UN CURRÍCULUM QUE SUPERE EL INTELECTUALISMO, EL ACADEMISMO Y LA ALINEACIÓN Salvo excepciones, no muy abundantes por cierto, la educación que imparten las universidades y aún; deberíamos decir todo el sistema educativo, está plagado de tres persistentes males: el intelectualismo, el academismo y la alienación, que hacen estéril el último y definitivo propósito educativo. Veamos tales distorsiones en lo que concierne a las universidades y demás instituciones de Educación Superior, que son las que ofrecen las profesiones (cortas o largas), y, en tal virtud, las que otorgan a los jóvenes una alta capacidad de trabajo para hacer su vida en el mundo de hoy. 1. EL INTELECTUALISMO Llamamos intelectualismo a la actitud de las instituciones y de sus profesores, que circunscriben toda su acción a la esfera de los conocimientos que no conciben por lo tanto, que el currículum pueda exceder del marco de las asignaturas. Ellas -las asignaturas- son las dadoras de las teorías, principios y leyes de las diferentes disciplinas científicas, y a ellas debe limitarse el trabajo de la Educación Superior. Son quienes caracterizan a la universidad y a otros institutos universitarios como dedicados exclusivamente a la búsqueda y a la diseminación de la verdad científica. Básicamente dichas instituciones y sus profesores asumen lo que podemos denominar una 'posición cognoscitiva' y por eso elaboran currícula únicamente constituidos por conocimientos. Así vuelven haciéndose desde casi un siglo y ello se ha convertido ya en lo tradicional. Dentro de este intelectualismo cabe señalar matices diversos que no deben ser confundidos pues representan a veces extremos opuestos. El escalón más simple lo representan quienes creen que el proceso de enseñanza-aprendizaje se dirige a que los alumnos adquieran información. Los conocimientos descubiertos se imparten en trozos definidos y masticables para que los alumnos los conserven en su mente o en su organismo. Es la institución bancaria que, con toda razón, descalificó Paulo Freiré. En este escalón hay que reunir a los maestros de corte conductista cuyo afán es que los alumnos reduzcan las 'conductas verbales y motrices' implantadas en ellos por condicionamiento; y a los maestros que propicien el 'aprendizaje memorístico' de las cosas que ellos han dicho. La diferencia entre ellos es clara. Los maestros que consideran que la memoria es lo principal confían en que los alumnos realicen un esfuerzo neumónico para almacenar cuanto les han dado y/o cuanto los alumnos han leído por su cuenta. Los conductistas, en cambio, descansan en que los alumnos condicionados repetirán los sonidos o los movimientos que han sido grabados en su organismo (y no decimos en la memoria porque para los conductistas a outtrance la memoria no existe). Quienes se encuentren en este primer escalón suelen hablar del conocimiento como meta para alcanzar (por eso los colocamos dentro del intelectualismo). Pero el conocimiento verdadero es algo a lo que jamás llega ningún alumno. Los que ejercitan la memoria, porque almacenan palabras, frases, párrafos sin comprenderlos mayormente, y es cosa que en tiempo más o menos corto se desdibuja y pierde. Los alumnos condicionados porque ni siquiera es el lenguaje lo que guardan , sino la cáscara exterior de los sonidos o grafías. Los cuales su organismo retiene y reproduce (mientras no se extingan). Un segundo escalón se encuentra constituido por maestros que son razonadores, diáfanos en sus explicaciones, duchos en ordenar los contenidos para su fácil aprehensión. Y correlativamente los alumnos van más allá de las palabras, captan los conceptos y su sentido, pueden representarse la estructura de los objetos o las maneras cómo los fenómenos acontecen. Este escalón se encuentra próximo al conocimiento, pero no es el conocimiento todavía. Contiene lo que podríamos llamar la 'comprensión intelectual' de la realidad; pero no es el conocimiento mismo, porque éste requiere el enfrentamiento con la realidad. El escalón más alto es aquél en el cual los profesores explican luminosamente y los alumnos logran la comprensión conceptual de las cosas; y que además son llevados vis-a-vis de la realidad para constatar que los objetos y los hechos son y se comportan tal como lo habían descrito los pensamientos y juicios emitidos por el profesor o leídos en sus libros. Desde Aristóteles, pasando por Santo Tomás de Aquino, Descartes y Kant, hasta Husserl en este siglo, muchos filósofos han insistido en que el 'auténtico conocimiento' se alcanza, así, cuando los pensamientos (que en sí son intuitivos, es decir, se refieren a objetos aunque no estén presentes) son- completados o llenados por las implicaciones intuitivas correspondientes "Intuición" es una palabra que tomamos en su sentido técnico: significa la aprehensión directa de los objetos físicos, por la percepción sensorial; de los fenómenos psíquicos, por la introspección o percepción interna; o de los objetos ideales, por la intuición eidética. "Impleción" quiere decir que las instituciones ‘llenan', por así decir, a los pensamientos intuitivos con la presentación efectiva de los objetos por dichos pensamientos). Aún más elevado es el escalón en el cual los profesores ponen a los educandos frente a la realidad para que observen los objetos, midan y correlacionen los hechos (intuiciones), y extraigan de ellos las proposiciones de la ciencia (pensamientos). Esto se tipifica a veces, con expresión muy suelta y holgada, diciendo que los alumnos están investigando. En realidad no es así, porque no descubren nuevos hechos ni nuevas leyes: simplemente arriban a hechos y leyes ya descubiertos por las ciencias. Preferimos decir que los alumnos, en este escalón, están efectuando una 'indagación'. Pero esta indagación es valiosa, porque despierta la capacidad inquisitiva de los estudiantes. Tal indagación coloca a los alumnos más o menos en la misma situación que vivió el hombre de ciencia cuando descubrió esos principios. Habiendo pasado revista a estos escalones podemos asegurar, Primero, que la indagación (intuiciones primero y después pensamientos), así como el proporcionar implecciones intuitivas a los juicios (pensamientos), conforman reales conocimientos. Segundo, que la comprensión intelectual de la realidad es algo próximo al conocimiento. Tercero, que el memorismo y el enfoque conductista no permiten llegar a ningún conocimiento: los que los propician pueden proclamar que de esa manera conducen a los estudiantes a conocer la realidad. Pero no es verdad. Se trata, en todo caso, de un seudo-intelectualismo, de un mal intelectualismo. De este modo se abre ancho hiato entre el mal intelectualismo y el buen intelectualismo. El primero (memorismo o verbalismo; condicionamiento) fracasan en su intento de que los estudiantes obtengan conocimientos. Sólo el segundo (pensamientos, intuiciones) permite que los estudiantes arriben a los conocimientos. Naturalmente debemos hacer un esfuerzo para que en nuestras universidades predomine o domine éste, que es el buen intelectualismo. Sin embargo, en este punto una advertencia viene a cuento. Tanto el buen intelectualismo como el mal intelectualismo coinciden en que aspiran al conocimiento o, por lo menos, coinciden en poner como objetivo los conocimientos. Esto significa que los currículos deben estar conformados por conocimientos, o sea, por asignaturas. La diferencia entre ellos, por consiguiente, no se produce a nivel del currículum, sino a nivel del proceso de enseñanzaaprendizaje. En otras palabras, la meta es la misma; lo distinto es el camino para aproximarse a esa meta (condicionamiento, memorismo, pensamientos + intuiciones, intuiciones + pensamiento). Y lo trágico es que el mal intelectualismo jamás adviene a los conocimientos. Ahora podemos ir más lejos. Supongamos que en todas las instituciones de Educación Superior no sólo hubiese los currículos cognoscitivos, sino que reinara el buen intelectualismo. En todas, los alumnos aprenderían los conocimientos de las distintas ciencias: a) por indagación, b) por pensamientos y las implicaciones intuitivas correspondientes, y c) en parte por comprensión conceptual. Ello sería indudablemente magnífico. Los estudiantes ejercerían sus capacidades de observación y de reflexión y cultivarían de buena manera su intelecto. Pero, ¿sería esto educación? ¿Estaríamos formando a los jóvenes plenamente? ¿Tendría lugar el triple proceso en lo que la educación consiste: hominizar, socializar y culturar a las nuevas generaciones? La respuesta es contundente: No, esto no sería educación. A lo sumo sería entrenamiento científico, pero nada más. En el ámbito de la hominización, se estaría desarrollando únicamente la capacidad intelectual de los futuros adultos. Y aunque esto es positivo, no abarca la totalidad del ser humano. Y precisamente por ello, por ser tan parcial, en definitiva resulta negativo, puesto que cercena la inmensa mayoría de las capacidades humanas. En cuanto a la socialización y a la culturación brillan por su ausencia. En última instancia, los curricula cognoscitivos y aún el ensoñamiento del buen intelectualismo (del cual en la práctica nos encontramos lejos) no educan, sino deseducan. Las palabras de un hombre de ciencia como Albert Einstein, cuya obra ha iluminado todo el siglo XX, son a este respecto decisivas: "No es suficiente enseñar al hombre una especialización. Por este medio se puede convertir en una especie de maquina útil, peor desarrollada armoniosamente. no es una personalidad Es esencial que el estudiante adquiera conocimientos y además un sentido vivo de los valores, un sentido vivo cíe lo bello y de lo moralmente bueno. De otra manera, él -con su conocimiento especializado- se parece más a un perro amaestrado que a una persona armónica. Debe aprender a comprender los motivos de los seres humanos, sus ilusiones y sufrimientos, para así asumir su debida relación con los individuos y la comunidad. Estas cosas tan preciosas se transmiten a la generación joven por medio del contacto personal con quienes enseñan y no -al menos principalmentepor medio de los libros de texto. Esto es lo que constituye y preserva la cultura. Esto es lo que tengo presente cuando recomiendo las Humanidades como importantes, mas no sólo como seco conocimientos especializados en los campos de la historia y de la 'filosofía. Poner énfasis en el sistema de prematura especialización en el campo cíe la utilidad inmediata mata el espíritu, del cual depende toda la vida cultural, en la que se halla incluido el conocimiento especializado mismo". II. EL ACADEMISMO Debemos recordar que las instituciones de Educación Superior, sea de carreras largas, sea de carreras cortas, fundamentalmente proporcionan educación dentro del marco de las profesiones . Es muy raro, casi inexistente, que en nuestros tiempos se eduque ‘para nada', puramente en el aire. La educación en general procura dar algo útil a los educandos, aunque la mayor parte de las escuelas y colegios no saben todavía cómo hacerlo. Prima aún el viejo perfil de la secundaria académica, en el fondo preambular de la universidad, y generadora de legiones de graduados inútiles. Mas en la Educación Superior la visión es clara: ellas dan a los jóvenes una capacidad de trabajo, para que la ejerzan después de graduados. La Educación Superior, en una palabra, prepara profesionales. Pero justamente es en dicho intento donde se ha producido una asesgada deformante. Desde muy antiguo y hasta hace relativamente poco las profesiones estaban allende, la educación más alta y, a partir del s. XII fuera de las universidades, salvo las veneradas profesiones de la Teología, la Medicina y el Derecho que desde el s. XIII tuvieron, sitio firme en el nivel universitario y todavía a principios de este, siglo monopolizaban buena parte de las universidades. Con la excepción indicada, las profesiones todas, desde las más humildes -las que hoy denominamos oficios-, pasando por las arte y culminando en las más complejas, que son por autonomía las profesiones, se adquieren, desde la vieja Grecia y hasta el s. XIX, trabajando al lado de un profesional