EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS POR GUSTAVO CALVINHO SUMARIO 1. 2. 3. 4. Introducción El proceso y la sentencia La motivación de la sentencia Elementos estructurales para construir y motivar las sentencias 4.1. La obtención cognoscitiva 4.2. La aplicación de inferencias lógicas 4.3. Explicación y justificación de la decisión 5. Decisión y decisionismo 6. Conclusión Bibliografía 1. INTRODUCCIÓN Abordar el estudio estructural de la construcción y motivación de las decisiones judiciales o arbitrales presenta variadas y complejas facetas que descubren la riqueza de un tema aún no agotado por la doctrina. Ya los glosadores ponían de manifiesto en la Edad Media que la sentencia tomaba la forma de un silogismo, a la vez que notaban que en el proceso la conclusión es verdadera sólo cuando la sentencia pasaba a autoridad de res judicata, con prescindencia de la veracidad o no de sus premisas. Tradicionalmente ―apuntaba Hugo Alsina― se admite que la sentencia, desde el punto de vista de su estructura, constituye un silogismo, en el que la premisa mayor está dada por la norma abstracta, la menor por el caso GUSTAVO CALVINHO concreto y la conclusión por la parte dispositiva1. Esta concepción meramente lógica es defendida por muchos procesalistas, pero no la compartimos completamente desde que la estructura contiene además otros elementos. No olvidemos que desde antaño se viene remarcando que bajo el nombre de “sentencia” se comprenden resoluciones judiciales sustancialmente diversas entre sí2. Ya la Partida III distinguía entre sentencias ejecutivas, interlocutorias y definitivas, mientras que la doctrina se encargaba de elaborar clasificaciones varias. En lo sucesivo, posaremos nuestra mirada exclusivamente sobre las sentencias definitivas dictadas como consecuencia de un proceso. Lo aquí expuesto también abarca al arbitraje de derecho3. Por ello, cuando hagamos referencia al juez ―que es la autoridad―, si enfrentamos un supuesto de proceso arbitral lo manifestado será aplicable al árbitro. Cuando mencionemos sentencia o decisión, lo vertido también alcanzará al laudo arbitral. Realizada esta advertencia preliminar comenzamos a percibir que los problemas que el estudio de la sentencia plantea han llevado a afirmar 1 Cfr. Hugo Alsina: Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comercial. Ed. Ediar, Buenos Aires, 1961, tomo IV, pp. 58/60. 2 Cfr. Giuseppe Chiovenda: Principios de derecho procesal civil. Trad. española de la 3ª edición italiana por José Casáis y Santaló. Ed. Reus, Madrid, 1922, tomo I, p. 160. 3 Queda excluido el amigable componedor, arbitrador o árbitro de hecho pues muchas veces no está obligado a fundar su decisión. Francesco Carnelutti ―Cómo se hace un proceso, trad. de Sentís Melendo y Ayerra Redín. Ed. Juris, Rosario, 2005, p. 76― enseñaba que “el juez de derecho, a diferencia del juez de equidad, no busca ya en su conciencia las razones del juicio crítico, porque ellas están formuladas por la ley. No se debe exagerar la diferencia entre los dos casos creyendo que, cuando juzga según equidad, encuentre el juez las razones en sí mismo, y cuando juzga según el derecho las encuentre fuera de sí; una tal fórmula podría inducir a engaño si encontrar las razones en sí mismo se entiende en el sentido de que la conciencia sea la fuente de ellas. La conciencia no es más que un espejo, el cual no engendra, sino que refleja la luz”. 2 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS que difícilmente puedan examinarse en su totalidad4. En lo que sigue, centraremos nuestra atención en el camino que debe recorrer el decisor jurisdiccional5 para dictar una resolución en el marco de un Estado de derecho. La serie de pasos que le corresponde respetar sigue una estructura peculiar con componentes de obtención cognoscitiva, de aplicación inferencial, de explicación y de justificación decisoria. En el desarrollo de nuestra concepción observaremos que los dos primeros elementos ―obtención cognoscitiva y aplicación inferencial― conforman la base de esa estructura: quien resuelve un litigio no sólo obtiene conocimientos por distintos métodos sino que además combina en el aspecto lógico-inferencial distintas operaciones. En relación a los otros dos componentes estructurales apuntados ―explicación y justificación de la decisión―, adelantamos como idea basal que no deben confundirse conceptualmente: explicar significa mostrar las causas que hacen ver aquella decisión como su efecto. En cambio, justificar apunta a los fundamentos que hacen ver a la decisión como aceptable o correcta siempre y cuando se hayan respetado los procedimientos que la legitiman. De allí que en estas líneas propondremos un análisis de la estructura para elaborar sentencias más amplio, sin descuidar que este procedimiento ―voz tomada en sentido lato― sólo puede dar su puntapié inicial una vez concluido un proceso ―término considerado como concepto 4 Manuel De la Plaza: Derecho procesal civil español. 3ª edición. Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1951, tomo I, p. 548. 5 En nuestra visión sistémica procesal, el árbitro ejerce jurisdicción, pues al igual que el juez realiza una actividad sustitutiva en lo intelectivo y volitivo. Su decisión definitiva ―conocida como laudo arbitral― es equiparable en cuanto a sus recaudos y efectos con la sentencia definitiva. Ello sin perjuicio de las obvias razones de erradicación del uso privado de la fuerza que limitan la jurisdicción arbitral en cuanto a los elementos executio y coertio. 3 GUSTAVO CALVINHO técnico procesal―. Esta conexión entre proceso y sentencia impone ―a fin de preservar unidad sistémica― realizar algunas aclaraciones a continuación. 2. EL PROCESO Y LA SENTENCIA Si bien las opiniones sobre este aspecto no coinciden, en nuestra concepción la sentencia que resuelve el fondo es el objetivo del proceso. En consecuencia se halla fuera de su estructura ―compuesta de las etapas de afirmación, negación, confirmación y eventualmente alegación―. Esta idea tiene su relevancia pues el pronunciamiento se dicta una vez que el proceso6 ―método de debate― ya terminó. De allí que algunos autores sostengan su carácter extra-procesal7. Por lo tanto no debe confundirse el objeto del proceso ―que es lo debatido― con su objetivo ―que es la sentencia―. El primero, justamente, delimita el thema decidendum. La sentencia constituye un juicio ―síntesis― producto de considerar la tesis del actor y la antítesis del demandado. Es una operación de carácter crítico8. La actividad de sentenciar, pues, significa resolver las 6 Preferimos manejarnos con un concepto lógico de proceso, el cual debe respetar los lineamientos fijados por la Constitución a través de las garantías que confiere. De allí que entendemos que el proceso es un método de debate dialéctico y pacífico que sigue reglas preestablecidas y se desarrolla entre partes antagónicas que actúan en condición de perfecta igualdad ante un tercero imparcial, impartial e independiente con el objetivo de resolver heterocompositivamente un litigio. 7 Se la considera, pues, una resolución meramente judicial. 8 Cfr. Eduardo Couture: Fundamentos del derecho procesal civil. 3ª edición. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1958, p. 279. 4 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS pretensiones procesales tratadas en el marco del debate ―bajo estricto respeto de sus reglas y principios― una vez que ha concluido9. Se ha expuesto que toda la serie procesal tiende a obtener una declaración de la autoridad ―juez o árbitro― ante quien se presenta el litigio. Tal declaración se efectúa en la sentencia, que es el acto que resuelve heterocompositivamente el litigio ya procesado10. Cabe agregar, como nota distintiva de la especie “sentencia” en relación al género “resoluciones”, que aquélla es continente del fallo, el cual tiene trascendencia jurídica metaprocesal11. En ese camino que transita el decisor jurídico para dictar una resolución correctamente motivada, la estructura particular que debe respetar cuenta con componentes y matices distintivos respecto a otras aplicaciones del razonamiento jurídico. Si nos limitamos a la justificación de una inferencia jurídica, alcanza con un juicio de coherencia. Si pasamos a evaluar una decisión jurídica, el juicio de coherencia debe vinculárselo a un complejo proceso de justificación que es inseparable del momento de la construcción de la decisión. Aún así, aceptando con arreglo a lo que expondremos que motivar una sentencia consiste en justificarla, sostenemos que dicha justificación en un Estado de derecho debe observar al menos un par de 9 Así como distinguimos la actividad de procesar de la actividad de sentenciar, debemos agregar que en muchas ocasiones, ante la falta de cumplimiento espontáneo del pronunciamiento, se deba desplegar una tercera actividad: la de ejecutar lo sentenciado. 