Fuente: “Supremacía de la Constitución” en ESTUDIOS DE TEORIA DEL ESTADO Y DERECHO CONSTITUCIONAL EN HONOR A PABLO LUCAS VERDÚ (Dir. Raúl Morodo y Pedro de Vega), México-Madrid, Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM y Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, 2000, Tomo II, pp. 895-930. SUPREMACIA DE LA CONSTITUCION Sergio Diaz Ricci Univ. Nac. de Tucumán “En todo gobierno debe haber algo fundamental. Algo así como una Carta Magna, que debería ser estable inalterable... Es fundamental que los Parlamentos no sean perpetuos. ¿Qué seguridad nos ofrece una ley destinada a impedir un mal tan grande, si pertenece a esa misma legislatura el derecho a deshacer la ley de nuevo?. Podrá durar semejante ley? Será un cordel de arena; no dará ninguna seguridad, porque los mismos hombres podrán destruir lo que han construido"(CROMWELL ante el Parlamento el 12 de Setiembre de 1645). 1. Introducción. La Supremacía de la Constitución es uno de los conceptos basilares de la Dogmática Constitucional y, en general, de la Dogmática Jurídica de un Estado Constitucional de Derecho. En puridad en lugar de Supremacía Constitucional debe hablarse más bien de Supremacía de la Constitución. No hay supremacía del Derecho Constitucional ni tampoco de normas que no estén en el texto constitucional. Sólo las normas contenidas en la Constitución gozan de “supremacía”. Ello quiere decir que aún pudiendo haber otras disposiciones de naturaleza constitucional en otros cuerpos normativos (ley, decretos, resoluciones, reglamentos, etc.), éstas no gozan de la supremacía que corresponde sólo a la Constitución. Aquellos asuntos constitucionales no contenidos en la Constitución se encuentran excluidos de la condición de supremacía. Esta cualidad constitucional reviste tanta importancia que se ha convertido en una “idea operativa” utilizada para elevar a algunas normas al rango que ocupa la Constitución y para sustraer tales contenidos de la libre disponibilidad de los Parlamentos. De allí que cuando se habla de “jerarquía constitucional” en realidad se está aludiendo en forma elíptica a la superior posición jerárquica de la Constitución en el ordenamiento jurídico estatal, o sea, a la supremacía constitucional. La reciente reforma de 1994 de la Constitución argentina incorporó este concepto en el art. 75 inc. 22º al otorgar “jerarquía constitucional” a 11 declaraciones y convenciones internacionales de derechos humanos y además a cualquier otro tratado de derechos humanos que el Congreso apruebe por mayoría especial (1). Analizar la idea de Supremacía Constitucional nos obliga a desentrañar su origen, fundamentos y efectos. Al hacerlo estamos tocando la quintaesencia de “lo constitucional” pues por la cualidad de “supremacía” se puede abordar la razón de ser de una Constitución. Precisamente, la Supremacía Constitucional produce el fenómeno de dotar a la Constitución de cierta permanencia y estabilidad en el orden político. Por ello nos recuerda HELLER que "el conocimiento del Estado y del Derecho no debe olvidar nunca, ciertamente, el carácter dinámico de su objeto. Pero menos aún debe olvidar que sólo cabe hablar de una Constitución si se la afirma, no obstante la dinámica de los procesos de integración constantemente cambiantes, y, en ellos, con un carácter relativamente estático" (2). 2. Etimología. El término "supremacía" en un anglicismo que, casualmente, viene del inglés "supremacy", vocablo formado de las dos palabras inglesas: "supreme" (del latín "súper" = sobre) y "primacy" (del latín "prime" = primero) (3). Significa Preeminencia, prioridad, superioridad de grado, jerarquía o autoridad. En nuestro caso señala que la Constitución tiene una posición superior, una excelencia jerárquica. 3. Idea de Constitución. La aprehensión del concepto de Supremacía Constitucional comienza con la necesidad de definir el objeto que se predica como supremo: la Constitución. Aquí se tropieza con la primera dificultad: identificar a qué Constitución corresponde el carácter de supremo, o sea, si la supremacía es una cualidad propia de todas las Constituciones o sólo de algún tipo de ellas. La respuesta al interrogante dependerá del concepto de Constitución que se sostenga. En principio, diremos que la noción de supremacía está ínsita, es correlativa de toda Constitución (4). Esta supremacía será más efectiva cuanto más claro, preciso y fácilmente determinable sea su contenido. Por ello la Supremacía demanda una ley unitaria y codificada. Mientras que en aquellos ordenamientos constitucionales como el británico, donde el contenido constitucional se integra por convenciones, usos y unas pocas leyes escritas dispersas, la eficacia de la supremacía decrece notablemente. Justamente idea de Supremacía Constitucional constituye un concepto cuya elaboración y desarrollo histórico y doctrinario se corresponde con las Constituciones escritas que establecen órganos con competencias delimitadas e infranqueables. Por el contrario, mientras que en Gran Bretaña el Parlamento tiene un poder ilimitado (recordemos la expresiva frase de DE LOLME que "el Parlamento puede hacerlo todo, menos transformar a una mujer en un hombre y a un hombre en una mujer"). El poder legislativo ordinario se halla confundido con el poder constituyente, por lo que no puede existir ninguna Ley que valga más que otra como una Constitución escrita superior a cualquier otra ley ordinaria. El Parlamento es el supremo, por lo que puede cambiar a su arbitrio la Constitución, escrita o consuetudinaria, que no le ofrece resistencia alguna. Esto ha hecho decir a JENNINGS que "la supremacía del Parlamento es la Constitución"(5). Por ello el concepto de Supremacía de la Constitución se adecua más naturalmente a la Constitución en sentido formal, pues los textos constitucionales escritos ofrecen mayores posibilidades de hacer efectivo en la realidad la preeminencia que se predica de la Constitución, que ofrece un conjunto de normas fáciles de identificar. 4. Noción de Supremacía: La siguiente dificultad es delimitar el concepto de Supremacía referido a la Constitución. La noción de supremacía es un concepto relativo, habla de superioridad, de una posición de preeminencia de algo en relación a otros objetos, forzosamente, inferiores. Implica un orden jerárquico dispuesto escalonadamente, para lo cual, como señala KELSEN, se recurre a figuras de lenguaje espacial para referirse a ese vínculo de supra y subordinación (6). La Constitución tiene una superioridad o preeminencia jerárquica, es decir, que dentro de una escala jerárquica ocupa el grado supremo en toda la línea. El primer interrogante que nos asalta es ¿por qué sólo un grupo de normas ha de tener una posición suprema? ¿Supremacía respecto de qué o de quiénes? ¿Cómo se manifiesta?. La razón de la supremacía de la Constitución debe buscarse en distintas causas. Para este análisis vamos a seguir con fines puramente expositivos los cinco tipos de causas que distinguen los escolásticos: material, eficiente, ejemplar, final y formal. Haciendo la salvedad que a veces se confunden elementos de una y otra, este esquema nos permitirá abordar desde distintos ángulos un mismo y único fenómeno: la supremacía constitucional. 5. Causa Material: Fundamentalidad Politica. La causa material u "Ontológica" de la Supremacía constitucional deriva de su especial contenido, es decir, en ingredientes materiales que hacen de ella un orden sustancialmente superior. Es lo que se ha llamado Supremacía Material de la Constitución (7). Es un hecho constante en la historia de las sociedades la presencia de reglas para organizar el gobierno y la convivencia social con las cuales la Comunidad siente especialmente ligada su existencia, o sea, normas de comportamiento socio-político que ordenan las relaciones entre personas y grupos, especialmente la relación mando-obediencia, sobre las que se apoya la convivencia común como condición necesaria --o imposición inevitable-para la supervivencia individual y colectiva. Estas normas dirigidas a sostener la subsistencia personal y comunitaria revisten por ser condición de la existencia de cualquier otra regla o relación, por decirlo de algún modo, "ontológicamente" una relevancia especial. Las normas constitucionales son aquéllas que organizan estatalmente la sociedad, proveen su organización político-institucional y la organización jurídica del Estado. Crean órganos y fijan sus funciones y competencias, sus relaciones recíprocas, en consecuencia, las limitaciones al poder del Estado, es decir, se fija el dominio de la libertad de los miembros de Estado, y las relaciones de aquéllos con éste. Asimismo provee la organización jurídica del Estado al definir y señalar las fuentes de producción jurídica válidas, es decir el sistema de Fuentes del Derecho. Y, sobre todo, para asegurar la unidad del ordenamiento jurídico, establece un conjunto de principios básicos que permiten la formación de una estructura sistemática, es decir, estatuye "l'ensemble des grands principes qui régissent l'organisation del l'Etat" como expresan BATHELEMY-DUEZ (8). El constitucionalismo, producto del racionalismo iluminista de una época, adoptó la forma de ley codificada para el texto constitucional, porque la idea de Código ofrecía una unidad sistemática y completa con pretensión totalizante. La especial relevancia de las normas constitucionales determina el imperativo de su estricta observancia. Esto produce como resultado que tales normas por ser constitutivas de la organización social gocen de cierto grado de estabilidad según una forma de convivencia dada. Como consecuencia del superior valor intrínseco de dichas normas --con las cuales la sociedad reconoce como fundamento de la existencia colectiva--, rechaza cualquier comportamiento o norma que vaya en contra de aquéllas porque amenaza la existencia misma de la organización estatal. Una razón de orden existencial conduce a respetar y hacer respetar las reglas que materialmente sientan las bases que hacen posible la convivencia común, incluso coercitivamente, por el peligro que entrañan los actos contrarios, asegurándose de este modo una superioridad a las normas constitucionales. En efecto, son reglas capitales que constituyen el fundamento de la organización social, política y jurídica por lo que ni los particulares ni los órganos estatales pueden alterarlas impunemente sin conmover las bases de la organización institucional o producir conmoción social (9). La normas contenidas en una Constitución tienen una insustituible función estructuradora del Estado. BURCKHARDT señala que la Constitución (norma constituendi) cumple dentro del ordenamiento jurídico la función de señalar cómo se establecen, aplican y ejecutan las normas de conductas, es decir, las normas agendi que establecen modos de comportamiento. En consecuencia, "la Constitución --expresa LUCAS VERDU-- crea el aparato estatal mediante el cual se realizan las normas de conducta. Por consiguiente, la Constitución es un prius lógico y el ius agendi es secundario. Es decir, el ius agendi es impensable sin una Constitución y, por eso, ésta es la base de todo el ordenamiento jurídico" (10). En resumen, la materia constitucional confiere a la Constitución una excelencia ontológica que por sí misma la convierte necesariamente en Suprema en relación a cualquier otras normas, reglas o actos. En otras palabras, la trascendental importancia de las cuestiones tratadas por las normas constitucionales les otorga una preeminencia política y normativa superlativa. La supremacía que surge de la Constitución por razones materiales, se extiende a los restantes contenidos comprendidos en el texto constitucional, por ello BURDEAU dice que "la superiorité matérielle est, en principe, absolue"(11).6. Causa Eficiente: El Poder Constituyente Democrático. Desde otra perspectiva la Supremacía de la Constitución se apoya sobre una causa política originaria: es expresión de la voluntad constituyente popular. La Constitución es suprema porque emana de una voluntad política preeminente que así lo dispuso: el Pueblo que toma la decisión política existencia originaria o subsecuente. Su superioridad deriva de ser un producto que emana de la soberanía popular, que transfiere a la Constitución la condición de Suprema que ostenta la propia voluntad colectiva del pueblo. Desde una perspectiva política la Supremacía de la Constitución se encuentra solidariamente unida al Principio Democrático. En efecto, la superioridad de la Constitución se alimenta de su fundamento democrático: la soberanía popular. El Pueblo es el sujeto a quien, en un Estado Democrático, se reconoce legitimación políticapara estructurar al estado, en