cuajado. De él se aprendía los conocimientos indispensables, y sobre todo las técnicas concretas del ejército profesional. Semejante sistema se institucionalizó en la Edad Media, con las corporaciones y sus aprendices, los valets y los maestros. Los aprendices (entre seis y once años), pasaban a ser valets si lo ameritaban y andando el tiempo podían convertirse en maestros. Para esto último se requería, como dice Joseph Calmette en su libro Le Monde Feodal. "un examen referente a la teoría del oficio o arte y la ejecución de una obra maestra". Hasta principios de este siglo, los ingenieros en Inglaterra se iban preparando al lado del ingeniero experimentado y en el tiempo debido efectuaban las pruebas que se les demandaba y recibían su reconocimiento como ingenieros del 'board' respectivo, al margen por entero de las universidades. Obsérvese que en este proceso, a lo largo de muchos siglos, con mayor o menor rigidez, de facto o formalmente, jamás cambió la tónica de la preparación de los oficios, las artes y las profesiones. Todas se alcanzaban laborando al lado de un experto, quien mostraba poco a poco los conocimientos necesarios y, en particular, las acciones concretas de su ejercicio. El oficio, el arte, la profesión se iban logrando en la praxis del trabajo. Era en los hechos reales que quienes estaban aprendiendo absorbían la experiencia indispensable y, con dicha ocasión, se posesionaban asimismo de los; conocimientos requeridos. Las corporaciones gremiales en vísperas de la Revolución Francesa habían perdido muchas de sus reglas más exigentes y estaban en buena parle anquilosadas. Patrick Süskind en su notable obra El Perfume ha reconstruido ese ambiente de los maestros, los valets y los aprendices del siglo XVIII. El protagonista, Grenouille, logra al fin ser admitido junto a un maestro perfumista llamado Baldini. El taller estaba repleto "de 'essences absolues’, esencias de pétalos, tinturas, extractos, secreciones, bálsamos, resinas y oirás drogas en forma sólida, líquida o cérea, hasta aguas para el baño, lociones, sales volátiles, vinagres aromáticos y un sinnúmero de perfumes auténticos, pasando por diversas pomadas, pastas, polvos, jabones, cremas, almohadillas perfumadas, lanolinas, brillantinas, cosméticos para la belleza" (p.43) Y aunque Grenouille era un genio en la detección de olores y perfumes, y en combinar casi-por instinto sustancias que originaban perfumes maravillantes, "con el uso obligatorio de probetas graduadas y balanzas, aprendió el lenguaje de la perfumería, y el instinto le dijo que el conocimiento de este lenguaje podía ser de utilidad" (p.82). Pronto, "había aprendido a ampliar el camino desde la representación interna de un aroma hasta el perfume terminado, con la escritura previa de la fórmula" (id.) "También aprendió la preparación de diferentes aguas, polvos y remedios de tocador y de belleza, así como la mezcla de tés y condimentos, licores, escabeches, en fin, todo lo que Baldini podía enseñarle con su gran sapiencia..." (p.48). De este modo eran preparados los oficios, las artes y las profesiones. Y esta manera real de preparación duró incontables siglos hasta prácticamente principios del nuestro. Mas fue el ojo zahori de Platón el que en el s. IV a.C. Examinó con precisión admirable lo que eran y cómo han de aprenderse dicho trabajos. En aquella época los griegos tenían una palabra, 'techné' (plural 'technai'), que se aplicaba por igual a oficios, artes y profesiones, desde el hacedor de vasijas, pasando por el tocador de cítara, y otras artes, el piloto de naves, el estratega y el médico, hasta el hombre que forma ni ciudadano y enseña la virtud. Y Platón aseveró que tanto en la preparación de las personas que quieren ser expertas en alguna 'techné' como aquéllas que ejercen una 'techné', hay que considerar las cosas que los harán duchos, aprendiendo ('malhontes') los conocimientos, y siendo, ejercitados ('epitedeusantoes') en los trabajos respectivos (Laches, 179 O). Platón cuando habla de las 'technai', repite con frecuencia esas dos palabras o sus equivalentes. En los oficios, artes y profesiones hay que distinguir, por consiguiente, entre 'epitedeuma' y. 'mathema' (en el Filebo -55 D- y en El Político 258 DE- dice Platón 'episteme' -ciencia, conocimientos), vale decir, entre el ejercicio de las acciones profesionales y los contenidos teóricos . Claro es que debemos diferenciarlos, pero esencial es que los dos se requieren forzosamente para alcanzar el dominio de una 'techné'. No se puede aprender un oficio, arte o profesión sólo con conocimientos; tampoco sólo con el practicismo. Por eso insiste Platón en Las Leyes que el mejor médico es el que cumple su función siguiendo las dos vías (720 E). Las 'technai' se sitúan, por lo tanto, entre el practicismo (ta doxanta ex emperirías Las Leyes 720 C-, tas aístheseis katameletan empeíría kaí tíni tribé -55 E) y las ciencias puras. Márquese con cuidado lo específico de cada una de ellas: a) El mero practicismo sólo conduce a la conjetura para realizar acciones, b) La ciencia pura llega a la verdad y no le interesa lo práctico, c) Las 'technai' buscan el bien de las personas , los demás seres vivos y las cosas; y para proceder rectamente en este empeño tienen que tomar de la ciencia (la 'episteme') lo que sea acorde con sus propósitos, pero al mismo tiempo no deben descuidar el 'epitedeuma', o sea, el ejercicio de las acciones del trabajo respectivo. Refiriéndose específicamente a la preparación en las 'technai', en el diálogo 'Menón' interroga Platón, bajo la figura de Sócrates, a sus interlocutores; "Si quisiéramos que Menón llegara a ser un buen médico, ¿al lado de qué maestros lo enviaríamos? ¿No es cierto que la de los médicos? Y si quisiéramos que fuera un buen zapatero, ¿no lo enviaríamos al de los zapateros? " (90 B-C). "¿Y no sería lo mismo para el tocador de flauta y todas las otras 'technai'? (90 E)". Para el efecto de preparar a un demiurgo, o sea, a quien detenta un oficio, un arte o una profesión, quien desea ser hábil en una 'techné' tiene que