10 Cfr. Adolfo Alvarado Velloso: Introducción al estudio del derecho procesal. Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1992, tomo I, p. 28. 11 V. ibídem, tomo II, p. 213. 5 GUSTAVO CALVINHO requisitos: 1) El acabado respeto al proceso de debate previo y al procedimiento de construcción de la decisión. 2) Que contenga argumentos aceptables. Por consiguiente, comienza a tallar la importancia del concepto “proceso” ―que debe seguir las directrices fijadas por el ordenamiento normativo―, a efectos que sean protegidos los derechos y garantías de las personas con intereses involucrados en la decisión judicial. En un Estado de derecho, sin dudas, el proceso resulta un presupuesto necesario para el dictado de la sentencia ―ya que funcionalmente opera en resguardo pleno de derechos y garantías― y la motivación de la decisión uno de sus elementos estructurales12. 3. LA MOTIVACIÓN DE LA SENTENCIA Parágrafos atrás, casi al pasar, hemos hecho mención a una “resolución correctamente motivada”. Bien vale aproximarnos a esta altura a lo que representa la motivación de las resoluciones. La motivación de la sentencia ―se sostuvo― constituye un elemento intelectual, de contenido crítico, valorativo y lógico, que consiste en el conjunto de razonamientos de hecho y de derecho en los cuales el juez apoya su decisión13. Suministra cuál ha sido el desarrollo del razonamiento del juez que analiza los supuestos de hecho admitidos y, en 12 Deben tenerse presente casos en los que legalmente un Estado de derecho acepta decisiones sin motivación, como los veredictos de los jurados o las que emanan de un amigable componedor o árbitro de hecho. Su tratamiento, según el marco fijado en la introducción, excede a este trabajo. 13 Cfr. Fernando de la Rúa: Proceso y Justicia. Ed. Lerner Editores Asociados, Buenos Aires, 1980, p. 82. 6 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS su caso, las pruebas que los verifican, para subsumirlos14 en la norma o en el micro sistema de normas aplicable que servirán de fundamento para su decisión15. También se ha insistido en la correlación entre las razones y la prueba, a tal punto que se arguyó a favor de la pertenencia de ambas al mundo de la realidad pues son objeto y no medio de conocimiento ―desechando así la tesis que sostiene que las razones forman parte del mundo de las ideas―. El matiz diferencial estaría dado en que las pruebas pertenecen a la realidad física y las razones a la realidad metafísica16. Motivar es, en suma, explicitar el conjunto de consideraciones racionales que mueven al juez a inclinarse por una determinada solución del conflicto ―rectius, resolución del litigio―. Es la exteriorización del órgano jurisdiccional del razonamiento que justifica la decisión. Incluye la invocación de la norma o el micro sistema de normas aplicable y el razonamiento que legitime la subsunción de los hechos del caso en ello17. Se ha escrito que esta necesidad de motivación de las sentencias o de justificación de la decisión, varía en cada sistema jurídico, pues en el common law no existe norma alguna que imponga la obligación 14 Se ha entendido que la subsunción es el enlace lógico de una situación particular, específica y concreta, con la previsión abstracta, genérica e hipotética contenida en la ley. V. Eduardo Couture: op. cit., reimpresión inalterada. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1977, p. 285. 15 V. Ariel Álvarez Gardiol: Lecciones de epistemología, algunas cuestiones epistemológicas de las ciencias jurídicas. Ed. Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2004, cap. IX, pp. 165/181. Explica que la referencia a micro sistema de normas se debe a que casi nunca la subsunción opera respecto de una sola norma del sistema. 16 Carnelutti, op. cit., p. 77. 17 Cfr. Ariel Álvarez Gardiol, loc. cit. 7 GUSTAVO CALVINHO de motivar y, en cambio, en el derecho continental es una exigencia que regularmente proviene de la ley18. Según Gunnar Bergholtz19, ya en el siglo IV a.C. el filósofo Aristóteles sostuvo que la democracia política era un Estado gobernado por el derecho. Otra característica de la democracia política es el principio de publicidad que más tarde formuló Bentham como la verdadera alma de la justicia. En consecuencia, las leyes y los procedimientos jurídicos son de interés público e incumbe al juez presentar públicamente las razones de sus decisiones. Continúa Bergholtz mencionando que históricamente, con el surgimiento del rule of law y la aparición del rechtsstaat, la decisión judicial ha evolucionado claramente desde la autoridad del que toma la decisión a la importancia de la decisión razonada. El derecho romano consideraba que la principal fuente del derecho era la autoridad de los juristas y no las razones o fundamentos: stat pro ratione auctoritas. Lo mismo ocurrió después en el derecho canónico temprano. A medida que se fue desarrollando el procedimiento jurídico, con constancia por escrito y la posibilidad de recurrir contra una decisión, se va haciendo sentir la necesidad de tener razones para las decisiones escritas. En la Europa continental y en los países nórdicos las razones aducidas por el tribunal superior o el supremo iban destinadas 18 Cfr. Claudio Puccinelli: Motivación de las decisiones judiciales. Revista de derecho procesal Nº 1. Ed. Advocatus, Córdoba, 2000, p. 86. En el mismo sentido, Gunnar Bergholtz ―Ratio et auctoritas: algunas reflexiones sobre la significación de las decisiones razonadas. Trad. de Josep Aguiló Regla, publicado en Doxa – Cuadernos de filosofía del derecho N° 8, 1990, p. 76. Edición digital consultada el día 19 de marzo de 2007 en el sitio: http://www.cervantesvirtual.com/portal/DOXA/cuadernos.shtml―, expresa que en Inglaterra, el common law no requiere decisiones razonadas; sin embargo, en diferentes tipos de casos, por ejemplo en procedimientos de familia, se exigen razones específicas. 19 Cfr. op. cit., p. 75. 8 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS solamente a los otros tribunales, manteniéndose más o menos en secreto frente a las partes implicadas y al público en general20. Durante el siglo XIX y como consecuencia de la revolución francesa, los códigos de toda Europa, excepto Inglaterra, prescribían que los tribunales tenían la obligación de declarar las razones de su decisión. Así ―concluía Bergholtz―, la evolución que empezó en la auctoritas terminó, al menos en ciertos aspectos, en la ratio21. Como la fundamentación de las decisiones judiciales sirve como mecanismo de control de los actos que realizan los jueces, a la vez que legitiman su poder y protegen a los miembros de la sociedad de sus arbitrariedades, va adquiriendo relevancia el análisis de la argumentación, pues se desenvuelve como expresión de las motivaciones que proporciona el juez en los considerandos de su sentencia. Así las teorías de la argumentación jurídica que comienzan a desarrollarse en la Europa de la posguerra ―con Theodor Viehweg como precursor― hicieron su aporte desde su preocupación por establecer la búsqueda de la racionalidad en las resoluciones jurídicas y el estudio de la justificación dentro del proceso de la toma de decisiones. Manuel Atienza22 ―uno de los más reconocidos teóricos de la argumentación de habla hispana―, se ha encargado de remarcar que decidir no es argumentar. Enseña que los razonamientos, los argumentos, no son las decisiones, sino las razones ―o cierto tipo de razones― que 20 Ibídem, pp. 75/76. Ibídem, p. 76. 22 Cfr. Derecho y argumentación. Ed. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1997, p. 32. 21 9 GUSTAVO CALVINHO pueden darse a favor de las decisiones23. Y específicamente en relación con las decisiones, divisa dos tipos de razones: explicativas y justificativas. Más adelante nos ocuparemos de ellas. Lo expuesto destaca la importancia no sólo jurídica, sino también política y social que la motivación de una resolución judicial conlleva. Las razones esgrimidas trascienden el puntual conflicto intersubjetivo de intereses al que se refiere, pues pueden sentar las bases con que otros jueces dilucidarán casos similares, condicionar futuras conductas de otros individuos o instalar en ciertos círculos un debate sobre una cuestión de interés general. La aplicación de la argumentación puede examinarse en dos planos: respecto del proceso, observaremos su función dialógica dentro del debate procesal, donde transita en dos direcciones: una hacia el juez a fin de convencerlo, otra hacia la contraparte con el objetivo de destruir sus argumentos. En relación a la sentencia, la argumentación se desenvuelve como expresión de los fundamentos y motivaciones que proporciona el decisor en los considerandos de su pronunciamiento24. La sentencia del decisor jurídico no queda atada o vinculada, a nivel argumentativo, a lo que sostengan las partes en el proceso, pues se le reconoce a aquél un marco acotado de libertad, que le impide no sólo recurrir a cualquier tipo de argumentación, sino solamente a los que le permite el ordenamiento jurídico. Consecuencia de lo apuntado es su deber de no erigirse en normador primario, ni violar derechos y garantías 23 Incluso para algunos, como Luis Recaséns Siches ―discípulo de Ortega y Gasset― y Chaim Perelman, lo razonable se presenta como contrapuesto a lo racional. V. Álvarez Gardiol, Ariel, loc. cit. 24 V. Ariel Álvarez Gardiol: Lecciones de epistemología, algunas cuestiones epistemológicas de las ciencias jurídicas. Ed. Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2004, cap. IX. 10 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS constitucionales ―como el derecho a ser oído― o ciertas reglas ―entre ellas, la de congruencia―. Los límites a la libertad del juzgador son necesarios en un Estado de derecho, ya que derivan de los recortes que sus poderes sufren con motivo de la división de funciones y los checks and balances25. 4. ELEMENTOS ESTRUCTURALES PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR LAS SENTENCIAS Hemos apuntado que el recorrido que efectúa el decisor jurídico para dictar una resolución correctamente motivada se apoya en una estructura particular que cuenta con componentes y matices distintivos respecto a otras aplicaciones del razonamiento jurídico26. Mientras un juicio acerca de su coherencia es suficiente para la justificación de una inferencia jurídica, si nos atenemos a la evaluación de la decisión jurídica no sólo alcanza el señalado juicio de coherencia, sino también debe vinculárselo a un complejo proceso de justificación que es inseparable del momento de la construcción de la decisión27. En consecuencia, hallaremos dentro de esta estructura componentes de obtención cognoscitiva, de aplicación inferencial, de explicación y de justificación decisoria, los cuales pasamos a tratar. 25 Volveremos sobre los límites y controles al poder del juez al tratar las decisiones y el decisionismo en el punto 5. 26 En el mismo sentido, Julia Barragán: La respuesta correcta única y la justificación de la decisión jurídica. Doxa – Cuadernos de filosofía del derecho N° 8, 1990, p. 64. Edición digital consultada el día 19 de marzo de 2007 en el sitio: http://www.cervantesvirtual.com/portal/DOXA/cuadernos.shtml 27 Ibídem, p. 64. 11 GUSTAVO CALVINHO 4.1. La obtención cognoscitiva El juez, en ese sendero que va transitando a medida que agota distintos tipos de operaciones hasta culminar con la decisión del caso, recurre a diversas fuentes para obtener el conocimiento que apuntalará el razonamiento del que se nutrirá su pronunciamiento. La actividad de sentenciar ―o, si se prefiere, el juzgar―, implica decidir. Para ello no alcanza con simplemente deducir de una norma jurídica la solución de un caso. Siquiera es suficiente sólo la deducción, ya que contiene la expresión de la convicción formada en la psiquis del juzgador al comparar pretensión y norma o derecho objetivo. Sostenía Cesáreo Rodríguez Aguilera28 que en el momento de preparar la sentencia, el juez se encuentra ante una diversidad de elementos que ha de tener en cuenta: alegaciones de las partes, medios de prueba, razonamientos y criterios sobre éstos y sobre las leyes aplicables. Apuntaba que el esquema clásico silogístico, según el cual el juez determina, en primer término, la norma aplicable y seguidamente los hechos probados, para acabar subsumiendo éstos en aquélla, no responde a la realidad. La operación mental determinante de la sentencia no ha de sujetarse obligatoriamente a un esquema determinado. La complejidad de su naturaleza y la diversidad de los elementos a tener en cuenta en cada proceso, hacen que aquella operación mental pueda ser muy variada y siga un orden peculiar. 28 Cfr. La Sentencia. Ed. Bosch, Barcelona, 1974, pp. 76/77. 12 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS Si bien concordamos con la opinión precedente en cuanto a la diversidad de elementos que debe revisar el decisor ―aspecto que, creemos, nadie podría discutir― y que la operación mental es variada y con un orden peculiar, disentimos en cuanto a que ello no implica la negación de la existencia de una estructura que deba respetarse y que hace a su motivación. Por otra parte, el autor traído da la impresión de descartar para algunos casos la aplicación de la inferencia lógica, tema del que pronto nos ocuparemos. El carácter concreto de la sentencia ―en relación a lo absoluto― inexorablemente hace que el juzgador se tenga que alimentar de una serie de conocimientos que obtiene a través de ciertos métodos29. Si tomamos como marco referencial el pragmatismo liderado por Charles Peirce ―quien en 1877 publica su artículo The fixation of belief― se presentan cuatro métodos para obtener conocimientos: a) el método de la tenacidad, b) el método de la autoridad, c) el método de la metafísica o a priori y d) el método de la ciencia o de la investigación científica30. Cualquiera de estos métodos pueden ser empleados al llevar a cabo la actividad de sentenciar, más allá del descrédito que a juicio de algunos autores merece el primero. Si bien aisladamente se sostiene que 29 Señalaba Salvatore Satta que cualquier cosa que el juez haga lo hace actuando sobre lo concreto. Pero lo concreto se puede entender de dos modos: o en relación a un abstracto ―la norma― en el cual todo lo concreto esté hipotéticamente contenido y que, por consiguiente, él sólo sea el verdadero concreto; o en relación al absoluto, en el sentido de que lo concreto sea el hecho como objeto de conocimiento y también el conocimiento del hecho que se alcanza a través del juicio y sólo a través del juicio. En una palabra, el juicio mismo. Cfr. La vida de la ley y la sentencia del juez, conferencia dictada el 8 de junio de 1952, cuyo texto se publica en Soliloquios, trad. Santiago Sentís Melendo y Fernado de la Rúa. Ed. Ejea, Buenos Aires, 1971, p. 24. 30 V. Juan Samaja: Epistemología y metodología: elementos para una teoría de la investigación científica. 3ª ed., 4ª reimpresión. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 2004, pp. 25 y 26. 