificación de residuos que conlleve una eficaz gestión de
sobrantes y desde luego a la información, concienciación y coordinación del
personal de obra.
El usuario, el gran olvidado del proceso, marca esa frontera en la que se
empezaban a desvanecer las repercusiones del proyecto (del libro de uso y
mantenimiento del edificio, hemos podido comprobar que su destinatario final
no tiene ni las más mínima referencia). Esta situación toma nuevos derroteros
en las actuales redacciones normativas, donde se atribuye al usuario una
mayor consideración y protección. Algunas cuestiones todavía generan
muchas dudas, pero a buen seguro, el tiempo y la razón, centrarán las
soluciones.
En cualquier caso el usuario debe implicarse definitivamente en el
funcionamiento de su edificio. No puede funcionar adecuadamente si él.
Debe entenderlo y gestionarlo de manera eficaz, y el proyecto debe aportar
los instrumentos para que esto sea posible. Resulta envidiable la conciencia
que del mantenimiento de la vivienda tienen algunas colectividades, mientras
que en nuestras latitudes es habitual recurrir a labores de mantenimiento tan
solo cuando un auténtico ecosistema anida en los canalones de nuestras
cubiertas.
La puesta en escena del cuarto punto cardinal, el derribo, representa toda
una novedad en este punto del discurso. Según los parámetros de la
construcción convencional, nada pinta aquí. Es un tema aparte, y en
ocasiones, incluso menor.
La gran novedad de la construcción sostenible consiste en traerlo a colación
como continuación del discurso, ligándolo a su vez con el primer punto
cardinal: el proyecto. La planificación del derribo, la selección y separación de
elementos reutilizables, reciclables o desechables, y su posible
aprovechamiento, permite su inclusión en la concepción inicial del proyecto,
cerrando un ciclo que hasta ahora permanecía abierto. Estas posibilidades
eran desdeñadas desde modelos anteriores que estaban inspirados en la
creencia de la existencia inagotable de recursos y el despilfarro energético.
En la actualidad ya existen algunas soluciones ensayadas, pero es necesario
contar con mayores inversiones, en recursos de todo tipo para, avanzar con
mayor determinación.
CONSIDERACIONES PARA LA SOSTENIBILIDAD DE LOS SISTEMAS
CONSTRUCTIVOS.
Realizar una revisión de los criterios imperantes en la construcción actual para
lograr su adaptación a los nuevos tiempos será labor ardua y lenta, pero
inaplazable. Sabemos que no podemos actuar ahora con las mismas actitudes
en cuanto a consumos energéticos y a contaminación del entorno como
hace tan sólo 20 años; ni tenemos la energía que se demandará, ni la tierra
resulta ser un sumidero de desechos sin fondo. Por ello, es conveniente el
recuerdo de algunas consideraciones, expresadas ya en multitud de foros, que
corrigen algunos desajustes y ponen freno a buen número de desvaríos.
La consideración del material en sí es fundamental, no sólo por la influencia
que en el entorno pueda tener la obtención de su materia prima, su
fabricación, manipulación o puesta en obra, sino por el comportamiento que
como residuo tenga al final de su vida útil. Un cerramiento, una partición o una
estructura portante, resulta ser siempre la asociación de varios materiales, por
lo que con frecuencia es más importante comprobar la repercusión de esta
asociación que su comportamiento aislado; el yeso como tal, resulta ser
material de buena reciclabilidad, pero su asociación con materiales
cerámicos o pétreos invalidan o lastran a éstos como residuo de fácil
aprovechamiento.
Aislamiento de corcho
La segunda de las condiciones resulta ser obvia; si la primera tenía que ver con
la calidad la segunda tiene que ver con la cantidad: consumo justo de
material. El empleo de secciones correctamente dimensionadas sin los
habituales excesos de material empleado y sin ningún beneficio funcional, es
moneda corriente en nuestras construcciones. Se pueden realizar distintas
conformaciones estructurales de un mismo objeto, todas con un buen
funcionamiento mecánico y sin embargo albergan consumos de material muy
distintos, por lo que recurrir al de aportes más bajos resulta ser buena práctica
sostenible a la par que económica. Además, la ejecución debe ser limpia y
precisa, obligando a todos los agentes de la construcción a realizar su tarea
con precisión previendo los problemas y desajustes que toda puesta en obra
tiene.
