Tema VIII DESCARTES: Razón y método

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Tema VIII
Tema VIII
DESCARTES: Razón y
método
IES “Séneca”
Departamento de Filosofía
El racionalismo de Descartes
IES “Séneca”
Departamento de Filosofía
EL RACIONALISMO: DESCARTES
ÍNDICE
1. Contexto histórico, cultural y filosófico (1).
2. Coordenadas del pensamiento de Descartes:
2.1.
2.2.
2.3.
2.4.
Crítica cartesiana a la Escolástica.
Superación del escepticismo radical.
Actitud ante la nueva ciencia.
Conclusiones.
3. El método cartesiano: Segunda parte del “Discurso del Método” e
ideas para su justificación (2.b. y2.c.).
4. La duda metódica y su superación: Cuarta parte del “Discurso
del Método” e ideas para su justificación (2.b. y 2.c.).
4.1. La duda metódica: procedimiento cartesiano para llegar a la primera
verdad.
4.2. La primera certeza y el criterio: “pienso, luego existo”.
4.3. Las ideas.
4.4. La demostración de la existencia de Dios.
4.5. Consecuencias de la filosofía cartesiana en la teoría del conocimiento: El
mundo como representación.
4.6. La demostración del mundo (res extensa).
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5. La Metafísica cartesiana: estructura de la realidad y concepción
de la sustancia (2.c.).
6. Actualización del tema: matematización y desarrollo científico y
técnico. El mecanicismo cartesiano y el problema mente-cuerpo (3.b.).
7. Vocabulario (2.a.).
El racionalismo de Descartes
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1. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO
En 1637 se publica en Holanda el Discurso del método para dirigir adecuadamente la
razón y buscar la verdad en las ciencias, obra que aparecía anónimamente y en francés,
no en latín, como era habitual. El contexto de la primera mitad del siglo XVII en la que
vive Descartes, ayuda a explicar por qué éste cree necesario una obra que se ocupe del
método y por qué defiende que el anterior “camino” al conocimiento debe abandonarse,
buscando una certeza para sobrevivir a la crisis del momento.
Hacia la mitad del siglo XVI comienzan en Europa una serie de crisis, que van a
recorrer todo el siglo XVII, que se corresponden en el plano social con el desarrollo de la
burguesía y en el plano ideológico con la necesidad que se experimenta de una nueva
concepción del mundo basada en el concepto de Razón. Esta crisis supuso la caída
definitiva de los fundamentos de la Europa medieval, ya iniciada con el Renacimiento y
el establecimiento de los nuevos pilares sobre los que se construirá la Europa moderna.
Podemos resumirlas en las siguientes:
1. Crisis económico-social. El desarrollo del capitalismo se verá en este siglo
especialmente favorecido como resultado del desarrollo del comercio marítimo y colonial
y de la afluencia de metales preciosos de las minas europeas y americanas, que provoca
un
alza
de
precios,
produciéndose múltiples revueltas
de campesinos, que protestan por la
introducción de impuestos reales.
Los inventos en las técnicas
marítimas, industrial y agrícola son
numerosos. Se perfila el tipo de
capitalista emprendedor, enérgico,
inteligente, práctico y con pocos
escrúpulos, que reclama la libertad
individual
frente
a corporaciones, municipios y señoríos. Para proteger la
producción propia, de cada estado, surge la teoría económica llamada “mercantilismo”,
según la cual la riqueza de una nación reside en la cantidad de oro y plata que
pueda atesorar. Y esto se consigue potenciando la exportación de productos propios y
dificultando la importación de productos de fuera.
2. Crisis política. La principal causa política de los conflictos reside en el
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En el plano político es, por tanto, un período de gran inestabilidad y la crisis se manifiesta
en una serie de guerras y revoluciones. Es la época en la que se van formando los Estados
modernos, independientes y soberanos, enfrentados en sus afanes colonialistas
(expansionismo colonial y guerras entre todos los Estados europeos); y el afianzamiento
de las monarquías absolutas con la decadencia del imperio español y el liderazgo de
Francia e Inglaterra. Pero también entra en crisis el absolutismo en Inglaterra con la
revolución de 1642, que decapita al rey Carlos I, y la revolución gloriosa de 1688, que
instaura definitivamente la monarquía parlamentaria. El resultado de todo esto fue la
aparición del hambre y las enfermedades, especialmente la peste, que asoló a Europa.
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absolutismo monárquico. Esta forma de gobierno necesita de nuevos impuestos, no
sólo para financiar las continuas guerras, sino también para crear nuevas estructuras de
carácter central que permitan gobernar un Estado con territorios muy diversos en
costumbres y organización. La carga de estas aportaciones económicas recae en el
pueblo llano, ya que en la sociedad estamental del siglo XVII los estamentos
privilegiados –nobleza y clero- estaban exentos del pago de impuestos.
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El movimiento religioso puesto en marcha por Lutero y Calvino, supuso la ruptura del
monopolio religioso ejercido por el cristianismo romano, con su fuerte presión sobre las
estructuras políticas y morales de la sociedad occidental. Este hecho tendrá repercusiones
en lo político, lo social y cultural de la nueva época. Desde el catolicismo romano, esta
crisis inspira el Concilio de Trento, la fundación de la Compañía de Jesús y, en general, la
llamada Contrarreforma, que consiguió conservar para la obediencia a Roma a los países
del sur de Europa, dando ocasión a las largas “guerras de religión”, como la Guerra de los
Treinta Años, en las que Descartes tuvo ocasión de participar.
3. Crisis de las mentalidades. Habría que añadir también la crisis que podríamos
llamar espiritual o de las mentalidades y que se
manifiesta en el desarrollo del espíritu científico, desde
los tiempos del Renacimiento. Los modelos
construidos en la Edad Media y las soluciones
propuestas por el Renacimiento no eran suficiente
garantía para responder a las necesidades del momento,
poniéndose de manifiesto la poca operatividad del
sistema aristotélico-tomista. Sin embargo, el desarrollo
del pensamiento cartesiano se enmarca en el proceso
abierto en el Renacimiento con el antropocentrismo,
la consolidación del humanismo y el desarrollo de la
ciencia, que supuso la reacción contra los fundamentos
de la escolástica y contra la autoridad de la fe como
fuente de conocimiento. Se exalta el valor de la razón
frente a la autoridad de libros y maestros, y se
fomenta de esta forma el desarrollo científico.
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Otro de los elementos que tuvo una gran importancia en Descartes es el
Barroco, para el que todo es cambio, mutación, no hay nada estable. La realidad se
reduce a apariencia. La vida se representa como un sueño. De ahí que Descartes
desconfíe de los sentidos. En el ámbito de la cultura la crisis del siglo XVII se
manifiesta a través de dos fenómenos opuestos: el Barroco y el Clasicismo. El Barroco
domina claramente la mitad del siglo y es netamente popular, mientras que el
Clasicismo empieza a desarrollarse a partir de la segunda mitad, arraiga en Francia y
afecta sólo a las élites sociales. El Barroco expresa la crisis rompiendo el equilibrio y la
armonía renacentistas. Los edificios se hacen más dinámicos mediante el aumento de la
curvatura, las imágenes adoptan posturas forzadas y en pintura se resalta el contraste
cromático. Todo es cambio, mutación. La vida se representa como un sueño o como un
teatro, tan fugaz como estos mismos. En relación con la fugacidad del tiempo aparece la
máquina más identificativa de esta época: el reloj.
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Hacia la mitad del siglo va perdiendo fuerza la creencia en hechicerías y ganando terreno
la mentalidad racionalista por influencia del cartesianismo y del desarrollo científico, que
se manifiesta en primer lugar en el campo de la astronomía con los descubrimientos de
Kepler y Galileo y de la medicina con figuras como Harvey, que descubre la circulación
de la sangre y los movimientos del corazón. Siguió el desarrollo de las matemáticas con
figuras como Gassendi, Descartes, Leibniz, etc., y de la física que en esta época tiene su
culminación en Newton que descubre la ley de la gravitación universal. Estos
descubrimientos llevan a una modificación de la concepción del mundo y ahondan el
enfrentamiento entre los partidarios de la teoría de Aristóteles y los partidarios de las de
Copérnico. La explicación cartesiana del mundo se ajusta a los patrones de la nueva
astronomía, que fue condenada por la iglesia, al condenar a Galileo. Es también una
explicación mecanicista, totalmente distinta y opuesta a la explicación aristotélica
dominante, de carácter teleológico.
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En oposición al Barroco, el Clasicismo propugna el orden, la claridad y la
sencillez. No se trata de un orden natural sino impuesto, de una claridad y sencillez un
tanto artificiales. El Clasicismo rechaza la sensibilidad sobreexcitada del barroco y
pretende el sometimiento de la imaginación a la razón.
CONTEXTO FILOSÓFICO
El Discurso del Método, en su edición original de 1637, no constituye una obra
independiente, sino que iba acompañada de tres tratados científicos, La Dióptrica, Los
Meteoros y La Geometría. A esos tres tratados Descartes antepuso una extensa
introducción, que viene a ser una especie de autobiografía filosófica. De las seis partes
que configuran esta obra, tan sólo la primera, segunda y cuarta ofrecen mayor interés
filosófico. Dice Descartes que en la primera parte “se hallarán diferentes consideraciones
acerca de las ciencias”, aunque en realidad se sientan las bases de una nueva teoría del
conocimiento. La segunda parte contiene las famosas cuatro reglas del método,
precedidas por una crítica a la lógica clásica, y en particular al silogismo, que revela la
ruptura de Descartes con el pensamiento metodológico tradicional. Pero es en la cuarta
parte donde se exponen las ideas esenciales, indicándose cómo se llegó a la primera
verdad – pienso, luego soy-, cómo puede extraerse de esta proposición el criterio de
verdad, y cuál es la naturaleza de nuestra alma, para rematar con las pruebas de la
existencia de Dios.
En la tercera expone Descartes su “moral provisional”. En la quinta, resume las
cuestiones que contenía su tratado sobre “El mundo”, que decidió no publicar por la
condena de Galileo en 1633, y expone en particular la constitución y movimiento del
corazón, y la diferencia que hay entre el alma humana y la de los animales. En la sexta y
última parte nos dice el autor qué cosas juzga necesarias para proseguir en la
investigación de la naturaleza y nos revela las razones que le impulsaron a escribir y a
publicar la presente obra.
Otros títulos son las “Meditaciones metafísicas” (1641), los “P rincipi os de la
filosofía” (1644) y “Las pasiones del alma” (1649). A estos hay que añadir la obra
póstuma, que por diversas razones nos da el Descartes más genuino: el “Tratado del
hombre”, “Reglas para la dirección del espíritu”, (escrito en 1628 y muy importante para
el estudio del método cartesiano), “Le Monde ou Traité de la lumiére”.
Aunque la filosofía de Descartes destaca por su originalidad, su pensamiento registra
diversas influencias del ámbito filosófico de la época. La primera influencia viene de
aquellas filosofías de la antigüedad griega que resurgieron en el Renacimiento, y más
concretamente del escepticismo, que rechaza, y del estoicismo, que admite en sus reglas
provisionales de la moral. En efecto, la crisis y pérdida de referentes de la época trajo el
escepticismo, que en Francia tenía sólidos representantes como Michel de Montaigne,
que sostuvo la imposibilidad de encontrar nuevos referentes sólidos para alcanzar la
verdad. Por eso la estrategia cartesiana empezará por vencer el escepticismo con sus
propias armas transformando la duda escéptica en metódica.
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Filosóficamente, lo más notorio es la polémica entre el pensamiento racionalista
continental (Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz) y el empirismo inglés (Bacon,
Hobbes, Locke, Hume), polémica centrada en el tema del origen del conocimiento. El
racionalismo ve en el pensamiento, en la razón que posee ideas innatas, la fuente
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Por otra parte, conviene resaltar la postura de Descartes ante la filosofía escolástica,
ya que aunque la descalifica abiertamente, no es capaz de superar por completo algunos
de sus conceptos y planteamientos. Sigue usando la noción de sustancia (res) para
referirse al yo, como si el yo fuera una simple cosa, al modo del realismo aristotélico.
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principal del conocimiento humano. Un conocimiento sólo merece en realidad ese
nombre cuando es lógicamente necesario y universalmente válido. Cuando la razón juzga
que una cosa tiene que ser así y no puede ser de otro modo, siempre y en todas partes, nos
encontramos con un verdadero conocimiento. Por el contrario, el empirismo defiende que
la única fuente de conocimiento humano es la experiencia, que constituye al mismo
tiempo su límite (no podemos pretender ir más allá de la experiencia). No hay ideas
innatas y la mente está por naturaleza vacía, como una hoja en blanco en la que escribe la
experiencia. Todos nuestros conceptos, incluso los más generales y abstractos, proceden
de la experiencia.
Las corrientes del “racionalismo” y el “empirismo” se sitúan en este contexto
político, económico, social e ideológico y vienen a ser un replanteamiento de los
problemas tradicionales de la filosofía desde los supuestos de la cultura moderna en
conexión con la revolución científica y de ahí la importancia que darán a los problemas
del conocimiento y del método científico. Por otra parte se encuentran vinculados al
desarrollo de la sociedad burguesa y los conflictos del siglo explican el interés que
dedican a la teoría política, sobre todo los autores ingleses.
2. COORDENADAS DEL PENSAMIENTO DE DESCARTES.
En el año 1.637 se publica el Discurso del Método, esta es la fecha que se considera
simbólicamente como la que marca el inicio de la filosofía moderna.
Las ideas y creencias que cristalizan en Descartes se venían fraguando a lo largo de los
dos siglos anteriores, en los que se había desarrollando una actitud crítica frente al modo
de hacer filosofía pero no se era capaz aún de ofrecer una alternativa definida, sino
simplemente esbozos. Estas ideas no suponen simplemente una nueva doctrina filosófica
sino que inauguran una nueva actitud filosófica.
El pensamiento cartesiano gira en torno a tres coordenadas esenciales:
a) El pensamiento de la Escolástica. Para Descartes era un tipo de pensamiento poco
fundamentado, ya que el criterio de verdad y el método sobre los que se sustentaba
eran caducos, carecían de rigor y validez. Se ha de cambiar el modo de hacer
filosofía para poder desarrollar un tipo de pensamiento riguroso y firme. Para ello,
habrá de establecer un nuevo criterio de verdad y un nuevo método.
b) El impacto de la recuperación del pensamiento escéptico en el Renacimiento.
Este hecho inspiró su “duda metódica”, siendo ésta, a su vez, una manera de
superarlo -aunque hay opiniones diversas sobre este último aspecto-.
c) El desarrollo de la nueva ciencia, que le servirá como modelo de pensamiento
riguroso.
2.1. Crítica cartesiana a la Escolástica.
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Era incapaz de explicar la nueva sociedad e impotente ante los hallazgos de la nueva
ciencia. Ante el derrumbe de la cosmovisión medieval, la Escolástica es incapaz de ofrecer
nuevas ideas o creencias e intenta mantener las antiguas sólo a base de autoridad. De igual
modo, no sabe resolver ciertos fenómenos naturales que la nueva ciencia sí que es capaz de
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Constituía la enseñanza universitaria oficial de la época. La Escolástica es el primer
elemento que configura el horizonte donde se mueve la filosofía cartesiana. Los cursos de
filosofía que se impartían en las Universidades en el siglo XVII tenían como base teórica la
síntesis aristotélico-tomista parcialmente renovada por los escolásticos renacentistas, que
intentaban adaptarla a los nuevos tiempos. Pese a su puesta al día, Descartes la consideró,
como muchos otros autores de su tiempo, como un pseudo-saber basado en un método
verbalista, estéril e ineficaz.
