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ANEXO TEMA 1: ACTIVIDADES
1) Lee este texto en el que se explica el mito de Perséfone.
La inmortal Perséfone era hija de Zeus y Deméter, diosa de la agricultura y de la
fecundidad. Hades, dios del mundo subterráneo, amaba a Perséfone, pero ésta le
era esquiva. Con la complicidad de Zeus, Hades rapta a su amada para desposarla
y vivir con ella en los infiernos.
Cuando Deméter lo descubre, cae en el desconsuelo. Los campos, entristecidos con
ella, se niegan a dar fruto. Entonces, el hambre y la muerte azotan al género
humano.
Alarmado, Zeus ordena a Hades devolver a Perséfone al Olimpo. Pero ésta ha
comido una granada, fruto de las moradas subterráneas, lo que la obliga a
permanecer parte del año con su esposo, aunque el resto del año puede volver con
su madre.
Desde entonces, la primavera anuncia la llegada de Perséfone junto a Deméter.
La apoteosis de su estancia en el Olimpo coincide con las cosechas del verano. En
cambio, el campo otoñal se cubre de melancolía por el regreso de Perséfone a las
cavernas de los difuntos; y la muerte se enseñorea de la vegetación en invierno.
1.a. Señala qué fenómeno trata de explicar este mito.
1.b. Justifica por qué esta narración cumple los rasgos que hemos atribuido al
conocimiento mitológico.
1.c. Indica qué características debería tener una explicación filosófica de este mismo
fenómeno.
2) Comentario de Texto:
Para qué sirve la filosofía
porLeonardo Rodríguez Duplá
Muy Interesante. Especial “Historia de las Ideas” julio-agosto de 2000
“Uno se vuelve filósofo el día en que descubre que ignora cuál es el
sentido de su vida y se resuelve a buscarlo sistemáticamente por el camino de la razón.
Hasta entonces había vivido de las opiniones recibidas: creía lo que por término medio
se cree, hacía lo que se hace, gozaba como se goza, incluso se rebelaba en ocasiones
como y contra lo que uno suele rebelarse. Arropado por la tradición, sostenido por los
valores y las pautas de conducta del grupo, traído y llevado por las modas, su
existencia transcurría con relativa placidez.
Pero un buen día siente con estremecimiento que el suelo de creencias que hasta
entonces le había sostenido se abre bajo sus pies. Sus convicciones de siempre se
le han vuelto repentinamente extrañas. Antes eran tan evidentes que ni siquiera había
reparado en ellas. Ahora se le ha ocurrido preguntar por su razón de ser y, al no
encontrar ni una sola respuesta satisfactoria, esta pregunta ha llevado a otra y ésta a
otra, que a su vez lleva a otra más... ¡Pobre, ya no está seguro de nada! El mundo en el
que antes vivía ha resultado ser un gigantesco escenario, un decorado de teatro donde
nada es lo que parece.
Son distintas las causas que llevan a las personas a formular la primera y -según
parece- fatídica pregunta. Unas veces se trata de factores ambientales (convulsiones
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sociales, crisis de valores, encuentros de culturas heterogéneas) los que nos
confrontan con la cuestión del sentido último de las cosas. Otras veces son
experiencias límite que acontecen al propio individuo las que funcionan como acicate
del pensamiento: el tedio, el amor, la conmoción de la adolescencia, la vecindad de la
muerte propia o ajena. En otras ocasiones, en fin, es el encuentro más o menos fortuito
con quienes nos han precedido en el camino de la sabiduría lo que nos arranca de la
inercia del vivir olvidado de sí.
El primer paso para hacerse filósofo consiste en reconocer la propia ignorancia. Uno
ya no puede aceptar los cómodos mitos con que la sociedad procura calmar su
ansiedad, pero tampoco está en condiciones de sustituirlos por otros más convincentes.
Sócrates, modelo de filósofos, proclamaba abiertamente aquello de "sólo sé que no
sé nada". Entiéndase bien, Sócrates sabe en realidad bastantes cosas, por ejemplo
que va descalzo, que su mujer tiene mal genio o que algunos de sus conciudadanos no
le quieren bien. Pero su profesión de ignorancia no se refiere a estas cosas que él
considera secundarias, sino a las que verdaderamente le importan: no sabe en qué
consiste la excelencia humana ni cómo adquirirla, no sabe en qué consisten la piedad o
la belleza, ni sabe, sobre todo, cuál es la naturaleza de los dioses o qué le espera
después de la muerte. Aunque a Sócrates lo condenaran a beber la cicuta por sabio (es
decir, por experto precisamente en estas cuestiones), nunca pretendió serlo.