La utilización de recursos materiales reemplazables, renovables, se justifica por
sí sola. La materia prima se cultiva o se regenera en ciclos más o menos largos
pero predecibles y controlables. La fuente no tiene caducidad. Su uso resulta
ilimitado, si se realiza bajo criterios sostenibles de gestión (recordando la idea
inicial de obtener réditos inmediatos o cercanos en el tiempo, sin comprometer
necesidades futuras).
Junto con esta aseveración, incorporaríamos opiniones expresadas por autores
relevantes*, en los que se resalta la idea de la mala praxis en la utilización de
determinadas materias primas como por ejemplo, el petróleo; el petróleo, es
en efecto una fuente no renovable, contaminante en sus procesos de
transformación y con un destino final altamente pernicioso para el medio
ambiente, sobre todo en aquellas aplicaciones derivadas de su utilización
como fuente energética. Pero también resulta ser capaz de generar
materiales, - como ejemplo los plásticos -, con aceptables rendimientos desde
el punto de vista de su comportamiento medioambiental. El error estaría
entonces en la dependencia de su consumo como fuente de energía, pero no
en las aplicaciones derivadas. Además, actualmente y en este caso concreto,
sería difícil desenvolvernos con normalidad en el mundo actual, sin acudir a la
utilización masiva de los plásticos. Existe controversia, como no podría ser de
otra manera, con respecto a estas consideraciones u otras similares, pero del
debate saldrá la solución.
La durabilidad: la utilización de materiales de vida corta, tan habitual y
demandado hace poco, es práctica insostenible que necesita de revisión. Los
productos de coste excesivamente bajo llevan consigo una temprana fecha
de caducidad; esa repercusión económica inmediata genera expectativas en
los consumidores que ven en ellos una manera de obtener bienes a precios
asequibles, sin reparar en que deberán ser repuestos en un plazo muy breve.
Esta reposición representa un nuevo coste para el usuario y la puesta en
marcha de un ciclo productivo completo.
Desde la perspectiva que nos ocupa, resulta muy recomendable tender al uso
de materiales perdurables, pues alarga su ciclo de vida reduciendo con ello
los impactos que producción y retirada requiere.
La construcción industrializada permite un control exhaustivo de la ejecución
de la pieza, lo que conlleva mejoras notables en su comportamiento
mecánico así como en su durabilidad; además, los residuos generados por
defectos en las piezas o por la propia secuencia de fabricación, pueden ser
asumidos y puestos de nuevo en valor en el proceso de producción, con un
coste mucho menor (económico y medioambiental) que el que se produce
con la fabricación “in situ”.
Paneles prefabricados
Es preciso recordar que la utilización de sistemas prefabricados no tiene
porqué representar ni mermas en las capacidades creativas del proyectista ni
gravámenes inasequibles en la construcción.
Asumir igualmente ciertos criterios modulares, obtiene mejoras en los
rendimientos de taller y permite el intercambio de productos entre sistemas
similares, ofreciendo una versatilidad desconocida. El uso de módulos en la
confección de puertas y ventanas o en particiones desmontables, por poner
un ejemplo, es revelador.
Al desarrollo del módulo se le encomiendan las posibilidades de expansión y
ensamblaje con otros elementos; se puede dotar entonces de grados
crecientes de flexibilidad a los espacios servidos, lo que redunda en la
sostenibilidad de la propuesta.
Sin llegar tan lejos, sería bueno una pequeña reflexión sobre la trascendencia y
el alcance de la observancia del módulo. Uno de los módulos más universales,
de utilización cotidiana en todos los ámbitos del sector, es el ladrillo, y sin
embargo no es corriente que nuestros edificios se plieguen a él. La ejecución
de machones y fábricas que no guardan sus medidas representa la
generación de residuos que deben ser gestionados. Puede que no represente
un montante excesivo dentro del volumen total de una construcción, pero tan
sólo es una muestra del uso inadecuado, que en virtud de los nuevos criterios
sostenibles, realizamos de algunos elementos. Eso sin mentar el deterioro que
en la correcta traba de las piezas pudiera ocasionar.
Si la construcción es en seco, el desmontaje permite la reutilización previa al
reciclaje. Elementos cuyo nexo de unión sea a través de tornillería, ensamblaje
o simple apoyo, permiten la reversibilidad de la operación y por tanto su
inmediata puesta en valor con un mínimo de reparaciones.