13 GUSTAVO CALVINHO una decisión no debe basarse en la intuición ―que como veremos, conforma el método de la tenacidad―, en la realidad es innegable que tal manera de obtener conocimiento puede aparecer junto a otra u otras a la hora de construir una decisión31. Explicaremos sucintamente los cuatro métodos. El método que Peirce denomina de la tenacidad se refiere a la resolución de cierta duda tomando como respuesta una creencia que surja internamente en el sujeto. Por lo tanto, corrientemente podemos llamarlo método de la intuición o de la corazonada. Consta de un procedimiento simple y directo por el cual adoptamos una creencia que aparece al involucrarnos en la situación que presenta la duda. El sentenciante aplica este método, v. gr., cuando no toma en consideración una parte de la declaración de un testigo porque, al oírlo, intuyó que estaba mintiendo32. El método de la autoridad33 ―o de la tradición― apunta a la uniformidad del pensamiento, desde que busca resolver una duda 31 Mario Bunge recordaba: “También ha sucedido que me pregunten: ¿Podemos hacer uso de la intuición? Decimos: me parece o tengo la intuición de que fulano es culpable o inocente. ¡No! De ninguna manera. Una persona, un acusado puede comportarse como si fuera culpable, porque está apabullado por las acusaciones injustas que le han hecho y puede confesarse responsable, pero no por eso se le va a declarar culpable. No, eso no demuestra mucho. La intuición puede darles a lo sumo una pista. Pero después habrá que seguirla hasta encontrar la verdad. Una sanción que se funda sobre una falsedad es una sanción injusta”. Conf. El derecho como técnica social de control y reforma, publicado en Isonomía - Revista de teoría y filosofía del derecho N° 13, Octubre de 2000, p. 124. Edición digital consultada el día 12/2/07 en www.cervantesvirtual.com/portal/DOXA/isonomia.shtm 32 Se indican como rasgos predominantes del método de la intuición la inmediatez, el involucramiento personal y corporal, el individualismo e incomunicabilidad, la emotividad, la resistencia al cambio, el totalismo y la presencia actual del pasado. Justamente en el ejemplo dado la inmediatez ―desde el punto de vista de regla procedimental― del sentenciante posibilita la aplicación de este método. 33 El profesor Juan Samaja apuntaba ―en su libro aún inédito Semiótica de la ciencia― que Peirce comete un lamentable error al identificar el método de la autoridad con el 14 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS adoptando una creencia transmitida por otro sujeto investido de autoridad34. Es el método al que recurre el sentenciante cuando realiza aplicación normativa ―siguiendo el mandato del legislador― o se inclina por una u otra norma aplicable al caso decidiendo en base a opiniones de autores de reconocido prestigio académico, con prescindencia que sean consignadas como citas o no figuren en el texto del pronunciamiento35. El método de la metafísica o a priori es el método de la reflexión. La idea de razón y lo razonable adquieren vital relevancia en este procedimiento, que busca resolver las dudas examinando varias creencias propuestas, con el fin de determinar cuál es la más razonable. Contiene una actitud reflexiva que admite limitaciones y relatividades de creencias tanto propias como ajenas. Por tal motivo se lo considera como el método de la creación, que si bien puede conducir a fracasos, es más intelectual y respetable que los dos anteriores, resultando útil confiarse en el instinto de la razón expresado a la manera de vivencias subjetivas36. Es, a nuestro entender, un método de la mayor importancia en la actividad de sentenciar, no sólo desde el ángulo de su frecuente aplicación ―tal el caso en que le corresponde, merced a que se lo permite el ordenamiento legal, integrar o interpretar una norma insuficiente u oscura―, sino además desde el conceptual: la sentencia, medular e inexorablemente, debe contener razonamientos. método propio de los Estados. En verdad, este método hunde sus raíces en etapas muy anteriores al surgimiento de los Estados. El método de los Estados es el método de la metafísica o reflexión. 34 Sus características principales son la mediación didáctica, la comunicabilidad, el colectivismo, la inmutabilidad, su supraindividualidad, su indiscutibilidad y la constante referencia a la historicidad. 35 Con agudeza, exponía Satta ―op. cit., p. 28― que “la autoridad es incluso de la doctrina, cuando la hay, y no veo cómo un humilde pretor pueda considerarse más autorizado que Carnelutti”. 36 V. Samaja, Epistemología…, p. 25. 15 GUSTAVO CALVINHO Sin embargo, los tres métodos hasta aquí mencionados limitan sus operaciones al interior de la conciencia, denotando un carácter plenamente subjetivo que en algún momento colisionará con el disenso de otro sujeto que pondrá en crisis su certidumbre o su aceptabilidad. Arribamos así al método de la ciencia ―o de la eficacia―, distinto de los precedentes pues parte del presupuesto de la noción de lo real, de algo externo y permanente ―donde nuestro pensamiento no puede influir de modo alguno― y que sirve para acreditar la verdad de cualquier afirmación. Implica una realidad objetiva y racional que permite su corrección desde el exterior. Las creencias que establece están sometidas al test de una experiencia regida por ciertas reglas que son válidas para todos los individuos: reglas que rigen el acuerdo con los datos de la experiencia y reglas que rigen la coherencia lógica entre las proposiciones37. El rasgo distintivo del método de la ciencia es examinar las opiniones a título de hipótesis para elegir una de ellas a través de una ordenada comprobación de la eficacia predictiva de cada una de las hipótesis en juego. Es lo que se conoce como método hipotético-deductivo. Pero esto no descarta que la ciencia, a su vez, se alimente con los restantes procedimientos apuntados38, a tal punto que representa el arte de integrar los cuatro métodos de obtención cognoscitiva. Además, la operación hipotético-deductiva no es la única aplicable, pues otros procesos inferenciales pueden aparecer en el trabajo científico: además de la deducción y la inducción, no hay que olvidarse de la analogía y la abducción. 37 Ibídem, p. 26. Lo que quedó demostrado luego del fracaso de los argumentos de Popper merced a las exposiciones de Lakatos, Kuhn y Laudan. 38 16 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS En ciertas ocasiones, expusimos, el decisor jurídico obtiene conocimiento por medio del método científico: es el caso de la comprobación ―que es la prueba propiamente dicha39―, producto de revisar o confirmar un dato, hecho o teoría utilizando experimentación o ensayo para conseguir un resultado que surja de un peritaje científico, tal un estudio de ADN ―y no de cualquier peritaje, como los de mera opinión―. Si comparamos los distintos métodos descriptos, la intuición y la reflexión responden a operaciones exclusivamente internas y propias de cada juzgador, que no se destacan por su uniformidad. Lo que configura una de las explicaciones de por qué dos sentencias que versan sobre casos idénticos pueden arrojar resultados contrapuestos. El método de la autoridad ―que toma datos elaborados externamente― si bien es más estable, no permite la creatividad. Y el método de la ciencia ―o de la investigación científica― conjuga también datos y conocimientos externos para arribar a su comprobación desde la experimentación, que puede ser llevada a cabo directamente por el sentenciante ―v. gr., cuando él mismo realiza una operación aritmética en su pronunciamiento― o por terceros expertos ―p. ej., en el peritaje científico―. Anotaremos dos aspectos más en relación al conocimiento que obtiene el juez a través del correcto método científico: primero, no sólo es el más objetivo y seguro de todos, sino el único que confiere certeza40. En consecuencia, es el menos discutible. Aunque, lamentablemente, son 39 Vale aclarar que, procesalmente, se le reconoce exagerada amplitud al término “prueba”. Una acabada explicación de esta idea puede encontrarse en Adolfo Alvarado Velloso: La prueba judicial (reflexiones críticas sobre la confirmación procesal). Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2006. 40 Según el grado de eficacia que reflejan los distintos medios de confirmación procesal, tenemos con el mayor grado a la comprobación ―confiere certeza―, luego a la acreditación ―producen verosimilitud―, a la mostración ―percepción― y finalmente con el menor grado de eficacia a la convicción ―probabilidad―. Véase Adolfo Alvarado Velloso: La prueba… loc. cit., p. 54. 17 GUSTAVO CALVINHO pocos los litigios que pueden resolverse ateniéndose únicamente a este método41. Y segundo, a nuestro juicio, no podemos soslayar que el método científico pone en crisis la regla de la sana crítica42 que en gran número la legislación contingente establece. 