PONENCIA DE LA LETRADA DE LA ASOCIACIÓN DOÑA IRMA FERNÁNDEZ ROZAS ASPECTOS MEDICO-LEGALES DE LA UTILIZACIÓN DE OZONO EN MEDICINA Comienzo la exposición indicando cual es la legislación aplicable en la materia que nos ocupa. De un lado, en un primer plano, la ozonoterapia, en cuanto debe ser aplicada por la clase médica, debe ajustarse a lo establecido por la Ley de Sanidad 41/2002 y en las Comunidades Autónomas con competencia en materia sanitaria, sus respectivas leyes, que no pasamos a enumerar, pero que están a disposición del que me las requiera. En un segundo plano, la ozonoterapia se regula por la legislación de productos sanitarios. La reglamentación vigente en España en materia de productos sanitarios es el Real Decreto 414/1996, de 1 de marzo, que transpone la Directiva 93/42/CEE, de 14 de junio de 1993 relativa a los productos sanitarios. Dicho Real Decreto establece que la manipulación y utilización terapéutica de los generadores de ozono sea realizada, de forma exclusiva por personal médico y que dichos generadores deben reunir una serie de requisitos para asegurar la correcta concentración y dosificación de la mezcla de oxigeno-ozono. En segundo lugar, el Real Decreto señalado establece que, las entidades dedicadas a la distribución de los productos sanitarios deberán comunicar las actividades de distribución a la Comunidad Autónoma donde tenga establecida su sede la entidad y requerirán licencia sanitaria previa. De otro lado, continúo mi exposición en relación con dos aspectos muy importantes, a tener en cuenta en la relación medico-paciente, para hacer frente a posibles responsabilidades medicas frente a la jurisdicción de los Tribunales Españoles. Así, es muy importante, mantener la privacidad de los datos personales del paciente, y la formalización documental de un consentimiento informado. En cuanto a la privacidad de los datos personales del paciente, el profesional medico debe tener en cuenta que no puede mezclar los datos personales del paciente con la historia clínica, pues ello generaría una responsabilidad ante los pacientes, que tendría unas consecuencias de posibles acciones judiciales por parte de ellos ante los Tribunales. 1 La Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica establece como su primer principio básico que la dignidad de la persona humana, el respeto a la autonomía de su voluntad y a su intimidad orientarán toda actividad encaminada a obtener, utilizar, archivar, custodiar y transmitir la información y la documentación clínica. Por lo que se refiere al consentimiento informado, debemos comenzar señalando que a todos se os puede plantear una situación de conflicto a resultas de una determinada asistencia sanitaria. Derivada de dicha asistencia se puede producir una determinada reclamación y para valorar la procedencia de ésta, se hace necesario determinar la correción de la asistencia. Un elemento fundamental para valorar la corrección de la asistencia es atender al consentimiento prestado por el paciente de modo previo a la asistencia que haya debido recibir, valorando, si se ha realizado la correcta información que resulta exigible para que la asistencia médica haya sido acorde a los principios deontológicos que marcan las exigencias de la dignidad de la persona. La exigencia del consentimiento va camino de convertirse, junto a la lex artis, en el elemento crucial sobre el que gira la procedencia de la estimación o desestimación de las reclamaciones relativas a la asistencia sanitaria. Se trata de que se considere la importancia del consentimiento como relevante hasta el punto de que su omisión sea constitutiva de un daño antijurídico resarcible por la vía indemnizatoria. La jurisprudencia más reciente avanza en el reconocimiento de la importancia creciente del consentimiento en la valoración conjunta de la lex artis de cada caso. En este sentido, el Tribunal Supremo, en una de sus recientes sentencias, después de reconocer que el médico no se obliga a curar sino que solo se compromete a intentar curar, es decir que reconoce que existe para el médico una obligación de medios y no de resultados, entiende que la referida obligación de medios comprende tres obligaciones, entre las que incluye el deber de información: 1º La utilización de cuantos elementos conozca la ciencia médica de acuerdo a las circunstancias en relación a un paciente concreto. 2º La información, en cuanto sea posible, al paciente o a sus familiares del diagnóstico, pronóstico, tratamiento y riesgos. Y, 3º La continuidad del tratamiento hasta el alta. Nos encontramos ante una relación contractual entre médico y paciente. En este sentido, podremos hablar, básicamente de contrato de obra o de servicios y de responsabilidad contractual o extracontractual, pero en cualquier caso, en toda clase de contratos deben concurrir tres elementos fundamentales: consentimiento de los contratantes, objeto cierto que sea materia de contrato y causa de la obligación que se establezca. Además los contratos se perfeccionan por el consentimiento. Así vemos que la exigencia del consentimiento es esencial en las relaciones entre el médico y el paciente. Centrándonos en dicho consentimiento, debemos definir el consentimiento informado como la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecte a su salud. 