Autocrítica a una Visión Pesimista del Sistema Político Venezolano Pedro Guevara Profesor UCV. Profesor de la Maestría en Ciencia Política, Mención Gerencia Pública, Area de Estudios de Post-Grado, UC. INTRODUCCIÓN Por autocrítica no deberá entenderse una negación absoluta de lo que sostuvimos en el pasado, ni tampoco un cambio de posición de ciento ochenta grados de tal suerte que si otrora fuimos pesimistas ahora somos optimista. Sí, en cambio, una revisión de aquellos planteamientos intentando diferenciar los que consideramos fueron aciertos de los que fueron errores. Este esfuerzo crítico-analítico se justifica plenamente por dos razones. Primera, porque tratándose de una característica del sistema político venezolano en la que propusimos hipótesis proyectivas de su posible desenvolvimiento, su posterior evaluación, ya transcurrido el tiempo indispensable y los acontecimientos que con él se suceden, es una fase metodológica indispensable que complementa la tarea entonces iniciada. En otras palabras, todo análisis que incluya hipótesis proyectivas sobre una realidad determinada supone un esfuerzo científico dividido en dos tiempos: un tiempo T, en el que se hace el pronóstico, y un tiempo posterior T' en el que se confronta lo acontecido realmente con lo pronosticado. Aunque la primera razón es de por sí necesaria y suficiente conforme a exigencias meramente metodológicas, nos anima sin embargo una segunda referida a las peculiaridades de la comunidad científica (entendemos por tal el conjunto de investigadores vinculados dentro de un marco institucional específico) a la que pertenecemos y en la cual expusimos nuestros resultados de investigación acerca del sistema político venezolano (esa comunidad es la integrada por los profesores del Instituto de Estudios Políticos y de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela). Consiste dicha peculiaridad en la ausencia de discusión crítica -escrita y publicada- de los trabajos de investigación que ella realiza. Es sorprendente no hallar un artículo o reseña en donde se analice críticamente planteamientos previamente expuestos. No se genera en la comunidad politológica ucevista, la pionera y más importante de las existentes en el país, la secuencia de propuesta crítica-réplica-contrarréplica que son frecuentes en otras comunidades, especialmente extranjeras. En la American Political Science Review, por ejemplo, aparte de la serie de artículos encadenados a partir de una proposición original de un determinado investigador, que nos es posible seguir a través de diversos números de la revista, existe en ella una sección dedicada específicamente a la discusión e intercambio de ideas entre autores. No sabríamos precisar a qué pueda responder exactamente esta ausencia de polémica científica enriquecedora dentro de nuestra comunidad politológica, pero nos atreveríamos a asomar que tal vez se deba, descartando la posibilidad lógica más extrema de que no nos leamos unos a otros, a la particularidad cultural que nos es propia de no saber deslindar la crítica académica y científica de los factores personales. Ante el temor de herir susceptibilidades personales y de generarnos enemistades, optamos por eludir la discusión o las referencias críticas a los trabajos de los demás. Ello formaría parte a su vez de una cuestión más general como es el pronunciado personalismo de la cultura social venezolana. En cuanto a la expresión "visión pesimista" hemos de aclarar que se refiere concretamente a que pronosticamos, desde comienzo de los ochenta, una evolución del sistema político venezolano que lo conduciría a su agotamiento y colapso definitivo en su forma democrática- populista. Claro que, para el momento en que hicimos nuestra investigación, no admitíamos la calificación de pesimista (u otras similares de que fue objeto, tales como "catastrófica" y "apocalíptico") por considerarla valorativa e improcedente para aplicársela a un análisis que, honestamente, considerábamos politológico. En cada oportunidad que tuvimos de exponer y defender nuestras hipótesis acerca del futuro del sistema político venezolano, éstas eran catalogadas de pesimistas en el sentido anteriormente indicado y en el de que había en ellas subjetividad interesada de parte nuestra. Y nosotros