Sistemas de montaje en seco
Si la construcción es húmeda la homogeneidad de los materiales resulta
determinante para su posterior reciclaje. El gasto energético es superior al de
la reutilización pero desde luego muy inferior al de la elaboración de un nuevo
producto. Desde este punto de vista conviene prestar atención a quien
preconiza la transformación de los modelos de producción industrial, de
manera que puedan acomodarse a las posibilidades abiertas por la
reciclabilidad de los materiales, generando componentes más saludables con
capacidad para prolongar (incluso indefinidamente) los ciclos de reciclado,
con el objetivo primordial de minorar los costes (ambientales y energéticos)
que actualmente tienen estos procesos.
Sin dejar de apuntar a este objetivo, parece más real y cercana la necesidad
de poner de nuevo en el mercado los productos obtenidos por reciclado;
áridos, morteros, perfiles o tableros, ya aportan soluciones que deben calar
más en el sector. Incentivar la investigación, la conciencia social y la
imposición de gravámenes ante malas prácticas ambientales permitirán el
desarrollo en este campo vital.
La flexibilidad de los espacios es una de las consideraciones más interesantes
promulgadas desde lo sostenible. Es algo resuelto en el sector terciario, pero
asignatura pendiente en el campo residencial. Nuestros edificios de oficinas se
acomodan con facilidad a los cambios de uso; techos suspendidos, suelos
técnicos, paramentos y particiones desmontables permiten acoger
actividades diversas. No sucede lo mismo con nuestras viviendas, donde el
mínimo cambio puede provocar complejas operaciones de adaptación.
El cambio de usuarios o los avatares de la vida puede sugerir la transformación
del espacio residencial, lo que supondría intervenciones de cierta
envergadura. No las observaremos desde la repercusión económica (que
desde luego no resulta pequeña) sino desde su repercusión medioambiental, y
esto representa la generación de residuos, la fabricación de nuevos materiales
y su posterior puesta en obra. En definitiva, consumos que podrían haber sido
reducidos si nuestras viviendas contemplasen de manera implícita
posibilidades de ordenación distintas de la original.
En el mismo saco se encuentra la registrabilidad de las instalaciones. El trazado
actual no suele contemplar las necesarias operaciones de mantenimiento que
su ciclo de vida demanda y la inspección, manipulación o reparación de
componentes requiere habitualmente de intervenciones traumáticas. Un
trazado controlado desde la concepción misma del proyecto permite su fácil
acceso, simplificando al mismo tiempo las operaciones de desconstrucción al
final de la vida útil del edificio.
Una de las primeras consecuencias de la observancia de estos criterios
consiste en la reducción de residuos, cuestión que ya tiene una creciente
repercusión debido a la entrada en vigor de normativas reguladoras tanto de
ámbito local como autonómico y estatal, y que a su vez se supeditan a
directrices desarrolladas en el marco de la Comunidad Económica Europea.
Recordemos que controlando la generación de residuos reducimos los costes
derivados de su desecho o recuperación, y ésta es cuestión que abarca todas
las fases de la vida del edificio, desde la concepción del proyecto, pasando
por su ejecución y mantenimiento, hasta su demolición.
Muro entramado en Madrid
Desde estas perspectivas, resulta todo un aliciente, y un reto, intentar ocupar
en la propia construcción los residuos que vamos generando; no resulta tarea
nueva, ya que muros y forjados han dado testimonio a lo largo de la historia de
la construcción, de este tipo de soluciones; el reto entonces, supone activar el
ingenio de técnicos y agentes participantes en general, para resolver las
situaciones que puedan presentarse en la actualidad con exigencias
constructivas de mayor rigor y calidad que las de tiempo atrás. El tratamiento
que de los escombros se realiza “in situ”, en determinadas construcciones
(siempre que la cantidad generada resulte económicamente viable), permite
su uso como árido reciclado, directamente, a pie de obra, o como bases de
firmes, elementos de jardinería, incluso en la confección de hormigones no
resistentes. La materia prima en este caso procede de un desecho; desde la
perspectiva de lo sostenible representa una excelente elección.