41 Inclusive, la praxis muestra numerosos casos donde las partes de un proceso, una vez producida cierta prueba científica, optan por resolver autocompositivamente el litigio ―p. ej., en juicios reclamando una filiación―. Esto obedece sobre todo porque una comprobación correctamente desarrollada no admite mayor margen de discusión. 42 Todo fallo, enseñaba Eduardo Couture ―Estudios de derecho procesal civil. Ed. Ediar, Buenos Aires, 1948, tomo I, p. 79/80―, salvo excepciones contadísimas, lleva implícita la apreciación de una prueba. Y ya en la apreciación de esta prueba existe un proceso de sana crítica, que no es, según hemos tratado de demostrarlo en otra oportunidad, un simple proceso de lógica. Hugo Alsina, en su célebre Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comercial, 2ª edición ―Ed. Ediar, Buenos Aires, 1963, tomo I, pp. 129/130―, manifestaba: “El contenido de la expresión ‘sana crítica’ no es concebido uniformemente en la doctrina. Por de pronto, no siempre se ha usado la misma expresión para enunciar mismo concepto. Así el art. 26 de la ley 4128 de reformas al cód. de proc. civil, establece que: ‘La fuerza probatoria del dictamen pericial será estimada por el juez teniendo en consideración la competencia de los peritos, la uniformidad o disconformidad de sus opiniones, los principios científicos en que se fundan, la concordancia de su aplicación con las leyes de la sana lógica y las demás pruebas y elementos de convicción que la causa ofrezca’ Pero aún admitiendo que ambas expresiones enuncien la misma idea, la doctrina no es uniforme en cuanto a su contenido. Así, Couture entiende que este concepto de sana crítica configura una categoría intermedia entre la prueba legal y la libre convicción; sin la excesiva rigidez de la primera y sin la excesiva incertidumbre de la segunda, las reglas de la sana crítica no son sino las reglas del correcto entendimiento humano, que conducen, en un sentido formal, a una operación lógica. Por nuestra parte pensamos que no es un sistema intermedio entre la prueba legal y el sistema de las libres convicciones, sino que, como dice Caravantes, el juez debe aplicar, en primer término, la regla legal (disposiciones referentes a las formas y solemnidades de los actos jurídicos, prueba instrumental, admisibilidad de la prueba testimonial, etc.) y, en ausencia de un texto legal, apreciará la prueba según su criterio, pero no en forma arbitraria, sino con sujeción a los principios de la lógica y las máximas de la experiencia. No es un sistema intermedio, porque también en la aplicación de las pruebas legales se sigue un procedimiento lógico y en ausencia de un texto legal el juez no tiene otra guía que su propio raciocinio”. 18 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS 4.2. La aplicación de inferencias lógicas El aspecto lógico o concepción formal provee al decisor judicial los criterios de corrección de la argumentación. En otras palabras, brinda los parámetros de justificación formal o interna. Desde este punto de vista, la teoría del silogismo judicial es, simplemente, inobjetable43. Pero la lógica no proporciona criterios de justificación material o sustantiva, necesarios en las decisiones judiciales44 más allá de adoptar o no la división entre casos fáciles y difíciles. Es importante tener en cuenta que aunque la decisión jurídica incluya de manera necesaria el proceso inferencial, como búsqueda de la respuesta correcta dentro de un sistema de premisas, aquélla no es co-extensiva de ésta y demanda una justificación vinculada con los elementos propios de la toma de decisión bajo incertidumbre45. A esto cabe adicionar que el marco básico para el razonamiento jurídico es el sistema de normas, cuyos rasgos particulares van a influir en los métodos que se tomen para la elaboración y justificación de la inferencia. Tales peculiaridades se refieren a la coherencia, extensión y tipo de orden que caracteriza a dicho sistema normativo. Por otra parte, el concepto de solución única puede ser de gran utilidad en el campo inferencial pues ayuda a eliminar las soluciones que son incoherentes con las premisas y reglas de derivación aceptadas. Pero ello supone un acuerdo previo acerca de éstas que no siempre se observa en la realidad, 43 Cfr. Manuel Atienza, op. cit., p. 58. Ibídem, pp. 58/59. 45 Cfr. Julia Barragán, op. cit., p. 63. 44 19 GUSTAVO CALVINHO constituyendo esta faceta una crítica a quienes apoyan la idea de solución única46. Encuadramos, pues, la relevancia de la aplicación de las inferencias lógicas en la estructura de construcción de decisiones judiciales en el ámbito de las denominadas ―siguiendo a Wróblewski― justificación interna ―también conocidas como justificación de primer nivel―. El modelo clásico de justificación interna, según el escandinavo Aulis Aarnio, es el llamado silogismo aristotélico ―modus ponens―. La primera premisa consiste en la base normativa de la decisión ―premisa normativa―, mientras que la segunda describe el hecho del caso ―premisa fáctica―. La forma lógica de la inferencia garantiza que la conclusión, la decisión normativa, se siga de las premisas47. Los estudios sobre las inferencias lógicas que se aplican en las decisiones judiciales en abrumadora mayoría se limitan al tratamiento del método deductivo, mientras que en menor cantidad otros centran su dedicación a la inducción. Así, el profesor de derecho de la Universidad de Munich, Arthur Kaufmann desliza que Eike de Savigny y algunos otros son de opinión que sólo un severo proceso deductivo asegura racionalidad y en él se llega también a fundamentaciones jurídicas. Completamente diferente es, en cambio, Christoph V. Mettenheim, que únicamente ve garantizada la racionalidad del derecho mediante un método inductivo48. 46 V. Julia Barragán, op. cit., pp. 64/65. Cfr. La tesis de la única respuesta correcta y el principio regulativo del razonamiento jurídico. Trad. de Josep Aguiló Regla, Doxa – Cuadernos de filosofía del derecho N° 8, 1990, p. 28. Edición digital consultada el día 19 de marzo de 2007 en el sitio: http://www.cervantesvirtual.com/portal/DOXA/cuadernos.sht. 48 Cfr. La filosofía del derecho en la posmodernidad, 2ª Edición. Ed. Temis, Bogotá, 1998, p. 21. 47 20 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS Si bien la contemplación de la abducción y de la analogía no forma parte de los capítulos y ensayos jurídicos que repasan y examinan en particular la actividad inferencial en el proceso de construcción de la sentencia, aparecen atisbos de tratamiento en trabajos de temática más abarcativa que surgen de la pluma de algunos filósofos. Una cierta síntesis ―asegura Kaufmann49― ofrece Claus Lüdenrssen, cuando en adhesión a Charles S. Peirce, fuera de la deducción y la inducción, invoca todavía la abducción y a través de la conexión de la filosofía analítica y dialéctica, aspira a llegar a una practicable “teoría del valor empírica”. También destaca Kaufmann que no muy distinto a la invocación de la abducción, pero no lo mismo, se plantea en su intento de aclarar el proceso del hallazgo jurídico a partir de momentos deductivos, inductivos y analógicos50. Sin dudas, entendemos que cabe reconocer la participación de la lógica en el desarrollo del procedimiento que desemboca en la parte dispositiva de un pronunciamiento judicial51. Observamos que el papel de la lógica en el derecho ―siguiendo a Carlos Alchourrón― ha sido a veces sobrestimado y a veces 49 Cfr. op. cit., pp. 21/22. Ibídem, p. 21, nota 2. 51 Pese a la obviedad de nuestra conclusión, señala Atienza ―op. cit., pp. 52/53― que ciertos teóricos consideran que las decisiones judiciales no pueden ser justificadas, en cuanto que los jueces o los jurados, toman esas decisiones en forma irracional o arracional; la motivación de las sentencias no sería más que una racionalización de una operación que no obedece en absoluto al esquema de la lógica, al silogismo judicial. Quienes sostienen esto último, se dice, estarían confundiendo el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. 