Le llaman “Derecho a morir con dignidad” Últimamente oímos hablar mucho del caso de Ramón Sanpedro y la polémica que suscitó, sigue suscitando y que, probablemente seguirá estando vigente durante largo tiempo, porque el “derecho a morir dignamente”, tal y como se le llama más coloquialmente a la eutanasia, es un tema que a todos nos atañe. Teniendo en cuenta que vivimos en un sistema socio-cultural que da la espalda a la muerte, huyendo de ella como si de la misma peste se tratara, la eutanasia se presenta como la salida más honrosa que se le puede ofrecer a un ser querido en situación “humillante e indigna” – según palabras textuales de Ramón Sanpedro- cuando, por decisión propia y gozando de plenas facultades psíquicas, decide solicitar la liberación de aquello que no soporta, a través de una “muerte digna”. Y yo me pregunto ¿Es “humillante esclavitud la tetraplegia” (tal y como la calificó Ramón Sanpedro en su testamento)?. La genialidad de uno de los mayores científicos de nuestro siglo, Stephen Hawkins1, ¿es una humillación también?. ¿Es indigno un cuerpo “atrofiado e inservible” (palabras textuales de Ramón Sanpedro en su último testamento)?. La tetraplegia que sufría Chistopher Reeve2 ¿le impidió vivir una vida “indigna” luchando hasta su muerte natural por la investigación y la ayuda a los muchos afectados por ésa misma enfermedad?. Cuando hablan de derecho a elegir una muerte digna, ¿no Stephen Hawkins estarán refiriéndose a liberar la rabia contenida y disfrazada de autocompasión destructiva? La razón nos dice que la libertad no está sujeta a una cama o imposibilitada en una silla de ruedas. La libertad es un atributo del ser humano que pertenece al espíritu. Y cuando hablo de espíritu, no me refiero a algo amorfo, esotérico o místico sino al concepto de Christopher Reeve espíritu como ser individual e indivisible que goza del derecho de elección porque es, por naturaleza, libre. Lo que ocurre es que la libertad, nos la venden, nos la suministran y nos la inculcan como algo que depende de la acción y que está subordinada a la cometida de hechos que promulgan el derecho a hacer lo que se desee. Lo mismo ocurre con la dignidad, que se asocia a un concepto abstracto donde confundimos dignidad con derecho a pataleta, ya que somos absolutos dueños de nuestra vida y podemos hacer lo que creamos conveniente con ella. Según el diccionario de la Lengua española, Dignidad es el respeto que se merece uno mismo. Podemos hacer diferentes lecturas de éste significado y adaptarlo a nuestra conveniencia, pero decidir morir por inservible o indigno es elegir no respetar aquello que se escapa de nuestras manos, imputándonos el rol de todopoderosos. No queremos debatir, juzgar ni tan siquiera polemizar con una cuestión tan íntima como la percepción personal de la vida. Ni muchos menos pormenorizar 29 años de sufrimiento y de larga espera de Ramón Sanpedro. Tan sólo y bajo el más profundo respeto, expondremos nuestro punto de vista como espiritistas, sabiendo que la vida, sin una visión integral del ser humano y esto es física, mental y espiritualmente, es imposible de valorarla en su totalidad ya que si uno de esos factores es omitido, el triángulo perfecto con el que se sostiene la integridad humana, se debilita y termina cayendo. 1 Stephen Hawkins: Doctor y profesor de matemáticas y física. Convive con la Esclerosis lateral amiotrófica (ELA) enfermedad fatal que tiene un pronóstico de duración media de vida de 3 años. El PhD Hawkins ha superado todas las previsiones posibles. 2 Christopher Reeve, el actor de Superman. Permaneció cuadripléjico a raíz de una caída de caballo durante un evento hípico durante nueve años. El actor realizó una fuerte campaña a favor del uso de células madre para la investigación científica. Murió de un paro cardíaco el 11 de octubre de 2004 con 52 años de edad. Basándonos en ésta visión integral del ser, surge la pregunta: ¿Qué capacidad tenemos nosotros de ofrecer una muerte digna a aquellos que sufren y no ven más salida que la del suicidio (asistido o no)?. Me pregunto si a Irene Villa3, cuando con 12 años se quedó sin piernas por un atentado de ETA, no hubiera preferido morir antes que vivir aquel horror; pero hoy Irene es licenciada en Ciencias de la Comunicación y estudiante de Psicología. Con 25 años de edad y lo que otros llaman humillante limitación física, se siente libre y llena de gratitud por la vida que le ha tocado vivir. Ella misma afirma que “renuncié al rencor por egoísmo pues tenía que seguir viviendo (…) aprendiendo la importancia de no sentirme nunca víctima”, y