COMO DAR TESTIMONIO CON NUESTRA VIDA Asunto Tema Texto : : : La conducta cristiana El testimonio cristiano 1ª Pedro 3. 15 Introducción La gente piensa que lo que dice este antiguo adagio cuando se trata del evangelio de Cristo. Aunque son poderosas las palabras, que son el medio que Dios ha escogido para comunicar las buenas nuevas, estas palabras adquieren mayor poder cuando son respaldadas por una vida que ejemplifica esa verdad. En la mente de muchos fuera de la iglesia pueden parecer vanas las palabras. Para ellos es fácil evitar el mensaje cristiano ignorando el púlpito, permaneciendo alejado de la iglesia y haciendo caso omiso a los programas cristianos en la radio y la televisión. Ellos han oído suficientes palabras. Ellos anhelan ver una demostración viva. En este estudio examinaremos tres formas de ofrecer esta prueba. Cada una tiene que ver con algún aspecto de la vida santa. Antes que nuestras palabras puedan dar un testimonio poderoso, primero tiene que mostrarse el evangelio en nuestra forma de vivir. Nuestro testimonio de Cristo se fortalece al vivir una vida en santidad. Desarrollo I.- El carácter piadoso a. Desarrollo del carácter piadoso (Santiago 1. 2-5) ¿Qué significa la palabra testimonio? El diccionario define el testimonio como “una certificación de primera mano de un hecho: evidencia”. Si aplicamos esa definición a la vida cristiana, podemos considerar nuestro “testimonio” como evidencia de la verdad del evangelio de Jesús. Debemos considerar si nuestra personalidad sirve para apoyar o desmentir la declaración de nuestro testimonio. Por increíble que parezca, el carácter piadoso surge de nuestra reacción ante la adversidad. En primer lugar, debemos reaccionar ante la dificultad con una perspectiva adecuada. Nuestra reacción debe ser de gozo, no refunfuños y de queja (v.2). Esto será posible cuando veamos nuestras dificultades no como problemas sino como pruebas. Con esta idea en mente, nuestra meta no será superar la dificultad, sino pasar la aprueba. Una perspectiva correcta de la adversidad comprende que la oscura nube del problema oculta un resplandor plateado. Santiago 1. 3-4 lo describe desde el punto de vista de un proceso mediante el cual se añade una virtud a otra hasta que respondemos adecuadamente ante la adversidad. Las dificultades prueban nuestra fe y, a su vez, la fe que ha sido probada desarrolla paciencia o perseverancia. Esta paciencia es una alegre determinación que nos lleva a través de los momentos de adversidad. La paciencia, a su vez, nos lleva a un lugar de satisfacción y madurez en nuestro desarrollo espiritual. Además de acercarnos a la prueba correctamente y entender los beneficios de la dificultad, también debemos soportar las pruebas de forma sabia. En vez de actuar precipitadamente o responder frenéticamente, podemos pedir a Dios sabiduría para enfrentar la adversidad (v.5). Reaccionaremos en forma positiva ante las dificultades cuando nos enfrentemos a ellas con una buena dosis de sabiduría divina. b. Muestra del carácter piadoso (Santiago 1. 19-26) El carácter piadoso se manifiesta de inmediato en nuestra relación con los incrédulos. Este es un punto esencial del evangelismo. Mostramos un carácter piadoso cuando somos más prontos para oír que para hablar, y lentos para manifestar ira (v. 19). Ambas prácticas son necesarias al tratar con inconversos. A menudo las personas con las que tratamos en la tarea evangelistica están lastimadas y necesitan un oído atento pero cuando parece que un creyente está más preocupado por “cumplir su deber” al comunicar el evangelio a un inconverso que por escucharlo, es probable que el inconverso rechace el evangelio. Los inconversos pueden presentar objeciones a nuestro testimonio parea desviar la conversación de los temas que los hacen sentir culpables. Si un creyente es propenso a discutir airadamente como reacción a las objeciones, es posible que el inconverso le niegue a ese creyente otra oportunidad de predicarle el evangelio. La ira nunca revela un carácter piadoso (v.20). También mostramos un carácter piadoso cuando quitamos de nuestra vida cualquier cosa que tenga que ver con la inmoralidad. Lograr esto depende de