respondíamos que no eran pesimistas sino realistas. En estos tiempos, no obstante, a medida que hemos llegado a la firme convicción del papel ineludiblemente ideológico que cumple la ciencia política, estamos dispuestos a aceptar la validez y pertinencia de calificar de optimista o pesimista a un pronóstico según que éste se pronuncie a favor de la consolidación de una determinada forma que adopte el sistema político, o, por el contrario, prediga su fracaso y sustitución por otra diferente. Finalmente, respecto a la estructura de este artículo diremos que consta de cuatro partes seguidas de una conclusión. En la primera parte nos referiremos a algunos de los planteamientos de Khun que nos inspiraron en esta autocrítica, en la segunda haremos aplicación de ellos al caso de nuestra comunidad politológica; y en las dos últimas diferenciaremos los que consideramos aciertos y errores cometidos en nuestra caracterización del sistema político venezolano. I. Inspirándonos en Thomas Khun Con todo y lo que de ambiguos e insuficientes puedan tener los planteamientos de Khun, estamos persuadidos de que su influencia en el quehacer científico marca un hito prominente en la historia de la ciencia. Así como la realidad económica, social y política, en cuanto objeto de investigación, no fue la misma desde el marxismo, y la psicología quedó cualitativamente transformada con el psicoanálisis, tampoco la labor científica pudo continuar practicándose de igual manera tras la obra de este autor. No pretendo, por supuesto, hacer una exégesis de su pensamiento, de hecho los trabajos críticos de Khun configuran ya una amplia bibliografía 1. A los fines del presente artículo nos serviremos con total libertad de algunas de sus sugestivas tesis. Especialmente útil nos será la idea de que la investigación no se hace en abstracto sino contextualizada en la realidad inmediata de una comunidad científica determinada, con sus intereses individuales, grupales, institucionales, teóricos y metodológicos, y en una realidad mediata que es la sociedad y el sistema político a los cuales pertenece la comunidad científica, también con sus intereses conservadores o renovadores. Igualmente nos valdremos de la idea de que en cada comunidad científica, y en comunidades científicas relacionadas entre sí, existe una multiplicidad de paradigmas en competencia diversa según predomine uno de ellos sobre los otros, o exista un equilibrio dinámico en el que el paradigma predominante se halla en crisis y el (los) emergente (s) no tiene (n) fuerza para ejercer su papel hegemónico. Por último, la idea de que en una situación de paradigma predominante puede haber posiciones heterodoxas que, por contrariar la visión generalmente aceptada, son relegadas e ignoradas. (1) Entre tantos otros, recomendamos los contenidos en una de las obras que considero claves en las discusiones contemporáneas sobre el conocimiento científico: LAKATOS, 1. y MUSGRAVE, A. (eds). 1970. Criticism and the Growth of Knowledge. Cambridge. Cambridge University Press. Por nuestra parte pensamos que, efectivamente, tal cual lo señala Khun, la lógica de la investigación científica se ve inevitablemente intervenida por los intereses de la comunidad científica y de la sociedad a la que ésta pertenece. En consecuencia, el proceso supuestamente acumulativo de surgimiento, desarrollo y agotamiento de un paradigma, y su reemplazo por otro, que debería ser característico de la evolución de una ciencia autónoma, se ve alterado por los intereses y luchas de poder que se dan en el seno de una misma comunidad científica, entre comunidades distintas y en la sociedad y sistema político de esas comunidades. Así por ejemplo, la prolongada vigencia y desproporcionada importancia que tuvo el marxismo durante tantas décadas -especialmente en el ámbito académico de las universidades latinoamericanas-, al igual que su sorprendente y rápida extinción, sólo pueden ser entendidas por la suerte histórico-política de auge y decadencia de la Unión Soviética. En otras palabras, la evolución del paradigma marxista no respondió a una lógica autónoma de desarrollo científico, sino que siempre estuvo influenciada por la existencia de un poder político externo. Del mismo modo, la sustitución del paradigma sistémico-funcionalista, prevaleciente