La intervención en lo construido, (rehabilitación, adecuación o restauración de
edificios), permite abrir de manera decidida las puertas a estas
consideraciones; un breve repaso descubre algunas posibilidades, que
posteriormente tendrán cabida y un mayor desarrollo, con el estudio de las
distintas tipologías; la recuperación de escuadrías de madera en buen estado,
o la reutilización de sillares y mampuestos en el mismo lugar que ocupaban o
en otro asignado por el proyectista en el nuevo proceso constructivo, permite
una reducción sustancial en la incorporación de nuevos materiales.
También la construcción de obra nueva, tiene algún recurso que actualmente
se desestima, por ignorancia o por pura inercia. Hablamos de las tierras
extraídas en la excavación de futuros sótanos o cimientos, y que pudieran
tener un mejor destino que su retirada a vertedero. Del uso que de la tierra
pudiera hacerse, da fe su utilización a lo largo de siglos, formando parte
intrínseca del quehacer constructivo en tipologías variadas. Sin llegar a
proponer actuaciones excesivamente comprometidas en este terreno, no será
la primera vez que vemos salir camiones con tierras de una obra, para
comprobar como posteriormente entran otros tantos camiones, con
volúmenes similares para su utilización en labores tan poco arriesgadas como
relleno de jardines o formación de taludes en urbanización de exteriores.
TIPOLOGÍAS CONSTRUCTIVAS.
Con el propósito de ordenar, sistematizar y categorizar las diversas soluciones
constructivas con las que podemos encontrarnos, recurrimos a su clasificación
en dos grandes grupos: las actuaciones de obra nueva y las de rehabilitación.
La creación desde la nada y la intervención en lo existente, son escenarios tan
diferentes que resulta imprescindible el planteamiento de soluciones
constructivas radicalmente distintas y desde luego la contemplación individual
de los problemas y situaciones que cada una de ellas demandan.
Con respecto a las construcciones de obra nueva, y a sabiendas del tremendo
error que supone una generalización excesiva, se proponen a su vez, dos
alternativas: la de la construcción convencional y la de la construcción
novedosa; esto, desde luego supone desacuerdos, pero reducir el panorama
simplifica notablemente el discurso y desde los objetivos que nos ocupan
puede resultar clarificador.
La primera, recurre a soluciones suficientemente ensayadas, anteriores en el
tiempo, y en la que sus carencias son admitidas como males necesarios (sobre
todo en aquellas que tienen que ver con su dispendio energético); la segunda
alternativa propone soluciones no habituales, que pretenden corregir vicios
observados aún a costa de ciertas dosis, medidas, de experimentación.
La introducción de nuevas normativas en los últimos años remueve
decididamente conceptos muy asentados y propugna cambios significativos
que aún tienen que calar y desarrollarse adecuadamente en el sector. Uno de
ellos es, desde luego, la gestión eficaz de los residuos producidos por las
actuaciones en la edificación, tanto en los procesos de construcción de
edificios como en los de su demolición.
El segundo grupo, al que hemos denominado “de la intervención en lo
construido”, comprende todas las operaciones de restauración, rehabilitación,
adecuación o mantenimiento que permiten atender a las necesidades
cambiantes del parque construido. También, con grandes errores, vamos a
considerar otras dos alternativas: la de la construcción tradicional, que
engloba tipologías en desuso y en las que muchas de ellas pertenecen al
patrimonio histórico (o cuando menos a la memoria constructiva) de una
ciudad, y la de las construcciones convencionales, más recientes, que deben
someterse a procesos de renovación técnica o estética.
Todas ellas son capaces de generar residuos de distinta naturaleza y en
distintas cantidades en cada una de las fases de la intervención, por lo que un
análisis previo al hecho de construir, contribuirá de manera decidida a su
eficaz gestión.
1. EN OBRA NUEVA
Las técnicas y sistemas de la construcción convencional representan los modos
de hacer que son práctica habitual en la realización de los edificios nuevos. Si
bien existen notables diferencias entre los recursos empleados en el campo
residencial o el terciario, podemos encontrar puntos de acuerdo que sirvan a
nuestros intereses; por ejemplo, ambos tipos precisan de una estructura
portante a modo de esqueleto, y ésta, en base a los residuos que pueden
generar, será básicamente de hormigón armado o de acero laminado. Bien es
cierto que las tipologías estructurales utilizadas comúnmente en el terciario
responden a una mayor utilización de componentes estandarizados e
industrializados, que tienen un mejor comportamiento medioambiental. Pero
en definitiva los materiales utilizados son los mismos, aunque los procesos
fabriles y de puesta en obra, difieran sustancialmente.