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explicar. Lo que ocurre es que esta nueva ciencia va haciendo avances parciales, pero es
incapaz de desarrollar de forma sistemática un nuevo modo de hacer filosofía.
Así nos encontramos un vacío por el derrumbe del sistema anterior (la Escolástica) y la
necesidad de establecer unos nuevos fundamentos sobre los que asentar firmemente la
filosofía: un nuevo criterio de verdad y un nuevo método.
2.2. Superación del escepticismo radical.
El escepticismo es una corriente filosófica del mundo antiguo recuperada por el humanismo
renacentista, pero no es una doctrina con una propuesta sistemática como la Escolástica ni
tampoco posee un método para la adquisición de la verdad. Es una actitud mental que se
limita a la práctica de la duda universal, del rechazo de toda verdad universal y necesaria,
de la consideración que la mente no puede conocer la verdad ni hablar, es decir, afirmar o
negar nada de una proposición.
Para el escéptico, no hay certezas, evidencias o afirmaciones, sino todo lo contrario,
suposiciones, dudas, incertezas y, en definitiva, apariencias. Son representantes de este
escepticismo Michel de Montaigne, autor de los famosos Ensayos, y Pierre Charron,
autor de una obra llamada Sobre la prudencia.
Descartes se mostrará comprensivo y, a la vez, crítico con esta actitud:
a) Comprensivo: toma la duda universal como punto de partida para extirpar de su
filosofía todos los prejuicios o errores causados por nuestras inclinaciones naturales o
la educación acrítica de la época.
b) Crítico: la duda, para Descartes, no es un objetivo a alcanzar sino un obstáculo a
superar, obstáculo que la razón necesita como medio para eliminar de la filosofía toda
verdad o certeza que no se encuentre fundada en la misma razón. Utiliza el escepticismo
para eliminar los errores, pero no con la idea de afirmar la incapacidad humana para
alcanzar certezas, sino para demostrar que es posible, aun siendo en un primer momento
un escéptico radical, alcanzar un tipo de verdades evidentes y absolutamente indudables.
2.3. Actitud ante la nueva ciencia.
Gracias a los intentos de matematizar la naturaleza mediante el tratamiento numérico de los
postulados y las leyes físicas llevado a cabo, sobre todo por Copérnico y Galileo, los cuales
prepararon el camino a Newton, la Física inicia un proceso de independización de la
filosofía. Se trata de una Física matemática basada en la observación y la experiencia. Fue
también Francis Bacon quien había iniciado esta ruta del pensamiento al basar la
investigación científica en la experiencia y, a partir de ella, obtener las leyes universales
mediante la inducción.
Descartes comparte esa veneración por las matemáticas, aunque la consideración
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La ciencia del Renacimiento no sólo elabora hipótesis y las contrasta con la experiencia,
está además convencida de que la naturaleza es un gran libro escrito en lenguaje matemático
–recordar a Galileo-. Las demostraciones matemáticas y las argumentaciones lógicodeductivas constituyeron el método idóneo para la ciencia renacentista.
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Pero la experiencia no es la única característica de la nueva ciencia, ya que es necesario,
además, partir de hipótesis o conjeturas, que son un producto de la razón del científico que
han de ser contrastadas con la realidad. Este es el gran avance que descuida Bacon -no
Galileo-.
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de su superioridad frente al método empírico lo enfrenta y distancia de los científicos
renacentistas. De todas formas, pese a las diferencias, es admirador de los progresos de la
nueva ciencia e incorpora a su filosofía algunos de sus conceptos e ideas.
2.4. Conclusiones.
En primer lugar, la filosofía cartesiana hace un uso constante de los conceptos y los
términos de la Escolástica cuando quiere explicitar o hacer comprensible su pensamiento.
Y este hecho viene a significar, entre otras cosas, que Descartes no rompió del todo con la
tradición filosófica anterior, pues su metafísica es deudora de esa misma tradición, como se
comprueba en su concepción de la sustancia.
En segundo lugar, hace uso del escepticismo como recurso metodológico cuando pretende
rechazar como falsas todas aquellas doctrinas opuestas a la razón y la verdad. Por ello, el
objetivo último de Descartes no es otro que rechazar la validez de la propia postura
escéptica.
En último lugar, utiliza las matemáticas cuando quiera dotar a la ciencia moderna
de un método firme y seguro. De este modo, también se deja influenciar por el espíritu
innovador de la nueva ciencia cuando nos habla del carácter práctico y progresista de la
tarea del científico.
Así, Descartes construyó un sistema filosófico cuyas bases fundamentales giran en
torno a dos conceptos básicos: la razón y el método matemático. Para él, la razón y un buen
método son los dos únicos medios de los que el ser humano dispone para alcanzar la verdad.
Usar la razón y “usarla metódicamente” son las dos claves de la filosofía cartesiana.
El problema es que, para construir tal sistema, Descartes absorbe o asimila una serie
de influencias dispares, que pueden llegar a ser incompatibles entre sí (como sucede con los
conceptos escolásticos y las aportaciones de la nueva ciencia), lo que dotará a su sistema
filosófico de un carácter híbrido o ambiguo que será atacado por autores posteriores.
 A partir de ahora nos centramos en ver cómo Descartes intenta solucionar los problemas
abiertos por la Escolástica, y lo haremos por este orden:
a) La búsqueda de un nuevo método.
b) La búsqueda de un nuevo criterio de verdad.
3. EL MÉTODO CARTESIANO Segunda parte del Discurso.
Ideas para la justificación (2.b. y 2.c.).
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Todo lo anterior es posible, ya que, según Descartes:
 Existe un método universal, único para todas las ciencias.
 Aunque existen ciencias distintas, todas ellas forman una unidad
orgánica: “Toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la
metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de este tronco son
todas las demás ciencias, las cuales se pueden reducir a tres principales:
la medicina, la mecánica y la moral”.
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En el Discurso del método propone Descartes una significativa comparación:
todo el saber de su época es como un edificio en ruinas que no merece la pena intentar
restaurar. Hay que derribarlo y construir uno nuevo. El proyecto cartesiano, pues,
supone:
a) Una reconstrucción del saber desde sus mismas raíces, lo cual, incluye,
b) La unificación de todas las ciencias en una sola.
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Con Descartes la filosofía tiene tras de sí un pasado aleccionador y hay que ser
cautos. Hay que tener cuidado, no vayamos a equivocarnos como el aristotelismo. En
las notas de la primera parte del “Discurso” se nos presenta a un hombre cansado de los
errores y de la inutilidad de los conocimientos que ha tenido que aprender en su periodo
de formación. Por tanto, no es mera casualidad que empiece el texto propuesto para
comentario hablando de un hombre que camina sólo y en la oscuridad (Parte II,
Discurso del método). En este sentido podemos considerar a la filosofía de Descartes
como una filosofía de la cautela, de precaución en no caer en los errores del pasado. La
situación en la que se encuentra Descartes es la de un hombre perdido y desorientado.
No confía en los conocimientos que ha recibido de la tradición, pero tampoco está
dispuesto a desecharlos, por lo menos antes de que pueda enlazar una reflexión
cuidadosa sobre el método.
Dado que el método que anda buscando Descartes no es un método particular para
una ciencia concreta sino un método universal, aplicable al conocimiento en general, es
necesario adoptar algunas precauciones. La primera es evitar la ligereza, que ya había
criticado un poco antes. La segunda actuar con circunspección, o sea analizar las cosas
con mucho cuidado para no caer en errores. La tercera, no abandonar las opiniones
previas hasta no haber terminado el proyecto de reforma y no haber descubierto el
método adecuado. Descartes pretende analizar todas las opiniones y creencias que hasta
ahora ha recibido, para comprobar, mediante su razón, si son verdaderas. La ejecución
de este proyecto exige actuar con circunspección, es decir, con prudencia. El modo más
seguro de realizar el proyecto es diseñar un método que ayude a la razón a determinar si
sus opiniones son ciertas. Hasta configurarlo, no se rechazará ninguna opinión ni se
admitirán nuevos conocimientos.
Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la
resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas
las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer.
Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las
opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis
creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no
hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e
indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las
cosas de las que mi espíritu fuera capaz.
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El comienzo de la edad moderna se caracteriza, por tanto, por la búsqueda de un
método nuevo. Esta búsqueda es la expresión de una situación de crisis, que se produce
cuando cae la concepción del mundo hasta ahora vigente, y con ella su criterio de verdad
y su método de investigarla, y aún no se han encontrado el método y el criterio sólidos y
seguros que puedan sustituirlos. La concepción del mundo, el método y el criterio
vigentes eran los de la escolástica, que era la filosofía imperante en la Edad Media,
que armonizaba en un sistema coherente de doctrinas las ideas paganas (de Aristóteles y
Platón fundamentalmente) con los dogmas cristianos, (Tomás de Aquino y Agustín de
Hipona). Pues bien, la escolástica se mostró incapaz de explicar algunos hechos de la
naturaleza que fueron descubriéndose y, así como antes se la aceptaba en bloque, ahora se
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De ahí la enorme importancia que en esta época se le da al problema del método:
antes de responder a la cuestión metafísica, busquemos la manera de no equivocarnos al
responderla. Ello trae consigo que el problema del conocimiento ocupe ahora el primer
plano en la filosofía (hay que investigar cómo puedo conocer sin error, qué capacidad
tiene el pensamiento humano para descubrir la verdad, qué caracteres ha de tener un
pensamiento para ser verdadero, etc.). La metafísica y ontología cede el puesto
privilegiado que tenía a la gnoseología.
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la va a rechazar también en bloque, con lo cual se perdía la seguridad del conocimiento
general sobre el mundo y los hombres. El criterio de verdad del que fundamentalmente se
servían los escolásticos era el de autoridad (Aristóteles decía esto, por lo
tanto esto debe ser verdad...). Pero ahora la razón no reconoce más autoridad que ella
misma. Este criterio ya no sirve.
Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes
de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres
artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero
habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus
silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro
cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para
hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si
bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay,
sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o
bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o
una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación
con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no
se refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el
primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite
ejercer el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda
está tan sometida a ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte
confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que
favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que pensaba que era
preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera
exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve
para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen
más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma
forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica,
estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la
firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia.
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El análisis no se puede convertir en el modelo que está buscando porque está
constituido de forma casi exclusiva por operaciones a base de figuras. Y el álgebra se
centra sólo en el uso de reglas y cifras. La intención de Descartes es clara: “es preciso
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Al examinar las disciplinas y artes que ha estudiado desde su juventud, destaca las
matemáticas; el análisis y el algebra. Descartes critica algunos aspectos de cada uno de
ellos. De la lógica critica tres cosas. La primera, que la argumentación lógica (los
silogismos) no sirve para aumentar el conocimiento, sino para explicar lo ya sabido, por
tanto, es incapaz de descubrir verdades nuevas, ya que se construye con silogismos cuya
conclusión está ya dada en la premisa mayor. En el ejemplo clásico, sólo si sabemos ya
que Sócrates es mortal podremos afirmar que todos los hombres son mortales; es decir, la
conclusión antecede a la premisa mayor y no se deduce de ella, como pretende el
silogismo. La segunda, que la lógica se puede utilizar, como hace Raimundo Lulio en su
Arte General o Ars Magna, para hablar sin fundamento de lo que no se sabe. Para Lulio
ese arte era una técnica universal para el descubrimiento de la verdad, especialmente las
verdades de fe. Y la tercera, que la lógica está mal organizada, combinando reglas
correctas y adecuadas, con otras inadecuadas o innecesarias. Bacon, por su parte, dirá en
el Novum organum que sirve más para consolidar errores que para inquirir la verdad, y
que es más perjudicial que útil. El método que usaban los escolásticos era el silogismo
aristotélico, que consistía en deducir una conclusión a partir de una premisa general y de
otra particular (Ej. Todos los españoles son europeos. Juan es español. Luego, Juan es
europeo).
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indagar otro método, que asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus
defectos”.
Dirá Descartes que lo importante no es tener un buen entendimiento, sino
aplicarlo bien y que los que van por el camino recto pueden avanzar más, aun caminando
despacio, que los que corren pero se apartan de él. Resta importancia, pues, al talento
personal y a la capacidad racional individual, para poner más el acento en el modo de
utilizarlos. La razón, como facultad de distinguir lo falso de lo verdadero, es por
naturaleza igual en todos los hombres, y por lo tanto lo que distingue a unos de otros es la
manera –método- de usarla. De la unidad de la razón se deduce también la unidad del
saber. Las ciencias están todas íntimamente ligadas entre sí, de modo que es más fácil
aprenderlas todas juntas que una sola, y se extravía el que trata de conocer una sola
ciencia diversificando su razón. De aquí también que sea tan importante encontrar un
método adecuado. A ello dedica esta obra, que presenta con lo que parece ser falsa
modestia: “No es, pues, mi propósito enseñar aquí el método que cada cual debe seguir
para dirigir bien su razón, sino sólo exponer de qué manera he tratado de conducir la
mía”.
Descartes dedica al método sus obras El Discurso del método y Reglas para la
dirección del espíritu. Primero escribe las Reglas, que serán publicadas póstumamente y
donde se encuentra un estudio más detallado de la cuestión. Sin embargo, en el Discurso
nos ofrece una síntesis del método en cuatro reglas concisas.
Definición de método: el conjunto de “reglas ciertas y fáciles, gracias a las
cuales el que las observe exactamente no tomará nunca lo falso por verdadero y llegará,
sin gastar inútilmente esfuerzo alguno de la mente, sino siempre aumentando
gradualmente la ciencia, al verdadero conocimiento de todo aquello de que sea capaz”
(Reglas IV). El método, vimos, tiene que servirle para el descubrimiento de nuevas
verdades, no para demostrar lo que ya se ha hallado.
El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se
la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía
evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis
juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no
tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a
examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas
más fácilmente.
El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando
por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender
poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos,
suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden
naturalmente los unos a los otros.
Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan
completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir
nada.
si no sabemos con evidencia que lo es.
La evidencia consiste en la claridad y distinción. Lo claro se
Página
1ª. La evidencia es el criterio de verdad. No aceptar como verdadera alguna cosa
11
Reglas del método:
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opone a lo oscuro. Claro es “aquello presente y manifiesto a un espíritu atento”. Una idea
clara es una idea separada de las demás ideas. Lo distinto se opone a lo confuso y se
define como “aquello que es tan preciso y diferente a lo demás que sólo comprende lo
que manifiestamente aparece al que lo considera como es debido”. Una idea distinta es
aquella cuyas partes están separadas entre sí, que tiene “claridad interior”. Una idea
puede ser clara sin ser distinta, pero di es distinta ha de ser clara también. Claro es, por
ejemplo, el dolor de estómago que siento, pero no será distinto si confundo tal dolor con
la causa que lo provoca. La evidencia caracteriza al método científico (en las Reglas
escribe: “toda ciencia es un conocimiento cierto y evidente”) y se opone a la probabilidad
y la verosimilitud. No admite ningún grado intermedio entre la certidumbre absoluta y la
ignorancia.
El acto del entendimiento por el cual se alcanza un
conocimiento evidente es la intuición, que es el acto de la evidencia o la verdad. En la
Regla III define la intuición intelectual: “no el testimonio cambiante de los sentidos, ni el
juicio engañoso de la imaginación que compone mal el objeto, sino la concepción de un
espíritu puro y atento, concepción tan fácil y distinta que no queda ninguna duda sobre lo
que comprende” o “el acto que sale de la sola luz de la razón”. En la intuición intelectual se
producen las ideas claras y distintas. Cada cual puede intuir “que existe, que piensa, que
el triángulo está determinado por tres líneas solamente, la esfera por una superficie y otras
cosas semejantes” (Regla III).