en la ciencia política de los años cincuenta y sesenta con carácter predominante, por el paradigma de la acción racional en el que se inscriben las posiciones políticas e ideológicas neoliberales, no respondió a un agotamiento de las posibilidades y potencialidades teóricas y de aplicación a la investigación empírica de aquél, sino a las necesidades de justificación ideológica de un cambio político y económico en contra del Estado de Bienestar y a favor de la sociedad de mercado. Todo lo cual nos lleva a ubicarnos conscientemente entre quienes siempre han pensado que, por naturaleza de su objeto de estudio, las ciencias sociales en general, y la ciencia política en particular, están destinadas a cumplir inevitablemente una función político-ideológica a favor o en contra del orden establecido del que forman parte. Con relación al concepto de paradigma, debido a las múltiples acepciones del mismo que nos es posible hallar, aún dentro del trabajo original de Khun 2, hacemos nuestra la aproximación definitoria de John Vásquez: "El concepto de paradigma podría definirse estipulativamente como los supuestos fundamentales que tienen los investigadores sobre el mundo que están estudiando. Estos supuestos dan respuesta a cuestiones que deben atenderse antes siquiera de empezar a teorizar (...) para Khun esas cuestiones son: ¿Cuáles son las unidades fundamentales que componen el mundo? ¿Cómo interactúan entre sí, estas unidades? ¿Qué preguntas interesantes pueden hacerse sobre ellas? ¿Qué tipo de concepciones van a suministrar las respuestas a tales preguntas? Al responder a estos interrogantes, las ideas fundamentales conforman una imagen del mundo que el investigador está estudiando, y le dicen "lo que se sabe del mundo, lo que no se conoce de él, cómo habría que examinar el mundo si uno quisiera averiguar lo desconocido, y finalmente, qué es lo que vale la pena conocer" 3 . A la que añadiríamos sólo el elemento de la presencia en el paradigma de un conjunto de valoraciones sobre el objeto de estudio que son compartidas por todos los investigadores que se valen del paradigma. (2) Margaret Masterman, por ejemplo, ha mostrado la variedad de acepciones del concepto de paradigma que se encuentran en La estructura de las revoluciones científicas. Véase: MASTERMAN, M. "The nature of paradm", en Lakatos y Musgrave, op. cit. (3) VASQUEZ, J. (1991) El poder de la política del poder. México. Guernika. Pág. 22. 2. Confrontando al paradigma predominante de la ciencia política venezolana A partir de los trabajos pioneros del Daniel Levine y de Juan Carlos Rey sobre el sistema político venezolano 4, a comienzos de los años setenta se fue abriendo paso en la naciente ciencia política venezolana, encarnada en la comunidad científica del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, un nuevo paradigma que no tardaría en hacerse predominante, no sólo entre los miembros de dicho Instituto sino también entre las primeras promociones de politólogos egresados de la novel Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la misma Universidad. Este paradigma surge compitiendo internamente con el preexistente en el propio Instituto, al que podemos denominar histórico-jurídicoinstitucional y cuya máxima figura era el Dr. Manuel García-Pelayo, y en competencia externa con el paradigma marxista extendido en todo el ámbito de las ciencias sociales venezolanas, y que tenía en el CENDES una de sus más importantes concreciones. Este nuevo paradigma, al que llamaremos "paradigma de la acción racional", se caracteriza por asumir los siguientes supuestos fundamentales: 1) Una concepción racional-individualista de la política, conforme a la cual el proceso político debe ser interpretado en términos de actores políticos racionales que despliegan sus estrategias en múltiples interacciones. Se deja a un lado la posible existencia de variables estructurales u holistas que puedan determinar el comportamiento de esos actores. (4) LEVINE, D. (1973). Confict and Political Change in Venezuela. Princeton. Princeton University Press; REY, J. C.(1972). "El sistema de partidos venezolano". Politeia l. 2) Esa interacción entre actores que contraponen sus respectivas estrategias se produce en el contexto de unas "reglas de juego", definidas y establecidas por ellos mismos, que pueden ser modificadas a voluntad mediante negociaciones, acuerdos o pactos 5. Se trata, por ende, de una concepción racional-voluntarista de la política. 