50 21 GUSTAVO CALVINHO subestimado52. Hay diversas razones que pueden explicar estas equivocaciones. Una deriva de la idea de que la lógica se ocupa de las leyes del pensamiento y su propósito es describir y guiar el modo en que la gente argumenta sobre distintos tópicos. Desde esta perspectiva ―señala― la función de la lógica en el derecho consistiría en la descripción de diferentes formas de argumentación desarrolladas para justificar posturas jurídicas a fin de descubrir cómo perfeccionarlas. Ésta sería una tarea maravillosa, pero desafortunadamente la lógica no es capaz de llevarla a cabo. La lógica no puede decirnos cómo mejorar nuestras habilidades argumentativas. Sólo puede mostrar si nuestras conclusiones se fundan en las premisas usadas en nuestros razonamientos. Más adelante el autor citado subraya que desde el punto de vista metateórico la lógica puede ser usada para evaluar la consistencia y la completitud de un sistema jurídico, pese a que no puede brindarnos ninguna ayuda para superar las inconsistencias o las lagunas que puedan encontrarse en él. En la historia de la ciencia, la lógica se halla intrínsecamente conectada con uno de los ideales que caracterizan el pensamiento científico occidental: la organización deductiva o axiomática de un campo de investigación53. Como manifestáramos, puede aceptarse ―junto a Manuel Atienza― que el razonamiento jurídico es justificativo y que eso no le resta importancia en ciertos supuestos a las razones explicativas. 52 Recordemos que con el surgimiento de la teoría de la argumentación jurídica, autores como Theodor Viehweg, Chaim Perelman y Toulmin soslayaron la utilidad de la lógica. 53 Cfr. Carlos Alchourrón: Sobre derecho y lógica, trad. por Jorge L. Rodríguez con la colaboración de Sergio A. Militello, publicado en Isonomía - Revista de teoría y filosofía del derecho N° 13, Octubre de 2000, p. 11. Edición digital consultada el día 12/2/07 en www.cervantesvirtual.com/portal/DOXA/isonomia.shtml 22 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS Así, motivar una sentencia significa ofrecer una justificación ―no una explicación― de lo decidido; de allí que esa justificación puede hacerse a partir de un esquema: el silogismo judicial. Si entendemos que justificar una decisión quiere decir dar razones que la hagan aparecer como correcta o aceptable, este resultado puede lograrse por diversos modos. Atienza expone que una decisión puede entenderse justificada de tres maneras: apelando a la autoridad, al procedimiento o al contenido, o mediante alguna combinación de esos tres elementos ―lo que brinda mayores posibilidades de control y discusión―54. Según apuntamos, la lógica ―la lógica deductiva― proporciona un criterio muy importante para controlar la corrección de nuestros argumentos en cualquier empresa racional de que se trate, incluida, por supuesto, la del derecho. Pero fuera de ciertas excepciones ―algunas partes de la matemática y la propia lógica― no son criterios suficientes55. Si nos preguntamos acerca de qué tipo de justificación puede considerarse suficiente para una toma de decisión bajo incertidumbre cuando se procura maximizar la certeza legal, en el caso de la justificación interna de la inferencia, la coherencia representa un ámbito suficiente para evaluar el razonamiento. Pero en el supuesto de la decisión no es suficiente, pues su objeto es transformar un mundo previo en otro posterior que se modifica por efecto de esa decisión. En este proceso, la coherencia lograda en la inferencia jurídica juega un papel necesario pero no suficiente para la justificación de la decisión, ya que en ésta la base argumental es mucho más amplia, incluyendo datos de origen empírico, valorativo, político, ético, etcétera. El hecho de que la decisión jurídica sea interactiva, transformadora del mundo y de base poliargumental hace que su 54 55 Cfr. op. cit., pp. 35/37. Ibídem, p. 44. 23 GUSTAVO CALVINHO justificación esté internamente ligada con el proceso de construcción de la decisión. Esto equivale a decir que no es posible producir una justificación aceptable de una decisión que ya ha sido construida con anterioridad, si en ella no se han respetado los procedimientos que la legitiman56. Lo dicho refuerza la relevancia que el examen del componente inferencial lógico y de los pasos que se van siguiendo a fin de construir la decisión jurídica significa a efectos de evaluar su soporte de justificación57. 56 Cfr. Julia Barragán, op. cit., p. 66. Rescatando otra postura y al sostener el carácter aproximado del razonamiento judicial, Tecla Mazzarese ―profesora de la Universidad de Brescia― entiende que ello estimula la adopción ―si no la experimentación de nuevas formas― de cálculos de lógica fuzzy o lógica del razonamiento aproximado. Es decir, de cálculos capaces de dar cuenta de formas de razonamiento y/o de argumentación que, como las formas de razonamiento y/o argumentación judicial, no pueden ser sino aproximadas porque tienen como objeto datos que no pueden sino ser indeterminados. Continúa expresando que la lógica fuzzy tiene rasgos muy poco tranquilizadores para cualquier jurista ligado a una concepción tradicional del dogma de la certeza del derecho. Además tiene características incluso sospechosas para cualquier lógico hostil a cálculos que, como los de la lógica fuzzy, son no de una extensión de la lógica clásica, sino expresión de una de las ya numerosas lógicas divergentes. Zadeh, el fundador de la lógica fuzzy, dice que es una lógica del razonamiento aproximado. En cuanto tal, son sus rasgos distintivos: 1) Valores de verdad fuzzy, expresados en términos lingüísticos, como: verdadero, del todo verdadero, más o menos verdadero, bastante verdadero, no verdadero, falso, no del todo verdadero y no del todo falso, etc. 2) Tablas de verdad imprecisas. 3) Reglas de inferencia cuya validez es más aproximada que exacta. Termina Mazzarese reconociendo que esta caracterización de Zadeh es quizá inquietante para quien, tanto en el ámbito jurídico como en el ámbito lógicofilosófico, ve en los cánones y en los principios de la lógica clásica los únicos parámetros de racionalidad y de corrección de cualquier forma de razonamiento, incluido el razonamiento judicial. Y si bien la caracterización resulta inquietante, a la vez es idónea para proporcionar un modelo explicativo del razonamiento judicial que permite dar cuenta de sus muchas aproximaciones, de sus continuos ajustes, de la pluralidad de variables que intervienen para condicionarlo y para informarlo en su ensamblaje y articulación. Más allá de cierta curiosidad que pueden despertar estas ideas, no es necesario profundizar en su análisis para advertir el peligro que encierra su aplicación a ultranza y cómo colaborarían para ahondar la crisis estructural en que están sumergidos muchos de los sistemas de justicia de Latinoamérica, donde la ausencia de seguridad jurídica pone en jaque a la sociedad. V. Razonamiento judicial y derechos fundamentales. Observaciones lógicas y epistemológicas. Trad. de Juan Ruiz Manero. Doxa – Cuadernos de filosofía del derecho N° 26, 2003, pp. 712/713. 57 24 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS Nos parece indudable que el aspecto lógico integra la actividad de sentenciar como un elemento que debe ubicarse en su justa medida: ni es el único y el más importante ―pues decidir no es sólo cuestión de lógica58―, ni puede desconocerse su utilidad, ya que siempre se aplica59: sin ella no hay justificación racional posible. Si bien la lógica no produce una decisión, puede producir las razones sobre las que se apoya, sin perjuicio que puede emplearse como método para controlar la toma de decisiones. Sintetizando nuestra opinión en relación a la obtención cognoscitiva y a la aplicación inferencial: quien resuelve un litigio no sólo obtiene conocimientos de diversos modos ―bien valen la intuición, la tradición, la reflexión o la ciencia― sino que además puede combinar en el aspecto lógico-inferencial cuatro operaciones distintas: inducción, deducción, analogía y abducción60. Edición digital consultada el día 19 de marzo de 2007 en el sitio: http://www.cervantesvirtual.com/portal/DOXA/cuadernos.shtml 58 Salvo, como veremos, algún aislado “caso fácil”. 59 Manuel Atienza, en una conferencia dada en el año de 1992 bajo el título “¿Qué puede hacer la teoría por la práctica judicial?”, dejó en claro que este tipo de justificación interna o de primer nivel es siempre necesaria. Y ésta es la parte de razón que tienen los autores como Beccaria o Montesquieu a los que suele tacharse de “mecanicistas”. 