Si el primer paso en el camino de la filosofía consiste en reconocer la propia
ignorancia en lo que atañe a las cuestiones más graves, el segundo será advertir que
tal situación es verdaderamente intolerable y, en consecuencia, decidirse a salir de ella.
Para el filósofo es una cuestión de responsabilidad: no puede seguir viviendo a
expensas de lo que a su alrededor "se piensa", no puede fingir por más tiempo que ya
tiene respuesta para las preguntas que más queman. Vivir así sería vivir de prestado,
vivir enajenado, vivir en la mentira; equivaldría a no vivir de veras.
El filósofo quiere conocer el porqué de las cosas, y sobre todo el porqué de su propia
existencia. Adivina que la tarea no va a ser fácil, pero cobra ánimos al advertir que ya
ha logrado un cierto progreso: aunque todavía no posea la sabiduría (ya hemos visto
que se confiesa ignorante), al menos tampoco cree poseerla. Su situación es preferible
a la de quienes todavía siguen sumidos en el sopor de la existencia acrítica,
prefilosófica. Ocupa, en efecto, una posición intermedia: no es del todo sabio ni
del todo ignorante. Y sólo él lleva con propiedad el nombre de filósofo, "amante
de la sabiduría", pues, como ya observara Platón, no anhelan la sabiduría ni los sabios,
que ya la poseen, ni menos aún los completos ignorantes, que ni siquiera la echan en
falta (…)
Todo cuanto llevamos dicho acerca de la naturaleza de la existencia filosófica abona la
idea de que este género de vida exige en quien lo practica una considerable dosis de
audacia. La divisa ilustrada "Sapere aude!" (¡Atrévete a pensar!) encierra profunda
sabiduría. Hace falta mucho coraje, en efecto, para entregarse a una tarea de tal
magnitud y dificultad; para superar el vértigo existencial desencadenado por un
examen implacable que pone en tela de juicio hasta nuestras convicciones más
arraigadas; para enfrentarse a un medio social muchas veces adverso, que considera
locos o malvados a quienes, atacados por la "funesta manía de pensar", se atreven a
criticar las macizas evidencias en que se funda la existencia colectiva; para nadar
contra la misteriosa corriente que arrastra incesantemente a nuestra naturaleza en la
dirección del olvido, del sopor, de la irresponsabilidad.
Pero no todo es sacrificio en la vida del filósofo. Antes bien, su perseverancia en el
amor a la sabiduría se ve premiada por una honda experiencia de libertad. Y es que la
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verdadera libertad, la única que merece ese nombre, es inseparable del conocimiento
de la verdad. Sólo quien abre los ojos y cobra clara conciencia de su situación,
quien busca decididamente la verdad, sólo ése ha tomado las riendas de su propia
existencia y es libre, libre de verdad.
Responde a las siguientes cuestiones:
2.1. Pon un título al texto.
2.2. Resume el contenido del texto.
2.3. ¿Qué hace que alguien se convierta en filósofo?
2.4. ¿En qué consiste la actitud filosófica?
2.5 ¿Qué se gana con la filosofía?
2.6. Expón tu opinión personal.
3) Una de definiciones…
¿Qué es la filosofía?
(según algunos sabios ignorados de los siglos XX y XXI)
La filosofía es aquel pastel de infinitos pisos que empezamos a comer
desde abajo y del que por mucha hambre que tengamos siempre nos
quedará un piso más.
En filosofía no es alcanzar el objetivo lo que importa, sino las cosas que
uno halla por el camino
El artista y el filósofo lo repiten con insistencia: "basta mirar algo con
atención para que se vuelva interesante"
La filosofía es el hambre que se debe tener a la manzana del saber
La filosofía es como un examen: siempre queda alguna pregunta sin
contestar
Filosofía es preguntarse por qué le llaman uña a la uña y araña a la araña,
siendo la uña quien araña
Usamos los espejos para vernos la cara; la filosofía, para vernos el alma
La filosofía no responde a tus preguntas, pregunta a tus respuestas
La filosofía es como un calidoscopio: según las vueltas que demos y
cómo lo miremos la realidad tomará una forma u otra
La filosofía es como un gran eclipse: cuando crees tenerlo todo claro, llega
ella y lo oscurece
La filosofía es la avanzadilla de un ejército llamado ciencia
Las preguntas en filosofía son como las canas: arrancas una y nacen siete
Si el pensamiento fuera una bolsa de pipas, las semillas serían la verdad,
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la cáscara los mitos (que distorsionan la verdad) y la sal sería la filosofía,
porque nos incita a descubrir la verdad.