3) Existe una carga valorativa a favor de la democracia pluralista, y un compromiso consciente de las comunidades científicas para defenderla, sobre todo frente a opciones autoritarias o totalitarias. La ciencia política ha de priorizar el estudio de esa forma política y de todo aquello que contribuya a su estabilidad y consolidación. Con un paradigma así, no podía sino derivarse una visión optimista de la evolución del sistema político venezolano: que las élites habían demostrado su capacidad para establecer, desarrollar y defender un sistema de reglas de juego democrático, de estabilidad excepcional en nuestra América Latina; que ese sistema logró superar pruebas importantes como la subversión armada y la alternabilidad en el poder mediante elecciones de partidos políticos rivales; que la democracia gozaba de gran aceptación y apoyo populares expresados en la alta identificación partidista y en la masiva participación en los procesos electorales... Todas éstas eran proposiciones que daban cuerpo y sustento a una visión favorable y positiva del sistema político venezolano bajo su forma de democracia pluralista. Únicamente se indicaban algunos factores negativos como el de la excesiva participación o el de su ineficiente desempeño, pero se consideraba el precio que debió pagarse por el bien inestimable de la estabilidad política alcanzada. Para superarlos, en todo caso, sólo era cuestión de hacer algunas reformas tales como el mejoramiento de los procesos de formulación y ejecución de políticas públicas y de participación electoral. También es preciso decir que esa concepción optimista del paradigma dominante se vio estimulada por la competencia con el paradigma marxista empleado en el CENDES, el cual insistía, como todo análisis marxista, en el cuestionamiento de la democracia burguesa y en el fracaso de sus élites dirigentes 6. (5) De allí que, por ejemplo, el llamado Pacto de Punto Fijo, para el caso del sistema político venezolano, ha sido erigido como el hito más destacado de su historia contemporánea. La periodización de ésta pasa a ser un antes y un después de ese Pacto. Antes de Punto Fijo, fueron los esfuerzos y fracasos de las élites emergentes por establecer las reglas de un juego político democrático como alternativa al descompuesto orden oligárquico-tradicional, Punto Fijo es el momento crucial cuando al fin, tras una larga experiencia de dictadura, se establecen esas reglas de juego por acuerdo y entendimiento entre las élites. Y después de Punto Fijo es el despliegue y perfeccionamiento de tales reglas, dando lugar progresivamente a la institucionalización definitiva de la democracia representativa y pluralista. Pues bien, en ese contexto teórico y académico que acabamos de pergeñar, a comienzos de los ochenta elaboramos una caracterización del sistema político venezolano y de su futura evolución que llegaba a la conclusión opuesta a la del paradigma predominante, es decir: que la democracia venezolana padecía de tales fallas que no podría evitar su colapso y reemplazo por una forma política autoritaria. La razón metodológica de fondo de tan opuesta evaluación sobre el desempeño y porvenir del sistema político venezolano se hallaba, según nuestro criterio, en que si bien no rechazamos completamente los supuestos y derivaciones del paradigma predominante -de hecho cumplían un papel importante en nuestra propia explicación- al articularlos a concepciones y variables de naturaleza más estructural y holista tales como las teorías del populismo latinoamericano y las restricciones que encontramos en la especificidad del sistema de partidos venezolano, las élites aparecían mucho menos capaces de enfrentar y resolver las limitaciones al sistema político. En efecto, aceptábamos el éxito de las élites políticas por haber logrado consolidar unas reglas de juego que, ciertamente, estabilizaron la democracia venezolana. Pero también señalábamos que las insuficiencias del modelo económico sobre el cual pretendía sustentarse, así como la alta ineficiencia en su actuación que se traduciría en una progresiva pérdida