estar al lado del experto probado y no llevarse de las opiniones de las gente?. En otro diálogo, Platón puntualiza: "¿Debemos guiarnos por la mayoría o por aquél que ha sido enseñado y ejercitado por un buen maestro? (Laches, 184 E). Se colige que el mejor profesional es quien posee el mayor conocimiento ('episteme') y la más vasta experiencia, o sea, el más amplio ejercicio ('epitedeuma') -exitoso, por supuesto -, de la profesión. Semejante equilibrio entre la 'episteme' y el 'epitedeuma' se mantuvo por muchos y largos siglos, desde la antigüedad hasta mediados del s. XIX, es decir, hasta el momento en que las profesiones, desdeñadas por las universidades, comenzaron a irrumpir lentamente en ellas. Y es aquí donde se produjo la sesgadura deformante de que hablamos hace un momento. Porque ocurrió que las profesiones, tanto tiempo rechazadas por las universidades debido al carácter práctico que poseían y a su trato con la 'emperna', al lograr un sitio en las instituciones universitarias, trataron de dignificarse. Se revistieron de ciencia y más ciencia y, para ponerse a tono con las instituciones que las acogían, fueron desprendiéndose de lo que las había estigmatizado (las acciones reales de la profesión 'epitedeuma'), aquella vinculación con los casos concretos de realidad, hasta terminar olvidándose por completo de ella. En otras palabras, las profesiones en las universidades se restringieron a la 'episteme' y pusieron de lado el 'epitedeum’ Dieron -y siguen dandofundamentalmente una preparación cognoscitiva a los futuros profesionales y consideran que con eso ya los están formando en su futura profesión. Como si el ejercicio de las acciones profesionales pudiera brotar de los conocimientos que van adquiriendo, como si los conocimientos tuvieran una virtud interna que los mueve a desembocar en las destrezas de la profesión. Creer tal cosa es absolutamente utópico y vano. Y no se diga que semejante juicio es inexacto, que las universidades no han olvidado la práctica, que justamente por ese motivo han erigido costosos laboratorios y talleres, y que las diversas asignaturas proveen horas en que los alumnos ejercitan los conocimientos aprendidos, o bien realizan experimentos en los laboratorios, o van al campo para observar, recolectar o cumplir ciertas labores. Sostenemos que tal óptica resulta equivocada, porque se está confundiendo las prácticas anexas a las asignaturas con el ejercicio de las acciones profesionales ('epitedeuma'). En efecto, el más leve escrutinio que ambas prácticas son enteramente distintas y en cierto modo contrapuestas: 1º Las prácticas anexas a las asignaturas que los alumnos efectúan, en los laboratorios, en instituciones ajenas a la universidad, o en el campo, tienen como propósito consolidar los conocimientos expuestos conceptualmente por su profesores o presentados en los libros. Son nada menos y nada más que aquellas 'impleciones intuitivas', a las que nos referimos ya, que ostentan como finalidad convertir lo meramente conceptual en auténtico conocimiento. Las cosas no cambian, si se advierte la relación, y primero los alumnos adquieren las instituciones de los hechos y se elevan luego a la formulación de determinados principios o leyes. Ciertamente en este último caso los estudiantes son puestos aproximadamente en la situación de quienes descubrieron por vez primera tales leyes y principios. Es lo que calificamos de 'indagación'. Pero el hecho es que en una forma u otra se conduce a los alumnos a lograr auténticos conocimientos, Por tanto, no han salido del ámbito de la 'episteme'. En cambio en el 'epitedeuma' se busca algo muy diferente. Los educandos se enfrentan a los casos concretos de la realidad para realizar un trabajo, o un procedimiento, que pueda mejorar algo en personas, animales o cosas, o para crear un objeto que antes no existía, y en ese proceso aplican los conocimientos o los instrumentos adquiridos. El 'epitedeuma' es sumergirse en las acciones profesionales. Su designio no es llegar al conocimiento de las personas, o por los demás seres vivos, o cosas. 2º En las prácticas anexas a las asignaturas los hechos de la realidad se emplean como trampolines para llegar a las verdades científicas, o para confirmarlas. Los hechos particulares o individuales son basamento de los conocimientos. Los hechos individuales o particulares son medios; el conocimiento es el fin. Si, por ejemplo, se trabaja con niños para comprobar o confirmar si un tratamiento determinado produce los resultados que la ciencia ha establecido, se está utilizando en cierto modo a esos niños como conejillos de Indias. En cambio el 'epitedeuma' o sea, las acciones profesionales tienen como fin a las personas, demás seres vivos y cosas. Ellos no son medio para nada. Su bien es lo que se persigue. Y en esa mira, la 'episteme' que se posee (los conocimientos con sus prácticas) son ahora un medio. El médico que atiende a sus pacientes, el maestro que enseña a los niños o jóvenes, el agrónomo a cargo de un cultivo, el piloto que guía una nave, no están tomando a esos seres sobre los cuales despliegan sus acciones profesionales como conejillos de Indias. Ellos son sus fines. Es su bien, su recto desenvolvimiento lo que anhelan lograr. 3º Las prácticas anexas a las asignaturas son puntuales. Es tal ley, tal principio, tal procedimiento los que quiere afianzar. Por el contrario, las acciones profesionales (‘epitedeum’) son holísticas en sus niveles más avanzados. El caso concreto de la realidad que se enfrenta no es ejemplo de una ley, o de un principio o de un cierto procedimiento. Es una situación real la cual el profesional debe movilizar los conocimientos con sus prácticas obtenidos en las diversas asignaturas y echar mano de los c resulten apropiados al caso presentado. 