Haz tu propia definición de filosofía:
4) Comenta la siguiente frase y relaciónala con la de algún otro autor:
“Cuanto más se sabe, más se desea aprender. Con la sabiduría crece
paralelamente la sensación de no saber o, mejor dicho, de saber que no se
sabe”. (F.Schlegel, s. XIX)
5. Actividad de ampliación (Historia de la Filosofía)
A. Época antigua
La filosofía antigua, cuyos máximos representantes
son Sócrates, Platón y Aristóteles, se encuentra entre
su nacimiento en occidente el siglo VI a.C. y el siglo
IV, cuando el cristianismo se instauró como religión
oficial del imperio romano. Suele dividirse según la
problemática de la que se ocupa en sus diferentes
etapas. Así, podemos distinguir cinco periodos:
Periodo cosmológico. Durante esta etapa se trata
de hallar el principio o los principios constitutivos que
expliquen el origen de la naturaleza. Así pues, la
filosofía es entendida como la ciencia universal y a sus
primeros pensadores se les denomina «físicos», dada su
preocupación por los problemas relativos a la naturaleza o fisis. Los que iniciaron este
paso del mito al logos fueron los llamados presocráticos: Tales, Anaximandro,
Anaxímenes, Heráclito, Parménides, Pitágoras, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo y
Demócrito.
Periodo antropológico. En este periodo el ser humano comienza a
reflexionar sobre sí mismo y deja momentáneamente de prestarle atención a
la realidad exterior. Ahora el punto central de su preocupación es la vida
humana, en lugar del mundo que lo rodea. La reflexión propiamente
filosófica sobre el ser humano se inicia con Sócrates y sus contemporáneos
los sofistas (siglo V a.C.), entre los que se encontraban Protágoras y
Gorgias, que enfatizan la retórica como el arte del convencimiento y la
eficacia para persuadir y conmover mediante la palabra.
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Periodo de los grandes sistemas. Con Platón (V-IV a.C.) y
Aristóteles (IV a.C.) la filosofía griega llega a su plena
madurez y, en adelante, todo el pensar filosófico llevará de
una u otra manera su sello. Estos dos pensadores se
ocuparon de todos los grandes temas de esta disciplina: el
ser, el conocimiento, la cosmología o física, la ética, la
política y la lógica (esta última en el caso de Aristóteles).
Además, crearon dos grandes sistemas: el idealista
(Platón), que atribuye valor real a las ideas, y el realista
(Aristóteles), que se basa en el valor de la experiencia
sensible. El pensamiento de ambos filósofos está
estructurado de tal modo que muchas de sus tesis
filosóficas están presentes en autores posteriores.
Periodo helenístico. En esta etapa se sitúan principalmente dos corrientes filosóficas: el
epicureismo y el estoicismo (siglos IV-III a.C.). El interés de los filósofos se centra ahora en
cuestiones éticas, pues se vuelve al hombre, a su interioridad, a su salvación y a su felicidad.
Este periodo representa, además, un cambio del sentido de la filosofía, que se convierte en un
modo de vida, una actividad que puede procurar la felicidad terrena. El motivo principal de
este giro fue la crisis histórica del mundo antiguo.
Periodo religioso (neoplatonismo). Representa el último periodo de la filosofía antigua.
Un rasgo característico de este periodo de filosofía romana es la expresión de un fuerte
sentimiento místico y un anhelo religioso de salvación, con cada vez mayor influencia de la
religión cristiana. Destaca el pensador Plotino (s. III), que acerca la filosofía de Platón al
cristianismo.
B. La filosofía de Platón.
Platón (Atenas, -428/-347) es uno de los pensadores
más originales e influyentes de toda la Filosofía
Occidental: su obra define uno de los dos grandes ejes (el
otro, el de Aristóteles) que guían y atraviesan la historia
del pensamiento humano. Con seductora belleza literaria
y con profunda mirada filosófica, en sus diálogos recrea
los grandes problemas o cuestiones que nunca han
dejado de inquietar a los humanos.
