Documento - Universidad del Rosario

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El Conflicto en Siria O La Guerra Sin
Fin
Esta semana se cumplió un nuevo
aniversario de la truculenta guerra civil en
Siria que inició en 2011 y que se
encuentra, desde el 27 de febrero de este
año, en un aparente cese de hostilidades.
Las grandes potencias mundiales, el
gobierno sirio y la oposición han
iniciado un proceso de negociación en
Ginebra en aras de encontrar una salida
pacífica a la confrontación.
Sin embargo, las secuelas son alarmantes
y desalentadoras: en los 5 años de
conflicto 270.000 personas han perdido la
vida, de las cuales el 30% han sido
civiles. La guerra ha dejado más de un
millón de heridos y ha desplazado a la
mitad de la población. Según ACNUR,
existen hoy en día 4,7 millones de
refugiados sirios que se han reubicado
parcialmente en Turquía, Jordania e Irak.
Mientras en Europa se discute el acceso a
120.000 refugiados, en los países vecinos
a la confrontación se ha recibido 30 veces
esa cifra, al punto que el gobierno turco
anunció la imposibilidad de acoger a
35.000 nuevos desplazados.
El conflicto civil en Siria ha sido uno de
los escenarios más sangrientos después de
la Segunda Guerra Mundial. La
complejidad de las alianzas y el delicado
equilibrio de la región, ha llevado a
analistas a hablar incluso del inicio de una
nueva guerra mundial. En efecto, el
establecimiento de bandos que son
contrarios pero que tienen a su vez
enemigos en común; el surgimiento de
amenazas asimétricas; el estallido de
conflictos colaterales y la aparición de
actores como el autodenominado Estado
Islámico que ha tomado parte de la
disputa, hacen pensar que una solución
definitiva será imposible de lograr debido
a la complejidad misma de las
circunstancias.
Un análisis simplista de la situación daría
cuenta de la presencia de dos grupos
enfrentados: el gobierno sirio a la cabeza
del presidente Bashar al Asad, respaldado
por Rusia e Irán y, de otra lado, al menos
1.000 grupos rebeldes que cuentan, según
estimaciones, con 100.000 combatientes
apoyados por la coalición occidental
liderada por Estados Unidos y sus aliados
en Medio Oriente: Turquía y Arabia
Saudita. No obstante, el conflicto es
mucho más complejo de entender si se
considera que el Estado Islámico se
enfrenta tanto al gobierno como a los
rebeldes.
Así las cosas, Estados Unidos y Rusia que
son aparentemente enemigos pues el
primero busca deponer a Bashar al Asad
del poder, mientras que el segundo lo
respalda con vehemencia (debido al
comercio de armas y a la posición
estratégica de la base de Tartus en el
Mediterráneo), encuentran una posición
en común y es la contención del Estado
Islámico. Grupo terrorista que, dicho sea
de paso, ha recibido apoyo económico y
logístico de Arabia Saudita y Turquía,
según acusaciones del gobierno ruso.
Por otra parte, Estados Unidos apoya a
grupos rebeldes moderados que se
enfrentan al gobierno sirio y a los kurdos.
Sin embargo, los separatistas del llamado
Kurdistán son el principal enemigo de
Turquía, quien es a su vez uno de los
aliados de Washington en la región. De
hecho, desde julio de 2015, el gobierno
turco inició una cruenta batalla en contra
de la guerrilla del Partido de los
Trabajadores del Kurdistán (PKK) que ha
acabado con la vida de 700 personas y ha
desplazado a otras 100.000.
Del lado ruso, que desde septiembre del
año pasado inició bombardeos a
posiciones estratégicas del Estado
Islámico –pero que terminaron afectando
a grupos rebeldes y a civiles, de acuerdo
con denuncias de occidente–, sorprendió
al inicio de esta semana, con la decisión
de retirar sus tropas de Siria. De acuerdo
con el Ministro de Defensa ruso, Serguéi
Shoigú, “la eficaz labor de los militares
rusos ha creado las condiciones para el
inicio del proceso de paz”. Empero, es
claro que el gobierno de Vladimir Putin
no toma decisiones al azar, por lo que es
de esperar que el repliegue tenga un
objetivo estratégico.
grandes
emergencias
como
las
multitudinarias migraciones. Un sistema
de alianzas que recae en las
contradicciones como el hecho de que
Estados Unidos apoye a grupos rebeldes
que también respalda Al Qaeda. Una
espiral de confrontaciones que deja
entrever las ambiciones geopolíticas de
cada actor. Una paz que no se vislumbra
tan clara dadas las férreas posiciones que
se defienden. Sin duda, el conflicto sirio
parece una guerra sin fin.
Juan David Otálora Sechague1
En términos geopolíticos, la guerra civil
en Siria ha sido el escenario para reavivar
viejos conflictos como la disputa por el
liderazgo regional entre Irán y Arabia
Saudita. Luego de la ejecución del líder
chiita Nimr al Nimr, ambas naciones
decidieron
romper
las
relaciones
diplomáticas. Lo agudo del caso son los
rumores de que tropas saudíes entrarían a
territorio sirio lo que podría significar un
escalamiento en la confrontación. De
igual manera, la tensión entre Ankara y
Moscú, después del lío con el caza ruso
que invadió el espacio aéreo turco, hacen
pensar que Siria es tan sólo un laboratorio
en el que confluye una guerra por los
intereses de cada estado. La Realpolitik
está más viva que nunca.
Al margen de todo, las consecuencias son
amplias y visibles: un territorio en el
corazón del Medio Oriente devastado por
la violencia que ha suscitado, a su paso,
1
Joven Investigador y Profesor de cátedra de
la Facultad de Ciencia Política y Gobierno y
Relaciones Internacionales de la Universidad
del Rosario.
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