consecuencia, establecer la Constitución y atribuirle carácter de ley suprema. Si el Pueblo es el titular de la Soberanía –a través de los diversos medios de expresión-- es a éste a quien pertenece el Poder Constituyente, es decir, el poder de organizar políticamente la sociedad y expresar esta decisión a través de un estatuto normativo al que deben someterse todas las instituciones y sus miembros, y, además, sólo podrá ser modificada o alterada por este mismo “sujeto”. La principal consecuencia de este principio está a la vista: por ser el Poder Constituyente popular el que crea las instituciones de la organización política del Estado, éstas son poderes constituidos, “criaturas” del Poder Constituyente y por lo tanto dependen de éste, se hallan subordinadas a éste, son inferiores en relación al poder constituyente popular. Por lo tanto, los órganos creados no pueden alterar la obra constituyente que guarda respecto de los órganos constituidos una posición de superioridad que los distingue y separa claramente. El Principio Democrático exige la participación del Pueblo en la determinación de la organización política, en consecuencia, lo que éste resuelva sólo podrá ser cambiado por el mismo sujeto, o sea, por el propio pueblo. Por lo tanto, los actos de órganos estatales y las normas que en lo sucesivo se dicten por los sujetos habilitados al efecto, no pueden afectar lo que el Pueblo haya resuelto y, aún más, debe armonizar su acción y conformar sus normas a lo establecido en la Constitución simplemente por haberlo así dispuesto la Voluntad Popular. En resumen, siendo ésta soberana, las decisiones que adopte a través de la Constitución son supremas, no reconoce sujeto u orden normativo superior al Pueblo y su Constitución (12). En buena medida la perspectiva que aquí tomamos se aproxima a la noción de Constitución en sentido positivo expuesta por SCHMITT, o sea, aquél acto constituyente de determinación consciente de una concreta forma de conjunto que adopta la totalidad de la unidad política. El acto de dar la Constitución, es decir, la decisión de totalidad se diferencia cualitativamente de cualquier otro acto. La Constitución consagra una serie de principios rectores que determinan una forma peculiar de organización política y que señalan las finalidades que debe perseguir el ordenamiento estatal. Tales principios y fines constitucionales adquieren valor superior respecto a cualquier otro que se pudiera contraponer. Debe hacerse la salvedad que en una sociedad democrática y pluralista, aquéllos pueden ser sustituidos por nuevos principios y fines que adquieran la adhesión mayoritaria del Pueblo y lleguen a ser la expresión de "l'idée de droit dominante", como diría BURDEAU (13). La idea de Supremacía constitucional es propia de la democracia. El autor de la Constitución es un sujeto diferente de los que encarnan, luego, las instituciones creadas, en consecuencia, aquél es superior a éste que no puede alterarlas condiciones fijadas por su creador. En los regímenes políticos no democráticos donde la Ley Fundamental se apoya sobre una voluntad autocrática (monarca absoluto, dictadura de clase o de partido), las normas básicas son más bien producto de la autolimitación de ese poder, pueden fácilmente ser ignoradas por esa misma voluntad, a su arbitrio, en cualquier momento, en su propio interés. Mientras en un sistema democrático, también la voluntad popular puede modificar a su arbitrio el orden constitucional, la satisfacción del interés general (gobernar para todos) como la participación efectiva de todos (gobierno por todos) reclama la existencia de un orden normativo fundamental, del cual emana la existencia y la competencia de los órganos estatales en orden a servir al interés general y por el cual se regule la participación del pueblo en el gobierno (14). SIEYES fue quien formuló esta idea al distinguir entre poder constituyente y poderes constituidos. De este principio deriva una importante consecuencia jurídica que desarrollaremos más adelante: la Constitución obliga por igual a gobernantes y gobernados. Vemos pues cómo la supremacía de la Constitución es el resultado de su origen democrático lo que conduce a una suerte de “hipóstasis” al transferir la superioridad política propia de la Soberanía popular al objeto creado por ella: la Constitución. Lo que es consecuencia una natural en tanto que la Constitución, como objeto cultural, expresa de modo concreto el contenido de la voluntad popular. Un dato existencial funda esta conclusión. La voluntad popular constituyente cualquiera sea el modo en que se exprese (originario o derivado) no se manifiesta de manera permanente y continua. El Poder Constituyente actúa de manera sincrónica, es decir, hay un momento en que deja de actuar, desaparece, y en su lugar queda la obra cultural que la expresa: la Constitución. Esta circunstancia había sido advertida por el Chief Justice MARSHALL en la famosa sentencia "Marbury vs. Madison" cuando, al afirmar el derecho del pueblo a establecer los principios de su gobierno futuro, expresaba que "el ejercicio de este derecho original es un esfuerzo muy grande, que no puede ni debe ser frecuentemente repetido. Por consiguiente, los principios así establecidos son considerados fundamentales. Y como la autoridad de los cuales ellos proceden es suprema y puede raramente actuar, ellos están concebidos para ser permanentes"(15). El Poder constituyente popular, luego de actuar, desaparece.La labor constituyente es intermitente, discontinua. Lo que queda es la Constitución que recibe la cualificación de suprema que en realidad pertenece a la voluntad popular soberana (16). En suma, la supremacía Constitucional se apoya sobre el fundamento político del Principio Democrático. “A legalidade democratica pressupôe, -enseña GOMES CANOTILHO-- como é evidente, a constitucionalidade democratica, de forma que naô se pode falar em legalidade democratica si a Constituiçaô naô estiver a ser osservada pelos orgaôs do Estado” (17). Desde un plano puramente formal podrán algunos sostener la prelación de un ordenamiento normativo fundamental no democrático, sin embargo no se podrá hablar de una Supremacía “Constitucional” por cuanto la preeminencia de dicho orden fundamental no democrático se encuentra comprometida ya que su observancia está sometida al arbitrio de una voluntad política hegemónica, llámese dictador o partido, sin control, límite ni oposición. 7. Causa Ejemplar: Revoluciones americana y francesa. Limitación al Poder. Existen también razones históricas que contribuyeron al desarrollo de la noción de Supremacía Constitucional. Podemos distinguir dos vertientes en la conformación del concepto: la norteamericana y la europea, particularmente, de origen francés (18), que se corresponden a procesos históricos distintos. a) Modelo norteamericano: La idea de ley suprema no era ajena a las colonias de América del Norte. La corona inglesa había autorizado, a través de Cartas Coloniales a los colonos y a los propietarios de las compañías colonizadoras el ejercicio de facultades legislativas para las cuestiones locales, bajo la condición expresa que dichas leyes para ser válidas no debían estar en desacuerdo con el derecho vigente en Inglaterra, además, el legislador colonial no podía alterar las disposiciones de su respectiva Carta Colonial. Es decir, las leyes coloniales reconocían una subordinación a las Cartas Coloniales y al Derecho inglés, con los que debía guardar congruencia sin poderlos transgredir en el ejercicio de las competencias reconocidas. De allí que producida la independencia norteamericana en 1776, resultó natural que cada Colonia dictara sus propias Constituciones de acuerdo a la nueva situación revolucionaria y tolerase su subordinación a un estatuto normativo superior: primero, a los Artículos de Confederación de 1777, y luego a la Constitución federal de 1787. Fue entonces en América del Norte donde la Constitución aparecerá por primera vez perfilada como ley suprema, de forma clara y indubitable (19). Además de la razón apuntada, otros factores contribuyeron al surgimiento de la noción de supremacía de la Constitución en el proceso norteamericano: La Doctrina iusnaturalista de la época, los documentos aparecidos durante la Revolución inglesa, la influencia religiosa del congregacionismo pactista, etc.. Nosotros nos detendremos en dos cuestiones: En primer término la doctrina y la praxis democrática. El pensamiento democrático era conocido por los constituyentes norteamericanos en su versión republicana, aunque, como matiza DE VEGA, "lo que ya no está tan claro es que quepa deducir, directamente, la idea de supremacía constitucional, como un correlato teórico de los postulados iusnaturalistas o contractualistas de esas distintas líneas doctrinales", (20) sino más bien por vía del principio democrático de soberanía popular expresado a través del poder constituyente del pueblo. En efecto, siendo el Pueblo el titular del poder soberano y la Constitución obra del poder constituyente popular, ésta se convierte en ley suprema. Ningún órgano constituido puede asumir las facultades soberanas y vulnerar lo que el pueblo ha dispuesto en la Constitución. Recordemos la sentencia de MARSHALL en el famoso caso "Marbury vs. Madison": “That the people have an original right to establish, for their future government, such principles as, in their opinion, shall most conduce to their own happiness, in the basis on which the whole American fabric has been erected- The exercise of this original right is a very great exertion; nor can it nor ought it to be frecuently repeated. The principles, therefore, so established, are deemed fundamental. And as the authority from which they proceed es supreme, and can seldom act, they are designed to be permanent”. En suma, en razón que el Pueblo es la autoridad suprema con derecho de establecer los principios de su gobierno éstos han de ser fundamentales y permanentes. La soberanía del Pueblo aparecerá como supremacía de la Constitución, y en este sentido el artículo VI, Sección 2 de la Constitución de EEUU establece que la Constitución es la suprema ley del país y todos los órganos estatales, tanto del Estado federal como de los Estados locales, están obligados a observarla y sostenerla. (2.) Además existe otro motivo muy importante, generalmente soslayado por la crítica, que concurre a fundar históricamente el desarrollo de la supremacía constitucional en los EEUU. Nos referimos al origen y al contenido federal de la Constitución. La Constitución de 1787 fue el resultado del acuerdo entre varios Estados particulares por lo que evidentemente era necesario un documento que estableciese el reparto de competencias entre el Estado federal y los estados federados. Por ello la necesidad de dar forma escrita al acuerdo, por su efecto racionalizador y fijador, resultó absolutamente indispensable. La consecuencia fue que el estatuto resultante obliga a cada uno de los Estados constituyentes y no puede ser alterado por ninguno de éstos, es decir, se reviste --dentro de las competencias propias delegadas-- de carácter de supremo para todos y cada uno de ellos. Si alguno de los Estados particulares no lo observa o lo vulnera, se llegaría a alterar el equilibrio acordado entre ellos. Por su parte, si el Estado federal se excede de las competencias establecidas por la Constitución, extendiendo sus atribuciones más allá de lo que se le fijó, también rompería el reparto establecido entre un orden central y una pluralidad de órdenes locales. En consecuencia, como un obvio imperativo la Constitución se coloca por encima del Estado Federal y de los propios Estados particulares. Además, existe un dato formal, que no ha sido suficientemente apreciado: el órgano federal encargado de la elaboración de la Constitución Federal de 1787 desapareció y se disolvió, quedando sólo su producto: el documento constitucional. Ninguno de los Estados participantes de la federación por sí solo, ni el pueblo de la federación en su conjunto sin el consentimiento de una mayoría de los Estados particulares, pueden modificar lo dispuesto entre todos y arrogarse atribuciones correspondientes al conjunto de los Estados. Es decir, la disolución de la Convención Federal, una vez elaborado el proyecto de texto constitucional, --el que a la vez estaba condicionado a su aprobación por, al menos, 9 convenciones especiales de los 12 estados participantes-- influye para que se afirme la Supremacía de la Constitución, por cuanto ni el Estado federal ni los Estados locales, por ser creados por la Constitución, son inferiores a la voluntad constituyente del pueblo de todos los Estados Unidos, en su conjunto. En consecuencia, ni