de apoyo y legitimidad, eran problemas vinculados a sus rasgos esenciales de estructura y funcionamiento. A ello se añadía el que los partidos políticos, actores decisivos en todo el sistema político, se hallaban afectados de tal forma por el binomio clientelismofaccionalismo, que las élites políticas tenían escasas posibilidades de llevar a cabo un exitoso proceso de auto transformación. En consecuencia, no bastaban medidas reformistas para poder superar exitosamente la crisis que le sobrevendría, sino que era preciso modificar las variables esenciales del modo particular que había adoptado la democracia venezolana, entre las cuales destacaba el clientelismo político. Pero ese modificar lo esencial significaba, lógicamente, el colapso de esa democracia. (6) Véase, por ejemplo, el trabajo de Frank Bonilla (1972): El fracaso de las élites. Ahora bien, como entre los errores que cometimos en nuestra caracterización del sistema político venezolano, tal cual se verá más adelante, estuvo el de haber fracasado en la precisión temporal del colapso de su forma democrática-populista, sumado al hecho no menos importante de que contradecía palpablemente la visión optimista del paradigma predominante, fue una concepción que quedó relegada y poco o nada estudiada. Sin embargo, a raíz de la fase dé crisis e inestabilidad en la que entró el sistema político venezolano desde los acontecimientos de febrero de 1989, que puso en serios aprietos al paradigma predominante, consideramos que vale la pena hacer una revisión autocrítica de aquella visión pesimista destacando lo que han de ser estimados sus aciertos y también sus errores. A esa tarea dedicamos las páginas que siguen. 3. Los aciertos Como ya fue indicado, pensamos que el acierto más relevante y general que tuvimos en nuestros trabajos pasados sobre el sistema político venezolano fue el haber pronosticado, contrariando el optimismo de la ciencia política dominante de la cual formábamos parte como docente-investigador de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la Universidad Central de Venezuela, el agotamiento y colapso de su forma democrática-populista y la necesidad de introducir cambios cualitativos en él. Expuesto en su forma más amplia, afirmábamos en 1982 que: "el sistema político venezolano es un populismo democráticopopulista que atraviesa por una crisis de carácter estructural debido a que ha agotado sus posibilidades de crecimiento dentro de la actual pauta de creación, distribución y consumo de riqueza que lo caracteriza. Crisis que se acentuará a medida que las demandas de los diversos sectores de la muy amplia coalición populista no puedan ser satisfechos con los recursos disponibles (...) de la anterior proposición se desprende que es necesario hacer cambios cualitativos en el modelo populista venezolano dirigidos a reorientar esa pauta de producción, distribución y consumo de riqueza de acuerdo aun nuevo esquema, que es tanto como decir que es preciso diseñar un nuevo modelo político y económico" 7. Las razones del fracaso las ubicábamos: l) en los condicionamientos estructurales del modelo político-económico venezolano; y 2) en las disminuidas capacidades y posibilidades de las élites políticas para poder superar exitosamente dichos condicionamientos. Con respecto a la primera, el haber descrito al sistema político venezolano como un caso particular de populismo latinoamericano que había adoptado la forma de una democracia pluralista, la cual tenía a su vez la especificidad de que los partidos políticos rompieron el equilibrio competitivo propio de ese tipo de democracia, debido a su influencia excesiva tanto en el Estado como en la sociedad, nos permitía beneficiarnos de los numerosos trabajos realizados sobre el populismo y sobre las conclusiones a las que se habían llegado acerca de sus limitaciones estructurales. Entre éstas resaltábamos la debilidad de la base económica sobre la que se construyeron los regímenes populistas: "...la base económica del populismo es bastante débil. Ciertamente, los esquemas desarrollistas aplicados por los populosos latinoamericanos adolecen de carencias y limitaciones estructurales, de naturaleza tanto interna como externa, que llevan a sus economías a transitar por un camino de fases sucesivas de prosperidad efímera y rápido agotamiento, impidiéndoles un crecimiento constante y autosostenido. Y aquí es donde reside uno de los rasgos fundamentales de la dinámica populista." 