Hay que evitar dos vicios fundamentales en la búsqueda de la verdad: la
precipitación y la prevención.
La precipitación o tomar por verdadero lo que no lo es, tomar por verdadera una
idea confusa, no distinta. Se produce por un exceso de confianza. Contra ella
propone la circunspección o resolución de abstenernos de juzgar hasta que no
tengamos evidencia. Para Descartes este vicio lo produce la voluntad, por ser más
amplia y extensa que el entendimiento, al anticiparse al entendimiento y aplicarse a
cosas que no comprende.
3ª. Una vez que la división de las dificultades en tantas partes como nos fuere posible nos
Página
2ª. En sentido estricto el método propiamente dicho comienza con esta regla
segunda, el análisis: “Dividir cada una de las dificultades que examinare en tantas partes
como fuera posible y en cuantas requiriese su mejor solución”. Lo que aquí llama
“dificultades” en las Reglas lo llama “cuestiones”, que define como “todo aquello en que
se encuentra la verdad o la falsedad, cuyas diferentes
especies se han de numerar para determinar qué podemos
hacer acerca de cada una” (Regla XIII).La división de las
dificultades tendrá un límite, que está representado por lo
que llama en las Reglas “naturalezas simples”, que se
definen como los elementos indivisibles, que constituyen el
último término del conocimiento, más allá del cual no
podemos ir. Representan el último momento del análisis y
el primero de la síntesis. Se captan por la intuición.
Desde el punto de vista del entendimiento son simples
aquellas cosas “cuyo conocimiento es tan claro y distinto que no pueden ser divididas por
la mente en varias cuyo conocimiento sea más distinto; tales como la figura, la extensión,
el movimiento, etc.” (Reglas XII). “Nada podemos entender jamás fuera de esas
naturalezas simples y cierta mezcla o composición de ellas”.
12
La prevención o negarse a aceptar la verdad de lo que es evidente, lo que es claro
y distinto. Es el vicio opuesto a la precipitación. Se debe a que persisten en nuestra
alma ciertas nociones, adquiridas en la infancia sin el menor examen, y que oscurecen
la luz natural.
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permite alcanzar las “naturalezas simples”, se aplica la tercera regla del método, la
síntesis, que nos aconseja conducir ordenadamente los pensamiento, “comenzando por
los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como
por grados, hasta el conocimiento de los más complejos”.
El segundo y tercer precepto constituyen el núcleo fundamental del método cartesiano.
Ambos están íntimamente ligados. Una vez concluida la labor de la intuición, por la que
se alcanzan las naturalezas simples, comienza el momento de la deducción, que es “la
operación por la cual se infiere una cosa de otra” (Regla II). No hay más actos del
entendimiento por medio de los cuales podamos llegar al conocimiento de las cosas
sin temor alguno de errar que la intuición y la deducción. No hay que confundir el
método con la intuición y la deducción: el método nos dice “cómo se debe usar de la
intuición de la mente para no caer en el error contrario a la verdad, y cómo deben ser
hechas las deducciones para llegar al conocimiento de todas las cosas” (Reglas, IV).
4ª. Pero para tener seguridad sobre la totalidad del razonamiento hay que tenerla
sobre cada uno de los eslabones o etapas, pues una sola falla pone en peligro la fortaleza
o validez de la cadena. Por eso la cuarta regla nos aconseja: “Hacer en todo
enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales que estemos seguros de no
omitir nada”. Según este cuarto precepto hay que ordenar y enumerar estos elementos
para no omitir nada. El ejemplo cartesiano es el de la cadena: sólo podemos estar seguros
de la solidez de la cadena si la hemos recorrido sin omitir ningún eslabón.
¿En qué se inspiró Descartes para elaborar su método?
Página
Ya en su juventud, cuando abandona
el colegio de la Flèche, se muestra
descontento con lo aprendido, excepto con
las matemáticas. Frente a todas las demás
enseñanzas recibidas, a las que considera
cuando menos confusas, si no falsas,
Descartes sólo encuentra verdad en los
conocimientos matemáticos. De ahí que,
nos confiesa en el Discurso, desarrolla una
especial dedicación hacia esas ciencias.
¿Qué es lo que hace que los matemáticos
sean capaces de demostrar la validez de sus
proposiciones,
que
consigan
un
conocimiento cierto, mientras que los metafísicos se pierden en vanas disquisiciones y
disputas escolares? La razón se ha equivocado en numerosas ocasiones hasta el punto de
que Descartes considera necesario reconstruir el edificio del saber sobre bases firmes y
seguras, si es que esto es posible. Descartes considera que lo que hace verdaderos los
conocimientos matemáticos es el método empleado para conseguirlos. No es que haya en
las matemáticas una estructura que hace inevitablemente verdaderos sus conocimientos
sino que es el método que utilizan los matemáticos lo que permite conseguir tan
13
Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente
los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían
proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del
conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de
admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden
necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de
nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no
podamos llegar a descubrir.
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admirables resultados. Por tanto, el método tiene
que elaborarse de acuerdo con el que utilizan
los matemáticos en sus investigaciones. No es que
las matemáticas sean un tipo de saber distinto del
resto de los saberes. Si la razón es única, el
saber es único, y debe haber un único método
para alcanzar la sabiduría.
Nos cuenta Descartes que el método que
lo inspiró fue, por tanto, el seguido por los
geómetras. Estos parten de las cosas más
sencillas y fáciles de conocer para elevarse, por
medio de “largas cadenas de trabadas razones”,
hasta llegar a las cuestiones más difíciles
y
complejas. La matemática es la única
ciencia que logra alcanzar demostraciones
ciertas y evidentes. La confianza en la razón,
mediada por el método de la ciencia, lo llevará a
la búsqueda de un saber seguro, que le permitía pensar que no habría ninguna verdad tan
alejada ni inasequible como para que el conocimiento humano no pudiera acceder a ella.
Es el optimismo racionalista: la fe en la capacidad de la razón.
Página
Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que
había escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones,
tratadas por estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen,
habiendo comenzado por las más simples y más generales, siendo, a la vez, cada
verdad que encontraba una regla útil con vistas a alcanzar otras verdades, no
solamente llegué a concluir el análisis de cuestiones que en otra ocasión había
14
No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el
estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilmente
cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la
verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han establecido
algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba
que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba
alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar
atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no
llegué a tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que
comúnmente se conocen como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos
son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra
cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se
dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las
proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer
más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para
poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente,
habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en
alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones
solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria,
opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre
líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con
mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar
varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante algunas cifras,
lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da
en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de
una mediante los procedimientos de la otra.
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juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este
trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era
posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser
excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento
verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un
niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas
pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el
ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que
nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las
circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las
reglas de la Aritmética.
Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo
estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto,
al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de
que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a concebir de
forma más clara y distinta sus objetos y puesto que no lo había limitado a materia
alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias
de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no
quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas dificultades que se presentasen
en un primer momento, pues esto hubiera sido contrario al orden que el método
prescribe. Pero habiéndome prevenido de que sus principios deberían estar tomados
de la filosofía, en la cual no encontraba alguno cierto, pensaba que era necesario
ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto que era lo más importante en el
mundo y se trataba de un tema en el que la precipitación y la prevención eran los
defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar tal tarea hasta que no
tuviese una madurez superior a la que se posee a los veintitrés años, que era mi edad,
y hasta que no hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en prepararme,
tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y realizando un acopio
de experiencias que deberían constituir la materia de mis razonamientos, como
ejercitándome siempre en el método que me había prescrito con el fin de afianzarme
en su uso cada vez más.
.
Página
Con la aplicación del método a las matemáticas Descartes ha obtenido dos
ventajas que puede generalizar a cualquier otro tipo de conocimiento. Éstas son: Ia) es
un método racional, que sólo usa y en todo momento la razón; 2a) permite a la mente
entender las cosas con más claridad y distinción. Sin embargo, tal como ha hecho
Descartes en su ensayo de Geometría, la aplicación del método a una ciencia o saber
necesita de una adaptación específica. Si quiere universalizar el método sin esas
restricciones, tendrá que fijarse en una ciencia universal, que necesariamente es la
filosofía.
15
Por tanto, el proceso de la reforma del método empezó por la consideración de las
verdades más simples y las ideas más ciertas, como empezaban las matemáticas. Con este
ejercicio conseguía que la mente se acostumbrara a la forma de conocer la verdad y de
obtener la garantía de un conocimiento verdadero. La aplicación del método a las
matemáticas funciona de una forma brillante y Descartes se muestra ilusionado,
obteniendo el primer éxito: la geometría analítica. Por ello, propone “aplicarlo con
igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias”. Pero, para conseguir dicho
objetivo, se debe comenzar por establecer la certeza de los elementos en los que se apoya
el resto de conocimientos. La metafísica establece esos primeros principios. Por tanto, se
debe aplicar el método a la filosofía, donde Descartes no encuentra “ningún conocimiento
cierto”.
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De la misma manera que en las matemáticas se partía de verdades simples y
fáciles de conocer, la aplicación del método a la filosofía exige la determinación de los
principios desde donde se ha de partir. Pero estos principios no están claros en la
filosofía de su tiempo, por lo cual, dice Descartes, hay que evitar nuevamente la
prevención y la precipitación. El término "precipitación" viene a tener el mismo
significado que antes, pero el término "prevención" probablemente sea más concreto.
Aquí se está refiriendo Descartes a los prejuicios filosóficos consistentes en dar
explicaciones desde el aristotelismo dominante en las instituciones educativas de su
época. Dada la dificultad de la tarea, por las críticas que iba a recibir y de hecho recibió,
Descartes pospone la aplicación del método a la filosofía hasta no haber adquirido una
madurez y una preparación suficientes, suprimiendo las opiniones erróneas, aumentando
su conocimiento y practicando el método más de lo que lo había hecho.
Establecer la certeza de los primeros principios será el objetivo de la Cuarta parte
del Discurso. La tarea queda abierta, aunque posiblemente no sea el momento. Tal vez la
edad que tiene no es la más apropiada. Pero tendría que emprender lo que se convertiría
en el objetivo principal de su esfuerzo: la reforma de la filosofía, una reflexión serena y
sistemática sobre los principios fundamentales de la filosofía.
4.
PARTE
LA
DUDA
DEL
METÓDICA
“DISCURSO
DEL
Y
SU
SUPERACIÓN.( CUARTA
MÉTODO” (2.b. y 2.c.).
El título de la cuarta parte del Discurso del método, “en la que se exponen las
razones que permiten establecer la existencia de Dios y del alma humana, que
constituyen los fundamentos de la metafísica”, resume el objetivo de esta parte y que
consideraba como tarea fundamental, ya que es “la raíz del árbol de la ciencia”.
Descartes distingue tres esferas o ámbitos de la realidad: Dios o Sustancia infinita (res
infinita); el yo o sustancia pensante (res cogitans) y los cuerpos o sustancia extensa (res
extensa).
Aplicando la primera máxima de la moral provisional formulada en la parte tercera
del Discurso del Método ("obedecer las leyes y costumbres de mi' país"), Descartes
indica la conveniencia de seguir en la vida ordinaria lo establecido por la costumbre.
Pero esto sólo es válido para vivir, no para buscar la verdad. Para llegar a la verdad
necesita aplicar el método, cuyas reglas ya había enunciado en la parte segunda. Aplica,
por tanto, el método inicialmente sólo a lo teórico y no “a las costumbres” (ámbito
moral), porque quiere evitar “no permanecer irresoluto en sus acciones”. La duda es, por
tanto, teorética, ya que inicialmente no afecta al ámbito moral y es universal porque
puede aplicarse a todos los conocimientos teóricos.
Lo primero que hace Descartes es utilizar la regla del análisis con el fin de llegar
a una verdad absolutamente segura. El procedimiento que usa es la duda. No se trata de
Página
16
No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas,
pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y
sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los
fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a
referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las
costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si
fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba
entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que
hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello
en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de
hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable.
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una duda existencial, ni de una duda escéptica, sino de una duda metódica, usada como
medio para obtener la verdad. Además de metódica es una duda universal, porque
aquello de lo que se duda es la totalidad de nuestros conocimientos.
Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a
error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen
imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones
relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en
paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error,
rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como
demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que
tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que
ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que
hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las
ilusiones de mis sueños
4.1. La duda metódica: procedimiento cartesiano
para llegar a la primera verdad.
Para el Racionalismo el entendimiento ha de encontrar en sí mismo las verdades
fundamentales (ideas innatas) a partir de las cuales sea posible deducir el edificio entero
de nuestro conocimiento (ideal deductivo). Este punto de partida ha de ser una verdad
absolutamente cierta sobre la cual no sea posible ejercer la duda. La búsqueda de este
punto de partida exige la tarea previa de eliminar todos los conocimientos, ideas y
creencias que no aparezcan como absolutamente ciertos: hay que eliminar todo aquello de
lo que sea posible dudar. De ahí que comience la cuarta parte del Discurso planteando los
elementos fundamentales de la duda, que es una duda metodológica (no escéptica o
existencial), que viene exigida en el momento analítico de su método. Emprender la duda
metódica es la única manera de fundar la filosofía sobre un cimiento sólido, sobre un
principio que sea realmente indudable.
Radicalidad de la duda: la duda es progresiva, pues en ella distinguimos cuatro
niveles de amplitud y radicalidad, aunque el Discurso sólo expone tres. El cuarto no
aparecerá hasta las Meditaciones metafísicas.
El primer nivel se refiere a los sentidos, que nos engañan a menudo, y “es
prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez”.
Dudar de los sentidos nos permite dudar de que las cosas sean cómo las percibimos,
no de que existan tales cosas
Página
A pesar de la certidumbre de las verdades matemáticas, en su esfuerzo por
eliminar todo `posible error, logrará mostrar que tales verdades no son
absolutamente indudables, porque algunas veces ha incurrido en paralogismos
(razonamientos incorrectos) al tratar cuestiones relacionadas con la geometría. Sin
17
La imposibilidad de distinguir el sueño de la vigilia, ya que los mismos
pensamientos pueden asaltarnos estando dormidos o despiertos, le hizo suponer que
todos los conocimientos que pudiera haber conseguido su mente tuvieran el mismo
valor que las ilusiones de sus sueños. Esta razón para dudar parece afectar a la
existencia de las cosas y del mundo, pero no a ciertas verdades, como las verdades
matemáticas (dormidos o despiertos, en la geometría euclidiana los tres ángulos
internos de un triángulo suman 180 grados).
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embargo, en esta cuarta parte del Discurso Descartes afirmará posteriormente que
no sólo Dios garantiza el criterio de verdad, sino también la certeza de las
matemáticas, cuyas demostraciones, siempre que se muestren claras y distintas,
serán verdaderas. No importa si estoy haciendo una demostración o soñando que
la hago. En ambos casos lo que hace que la demostración sea verdadera es lo
mismo; la claridad y la distinción con que la razón la concibe.
La hipótesis del genio maligno, “de extremado poder e inteligencia, que pone
todo su empeño en inducirme a error”, permite extender la duda a todo el ámbito
del saber.
Cuando la duda es más intensa, cuando no puede estar seguro de nada, alcanza la
verdad del primer principio que estaba buscando.
Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este
modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba,
fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era
tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos
no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo
como el primer principio de la filosofía que yo indagaba
4.2. La primera certeza y el criterio: “pienso,
luego existo”. Críticas al cogito cartesiano.
Esta duda radicalizada conduce a una primera verdad absoluta e inmune a toda
duda: la existencia del propio sujeto que piensa y duda. En efecto, si duda de todo, al
menos es cierto que duda, es decir, que piensa. Y si piensa, existe en tanto ser pensante.