el uno ni los otros pueden alterar el documento federal que no han dictado. El pacto federal se constituye en ley suprema tanto de los Estados particulares como del Estado Federal (Artículo VI). Ahora bien, conviene recordar que ese carácter de intangibilidad del documento constitucional como consecuencia de su origen federal se refuerza con el principio democrático federalizado, por cuanto el texto elaborado por la Convención constituyente de Filadelfia, como ya expresamos, debía contar con el voto afirmativo del pueblo de cada uno de los Estados (9 convenciones especiales de los 12 estados miembros partícipes de la Federación)(Artículo VII). Asimismo el sistema federal que estatuye la Constitución se proyecta para afianzar la supremacía de la Constitución, por cuanto tanto la elaboración del proyecto de reforma como su aprobación exige el concurso de los estados particulares. En suma, los órganos creadores de la Constitución (Convención Federal y Convenciones locales) al haber sido esporádicas, excepcionales contribuyeron a confirmar la supremacía del documento constitucional, que era lo que permanecía, ya que una vez aprobado el texto constitucional los órganos productores desaparecen. El momento constituyente es un fenómeno sincrónico y efímero. b) Modelo europeo: Corresponde a Francia el mérito de haber dado formulación racional a la idea de la Supremacía Constitucional. En Inglaterra encontramos vestigios de una "higher law", de un derecho fundamental o más alto en la doctrina de Sir EDWARD COKE (Caso del Doctor Thomas Bonham) en 1610, en LOCKE (los Derechos del hombre como expresión del Derecho Natural superior), en el Agreement of the People de 1647 y sobre todo en el Instrument of Government de 1653, finalmente se impuso la "soberanía del Parlamento" que desaloja la noción de Supremacía de la Constitución frente pues, en la recordada expresión de BLACKSTONE, "the power of Parliament is absolute and without control" (21). El surgimiento de la noción de Supremacía de la Constitución en Francia, se debe a una multiplicidad de factores: causas filosóficas, ideológicas, históricas y prácticas confluyeron a su advenimiento y desarrollo. Sin duda, la casi simultaneidad con el proceso americano se debe a que ambos procesos se generaron en un clima fecundado por el iusnaturalismo racionalista y el liberalismo político. Y en buena medida el proceso francés también recibió el influjo de los sucesos americanos a través de personas como FRANKLIN, que fue representante norteamericano en Paris, o de testimonios como el de LA FAYETTE. La prédica de los filósofos del iusnaturalismo pactista del siglo XVIII, que había desarrollado el principio de la soberanía del pueblo (y el de la soberanía nacional, que vino a confundirlo todo), del cual emanaba la Constitución (como pacto social o como acto subsecuente de organización política) dio lugar a la formulación de la doctrina del Poder Constituyente popular (o nacional) como superior, originario y fuente creadora de todos los poderes del Estado que al ser poderes creados, instituidos, derivados de la Constitución son inferiores a la norma constitucional de la cual emanan sus mismos poderes. La doctrina del Poder Constituyente formulada por SIEYÉS fue una derivación de la teoría de la división de poderes de MONTESQUIEU. En efecto, si para limitar al poder resulta conveniente su separación en varios departamentos, cada uno con sus respectivas competencias, surge inmediatamente la pregunta acerca que quién es la potencia que puede proceder a tal reparto de competencias. La respuesta fluye naturalmente: un poder superior que se encuentra fuera del aparato estatal creado o constituido, este es el Poder Constituyente del Pueblo. Lo que éste establezca no puede ser vulnerado por los poderes constituidos. Consecuentemente, la Constitución francesa de 1791 establecerá que "Aucun des pouvoir institués par la constitution n'a le droit de la changer dans son ensemble, ni dans ses parties..."(Título VII, art. 8). Concretamente, el principio de Supremacía constitucional, fundado en el principio democrático de la soberanía popular (o nacional), constituirá un arma de lucha contra el Absolutismo monárquico. Va a cumplir la finalidad política de transformarse en un mecanismo dirigido a poner límites al autoritarismo real. Recordemos que el constitucionalismo lleva ínsita la idea de limitación del poder. Sin embargo, el principio de la Supremacía de la Constitución no logra imponerse completamente, tendrá que coexistir con el principio monárquico (reflejado en las Constituciones otorgadas) o con el principio de la soberanía compartida (Constituciones pactadas) que restarán eficacia jurídica a la Constitución como ley Suprema. Recordemos la génesis la noción de Soberanía Nacional: surge ante las prevenciones burguesas o la desconfianza para reconocérsela al Pueblo se suma el propósito de limitar el poder real. Se atribuyó la soberanía a una entidad abstracta llamada Nación. Estas circunstancias que rodearon el desarrollo del principio de Supremacía constitucional en Europa van a devaluar y a hacer naufragar su sentido porque "La no distinción --sostiene DE VEGA--, a nivel político, entre poder constituyente y poder constituido, se traduciría jurídicamente, en la paralela indiferenciación entre Constitución y ley ordinaria” (22). La Constitución, en consecuencia, se degradará hasta significar un simple código formal de articulación de los poderes del Estado, en donde la actividad jurídica estatal requerirá siempre la intermediación parlamentaria, por lo que de hecho las normas constitucionales carecían de operatividad propia. Cuando el principio monárquico fue sustituido por el principio de la soberanía parlamentaria, la suerte del principio de supremacía constitucional no se modificó porque el dogma de la supremacía absoluta de las leyes del parlamento y su correlativa inmunidad judicial lo mantuvo sin operatividad jurídica en la práctica. En efecto, se atribuía a las normas constitucionales simple fuerza moral. Los preceptos constitucionales no tenían eficacia jurídica inmediata y, por lo tanto, su inobservancia no producía otros efectos que una reprobación política, relativamente importante en el plano electoral. “Desta forma --lo expresa GOMES CANOTILHO-- os princípios consagrados na constituiçao só se tornariam juridicamente operantes cuando as leis viessem possibilitar a sua actuaçao concreta. Os princípios constitucionais deveriam ser `recebidos´ pelas leis, a fim de as simples directivas neles contenidos se converterem em direito actual” (23). Será recién a principios del Siglo XX cuando en Europa el principio de Supremacia de la Constitución llegará a desplegar plenamente sus efectos y consecuencias prácticas. Las circunstancias políticas históricas que dieron origen a la noción de Constitución como ley suprema se encontraron alimentadas por razones ideológicas. La Doctrina Iusnaturalista desarrollada en los siglos XVII y XVIII va a fundar la idea de Constitución como estatuto fundamental del Estado en elementos de carácter material: 1.- Los derechos individuales que establece la Constitución son expresión de un plexo de valores que por ser anteriores al propio Estado, son inconmovibles, invulnerables e inviolables por cualquier órgano estatal, incluso por el poder constituyente. Constituyen límites infranqueables por los poderes del Estado, lo que coloca al Estatuto que los contenga en una posición superior y, por lo tanto, inalterables por actos del poder político. 2.- Asimismo, el carácter fundamental de la Constitución se debe a que ella expresa los derechos individuales que son los que dan vida, sostienen y justifican la existencia del Estado y, por lo tanto, fundan los poderes públicos para que éstos protejan, hagan respetar y se encuentren al servicios de estos derechos fundamentales contra los cuales jamás se pueden ejercer. La historia del principio de supremacía de la Constitución nos descubre las motivaciones políticas de la superioridad atribuida al documento constitucional. Fue el medio que se valieron las fuerzas políticas dominantes para asegurar sus propósitos atribuyéndole una cierta intangibilidad a través de formas normativas que garanticen su perdurabilidad, que no es otra cosa que el medio para asegurar la preservación de sus intereses. Podríamos decir con SCHMITT que, en un sentido general, la Constitución como ley superior corresponde a “todas las leyes o disposiciones que parecen de singular importancia política a las personas o grupos políticamente influyentes en un momento dado” (24) Este concepto material de Constitución, propio de iusnaturalismo racionalista revolucionario, si bien puede explicar la especial preeminencia política de la Constitución “en el terreno del derecho --según CARRÉ DE MALBERG-- esta fuerza especial no existe de ningún modo ya que no está garantizada por ninguna precaución jurídica” (25). 8. Causa formal: Rigidez Constitucional. Todas las causas materiales, eficientes y ejemplares que vienen a fundar y a justificar la Supremacía de la Constitución desembocan en la necesidad de recurrir a las ventajas que le proporciona la técnica jurídica para sostener esta superioridad. Por ello las decisiones constitucionales se expresan con forma de norma. Es decir, se reviste a ese contenido político de formas normativas con preeminencia vinculatoria, es decir, hacer valer la Constitución como norma jurídica suprema. La Supremacía constitucional --que implica una noción jerárquica-- sólo alcanza su expresión más acabada dentro de un ordenamiento jurídico donde la Constitución ocupa una posición cimera (26). Sin tener en cuenta las anteriores razones arriba señaladas que dan amarre a la Supremacía material y política de la Constitución, no se alcanza a comprender la supremacía jurídica de la Constitución. La supremacía formal de la Constitución es una consecuencia de la superior relevancia sustancial de ella. “La rigidité constitutionnelle a ainsi pour effet de créer une suprématie formelle de la Constitution, qui vient renforcer, en la sanctionnant sa suprématie materielle” concluye BURDEAU (27). La Constitución tiene el permanente desafío de hacer efectiva su supremacía, para lo cual echa mano a las ventajas que la técnica-jurídica ofrece a fin de someter al conjunto a sus dictados fundamentales. Busca sujetar el desarrollo de la actividad política y normativa estatal recurriendo al empleo de criterios de “validez jurídica”. Recordemos que CARRÉ DE MALBERG señalaba la necesidad de una “precaución jurídica” para garantizar la fuerza política de las instituciones del Estado (28). Aunque la visión jurídica de Supremacía Constitucional ha sido la más desarrollada y considerada por la doctrina --al punto que se ha identificado la Supremacía de la Constitución con su posición preeminente dentro de la estructura normativa-- no debe olvidarse que ésta es la concretización, la transmutación normativa de la Supremacía sustancial de la Constitución. La superioridad jurídica de la Constitución halla su sustento en la realidad sociopolítica concreta. A esta superioridad derivada BURDEAU la ha calificado de “relativa” porque varía según la forma cómo se encuentre dispuesta en los diferentes sistemas políticos en concreto. La supremacía formal “vient s’ajuter, lorsque la Constitution est écrite et sourtout si elle est rigide, une autre cause de supériorité que, cette fois, est puremente formelle, et résulte de la place qu’occupent au sommet des normes étatiques, les lois constitutionnelles” (29). Desde este punto de vista formal la Supremacía Constitucional expresa la posición de preeminencia y superioridad que ocupa la Constitución dentro de un ordenamiento jurídico jerárquicamente dispuesto. De lo que resulta en consecuencia, la subordinación formal y material de las restantes normas del ordenamiento jurídico (actos y disposiciones) al contenido de la Constitución por ser suprema. Esto, en otros términos, supone distinguir la Constitución del resto del ordenamiento normativo. Y el mecanismo más ostensible para sostener a la Constitución en una posición suprema está dado por un elemento formal cuya consecuencia concreta e inmediata se manifiesta en el hecho que los poderes estatales se encuentran impedidos para reformar la Constitución. Corresponde a SIEYÉS el mérito de haber formulado racionalmente la premisa formal para la distinción entre Constitución y las demás normas basándose en un razonamiento más simple y lógico que el aplicado por la Doctrina iusnaturalista (que funda la supremacía constitucional en cuestiones materiales: valores, derechos del individuo, estructura fundamental de lo estatal). “Las