continúa diciendo en su libro Saber que se puede: “Decidí desde el primer momento que no iba a pasarme la vida lamentándome y apalancada en la pena y el dolor. Decidí ser feliz, y para eso no te queda más remedio que desterrar el odio y perdonar”4. Admirable ejemplo de cómo el dolor puede ser una herramienta de superación y recuperación integral. Irene Villa en la actualidad Aprender a vivir con dignidad Vivimos en una sociedad tecnológicamente avanzada donde pocas cosas se nos resisten. Parece que todo nos proclama como dioses omnipotentes con capacidad de decidir sobre todo lo creado, incluso sobre la propia muerte. Somos capaces de “resolver” nuestros problemas atentando contra la vida, si eso satisface nuestro orgullo mal disfrazado. El sufrimiento se escapa a nuestros planes de bienestar y como creemos que la existencia es fruto del azar donde unos ganan y otros pierden, nos otorgamos el derecho a decidir terminar con la vida a la que nadie nos invitó. Ante esta falacia omnipresente cabría preguntarse ¿hasta dónde puede el ser humano mantenerse de espaldas a la propia realidad?. El estudio del Espiritismo y las investigaciones científicas de las vidas pasadas, nos demuestran que el azar es la mayor invención que ha creado el ser humano para justificar su inmadurez ante aquello que no puede controlar. La Reencarnación se presenta hoy como un hecho incuestionable, libre de credo, y comprobado por miles de casos en todo el mundo suficientemente documentados en una amplia bibliografía.5 Sin el estudio de la Reencarnación, la vida se presenta como una injusticia a la que hay que combatir con nuevas leyes, nuevos tratados, nuevas luchas que defender, ignorando que la única Ley que cura toda enfermedad, es la Ley del Amor. Aprender a amarnos es la mayor lección que debemos asimilar y las pruebas para superarla son diversas, pudiendo llegar a ser engañosas, más la finalidad es una: Amar al prójimo como a ti mismo, empezando por uno mismo. Ese camino de introspección, es arduo y doloroso porque nos encontramos con fantasmas de defectos de carácter enraizados y bien escondidos que persisten en dominar nuestras vidas. Pero el entendimiento de las Leyes Divinas o Naturales nos permite aceptar que no hay hecho que ocurra (agradable o no) que no sea para aprender aquello que nos ayudará a crecer como personas. Y si no, que se lo pregunten a Irene Villa, Stephen Hawkins y otros que han encontrado, a través de la superación de sí mismos en situaciones absolutamente adversas, el crecimiento integral que les hace más libres y más sabios en el arte de saber vivir. 3 La organización terrorista E.T.A. puso una bomba al coche de su madre pensando que era el coche de un policía. La madre de Irene Villa sólo era una empleada i E.T.A . se equivocó. Una frase que Irene repite constantemente: "No hay nada que el ser humano se proponga y no consiga". 4 Villa, Irene. Texto extraído de su libro “Saber que se puede”. En la presentación del libro, acompañada del juez Baltasar Garzón y de los periodistas Nieves Herrero y Luis del Olmo, Irene Villa aseguró que es posible hacer frente con éxito a un daño como el que ella sufrió, pero para ello hay que "saber que se puede" y encarar la vida "con "optimismo, esperanza y mucha alegría". 5 Stanislav Grof, Roger Woolger, Brian Weis, y otros. La aceptación como camino de superación personal “Por el pensamiento disfruta el hombre de una libertad sin fronteras, porque aquel no conoce obstáculos. Se puede impedir su manifestación pero no aniquilarlo”6 nos dicen los espíritus. Hemos visto gentes viviendo en la más absoluta miseria y tener un brillo especial en los ojos que transpira serenidad; enfermos terminales, llagados y sedados para resistir el dolor atroz, con miradas serenas y con gratitud en su rostro; personas postradas en sillas de ruedas, imposibilitados como Ramón Sanpedro, escribir con una mirada sincera las palabras Estoy bien, gracias. Nuestro deseo es que aquellos que sufren como no podemos imaginar, puedan ser capaces de seguir aprendiendo incluso en esas condiciones, porque la vida es una escuela que no deja de enseñarnos a cada uno aquello que necesita. La aceptación dignifica si libera de la mística y parasitaria resignación. Somos mucho más que un cuerpo. Somos una mente y pensamos, generamos vida y sentimientos. Somos almas que sienten y que deseamos traspasar la frontera del sufrimiento para convertirlo en dignidad por el derecho a elegir libremente ser feliz. Teresa Vázquez Centre Espirita Amalia Domingo Soler Barcelona 6 Kardec, Allan. EL libro de los Espiritus. Pregunta 834.