algunas sencillas pero poderosas acciones descritas en el resto de este pasaje: Reciba la Palabra (v.21). El carácter piadoso crece desde el interior y comienza al sembrar la Palabra de Dios en nuestro corazón. Practique la Palabra (v. 22). El testigo que no practica lo que proclama va directo al fracaso. Responda a la Palabra (vv.23,24). La Palabra de Dios debe producir cambios en nosotros cuando la aplicamos a nuestra vida y buscamos formas de cumplir sus instrucciones. Permanezca en la Palabra (v.25). Debemos estimar el tiempo que dedicamos a la palabra como una cita diaria, una parte necesaria de cada día. La obediencia a Dios trae sus bendiciones a nuestra vida. Cuando hacemos de estas instrucciones nuestro patrón, nuestro “caminar” se corresponde con nuestro “hablar”. Nuestra personalidad no niega nuestro testimonio, sino que lo acentúa y enriquece, permitiéndonos convertirnos en ejemplos vivientes del poder y la valía del evangelio de Jesucristo. II.- La Conducta Cristiana a. Tome buenas decisiones (Romanos 6. 12,13) Nuestro comportamiento influye mucho en la eficacia de nuestro testimonio. Nuestra conducta respalda nuestro testimonio i lo niega. En Romanos 6. 12,13 podemos encontrar poderosos principios guías para ala conducta cristiana. El primer principio implica el rechazo a que reine el pecado en nuestra vida. En un sentido muy real, el pecado posee este tipo de autoridad sobre nosotros antes de nuestra salvación. Como resultado, le obedecimos “en sus apetitos” (v.12). Es decir, que escuchamos y prestamos atención a los sutiles susurros del pecado para cumplir los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa. Ahora que somos nuevas criaturas mediante la fe en Cristo (2ª Corintios 5.17), podemos y debemos rechazar los encantos del pecado y su tiranía. Al inicio de Romanos de Romanos 6.13 se acentúa y se repite esta orden. El rendirse implica una elección; es una decisión de entregarse obedientemente a alguien o a algo. Cuando estamos perdidos, cedemos continuamente al pecado mediante las elecciones que hacemos. Entregamos nuestros pies al pecado cunado optamos por participar en actividades pecaminosas e ir a lugares donde sabemos que seremos tentados a desagradar a Dios. Entregamos al pecado nuestros ojos cuando elegimos mirar cosas pecaminosas y malsanas. Nuestro rechazo al pecado debe corresponderse con nuestra obediencia a Dios. Lo logramos al tomar decisiones en cuanto a donde ir, qué ver y qué pensar. Pero no debe ser sencillamente una obediencia ciega. También debemos tener una actitud que agrade a Dios en todo lo que hacemos y somos. b. Déle la gloria a Dios (1ª Pedro 2.12) Cuando se trata de dar testimonio, nuestra conducta juega un papel fundamental. En realidad dejamos sin defensa a los inconversos y hacemos fallar sus ataques al cristianismo cuando vivimos correctamente. A los cristianos de la época de Pedro comúnmente se les interpretaba mal y se les calumniaba. Encontramos varios ejemplos de esto en el Nuevo Testamento. El método de Pedro para desactivar las críticas era sencillo: llevar una vida que no diera lugar a los ataques. El andar y el hablar deben corresponderse. Si representamos a Cristo con denuedo mediante el testimonio verbal, pero no somos ejemplos de esas mismas verdades en nuestra forma de vivir, minimizaremos el efecto de nuestro testimonio. En realidad, podemos incluso negarlo, dando pie a que nos vean como a simples religiosos hipócritas y rebajando el evangelio a nada más que a fábula religiosa. Llegará el tempo en que nuestra conducta cristiana hará que aun quienes nos acusaban le darán gloria a Dios. Hemos de recordar que, al llevar el nombre de “cristianos”, estamos obligados a vivir como Cristo vivió entre los hombres. III.- Conversación espiritual a. Instrucción amable (2ª Timoteo 2. 