60 Las explicaciones acerca de la aplicación y combinación en el aspecto lógicoinferencial de las cuatro operaciones aludidas exceden el marco de este trabajo y serán objeto de otro ensayo que estamos elaborando junto al procesalista uruguayo Gabriel Valentín. 25 GUSTAVO CALVINHO 4.3. Explicación y justificación de la decisión Coincidiendo con la opinión vertida por Hugo Alsina en relación a la decisión ―que en su obra es tratada como una de las formalidades intrínsecas de la sentencia definitiva―, es en esta parte, llamada dispositiva, donde el juez pronuncia su fallo y es ella la que produce los efectos de cosa juzgada61. Desde el punto de vista lingüístico, podemos considerarlo ―en sintonía con la denominación que acuñara el filósofo del lenguaje ordinario John Austin― una expresión o enunciado realizativo ―performative utterance―62. Cabe, pues, distinguir claramente entre decidir ―por un lado― y explicar o justificar una decisión por el otro. Explicar y justificar la decisión ―que no es lo mismo― se ciñen desde el ángulo del lenguaje a los enunciados normativos. Repasando lo dicho, recordemos que decidir es la implicancia de juzgar. A su vez, explicar lo decidido ―nos referimos a las razones explicativas― no es otra cosa que mostrar las razones o causas que hacen ver aquella decisión como su efecto. Tratan de dar cuenta de por qué se tomó una determinada decisión ―cuál fue la causa que la motivó― y 61 Cfr. op. cit., t. IV, p. 88. Según Austin, se trata de expresiones que al pronunciarse bajo ciertas circunstancias, conllevan una acción que no debe confundirse con la acción de pronunciarlas. Con ello critica a la presuposición obstinada de que sólo tienen interés teórico los enunciados descriptivos, tildando tal actitud de “falacia descriptiva”. Una muy buena recopilación de su pensamiento, a cargo de J. O. Urmson ―dado que su obra escrita no es muy extensa― puede consultarse en Cómo hacer cosas con palabras. Trad. por Genaro Carrió y Eduardo Rabossi. Ed. Paidós Ibérica, Barcelona. 1ª ed., 1971; 5ª reimpresión, 1998. 62 26 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS qué finalidad perseguía: a diferencia de los hechos naturales, las acciones humanas, las acciones intencionales como decidir, presuponen fines63. En cambio, las razones justificativas se orientan a mostrar los fundamentos que hacen ver a la decisión como aceptable o correcta siempre y cuando se hayan respetado los procedimientos que la legitiman. La distinción entre explicación y justificación, entre razonamientos explicativos ―de corte teórico― y justificativos ―de tinte práctico― es de gran relevancia, aunque explicar y justificar son operaciones que en reiteradas ocasiones se entrecruzan: muchas veces la justificación ayuda a la explicación de la decisión y, paralelamente, la explicación misma esclarece la tarea de justificación64. Si bien tanto al explicar como al justificar una decisión la esencia misma es dar razones, no podemos concebir ―aceptar― que se nos expliquen las razones de una resolución injustificable. De allí que en un Estado de derecho sea una obligación justificar una sentencia y facultativo explicarla. Si relacionamos el componente lógico con el justificativo, debemos traer a colación las opiniones que distinguen la motivación de la decisión según comprenda casos fáciles o difíciles. Estamos ante un caso sencillo cuando no existen problemas ni con la premisa normativa ni con la fáctica. Entonces, justificar significa simplemente construir un silogismo: basta una justificación interna o de primer nivel. En cambio, en un caso difícil ―o sea, existen inconvenientes para fijar la premisa normativa, la premisa fáctica, o 63 64 Conf. Manuel Atienza, op. cit., p. 32. Ibídem, p. 33. 27 GUSTAVO CALVINHO ambas― se debe sumar un segundo tipo de justificación: la justificación externa o de segundo nivel. De tal forma, el rol de la inferencia lógica aparece acotado, asumiendo el protagonismo la argumentación jurídica. La argumentación jurídica puede entenderse como un encadenamiento de proposiciones que se elabora de manera tal que a partir de sus premisas se arriba consiguientemente a una conclusión. Esto puede ser integrado en un esquema más amplio, que consiste en ver la argumentación como un acto de lenguaje complejo que cabe realizar una vez concluido un debate dialéctico ―que se desarrolla en el proceso judicial―, pasando a ser un sostén a favor o en contra de cierta posición. Este panorama se distingue de la inferencia deductiva pues cuenta con un carácter no sólo subjetivo, sino además más débil. La razón práctica ―es decir, los criterios que deben añadirse a los lógicos y que ha sido objeto de difundidos estudios de Mc Cormick y Alexy― apuntala la verificación de la corrección del criterio de justificación externa o de segundo nivel. Concluimos de esta manera que motivar una sentencia no es otra cosa que justificarla, hacerla aceptable. Pero, ya expresamos, no se puede justificar recurriendo a cualquier argumento. El dilema es establecer cuándo un argumento es aceptable y cuándo no lo es65. Ingresamos de esta manera a la cuestión axiológica que se plantea en los casos difíciles o, siguiendo palabras de Alf Ross, en aquellos donde existe “superposición de reglas”, lo que confiere gran libertad al juez pues ello le ofrece una amplia posibilidad para justificar el resultado deseado66. 65 Aulis Aarnio ―op. cit., p. 38― avala lo expuesto indicando que la aceptabilidad como meta del razonamiento jurídico es suficiente para los seres humanos. 66 Sobre el derecho y la justicia. 2ª edición. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1997, p. 189. 28 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS Somos conscientes que la discusión sobre esta cuestión axiológica puede ser eterna. O al menos perdurar hasta tanto se produzca entre los juristas un acuerdo total sobre las premisas desde las cuales se partirá. Lo que equivale desde un punto de vista real y práctico a algo remoto. Por el momento, debemos resignarnos a exponer nuestras ideas, que no difieren de aquellas que se sustentan en la obediencia al orden jurídico preestablecido a fin de mantener la paz social en un marco de seguridad. Por lo tanto, cuando se presenta un conflicto de valores donde se debe optar por uno o algunos en detrimento de otro u otros, estimamos que la respuesta debe buscarse en la Constitución67. 5. DECISIÓN Y DECISIONISMO Finalmente presentaremos brevemente lo que acontece cuando el juez no respeta el proceso de debate o el procedimiento y estructura de construcción de la sentencia o ninguno de ellos. Lo que nos conduce a repensar las tesituras que puede adoptar quien resuelve el caso. En sintonía con la idea que juzgar implica decidir ―a la que adhiere Atienza―, tanto Aarnio como Julia Barragán68 consideran al juez como un decisor racional que bajo condiciones de incertidumbre procura maximizar la certidumbre legal69. 67 Y en su defecto, en las normas a que la Constitución nacional direcciona. V. Julia Barragán, op. cit., p. 65. 69 A lo que debe sumarse ―v. ibídem, p. 66― que en el caso particular del decisor jurídico, el valor social a maximizar sería el de la certidumbre legal: meta que como es natural, se logra reduciendo la incertidumbre. Asimismo, resulta claro que esta 68 29 GUSTAVO CALVINHO Atrás quedaron los tiempos donde se aceptaba la expresión non liquet que emitía el juzgador cuando no asomaba la claridad necesaria para resolver la cuestión70. Ulteriormente, razones más bien ligadas a la paz social y a la seguridad jurídica impusieron desde el ordenamiento legal ―incluso haciendo gala de ciertas ficciones― la obligación del sentenciante de pronunciarse en todos los casos. La pretensión se acoge o se rechaza, en ambos casos total o parcialmente. Recordemos nuestro punto de partida: el juzgamiento se produce una vez transitado y agotado un proceso. Proceso es un método de debate dialéctico que partes antagónicas pero en pie de igualdad despliegan ante un tercero imparcial, impartial e independiente con el objetivo que éste dicte una sentencia que ponga fin al litigio. La decisión que la autoridad toma en este proceso tiene una particularidad: llegado el caso puede ser impuesta a la parte perdidosa que intervino en aquél. O sea, no se trata de una simple decisión ―o mera selección entre alternativas― sino de una que debe cumplirse aún sustituyendo una voluntad con el uso de la fuerza legítima. decisión se escenifica en el terreno de la interacción social, razón por la cual deberá confrontar todos los problemas que caracterizan este tipo especial de decisión. 