Esto es lo que expresa Descartes con su célebre “COGITO, ERGO SUM”, que es una
verdad tan firme que ni las más extravagantes de las dudas escépticas podrían atentar
contra ella. La duda puede alcanzar el contenido de mi pensamiento, pero no al
pensamiento mismo. Puedo dudar de la existencia de lo que veo, imagino o pienso, pero
no puedo dudar que lo esté pensando y que, para pensarlo, tengo que existir.
Página
Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir
que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me
encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el
contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas,
se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que
hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido
verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a
conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no
reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar
alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el
18
La función del cogito es doble: señala el tipo ejemplar de proposición
verdadera y prepara el camino para la radical distinción entre el cuerpo y el alma.
Por el mero hecho de dudar y de haber intentado convencerse de que no existía,
tiene que existir. La existencia del sujeto pensante es una evidencia que está por encima
de la existencia del cuerpo y del mundo, ya que puedo imaginar que no tengo cuerpo,
pero hay algo que no puedo separar de mí, el pensamiento. Lo único cierto con
precisión es que yo soy una cosa que piensa, por tanto, un “sujeto” cuyo ser es “pensar”,
que es su naturaleza, esencia o atributo. El yo es el alma, que define esencialmente al ser
humano y, a su vez, el alma se define por ser pensamiento.
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alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo,
más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo
lo que es
La consecuencia más importante de esta primera certeza es el dualismo
antropológico. El yo o alma no necesita de ninguna condición material, tampoco del
cerebro. Por ello, es independiente y distinta de cualquier sustancia material, si es que
existe. También el alma es más fácil de conocer que el cuerpo, ya que de ella tenemos
una certeza inmediata e intuitiva, mientras que todavía no me consta la existencia del
cuerpo. Quienes creen conocer su cuerpo mejor y más fácilmente que su alma, es porque
siguen sus sentidos sin aplicar el método, pero si lo hubieran hecho observarían que
“tengo cuerpo” no es una afirmación clara ni distinta. Si el alma es pensamiento y, por
tanto, independiente del cuerpo, entonces es inmortal, ya que para ser, es decir, pensar, no
necesita del cuerpo.
El concepto de sustancia es fundamental en Descartes, y a partir de él, en todos
los filósofos racionalistas. Una definición de sustancia es ésta: una cosa que existe de tal
modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Según esta definición, sólo podría
existir una sustancia: la sustancia infinita o Dios, ya que los seres finitos, pensantes o
extensos, son creados y conservados por Dios. El mismo Descartes reconoció que esta
definición sólo puede ser aplicada de modo absoluto a Dios, pero el cogito es el primer
principio en el orden subjetivo o del conocimiento de certezas. Descartes descubrirá que
el yo depende de Dios, el primer principio en el orden del ser. La primera certeza
encontrada es el yo, no Dios. El objetivo último de la filosofía cartesiana al afirmar que
alma (pensamiento) y cuerpo (extensión) constituyen sustancias distintas es salvaguardar
la autonomía del alma respecto de la materia. Porque la ciencia clásica, cuya concepción
de la materia comparte Descartes, imponía una concepción mecanicista y determinista del
mundo material, en el que queda poco o ningún sitio para la libertad.
La primera verdad y la primera certeza es también el prototipo de toda verdad y
de toda certeza, es decir, es el criterio de todo lo que hayamos de considerar como
verdadero en adelante. Porque veamos: ¿por qué es indubitable mi existencia como sujeto
pensante? Porque la percibo con toda claridad y distinción. De aquí deduce Descartes su
criterio de certeza: todo cuanto perciba con igual claridad y distinción que esta primera
verdad, será verdadero y podré afirmarlo con toda certeza. Pienso, luego soy no es un
silogismo sino una evidencia; no se debe interpretar “si pienso, entonces soy”, sino “soy
una cosa que existe siendo pensamiento”.
Página
Hay una grave consecuencia que se deriva del planteamiento cartesiano: el
encierro del sujeto dentro de sí mismo. Esto podríamos resumirlo con el término
“solipsismo”. La única verdad que se ha salvado de la duda es la existencia de la propia
actividad intelectual, la autoconciencia; pero la existencia indubitable del yo no parece
implicar, sin embargo, la existencia de ninguna otra realidad. Por ejemplo, si digo “yo
19
Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se
requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que
acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía
conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en
pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy
claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como
regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas
verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente
cuáles son aquellas que concebimos distintamente.
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pienso que el mundo existe”, tal vez el mundo no exista, lo único cierto es que yo pienso
que el mundo existe. Se ha producido un aislamiento del sujeto respecto del mundo y de
los demás. El mundo exterior, la realidad extramental, se ha convertido en algo
problemático cuya existencia se ha de demostrar.
4.3. Las ideas.
El yo sólo existe como ser pensante, que
tiene ideas. Ya tenemos una proposición
absolutamente verdadera por ser indudable
y un criterio de verdad preciso y claro.
Con estos instrumentos Descartes deberá
elaborar todo su sistema filosófico. Sólo
sé que soy, dice, pero aún no sé qué cosa
soy. ¿Un hombre? Pero, ¿qué es un
hombre, un animal racional? Pero entonces
surge un problema mayor, porque un
animal debe tener un cuerpo y aún no
tenemos seguridad alguna de la existencia
de mi cuerpo, porque ya vimos que la
certeza indubitable del yo no parece implicar la existencia de ninguna otra realidad.
¿Cómo demostrar la existencia de la realidad extramental, exterior al pensamiento?
No le queda otro remedio que deducir la existencia de la realidad externa a partir
de la existencia del pensamiento. Esta es la exigencia del ideal deductivo racionalista: de
una primera verdad absoluta se han de extraer todos los demás conocimientos,
incluido nuestro conocimiento de que existen realidades extramentales.
Para hacer esta deducción Descartes cuenta con dos elementos: el pensamiento como
actividad (yo pienso, cogito) y las ideas que piensa el yo. Por ejemplo: si digo “yo pienso
que el mundo existe”, en esta oración pueden considerarse tres factores: el yo que piensa,
el mundo como realidad externa al sujeto, y cuya existencia es aún dudosa y
problemática, y las ideas de mundo y de existencia que yo poseo y sin las cuales no
podría pensar que el mundo existe.
Las ideas, objeto de mi pensamiento.
Del análisis anterior concluye Descartes que el pensamiento recae directamente sobre
ideas, es decir, que el pensamiento piensa siempre ideas. Aquí se ha producido un cambio
respecto de la filosofía anterior, en la cual el pensamiento recaía sobre las cosas
directamente (realismo aristotélico), no sobre las ideas de tales cosas. La idea para el
realista sería como un medio transparente a través del cual el pensamiento recae sobre la
cosa, como una lente a través de la cual se ven las cosas, sin ser ella vista. Para Descartes,
en cambio, el pensamiento no recae sobre las cosas (de cuya existencia no estamos
seguros), sino sobre las propias ideas de las cosas. Aquí la idea no es ya una lente
transparente, sino una representación mental, algo así como una fotografía que
contemplamos en nuestra mente. De ahí el problema, porque, ¿cómo garantizar que a la
idea de mundo le corresponde la realidad mundo?
Página
Descartes distingue dos aspectos en las ideas: su realidad formal en cuanto
que son actos mentales o “modos del pensamiento”, y en cuanto que poseen un contenido
objetivo, ser imágenes que representan cosas. Como actos mentales, todas las ideas tienen
la misma realidad, pero en cuanto a su contenido objetivo su realidad es diversa y distinta
20
Las ideas como realidad objetiva y como acto mental.
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porque representan seres con distintos grados de realidad. Hay, por ejemplo, más realidad
en la idea de sustancia que en la de color, etc.
Clases de ideas.
Hay que partir, pues, de las ideas y analizarlas detenidamente, para ver si alguna
de ellas nos permite salir del encierro del cogito a la realidad extramental.
Descartes distingue tres tipos de ideas: ideas adventicias, las que parecen
provenir de nuestra experiencia externa (no nos consta aún la existencia de mundo
externo alguno), por ejemplo, las ideas de hombre, de árbol, de los colores, etc. Ideas
facticias, las que construye la mente a partir de otras ideas, por ejemplo, la idea de un
caballo alado, de un centauro, de un unicornio, etc. Ninguna de estas dos clases de ideas
puede servirnos para demostrar la existencia de la realidad extramental: las adventicias
por provenir del problemático mundo externo, y las facticias por ser construidas por el
pensamiento.
Las ideas más importantes –aunque menos numerosas- no son ni adventicias, ni
facticias, por tanto su origen no puede ser otro sino que el pensamiento las posee en sí
mismo, o sea, son innatas. Esta es la segunda de las afirmaciones básicas del
racionalismo: que las ideas primitivas, a partir de las cuales el entendimiento construye el
edificio de nuestros conocimientos, son innatas. Ejemplos de ideas innatas serían:
pensamiento, existencia, Dios, extensión, etc.
4.4. La demostración de la existencia de Dios
Página
A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia,
mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección
mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a
pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía
ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con
los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la
tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de
dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera
hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes
de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían
de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mi. Pero no podía opinar
lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de
la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia
menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo
menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal
21
Concluye aquí la primera gran etapa del recorrido filosófico que ha
emprendido Descartes: demostración de la propia existencia como pensamiento,
derivación del criterio de verdad y afirmación de que somos una cosa que piensa.
¿Cuál será la próxima etapa? ¿Qué demostrará primero, la existencia del mundo o la
existencia de Dios? Un pensador anterior a él hubiera demostrado primero la existencia
del mundo, puesto que sobre ésta se apoyan la mayoría de las pruebas de la existencia de
Dios. Pero Descartes invierte este orden, porque, en vez de sustentar el
conocimiento de Dios en el conocimiento del mundo, sustenta el mundo -–al cual la
duda metódica ha convertido en algo problemático- en el conocimiento de Dios. Por
eso es un filósofo idealista, porque admite como verdad primera la existencia de su propia
consciencia y de sus ideas. Así, pues, el próximo problema que tratará de resolver
Descartes será el de la demostración de la existencia de Dios mediante tres
argumentos: dos causales y el tercero ontológico. Dios permitirá al yo salir de su
isla. Para ello tiene que partir de la única verdad que posee, es decir, de la evidencia de
la propia existencia como cosa pensante y sus ideas.
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idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa
de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más
perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de
las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que
fuese Dios.
La idea que poseo de un ser perfecto debe ser explicada y, con el primer argumento
causal, Descartes demostrará que Dios es la causa de dicha idea, ya que sólo puede haber
sido causada en el yo por un ser que tenga tanta realidad formal como realidad objetiva
tiene su idea correspondiente. Por ejemplo, la idea de ser bueno no puede estar causada
por lo que carezca de bondad. Ahora bien, la sustancia pensante es imperfecta porque
duda. Pero entre sus ideas se encuentra la idea de ser perfecto. ¿Cuál es, entonces, el
origen de esa idea?
Dios causa mi idea de ser perfecto. Analizando las ideas de cosas que se me presentan
como existentes fuera de mí (no tengo la certeza de que existan tales cosas), puedo
suponer que han sido inventadas por el yo, porque no hay en tales ideas un grado de
perfección superior al que hay en el yo. Por tanto, si esas ideas son verdaderas, es decir, si
les corresponde una existencia, su causa puede ser el yo. Si las ideas son falsas, la causa
también puede ser el yo en cuanto que es imperfecto y puede equivocarse. Pero, hay dos
razones que impiden que la idea de ser perfecto sea facticia; el yo no tiene un grado de
perfección suficiente para inventarla (¿cómo puedo yo, que soy un ser finito, haber
producido la idea –su contenido objetivo- de un ser infinito, si lo más no puede derivarse
de lo menos?) y, en segundo lugar, el yo tiene carencias, y de esa nada no puede provenir
nada. La única alternativa es que la idea de ser perfecto “hubiese sido inducida en mí” por
una naturaleza que reúna todas las perfecciones de las que, aunque tenga las ideas
correspondientes, carezco, como infinitud, omnipotencia… Por tanto, la causa de esas
ideas, el ser perfecto, existe.
Página
El punto de partida del segundo argumento causal no va a ser “la idea de un
ser perfecto”, sino el “yo que posee ideas de perfecciones”. Si yo soy imperfecto, pero
poseo ideas de cosas perfectas (ser infinito, eterno, inmutable….), entonces tiene que
existir una causa que me haya hecho con tales ideas. Esa causa tiene que ser Dios, pues
sólo él tiene esas perfecciones de las que yo tengo ideas. ¿Puede la sustancia pensante o
yo ser causa de sí misma en lugar de estar causada por Dios? Descartes responde que si
yo fuera causa de mí propia existencia, no se explicaría por qué, teniendo las ideas de
tales perfecciones, carezco de las mismas. Si yo fuera causa de mí mismo, no me hubiera
creado sólo con las ideas de perfecciones tales como la eternidad, la omnisciencia…, sino
que también me hubiera dotado de tales rasgos, pues es mejor tener esas perfecciones que
sólo sus ideas. Así, puesto que no tengo esas perfecciones pero tengo sus ideas, Dios es mi
causa y, por tanto, existe.
22
A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que en absoluto
poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con libertad los términos
de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto
del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese
existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por
mi mismo todo lo poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma
razón, tener por mi mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito,
eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones
que podía comprender que se daban en Dios.
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Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para conocer
la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía, solamente
debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna
idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de
aquellas ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De
este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas
semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mí mismo me hubiese complacido
en alto grado el verme libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas
sensibles y corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o
imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran
verdaderamente en mi pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy
claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando que
toda composición indica dependencia y que ésta es manifiestamente un defecto,
juzgaba por ello que no podía ser una perfección de Dios al estar compuesto de
estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el contrario,
pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas inteligencias u otras
naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder
de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento.
Demostrada la existencia de Dios, Descartes deduce su naturaleza o esencia, sin
olvidar que Dios no es completamente cognoscible por mí, pues mi entendimiento es
finito. Lo que en mí implica imperfección no estará en Dios, pero sí contendrá las
perfecciones de las que yo tengo ideas. No será un ser que dude o sea inconstante, pues
tales rasgos implican imperfección, pero sí será, por ejemplo, omnisciente, rasgo del
que carezco, aunque tengo su idea. Por otro lado, el hombre es un ser compuesto de alma
y cuerpo, pero toda composición denota dependencia e imperfección. Por tanto, Dios,
que es un ser perfecto, será un ser simple, de manera que el resto de sustancias, lo
imperfecto, es una continua creación divina.
Página
El tercer argumento es una reformulación del argumento ontológico de San Anselmo
de Canterbury en relación con las demostraciones de la geometría. En matemáticas se
demuestra necesariamente que, por ejemplo, dado un triángulo, sus ángulos suman 180º.
Sin embargo, esa demostración no dice nada sobre la existencia de ese triángulo. Por
23
Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el
objeto de los geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio
indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en
diversas partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así como ser
movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en
su objeto, repasé algunas de las demostraciones más simples. Y habiendo advertido
que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se
las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto,
advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto. Así,
por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso
que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me
aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario,
examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la
existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está
comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una
esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor
evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es
o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría.
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tanto, lo que el criterio de verdad garantiza es la verdad de la demostración, no la
existencia del objeto. No hay nada en la definición de triángulo que exija su existencia.
