La doctrina de Mellon PAUL KRUGMAN 3/04/2011 Professor d'Economia de la Universitat de Princeton i Premi Nobel 2008 Liquidar la mano de obra, liquidar las acciones, liquidar a los agricultores, liquidar las propiedades inmobiliarias". Ese, según Herbert Hoover, fue el consejo que recibió de Andrew Mellon, el secretario del Tesoro, mientras Estados Unidos se hundía en la Gran Depresión. Para ser justos, hay ciertas dudas sobre si Mellon realmente dijo eso; todo lo que tenemos es la versión de Hoover, escrita muchos años después. Pero una cosa está clara: el liquidacionismo a lo Mellon es ahora la doctrina oficial del Partido Republicano. Hace dos semanas, los miembros republicanos del Comité Económico Conjunto del Congreso publicaban un informe, Spend less, owe less, grow the economy (Gastar menos, deber menos, hacer crecer la economía), en el que sostenían que recortar drásticamente el gasto y el empleo públicos ante una economía profundamente deprimida crearía en realidad puestos de trabajo. En parte, estaban invocando la ayuda del hada de la confianza; seguiremos con eso en un momento. Pero el argumento principal era puro Mellon. Esta es la explicación del informe sobre el modo en que los despidos crearían empleo: "Un número menor de empleados públicos hace que aumente la cantera disponible de trabajadores cualificados y con experiencia para las empresas privadas, lo que reduce los costes de la mano de obra". Dejando a un lado los eufemismos, lo que esto viene a decir es que aumentando el paro, en concreto el de los "trabajadores cualificados y con experiencia" en el caso de que se lo estén preguntando, eso significa principalmente maestros-, podemos reducir los salarios, lo cual estimularía la contratación. Si lo piensan, hay aquí un problema lógico evidente: los republicanos dicen que la destrucción de empleo conduce a salarios más bajos, lo que conduce a la creación de empleo. ¿Pero no conduciría esta creación de empleo a salarios más altos, lo cual conduce a la destrucción de empleo, lo cual conduce a...? Necesito una aspirina. Aparte de eso, ¿por qué unos salarios más bajos fomentarían el crecimiento del empleo? Aquí tenemos una falacia de composición: como los trabajadores de una empresa determinada podrían ser capaces de conservar su empleo aceptando un recorte del sueldo, se podría pensar que podemos hacer que el empleo en general crezca recortando los salarios de todo el mundo. Pero los recortes de sueldo en, por ejemplo, General Motors (GM) han ayudado a mantener los puestos de algunos trabajadores al hacer que GM sea más competitiva que otras empresas cuyos costes salariales no se han reducido. No se produce un beneficio comparable cuando se reducen los salarios de todo el mundo al mismo tiempo. De hecho, los recortes salariales generalizados casi con certeza destruirían empleo, no lo crearían. ¿Por qué? Porque aunque los ingresos se reducirían, las deudas no lo harían, de modo que una bajada general de los sueldos empeoraría el problema de la deuda, que es, en este momento, el principal obstáculo para la recuperación. En resumen, el mellonismo está tan descaminado ahora como lo estaba hace 80 años. Ahora bien, el liquidacionismo no es el único argumento que el informe del Partido Republicano presenta para respaldar la afirmación de que reducir el empleo en realidad crea puestos de trabajo. También invoca al hada de la confianza; es decir, sugiere que los recortes del gasto público estimularán el gasto privado al aumentar la confianza de los consumidores y las empresas, lo cual conduce a la expansión económica. O puede que "sugiere" no sea la palabra adecuada; "insinúa" podría acercarse más a la realidad. Porque últimamente ha pasado algo curioso con la doctrina de la "austeridad expansiva", la idea de que recortar el gasto público, incluso durante una recesión, acelera el crecimiento económico. Hace un año, los conservadores pregonaban con regocijo unos estudios estadísticos que supuestamente mostraban muchos ejemplos del éxito de la austeridad expansiva. Desde entonces, sin embargo, esos estudios han sido desacreditados con más o menos rigurosidad por investigadores meticulosos, sobre todo del Fondo Monetario Internacional (FMI). Hay que decir en su favor que los que escribieron el informe del Partido Republicano eran claramente conscientes de que las pruebas ya no respaldan su postura. En su contra, que su respuesta consistió en usar los mismos argumentos trillados, aunque añadiendo palabras engañosas para cubrirse: en lugar de afirmar rotundamente que los recortes del gasto son expansivos, el informe señala que el efecto que la austeridad tiene en la confianza "puede impulsar el crecimiento del PIB". ¿En qué circunstancias puede? ¿Impulsarlo en relación con qué? No lo dicen. ¿He mencionado que en Reino Unido, donde el Gobierno que subió al poder el pasado mayo creía a pies juntillas en la doctrina de la austeridad expansiva, la economía se ha estancado y la confianza empresarial ha descendido hasta su nivel más bajo en dos años? Y hasta las nuevas previsiones del Gobierno, más pesimistas, se basan en la suposición de que las enormemente endeudadas familias británicas asumirán aún más deudas en los próximos años. Pero qué importancia tienen las lecciones de la historia, o los acontecimientos que tienen lugar al otro lado del Atlántico: los republicanos están ahora plenamente entregados a la doctrina de que debemos destruir empleo a fin de conservarlo. Y los demócratas están oponiendo poca resistencia. La Casa Blanca, en concreto, se ha rendido de hecho en la guerra de las ideas; ya ni siquiera trata de defender los argumentos en contra de los recortes drásticos del gasto en un momento de paro elevado. Así que este es el estado del debate político en el mayor país del mundo: un partido ha aceptado las falacias económicas de hace 80 años, mientras que el otro ha perdido las ganas de luchar. Y las familias estadounidenses pagarán el pato.