4º Si bien se mira, las prácticas anexas a las asignaturas se hallan subordinadas al conocimiento final que se logra con hechos particulares, pero su sentido es arribar a lo universal del conocimiento. Muy diferentemente, las acciones profesionales ('epitedeuma') se dirigen a los casos particulares y allí se quedan, para mejorarlos. Mientras las prácticas anexas a las asignaturas buscan los hechos particulares y los abandonan luego para elevarse a lo universal, las acciones profesionales se encaminan a los casos particulares para permanecer allí hasta obtener su mejora o In plasmación de una obra. Consideramos lo expuesto como suficiente para que descubramos que las prácticas anexas a las asignaturas son un paso más en el camino cognoscitivo. Forman parte de la ‘episteme’ y no de las acciones profesionales a 'epitedeuma’. Por la tanto, podemos proliferar o acentuar todas las prácticas de las asignaturas, y eso no cambia en absoluto las cosas. Las universidades, al centrarse en los conocimientos con todos sus ejercicios y sus prácticas en laboratorios o en el campo, están dando a sus alumnos una preparación puramente científica o cognoscitiva. Han puesto fuera de su quehacer las acciones profesionales o 'epitedeuma'. Esto no deja de ser paradójico. Quieren formar profesionales; pero en verdad no lo están haciendo. Porque no es profesional el que obtiene la 'episteme', y la asimila en su mente en la mejor forma posible y con la amplitud más grande que se requiera. Y no es profesional porque le ha faltado el 'epitedeuma', el ejercicio de las acciones profesionales, desde las más simples hasta la más complejas. Poseerá muchos conocimientos, pero no sabrá cómo actuar con ellos frente a los casos de la realidad. Así son los abogados que reciben su título, pero no pueden redactar una demanda o una contrademanda, ni seguir un juicio, ni dar forma jurídica a lo que el cliente desea. Así son los ingenieros que en el trabajo se ven obligados a aprender de los capataces. Y los contadores que a cada momento tienen que acudir a uno o más expertos que ellos, para no equivocarse en ubicar ciertos asientos. Y los orientadores llenos de teorías que no saben tratar ni guiar a niños y a jóvenes. A esta preparación restringida a lo cognoscitivo, sin 'epitedeuma', es a los que llamamos academismo. Palmariamente el academismo es gravísimo mal, porque es pretender graduar profesionales mutilados, profesionales que no los son, puesto que les falta la mínima experticia que se consigue con las acciones .profesionales, que no han tenido. El resultado final no puede ser más sorprendente. Se acusa a ciertas universidades de ser profesionalizantes, porque encierran a los alumnos en el ámbito exclusivo de las materias llamadas profesionales y no los llevan a vislumbrar los grandes problemas del hombre, del mundo y de su país. Y esto, naturalmente, constituye una falsa educación. Pero son unas extrañas instituciones profesionalizantes que ni profesionalizan a sus supuestos profesionales, porque los atiborran de 'episteme' y no paran mientes en el 'epitedeuma'. Son verdaderamente pseudo-profesionalizantes por la instrucción y falta de formación general que proporcionan y porque la restricción a las asignaturas profesionales (pura 'episteme') , al carecer de 'epitedeum', no alcanza el propósito de aprestar profesionales. Se echa de ver que el academismo es frustráneo, en cuanto que a la universidad donde penetra no le permite ejecutar su intención de hacer de sus alumnos auténticos profesionales. Para cumplir con esta mira la ruta es simple: hay que ofrecerles la 'episteme', pero hay que ofrecerles también el 'epitedeuma' que cada carrera demanda. Lo primero son las asignaturas de la Formación Profesional. Lo segundo es lo que con términos actuales llamamos las Prácticas Profesionales. Todas las universidades y todas las carreras deberían grabar como norte de sus esfuerzos curriculares las palabras de Ignacio Chávez, el gran maestro del Instituto Nacional de Cardiología, de México: "Es en el hospital donde se aprende lo esencial de la medicina y se dominan las técnicas; y algo más importante: donde se adquiere la disciplina mental que caracteriza al clínico. Porque la medicina es eso, medicina clínica; lo demás puede ser ciencia, pero la clínica no es medicina" (en Humanismo Médico, Educación y Cu/tura, vol. I, p. 72). Hermosas palabras donde resuenan, quizás por coincidencia en la visión de las cosas, las explanaciones de Platón. Estas palabras no representan una crítica a la carrera médica, que justamente desde siempre ha brindado 'episteme' y 'epitedeuma' a sus aprendices, sino es una constatación. En cambio, para muchas carreras universitarias vienen a ser solemne admonición a su academismo. Pues las palabras de Chávez, mutatis mutandis, resultan aplicables a todas las profesiones. III. LA ALIENACIÓN Mucho se habla de alienación. Pero lo que se muestra las más de las veces son especies de la alienación y, como tales, constituyen formas parciales de la misma. Lo que interesa, es ir a los rasgos profundos y comunes, aquellos que se encuentran presentes en todas las formas de la alienación; y esos los encontramos en el alejamiento que los seres humanos realizan ante los valores o bien en el alejamiento de los valores a que son constreñidos por otros, usualmente por los que detentan el poder, o los más fuertes económicamente. Ocurre que los seres humanos, en todos los pueblos y en todas las épocas han experimentado el impulso irresistible de dirigirse a los valores, para captarlos, y lo que es más importante, para realizar el deseo de plasmar sus captaciones en forma concreta en la realidad témporo-espacial. Han sentido el llamado de la belleza y han pintado, esculpido, hecho música, escrito poemas y relatos, dazando, imaginado teatro. Han buscado la verdad y formulado leyes, principios y teorías en todos los campos: el fáctico, el psicólogo, el eidético. Han sentido la presencia permanente del bien y se han esforzado por materializar acciones éticas de respeto a los demás y a sí mismos. Han vivido el valor de la justicia y, a lo largo de la historia, se han empeñado en una lucha que no termina para que los regímenes políticos sean más justos, i.e., estén más próximos a los hombres y mujeres, con el fin de que reciban lo que les corresponde. Han presentido que