Lo mismo podría decirse de cualquier otra rama de las matemáticas. Sin embargo, al
contrario de lo que ocurre con la idea de triángulo, la de ser perfecto contiene la
existencia de ese ser (infinito, omnipotente, omnisciente, bueno…, y existente). Igual que
una característica del triángulo, para que lo sea, es que sus ángulos suman 180º, una
característica de la idea de ser perfecto es la existencia del mismo. De lo contrario, dicha
idea no sería la idea de un ser perfecto, pues la faltaría una perfección, su existencia.
Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una
gran dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma, es el que
jamás elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto
habituados a no considerar cuestión alguna que no sean capaces de imaginar (como
de pensar propiamente relacionado con las cosas materiales), que todo aquello que
no es imaginable, les parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima
que los mismos filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la
cual nada hay en el entendimiento que previamente no haya impresionado los
sentidos. En efecto, las ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y
me parece que los que desean emplear su imaginación para comprenderlas, hacen lo
mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los sonidos o sentir los olores.
Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la
verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra
imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro
entendimiento no interviniese.
Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes afirma que no sólo el alma, sino
también Dios, es más fácil de conocer que lo sensible. De hecho, el yo conoce con
certeza su existencia y la de Dios sin tener certeza de la existencia del mundo ni de su
cuerpo. Por tanto, la idea de Dios y del alma no son adventicias, pero tampoco, como se
ha demostrado anteriormente, pueden haber sido inventadas por el yo (no son facticias).
Son innatas. La mayoría cree, sin embargo, que es más fácil conocer la mesa que tiene
delante que Dios o su alma porque siguen sus sentidos o imaginación. Pero, si aplicaran
el método, se darían cuenta de que sus sentidos no ofrecen un conocimiento cierto, pues
caen bajo los motivos de la duda.
Página
La doctrina tradicional de la escolástica decía que el conocimiento de Dios por la
sola razón estaba reservado a unos pocos, tras múltiples esfuerzos y con grandes errores.
De ahí la necesidad de la Revelación. Descartes piensa exactamente lo contrario, puesto
que la idea de Dios es una idea clara y distinta. Pero, harto de los ataques que recibía
tanto de las instituciones eclesiásticas como de algunas universidades de Francia y
Holanda, responde con una crítica muy dura, dirigida a la teoría del conocimiento que
subyacía tras esos ataques, que no es sino el aristotelismo escolástico. Según
esta doctrina, todo el conocimiento nos viene a través de los sentidos. Sobre la imagen
sensible que forma el sentido interno de la percepción o sensorio común actúa el
entendimiento, abstrayendo, separando el concepto universal. Descartes acusa a los
defensores de esta teoría de ser poco racionales, de usar más la imaginación que el
entendimiento, al ser incapaces de elevar su pensamiento sobre las cosas sensibles,
puesto que la imaginación es una facultad del pensar ligada a los sentidos. Tienen
dificultad en conocer a Dios y la naturaleza del alma, porque se han equivocado de
facultad cognoscitiva; lo mismo que se equivocan de facultad sensible quienes quieren ír
un sonido o sentir un olor con la facultad de la visión. Hay otra crítica, más
interesante, porque anticipa desarrollos posteriores. En la certeza de nuestros
24
Críticas a la Escolástica
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conocimientos sensibles, ya provengan de los sentidos, ya estén mezclados con ellos (la
imaginación), interviene el entendimiento. En todo conocimiento, sea el que sea, para
que haya certeza tiene que haber una presencia del entendimiento.
En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la
existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo
que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como
de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son
menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales
cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar
de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se
trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no
estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual
forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra
tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los
pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que
frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios más
capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna
que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios.
Deducción de la existencia del mundo
Entramos en la tercera deducción metódica. Una vez demostrada la existencia de
Dios, Descartes deduce que, como Dios es un ser perfecto y veraz, todo lo que proviene
de Él, en cuanto nos ha creado, o sea, el mundo y la mente, es verdadero. Asimismo son
verdaderas las ideas de la mente y es válido el criterio de certeza, porque Dios no nos ha
podido construir mal; eso iría contra la idea de un Ser Perfecto. Es cierto que la mente y
el criterio de certeza ya han sido deducidos, pero ahora un Descartes más tradicional
está preocupado por justificar su existencia.
Lo primero que hace Descartes es fundamentar la certeza del conocimiento
sensible. Otra prueba de que Dios y el alma son mejor y más fáciles de conocer que lo
sensible es que su conocimiento necesita del conocimiento de Dios. Aunque se tenga la
“seguridad moral” de que el mundo existe, no se puede tener la “certeza metafísica” de su
existencia hasta haber demostrado que Dios existe. La seguridad moral vale para vivir.
Todos nos acostamos con la seguridad de que amanecerá, estamos seguros de que
tenemos cuerpos y hay flores en el campo. Pero estas seguridades son morales, no
metafísicas. Descartes no ha encontrado todavía ninguna razón que haga indudable la
existencia del mundo, incluido su cuerpo. Los motivos de duda que sirvieron para
rechazar la certeza del mundo siguen presentes.
Página
Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una
regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más
que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De
donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen
de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino
verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que
encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en las que algo es
25
Posteriormente va a demostrar por qué sólo la certeza de Dios puede garantizar la
certeza de las ideas adventicias y, por tanto, la existencia del mundo y garantiza esta
certeza porque también garantiza la validez del criterio de verdad, ya que lo que se
concibe con claridad y distinción es posible gracias a la existencia de Dios, que permite
también la verdad de las matemáticas.
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confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en
nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una
repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal,
procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfección proceda de la
nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero
procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas,
no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la
perfección de ser verdaderas.
En segundo lugar, tampoco es válido el criterio (la regla) antes aludido de la
claridad y la distinción, si no se admite la existencia de Dios que, como ser perfecto,
no nos ha podido construir mal. Todas las ideas de la mente son verdaderas en cuanto
proceden de Dios y por eso son claras y distintas. Es cierto que no todas las ideas que
tenemos son completamente verdaderas; algunas de ellas son falsas o contienen alguna
falsedad, porque son oscuras y confusas. Pero esto no se debe a un defecto divino, sino a
un defecto de los seres creados, que, por ser finitos, no somos totalmente
perfectos. Aquello que no es claro y distinto sino obscuro y confuso, no ha sido creado
por Dios y proviene de la nada.
El método de Descartes, como ya hemos comprobado, avanza desde el conocimiento
de la existencia del sujeto mismo hasta el conocimiento de la existencia de un Dios que
no nos engaña. Por lo tanto, si las pruebas de Descartes sobre la existencia de Dios no son
válidas –cosa en la cual coinciden la mayoría de los especialistas- todo su esfuerzo cae
por tierra. Sin embargo, el problema no se reduce a que las pruebas que aduce Descartes
para demostrar la existencia de Dios sean de dudosa validez: en toda esta cuestión
subyace una dificultad estructural más grave.
Para demostrar la existencia de Dios hemos de partir de ciertos axiomas o
premisas. ¿Cómo sabemos que estos axiomas son correctos? Descartes responde
que nosotros percibimos clara y distintamente su verdad. Sin embargo, surge la
siguiente pregunta: ¿cómo podemos confiar en nuestras ideas claras y distintas? Una
vez demostrada la existencia de Dios, esto no constituye ningún problema. Descartes
puede sostener que Dios, al ser perfecto y por lo tanto bueno, no puede habernos dado
una mente sujeta a error acerca de materias que cree percibir con la máxima claridad. No
obstante hasta que no sepamos que Dios existe, no tenemos ninguna garantía de fiabilidad
de la mente, ni siquiera en las cosas más sencillas. Así, desde el comienzo mismo la
empresa cartesiana se encuentra amenazada por un siniestro círculo vicioso: no podemos
confiar en nuestras ideas claras y distintas hasta saber que Dios existe; pero no podemos
demostrar la existencia de Dios si no nos fiamos de nuestras ideas claras y distintas.
Página
Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la
certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando
dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar de la verdad de los
pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese, inclusive
durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo, que algún
geómetra lograse alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese
verdad. Y en relación con el error más común de nuestros sueños, consistente en
26
La respuesta de Descartes a este considerable problema (conocido con el nombre de
“círculo cartesiano”) parece consistir en que existen algunas proposiciones tan claras y
tan sencillas que, incluso sin disponer de una garantía divina de la fiabilidad de la mente,
se garantizan a sí mismas. “Dos y dos son cuatro” o “si pienso, existo” son ejemplos de
proposiciones tan sencillas y directas, que al analizar aquello que afirman, no tengo la
menor posibilidad de equivocarme con respecto a su verdad.
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representamos diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos
exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad
de tales ideas, pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos
como sucede a aquellos que padecen de ictericia que todo lo ven de color
amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado alejados nos parecen de
tamaño mucho menor del que en realidad poseen.
En tercer lugar, la existencia de Dios también fundamenta el conocimiento
matemático. Esta fundamentación es consecuencia de la anterior fundamentación del
criterio de certeza. Los matemáticos se caracterizan por formular ideas "muy distintas"
y precisas. Da igual que esas ideas se formulen durmiendo o en estado de vigilia, porque
ya tenemos fundamentado el criterio de certeza. Aunque un matemático formulase una
demostración mientras duerme, no por eso dejaría de ser verdadera.
En cuarto lugar, la existencia de Dios fundamenta la existencia del mundo. Descartes
dice que nuestro conocimiento del mundo sensible no sólo es erróneo porque, cuando
dormimos, solamos representarnos los objetos durante el sueño con la misma forma que
cuando estamos despiertos. También despiertos nuestros sentidos externos nos llevan a
error. Es lo que sucede a los enfermos de ictericia que lo ven todo de amarillo o cuando
nos fijamos en los astros u otros cuerpos celestes, que nos representamos con un tamaño
muy inferior al que tienen.
Página
Lo importante para el conocimiento del mundo no es que estemos despiertos o
dormidos. Lo importante es que aquello que conocemos se ajuste a la evidencia de la
razón. Descartes recalca que los pensamientos han de ajustarse a la razón, y no a la
imaginación o los sentidos. Y pone dos contraejemplos: uno ya utilizado un poco antes,
la representación del tamaño del sol, que es una idea adventicia; y otro, la
representación de una quimera, que es una idea facticia, fabricada por la imaginación.
Para Descartes el mundo existe, pero no tal como nos lo ofrecen los sentidos, sino tal
como lo entiende la razón. Y la razón nos presenta el mundo como res extensa, que
es una idea innata. No todas las ideas son igualmente verdaderas. Las más importantes
son las ideas innatas, porque nos dan un conocimiento claro y distinto, perfectamente
ajustado a las exigencias de la razón. Les siguen las ideas adventicias que pueden tener
claridad pero no distinción (podemos ver el sol con claridad, pero nos engañamos con
su tamaño). Y en el último lugar están las ideas facticias, cuya claridad depende de la
imaginación y carecen de existencia real, como la idea de una quimera. Ahora bien,
27
Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos
dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que
yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos,
pues aunque vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea
sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta
claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso
concluir que exista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que
vemos o imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta que
todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no
sería posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en
nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás
tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque
algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos
dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya
que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe
encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando
despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.
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sean cuales sean las ideas, todas ellas tienen un fundamento mayor o menor de verdad,
que depende de Dios. No es posible que Dios, que es la Suma Verdad, nos pueda
engañar. Luego el mundo existe.
4.5. Consecuencias de la filosofía cartesiana en la teoría
del conocimiento: El mundo como representación
Página
En Descartes esto cambia radicalmente. La certeza no está en función de una
representación que surge del mundo exterior, sino en la claridad y distinción con las que una
idea se presenta a mi mente. Esto es así porque, previamente, Descartes ha roto el hilo directo
entre sujeto de conocimiento y realidad conocida, situando entre ellos un intermediario: las
ideas. Dicho de otro modo, no hay conocimiento directo de la realidad porque entre ella y el
sujeto (el yo pensante) están las ideas (objetos de conocimiento). Así, mi conocimiento
inmediato no es del mundo, sino de ideas.
28
En la filosofía anterior el pensamiento recae directamente sobre las cosas, no sobre las
ideas. Las ideas son una especie de lente transparente a través de la cual se ven las cosas sin
que ellas mismas sean percibidas. Desde esta perspectiva, el mundo o la realidad garantizaban
la verdad de las ideas. Se entendía que había dos polos de conocimiento: el sujeto y el objeto,
siendo la verdad la “adecuación o correspondencia del pensamiento con la realidad”, algo que
aparece muy arraigado en el sentido común. Por ello, podemos considerar esta consideración
del conocimiento y de la verdad como “realista”.
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El pensamiento no recae directamente sobre las cosas, cuya existencia no nos consta
en principio, sino sobre las ideas. Las ideas no son una lente transparente, son una
representación que contemplamos. Se adquiere conciencia del sujeto y de su labor de
mediación en el conocimiento. Por ello, podemos calificar la filosofía de Descartes como
“idealista”.
Descartes sitúa en primer plano del conocimiento la
conciencia, el sujeto, rompiéndose así para siempre la
concepción ingenua del conocimiento. Aunque sólo
fuera por ello, Descartes bien puede ser considerado
el iniciador de la filosofía moderna, que es casi toda
ella una filosofía de la subjetividad, construida desde
la óptica del sujeto y no del objeto de conocimiento.
Desde esta nueva perspectiva, se abren toda una serie
de interrogantes que el mismo Descartes planteaba ya
en su duda metódica: ¿en qué medida la
representación se corresponde con la realidad?, ¿está
causada por una realidad extramental? La filosofía
moderna girará, pues, en torno a estos problemas
epistemológicos, aportando diferentes soluciones,
como harán el empirismo y Kant.
4.6. La demostración del mundo (Res extensa).
En el proceso de construcción del nuevo edificio de la filosofía todavía quedaba por
justificar la existencia del mundo. El hombre nunca tendrá mayor certeza del
conocimiento de los objetos materiales que la que ha conseguido con respecto a Dios, porque
siempre existe la posibilidad de que aquello que creemos conocer con certeza sea la ilusión
de un sueño.
La demostración de la existencia del mundo o cosas materiales será fácil: puesto que
Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer
que el mundo existe, luego el mundo existe. Evidentemente tengo ideas sobre unas
realidades exteriores a mi pensamiento, materiales y sensibles. Hay en mí una facultad que
recibe las ideas de las cosas corporales. Ni mi pensamiento es la causa de ellas, pues no soy
más que una cosa que piensa y se me presentan en mí aun en contra de mi voluntad,
ni Dios puede engañarme poniendo en mí tales ideas provenientes de los cuerpos. Por
tanto, deben existir las realidades materiales, o cuerpos, que producen en mí tales ideas.
Utilizando la regla de la evidencia, con las características de claridad y distinción,
tenemos que admitir como cualidades objetivas de los cuerpos la extensión, el movimiento, la
figura, la situación, la duración. A estas cualidades propias de los cuerpos –las llamadas por
Galileo “cualidades primarias”- Descartes las considera realmente como propiedades de las
realidades corpóreas. Pero hay otras cualidades, secundarias, que son propiamente subjetivas,
porque están en nosotros pero nos orientan en nuestra relación vital con los cuerpos; el color,
el olor, el sabor, el sonido, etc.
Página
29
Dios sólo garantiza la existencia de un mundo constituido exclusivamente por la
extensión y el movimiento (cualidades primarias). A partir de estas ideas de extensión y
movimiento se puede, para Descartes, deducir la física y las leyes generales del movimiento,
de corte mecanicista. Este mecanicismo incluye tanto a los cuerpos inorgánicos como a los
orgánicos: las plantas, los animales e incluso el mismo cuerpo del hombre son como
máquinas, que se rigen por las leyes universales y necesarias del movimiento.
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5.