2 Por otra parte, hay que tener en cuenta que la Constitución Española reconoce que los poderes públicos garantizarán la defensa de los consumidores y usuarios protegiendo mediante procedimientos eficaces la salud de los mismos. Así, desarrollando la norma fundamental, la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios reconoce como un derecho de los consumidores el derecho a la información correcta sobre los diferentes productos o servicios y la educación y divulgación para facilitar el conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute, aplicable en el ámbito que nos interesa a los productos o servicios sanitarios. En este sentido, es problemático la determinación de cuáles son los riesgos sobre los que se debe informar. La citada Ley de Consumidores y Usuarios establece que el consumidor y usuario tiene derecho a ser indemnizado por los daños y perjuicios demostrados que la utilización de productos o servicios les irroguen, salvo que aquellos daños y perjuicios estén causados por su culpa exclusiva. Y establece la mencionada ley que los productos farmacéuticos y servicios sanitarios están sometidos a este régimen de responsabilidad. Respecto de los riesgos sobre los que se debe informar, la Ley de Publicidad de medicamentos y productos farmacéuticos señala que no se podrán incluir expresiones que proporcionen seguridad en la curación ni testimonios que induzcan al consumo. En cuanto a la información que se le debe dar al paciente sobre el tratamiento que se le va a aplicar, la Ley General de Sanidad señala que entre los derechos del paciente está el que se refiere a que se le dé en términos comprensibles, a él y a sus familiares, información completa y continuada, verbal y escrita, sobre su proceso, incluyendo diagnóstico y alternativas de tratamiento. En el lado contrario al derecho del paciente a recibir información está el deber del médico a facilitar esa información, deber que se recoge en el Código de Deontología Médica, según el cual, los pacientes tienen derecho a recibir información sobre su enfermedad y el médico debe esforzarse en dársela con delicadeza y de manera que puedan comprenderla. Asimismo, el médico debe respetar la decisión del paciente de no ser informado y comunicará lo oportuno a un familiar o allegado que haya designado para tal fin. Además, cuando las medidas propuestas supongan un riesgo significativo para el paciente, le proporcionará el medico información suficiente a fin de obtener, preferentemente por escrito, el consentimiento específico imprescindible para practicarlas. Si el paciente no está en condiciones de dar su consentimiento, por minoría de edad, incapacidad, urgencia de la situación y resultar imposible obtenerlo de la familia, el médico deberá prestar los cuidados que dicte su conciencia profesional. Por ultimo, señalar que la información que se facilite a los pacientes debe suministrase de modo continuado y debe incluir tanto las actuaciones médicas previstas, como los medios con los que se cuenta, también deberá informarse del diagnostico, si se conoce, y del tratamiento y posibles alternativas, así como de los riesgos o posible aparición de efectos secundarios, así como de los resultados previsibles. 3 En cuanto a la relación que debe existir entre la información y el consentimiento debemos señalar que el médico, el enfermero y el resto de profesionales sanitarios deben exigir de los pacientes la prestación del consentimiento, pero los pacientes, previamente, deben exigir que se les facilite la correspondiente información para que el consentimiento prestado sea válido y eficaz. Esta información no es autónoma en sí misma sino que tiene una relación funcional evidente con la posterior exigencia al paciente de su consentimiento para la actuación médica de que se trate. De modo semejante, aunque en sentido inverso, el consentimiento no tiene entidad en si mismo sino sobre la base de que debe ir precedido de la correspondiente información, pues solo de ese modo puede conocerse que el paciente tiene una verdadera representación del alcance y la trascendencia del consentimiento que se presta. Las personas obligadas a facilitar dicha información son el médico responsable del paciente, así como cualquier profesional que le atienda durante el proceso asistencial o le aplique una técnica o un procedimiento concreto. En cuanto al objeto de la información debe referirse a la finalidad y la naturaleza de cada intervención, sus riesgos y consecuencias. Más concretamente, la información básica que se debe facilitar al paciente es la siguiente: - Consecuencias relevantes o de importancia que la intervención origina con seguridad. - Riesgos relacionados con las circunstancias personales o profesionales del paciente. - Riesgos probables en condiciones normales, conforme a la experiencia y al estado de la ciencia o directamente relacionado con el tipo de intervención. - Las contraindicaciones. Quedan fuera de esta obligación los llamados riesgos atípicos por imprevisibles o infrecuentes, frente a los riesgos típicos que son aquellos que pueden producirse con más frecuencia y que pueden darse en mayor medida, conforme a la experiencia y al estado actual de la ciencia. La novedad del tratamiento o el peligro que este puede comportar también actúan aumentando y ampliando la exigencia de información. Es necesario que la información se preste de modo y en condiciones tales que se permita al paciente la maduración de la información para tomar la decisión más acertada, así, se debe dar dicha información con antelación suficiente para que el paciente pueda reflexionar y elegir libremente, y debe ser veraz, comprensible razonada y suficiente. 