leyes constitucionales --expresa SIEYÉS-- se llaman fundamentales no precisamente en el sentido de que puedan convertirse en independientes de la voluntad nacional, sino porque los cuerpos que existen y actúan por ellas no pueden modificarlas. En cada parte, la Constitución no es obra del poder constituido sino del poder constituyente. Ninguna clase de poder delegado puede cambiar nada de las condiciones de su delegación” (30). La distinción nos conduce al ámbito de la Supremacía formal de la Constitución porque “en derecho, --enseña CARRÉ DE MALBERG-- el criterio que permite distinguir las leyes constitucionales de las leyes ordinarias reside únicamente en un elemento de forma” (31). Este elemento formal permite, asimismo hacer eficaz la supremacía de la constitución en cuanto brinda el instrumento jurídico de un orden de validez que en definitiva viene a reforzar la fuerza política de la ley fundamental. La consecuencia que se deriva de esta posición superior es clara, según fue advertido el Juez MARSHALL en su famosa sentencia de 1803, “Marbury vs. Madison”: “evidentemente todos los que han elaborado Constituciones escritas las consideran como Ley fundamental y suprema de la Nación y consecuentemente la teoría de cada uno de tales gobiernos debe ser la de que un acto de la legislatura repugnante a la Constitución es inválido. Esta teoría está esencialmente vinculada a una Constitución escrita”. Esta última referencia de MARSHALL es muy acertada, pues la supremacía formal de la Constitución, por significar una escala de referencias normativas, sólo es atribuible en propiedad al conjunto de normas constitucionalmente expresadas documentalmente, en forma escritas, estén o no sistematizadas en forma de código. “La gran aportación americana --sostiene GARCIA DE ENTRERRÍA-será plasmar en una Constitución escrita ese parámetro normativo superior que decide la validez de las leyes del parlamento” (32). La forma codificada contribuye a reforzar la supremacía constitucional pues la ordenación sistemática del conjunto facilita la subordinación lógiconormativo, por cuanto permite identificar claramente las normas constitucionales como un todo sistemático, delimitado y bien diferenciado de las restantes normas del ordenamiento jurídico. O sea, la supremacía formal no es atribuible a todo o cualquier parte del ordenamiento normativo ni a todo el ordenamiento constitucional ni a todas las normas que integran el derecho constitucional. Sólo las normas contenidas en un texto constitucional formal, escrito y rígido gozan de supremacía jurídica. Son éstas y únicamente éstas normas constitucionales --claramente delimitadas, identificadas y diferenciadas del resto del ordenamiento jurídico-- las que gozan de primacía. En otros términos, no puede conferir jurídicamente supremacía formal a las leyes ordinarias aún de contenidos constitucionales, ni a los usos o costumbres constitucionales, pues dicha cualidad sólo corresponde a aquellas normas que se han revestido con dicho valor jurídico preeminente, incluso con prescindencia de su contenido material (33). La utilidad del ordenamiento jurídico radica en servir para formalizar situaciones de poder, es decir, como instrumentos al servicio del sistema político en cuanto somete la actividad política a una necesidad de congruencia con aquél. Por esta razón aún los regímenes autocráticos fundados en la potestad suprema del partido o de un grupo de fuerza apelan al recurso de un estatuto normativo para imponer su sistema de dominación buscando mantener coherencia con las finalidades políticas fijadas central y autoritariamente. La Constitución en gran medida define su supremacía formal por su origen, por la fuente de derecho de la cual emana. Aquí abandonamos el ámbito de lo jurídico para ingresar a lo político. Ya vimos que el sujeto que dicta originariamente una Constitución reviste la cualidad de Supremo por ejercer de forma inmediata el Poder Constituyente del Pueblo soberano. La participación del Pueblo en la actividad constituyente reclama su presencia y participación inmediata, sea a través de un Referendum para decidir la apertura de un proceso constituyente, una elección especial dirigida a elegir a representantes constituyente, la subsiguiente ratificación popular del proyecto constitucional elaborado por un cuerpo representativo, la participación del pueblo de los Estados miembros de la elaboración de la Constitución Federal (el pueblo directamente, o a través de representantes en una Convención especial o del Parlamento local), etc. Esta presencia inmediata del pueblo en el proceso constituyente, a través del procedimiento que se arbitre al efecto, pone de manifiesto un elemento formal que desde el nacimiento distingue una Constitución de cualquier otro acto normativo originado por el órgano legislativo ordinario, que normalmente se integra por representantes elegidos para el ejercicio continuo de la función legislativa ordinaria. La presencia del órgano constituyente particular inmediatamente vinculado al pueblo, y las formas singulares (procedimiento, solemnidad, intervención popular, actuación de representantes, etc.) que suelen acompañar el momento liminar de una Constitución, aportan un elemento formal determinante que permite distinguir a la Constitución de cualquier otra fuente de producción normativa. Entrándonos en un momento ulterior, las Constituciones, para señalar su superioridad cualitativa que la diferencia de cualquier otro orden normativo, suelen fijar un procedimiento especial y/o establecer un órgano especial para la producción de normas constitucionales, distinto del establecido para la producción jurídica ordinaria. Esta cualidad se ha denominado “rigidez” constitucional. “Le caractère rigide --apunta BARTHÈLEMY-DUEZ-- pusse au maximum l’idée de suprématie de la constitution” (34). La doctrina constitucional francesa deduce la “superlegalité constitutionnelle”, precisamente, de la rigidez constitucional (Barthèlemy-Duez, Burdeau, Laferrière, Vedel, Duverger). Al respecto VEDEL atinadamente advierte que “se representa generalmente la rigidez constitucional como una consecuencia de la supremacía de la Constitución. Desde el punto de vista político ello es exacto: porque se quiere asegurar la supremacía de la Constitución se le da carácter rígido. Pero jurídicamente, resulta que en tanto la Constitución es rígida se puede hablar de su supremacía porque si ella no fuese rígida no se distinguía desde el punto de vista formal de las leyes ordinarias” (35). La existencia de un procedimiento especial para la creación de normas constitucionales es un factor que no ha sido puesto suficientemente de relieve por la doctrina constitucional europea habituada a que sea el propio órgano legislativo ordinario a quien se encarga la función de dictar normas constitucionales (España: ambas cámaras de Diputados y Senadores- arts. 167/168 CE de 1978; Alemania: ambas cámaras Bundestag y Bundesrat-art.79 LFB 1949; Francia: durante las Leyes Constitucionales de 1875 por el parlamento ordinario, durante la Constitución de 1957 por el propio Parlamento-art.89; Portugal idem art.286). Aunque suele imponérsele al Parlamento el cumplimiento de algunos requisitos especiales, el órgano sigue siendo el mismo y ello causó no pocas dificultades conceptuales a la doctrina constitucional porque se hace más difícil poder distinguir por su autor las normas con supremacía constitucional de otras normas legales. Por ejemplo en Italia la Constitución sancionada en 1947 puede ser reformada por medio de leyes dictadas por un procedimiento especial, procedimiento que también se emplea para el dictado de otro tipo de leyes, llamadas, precisamente, “leyes constitucionales” que no forman parte de la Constitución y sus reformas. Por el contrario, en América y, sobre todo, en los Estados Federales, que siguen el ejemplo de los Estado Unidos y de las primeras Convenciones francesas, la actividad constituyente es desempeñada por un sujeto especial, distinto del Parlamento común. En coherencia con la distinción poder constituyente - poderes constituidos, una diferencia subjetiva distingue al autor de las normas constitucionales. En consecuencia, el resultado normativo, o sea, los preceptos constitucionales se reconocen fácilmente en función del sujeto del cual emanan (Argentina: art. 30; EEUU: art. V). La Supremacía Formal de la Constitución es fácilmente apreciable en las Constituciones escritas. BIDART CAMPOS señala que la Constitución como texto sistemático, o al menos, como conjunto de leyes escritas, es erigida en norma fundamental y originaria de validez (36). La elaboración del texto constitucional demanda la actividad de un sujeto que proceda a plasmar por escrito las decisiones constituyentes. Por tratarse de materias constitucionales y, también, por imperativos democráticos, se necesita conformar un órgano especial que sea la expresión del Poder Constituyente popular. Sólo un cuerpo que sea manifestación del Poder Constituyente del Pueblo podrá conseguir una formulación constitucional por escrito con fuerza política vinculante. En suma, un elemento formal: el procedimiento de reforma distingue la fuente de normación constitucional de las demás fuentes de derecho en el Estado. La importancia política de la materia constitucional determina y cualifica la superioridad de la Constitución que la diferencia del resto del ordenamiento jurídico. Las normas ocupan un lugar diverso en la escala jerárquica según sea la posición que ocupe su fuente normativa o autor entre los órganos del Estado. Para distinguir el sujeto de la actividad constituyente y para asegurar que éste sea expresión de una democrática voluntad constituyente, se establece un procedimiento especial para la creación de normas constitucionales (asambleas especiales, referendum, dobles votaciones, plazos de espera, etc.). Vemos entonces que una forma especial de producción jurídica servirá para distinguir las normas constitucionales de las demás, o sea, diferenciará como cualitativamente superior a la Constitución dentro del ordenamiento jurídico. En consecuencia, resulta que un elemento formal de naturaleza procesal viene a afianzar el carácter supremo de la Constitución, como lo afirma BURDEAU “le fait que la Constitution est écrite et requiert, pour sa modification, l’intervention d’un organe spéciale statuant dans les formes particulières, renforce la supériorité qu’elle doit a son contenu” (37). 9. Causa Final: Control de Constitucionalidad. En razón de amarrarse jurídicamente la supremacía constitucional a un procedimiento especial, generalmente se la ha vinculado con la noción de “rigidez constitucional”. La rigidez constitucional es el efecto que sobre un texto constitucional resulta de establecer un procedimiento especial para la creación de normas constitucionales más complejo o distinto que el existente para la elaboración de las normas legislativas ordinarias (38). La Constitución sólo se verá formal y válidamente modificada cuando se respete este procedimiento, de lo contrario cualquier otra creación normativa que no observara la forma preestablecida para la creación constitucional no afectará a la Constitución que permanece incólume. O sea, que cualquier acto de los poderes constituidos (legislativo, ejecutivo o judicial) que vaya en contra de las previsiones constitucionales conduce a una doble consecuencia: por un lado, constituye una violación de la Constitución por extralimitación de competencias del órgano que lo intentó y, por otro lado, representa un intento de modificar la Constitución por vías no permitidas y por órganos sin aptitud constituyente. Por ser un intento de modificar alguna disposición de la Constitución en violación del procedimiento de reforma establecido, el acto es inconstitucional por estar contra la Constitución y, en consecuencia, no es válido. “No es admisible --expresa HAMILTON en El Federalista-- suponer que la Constitución haya podido tener la intención de facultar a los representantes del pueblo para sustituir su voluntad a la de sus electores” (39). En otras palabras, la existencia de un procedimiento especial de revisión constitucional permite fundar el siguiente razonamiento: cualquier norma que se dicte en infracción a la Constitución puede ser entendida como un intento de reformar la Constitución ya que significa la pretensión de modificarla sin observar las vías o procedimientos establecidos para ello, en consecuencia, el acto o norma contrario es inválido (Cf. MARBURY vs. MADISON). Asimismo, podemos inferir que la rigidez constitucional señala el límite de la actividad legítima de los órganos estatales, más allá del cual, se convierte en un intento