existe una trascendencia suprema en el mundo y han adorado, de una u otra manera, a Dios, ser que se coloca más allá de todo. Es cierto que en la realidad se dan también las infracciones a este ordenamiento valorativo y se cometen una serie de acciones, a veces horrendas, que violan el sentido axiológico del hacer humano. Pero éstas son miradas y juzgadas como un accionar negativo, que se ubica fuera de lo que debe ser la humanidad. También es cierto que no faltan pensadores que, tal vez arrastrados por el multiforme espectáculo de los hechos humanos, juzgan que los valores no existen, que son un invento de los hombres, que son, en una palabra, ficciones. En este momento no estamos en una posición metafísica para probar que los valores poseen existencia real. Sólo podemos decir que si los valores son ficciones, debe tratarse de ficciones poderosas que se han infiltrado en todos los pueblos y en todas las épocas , y que con no poca frecuencia han impulsado a hombres y mujeres a una defensa a outtrance de los valores, aún con el sacrificio de sí mismos. Y asimismo los hechos nos muestran que donde los valores son excluidos del sentir de ciertos pueblos y de la educación, el resultado es una caída en el accionar ciego, cuyo norte es el egoísmo, la insolidaridad, el ansia de lo material, y en grandes sectores de la sociedad el abandono de las esperanzas y la apatía. La orientación a los valores (actitud axiológica) y la plasmación cíe nuestras vislumbres dé los valores en la realidad (actitud demiúrgica) son así dos constantes que los seres humanos despliegan perennemente durante su existencia. La actitud axiológica y la actitud demiúrgica explican el brote y la expansión de las culturas de cada pueblo, aún del más humilde y desvalido. Porque cada pueblo se siente impelido, debido a su particular visión de los valores, a crear sus conocimientos científicos, sus obras estéticas, sus regímenes políticos, sus creencias religiosas, sus principios jurídicos, sus acciones tecnológicas, sus convicciones éticas propias. O sea, cada pueblo construye su propia cultura, y ella es el fuste de su personalidad, y lo que es más decisivo , es el soporte de su existencia . Cuando a un pueblo se le arrebata su cultura, con el estilo sui generis que ostenta, se destruye su razón de ser. Hay una de 'melancolía antropológica' que lo consume y ese pueblo es condenado a desaparecer. Sólo quedan los restos de su naufragio cultural, que es lo que acontece con las grandes culturas y con los pequeños pueblos conquistados y dominados. Pero no es esa la única forma de quitarle su cultura a un pueblo. En el seno de una sociedad a todas luces boyante ocurre con frecuencia lamentable que quienes la dominan asumen los valores de pueblos ajenos, abandonan los propios, no tratan de crecer desde adentro, sino de expandirse desde los valores foráneos, y con ello terminan segregando a anchos sectores de la población, que no entienden esa sesgadura hacia el exterior. En esta tarea demoledora cooperan con denodada pericia los medios masivos de comunicación, sobre todo la tv. Con su propaganda y sus telenovelas van socavando lo propio con una persistencia que admira. Los modelos que presentan a niños, jóvenes y adultos propagan el ansia desaforada por las cosas y ropa de marca, la consideración de la mujer como objeto, las costumbres descocadas, la violencia cada vez más extremada, y hasta un tipo físico que no es el nuestro representado por seres caucásicos y rubios , que nos hacen aparecer como países escandinavos. Y algo semejante ocurre en nuestro país con la educación. Esta se encuentra calcada sobre lo exterior. En los programas no aparece con frecuencia el entorno propio. Los libros refieren experiencias y situaciones ajenas a nuestra realidad. En las escuelas, colegios y en las universidades no se cultiva la lengua nuestra, con la consecuencia de que miles y miles de graduados hablan y escriben horrorosamente. Todas las carreras universitarias se desentienden de examinar críticamente los problemas sociales, económicos y políticos de nuestros países, cerrando la mente de los jóvenes para estos desenvolvimientos que nos atañen a todos, como si fueran asuntos sólo para politólogos e historiadores. Vale decir que gradúan personas que van a trabajar en un país que no conocen, porque no tienen ninguna visión integradora y crítica de él. Estas son formas de alienación de quienes dominan nuestras sociedades, y los medios de comunicación masiva y los sistemas educativos generan por desviar la atención de las gentes hacia lo exterior y ajeno, porque de alguna manera omiten presentar los valores propios y la propia cultura, y lenta pero seguramente van apagando en niños, jóvenes y adultos toda visión de nuestra realidad. Enseñan a vivir de prestado, a mirar con ojos extraños, a desdeñar lo que es nuestro, incluso nuestros propios semblantes. Pero vayamos más a fondo en este escarceo de la alienación. Cabe separar, en los valores, el valor de la verdad con relación al resto de los valores. Esta separación no es arbitraria. Responde a hechos que se nos imponen con fuerza irresistible. En efecto, el valor de la verdad se vincula a la realidad actual, es decir, a los objetos y fenómenos que nos rodean (fácticos, físico y eidéticos), aunque no los conozcamos. Pero aún en el período en que no los conocemos, tales objetos y fenómenos están allí, con una actualidad sólida, incontrovertible. Los planetas, estrellas y galaxias que aún no hemos detectado; los fenómenos psíquicos que aún no hemos descubierto; las relaciones matemáticas que todavía se nos ocultan; todos se encuentran en la realidad actual del universo y alguna vez nuestro conocimiento llegará hasta ellos. Entonces la capacidad registral que poseemos tomará nota de su existencia, y escudriñará sus características y relaciones. Pero los seres humanos, la lado de aquella 'capacidad registra!' que nos permite arribar a nuevos conocimientos de la 'realidad actual', poseemos una 'capacidad germinante' para captar la 'realidad potencial', la cual no