8. Por otra parte, esta base económica se harta progresivamente incompatible con la estructura socio-política a la que estaba articulada: una amplia coalición de los más diversos sectores sociales conformada mediante la fijación de reglas de distribución "sumavariable". Decíamos al respecto que "...el régimen populista necesita de una fuente de recursos que genere ingresos a la coalición por lo menos al mismo ritmo que crecen las demandas y expectativas. El mantenimiento de una alianza en la que todos ganan y nadie pierde, requiere de una economía que le proporcione esos recursos" 9. Detectábamos de ese modo la presencia en el populismo de "...una incompatibilidad intrínseca que lo lleva al fracaso: el distributivismo necesario para el mantenimiento de la coalición populista, de un lado, y la insuficiencia dinámica del modelo económico sobre el cual se sustenta, del otro. Además, ambos interactúan dialécticamente acentuando sus mutuas contradicciones." 10 (7) GUEVARA, Pedro. (1982). "Sistema Político y Sistema de Partidos. Los partidos políticos venezolanos ante la hipótesis de una alternativa tecnocrática-autoritaria". Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la Universidad Central de Venezuela. Trabajo de ascenso en mimeo. Pág. 135. (8) GUEVARA, Pedro. (1982). "Perspectivas del sistema político venezolano". Nueva Frontera. N° 2. Fundación CEREL. (9) Idem. (10) Ibídem. Pág. 10. Con relación a la segunda razón que explicaba el fracaso del populismo venezolano, argumentábamos que las élites partidistas -las únicas con la posibilidad objetiva de superar los condicionamientos estructurales mencionados debido a la partidización del sistema político-, se hallaban en realidad impedidas de hacerlo como consecuencia del grado de faccionalismo que aquejaba a los partidos y de la competencia política entre ellos. Aunque tal argumentación se encontraba ya presente en nuestro primer trabajo del año 82, fue posteriormente profundizada y desarrollada vinculándola al clientelismo político. Efectivamente, en la que habría de ser nuestra tesis de doctorado en ciencias políticas concluíamos que: "La lógica de la competencia interpartidista y de gobierno-oposición en el contexto del esquema bipartidista al que hemos aludido ya en diversas oportunidades, actúa a guisa de obstáculo externo a los partidos que se oponen al consenso para la acción conjunta entre ellos. Mientras que a nivel interno los fenómenos de faccionalismo, clientelismo y fragmentación del liderazgo producen efectos en el mismo sentido. Hay entonces una complementariedad entre factores internos y externos a los partidos, que dan como resultado una situación objetiva que no permite el consenso o acuerdo entre ellos para instrumentar una estrategia de reforma global del sistema político a fin de superar la crisis que lo afecta 11 En respaldo a esa tesis ofrecíamos la evidencia empírica de los diversos intentos fracasados de llegar a un consenso que desde el año 1981, cuando Rómulo Betancourt propuso un "gobierno de concentración nacional", hasta el Pacto Social de Lusinchi, se habían sucedido. Por todo ello manifestábamos nuestro pesimismo acerca de la opción de una salida a la crisis a través de la reforma y el acuerdo entre las élites: "Pensamos que la tendencia que prevalece en estos momentos en la evolución del sistema político venezolano, es hacia el predominio de los condicionamientos que las estructuras y procesos establecidos imponen a los actores políticos, por sobre las posibilidades de éstos de auto-transformarlos voluntaria y racionalmente." 