LA METAFÍSICA CARTESIANA: ESTRUCTURA DE LA
REALIDAD Y CONCEPCIÓN DE LA SUSTANCIA (2.c.).
El concepto aristotélico de sustancia como “aquello a lo que corresponde ser en sí y no
en otro” determinó la concepción metafísica y ontológica de la Edad Media. La filosofía
escolástica había distinguido dos ámbitos en la realidad, Dios (realidad infinita) y las criaturas
(realidad finita en la que, a su vez, distinguía el cosmos, como totalidad de los seres creados, y
el hombre, intermediario entre Dios y el cosmos, y compuesto de materia y espíritu o alma).
Esto equivalía a admitir la existencia de tres tipos de realidades:
-
el mundo (cosmos), totalidad de la realidad material, de cuyo estudio se ocupaba
la cosmología.
-
El ser humano, compuesto de cuerpo y alma, del que se ocupaba la psicología
racional.
Dios, ser supremo, objeto de estudio de la teología racional.
-
Los filósofos del siglo XVII, formados en la tradición de pensamiento escolástica,
tienen como trasfondo esta manera de entender la realidad al tratar el tema de la sustancia. Esto
significa que los racionalistas mantienen una cierta continuidad con el pensamiento anterior y,
por ello, conservan el concepto de sustancia como una pieza fundamental de su teoría
metafísica, aunque modifiquen el contenido de este concepto e, incluso, su definición.
La metafísica cartesiana no rompe del todo con el pasado, como hemos visto que hacía
en su teoría del conocimiento, sino que, al contrario y tal y como hemos comentado antes a
propósito del pensamiento racionalista, acude a él al definir la realidad en términos de
sustancia. Para Descartes, sustancia es “una cosa que existe de tal manera que no necesita
de ninguna otra cosa para existir”, o dicho de otro modo, la sustancia es lo que tiene existencia
concreta y existencia independiente.
Esta definición constituye el punto de partida de las diversas concepciones sobre la
sustancia que formularán los filósofos racionalistas. Así, la sustancia es entendida como aquello
que existe por sí, como el elemento estable y permanente de la realidad, que es soporte de los
accidentes y subyace a todos los cambios. Además, para Descartes, la sustancia es una de las
ideas innatas, ya que captamos su existencia por la propia razón a través de la intuición
intelectual.
En sentido estricto, sólo Dios no necesita de nadie para existir, es decir, sólo él cumple
íntegramente con la definición de sustancia. Sin embargo, Descartes afirmó que el concepto de
sustancia se predica o afirma de dos maneras diferentes cuando se refiere a Dios que cuando lo
usamos para hablar de las otras dos sustancias admitidas por él: la sustancia pensante (res
cogitans) y la sustancia material (res extensa). Y es que a Dios o a la sustancia infinita (res
infinita) le conviene en términos absolutos la definición de sustancia, pero, por analogía o
relativamente, también se puede emplear el concepto de sustancia para referirnos al yo y al
mundo, que no necesitan el uno del otro para existir y, en ese sentido, son independientes, aunque
ambos necesiten, para existir, a Dios.
res cogitans (cosa pensante: sujeto que piensa).
-
res extensa (cosa extensa: mundo material).
-
res infinita (cosa infinita: Dios).
Página
-
30
Descartes, siguiendo en parte la tradición escolástica antes mencionada, distinguió tres
tipos de realidades o sustancias:
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Esta separación tajante entre las tres dimensiones de la realidad fue la causa de que
Descartes tuviera después ciertos problemas para explicar, por ejemplo, las profundas
interacciones que observamos entre lo físico y lo mental, entre el cuerpo y el alma. Es lo que se ha
llamado el problema cartesiano de la “incomunicación de las sustancias”, siendo objeto de debate
y causa de las diferencias que hay entre los diversos autores racionalistas.
En cualquier caso, afirma Descartes, a la
sustancia como tal no la conocemos
directamente, sino que nuestro conocimiento se
refiere siempre a los atributos, que son las
cualidades y propiedades fundamentales de la
sustancia. Pero no todos los atributos tienen el
mismo rango, ya que hay siempre una propiedad
principal de la sustancia que constituye la
naturaleza o esencia de ésta y de la que dependen
las demás. Es el caso de la infinitud para Dios,
del pensamiento para el espíritu o sujeto y de la
extensión para el mundo.
Además, las diversas manifestaciones o
formas en que está dispuesta la sustancia extensa y la pensante, aunque no la sustancia divina, se
denominan modos. Éstos son las propiedades no esenciales de la sustancia, a la que singularizan y
completan. Así, por ejemplo, en el caso de la sustancia pensante, el pensamiento es el atributo de
la misma y son modos del pensamiento la variada multiplicidad de operaciones mentales
conscientes capaz de realizar dicha sustancia: sentir, dudar, querer, etc.
Como consecuencia de la separación entre las tres sustancias, Descartes se ve obligado a
explicar al ser humano acudiendo (como ya hiciera Platón) a un planteamiento dualista. Así,
considera que el ser humano forma parte, en cuanto que tiene cuerpo, del ámbito de la sustancia
extensa, y, en cuanto que tiene mente o razón, del ámbito de la sustancia pensante. La relación
existente entre la mente y el cuerpo, según Descartes, es similar a la que existe entre el piloto y su
nave.
Nos encontramos, pues, con un planteamiento bien diferente al de Aristóteles, que había
descrito al ser humano como una unidad, de manera que el alma no se vinculaba sólo a la
actividad pensante o racional, sino al principio de la vida biológica. La posición de Descartes es
bien diferente, pues, para él, el yo es una sustancia cuya naturaleza se expresa en el pensar, de
forma que el cuerpo, en cuanto sustancia distinta, no piensa, y ni siquiera puede decirse que
podamos incluir al cuerpo en la esencia humana.
Tal vez, uno de los objetivos de Descartes, al considerar sustancias al yo pensante y al
mundo material, es subrayar la independencia del cuerpo y el alma. Es decir, el dualismo
cartesiano buscaba garantizar la existencia de la libertad en el alma del ser humano y su
independencia respecto al cuerpo que, por ser material, se encuentra sometido a las leyes
deterministas del mundo físico, en el que no cabe libertad alguna.
Página
Su doctrina de la sustancia le sirvió también a Descartes para justificar su modelo del
mundo: el modelo mecanicista, que era el que se iba imponiendo en la ciencia de su época.
31
Pera esta separación tajante entre cuerpo y alma originará el problema de explicar cómo
se relacionan entre sí, pues Descartes, al mismo tiempo, era consciente de la interacción que la
experiencia ordinaria nos muestra entre el cuerpo y la mente. Por ello, intentó explicarla desde
su teoría, buscando el punto de conexión entre las dos sustancias que conviven en el ser
humano y, por tanto, donde se conectan las actividades de ambas. Este punto de conexión cree
encontrarlo en la glándula pineal.
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Este modelo, aplicable a lo que él llama “res extensa”, se configura en torno a las siguientes
afirmaciones:
-
la física cartesiana sólo tiene en cuenta la materia y el movimiento, que pueden
explicarse y expresarse matemáticamente.
-
la materia se define, básicamente, por la extensión (por ocupar un lugar en el
espacio), que supone que todo cuerpo físico tiene una longitud, una anchura y
una profundidad, es decir, propiedades puramente cuantificables o medibles.
-
no existen los átomos de materia, concebidos como partículas indivisibles, pues
lo material se reduce a extensión, y todo lo extenso puede ser dividido de forma
indefinida. La física queda así geometrizada, pues el conocimiento de las partes
de un fenómeno es suficiente para explicarlo como totalidad.
-
no existe el vacío, pues todo está lleno de materia, de manera que la idea de un
vacío-extenso es contradictoria.
-
principio de conservación de la materia: los cuerpos permanecen en reposo o
movimiento si no hay una causa que modifique esta situación (es lo que hoy
conocemos como principio de inercia).
-
quedan excluidas de este modelo las acciones a distancia y la existencia de
“fuerzas ocultas”, considerando como tales los fenómenos gravitatorios, el
magnetismo, la electricidad, etc., a la hora de explicar los fenómenos físicos.
-
las únicas cualidades reales y objetivas de las cuerpos son las cualidades
primarias (masa, peso, tamaño, etc.), negándose la objetividad de las cualidades
secundarias (olores, sabores, etc.), que dependen de la manera subjetiva de
percibir esos cuerpos y no son reductibles a un tratamiento matemático.
-
Dios es el creador de la máquina del universo y, por tanto, la causa última de la
existencia de la materia y del movimiento.
- los diferentes seres vivos son también concebidos como “máquinas
complejas”, y están sujetos también a las mismas leyes que rigen el
comportamiento de la materia.
Página
El Discurso propone un método y un criterio de verdad que son herederos de las
matemáticas y de esta forma todas las ciencias conseguirán una certeza semejante. La
matematización es una característica que desde entonces ha impregnado casi todos los
ámbitos de la ciencia occidental. El conocimiento de las cosas se consigue
cuantificándolas, es decir, reduciéndolas a magnitudes y hallando luego las relaciones
entra esas cantidades. El desarrollo de las ciencias sociales y humanas (sociología,
economía, psicología, etc.) también se explica como consecuencia de la nueva visión del
ser humano que vino con el cartesianismo. Tanto es así que ni siquiera ellas, a pesar de
llamarse “humanas”, han podido sustraerse a la matematización, que se ha convertido en
un instrumento necesario en sus investigaciones.
32
6.
ACTUALIZACIÓN
DEL
TEMA: MATEMATIZACIÓN Y
DESARROLLO CIENTÍFICO Y TÉCNICO. EL MECANICISMO
CARTESIANO Y EL PROBLEMA MENTE-CUERPO (3.b.).
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Pero la matematización por sí sola no hubiera
propiciado el desarrollo científico si no hubiera
ido acompañada por la autonomía de la
razón. Sólo una razón independiente de la
religión puede llegar a la verdad. Descartes
se convierte así en una referencia básica del
proceso de laicidad. No obstante, la fe sigue
presionando para mantenerse como criterio
de verdad, como vemos en el intento del
creacionismo estadounidense por eliminar las
enseñanzas del evolucionismo en las escuelas,
o en las críticas del Vaticano a las
investigaciones genéticas. Esta separación
entre razón y fe ha contribuido también a la
aparición de posiciones ateas o agnósticas. Es
evidente que el pensador francés no es ni
una cosa ni otra, y que estas ideas no estaban presentes en su proyecto, ya que la razón
llega a la certeza de Dios. Pero la modernidad ha perdido el optimismo racionalista y el
hombre contemporáneo ya no cree poseer una razón tan poderosa como para afirmar
de modo claro y distinto la existencia de Dios, es decir, el racionalismo optimista
ha desembocado en un racionalismo agnóstico.
Las demostraciones de la existencia de Dios han caído en desuso. Normalmente se
considera que no es posible demostrar la existencia de Dios ni desde la ciencia ni desde la
filosofía; la ciencia porque su propio método se lo impide. Dios no es un fenómeno
empírico ni una hipótesis contrastable en la experiencia. En filosofía tampoco existe
un argumento válido, aunque a través de su historia se han dado varias demostraciones.
El argumento causal yerra al saltarse la serie ilimitada de causas y suponer una Causa
Primera, que es una causa incausada. El argumento ontológico se equivoca en su punto de
partida: la idea de Dios en la mente.
Página
Hay que tener en cuenta que una explicación mecanicista encajaría bien en el
modelo de ciencia en el que Descartes pensaba. Si recordamos su imagen de la ciencia,
esta era un árbol cuyas raíces serían la metafísica, el tronco sería el equivalente a la física,
y las ramas representarían las distintas ciencias. El sistema, nos dice Descartes, estará
completo cuando todas las ramas queden conectadas con el tronco. Este modelo de
ciencia, en jerga filosófica actual, podría reconocerse como una posición reduccionista.
Considerar al universo, incluso al ser humano como un complejo mecanismo era algo
hacia lo que apuntaba la física mecanicista.
33
El dualismo antropológico. El problema mente-cuerpo es una de las cuestiones
más interesantes en la filosofía contemporánea. Las posiciones dualistas han suavizado
sus compromisos metafísicos; de hecho es difícil encontrar hoy día algún defensor del
dualismo clásico o dualismo de sustancias. Si existen, sin embargo, otras formas de
dualismo que pretenden ser compatibles con los postulados de las ciencias físicas y
con las neurociencias. Estas nuevas formas de dualismo se conocen como dualismo
de propiedades. Lo que se sostiene en este caso es que, aunque no existe más sustancia
que la material, y la actividad mental se realiza en el cerebro, si existen propiedades
distintas. Así, podemos distinguir entre las propiedades físicas de cerebro (capacidad para
establecer enlaces neuronales, la química que subyace a la actividad cerebral...) y las
propiedades mentales propiamente dichas. Defensores de esta posición serían Jerry
Fodor, H. Putnam (al menos en una de sus etapas), J. Searle, y en general todos
aquellos filósofos que se encuentran cómodos dentro de las posiciones
funcionalistas y la Teoría Computacional de la Mente.
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7. Glosario de Descartes (2.a.)
Álgebra (de los modernos). Parte de las matemáticas que considera las cantidades en
general y sus relaciones empleando para representarlas números, letras y signos. Cada
letra o signo representa un número u otra entidad matemática. Así la expresión
algebraica «y = 2x + 3» representa la relación que existe entre 1 y 5, 2 y 7, 3 y 9... Esta
disciplina se desarrolló principalmente en el Renacimiento y la Edad Moderna, por eso
Descartes usa la expresión «de los modernos». «El álgebra permite realizar sobre
números lo que los antiguos hacían sobre las figuras».
Alma. La sustancia pensante.
Análisis. La descomposición de algo en sus elementos constituyentes. El análisis es uno
de los dos procesos deductivos de la razón. Su buen funcionamiento está regulado por la
segunda regla del método. Análisis de los antiguos o de los geómetras, o geométrico. La
geometría griega, de ahí la expresión «de los antiguos», que Descartes conoció por el
manual de Clavius que se utilizaba en los colegios jesuitas. La expresión «análisis» se
refiere al método usado por los geómetras: suponen que el problema ya está resuelto y
entonces analizan las condiciones que hacen posible esa solución (Ejemplo: ¿se puede
construir aquí un edificio de veinte plantas? Primero se supone que ya está construido y
después se analizan, dividiendo el problema en partes, las condiciones necesarias para
que el edificio se mantuviera en pie). Descartes hizo la aportación esencial que llevó a la
geometría tradicional que estudiaba los cuerpos o figuras sin más, a la creación de un
sistema de coordenadas que permitía expresar cada figura o cuerpo mediante variables y
constantes. Así se pudo usar el álgebra para describir y analizar figuras geométricas.
Apetito. Una de las pasiones del alma. Consiste en una agitación del alma causada por
que esta desea para el futuro cosas que juzga convenientes. Desear llegar a casa para
tener la satisfacción de sentarme toda la tarde a estudiar filosofía es un apetito.
Arte de Lulio. El Ars Magna (Arte más elevado) de Ramón Llull (1235-1315). Su idea
fue que para convertir a los infieles no se puede partir de las creencias, sino del
elemento común entre el creyente y quien no lo es: la razón. Por ello, es necesario
demostrar racionalmente los artículos de fe. Su Ars Magna es un intento de hacerlo
mediante desarrollos lógicos. Descartes no critica la intención del proyecto, sino que los
principios de los que las complicadas argumentaciones lógicas partían no eran
evidentes.
Atributo. Propiedad principal de la sustancia que constituye su naturaleza o esencia. De
esta propiedad depende el resto de sus rasgos (modos). Su carácter esencial es lo que
explica que sea inseparable de la sustancia que define. Por ello, las sustancias se
clasifican en función de los tres tipos de atributos: sustancia infinita o perfecta, pensante
y extensa. Las sustancias se conocen gracias a sus atributos. Los atributos son
excluyentes y son los que hacen posible el conocimiento de la sustancia.