es, en absoluto, una ficción. Al decir esto, no aludimos a cosas fantasmagóricas ni esotéricas. En el mundo hay una realidad actual y una realidad potencial. La realidad actual la captamos mediante nuestra capacidad registral. Así es como nos posesionamos de nuevos conocimientos, nuevas verdades. La pregunta: ¿Esto es verdadero o falso? Equivale a otra interrogante: "Tal proposición, ¿describe la realidad actual o no?" Sí realmente la describe, la proposición es verdadera; si no la describe, resulta falsa. Mas la realidad potencial es diferente. Algunos ejemplos permitirán su clara intelección. Si nos enteramos que un amigo se encuentra en situación conflictiva, nos damos cuenta inmediatamente que necesita ayuda. Esa ayuda no es actual. No existe en la realidad. Es algo puramente potencial. Sentimos, empero, que debería darse. Sentimos que estamos obligados a ofrecerla. No obstante, pudiera ser que no hagamos nada, y lo potencial se queda entonces como potencial. Es más, puede desaparecer por completo. O bien, prestamos la ayuda; amigo. Lo potencial entonces se actualiza, se concreta realidad actual. Otro ejemplo: A un músico le surge una melodía en su espíritu. Esa melodía no existe todavía. Es algo potencial. Si la melodía no se concreta en la realidad, seguirá siendo potencial, incluso podrá perderse para siempre. Si el músico la condensa aunque fuera en una partitura, lo que era potencial se torna actual, pasa a formar] parte de la realidad actual. En estos dos ejemplos, que pueden multiplicarse al infinito, y no sólo en el terreno ético y en el estético, sino en otras esferas (lo político, lo religioso, lo cívico, lo tecnológico, lo económico, etc.), los hombres desplegamos nuestras capacidad para lo potencial, esto es, nuestra facultad para aprender lo que 'no es', pero 'puede ser', y aún 'debe ser', lo cual apela a nuestra dimensión demiúrgica para convertirse en parte de la realidad actual. Como puede apreciarse la realidad potencial no es una ficción, sino una realidad a la que nos confrontamos persistentemente.. Y nuestra capacidad para lo potencial tampoco es ficción, sino una capacidad real, que paradójicamente se dirige a ‘lo que no es', pero podemos hacer actual. Creo que quedan en evidencia estas dos capacidades humanas: a), la capacidad registral que se orienta a 'lo que es', vale decir, a la realidad actual y, al captarla, trata de descubrir tal como es, dando origen a los conocimientos de las diversas ciencias ; y b) la capacidad germinante, dirigida a 'lo que no es', o sea, a la realidad potencial, con el fin de actualizarla (lo cual no ocurre necesariamente). La capacidad registral se guía por el valor de la verdad, es veritacional, intenta ceñirse a la realidad actual. La capacidad germinante es no veritacional y comprende a los demás valores distintos de la verdad (el bien, la justicia, la divinidad, lo útil, lo productivo, etc.) y aspira a cruzar el hiato existente entre 'lo que no es' y el 'ser' de lo actual. Esto es lo natural para los seres humanos, lo que singulariza al hombre entre todas las criaturas de nuestro planeta, y quizás lo que tipifica a 'lo humano' en todo el universo. Y así arribamos, al mismo tiempo, a la raíz de la alienación en general y de todas las alienaciones particulares. "Alienarse" para los seres humanos es colocarse fuera de su propia naturaleza, es desconectarse o ser desconectado de algunos de los valores o de todos los valores , es perder el contacto con la realidad actual, y/o con la realidad potencial. Y el hombre es el único entre todos los seres que posee esta aterradora posibilidad de enajenarse o de enajenar a otros de su propio ser, retrogradando a una condición de pura y neutra animalidad. Y lo trágico es que mediante la educación mal orientada podemos sumir en la alienación a las nuevas generaciones. Eso es justamente lo que viene ocurriendo desde hace décadas, cuando a quienes decidían lo que debía ser educación les vino la idea de que la educación tenía que ofrecer sólo los contenidos de las diversas disciplinas científicas y se cayó así en la posición cognoscitiva que reina en nuestros sistemas educativos y en el nivel más elevado que es el de las universidades. Con currícula puramente cognoscitivos es que se ha logrado fortalecer, más aún, hipertrofiar, la capacidad registral de niños, jóvenes y adultos, y se ha amortiguado, peor aún, se ha hecho nula la capacidad germinante, la que conecta a los seres con los demás valores, la que los hace acceder a la constelación de valores distintos de la verdad. Y esto no es otra cosa que alienación, separación de la riquísima realidad potencial. Las nuevas generaciones, salvo casos aislados, no viven, ni siquiera vislumbran, los valores del bien, de la belleza, de la divinidad, de la justicia, porque la educación se ha encargado de poner dichos valores fuera de su alcance; y a veces, cuando procura incluirlos, arrastrada por el prejuicio cíe los veritacional, les da un sesgo cognoscitivo, que es completamente contraproducente. De esta manera, lo más letal de los currícula cognoscitivos que campean en nuestras escuelas, colegios y universidades es que ofrecen una educación tercamente cientificista, sin valores éticos, estéticos, políticos, cívicos, religiosos. Son múltiples generaciones formadas, o mejor, deformadas de esta suerte por una educación que presume ser el sumum de la objetividad y de la actitud científica y que jacta de hallarse liberada de los valores más personales e íntimos, más creativos, del ser humano. ¡Y después nos lamentamos de que los jóvenes ya adultos transiten por nuestros países sin ideales, neutros y vacíos de aspiraciones y que vea a una creciente ola de materialismo y falta de ética, de actitud utilitaria y de violencia! Somos las generaciones mayores las que los hemos alienado con nuestra 'educación' sin valores en largos diecisiete años, desde las escuelas hasta las universidades, martillándoles conocimientos tras conocimientos y cerrándoles la visión de los valores no veritacionales. Es hora de que asumamos nuestro rol