12 4. Los errores Los principales errores cometidos en nuestra evaluación del sistema político venezolano se relacionan con la proyección que hicimos de su evolución futura. Concretamente nos equivocamos ampliamente en la ubicación temporal del colapso de dicho sistema y en la forma que adoptaría. En 1982 pronosticábamos que en los siguientes dos años, a lo sumo, la crisis que afectaba al sistema político se manifestaría en inestabilidad social y política, producto de las luchas que protagonizarían los sectores de la coalición populista que comenzaban a ser excluidos y sacrificados en el nuevo esquema de distribución suma-cero de la renta petrolera, implantado por el gobierno de Luis Herrera Campíns, ante la imposibilidad de mantener el reparto sumavariable característico de la pax populista vigente hasta el momento, y que esa inestabilidad conduciría a una intervención militar que daría al traste con la democracia populistapartidista, instaurando un régimen autoritario, antipopulista y tecnocrático, que permitiría el despliegue de una nueva estrategia de desarrollo de industrialización hacia afuera, mediante la represión del consumo de los sectores populares y de las clases medias, y la pérdida de vigencia del empresariado articulado a la industrialización sustitutiva de, importaciones. (11) GUEVARA, Pedro. (1989). Concertación y Conflicto, Caracas. Escuela de Estudios Políticos y Administrativos. Universidad Central de Venezuela. Pág. 269. (12) Ibídem. Pág. 302. La fuente de estos errores estuvo en la aplicación a la realidad venezolana del modelo elaborado por Guillermo O' Donnell para explicar la crisis del populismo latinoamericano y el surgimiento de regímenes tecnocrático-autoritarios o de seguridad nacional 13. Conforme a ese modelo, la inevitable crisis del populismo, ocasionada por las insuficiencias estructurales del modelo de desarrollo hacia adentro que le servía de base, haría necesario la adopción de medidas económicas ortodoxas en desmedro de amplios sectores de la coalición populista que reaccionarían con violencia generando inestabilidad social y política, ante lo cual se daría la intervención de una alianza golpista de militares y civiles de orientación tecnocrática. Obviamente que en el caso venezolano las cosas sucedieron, en gran medida, de otra manera. En primer lugar, la adopción de políticas económicas ortodoxas por parte de los gobiernos de Luis Herrera Campíns y Jaime Lusinchi (recuérdese la liberación de precios y el "paquete de Jaime", respectivamente), no fue mantenida consistentemente, y ello fue posible gracias á la capacidad de maniobra que permitía el fluctuante ingreso petrolero. Ambos gobiernos se caracterizaron al respecto por sus marchas y contramarchas. En segundo lugar, las organizaciones que de acuerdo a la explicación de O' Donnell iban a canalizar las demandas de los sectores sacrificados -sindicatos, partidos políticos populistas y de izquierda, y gremios profesionales, empresariales y de clase media-, en lugar de cumplir su función propia de movilización y articulación de intereses, se dedicaron a contener la protesta social. Es decir, las organizaciones populistas no sólo dejaron de promover el conflicto social y político en respuesta a las políticas económicas ortodoxas que sacrificaban a sus representados, sino que jugaron además a la contención de las demandas y a la inhibición del conflicto. (13) Véase 0' DONNELL, G. (1972). Modernización v Autoritarismo. Buenos Aires. Paidos. Claro está, que este comportamiento aparentemente paradójico responde a peculiaridades del sistema político venezolano como son la intensa partidización de la democracia populistapluralista y la priorización del objetivo de estabilidad política que se produjo y mantuvo desde la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Esto explica por qué tardó tanto en manifestarse el conflicto y la protesta en el caso venezolano. Mientras en el resto de América Latina la crisis económica cambiaba el mapa político, en Venezuela no se producía ningún signo inquietante de inestabilidad (por cierto, ese hecho llevó a la ciencia política predominante a acentuar más aún su visión optimista del sistema político venezolano y de la capacidad y habilidad de sus élites para enfrentar los obstáculos). Pero también nos ayuda a entender por qué, cuando al fin se presentó la violencia, lo hizo en la forma tan sorpresiva, anómica y virulenta en que se dio el 27 de febrero de 1989. La tensión social acumulada durante siete años de crisis económica, progresivamente agravada por una élite política impotente para darle una salida positiva, no podía sino estallar deforma espontánea e inarticulada ante la ausencia de organizaciones canalizadoras de las demandas de los sectores perdedores de la coalición populista. Por último, tampoco