23-26) El evangelio eficaz puede depender no sólo de lo que se diga sino de cómo se diga. Los intentos de comunicar el evangelio de Cristo a los inconversos pueden rápidamente desatarse en lo que Pablo llamó “cuestiones necias e insensatas” (v. 23) que hacen más mal que bien. Podemos evitar esta trampa siguiendo el consejo de Pablo: Evite discutir (v.23). Aunque la persona contenciosa puede ganar discusiones, es poco probable que gane almas. Lo que puede comenzar como un simple desacuerdo sobe algún punto doctrinal o comprensión de la Biblia puede llegar a convertirse en una pelea. Como todos sabemos, en cualquier pelea ambas partes tienden concentrarse sólo en ganar. Lo mismo sucede cuando una oportunidad de dar testimonio degenera en una discusión: el cristiano daña su propia credibilidad, mientras que el inconverso se va con una creciente amargura hacia el evangelio. Sea amable al evangelizar. En el versículo 24, se sustituyó el método “contencioso” para el evangelismo con uno más amable, de enseñanza. Este método adopta una actitud paciente de dominio propio hacía quienes se nos oponen, con la esperanza de levantar un puente de amor que se extienda hacia el pecador. No debemos olvidar el punto de vista descrito en los versículos 25 y 26. mediante la instrucción amable podemos llevar a los pecadores de las tinieblas a la gloriosa luz del evangelio y a la libertad que lo acompaña. b. preparados para responder (1ª Pedro 3. 14-16) Pedro se ocupó de otra dificultad del evangelismo: el temor. El temor ha alejado a más de un testigo en potencia. El miedo común que hace que muchos de nosotros no participemos activamente en la comunión del testimonio de nuestra fe es el miedo al rechazo, que se manifiesta en diversas formas, desde la hiriente indiferencia a formas de rechazo más amenazantes. En 1ª de Pedro 3.14, Pedro recurrió a Isaías 8.12 para calmar los temores de los creyentes respecto al sufrimiento por hacer lo bueno: debemos temer a Dios en vez de a las personas. Pedro revela tres claves para vencer el temor inmanente de un encuentro evangelístico. Cada una de esas exhortaciones tiene que ver con el mismo tema de los otros pasajes examinados en este estudio: nuestra manera de vivir. 1. Consagración (v.15) Al santificarnos o apartarnos para Cristo en nuestro corazón, ganamos la victoria sobre el temor porque sabemos que estamos en una buena relación con Dios. No hay nada que nos puedan hacer para cambiar eso. Podemos decir como David: “Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida ¿De quién he de atemorizarme?” (Salmo 27. 1) 2. Preparación (v.15) La segunda clave es estar preparados para responder a las preguntas de los inconversos. La oportunidad de dar testimonio en respuesta a las preguntas de un inconverso acerca de la espiritualidad y la eternidad pudiera no ser tan extraña como pareciera al principio. Según Pedro, se produce por la esperanza o confianza que mostramos como creyentes en Jesucristo. Esta característica presenta una respuesta a la vida notablemente diferente de la de los incrédulos. 3. Comportamiento a conciencia (vv. 15-16). Cuando nuestro modo de vivir se caracteriza por “mansedumbre y reverencia” (v.15), confiamos en que Dios cambia la vida de aquellos a quienes comunicamos nuestra fe. Esa actitud ayuda mucho a disponer el corazón y la mente del incrédulo. La vida que refleja estas virtudes desactiva la oposición que de otro modo pudiera tener el inconverso hacia el testimonio de un cristiano. Conclusión El dar testimonio abarca mucho más que las palabras. Se apoya en el estilo de vida para su eficacia. En realidad, las presentaciones del evangelio de Cristo mejor planeadas e incluso mejor realizadas pueden fallar si el estilo de vida del que da testimonio no está de acuerdo con sus palabras. Esto debe llevarnos a ser sobrios, no a desalentarnos. Aunque no confiemos mucho en nuestras habilidades orales, podemos cobrar ánimo al entender que nuestra vida santa añade fuerza a nuestro testimonio. No se requiere ningún adiestramiento ni habilidad especial para llevar una vida de santidad, sólo un compromiso a vivir la verdad que se halla en las escrituras. Cuando lo hacemos, nuestra vida se convierte en una herramienta poderosa en las manos de Dios para evangelizar a los inconversos. Además del llamamiento de salvación a los inconversos, llame a los cristianos a consagrarse a la evangelización. Ore con ellos pidiendo oportunidades y denuedo. Después exhórtelos a que busquen el bautismo en el Espíritu Santo a fin de tener poder para dar testimonio.