Los trabajos bajo rasante llevan consigo el movimiento de considerables
volúmenes de tierras, que es preciso abordar como una de las tareas que
debe ser sometida a revisión dentro de una gestión eficaz de sobrantes. En
cimentación, el material universal por excelencia es el hormigón; a pesar de la
penalización en costes ambientales que la incorporación de parrillas de
redondos de acero representa, éstas le otorgan mejores resistencias y un
menor consumo de material.
En definitiva, zapatas, soleras y muros de sótano de hormigón armado, junto
con pilares y vigas, que pueden ser de hormigón armado o de perfilería de
acero laminado. La estructura portante horizontal, también estaría constituida
por perfilería de acero o por viguetas de hormigón armado o pretensado con
entrevigados de bovedillas de hormigón o cerámicos.
La utilización de hormigones y aceros tienen un alto impacto ambiental
debido a sus elevadísimos consumos de energía y a las importantes emisiones
contaminantes que su producción genera. La reducción de estos costes es
tarea vital, ya que no parece que de momento sea posible prescindir de ellos.
En esa tarea, la mejoras de los procedimientos fabriles, la reducción de su
consumo, y la utilización que de sus residuos logremos hacer (y en esto
estamos) mejorará la repercusión y el impacto en el medioambiente.
La consideración de las estructuras de madera tiene también su cuota de
mercado -sobre todo en el ámbito rural y en el de la rehabilitación de edificios, con interés creciente en base a los nuevos criterios de la construcción. Las
prestaciones mecánicas, la unión de sus piezas y el buen comportamiento
higrotérmico junto con el carácter renovable del material, hacen de la
madera un buen ejemplo de utilización en el marco de la sostenibilidad.
Muros de carga de fábrica de ladrillo
En la envolvente del edificio, cerramientos y cubiertas adoptan soluciones que
precisan de revisión en el nuevo marco normativo de ahorro energético.
Dentro de la construcción convencional, un cerramiento vertical estaría
compuesto por medio pie de fábrica de ladrillo, aislamiento térmico, cámara
de aire y un tabique que sirve de apoyo a los guarnecidos interiores. Este
modo de construir, conlleva algunos encuentros comprometidos (por ejemplo
con el forjado), donde los puentes térmicos generan pérdidas energéticas, y
en los casos donde no se es cuidadoso, la aparición de patologías.
Con referencia al uso que la arquitectura bioclimática propone de la inercia
térmica como elemento pasivo de confort, la opción descrita no supone una
contribución plausible, ya que la hoja interior de ladrillo hueco sencillo no
presta masa suficiente. Desde este punto de vista, configuraciones de
cerramientos con aislante a haces exteriores, permiten el aprovechamiento de
la masa térmica de la fábrica de ladrillo perforado, en la mejora de la
estabilidad térmica del ambiente interior.
Por otra parte, es interesante el doble papel que las fábricas de ladrillo pueden
hacer, al simultanear sus funciones de piel y esqueleto; es decir, puede
colaborar en la estanqueidad de la envolvente y prestar apoyo al mismo
tiempo, a la estructura horizontal (forjados y cubierta), reduciendo consumos
de materiales. Es un recurso aprovechable para muchas viviendas
unifamiliares, donde altura y luces de vanos son adecuados para esta solución.
Las posibilidades de actuación en cubiertas se agrupan en plana o inclinada.
La primera se construye sobre un forjado convencional al que dotamos de las
capas necesarias para evitar la transferencia energética con el exterior (un
aislante térmico), impidiendo al mismo tiempo la permeabilidad al agua (un
impermeabilizante). El orden en que se coloquen tiene que ver con las
prestaciones de cada uno de ellos y dan pie a cubiertas distintas; del mismo
modo, la necesidad de ventilarla puede hacer aparecer una segunda hoja
exterior (apoyada en la inferior, el forjado) que permita la circulación del aire
entre ambas.