de revisión constitucional (actividad constituyente) no autorizada y, por lo tanto, inconstitucional. De este modo se busca afirmar la Supremacía de la Constitución. Una de las finalidades de la rigidez procedimental es contribuir a conservar el orden normativo constitucional, o sea, lograr que la Constitución sea jurídicamente la ley suprema del país, procurando un objetivo político bien determinado: asegurar por vía de la Constitución aquellos principios rectores, valores, instituciones, pautas, etc.. Para ello se vale de la rigidez constitucional para sustraerlos de las fluctuaciones políticas y de las transgresiones que pudieren hacerse a través de la actividad legislativa ordinaria. Es muy contundente DE VEGA cuando afirma que la consecuencia de la Rigidez del Procedimiento de reforma es la separación del Poder Legislativo ordinario del Poder Constituyente de Reforma, lo que conlleva dos propósitos: evitar que el Poder Legislativo se convierta en Poder Constituyente y someter el Parlamento a la Constitución. De este modo se produce una sustitución del principio lex posterior derogat priori por el de lex superior derogat inferiori (40). Asimismo la Constitución se define formalmente como suprema por llevar a cabo la creación y atribución de competencias de los órganos del Estado. Éstos reciben su existencia y potestades de la Constitución, es decir, son órganos creados por la voluntad constituyente expresada en la Constitución. Esta circunstancia determina una posición de supremacía de la Constitución por cuanto no pueden estos órganos efectuar válidamente actos que, extralimitándose de las competencias asignadas, signifiquen vulnerar el círculo de actividad objetivamente delimitado por la Constitución. Los órganos del Estado amarran su existencia a la Constitución y no pueden destruir el fundamento de su ser, ya lo expresaba SIEYÉS “ninguna clase de poder delegado puede cambiar en nada las condiciones de su delegación”. Esto lo estatuye expresamente la Disposición Transitoria XVIII de la Constitución Italiana de 1947: “La Costituzione dovrà essere fedelmente osservata como legge fondamentale della Repubblica da tutti i cittadini e dagli organi dello Stato” (idem art. 9.1 Const. Española). Como resultado de la génesis formal de la Constitución se establece un orden jerárquico entre las normas jurídicas dentro del cual las normas constitucionales ocupan la posición superior de la escala (41). Todas las explicaciones precedentes y muchas otras que se podrían agregar, confluyen a dar razón de la consecuencia más importante del principio de Supremacía de la Constitución: el imperativo jurídico de sometimiento de los actos y normas que integran la actividad estatal al contenido material y a las determinaciones formales de la Constitución. La Constitución, como norma jurídica, por emanar del pueblo soberano, configura un sistema preceptivo vinculante de todos los sujetos implicados en el proceso político (42). La explicación de la fuerza vinculante de la Constitución debemos encontrarla en el Poder Constituyente Popular que atribuye al conjunto de normas constitucionales por él creadas un valor jurídico preeminente de norma suprema, como lo expresa claramente el constituyente norteamericano en el art. VI, sección II: “Esta Constitución y las leyes de los Estados Unidos que se expidan con arreglo a ella... serán la suprema ley del país...” (idem el art. 31 de la Constitución argentina)(43). La fuerza normativa suprema de la Constitución se proyecta en dos planos que se reclaman recíprocamente: vincula tanto a los órganos estatales como a los ciudadanos. La fuerza vinculante bilateral de las normas constitucionales que obligan tanto a los detentadores como a los destinatarios del poder, se apoya en el principio de legalidad democrática que excluye el despotismo arbitrario sea de un hombre, de un partido o de un órgano estatal (44). Es ya clásica la afirmación de KÄGI al decir que “lo que hay de fundamentalmente nuevo en el Estado Constitucional frente a todo el mundo autoritario es la ‘fuerza vinculante bilateral de la norma’ (Ihering), esto es, la vinculación a la vez de las autoridades y de los ciudadanos, y --añade una importante nota-- la igual vinculación de todas las autoridades y de todos los ciudadanos, en contraposición a toda forma de Estado de privilegios de viejo cuño. La Constitución jurídica --concluye-- transforma el poder desnudo en legítimo poder jurídico. El gran lema de la lucha por el Estado Constitucional ha sido la exigencia de que el (arbitrario) government by men debe disolverse en un (jurídico) government by laws” (45). Para que pueda integrarse la Constitución dentro de un ordenamiento jerárquicamente dispuesto y regido por pautas de lógica jurídica, es necesario reconocer que la Constitución también es un acto con naturaleza de ley dictado por el Poder Constituyente. “La Constitución --sostiene CARRÉ DE MALBERG--, en muchos aspectos, sólo es una de las leyes que rigen el cuerpo nacional. Desde el punto de vista ‘material’ en particular, no cabe pretender que exista una diferencia esencial entre ley constitucional y leyes ordinarias... por su objeto y por su contenido, es un acto de naturaleza legislativa; en efecto, concurre a la creación del orden jurídico del Estado en tanto que proporciona a éste su organización estatutaria” (46). Dentro, pues, de la totalidad de la estructura legal, la Constitución es aquella parte del ordenamiento que reviste una categoría superior, por eso se suele hablar de “Supralegalidad constitucional”. El conjunto normativo se dispone jerárquicamente, correspondiendo a la Constitución el grado superior. Sostiene KELSEN que en la gradación del orden jurídico “bajo la suposición de la norma fundamental, la más alta grada jurídicopositiva represéntala la Constitución tomada en sentido material del vocablo, cuya función esencial consiste en regular los órganos y el procedimiento de producción jurídica general, es decir, de la legislación; sin embargo, la Constitución puede determinar también el contenido de las leyes futuras” (47). Recordemos que KELSEN basa su teoría escalonada del derecho (Stufenbautheorie) en el proceso de creación normativa. Comienza por una norma fundamental hipotética (constitución en sentido lógico-jurídico) seguida inmediatamente por la Constitución en sentido jurídico-positivo, que van determinando de modo sucesivo, en sentido descendente, la creación de cada nivel normativo, lo que da lugar a una serie continuada de fases en el proceso de creación jurídica. “La relación existente entre la norma que regula la creación de otra y esta misma norma, puede presentarse como un vínculo de supra y subordinación... El orden jurídico, especialmente aquél cuya personificación constituye el Estado, no es por tanto, un sistema de normas coordinadas entre sí que se hallasen, por así decirlo, una al lado de la otra, en un mismo nivel, sino que se trata de una verdadera jerarquía de diferentes niveles de normas”, para finalizar resumiendo su idea de la estructura jerárquica del orden jurídico del Estado en estos términos: “supuesta la existencia de la norma fundamental, la Constitución representa el nivel más alto dentro del derecho nacional” (48). En suma, en el sistema normativo estatal las normas jurídicas no se sitúan de cualquier manera o en un mismo plano horizontal sino mantienen entre ellas una relación jerárquica ordenada verticalmente, donde la Constitución tiene un valor liminar, no sólo desde el punto de vista kelseniano de fuente primaria de creación normativa, sino porque, además, como lo expresa SPAGNAMUSSO “il carattere primario delle leggi constituzionali è in via preliminare di ordine logico poiché esse, attinendo all’assetto politico fondamentale della comunità statale, appaiono sul piano concettuale primarie e, quindi, prevalenti rispetto agli altri atti normativi della medesima comunità” (49). Ahora analizaremos brevemente las manifestaciones y las consecuencias que se derivan de la supremacía jurídica de la Constitución en el ordenamiento normativo. Sin colocarnos en la posición de KELSEN que pone el acento en la función reguladora de fuentes normativas de la Constitución, los preceptos constitucionales, por su fuerza jerárquica suprema, tienen valor normativo directo e inmediato, es decir, son directamente vinculantes no dependen de la mediación de órdenes normativos que la desarrollen. La superioridad jerárquico-normativa de la Constitución dentro de la organización jurídica de la comunidad ha llevado a GOMES CANOTILHO ha sostener la “autoprimacia normativa” de la Constitución pues extrae de sí misma el fundamento de validez: “A autonomia da superioridade hierárquica das normas constitucionais significa que a constituiçao nâo deriva a sua validade de outras normas con dignidade hierárquica superior” (50). La fuerza normativa inmediata de la Constitución se manifiesta en dos materias: por un lado, establece los derechos de los ciudadanos y, por el otro, crea y organiza los órganos estatales y les atribuye competencias. I.- Derechos Fundamentales: La Constitución puede establecer de modo inmediato los derechos de los ciudadanos, es decir, fija directamente los derechos individuales como acto de creación jurídica directamente vinculante. Esta idea había sido sostenida por el iusnaturalismo revolucionario que identificaba las Constituciones con el reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona. Recordemos que el art. 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre 1789 afirmaba que “ toda sociedad en la cual no esté asegurada la garantía de los derechos... no tiene constitución”. La importancia de las Declaraciones de Derechos como núcleo de la Constitución que surge de la idea de soberanía popular. Porque el establecimiento de los derechos de los ciudadanos, y los correlativos deberes del Estado, no surge de un acto de autolimitación estatal que al imponer deberes al Estado, subsecuentemente haga nacer derechos en favor de los ciudadanos, sino que son obra del Poder Constituyente fundado en el Pueblo que, como titular único de la soberanía política, establece la Constitución de la cual emanan los órganos de poder estatal que por ser constituidos sus facultades se hallan predeterminadas y, por lo tanto, limitadas desde fuera, heteronómicamente, es decir, las limitaciones no resultan de un acto de los propios órganos estatales sino como resultado de la sujeción que éstos se encuentran respecto de la decisión política adoptada por el Pueblo. “Esta dependencia --explica RUBIO LLORENTE-- no puede ser asegurada si el pueblo no se reserva para sí, esto es, para cada uno de los individuos que lo integran, un repertorio de derechos, un ámbito de libertad que haga posible el ejercicio real de ese control, y no estructura el poder de manera que el control tenga probabilidades de eficacia” (51). De este modo la jerarquización constitucional de derechos individuales constituye un acto de creación jurídica directa de la Constitución. El establecimiento de los derechos de las personas constituye la expresión más inmediata de la soberanía popular, en cuanto éstos se convierten en el medio para asegurar el sometimiento de los poderes constituidos a las directivas señaladas por el Pueblo. II.- Limitar el poder estatal. Existe un segundo ámbito donde la Constitución despliega su fuerza vinculante superior de modo directo. Al establecer el sistema de competencias de los distintos órganos estatales, la Constitución regula inmediatamente la actuación concreta de éstos. Esta misión constituye una de las notas típicas que sirvieron para identificar una Constitución, diferenciándola de otros órdenes normativos de naturaleza legal. Nos referimos al principio de División de Poderes. Ello fue expresado en el recordado art. 