Buen sentido. Razón.
Ciencia. En el texto se manejan dos acepciones:
La definición cartesiana: un conocimiento cierto y evidente de la razón. Todas las
Página
Certeza metafísica. Certeza que se tiene cuando se concluye que no es posible que la
cosa sea distinta de como se la juzga. Pienso, luego existo es una certeza metafísica,
pues no cabe ninguna posibilidad de que tal afirmación sea falsa.
34
Certeza, cierto. Se puede definir desde dos perspectivas. Subjetivamente, la razón está
cierta de un conocimiento o está en la certeza cuando se le presenta algo ante lo que
asiente sin temor a errar, es decir, algo que percibe con claridad y distinción. Desde esta
perspectiva la certeza es el criterio de verdad. Objetivamente, todo objeto que produce
en la razón un conocimiento claro y distinto se califica de certeza u objeto cierto.
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ciencias conforman una unidad provocada por la unidad de la razón y del método. El
proceder de las ciencias, por tanto, no se diferencia en función de los objetos que
conocen. La ciencia es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física,
y las ramas las demás ciencias, principalmente la medicina, la mecánica y la moral. Por
tanto, la verdad de las últimas ciencias depende de la verdad de las primeras.
Su acepción como «ciencia probable»: el tipo de conocimiento que el autor critica por
tratarse de saberes formados por razones probables (los saberes escolásticos).
Circunspección. Prudencia que debe mantener la razón ante los interrogantes que se le
presentan para así evitar caer en la precipitación. Esta prudencia lleva a la razón a
abstenerse de juzgar sobre la verdad o falsedad de los conocimientos hasta que no los
conozcan con certeza, y a seguir el orden adecuado en las deducciones.
Claridad, claro. Rasgo que caracteriza a las percepciones del entendimiento y a las
ideas que a través de esas percepciones conoce. La claridad se produce cuando dicha
percepción, y por tanto, la idea percibida, está «presente y manifiesta a una mente
(entendimiento) atenta». Lo opuesto a una percepción clara es una percepción oscura.
Concebir. Es un acto propio del entendimiento por el que conoce inmediatamente la
claridad y distinción de las ideas. En unos casos es sinónimo de intuir, en otros tiene un
sentido más amplio y parece no recoger la idea de inmediatez propia de la intuición.
Conocimiento. Propiamente sólo es conocimiento el conocimiento evidente o cierto.
Opiniones, creencias o dudas no son actos de conocimiento porque no conducen a la
verdad.
Cosa. (Ver sustancia).
Cosas sensibles, corporales, materiales o extensas. Distintos modos de referirse a las
sustancias extensas.
Las sustancias extensas, precisamente por ser extensas, son corporales y materiales
y, al serlo, también son sensibles, es decir, cognoscibles a través de los sentidos.
Creencias, creer. Creer en una cosa es distinto de conocerla. Una creencia es un acto de
la razón por el que califica algo de probable o verosímil. Mediante la creencia nunca se
llega a la verdad. Las creencias se aceptan como válidas, verdaderas, cuando no se sigue
el método, por eso Descartes decide metodológicamente considerarlas falsas. En
muchos casos Descartes usa «creencia» como sinónimo de opinión, en otros define la
opinión como un tipo de creencia.
Cuerpo. Cualquier sustancia extensa. Los cuerpos vivos, incluido el ser humano,
realizan sus funciones biológicas autónomamente. Se mueve gracias a su espíritu animal
(elemento también material). Sin embargo, para explicar los movimientos voluntarios
del hombre, sus sentimientos, deseos..., Descartes afirma que el cuerpo humano y la
sustancia pensante están íntimamente unidos a través de la glándula pineal. Pero esa
unión no añade ni quita nada a ninguna de las dos sustancias.
Página
Demostración. Argumentación que conduce a una conclusión que debe ser aceptada
necesariamente como verdadera ya que es consecuencia de otras proposiciones ya
verdaderas. Las demostraciones se oponen a las razones probables y a las simples
opiniones. La única demostración posible de los primeros principios es la intuición de
su evidencia. Para el resto de verdades, su demostración es la deducción de su certeza.
35
Deducción. Uno de los dos actos con los que la razón llega a certezas. Consiste en la
simple inferencia de una cosa a partir de otra. Cada etapa de la deducción es clara y
distinta si se deduce de la precedente: dada la evidencia de las primeras proposiciones o
principios, el resto de certezas resulta de su deducción racional. Frente a la intuición de
la razón, la deducción no es inmediata sino discursiva. Por eso con la deducción no se
llega a evidencias, sino sólo a certezas. Tanto el análisis como la síntesis que el método
exige son formas distintas de la deducción.
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Dios. La sustancia infinita.
Distinto. Rasgo que caracteriza a las ideas y percepciones de la mente (entendimiento)
que, «además de ser claras, son de tal modo precisas y separadas de todas las demás,
que no contienen más que lo que es claro». Es la razón a través del entendimiento la que
determina la distinción de una idea.
Duda. Incertidumbre o falta de decisión sobre la verdad o falsedad de un enunciado que
hasta ese momento es, por ello, sólo una creencia u opinión. La falta de decisión lleva al
inmovilismo, a la «puesta entre paréntesis» de cualquier acto o afirmación. La duda
puede ser escéptica o metódica (como la cartesiana). Entendimiento. Uno de los cinco
elementos que influyen en el conocimiento, junto a la voluntad, la memoria, la
imaginación y los sentidos. Es la capacidad para concebir ideas. En muchas ocasiones
esa concepción exige de la colaboración de la imaginación y la memoria, lo que puede
ocasionar errores. La voluntad sólo debe juzgar como verdadero lo que el entendimiento
conciba claro y distinto.
Error. Jamás se origina de una mala deducción sino sólo de que admiten ciertas
experiencias poco comprendidas, o de que se emiten juicios con precipitación y sin
fundamento. El error no se produce al concebir ideas sino cuando la voluntad juzga
sobre su verdad. La causa del error es que la voluntad va más allá de lo que permite el
entendimiento: en muchas ocasiones, el entendimiento concibe ideas que no son claras
ni distintas, y sin ese requisito la voluntad empuja a la razón a juzgar que son
verdaderas, es decir, que a estas ideas le corresponden realidades. Ahí se produce el
error. Por ello, el método debe impedir tales juicios.
Escéptico. Quien niega la existencia de una realidad objetiva y/o la posibilidad de
conocerla. Niega, por tanto, que el hombre tenga los elementos suficientes para calificar
su conocimiento de verdadero o no. En la época de Descartes existía una fuerte
corriente escéptica que este trató de combatir con su método y el establecimiento de
conocimientos ciertos. Esencia. El atributo de una sustancia.
Espíritu. Traduce la expresión «esprit». En este texto se usa casi siempre como
sinónimo de entendimiento y en los menos como sinónimo de razón. El contexto ayuda
a determinar su sentido.
Evidencia, evidente. Lo evidente se puede atribuir al conocimiento (sentido subjetivo) o
al objeto conocido (sentido objetivo). Objetivamente lo evidente es el objeto de una
intuición de la razón: las naturalezas simples. Subjetivamente, lo evidente son los
conocimientos resultado de tal intuición. Por tanto, lo evidente es lo inmediatamente
cierto. No todos los conocimientos ciertos son evidentes, ya que también se conoce
mediante la deducción de la razón.
Existencia. El hecho de ser. La existencia es un rasgo necesario sólo del Ser Perfecto,
ya que su perfección implica necesariamente su existencia. En el resto de seres, que no
son perfectos, su existencia no es necesaria, por tanto, si siendo imperfectos existen, es
porque han sido creados.
Fundamentos. Expresión sinónima a primeros principios.
Hombre. Compuesto resultado de la unión accidental y temporal de dos sustancias, una
extensa (cuerpo) y otra pensante (alma) que es la que define al hombre quien, por tanto,
Página
Falso. Característica de los conocimientos no ciertos. Como consecuencia de la
aplicación de la primera regla del método, Descartes considerará falsos los
conocimientos dudosos. Dentro de estos se incluyen los probables, verosímiles... Es
decir, aquellos de los que no se tenga evidencia o certeza de su verdad.
36
Extensión. Atributo que define esencialmente a lo material o sustancia extensa.
«Extensión es todo lo que tiene longitud, anchura y profundidad, y puede ser un cuerpo
o un espacio».
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es esencialmente una sustancia que piensa. Entre extensión y pensamiento no hay
ninguna interacción, por ello ambas son independientes. El alma es puro pensamiento
que no necesita de ninguna parte del cuerpo (tampoco del cerebro) para pensar. El
cuerpo también realiza sus funciones biológicas autónomamente. Para explicar los
movimientos voluntarios del cuerpo, sentimientos y deseos Descartes afirma que alma y
cuerpo están unidos a través de la glándula pineal. Pero esa unión no añade ni quita
nada a esas sustancias.
Idea. Pensamiento que es «como una imagen de una cosa». Son representaciones. Las
ideas no son verdaderas ni falsas, puesto que la falsedad o verdad sólo se produce en los
juicios. Las ideas tienen dos aspectos: a) su realidad formal, es decir, lo que las define
esencialmente, su ser modos del pensamiento. Desde esta perspectiva todas las ideas
son iguales, b) Su realidad objetiva: «su consideración como imágenes que representan
cosas, y entonces son muy distintas unas de otras», «unas me parecen nacidas conmigo
(innatas), otras extrañas y venidas de fuera (adventicias), y otras hechas e inventadas
por mí mismo (facticias)». Imaginación, imaginable, imaginar. Uno de los cinco
elementos que influyen en el conocimiento, junto al entendimiento, la voluntad, la
memoria y los sentidos. Sólo la razón (entendimiento y voluntad) es capaz de percibir la
verdad, pero debe ser ayudada por las otras tres, si bien en muchos casos la dependencia
de la razón respecto a la imaginación le hace caer en errores. La imaginación finge e
inventa imágenes (por eso es el origen de las ideas facticias) o contempla la figura o
imagen de las cosas corpóreas recibidas a través de los sentidos. Imaginar es uno de los
modos del pensamiento. Por tanto, lo imaginable es lo que puede ser representado en la
imaginación, tanto lo recibido a través de los sentidos, como lo creado por ella.
Infinitud. Atributo de la sustancia infinita.
Ingenio. Traduce la expresión «esprit» que Descartes usa con varios sentidos. En unos
casos es el conjunto de la imaginación y la memoria. Es distinto en cada hombre, a
diferencia de lo que ocurre con la capacidad de la razón en cuanto tal que es la misma.
Pero puesto que en muchos casos el entendimiento conoce en colaboración con la
imaginación y la memoria, las diferencias cognitivas entre los hombres se producen por
las diferentes capacidades de su imaginación y memoria. Por eso también se usa en el
sentido de «habilidad». En tercer lugar, también se usa como sinónimo de
entendimiento. Finalmente, en otros casos tiene un sentido más amplio y se refiere a la
capacidad cognitiva del hombre en general, es decir, a su razón.
Inteligible. Que se puede conocer a través de la razón, que es el único modo de llegar a
un conocimiento cierto.
Lógica. Ciencia o arte que se encarga del estudio de la corrección formal de las
Página
Libertad. La capacidad de elegir. Es un rasgo de la voluntad. Esta capacidad es la más
amplia de las faculta-des, la menos limitada y, por ello, la que más asemeja al hombre a
Dios. Consiste «en obrar de tal modo que no nos sentimos constreñidos por ninguna
fuerza exterior», y en este sentido, aunque la voluntad de Dios puede referirse a más
objetos, considerada en cuanto acto, la del hombre no es menor.
37
Intuición. Uno de los dos actos por los que la razón, propiamente el entendimiento,
llega a conocimientos ciertos. La intuición, que alcanza una certeza inmediata, es decir,
una evidencia, cumple los siguientes rasgos: no es resultado de los sentidos ni de la
imaginación sino del entendimiento. Es más cierta que la deducción porque no es
discursiva sino inmediata, y su objeto de conocimiento son los primeros principios.
Juicio, juzgar. Proposición que afirma o niega algo de algo, y que se caracteriza
esencialmente porque es verdadera o falsa. La proposición «Vete» no es un juicio, pero
sí: «Este glosario es útil». El juicio es donde se produce la verdad o falsedad y es
resultado de la voluntad que juzga la verdad de una idea cuando el entendimiento la
presenta clara y distinta o su falsedad cuando no es así. Si la voluntad no sigue al
entendimiento y se precipita, puede emitir un juicio erróneo.
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argumentaciones, demostraciones y silogismos. La lógica, aplicando sus reglas, analiza
la corrección de los argumentos prescindiendo del contenido de sus proposiciones. El
carácter necesario de las reglas lógicas que obligan a pasar de las premisas a la
conclusión proporciona a la lógica su certeza. Descartes aplica a su método esa
necesidad de la lógica.
Meditaciones metafísicas. Descartes define las meditaciones como los pensamientos
por medio de los que cree haber llegado a un conocimiento cierto y evidente de la
verdad. El procedimiento de las meditaciones tiene su origen en las «disputationes»
(discusiones sobre determinadas cuestiones) escolásticas. Las meditaciones metafísicas
son las discusiones en torno a los primeros principios del conocimiento: la existencia
del yo, de Dios y del mundo, las raíces del árbol de la ciencia.
Memoria. Uno de los cinco elementos que intervienen en conocimiento, junto al
entendimiento, los sentidos, la imaginación y la voluntad. La memoria ayuda al
entendimiento cuando elabora deducciones. Pero esa intervención puede hacerle caer en
errores, debido a los olvidos de las razones y argumentaciones anteriores. La deducción
siempre es correcta, el error sólo proviene de la intervención de la memoria. Método.
Conjunto de «reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente
no tomará nunca nada falso por verdadero y llegará al conocimiento verdadero de todo
lo que es capaz sin emplear inútilmente ningún esfuerzo de la mente [razón], sino que
aumentará siempre gradualmente su ciencia». El método es necesario para que la razón
consiga la verdad. Está formado por cuatro reglas.
Modo. Las modificaciones que puede sufrir el atributo de cada sustancia creada. Así
modos de la sustancia pensante son afirmar, negar, creer, tener certezas, imaginar,
sentir... es decir, todos los posibles pensamientos de los que la sustancia pensante es
capaz. Los atributos de la sustancia extensa, es decir, de un cuerpo, son el tamaño,
forma... Sin embargo, Dios, la sustancia infinita, al ser inmutable, carece de modos.
Mundo. Conjunto de las sustancias extensas entendido como una totalidad. Es una idea
innata.
Naturaleza. Expresión usada en el texto con dos sentidos. Lo que define a una
sustancia y explica los diversos cambios accidentales que en ella se producen. En este
sentido, naturaleza es sinónimo a atributo. Como sinónimo de sustancia. Cuando la
expresión se usa en plural, su sentido es siempre éste. Si aparece en singular, es
necesario ayudarse del contexto.
Naturaleza corpórea o corporal. El atributo de las sustancias extensas. Corpóreo es
sinónimo de extenso.
Naturaleza inteligente. Atributo de la sustancia pensante. Tiene naturaleza inteligente
porque su atributo es el pensamiento.
Naturalmente. Lo que es conforme a la naturaleza de algo.
Noción. Expresión con un sentido muy amplio, en la mayoría de los casos equivale a
ideas o se refiere a los primeros principios del conocimiento.