No es normal la disposición de estos elementos bajo criterios sostenibles, por lo
que entre otras consideraciones resulta frecuente, ante la realización de tareas
de mantenimiento o demolición, la dificultad en la separación de las distintas
capas, con la consiguiente producción de residuos de difícil o imposible
valorización. Tal y como se propuso al principio, si la separación de capas no
fuera posible, se debería atender como mínimo a la máxima homogeneidad
de los materiales, de modo que evitemos la inclusión de sustancias o
elementos contaminantes para la reciclabilidad del conjunto.
En cubiertas inclinadas, el esquema es sensiblemente el mismo, esta vez con la
posibilidad de inclinar el plano de soporte estructural e incorporando la teja
como elemento de cubrición habitual (sobre todo en la construcción
convencional); las consideraciones respecto a la reciclabilidad de sus
componentes son las mismas.
La partición de espacios en el parque residencial se efectúa habitualmente a
base de tabiquería de fábrica de ladrillo hueco con guarnecidos de yesos. Es
un sistema de muy poca flexibilidad donde cualquier cambio implica la
realización de obras que generan una buena cantidad de residuos. Además
suelen contener instalaciones varias, con lo que la intervención se complica.
Los trazados de las instalaciones suelen estar empotradas en muros o suelos
con las dificultades inherentes para su mantenimiento o sustitución. Todo
parece más racional en los edificios destinados a oficinas, por poner un
ejemplo, donde instalaciones, acabados y particiones pueden desmantelarse
con facilidad dando pie a nuevos usos o cuando menos a un adecuado
mantenimiento. Un ejemplo a seguir, pero sobretodo un reto, para el diseño de
nuestras viviendas.
Las soluciones constructivas que incorporan la que hemos llamado
construcción novedosa, no tienen que ver con niveles experimentales de
investigación en construcción ya que estamos recogiendo soluciones
existentes en la actualidad, pero si con la aplicación de técnicas y sistemas no
habituales y que, para muchos constructores requieren de atención
(económica y técnica), ya que sus procedimientos de puesta en obra llevan
aún pocos años en el mercado.
Las fachadas ventiladas se observan cada vez más en nuestros edificios, pero
aún constituyen una solución minoritaria. Consisten en la colocación del
aislamiento térmico sobre el haz exterior de una fábrica de ladrillo, que al
interior da soporte a los guarnecidos de yeso, mientras que por el otro lado,
permite la colocación de pieles diversas (piedra, cerámica, madera,…)
colgadas de una estructura portante auxiliar que deja en este espacio una
cámara de aire en movimiento. Desde luego existe una enorme variedad de
fachadas ventiladas; sólo hemos referido aquella que nos parece más común
y general.
Esta configuración de cerramiento, corrige los defectos observados en las
fachadas convencionales en materia de ahorro energético, ya que anulan la
existencia de puentes térmicos y deja a disposición del ambiente interior la
inercia térmica de la fábrica.
Fachada ventilada en San Cristóbal de Los Ángeles. Madrid
Pero desde la perspectiva de los residuos generados presenta otras
contribuciones interesantes. La colocación de capas sucesivas con elementos
de unión atornillados o suspendidos de ganchos, pivotes o uñetas, permite la
manipulación del cerramiento a posteriori, ya sea para su reparación,
mantenimiento o desmantelamiento por cambios en la configuración del
cerramiento o simplemente por haber llegado al final de su vida útil. Las piezas
que se obtienen, pudieran, en primera instancia, tener acomodo en otras
opciones de mercado, a las que políticas decididas de reutilización de
componentes debieran dedicar recursos suficientes.
En cubierta, ya existen numerosas soluciones que presentan excelentes
prestaciones. La sencillez en los procedimientos de colocación, más sencillo
cuanto más horizontal, facilita la tarea. En las azoteas podemos recurrir a
sistemas de montaje en seco, depositando unos elementos sobre otros por
gravedad; cubiertas flotantes o el recurso de la cubierta invertida con baldosa
de hormigón poroso y aislamiento térmico, permite una especial agilidad en
labores de inspección y reparación.
A este grupo se incorpora la cubierta ecológica que además de los beneficios
derivados de su excelente comportamiento en materia de ahorro energético,
sobre todo en condiciones de verano, y de las inmejorables ventajas que su
proliferación generaría en amplios espacios urbanos reduciendo la
contaminación y contribuyendo a la fijación de CO2, los materiales que
componen sus capas son reciclables y su sistema
de montaje (y
consecuentemente
desmontaje)
permite
desplegar
estrategias
de
yuxtaposición de elementos y por tanto de recuperación.