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre, precisamente, en cuanto “toda sociedad en la cual no esté... determinada la separación de poderes no tiene Constitución”. La finalidad que se persigue con la separación de poderes es la limitación del poder. Por ello la causa (supremacía de la Constitución) parece de hecho absorbida por uno de sus efectos (limitación del poder), objetivo que constituyó la preocupación principal del liberalismo burgués revolucionario, dirigido a poner un valladar al poder ilimitado del monarca absoluto. Todavía en la actualidad se suele hacer corresponder la supremacía constitucional con la limitación del poder (52). Aquí nos interesa señalar el valor normativo directo e inmediato de la Constitución como suprema norma de organización. “Como a constituiçao continua a desempenhar as funçoes primárias de organiçâo e habilitaçâo dos poderes constitucionais, pode afirmar-se --indica GOMES CANOTILHO-- que ela dispôe de eficácia organizatória imediata quanto à instauraçao e funcionamento dos orgaôs constitucionais” (53). Esta faceta de la Constitución como estabilente y repartidora de competencias contribuye a conferir a la Constitución la cualidad de norma suprema. La Constitución vendrá a tener el valor de parámetro de la actividad de los órganos del Estado, en un doble sentido, negativo y positivo. Desde un ángulo negativo, la Constitución cumple una función de limitar a los poderes públicos. Es decir, la actividad de los órganos constituidos debe desenvolverse respetando, no extralimitando las competencias que le han sido marcadas. Esto constituyó la función que predominantemente se asignó a la Constitución: ser límite de poder a través de la asignación expresa de competencias a los órganos constituidos. Desde un ángulo positivo, las competencias, la actividad de los órganos estatales debe llevarse a cabo según el sentido, el contenido, la orientación e, incluso, según las formas señaladas por la Constitución. La intervención de la constitución se extiende a determinar el contenido de la acción del Estado, lo que nos manifiesta de manera ostensible la supremacía regulatoria de la Constitución que se impone a la actividad del Estado. Es decir, que los actos de los poderes públicos deben guardar conformidad material con las normas, principios y contenidos constitucionales. Aún si el órgano respetase el procedimiento fijado para el ejercicio de sus competencias se estaría extralimitando de sus funciones cuando transgrede el contenido fijado por una cláusula constitucional (54). Por último, podemos señalar que también el valor normativo directo de la Constitución se pone de manifiesto cuando establece algunos principios rectores y estructurales básicos, reglas formales que aseguran la armonía del conjunto, por ejemplo, el principio de legalidad, de publicidad de las normas, de jerarquía normativa, de irretroactividad, etc. (art. 9.3 Const. española) (55), como asimismo cuando fija ciertos fines al Estado. Estos son inmediatamente vinculantes puesto que tanto la tarea de creación normativa y la de ejecución e interpretación normativa deben conformarse a ellos, como asimismo actúan de límite a la actividad normativa que no puede en ningún caso dictar disposiciones que fuesen en contra de las finalidades, tareas o programas señalados por la Constitución. Es decir, que si las normas programáticas no son desarrolladas por el legislador, éste no puede dictar preceptos que contradigan esos contenidos constitucionales. Otra nota distintiva de la Supremacía de la Constitución es su función de norma primaria de producción jurídica, es decir, desde su posición superior define y determina el sistema de producción normativa, o sea, las fuentes formales del Derecho. Es fuente de las fuentes del derecho. En otras palabras la Constitución efectúa la atribución de competencias nomotéticas a distintos órganos del Estado. El orden jurídico constituye una estructura unitaria integrada por normas que tienen su origen en fuentes del Derecho tanto formales como informales (derivadas de la costumbre constitucional, la jurisprudencia constitucional, los principios generales del derecho) (56). Corresponde a la Constitución definir las fuentes de creación del Derecho sobre todo determinando los órganos a los que se investirá con la función de creación normativa consciente (fuente de derecho formales), aunque también puede habilitar el reconocimiento de otras fuentes normativas (fuente de derecho informales). Esta función constitucional de norma primaria regulatoria del proceso de creación y modificación de normas del sistema jurídico, de norma normarum constituye la nota que más caracteriza la supremacía formal de la Constitución desde el punto de vista jurídico, sobre todo si se analiza la estructura jurídica del Estado siguiendo el criterio kelseniano de fundar la razón de validez de las normas que integran el orden jurídico según un sistema de sucesivas referencias de creación normativa. En efecto, desde este ángulo interpretativo el aporte de KELSEN es invalorable. Sus estudios, aunque unilateralmente basados en el supuesto que “toda función del Estado es una función de creación jurídica: el proceso evolutivo y graduado de la creación normativa” (57), pusieron de relieve la posición de la Constitución como norma primaria de producción jurídica. Como una consecuencia lógica de los presupuestos en que se fundamenta, KELSEN desarrolla su concepción del orden jurídico como un sistema jerárquico de normas (Stufenbautheorie) situadas a diferentes niveles, una jerarquía integrada por grados distintos en el proceso creador de derecho, en el que la creación de una norma, de grado más bajo se encuentra determinada por otra de grado superior, cuya creación es determinada a su vez, por otra todavía más alta (58) y así sucesivamente en un regresus hasta llegar a la Constitución que representa el nivel más alto dentro del derecho positivo. Vemos pues que la Constitución se nos presenta en una posición de superioridad definiendo las fuentes del derecho y las condiciones de la creación jurídica. El orden jurídico se encuentra compuesto por normas situadas en una escala jerárquica, en consecuencia también las fuentes del Derecho se hallan dispuestas según un orden jerárquico en el que la Constitución es la fuente normativa primigenia (59). De esta posición de la Constitución como norma normarum de un sistema de fuentes normativas dispuestas según un principio de jerarquía que da lugar a una gradación vertical de las normas, se deriva una serie de consecuencias: las normas de grado superior prevalece sobre la norma de grado inferior, es decir, se estatuye el principio de conformidad de los actos de los órganos estatales que no pueden estar en contra de las normas constitucionales, porque ninguna norma de jerarquía inferior puede contradecir a otra de dignidad superior (norma superior derogat inferiori) (60). Y tratándose de normas de igual grado prevalecerá aquélla que se antecedente en el tiempo. La Corte Suprema de Justicia argentina en el caso Samuel Kot SRL, origen pretoriano a la acción de amparo, expresó que “la Constitución... es la ley de leyes y se halla en el cimiento de todo el orden jurídico” (Fallos, t. 241, p. 300). El principio de jerarquía normativa se complementa por lo que SPAGNAMUSSO califica de principio de reserva material de la función normativa sólo a determinados órganos, que corresponde a una repartición horizontal de los actos de normación. Éste significa la prohibición que diferentes órganos normativos concurran a regular una determinada materia normativa que, aún siendo del mismo grado jerárquico, haya sido atribuida con exclusividad a un determinado órgano. “In tale ipotesi, la prevalenza de una norma su di un’altra di pari grado --dirá SPAGNA MUSSO-- non si può avere per il solo fatto che la prima sia successiva nel tempo ma occorre pure que essa sia posta dell’organo competente in via exclusiva a porta in essere” (61). Si bien la subsunción de los actos y normas de los órganos estatales a la Constitución es el resultado lógico de un sistema jurídico ordenado jerárquicamente, ello no se alcanza automáticamente. Es decir, no basta con establecer la supremacía formal de la Constitución para que de forma automática todas las normas inferiores que se dicten y todos los actos estatales sean automáticamente conforme a aquélla y por lo tanto válidos. Formalmente, el efecto que se deriva de la superioridad jurídica de la Constitución es racionalmente impecable, pero resulta insuficiente para sostenerse en la realidad como lo prueba la evolución del principio en la historia constitucional de Europa y Latinoamérica durante casi todo el siglo pasado y buena parte del presente. De allí que se haya sentido la necesidad de contar con algún mecanismo de verificación o una instancia de contralor que señale la invalidez de actos o normas que contradigan las normas constitucionales supremas. La clave para hacer efectiva la supremacía jurídica de la Constitución está en instituir un mecanismo para hacer efectiva la superioridad jurídica del texto constitucional. El control de constitucionalidad, como técnica jurídica concreta, va indisolublemente unido a la noción de supremacía constitucional. Aquí recién se nos manifiesta de manera más clara la Causa Final de la Supremacía de la Constitución: el control de constitucionalidad. En este punto, el control de constitucionalidad, es donde puede advertirse la diferente evolución que el principio de supremacía de la Constitución siguió en América (Estados Unidos, Argentina) y en Europa. En los Estados Unidos de América la necesidad de una instancia que se haga cargo del control de constitucionalidad de las leyes y actos estatales se hizo sentir apenas pasados 16 años de sancionada la Constitución. Como bien expone DE VEGA “de poco serviría la proclamación política del principio de supremacía y el reconocimiento jurídico del concepto de rigidez, sin el establecimiento de los mecanismos sancionadores adecuados capaces de impedir su transgresión. Fue este la gran omisión de los redactores de la Constitución norteamericana. Importante laguna constitucional que fue llenada por Tribunal Supremo el año 1803. En efecto, a través de la sentencia en el caso Marbury vs. Madison, la Corte Suprema de los EEUU, estableció pretorianamente el control judicial de constitucionalidad de las leyes. MARSHALL fundó su decisión en el siguiente razonamiento: una ley del Congreso que contradiga lo dispuesto por la Constitución, es inválida, no es ley y por lo tanto los jueces y las autoridades no se encuentran obligados a darle cumplimiento sujetándose directamente a las disposiciones constitucionales. En Europa la imposibilidad de establecer un mecanismo institucional que hiciera efectivo tal control de constitucionalidad hasta bien entrado el siglo XX, debilitó la eficacia jurídica de la Constitución como norma suprema (62), por lo que se puede afirmar que la supremacía constitucional a través del control judicial de constitucionalidad, es un aporte del constitucionalismo norteamericano al afianzamiento normativo de la Constitución. No es casual la diferente evolución constitucional –y consecuentemente del principio de supremacía constitucional-- en América y en Europa, pues mientras en la primera la noción se mantuvo apoyada sobre el fundamento de la soberanía popular, en la segunda la interferencia del principio monárquico, o el de la soberanía nacional, o el de la soberanía parlamentaria, impidieron el pleno despliegue del principio de supremacía constitucional y sus efectos(63). No podemos entrar a analizar los distintos sistemas de control de constitucionalidad (judicial: difuso americano o concentrado europeo en un único tribunal; político o mixto) destinado a asegurar la efectividad del principio de supremacía constitucional, basta con señalar la ineludible necesidad de una instancia que imponga efectivamente la preeminencia de la Constitución, declarando inválidos los actos y normas que la transgredan. La importancia de una institución de control debe ser resaltada. POVIÑA, apoyándose sobre el supuesto que una ley en contradicción con la Constitución es válida hasta que no sea anulada, llega a sostener que es sobre el órgano de contralor donde se funda la distinción jerárquica de la Constitución. “Cabe concluir --afirma el profesor tucumano-- que el conflicto entre la ley constitucional y la ley ordinaria sólo se produce cuando existe alguien con potestad jurídica para decidir que se ha producido tal pugna y que, por lo tanto, la ley constitucional debe prevalecer” (64). La trascendental importancia de un órgano de contralor constitucional, ha inspirado a POVIÑA a hacer una clasificación de los ordenamientos jurídico apoyado en el postulado de la supremacía o superlegalidad constitucional. Así distingue entre a) sistemas de efectiva supremacía constitucional, donde existe un verdadero y efectivo control de constitucionalidad; y b) sistema de ilusoria o teórica supremacía constitucional donde no se prevé recurso o medio alguno para llevar a cabo ese control y solucionar las vulneraciones constitucionales. Lo que en los hechos significa dejar librado al criterio del legislador o del administrador lo que ha de entenderse por “constitucional” (65). Sin embargo, resulta oportuno recordar que, aunque el establecimiento de medios jurídicos de contralor de la supremacía constitucional ha significado un progreso para la realización efectiva de la Constitución, no debe olvidarse que la eficacia de una Constitución depende