Página
Opinión, opiniones probables. Cualquier conocimiento del que se desconoce su
certeza. En muchas ocasiones esta expresión es sinónima de creencia. Se desconoce la
certeza de las opiniones porque son recibidas desde diversas fuentes (libros, profesores,
sociedad...) sin que el sujeto las someta al juicio de la razón.
38
Objetos más simples. O más fácilmente cognoscibles o naturalezas simples. Son los
elementos que pueden ser conocidos sólo mediante una intuición de la razón. Su
conocimiento es evidente. Son los últimos elementos en los que se debe analizar los
problemas que se pretenden resolver y conocer con certeza. Son los últimos elementos
en los que la razón puede analizar lo real, aquello que no puede ser nuevamente
analizado en elementos más simples.
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Orden. Uno de los elementos básicos del método. Una vez establecida la evidencia de
los primeros principios, la certeza del resto de conocimientos depende de que sean
deducidos con orden. Por ello, el orden es básico tanto en el análisis como en la síntesis:
«El método consiste en el orden [...] Y lo observamos si reducimos las proposiciones
complicadas y oscuras a otras más simples, y si después intentamos ascender por los
mismos grados desde la intuición de las más simples hasta el conocimiento de las
demás».
Paralogismo. Un razonamiento erróneo cometido sin que el sujeto que lo elabora sea
consciente. Se diferencia del sofisma en el que el sujeto sí sabe que tal razonamiento es
erróneo, pero lo recubre retóricamente con la apariencia de corrección para confundir al
contrario.
Pasiones. Emociones que el alma experimenta involuntariamente gracias a la acción
que el cuerpo ejerce sobre ella. A través de la glándula pineal el alma recibe las
impresiones del mundo que provocan las emociones. Aunque en nuestro organismo está
la causa de nuestras pasiones, es el alma quien las sufre. Son actos puramente
psicológicos (admiración o sorpresa, amor y odio, deseo, alegría y tristeza...). Las
pasiones no son malas de por sí, sólo lo son si no se las dirige bien, ya que pueden
impedir que la razón alcance la verdad.
Pensamiento. En singular se refiere al atributo de la sustancia pensante. Debe
entenderse en un sentido amplio como toda actividad consciente. Entender, querer,
negar, imaginar, odiar, sentir... es aquí lo mismo que pensar. En plural, «pensamientos»,
es sinónimo a ideas.
Perfección, perfecto. Expresión con dos sentidos: a) lo ordenado, equilibrado,
armónico, carente de contradicción... En este sentido, se habla de la perfección de las
construcciones, de los edificios, de las ciudades, del saber humano... Es la visión
racionalista de la perfección, b) El ser que contiene en sí todos los atributos positivos en
grado máximo, incluida su existencia, y no tiene ninguna carencia (la sustancia infinita
o Dios). En la perfección del resto de seres hay grados.
Modo. Las modificaciones que puede sufrir el atributo de cada sustancia creada. Así
modos de la sustancia pensante son afirmar, negar, creer, tener certezas, imaginar,
sentir... es decir, todos los posibles pensamientos de los que la sustancia pensante es
capaz. Los atributos de la sustancia extensa, es decir, de un cuerpo, son el tamaño,
forma... Sin embargo, Dios, la sustancia infinita, al ser inmutable, carece de modos.
Mundo. Conjunto de las sustancias extensas entendido como una totalidad. Es una idea
innata.
Naturaleza. Expresión usada en el texto con dos sentidos. Lo que define a una
sustancia y explica los diversos cambios accidentales que en ella se producen. En este
sentido, naturaleza es sinónimo de atributo. Como sinónimo de sustancia. Cuando la
expresión se usa en plural, su sentido es siempre éste. Si aparece en singular, es
necesario ayudarse del contexto.
Naturaleza corpórea o corporal. El atributo de las sustancias extensas. Corpóreo es
sinónimo de extenso.
Naturaleza inteligente. Atributo de la sustancia pensante. Tiene naturaleza inteligente
porque su atributo es el pensamiento.
Naturalmente. Lo que es conforme a la naturaleza de algo.
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Objetos más simples. O más fácilmente cognoscibles o naturalezas simples. Son los
elementos que pueden ser conocidos sólo mediante una intuición de la razón. Su
conocimiento es evidente. Son los últimos elementos en los que se debe analizar los
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Noción. Expresión con un sentido muy amplio, en la mayoría de los casos equivale a
ideas o se refiere a los primeros principios del conocimiento.
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problemas que se pretenden resolver y conocer con certeza. Son los últimos elementos
en los que la razón puede analizar lo real, aquello que no puede ser nuevamente
analizado en elementos más simples.
Opinión, opiniones probables. Cualquier conocimiento del que se desconoce su
certeza. En muchas ocasiones esta expresión es sinónima de creencia. Se desconoce la
certeza de las opiniones porque son recibidas desde diversas fuentes (libros, profesores,
sociedad...) sin que el sujeto las someta al juicio de la razón.
Orden. Uno de los elementos básicos del método. Una vez establecida la evidencia de
los primeros principios, la certeza del resto de conocimientos depende de que sean
deducidos con orden. Por ello, el orden es básico tanto en el análisis como en la síntesis:
«El método consiste en el orden [...] Y lo observamos si reducimos las proposiciones
complicadas y oscuras a otras más simples, y si después intentamos ascender por los
mismos grados desde la intuición de las más simples hasta el conocimiento de las
demás».
Paralogismo. Un razonamiento erróneo cometido sin que el sujeto que lo elabora sea
consciente. Se diferencia del sofisma en el que el sujeto sí sabe que tal razonamiento es
erróneo, pero lo recubre retóricamente con la apariencia de corrección para confundir al
contrario.
Pasiones. Emociones que el alma experimenta involuntariamente gracias a la acción
que el cuerpo ejerce sobre ella. A través de la glándula pineal el alma recibe las
impresiones del mundo que provocan las emociones. Aunque en nuestro organismo está
la causa de nuestras pasiones, es el alma quien las sufre. Son actos puramente
psicológicos (admiración o sorpresa, amor y odio, deseo, alegría y tristeza...). Las
pasiones no son malas de por sí, sólo lo son si no se las dirige bien, ya que pueden
impedir que la razón alcance la verdad.
Pensamiento. En singular se refiere al atributo de la sustancia pensante. Debe
entenderse en un sentido amplio como toda actividad consciente. Entender, querer,
negar, imaginar, odiar, sentir... es aquí lo mismo que pensar. En plural, «pensamientos»,
es sinónimo a ideas.
Perfección, perfecto. Expresión con dos sentidos: a) lo ordenado, equilibrado,
armónico, carente de contradicción... En este sentido, se habla de la perfección de las
construcciones, de los edificios, de las ciudades, del saber humano... Es la visión
racionalista de la perfección, b) El ser que contiene en sí todos los atributos positivos en
grado máximo, incluida su existencia, y no tiene ninguna carencia (la sustancia infinita
o Dios). En la perfección del resto de seres hay grados.
Prevención. Vicio de la razón opuesto a la precipitación. La cometen aquellos que no se
consideran con la capacidad suficiente para juzgar por sí mismos y siguen los juicios de
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Prejuicio. Conocimientos no ciertos que condicionan nuestra razón impidiendo que
juzgue sólo a partir de sí misma. Estos conocimientos son las creencias y opiniones
recibidas del entorno socio-cultural de un modo más o menos inconsciente sin haber
analizado y comprobado su certeza. Estas creencias y opiniones confunden a la razón y
la llevan a emitir juicios erróneos. Por ello, para conseguir juicios verdaderos, es
necesario un previo proceso de duda que nos haga conscientes de que tales opiniones y
creencias no son certezas sino simples «pre-juicios».
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Precipitación. Error en que caen quienes olvidando que su entendimiento es finito, no
son pacientes y juzgan verdadero lo que aún no es evidentemente tal. También caen en
el error al no concederse el tiempo necesario para deducir ordenadamente nuevos
conocimientos a partir de los primeros. El error es doble: emitir un juicio a partir de una
idea considerada clara y distinta cuando realmente es confusa y oscura, y no seguir el
orden necesario para un análisis y síntesis correctos. El remedio a la precipitación es la
circunspección.
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otros a los que consideran más capacitados y que, por ello, los consideran sus maestros.
Por esa falta de confianza en la propia razón, quien padece la prevención se niega a
aceptar la verdad de una idea a pesar de presentársele clara y distinta. Primeros
principios. Subjetivamente (desde el sujeto que busca certezas) son las primeras certezas
del conocimiento. Dichos principios son el yo (primer principio), Dios y el mundo. A
partir de estos principios, que forman parte de la metafísica, se construye el resto del
saber. Objetivamente son los primeros principios del ámbito del ser: las naturalezas
simples conocidas por la intuición de la razón. El orden de los primeros principios en
sentido subjetivo no se corresponde con su orden en sentido objetivo.
Proposición. O juicio. Enunciado afirmativo o predicativo que es verdadero o falso.
Razón. Expresión con dos sentidos. En sentido amplio es la capacidad de juzgar
correctamente y distinguir lo verdadero de lo falso. Es la única propiedad que nos hace
hombres y, por ello, es igual en todos. Las opiniones y creencias erróneas no provienen
de la razón en cuanto tal sino del mal uso que de ella se hace debido al empleo de
métodos inadecuados o a su ausencia. Conoce a través de dos actos: intuición y
deducción. En ella se distinguen las percepciones del entendimiento y las voliciones de
la voluntad. En sentido estricto, «razón» es sinónimo de entendimiento.
Razón suficiente. El principio según el cual nada se produce sin una razón que lo
explique. Esa razón explicativa es la razón suficiente.
Razonamiento. Argumentación que partiendo de conocimientos ciertos o evidentes
(que actúan como premisas) conduce a otros ciertos (conclusión). A partir de los
primeros principios la razón, siguiendo el método, elabora argumentaciones que llevan a
conocimientos ciertos. Los razonamientos se oponen a las razones probables. Es una
expresión sinónima a argumentación, deducción o demostración.
Razones probables. Argumentos no ciertos. Descartes considera, como consecuencia
de la primera regla del método, que todo conocimiento «probable» es no cierto.
Probabilidad y certeza son excluyentes, ya que lo probable es dudable y en la certeza no
hay espacio para la duda. La expresión «opiniones probables» tiene el mismo sentido.
Lo opuesto a razones probables son razones ciertas y evidentes. Descartes se separa así
de la escolástica que diferenciaba entre lo verdadero, lo probable y lo falso.
Reglas. Expresión con tres sentidos: a) las reglas de las distintas partes de las
matemáticas que garantizan el buen resultado de los cálculos, b) Las reglas lógicas que
garantizan la corrección de los silogismos, c) Los cuatro preceptos del método que la
razón debe seguir para conseguir conocimientos ciertos y evidentes.
Estos se caracterizan por su «facilidad para seguirse» y su certeza. La condición que
garantiza que el método funcione es «no incumplir ni una sola vez la observancia de
tales reglas».
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Sentidos. Uno de los cinco elementos que intervienen en el conocimiento, junto al
entendimiento, la voluntad, la memoria y la imaginación. La información que nos
proporcionan no es ni cierta ni evidente. Continuamente nos hacen caer en ilusiones y
nos engañan. Es una facultad que forma parte del cuerpo y no del alma. Por tanto, no es
una espiritual.
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Seguridad moral. O certeza moral. Certeza que juzgamos suficiente para guiarnos en
nuestra vida. «Esta certeza es suficiente para regular nuestras costumbres, o tan
DESCARTES, DISCURSO DEL MÉTODO grande como la de aquellas cosas de las que
no solemos dudar cuando se trata de la dirección de la vida, aunque sepamos que puede
suceder, absolutamente hablando, que sean falsas. Así, los que nunca han estado en
Roma no dudan de que es una ciudad de Italia, aunque podría suceder que les hubiesen
engañado todos los que así se lo han dicho». Lo contrario de una seguridad moral es
posible.
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Ser. (Ver sustancia).
Ser perfecto. La sustancia infinita (Dios). Es el Ser Perfecto porque aglutina todas las
perfecciones, incluida la existencia, rasgo que permitirá demostrar su existencia.
Silogismo. Razonamiento que consta de tres proposiciones de modo que las dos
primeras actúan como premisas (mayor y menor) de las que deriva necesariamente la
tercera, que es la conclusión. Se caracteriza porque la conclusión nunca puede exceder
el saber establecido por la premisa mayor. Por tanto, nunca amplía el conocimiento.
Síntesis. Proceso que a partir de elementos simples, tomados como premisas, alcanza la
certeza de los elementos complejos por ellos constituidos. Es uno de los dos procesos de
deducción de la razón. Su correcto funcionamiento está regulado por la tercera y cuarta
regla del método.
Sustancia. Una cosa que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para
existir. Por tanto, estrictamente sólo hay una sustancia, Dios. Por ello, cuando Descartes
califica el yo pienso o los cuerpos como sustancias, aplica ese concepto de un modo
analógico, ya que el yo y los cuerpos tienen cierta independencia respecto a otros seres,
pero ambos han sido creados y, por tanto, dependen de Dios. Las sustancias se
caracterizan esencialmente por sus atributos. Hay tres (infinitud, pensamiento y
extensión) por ello hay tres tipos de sustancias: sustancia infinita, pensante y extensa.
En segundo lugar, las sustancias, excepto la infinita, tienen modos que son las distintas
modificaciones que pueden sufrir los atributos.
Sustancia extensa o corporal. Sustancia que tiene como atributo la extensión, es
decir, que ocupa un espacio y nunca puede moverse por sí mismo sino por alguna otra
cosa. Dicha extensión excluye la posibilidad del pensamiento. Los modos de esta
sustancia son la longitud, anchura, profundidad, figura... Gracias a su extensión, las
sustancias sensibles pueden ser conocidas por los sentidos. El cuerpo humano también
es una sustancia extensa.
Sustancia infinita. Dios. Sustancia cuyo atributo es la infinitud o perfección. El único
ser que propiamente es una sustancia, ya que el resto lo son sólo de un modo análogo,
puesto que Dios es el único ser que no necesita de ningún otro para existir. Esta
sustancia por ser inmutable no admite modos. Lo único que cabe afirmar de Dios son
rasgos ya incluidos en el atributo «perfección» o «infinitud»: eterno, inmutable, simple,
independiente, omnisciente, omnipotente y creador de los seres imperfectos (las
sustancias pensantes y extensas). Su esencia exige su existencia.
Sustancia pensante. Sustancia cuyo atributo es el pensamiento. Se identifica con el
yo o alma. Hay dos modos del pensamiento: la percepción del entendimiento y la
volición de la voluntad, pues sentir, imaginar y el puro entender, son diversos modos de
percibir, así como desear, rehusar, afirmar, negar y dudar, son diversos modos de
querer. Se caracteriza porque es lo que define al hombre, es independiente y separada
del cuerpo (dualismo antropológico), es inmortal (su existencia no depende del cuerpo),
y es más fácil de conocer que el cuerpo.
Yo. La sustancia pensante.
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Voluntad. Facultad de la sustancia pensante que juzga, asintiendo o negando a partir
de lo que el entendimiento percibe. La voluntad del hombre es infinita y libre, y por
ello es el origen del error. Una idea oscura o confusa nunca es falsa. La falsedad se
produce cuando la voluntad, no sometiéndose al entendimiento, afirma la verdad de esa
idea que el entendimiento no ha percibido con claridad y distinción. Las voliciones de la
voluntad son uno de los modos del pensamiento.
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Verdad, verdadero. La evidencia o certeza de la razón. Las ideas que la razón a través
de la voluntad juzga evidentes y/o ciertas son verdaderas. La verdad, por tanto, no se
da en la idea como tal sino en el juicio que sobre ella se hace. Es decir, propiamente la
verdad no es fruto del entendimiento sino de la voluntad.
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