70 El juez no puede dejar de fallar por insuficiencia u oscuridad de la ley y su decisión debe ser expresa, porque nuestro procedimiento no admite la absolución de instancia. Antiguamente, además de la absolución de la demanda, se conocía la absolución de la instancia, no de la reclamación que se hacía al demandado o de la cosa que se le pedía, sino tan sólo del juicio o procedimiento seguido. Esto se verificaba cuando no aparecían méritos bastantes de las pruebas practicadas para condenarle ni absolverle libremente y no obstante arrojaban los autos lo necesario para persuadirse el juez de la justicia o de la injusticia de las reclamaciones o defensas, aunque no por un pleno convencimiento. En estos casos podía el demandante entablar un nuevo pleito, si había encontrado nuevas pruebas en que fundar su acción ―rectius, pretensión―. V. Alsina, op. cit., tomo IV, pp. 88/89. 30 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS Por consiguiente, este tipo de decisiones no puede ser escindida de la idea de poder: juzgar implica decidir y decidir ―a su vez― implica ejercer un poder. Siguiendo lo expresado por Manuel Atienza en una ya citada conferencia dictada en el año de 1992, el poder que ejerce el juez tiene caracteres especiales por la incidencia de tres factores. El primero es que, a diferencia del poder del legislador, del negociador o del científico, el juez tiene las alternativas de acción previamente determinadas. El segundo factor pone de manifiesto que tampoco es libre para elegir una de las alternativas entre dos o más que pueden presentársele, pues debe hacerlo en forma regular, es decir siguiendo pautas previamente establecidas. Y en tercer lugar, el juez debe dar las razones de por qué ha decidido en cierta forma: debe motivar sus decisiones. Si bien el legislador también lo hace en la exposición de motivos de las leyes, esta operación es menos importante que la de motivar las sentencias pues en un Estado de derecho ―concluía Atienza― el legislador está legitimado por haber sido elegido directa o indirectamente, pero no así el juez que sólo puede legitimar su poder a través del ejercicio adecuado del mismo71. Surgen de lo anterior las características del poder del juez en el marco de un Estado de derecho: se trata de un poder no sólo limitado, sino además controlado. 71 Debemos advertir que hay casos de jueces elegidos por el voto popular, como ocurre en los EE.UU. con los jueces estaduales, que permanecen seis años en sus cargos. 31 GUSTAVO CALVINHO De allí que el poder que ejercen los jueces en sus decisiones debe necesariamente encuadrarse dentro de los límites prefijados y someterse a controles, en ambos casos predispuestos por el ordenamiento normativo. Sin embargo, algunos magistrados evidencian una tendencia a dejar de lado esos límites y controles, mostrando una inclinación a no respetar el ordenamiento normativo. Es por ello que aparecen numerosos casos de jueces que en vez de decidir, practican el decisionismo. El decisionismo judicial incurre en el despropósito de pensar que juzgar es únicamente una cuestión de voluntad y no de razón. El decisionista niega los aspectos cognoscitivos, niega lo preexistente, lo predecible a que debe someterse. La operación consistente en decidir de acuerdo con las normas y en justificar o motivar sus resoluciones no la considera una operación racional. Al referirse al decisionismo judicial y al juez como normador, el profesor Adolfo Alvarado Velloso72 indica que en los últimos años, al socaire de una afirmada defensa de la Constitución, algunos jueces con vocación de protagonismo mediático han comenzado a intervenir en toda suerte de asuntos, propios de la competencia constitucional exclusiva de otros poderes del Estado, interfiriendo con ello en la tarea de gobernar. Y, de tal forma, han abandonado el juicioso acatamiento de la ley para entrar al campo del cogobierno y, aún más, ingresando a un terreno muy peligroso: el de una suerte de increíble desgobierno, ya imposible de controlar. 72 Cfr. El debido proceso de la garantía constitucional. Ed. Zeus, Rosario, 2003, pp. 220/221. 32 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS De este modo ―sigue su explicación― y porque quienes así actúan sostienen que lo hacen por elemental solidaridad con el más débil, con el mal defendido, con el más pobre, con el que tiene la razón pero no alcanza a demostrarla, etcétera, se generó el movimiento que se conoce doctrinalmente con la denominación de solidarismo y que, porque se practica aun a pesar de la ley, decidiendo lo que algún juez quiere a su exclusiva voluntad, también se llama decisionismo. Añade que quien así actúa no cumple una tarea propiamente judicial, en razón que con ello no se resuelven conflictos intersubjetivos de intereses, que es la esencia de la tarea de otorgar justicia conmutativa. Antes bien, practica justicia distributiva sin tener los elementos para poder hacerlo: en primer lugar, la legitimidad de la elección por los votos del pueblo; luego presupuesto adecuado, conocimiento de la realidad general y del impacto que causará en la sociedad el dar a unos lo que las circunstancias de la vida niegan a otros. Finalmente deja en claro el voluntarismo del que se vale el decisionismo, pues destaca que la denominación “decisionista” encuentra su origen en el deseo de resolver algo a todo trance que muestra el juez y que está basado en su propia voluntad aunque, a veces, el resultado así obtenido repugne al orden jurídico73. Esta tendencia decisionista que actualmente crece en varios países, sobre todo de la región, conduce en muchos casos a que los jueces en vez de ejercer el poder, lo ostenten primero y lo detenten después. Y por consiguiente, casi sin advertirlo, dejan de juzgar para pasar a sojuzgar. 73 Ibídem, p. 220, nota 39. 33 GUSTAVO CALVINHO De esta manera consideramos de vital trascendencia remarcar la necesidad de respetar el método para arribar a la meta. Que las decisiones judiciales sean el objetivo de un proceso y el fruto del ordenamiento jurídico ajustándose a los procedimientos de construcción prefijados para su dictado. 6. CONCLUSIÓN Atendiendo el esquema que presenta un Estado de derecho moderno, observamos que la judicatura ha sido llamada a desplegar un rol vital. Pero tal circunstancia no la habilita a quedar al margen de los controles y limitaciones atinentes al poder que ejerce. Las motivaciones de las sentencias posibilitan el control de los actos que realizan los jueces, a la vez que legitiman su poder y protegen a los miembros de la sociedad de arbitrariedades. Importa, pues, el análisis de la argumentación como expresión de aquéllas. Empero, para construir una resolución, es necesario que el decisor transite un camino que muestra una estructura particular integrada con elementos y matices algo distintos a los hallables en otras aplicaciones del razonamiento jurídico. Este esquema presenta componentes de obtención cognoscitiva, de aplicación inferencial, de explicación y de justificación decisoria. 34 EL MARCO ESTRUCTURAL PARA CONSTRUIR Y MOTIVAR SENTENCIAS De esta forma se exterioriza el razonamiento que ha seguido el decisor jurídico para justificar su inclinación por una determinada manera de resolver el litigio. Resolución que debe llegar una vez concluido un debate previo entre partes actuantes en pie de igualdad cuyo medio idóneo es el proceso establecido constitucionalmente como continente de sus garantías. BIBLIOGRAFÍA AARNIO, AULIS: ―La tesis de la única respuesta correcta y el principio regulativo del razonamiento jurídico. Trad. de Josep Aguiló Regla, Doxa – Cuadernos de filosofía del derecho N° 8, 1990. 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