también de otra serie de factores y fuerzas socio-políticas, económicas, ideológicas, históricas que manifieste un deseo, una voluntad por el cumplimiento y respeto de la Constitución (Wille zur Verfassung de HESSE, el sentimiento constitucional (Verfassung Gefühl) de LUCAS VERDU). A través de este medio se procura resguardar eficazmente a la Constitución, es decir, se hace efectivo en los hechos la protección del sistema constitucional expresado en la Constitución. De no existir este control que, a través de un sistema formal de subsunción lógico-jurídico, tenga posibilidades de señalar como contrario a la Constitución cualquier acto o norma contrapuesto a ella, el principio de supremacía constitucional sería una ilusión romántica. En otros términos, el órgano de control de constitucionalidad se convierte en la piedra angular que sostiene la estructura constitucional y que permite que ésta despliegue su fuerza normativa superior en la realidad. Por ello la noción de Supremacía Constitucional está al servicio de un objetivo político: hacer perdurar el orden establecido por voluntad popular. Con esa finalidad, se pone al servicio de la conservación y protección del orden constitucional establecido un sistema de jerárquico de validez por la que el acto inferior para ser válido, debe encontrarse en concordancia con el acto superior que lo determina, a contrario sensu, un acto contrapuesto a una norma superior resulta inválido, carece de valor jurídico y debe ser señalado como contrario a la norma superior. La supremacía constitucional persigue la finalidad de asegurar la permanencia de la Constitución, y con ella, el régimen político que aquélla formaliza, por medio de la fuerza normativa bilateral e isonómica de la Constitución y de la regulación de las fuentes del derecho. “La legalidad y la estabilidad jurídica derivan del principio de supremacía –expresa BIDART CAMPOS—. Es esa fijeza, pues, la que va a permitir imponer a los órganos estatales subordinados la obligación de emitir regulaciones armónicas y congruentes con la Constitución” (66) En suma, la supremacía formal viene a expresar a través de elementos jurídicos la supremacía material de la Constitución, pues al elevarla a una posición superior le asegura una estabilidad mayor por cuanto queda fuera del alcance del legislador ordinario. La Supremacía constitucional tiene en el fondo una importante significación política como lo pone de relieve BURDEAU al asentir que “les constitutions modernes sont presque toutes la sanction d’un progrès de la démocratie en ce sens que, par elle, le peuple, ou le parti que prétend parler en son nom, consacrent le résultat de leur victoire. On inscrit alors dans la constitution les règles que l’on veut mettre à l’abri des fluctuations de la vie politique courante, et cela quel que soit leur object. Mais c’est toujour à raison de leur matière, de leur contenu, que l’on détermine les dispositions que l’on veut faire bénéficier de la stabilité que s’attache à la forme constitutionnelle” (67). Por último, la supremacía de la Constitución señala la frontera más allá de la cual se hace necesaria la reforma de la Constitución. En efecto, la tarea de control de constitucionalidad determina el límite más allá del cual debe abrirse paso a la Reforma Constitucional. La interpretación, a través de la cual se ejerce el análisis de la constitucionalidad de las normas y actos estatales, se encuentra sometida al mandato de la realización óptima del sentido de la norma constitucional, haciendo efectivo el despliegue de la voluntad normativa aun a costa de sacrificios, declarando inválido el acto que la contradice, sin embargo, “cuando el sentido de una regulación normativa --acertadamente advierte HESSE-- no puede ser realizado en una realidad modificada, sólo queda la posibilidad de revisión constitucional” (68). Es decir, en una situación en que se ha generalizado la dificultad de subsumir los actos y normas estatales al orden constitucional establecido, el imperativo de efectividad –-a la cual esta supeditada la existencia de la propia Constitución-- habilita la ley de ajuste normativo que conduce a la reforma constitucional como medio para seguir manteniendo la fuerza normativa superior que caracteriza la función constitucional en el orden social, y de este modo asegurar la permanencia de una Constitución como ordenamiento fundamental del estado. En síntesis, la Supremacía de la Constitución acude en demanda de la técnica jurídica para que a través de un juicio de subsunción lógico-normativa se establezca un criterio de validez que permita invalidar los actos o normas contrarios a la Constitución. Y esta tarea se ha encomendado a alguna instancia de naturaleza jurisdiccional, es decir, que se encargue de controlar la constitucionalidad de actos, hechos, normas u omisiones, y de este modo contribuir a su realización efectiva. NOTAS 1.- Dar “jerarquía constitucional”, sea por la propia Constitución o por leyes especiales, consiste en atribuir a otros cuerpos normativos la “supremacía” que corresponde por antonomasia a la Constitución. Además de la noción de jerarquía constitucional, la Reforma de 1994 introdujo una novedad: la idea de “jerarquía superior a las leyes” para los tratados en general (art. 75 inc. 22º) y para los tratados de integración (art. 75 inc. 24º). Ambos suponen un rango superior a las leyes, es decir, un nivel que el Congreso no puede modificar por ley ordinaria. 2.- Cf. HELLER, H., Teoría del Estado, México, Fondo de Cultura Económica, 1971, p. 269 (el subrayado es nuestro). En contra, SCHMITT en Teología Política, Bs.As., Ed. Struhart & Cía., 1985, p. 13, (trad. Francisco Javier Conde). HELLER critica la afirmación de Schmitt que todo derecho es “derecho de situación” porque “lo que corresponde al caos social —señala Heller— sería un ‘derecho de situación’, un derecho semejante no aparecería ya como una construcción relativamente estática en el devenir social ni como una estructuración de situaciones de poder cambiantes, dando sólo lugar, en el mejor de los casos, a situaciones constitucionales en constante mutación pero nunca a un status o a una Constitución estatal” (ob. cit., p. 274). 3.- Cf. MOLINER, María: Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, vol II, p. 1238. El término “supremacía” en sentido absoluto significa algo con importancia extraordinaria, decisiva; y en un sentido relativo más propio, significa preeminencia, prioridad, superioridad de grado, jerarquía o autoridad, referida a un orden jerárquico. 4.- Para BURDEAU, la Constitución sea escrita o consuetudinaria es la ley suprema del Estado (en Traité de Science Politique, Paris, L.G.D.J., 1984, T. IV, p. 179) Idem BARTHELEMY, Joseph et DUEZ, Paul: Traité de Droit Constitutionnel, Paris, Dalloz, 1933, p. 186. 5.- Cit. por LINARES QUINTANA, S.; Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional, Bs.As., Ed.Plus Ultra, 1978, p.339. JENNING, W. Ivor: The Law and the Constitution, Londres, 1947, p. 294. No podemos negar que las convenciones, usos y leyes escritas que conforman el régimen político británico revistan carácter de fundamentales, pero esto no implica necesariamente que la noción de Supremacía Constitucional desarrolle todas sus virtualidades y efectos jurídicos como en un régimen con Constitución escrita y rígida. La noción de lex fundamentalis como algo con una fuerza superior a las demás leyes aparece con los monarcómacos del siglo XVI. Sin embargo, su indefinición conceptual llevó a HOBBES a decir en 1651 “nunca pude comprender, en ningún autor, qué se entiende por ley fundamental” (LEVIATHAN, Cap. XXVI, vol. II, p. 290, Madrid Ed. Sarpe, 1983, trad. Sanchez Sarto). Es que, como señala, G. JELLINEK “una distinción jurídica que permita diferenciar las leyes fundamentales de las leyes simples, no parece que se había encontrado” (Teoría General del Estado, Buenos Aires, Ed. Albatros, 1954, p. 402, trad. Fernando de los Ríos) 6.- Cf. KELSEN, Hans: Teoría General del Derecho y del Estado, México, UNAM, 1969 (trad. Eduardo García Maynez), p. 127/128. Recordemos que junto a un concepto material de supremacía en el sentido de Sumo, altísimo, por encima de todo (concepto ontológico) existe un concepto formal de supremacía en el sentido de extremo más alto de una escala jerárquica. 7.- “No creemos saber una cosa sino cuando conocemos su causa; ahora bien, hay cuatro causas...” enseña ARISTOTELES (Ultimos analíticos, cap. XI, 1; y Metafísica (libro V, II). A estas cuatro causas, los escolásticos agregaron la “causa ejemplar” 8.- Cf. BARTHELEMY-DUEZ, ob.cit., p. 184. Vid. BURDEAU, G.: Traité..., ob.cit., vol. IV, p. 180; idem XIFRAS HERAS, Jorge: Curso de Derecho Constitucional, vol I, p.10; BIDART CAMPOS, Germán: Derecho Constitucional, Bs.As., Ediar, 1963, vol. I, p.206 va a calificar a ésta “supremacía en sentido fáctico”; idem POVIÑA, Jorge: “El Poder Constituyente, los jueces y la Constitución” en REVISTA FACULTAD DE DERECHO, Tucumán, Univ.Nacional de Tucumán, Año 1956, p.205. También GARCIA DE ENTRERRIA, Eduardo y FERNANDEZ, Tomás: Curso de Derecho Administrativo, Madrid, Ed. Civitas, 1986, vol. I, p. 60 y p. 96 (habla de “superlegalidad material”). 9.- Cf. BARTHELEMY-DUEZ, ob.cit., p. 186. 10.- Cf. LUCAS VERDU, Pablo: Curso de Derecho Político, Madrid, Ed. Tecnos, 1981, vol.II, p.442. BURCKHARDT, Walter: Methode und System des Rechts, Zürich, Polygraphischer Verlag AG, 1936, p.132/133 cit. por LUCAS VERDU. Para un desarrollo del concepto de “ley fundamental” ver GARCIA PELAYO, Manuel: Derecho Constitucional Comparado, Madrid, Alianza Universidad, 1984, p.22/26 (ubica en Francia el origen del concepto jurídico de ley fundamental); ver además SANCHEZ AGESTA, Luis: Lecciones de Derecho Político, Madrid, Ed. Nacional, p. 384; SCHMITT, Carl: Teoría de la Constitución, Madrid, Alianza Universidad, 1982, p. 63 a 65. Vid. JELLINEK, G., ob. cit., pp. 381 ss. 11.- Cf. BURDEAU, G.: Traité..., ob.cit., p. 46 y 50. Idem BARTHELEMY-DUEZ aunque se trataría de una supremacía de género menor, en grado mínimo (en Traité..., ob.cit., p.186). 12.- Cf. SCHMITT, C.: Teoría..., ob.cit., p. 46 y 50. Reconoce que la Constitución vale en virtud de la voluntad política existencial de aquél que le da existencia. Incluso este autor diferencia su idea de Constitución de los casos de reforma que no pueden transgredirla. 13.- Cf. BURDEAU, G.: Traité..., ob.cit., vol. IV, p. 180. La escritura y codificación (en suma, la rigidez) vienen a reforzar el valor político vinculante de los principios constitucionales. 14.- Cf. BARTHELEMY-DUEZ, ob.cit., p. 183. 15.- 1 Cranch’s Reports, 137/180 cit. por LINARES QUINTANA, S.: Tratado..., ob.cit., p. 350. 16.- Algunos autores han interpretado que la supremacía de la Constitución se encuentra por encima incluso de la Soberanía popular cuando por mandato constitucional se sustraen ciertos principios básicos de cualquier modificación constitucional, a través de los llamados límites expresos a la reforma, como sucede en el art. 79.3, conc. 1º y 20º LFB (véase HESSE, Konrad: Escritos de Derecho Constitucional, Madrid, CEC, 1983, p. 79). 17. Cf. GOMES CANOTILHO, José J.: Direito Constitucional, Coimbra, Livraria Almedina, 1983, p. 179. El desarrollo de la supremacía constitucional directamente en el principio democrático puede verse en autores tales como BARTHELEMY-DUEZ, ob.cit., p. 183/187; RUBIO LLORENTE, Fco., en “La Constitución como fuente del derecho” en La Constitución española y las fuentes del Derecho, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1979, p. 58/59; GARCIA DE ENTRERRIA, E.: Curso..., ob.cit., p. 97. Desde un punto de vista diferente Pedro DE VEGA entiende que el principio político democrático y el principio jurídico de supremacía constitucional representan líneas de pensamiento contrapuestas. El principio de supremacía constitucional surge de la idea de representación que al separar gobernantes de gobernados vulnera el principio democrático puro, rousseauniano. Aunque en otra aparte aclarará que “sólo desde la afirmación política previa del principio democrático, se podrá llegar a una sólida argumentación jurídica de la supremacía constitucional” (en La reforma constitucional y la problemática del poder constituyente, Madrid, Ed. Tecnos, 1985, pp. 15/16 y 47. 18.- La diferencia de ambos conceptos ha sido advertida por De Vega, ob.cit., pp. 38/49; GARCIA DE ENTRERRIA, ob.cit., pp. 98/104; BARTHELEMYDUEZ, ob.cit., pp. 188/191. En la doctrina argentina SANCHEZ VIAMONTE, Carlos: Derecho Constitucional. T. I: El poder constituyente, Bs.As., Ed. Kapelusz, 1945, pp. 584 ss.; LINARES QUINTANA, S., Tratado..., ob.cit., pp. 315/358. 19.