nuestras Fuerzas Armadas actuaron de manera similar a como lo hicieron en los países en que se implantaron regímenes autoritarios de seguridad nacional. La partidización de las carreras militares, la corrupción de sus altos mandos, la reacción que tuvieron el 27 de febrero cuando se les presentó la oportunidad perfecta para acceder al poder con plena justificación, y los intentos de golpe de Estado del año 1992, nos muestran que: l) las Fuerzas Armadas venezolanas han sido asimiladas al juego político populista-partidista y a las necesidades funcionales de su estabilización como no lo fueron, por ejemplo, las Fuerzas Armadas brasileras o chilenas. Por consiguiente, carecen de la autonomía de éstas frente al sistema político; 2) no han internalizado una ideología tecnocráticaque sirviera de alternativa político-ideológica al populismo y las preparara para atreverse a ejercer el poder político; y 3) no tienen la unidad interna necesaria para una intervención corporativa sobre el poder civil. El 4 de febrero de 1992 nos mostró una institución armada fracturada horizontalmente entre una oficialidad joven de ideología ético-nacionalista y bolivariana, y una jerarquía militar de altos oficiales comprometidos, bien por comisión bien por omisión, con el status quo político-partidista. En consecuencia, aunque se hubiesen dado los otros dos componentes explicativos del fracaso del populismo del modelo de O' Donnell, el tercero, relativo a la coalición golpista de orientación tecnocrática, tampoco habría respondido de la forma prevista en él. CONCLUYENDO Como puede apreciarse, los errores en que incurrimos fueron importantes. Tanto, que consideramos invalidan nuestro análisis proyectivo globalmente concebido. El riesgo que corríamos lo asumimos plenamente en aquella oportunidad cuando afirmamos que: "...a un análisis que aspire a permanecer en el ámbito de la ciencia se le exigirá, como mínimo, algún criterio que permita poner a prueba lo que en él se afirma. Y dado que se trata en este caso particular de una hipótesis proyectivo, es legítimo exigir una precisión en el tiempo. De no ser así, se correría el riesgo de caer en una situación parecida, por ejemplo, a la de algunos marxistas que siempre están prediciendo la caída del capitalismo pero no se comprometen a poner a prueba su hipótesis dando una precisión temporal de cuándo sucederá (...). En consecuencia, considero honesto aceptar que de soportar con éxito el sistema político venezolano los efectos de la actual coyuntura, los cuales se manifestarán con su mayor intensidad en el transcurso del próximo año, mi análisis estará básicamente equivocado." 14 (14) GUEVARA, Pedro. "Sistema Político y...... op. cit., pág. 130. Sin embargo, y a pesar de los errores cometidos, creemos que los aciertos tenidos justifican plenamente la audacia que tuvimos al comprometernos con una proyección pesimista de la evolución del sistema político venezolano, sobre todo en momentos cuando las tesis predominantes afirmaban lo opuesto y cuando el cielo de la democracia parecía despejado. Proyección que de haber sido tomada algo en cuenta quizás hubiese podido contribuir a alertar a la élite política de las perturbaciones que se avecinaban. Y si eso parece demasiado optimista, al menos habría servido para morigerar la acusación que hoy día pensamos puede hacérsele a nuestra ciencia política de haber cumplido una función ideológica en beneficio de la democracia populista-partidista. BIBLIOGRAFÍA BONILLA, F. (1972). El fracaso de las élites. Caracas. CENDES. GUEVARA, P. (1982) Sistema político y Sistema de Partidos. Los partidos políticos venezolanos ante la hipótesis de una alternativa tecnocrática-autoritaria. Caracas. Escuela de Estudios Políticos y Administrativos. (Trabajo de ascenso en mimeo). ________, (1982). Perspectivas del sistema político venezolano. Nueva Frontera. N° 1. Fundación CEREL. KHUN, T. (1975). La estructura de las revoluciones científicas. México. FCE. LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (1970). Criticism and the Growth of Knowledge. Cambridge. Cambridge University Press. LEVINE, D. (1973). Conflict and political change in Venezuela. Princeton. Princeton University Press. O' DONNELL, G. (1972). 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