La decepción ante la situación de Atenas y la muerte de
Sócrates suponen el inicio de la filosofía platónica. Por
una parte, hacen que Platón viaje a Egipto y a las
colonias griegas del sur de Italia, donde, en contacto con
los pitagóricos, adquirió conciencia de la importancia de
las matemáticas y se familiarizó con la doctrina sobre la
inmortalidad del alma y la reencarnación. Por otro lado,
su desengaño con la dictadura de los Treinta Tiranos y
con la democracia posterior le llevaron a plantear un
modelo de sociedad en el que imperara la justicia.
Platón responsabilizó a los sofistas de la decadencia ateniense: su relativismo no
acepta ninguna norma fija y reduce la moralidad a lo que interesa en cada momento.
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Muchos de los líderes democráticos, demagogos que solo buscaban mantenerse en el
poder, habían sido formados en estos principios. Una retórica brillante y, con
frecuencia, alejada de la verdad, les hacía ganarse el voto de los ciudadanos. Siguiendo
los pasos de Sócrates, Platón buscará las normas universales y los principios
inmutables capaces de garantizar la convivencia. Para ello elabora su teoría de las
ideas.
Teoría de las ideas
En la teoría de las ideas se afirma la existencia independiente y absoluta de unas
entidades inmateriales, inmutables y universales que constituyen la auténtica realidad.
Si una persona es bella, es porque existe la idea de belleza. La belleza de la persona,
que captan los sentidos, puede cambiar, pero la idea de belleza (como la de bien,
justicia, etc.) es inteligible y no varía.
Las ideas constituyen un mundo perfecto, eterno e inmutable, que se encuentra
jerarquizado. En su cúspide aparece la idea de bien, que es a la vez causa y fin de las
demás ideas; por eso, su conocimiento, que es propio de la razón, permite apreciar el
orden de las cosas. Esto solo está al alcance de unos pocos (los filósofos). De ahí la
propuesta platónica de que sean ellos los que gobiernen.
El mundo sensible es modelado por el demiurgo queriendo imitar el mundo de las
ideas. Aunque la materia impide que se alcance la perfección, cuanto de racional hay
en el mundo físico se debe a esa imitación del mundo inteligible.
El conocimiento: reminiscencia y dialéctica
Si la ciencia se ocupa de lo universal, los objetos de la ciencia no pueden ser otros que
las ideas. Pero si las ideas están en un mundo distinto del sensible, ¿cómo le es posible
al hombre su conocimiento? Aquí aparece la doctrina del conocimiento como
reminiscencia: el hombre es cuerpo y alma, y esta, que es inmortal, pertenece al
mundo de las ideas, a donde regresa cuando muere el cuerpo. Mientras permanece en
el mundo de las ideas, el alma conoce todo cuanto existe pero al encarnarse en un
cuerpo, olvida lo que sabe. Sin embargo, el contacto con las realidades físicas del
mundo sensible hace que recuerde y comience de nuevo su aprendizaje.
Este aprendizaje se gradúa en dos niveles: la opinión y la ciencia. La opinión no es un
conocimiento estricto, sino una forma de creencia más o menos generalizada pero
carente de fundamento. Tiene dos grados: la conjetura aventurada o la convicción más
o menos verosímil, aunque ambas son propias del mundo sensible y están basadas en
los sentidos; por ello no son conocimiento seguro.
También hay dos grados de ciencia: el conocimiento matemático, que hace uso de lo
sensible para alcanzar sus conclusiones, y la dialéctica, conocimiento de las ideas
dirigido por la razón, que representa la culminación de este proceso y la verdad
absoluta.
El ser humano: cuerpo y alma
La teoría de las ideas es también la base de la concepción platónica del hombre. El
hombre es cuerpo y alma, pero esta, como perteneciente al mundo de las ideas, es más
valiosa que el cuerpo. Por eso, este es considerado una cárcel para el alma, y la muerte
significa una liberación.
El alma está dividida en tres partes: por un lado, el apetito, que engloba los deseos
relacionados con las necesidades más básicas; por otro, la voluntad, que es fuente de
pasiones nobles, por lo que colabora con la razón, que es la tercera parte, la que nos
impulsa a la vida intelectual y a la ordenación de nuestra vida. Así pues, el alma debe
servirse de su parte racional, la única inmortal, para controlar la voluntad (alma
irascible o volitiva) y los apetitos (alma concupiscible o apetitiva). Si no fuera así, el
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hombre caería en la temeridad o en el desenfreno.