4 Como regla general la información se facilitará verbalmente, dejando constancia en la historia clínica. Lo mismo se establece para el consentimiento, pero se exige que sea escrito en las intervenciones quirúrgicas, en procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, en todos aquellos supuestos en los que se apliquen procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa sobre la salud del paciente. En estos casos, en que se exige que el consentimiento se preste por escrito se hace necesario consentir en cada ocasión en que se someta el paciente a la intervención o procedimiento de que se trate. Estos son los aspectos generales señalados en la legislación estatal, existiendo una regulación especifica en determinadas comunidades autónomas, que al fin y a la postre viene a tener el mismo contenido. Por último voy a referirme, nuevamente, a la responsabilidad médica, que como apunte al principio de esta ponencia, hay que distinguir entre la responsabilidad del médico y la responsabilidad del servicio, y esta distinción se realiza sobre la base de la diferencia entre obligación de medios y obligación de resultados. La obligación de medios que tiene el médico se pone en relación con el criterio de la lex artis que sirve para determinar cuando se han puesto a disposición del paciente todos los medios de los que dispone la ciencia médica y en qué supuestos la atención ha sido adecuada. La lex artis de la profesión médica exige que la conducta del profesional sanitario, como experto, ponga a disposición del enfermo todos los medios materiales de que dispone y que prevea, de forma anticipada, las posibles complicaciones y evolución de la patología que trata de curar. Aquí es donde podemos cifrar la negligencia del técnico. El Tribunal Supremo entiende que lex artis es como actualmente se denomina a lo que tradicionalmente se ha conocido como técnicas, procedimientos y saberes de la profesión. La obligación que cabe imputar a los servicios sanitarios prestadores de la asistencia médica es de una obligación que se genera por la aplicación de los criterios de desproporción del resultado y de correcta ordenación de medios materiales, personales y profesionales con los que cuenta el servicio para cumplir las funciones que están encomendadas. En este sentido hay que tener en cuenta dos aspectos: 1º que cuando se consiente se presta el consentimiento para una práctica adecuada. 2º Lo razonable es entender que lo fundamental es valorar si la asistencia ha sido técnicamente correcta y si desde el punto de vista técnico de los médicos y demás profesionales que hayan atendido al paciente han actuado con corrección. Por lo que se refiere a la suficiencia de la información, el Tribunal Supremo entiende que cuando la información facilitada al paciente sea insuficiente, recaería sobre el paciente o sus familiares la obligación de solicitar que se ampliase dicha información. Pero hay que tener en cuenta que cuando la información se haya facilitado de modo oral se invierte la carga general de la prueba y resulta que la carga de acreditar que se ha informado correctamente, recae sobre el servicio sanitario que deberá acreditar, bien por vía informe o bien por vía testifical, que ha informado correcta y cumplidamente. 5 Hay que hablar de un supuesto especifico que requiere una exigencia mayor de la obligación de informar, que es el de la cirugía estética e intervenciones odontológicas, es decir lo que se conoce como medicina satisfactiva. Por último debo hablar sobre los efectos de la falta de información. Muchas de las reclamaciones que tratan de basarse en la omisión del derecho a la información o en la indebida prestación del consentimiento son aquellas en las que la asistencia médica recibida ha sido correcta. El Tribunal Supremo no afirma que el derecho a la información sea un derecho indemnizable en si mismo, lo que dice es que al paciente hay que informarle correctamente. Existe dificultad en unir la falta de la correcta información con el resultado sobre la salud del paciente. Si bien la información forma parte de la obligación de medios del facultativo que atiende al paciente y que la omisión de información supone negligencia, el Tribunal Supremo considera que debe haber una relación de causalidad entre la deficiencia de no información y el resultado dañoso. Así, el Tribunal Supremo establece, por un lado que, es posible que se valore la omisión de la información como daño autónomo y valorable de modo separado, y por otro que lo que se valore sea el daño físico que se haya producido sobre la salud o la integridad física de la persona afectada. 6