Testimonio de la Hna. Carmen Sanromán sobre su experiencia en

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MI EXPERIENCIA EN CHILE
Al terminar el Magisterio en 1.948, ya tenía la Rvda Madre General pensado nuestro
destino, pero como estaban preparando una Fundación en Roma, me pusieron a estudiar
italiano. Entretanto llegó a Madrid un obispo chileno, Monseñor Munita pidiendo
religiosas para su diócesis, alegando que en Italia ya había muchas y en su país muy
pocas; y tanto insistía que nuestro gobierno general aceptó el cambio.
Yo fui destinada para la nueva fundación. El viaje lo hicimos en barco, el “Cabo de
Hornos”, que nos llevó hasta Río de Janeiro. Fueron 19 días sin ver nada más que agua
y cielo. La Madre Superiora lo pasó tan mal que el médico me informó del peligro que
corría su vida y con cariño me explicó cómo se haría su entierro (en el mar). Junto con
las dos hermanas Honorata Gª Esteban y Carmen Araujo Rivas oramos pidiendo al
Señor la salud y por la bondad de Dios llegó con vida a Bueno Aires.
Nuestro destino era un pueblo al sur de Chile, de la provincia de Llanguigüé.
Estuvimos ocho días en Buenos Aires y se repuso bastante.
Seguimos el viaje y la sorpresa fue muy grata pues al llegar a la frontera nos
esperaba con todo cariño el señor Obispo. Ocho días después llegamos a Maullín donde
nos recibieron con mucho cariño pero estaba todo sin preparar. Estuvimos ocho días con
una familia española y una vez organizado todo nos hicimos cargo de la escuela
parroquial el día de San José: 19 Marzo 1949. El material escolar estaba hecho una
pena, lo afrontamos con valentía y poco después el inspector decía que parecía nuevo.
Había un río que desembocaba en el mar y rodeaba completamente el pueblo, esto es
importante saberlo para cuando os hable de la experiencia del terremoto y lo que fue
peor, el maremoto que lo sucedió.
Poco a poco nos hicimos uno con ellos y fuimos hablándoles de Jesús y tratando de
ser testigos de su amor allí. Estando allá aconteció la muerte de mi padre, yo me enteré
un mes después, pero Dios consuela y el obispo, sabiendo la noticia, se acercó hasta
donde nosotras estábamos para decirme que él sería ahora mi padre…
Y voy a contaros una experiencia que todavía me impresiona cuando hablo de ella.
Estando allí sucedió el terremoto mayor que conoció Chile, fue terrible, pero lo peor fue
que al rato de suceder, cuando estábamos recuperándonos del susto, un militar a caballo
vino corriendo a decir que todos subiéramos a la montaña que el mar se iba a salir.
Parece ser que uno de los ancianos del pueblo recordaba que el mar ya se había salido
otra vez después de un terremoto y fue a avisar al alcalde. El alcalde escuchó al anciano
dándole crédito y mandó a los militares para que nos avisaran. Todos corrimos a lo alto
de la montaña y, efectivamente: al poco rato el mar literalmente se salió de su cauce. Se
llevó por delante toda una parte del pueblo (la contraria a nuestra casa) y rodeaba la
montaña. A mí me tuvieron rezando todo el tiempo, yo ya casi no podía seguir del
cansancio. Realmente nos asustamos pues luego empezaron a decir que el mar iba a
llevarse también la montaña, pero a mí alguien del pueblo me dijo, tranquila madre, que
aquí estamos seguros. El mar se salió varias veces y entre medias nos dejaban ir
corriendo a por cosas para pasar el siguiente. Fueron unos días increíbles, en los que
aprendimos a confiar en Dios, a saber que en sus manos estamos y experimentamos
cómo las personas se ayudaron unas a otras, hasta que al final pudimos regresar al
pueblo con seguridad. Gracias a aquel anciano y al alcalde que hizo caso, nos salvamos
casi todos los habitantes del pueblo, solo una familia que estaba en el campo y que no
escuchó el aviso fue víctima de aquel desastre que podía haberse cobrado muchas vidas
más.
Poco después fui destinada de nuevo a España, aunque era volver a mi tierra, me
costó mucho salir de Chile y aún hoy tengo nostalgia de aquel pueblecillo. Pero Dios es
grande y poco después de volver me inundó con su amor y me ayudó a situarme de
nuevo y a seguir trabajando por su Reino tal y como hice desde que entré en la
Congregación hasta ahora. Hoy, ya mayor, sigo diciendo que volvería a entregarme al
Señor como hice ya en la profesión que celebré hace tantos años. El Señor sigue
llamando hoy, quien sabe, quizás tú, la que estés leyendo este pequeño testimonio
sientas dentro un fuego, una inquietud que no se calla, entonces no lo dudes y pregunta
al Señor si te quiere como religiosa y si la respuesta es afirmativa, únete a nosotras,
déjate inundar por su Amor y lleva su Amor a los demás. El Señor está a la espera…
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