En el ámbito de las estructuras portantes, aquellas que se realizan in situ
acarrean mayores residuos y un peor aprovechamiento. La propuesta de
realización de elementos estructurales con un porcentaje importante de
ejecución en taller tiene prestaciones interesantes (las ya comentadas relativas
a su control riguroso y por tanto a la minimización de residuos, optimización de
costes ambientales y mejora de rendimientos mecánicos y económicos),
aunque para su puesta en obra lleven consigo la utilización de maquinaria
auxiliar de mayor envergadura. Desde esta perspectiva, el uso, por ejemplo,
de forjados con losas alveolares, tiene además los beneficios derivados de la
reducción de tiempos y costes en manos de obra, dotando al forjado de una
inercia térmica que podría servirnos para estabilizar de manera pasiva la
temperatura del ambiente interior.
Losas alveoladas
Los residuos que generan son, de por sí, inertes de alta reciclabilidad y buenas
prestaciones para la confección de nuevos hormigones como árido reciclado.
Otras tecnologías confieren a la madera posibilidades que la permiten cubrir
grandes vanos y adaptarse a formas y secciones variadas, como en el caso
de las estructuras de MLE (madera laminada encolada), que además utilizan
como materia prima un recurso renovable; existen también otras opciones que
une a las ya conocidas consideraciones para la sostenibilidad, la posibilidad
de utilizar el residuo de madera (en astillas) como materia prima para la
confección de elementos estructurales de carácter portante, no sólo en forma
de tableros sino también en elementos lineales tales como jácenas, viguetas o
pilares, ocupando un extenso campo de aplicación. Como precaución,
debemos tener en cuenta el empleo de sustancias que no supongan la
contaminación del producto como residuo, ya que algunas colas y
protectores invalidan o restringen futuras opciones de reciclado (por ejemplo,
la valorización energética de protectores basados en sales de CCA, liberan en
los humos, metales pesados que contaminan el aire).
Ambos, losa alveolar y MLE, son ejemplos dispares que representan avances
interesantes desde el punto de vista de la sostenibilidad. Siempre existe un
“talón de Aquiles” donde se pone en evidencia su sostenibilidad, porque en
alguna fase de su ciclo de vida ocasiona costes excesivos; en el primer caso,
el considerable coste energético y ambiental de la dependencia del
hormigón y del acero, y en el segundo, en el uso de colas y preservantes.
Bien es cierto que existen corrientes enmarcadas en el sector denominado
bioconstrucción, que propone la utilización de materiales que poseen un
excelente comportamiento desde su fabricación hasta el final de su vida útil
como residuo; bloques de tierra, cal y cáñamo, bloques de tierra comprimida,
aislantes de fibras de madera, escuadrías de madera aserrada, morteros de
cal o paneles sandwuich de tableros de virutas orientadas con alma de
corcho constituyen opciones mucho más respetuosas con el medioambiente
que las anteriormente expuestas. Pero como ya hemos comentado, no parece
que sea el momento de prescindir radicalmente de una serie de materiales
que representan parte de la columna vertebral de nuestra sociedad. Sería
impensable dar sustento a la inmensa demanda que la construcción genera
con materiales muy marginales. Pero es bueno conocerlos, porque
representan pautas de construcción con impactos mínimos, técnicas y
sistemas por desarrollar y soluciones plausibles en marcos aún muy
determinados, pero en evolución.
Materiales en bioconstrucción
El comportamiento de estos materiales como residuo es el más inocuo posible.
La tierra vuelve a ser tierra, las materias vegetales son biodegradables y su
puesta en valor, mediante reciclaje o valorización, muy alta.
Hemos puesto siempre la atención en aquellas soluciones que son más
habituales y que representan lo que consideramos común denominador del
ámbito arquitectónico. Dejamos deliberadamente fuera, otros modos de
proceder que representan actuaciones singulares, con un alto grado de
tecnificación, y que responden a obras de carácter emblemático y por tanto
alejadas de un proceder común.
2. EN REHABILITACIÓN
Se proponen en este apartado aquellas construcciones que precisan de
revisión por deterioro en su estabilidad estructural, en su estética o en la
estanqueidad higrotémica de su envolvente. El hecho de diferenciar dos
categorías, la tradicional y la reciente, deriva de las distintas concepciones
constructivas que representan y que tiene repercusión directa con los residuos
que son capaces de generar, sobre todo en los procesos de demolición.