- Cf. BARTHELEMY-DUEZ, ob.cit., p. 188. Para la evolución de la idea de Constitución como "higher law" consultar LINARES QUINTANA, ob.cit., vol. IV, pp. 333/358; idem GARCIA DE ENTRERRIA, E., Curso..., ob.cit., vol. I, pp. 98/101. Vid. JELLINEK, G., ob. cit., pp. 381 ss. Destaca Javier PEREZ ROYO, que la Reforma Constitucional constituye una de las más importantes novedades introducidas por el Constitucionalismo norteamericano que juega un invalorable papel en el proceso de imposición del Estado Constitucional, puesto que más que servir como institución realmente operativa para adaptar la Constitución a la marcha de los acontecimientos históricos, funciona como "idea operativa", como instrumento de institucionalización del Poder Constituyente originario del pueblo y, además, de la supremacía de la Constitución como norma jurídica" (en La reforma de la Constitución, Madrid, Publicaciones del Congreso de los Diputados, 1987, p. 23) . 2 0.- Cf. DE VE GA, Pedro, ob. cit. , p . 38. 21.- Cit. por LINARES QUINTANA, S.. Tratado..., ob.cit., vol. II, pp. 333/339. Idem GARCIA DE ENTRERRIA, E., Curso..., VoI.I, p. 98/99. La idea de un Derecho Fundamental superior incluso al Derecho de origen parlamentario hace su aparición a fines del siglo XVII en Inglaterra cuando los juristas del Common Law reaccionan contra los intentos absolutistas de los Estuardos invocando un Derecho superior a la prerrogativa real y al derecho estatutario: el common law, cuya interpretación estaba en manos de los jueces. Esta idea fue expresada por el Justicia Mayor, Sir Edward Coke, en el conocido caso del Dr. Bonham al afirmar: "And it appears in our books, that in many cases, the common law will controul Act of Parliament, and somethings adjudge them to be utterly void: for when an Act of Parliament is against common right and reason, or repugnant, or impossible to be performed, the common law will controul it, and adjudge such Acto to be void" (en "Bonham's case and Judicial review" en T.H.F.T., Plunckett, H.L.R., vol. XL, N°1, 1926, pag. 34, nota 17, cít. por PEREZ TREMPS, Pablo: Tribunal Constitucional y Poder Judicial, Madrid, C.E.C., 1985, nota 12, p. 20). 22.- Cf. DE VEGA, Pedro: La reforma..., ob.cit., p. 45. Paolo BARILE señala al Poder Constìtuyente como fuente suprema de producción de las normas jurídicas constitucionales (en "La revisione della Costituzíone italiana" en Commentario Sistemático alla Costituzione italiana diretto da Calamandrei e Levi, Firenze, 1950, vol. II, p. 473). Apunta DE VEGA que en Europa ante la resistencia inicial hacia la Supremacía constitucional fundada sobre el principio democrático surgirá la noción de Estado de Derecho, como remedio elaborado por la doctrina alemana basado en la sujeción legal del poder .cualquiera fuera la autoridad de la que emane dicha norma. 23.- Cf. GOMES CANOTILHO, J., ob.cit., p. 196. Idem GARCIA DE ENTRERRIA, E., ob.cit., p. 101/102; DE VEGA, Pedro, ob cit., p. 42 y 55. 24.- Cf. SCHMITT, C., Teoría..., ob.cit., p. 63. 25.- Cf. CARRE DE MALBERG, Raymond: Teoría General del Estado, México, Fondo de Cultura Económica, 1948 (trad. José Lion Depetre), p. 1228/39. 26.- Para una idea sistemática del Ordenamiento jurídico apoyada en Santi Romano, véase GARCIA DE ENTRERRIA, Curso..., ob.cit., vol. I, p. 59/63. 27.- Cf. BURDEAU, G., ob.cit., p. 185. "Hay que reconocer... el esfuerzo realizado por la rigidez constitucional para delimitar, establecer y fìjar con claridad permanente, el orden jurídico fundamental" señala LUCAS VERDU (Curso..., ob.cit., vol. II, p. 606). 28.- CARRE DE MALBERG, R.; ob.cit., p. 1238. 29.- BURDEAU, G.. Traité..., ob.cit., vol. IV, p. 180. 30.- Cf. SIEYÉS, Emmanuel: ¿Qué es el Tercer Estado?, Bs.As., Ed. , 1962, Cap. V. 31.- Cf. CARRE DE MALBERG, R.; ob.cit., p. 1238. 32.- Cf. GARCIA DE ENTRERRIA, E.; Curso..., ob.cit., p. 100. 33.- En contra, Maurice DUVERGER para quien la supremacía formal abarca el contenido fijado normativamente en la Constitución y, además, los principios fundamentales del régimen (Manuel de Droit Constitutionnel et Science Politique, Paris, PUF, 1948, p. 193; cit. por LUCAS VERDU, P., Curso..., ob.cit., vol. II, p. 605. 34.- Cf. BARTHELEMY-DUEZ, ob.cit., p. 187. Para Giuseppe CONTINI la diferencia entre diversas leyes "son esencialmente de carácter procedimental", en efecto "tali diversità --explica-- sono state escogitate al fine di graduare le garanzie predisposte a favore delle diverse materie per cui ad esse corrisponde una diversa resistenza, proporzionale, di regola, alla complessità del procedimento" (en La revisione costituzionale in Italia, Milano, Giuffrè, 1977, p. 329). 35.- Cf. VEDEL, George: Manuel élémentaire de Droit Constitutionnel, Parid, Sirey, 1949, p 117 cit. por LUCAS VERDU, P.; Curso..., ob.cit., vol. II, p. 605. 36.- Cf. BIDART CAMPOS, G.; Derecho Constitucional, ob.cit., vol. I, p. 208. 37.- Cf. BURDEAU, G., Traité..., ob.cit., vol. IV, p. 185. Conc. LINARES QUINTANA, S.; Tratado..., ob.cit., vol. III, p. 250. 38.- Nos referimos genéricamente a la creación de normas constitucionales en cuanto cualquier modificación e incluso derogación de normas constitucionales implica siempre un acto de creatividad constitucional. 39.- EL FEDERALISTA, México, Fondo de Cultura Económica, 1982 (3a reimpresión). 40.- Cf. DE VEGA, Pedro: "Supuestos políticos...", ob.cit., p. 406. 41.- Para BURDEAU la idea de una gradación entre las normas del ordenamiento jurídico estatal se origina en el siglo XVII y XVIII con los Jurisconsultos del Derecho Natural y de Gentes apoyados en la distinción entre actos superiores de la soberanía nacional y actos inferiores de los órganos legislativo, ejecutivo y judicial (en Traité..., ob.cit., vol. IV, p. 185). 42.- Cf. GOMES CANOTILHO, J., ob.cit., p. 68 y ss. Idem GARCIA DE ENTRERRIA, E., Curso..., Ob.cit., Vol. I, p. 97. 43.- En igual sentido, más claramente, la disposición del artículo 31 de la Constitución Nacional expresa: "Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso... son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquiera disposición en contrario que contengan las leyes o constituciones provinciales...". 44.- Cf. GOMES CANOTLHO, J.; ob.cit., p. 68. Idem GARCIA DE ENTRERRIA, E., Curso..., Ob.Cit., p. 97. 45.- Cf. KÄGI, Werner: Die Verfassung als rechtliche Grundordnung des Staates, Zurich, Polygraphischer Verlag AG, 1945, p. 20, cit. por GARCIA DE ENTRERRIA, E, ob.cit., p. 97: Idem cit. GOMES CANOTILHO, ob.cit., p. 68. 46.- Cf. CARRÉ DE MALBERG, R.; ob.cit., p. 1209. 47.- Cf. KELSEN, Hans: Teoría Pura del Derecho; p. 109, paragr. 31 48.- Cf. KELSEN, H.: Teoría General del Derecho y del Estado, ob.cit., p. 127/128. 49.- Cf. SPAGNA MUSSO, Enrico: Diritto Costituzionale, Padova, CEDAM, 1979, vol.I, p. 90. 50.- Cf. GOMES CANOTILHO, J., ob.cit., p. 68. En contra, KELSEN que niega la posibilidad que la Constitución encuentre en sí el fundamento de su validez por lo que debe "suponerse" una Norma Fundamental hipotética, de la cual la Constitución obtiene el fundamento de su validez (vid. Teoría General del Estado, México, Editorial Nacional, 1979, p. 325). 51.- Cf. RUBIO LLORENTE, Francisco: "La Constitución como fuente de derecho", ob.cit., p. 59/60. 52.- Acerca de la Constitución como norma organizadora de un sistema de competencias, ver GARCIA PELAYO, ob.cit., pp. 18 ss., 100 ss y 109 ss. Idem ROMERO, César Enrique: Derecho Constitucional, Bs.As., Ed. Zavalía, 1976, vol. I, p. 298; GARCIA DE ENTRERRIA, ob.cit., vol. I, p. 92; LOEWENSTEIN, Karl: Teoría de la Constitución, Barcelona, Ed. Ariel, 1979, passim. 53.- Cf. GOMES CANOTILHO, J.; ob.cit., p. 71. 54.- Cf. GOMES CANOTILHO, J.; ob.cit., p: 69/70. 55.- Cf. RUBIO LLORENTE, Fco., ob.cit., p. 53. 56.- Cf. GARCIA DE ENTRERRIA, E.; ob.cit., vol. I, p. 61. 57.- Cf. KELSEN, Hans: Teoría General del Estado, ob.cit., p. 325. Recordemos que KELSEN denomina "Constitución" en sentido lógico-jurídico a la "Norma Fundamental" (Grundnorm) entendida como el hecho de constituir un orden jurídico estatal, fundamentando su unidad e instituyendo un órgano creador del Derecho. Norma fundamental hipotética no positiva, pues sobre dicha norma se basa el primer acto legislativo no determinado por ninguna norma superior de derecho positivo. Como grado inmediato inferior surge la Constitución en sentido jurídico positivo en el momento en que el legislador instituido en la Constitución en sentido logico-jurídico, establece normas que regulan la legislación misma (ob.cit., p. 325/326). 58.- Cf. KELSEN, Hans: Teoría General del Derecho y del Estado, ob. cit., p. 109. Para profundizar la temática consúltese de LUCAS VERDU, Pablo "La teoría escalonada del ordenamiento jurídico de Hans Kelsen como hipótesis cultural, comparada con la tesis de Paul Schrecker sobre `La estructura de la civilización"', en REVISTA DE ESTUDIOS POLITICOS (Nueva época), N° 66, Octubre-Diciembre 1989; y en "El orden normativista puro supuestos culturales y políticos en la obra de Hans Kelsen)" en REVISTA DE ESTUDIOS POLITICOS (Nueva época), N° 68, Abril-Junio 1990, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. 59.- Para GOMES CANOTILHO "la Constitución entendida en el sentido de norma positiva o conjunto de normas positivas a través de los cuales es regulada la producción de normas jurídicas es una norma primaria, en un doble sentido. Desde un punto de vista funcional porque regula los procesos a través de los cuales las normas del sistema jurídico pueden ser creadas y modificadas, y desde un punto de vista jerárquico, porque la Constitución se sitúa en la cúspide de la pirámide jurídica" (ob.cit., p . 598). Señala finalmente que la superioridad de la Constitución respecto a las otras normas implica un relación axiológica entre la Constitución y esas normas precisamente porqué su primariedad postula una mayor fuerza normativa" (ob.cit., p. 598). 60.- Cf. GOMES CANOTILHO, quien de la superlegalidad de las normas constitucionales, como fuente de derecho positivo jerárquico superior, extrae una serie de principios: 1) principio de constitucionalidad de los actos del Estado (los actos y las normas que infringen la Constitución son inconstitucionales); 2) el principio de interpretación constitucional conforme a la Constitución en caso de pluralidad o equivocidad de sentido (Verfassungskonforme Auslegung); 3) principio de rigidez constitucional; 4) la obligatoriedad de las formas constitucionales; 5) el principio de legalidad democrática que obliga a los órganos del Estado a observar la Constitución (ob.cit., p. 69). Idem SPAGNA MUSSO, ob.cit., p. 91. 6l.- Cf. SPAGNA MUSSO, ob.cit., vol. I, p. 91. 62. Ver SUPRA nota 18. 63.- En algunas Constituciones europeas modernas encontramos que el principio de supremacía de la constitución jurídica por encima del principio de soberanía popular. Ver SUPRA nota 16. 64.- Cf. POVIÑA, Jorge: “El poder constituyente...", ob.cit., p. 208. Este autor parte de la base que la ley presuntamente inconstitucional mantiene su validez hasta que la autoridad la declare inválida. La inconstitucionalidad --sostiene POVIÑA-- no es un vicio que afecta ab initio sino un resultado porque razona a contrario sensu diciendo que si una ley se entendiese inconstitucional desde su origen, para el caso que el órgano controlador le reconociera validez, esto significaría que éste órgano estaría creando una ley válida donde antes no la había, extralimitándose en sus funciones de mero controlador. En cambio, si se parte del supuesto que la ley contradicha es válida hasta su anulación, en caso de ser reconocida como válida por el controlador en nada se modifica (ob.cit., p. 207/208). Entendemos que este razonamiento puede ser válido para la versión europea del principio de supremacía constitucional donde la ley presuntamente inconstitucional no puede ser inaplicada por los jueces y autoridades, sino después de la declaración de inconstitucionalidad por el órgano especial competente (Tribunal Constitucional), única instancia revestida de esa potestad de legislador negativo, cuya existencia opera ex nunc una vez comprobado el vicio de anulabilidad (Cf. GARCIA DE ENTRERRIA, ob.cit., vol. I, p. 103) . 65.- Cf. POVIÑA; J.; ob.cit., p. 209. No se puede caer en el extremo de pretender definir "lo constitucional" por el sistema de control de constitucionalidad porque éste descansa en una prescripción constitucional y presupone su concepto. Por el sistema de control de constitucionalidad no puede definirse el concepto de lo controlado (Véase la crítica de SCHMITT, Teoría..., ob.cit., p. 44). 66.-Cf. BIDART CAMPOS, G.; Derecho Constitucional; ob.cit., vol. I, p. 210. 67.- Cf. BURDEAU, G.; Traité..., ob.cit., vol. IV, p. 187. 68.- Cf. HESSE, K.; Escritos..., ob.cit., p. 75.