La pregunta más tonta es la que no se hace Lic. Vivian Saade El arte y la ciencia de hacer preguntas es la fuente de todo el conocimiento Thomas Berger La edad de las preguntas en los niños pequeños suele ser difícil ya que no siempre las formulan en el momento adecuado y a veces incluso nos toma por sorpresa su contenido. Sin embargo, un niño que pregunta es un niño sano; son tantas las interrogantes que empiezan a tener cuando descubren que ellos son un ente independiente del resto del mundo, que quieren entender todo en cada contestación. Necesitan respuestas especialmente de los padres ya que son su principal guía, y de ellos dependerá si esta inquietud prevalece o termina satisfecha. Cuestionarse es la manera natural de ir conociendo el mundo. Las preguntas son, por así decirlo, las ventanas por las cuales se asoman a todo lo que habita fuera de ellos. De pequeños, los niños descubren el mundo por medio de la manipulación de objetos; después desplazándose cada vez más lejos de los padres (gateando y caminando); y más tarde, con la adquisición del lenguaje, lo hacen en forma de preguntas. Es en estos momentos en los que nos damos cuenta de que su espíritu investigador empieza a florecer y a veces sólo preguntan por preguntar, sin prestar mucha atención a las respuestas o, por el contrario, hacen la misma pregunta una y otra vez, ya que esto capta la atención en torno a ellos. El empeño de los adultos por responder a los pequeños hace que se sientan importantes y queridos, además de darles seguridad y reforzar su autoestima con el entendimiento de que los respetan y de que merecen ser escuchados. Repetir es su forma de aprender, y es por la misma razón que nunca se cansan de ver la misma película o escuchar diez veces seguidas la misma canción. Muchos padres se quejan de que no tienen buena comunicación con sus hijos adolescentes creyendo que ésta empezará a darse a esa edad, cuando la realidad es que todo se siembra desde que los hijos son pequeños. Es ahí donde se empieza a vivir la dinámica familiar que generalmente prevalece. Por muy absurdas, difíciles, obvias, inoportunas, insistentes o redundantes que parezcan las preguntas de los menores, los padres jamás deben olvidar que son verdaderos tesoros. Hay que animarlos a preguntar y darles respuestas, fomentar su capacidad de razonar y que esto los motive a descubrir, a no temer a lo desconocido, a tener una perspectiva crítica y constructiva de la vida. A veces a los padres les resulta incómodo responder preguntas referentes al sexo, a la muerte o a creencias religiosas, no encuentran las palabras adecuadas y no saben hasta qué punto llegar con los pequeños; sin embargo, la sana y natural curiosidad de los niños debe ser satisfecha con una respuesta enriquecedora, que a cierta edad no requiere de detalles ni de tantas explicaciones. 1 Los niños no quieren escuchar conferencias de física ni de biología, les basta con una explicación sencilla que puedan asimilar con su pensamiento, que a la edad de 2 a 6 años aún va de la ilusión a la realidad. Sin embargo, cuando un niño insiste en su inquietud puede ser porque los padres no han sido lo suficientemente claros en sus respuestas anteriores, o bien, porque quiere saber más de ese tema específico y está listo para una explicación un poco más compleja. En cuanto a los temas que nos cueste trabajo abordar (sexo, religión, etc.), es mejor hablar con mucha naturalidad. Por ejemplo, llamar a cada parte del cuerpo por su nombre, apoyarse de libros o material adecuado a su edad e ir incorporando los temas a las conversaciones cotidianas. Hay tres cosas que los padres jamás deben hacer sentir al niño: Que ha dicho algo malo Que están perturbados ante su pregunta Que existen ciertos temas “prohibidos” de los cuales es mejor no hablar Todo esto hace que el niño se sienta inseguro o crezca con prejuicios ante algunos temas, por eso es mejor tomar todas sus inquietudes de manera positiva. No es conveniente dejar las explicaciones para después: si se cree que no es el momento indicado para seguir contestando los cuestionamientos o que los niños ya están muy cansados, es mejor darles una respuesta corta y decirle "nuestra plática está muy interesante, pero vamos a dejarla pendiente para mañana". Puede ser que el niño no siempre entienda las respuestas que se le dan, o que luego de esforzarnos en encontrar una explicación casi perfecta apenas la escuche y se vaya a jugar. Pero eso no es lo primordial, lo que importa es que él o ella sepa que todas las preguntas tienen una respuesta y que para encontrarlas, siempre contarán con el apoyo de sus padres. 2