ALIMENTOS DEBIDOS AL EX CÓNYUGE DIVORCIADO

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Diario Familia y Sucesiones Nro 53 - 04.12.2015
ALIMENTOS DEBIDOS AL EX CÓNYUGE DIVORCIADO
Por Dr. Eduardo A. Zannoni
Entre los casos en que excepcionalmente se deben alimentos al ex cónyuge, con posterioridad al
divorcio, inc. a del art. 434 del Código Civil y Comercial establece el derecho alimentario del ex
cónyuge que padece una enfermedad grave preexistente al divorcio que le impide autosustentarse. El
supuesto provoca reminiscencias con la causal de separación personal que preveía el art. 203 del Cód.
Civil en los casos de alteraciones mentales graves de carácter permanente, el alcoholismo o la adicción
a la droga de uno de los cónyuges.
En ocasión de comentar el citado art. 203, dábamos ejemplos que excedían esos supuestos. Así,
v.gr., en los casos de impotencia sobreviniente debida a causas accidentales que tornan imposible la
satisfacción de los fines del matrimonio (y que, quizá, conduzcan inexorablemente a la infidelidad del
otro cónyuge), o en otras enfermedades, como las infectocontagiosas, incluso el sida, que pudiere
haber contraído también accidentalmente uno de los esposos, etc., y que tornan virtualmente imposible
la vida en común. Algunos códigos extranjeros muestran, en este sentido, un criterio amplio.
Citamos, así, el Código Civil federal de México, que en su art. 267, inc. VI, enumera, entre las causas
de divorcio: “padecer sífilis, tuberculosis o cualquiera otra enfermedad crónica o incurable que sea,
además, contagiosa o hereditaria, y la impotencia incurable que sobrevenga después de celebrado el
matrimonio”. Con mayor generalidad, el art. 21, inc. 10, de la ley de matrimonio civil de Chile prevé
como causa de divorcio (que es, en realidad, separación personal), toda “enfermedad grave, incurable y
contagiosa”.
La ley 23.515 había recogido un criterio restringido, al prever sólo las alteraciones mentales
graves, el alcoholismo y la drogadicción como causas de separación personal, supuestos que,
obviamente, no parecían poder ampliarse y que, por eso, mostraban una rigidez excesiva ante casos
análogos que pueden importar igual impedimento para la vida en común. Ahora bien, en el contexto
del Código Civil no se alude a causa de divorcio sino a la subsistencia de la obligación alimentaria. Es
claro: en el régimen actual en que el divorcio se obtiene por la mera petición de uno o ambos cónyuges
sin necesidad de explicitar causas, la enfermedad grave y preexistente al divorcio que impide a uno de
los ex cónyuges autosustentarse no es técnicamente causa de divorcio aunque sí configure un supuesto
que requiere especial atención asistencial a favor del enfermo.
El artículo que comentamos establece que la obligación del alimentante se transmite a sus
herederos. La norma reitera un efecto que, en cierto sentido, en-cierra razonamientos erróneos. Se
reputa que esa prestación se transforma en carga de la sucesión del cónyuge obligado. Los herederos,
además, deberán pre-ver el modo de cumplir la carga después de la partición de la herencia, lo que
exigirá arbitrar medios idóneos —p.ej., separar bienes productores de frutos naturales o civiles— que
garanticen una renta suficiente para cubrir la prestación asistencial de carácter permanente que debe
ser satisfecha.
La disposición no establece que la carga sea subsidiaria de la obligación alimentaria que tengan
otros parientes del enfermo. Esto suscita algunas reflexiones ante posibles situaciones de injusticia.
Imagínese, por ejemplo, que a la muerte del ex cónyuge alimentante, suceden como herederos los hijos
que tuvo en un ulterior matrimonio. Estos hijos del alimentante no son parientes del enfermo y, sin
embargo, asumen una carga que grava la sucesión de su progenitor no obstante que, eventualmente,
pueden existir parientes de aquél, obligados a pasar alimentos, por ejemplo, sus padres o hermanos.
¿Es razonable que la carga establecida en el art. 434 prevalezca aun en semejantes casos?
Si bien en otra oportunidad hemos sostenido que no puede inferirse de lege lata que la carga sea
subsidiaria de la obligación alimentaria del enfermo, volvimos a reflexionar, particularmente
preocupados frente al caso que acabamos de plantear 1 . Verdad es que la ley no establece tal
subsidiariedad, pero resultaría disvalioso que parientes obligados alimentariamente con el enfermo,
pudiesen liberarse lisa y llanamente en razón de una carga sucesoria que pesa sobre herederos no
parientes de aquél.
Además, no sería del todo cierto decir, a priori, que la carga establecida por el citado art. 434 no
es en ningún caso subsidiaria. Así, por ejemplo, no se dudaría de que es subsidiaria para el caso de
que el enfermo supérstite no adquiera, por vía de la misma sucesión bienes suficientes para afrontar,
por sí mismo, los gastos necesarios para su asistencia, incluyendo los gastos de tratamiento y eventual
recuperación.
De igual modo si, fallecido el cónyuge obligado a la prestación alimentaria en los términos del
art. 434, existen parientes del enfermo que están económicamente en condiciones de cumplirla, parece
un exceso liberar a éstos de una obligación legal y mantener la carga en cabeza de quienes no son
parientes, por la sola circunstancia de ser herederos del cónyuge que, en vida, prestaba los alimentos.
Nos parece que, de acuerdo con las circunstancias de cada caso, los herederos no parientes, ni
obligados personalmente a dar alimentos al supérstite enfermo, podrán exigir que los parientes
obligados sean condenados en primer término a satisfacer la prestación.
En todo caso, los herederos que deben cumplir la carga podrían exigir la contribución de los
obligados, aplicándose, por extensión, las disposiciones legales que la autorizan entre parientes que
deben prestar alimentos.
1
Zannoni, Manual de derecho de las sucesiones, 3ª ed., p. 434, § 577.
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