La construcción tradicional contiene aquellas pautas constructivas lejanas en
el tiempo, que conviven con nosotros y que en muchas ocasiones merece la
pena conservar porque pertenecen a nuestro acervo cultural. Están enclavas
en los cascos históricos y dan vida a un determinado tejido urbano; materiales
y técnicas constructivas se encuentran en desuso y es preciso acudir con
relativa frecuencia a oficios que tienen que ver más con lo artesanal que con
lo industrial.
El sistema portante de estas construcciones está formado por fábricas de
ladrillo maciza revocadas o vistas y muros entramados de madera con rellenos
de ladrillos, yesones y residuos varios. En los forjados vuelve a aparecer la
madera como material base, mientras que guarnecidos y cerámicas se
ofrecen como acabados interiores. En cubierta, de nuevo madera aserrada
yuxtapuesta, de diferentes calidades y teja como acabado e
impermeabilizante exterior.
Cubierta tradicional de elementos sobrepuestos de madera
Lo observaremos con mayor detenimiento al tratar la edificación tradicional
de Segovia, pero podemos entrever con claridad que el residuo que se
producirá en la intervención será inerte en un 85%, con buenas posibilidades
de recuperación de material. Esto, debiera dirigir la actuación arquitectónica
en rehabilitación, dando uso a aquellos elementos en buen estado de
conservación o capaces de ser admitidos en nuevas funciones, y salida a
través de gestión eficaz, a aquellos que no tengan destino en la propia obra.
Las edificaciones que podemos agrupar bajo el calificativo de construcción
reciente, suponen actuaciones con criterios distintos a los que se derivan de la
intervención en la construcción tradicional. Técnicas y materiales presentan
mayor diversidad. La cimentación se propone de hormigón, el esqueleto
portante, de acero, hormigón o fabrica cerámica, y los cerramientos y
acabados son de fábrica cerámica vista o revocada. Las instalaciones se
encuentran mas desarrolladas, con mayor variedad de elementos. Las
cubiertas responden también a una mayor diversidad de soluciones,
acabándose el monopolio de la cubierta inclinada.
La intervención supone la estabilidad estructural del inmueble, aspecto que
resultaba esencial en construcción tradicional. El objetivo prioritario es la
inspección de las instalaciones, origen de numerosas patologías, y la revisión
de los sistemas de impermeabilización dispuestos en la cubierta del edificio.
Materiales de baja calidad, incluso considerados ahora peligrosos para la
salud, y técnicas de construcción muy poco desarrolladas, dan lugar a un
amplio abanico de problemas que requieren de continua atención. Son
actuaciones que originan una gran cantidad de residuos, de difícil selección y
separación, porque el acceso a las distintas zonas y trazados requiere casi
siempre de intervenciones traumáticas.
En este grupo, se hace posible y plausible las actuaciones tendentes a la
mejora de su rendimiento energético a la luz de los nuevos criterios de
racionalización de consumos. El parque edificatorio susceptible de ser
rehabilitado, tradicional y más reciente, tiene en común su pésimo
comportamiento energético; son auténticos sumideros de energía en tiempos
donde no nos podemos permitir tales dispendios. Los edificios construidos en los
últimos 60 años, podrían tener una buena rehabilitación sostenible, mejorando
el aislamiento de su envolvente, actuando desde el exterior, con sistemas de
eficacia probada. De ello existen buenas prácticas, ya realizadas, y
premiadas, y se están desarrollando planes de actuación que pretender
establecer pautas que reduzcan los consumos energéticos a mínimos
razonables. Por tanto se incorpora al término rehabilitación, el calificativo
energética o medioambiental, que intenta corregir y reducir costes
ambientales en general.
Rehabilitación de un bloque de viviendas en San Cristóbal de Los Ángeles. Madrid.
Esta intervención se vuelve sumamente dificultosa cuando se interviene en
cascos históricos, donde la construcción tradicional impera y donde la
protección parcial o integral del inmueble hace inviable soluciones que en
otros casos son fáciles y eficaces. No quiere decir que no deban ser objeto de
atención y permitir su existencia como un mal menor en un museo vivo, pero su
manipulación y adecuación se convierte en un proceso más complejo.
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