Ética y política: el hombre y el Estado justos
Mediante el alma racional se adquiere el conocimiento y se controlan las pasiones.
Saber y felicidad son las finalidades del hombre. Para que el saber sea posible, el ser
humano debe gozar de equilibrio en su alma, y este se alcanza haciendo que cada parte
del alma desempeñe la labor que le corresponde (virtud: sabiduría o prudencia –parte
racional-, fortaleza –parte irascible-, y templanza o moderación –parte concupiscible o
apetitiva-). La armonía entre las partes del alma, bajo el predominio del alma racional,
proporciona al hombre justicia, que es el estado moral supremo.
Esta idea del equilibrio entre las partes se extiende al Estado. El hombre solamente
puede alcanzar su felicidad en la polis, y esta ha de estructurarse para alcanzar la
justicia. El Estado ideal es aquel en el que cada ciudadano cumple con la función para
la que está más capacitado. En la utopía platónica, campesinos y artesanos, guerreros y
gobernantes deben hacer uso de sus cualidades respectivas (templanza, valor y
prudencia) para que reine la justicia general, aunque son los hombres prudentes los que
deben gobernar.
La exposición alegórica del pensamiento platónico: el mito de la caverna.
En el mito de la caverna, podríamos afirmar, se concentra lo más profundo de todo
su pensamiento. El mito, haciendo uso de una gran fuerza descriptiva, muestra
pluralidad de aspectos de su pensamiento: la visión de la naturaleza humana, la teoría
de las ideas, el doloroso proceso mediante el cual los humanos llegamos al
conocimiento, etc.
En el mito, Platón relata la existencia de unos hombres que desde su nacimiento se
encuentran atados de piernas y cuello, en el interior de una oscura caverna.
Prisioneros no sólo de las sombras oscuras propias de los habitáculos subterráneos,
sino también de su campo de visión, de manera que tienen que mirar siempre adelante
debido a las ataduras sin poder nunca girar la cabeza. La luz que ilumina el antro
emana de un fuego encendido detrás de ellos, elevado y distante.
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Nos dice que imaginemos entre el fuego y los prisioneros un camino elevado a lo largo
del cual se ha construido un muro, por este camino pasan unos hombres que llevan
todo tipo de objetos o figuras que los sobrepasan, unos con forma humana y otras con
forma de animal; estos caminantes que transportan objetos, a veces hablan y a veces
callan. Los cautivos, con las cabezas inmóviles, no han visto nada más que las
sombras proyectadas por el fuego al fondo de la caverna -como una pantalla de
cine en la cual transitan sombras chinas- y llegan a creer, faltos de una educación
diferente, que aquello que ven no son sombras, sino objetos reales, la misma realidad.
El interlocutor de Sócrates, Glaucón, afirma que está absolutamente convencido de que los
encadenados no pueden considerar otra cosa verdadera que las sombras de los objetos.
Debido a la obnubilación de los sentidos y la ofuscación mental, se hallan condenados en tomar
por verdaderas todas y cada una de las cosas falsas. Seguidamente, Sócrates se pregunta qué
pasaría si uno de estos cautivos fuese liberado y saliese al mundo exterior. Pues, tendría
graves dificultades en adaptarse a la luz deslumbradora del sol; de entrada, por no quedar
cegado, buscaría las sombras y las cosas reflejadas en el agua; más adelante y de manera
gradual se acostumbraría a mirar los objetos mismos y, finalmente, descubriría toda la
belleza del cosmos. Asombrado, se daría cuenta de que puede contemplar con nitidez las cosas,
apreciarlas con toda la riqueza policroma y en el esplendor de sus figuras.
Y si el prisionero liberado volviera a la oscura caverna para comunicar su descubrimiento, ¿le
creerían? No, sino que se reirían de él, diciendo que la ascensión le ha perturbado. Incluso,
afirma Sócrates, que si intentase desatarlos y hacerlos subir por la empinada ascensión
hacia la entrada de la caverna, si pudiesen prenderlo con sus propias manos y matarlo, le
matarían; así son los prisioneros: cómodos en su engaño y violentos.
5) ¿Qué son las ideas para Platón? ¿Qué trata de decirnos Platón con el “mito de la
caverna”?
6) Elabora un glosario en el que recojas los conceptos básicos de esta unidad
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