de educadores verdaderos. En las universidades, que teóricamente pautan la vida académica de todo sistema educativo, ha llegado la hora de restablecer el equilibrio entre lo cognoscitivo y lo no cognoscitivo, entre la formación profesional y el ejercicio de la profesión (lo que Platón designaba como 'epitedeuma'), entre el acceso a las verdades que corresponden a la realidad actual y la creatividad desbordante que tiene que ver con la realidad potencial -la gran olvidada de la educación-. La urgencia de la hora presente, y la recta, formación, de las nuevas generaciones nos lo demandan. Hay que establecerán currículum integral que haga justicia a todas las facetas del ser humano. IV. ESBOZO DE UN CURRICULUM PARA FORMAR EDUCADORES. Un esbozo curricular que responda a los lineamientos precedentes, y que, en principio es aplicable a cualquier carrera, pero que vamos a especificarlo para la formación del magisterio, sería el siguiente. 1) Ante todo, los conocimientos de Formación General. Es decir, asignaturas que tienen que ver: a) con las necesidades del alumno universitario, tales como la Lengua Castellana (no menos de cuatro cursos prácticos de lectura, redacción y composición oral; los maestros deben dominar su propio idioma), Lengua extranjera o Lengua Quechua, uso de la computadora; b) el análisis de las capacidades humanas; Lógica, Teoría del conocimiento, Metodología de la Investigación; y c) los grandes problemas del hombre y del país, Introducción a la Filosofía, Ciencia y Tecnología, Conocimiento Científico del Mundo Físico, Ecología, Antropología, Estudio -crítico de los problemas peruanos, Visión del futuro del país. Cuatro advertencias importantes: La primera es que no todas estas asignaturas deben incluirse en el currículum, sino las que cada institución estime convenientes, tomándolas de éstas, o bien creando otras similares. En todo caso, no deben ser menos de 12 y los tres grupos a), b) y c) deben hallarse representados. La segunda es que las asignaturas de Formación General deben ubicarse a lo largo de los 10 semestres de estudios, acompañando permanentemente a la Formación Profesional. Los del grupo c) deben hallarse desde los semestres medios hasta los finales. La tercera es que no deben confundirse estas materias de Formación General sirven a cualquier carrera. Los cursos básicos sirven a algunas carreras y por lo mismo no son de Formación general, sino pertenecen a la Formación Profesional (ejemplo: Psicología del adolescente, Psicología de la educación). Finalmente, la cuarta es que estas asignaturas de Formación General deben: alejarse, en su contenido, de los cursos tradicionales; por ejemplo, Problemas del Perú no es un curso de Historia ni de Sociología ni de Economía, sino uno de carácter integrador; Conocimiento Científico del Mundo Físico no es una asignatura de Física, sino que ella entrelaza nociones de Astronomía, Historia de la Ciencia, Epistemología y Filosofía de la Ciencia; y así sucesivamente. Son cursos difíciles, que exigen profesores de sólida preparación. 2) Los conocimientos de la Formación Profesional, son asignaturas que se dividen en Formación Profesional Básica y Formación Profesional Específica. La primera corresponde cursos pedagógicos y no pedagógicos que sirven de fundamento a la carrera del magisterio. La segunda contiene las materias que conforman los campos concretos en que el futuro maestro va a actuar. En la Educación Primaria, esas áreas son; Educación Primaria Urbana, Educación Primaria Campesina, Orientación, Capacitación para el Trabajo, Acción Comunitaria y Recreación. En Educación Secundaria las áreas son; las distintas disciplinas científicas como Matemáticas, Física, Biología, Lengua y Literatura, Historia, etc., y otras como Capacitación para Trabajo (Mecánica, Electricidad, Radio, Televisión, .etc), Orientación. Formulamos las siguientes acotaciones para la Formación Profesional Específica: Primera, dicha Formación ha de ofrecerse a los alumnos dentro de un régimen de flexibilidad, es decir, que los alumnos escogen sus áreas. Segunda, las áreas no deben llevarlas los alumnos como únicas y excluyentes, que es la peor forma de flexibilidad y la más costosa económicamente. Tercera, las áreas deben ser dos (quizás tres) y de ellas una ha de ser la principal, y la restante, o restantes, las secundarias; eso significa que la principal poseerá más cursos (y, por consiguiente, más horas) y las secundarias menos curso y menos horas. Cuarta, las áreas secundarias no tienen asignaturas propias, separadas de las principales; por el contrario; las áreas secundarias son constituidas por la institución con una parte de las asignaturas que forman las áreas principales, lo cual significa que las áreas son todas incluyentes, que es la mejor forma de flexibilidad, tanto académicas como económicamente. En símbolos tendríamos: Áreas principales: A B C D E Áreas secundarias: a b c d e Quinta, las uniones de las áreas principales y las áreas secundarias no son cautivas, o sea, no son fijadas por la institución, sino son libremente escogidas por los alumnos. Ello determina múltiples posibilidades, ninguna de las cuales debe ser rechazada (los ejemplos que siguen son de dos áreas incluyentes): Ab Ac Ad Ae Ba Bc Bd Be Ca Cb Cd Ce Da Db Dc De Ea Eb Ec Ed Obsérvese que ninguna área principal puede unirse con su propia área secundaria, pues las materia de ésta son parte de la principal. Este sistema se establece separadamente para la Educación Primaria y la Educación Secundaria, que son las que tomamos como ejemplos. Lo mismo vale para cualquier otro nivel o modalidad e la educación. (Si se quiere un área principal y dos secundarias el mecanismo es similar). 3) El tercer gran sector del currículum son las Prácticas Profesionales. Estas no son clases ni lecciones, sino ejercicio real de la docencia, bajo la dirección y el cuidado de un profesor. Los alumnos deben realizar por lo menos seis semestres de estas prácticas en las Escuelas Primarias o Colegios Secundarios anexos, que toda Facultad debería tener. Estas Prácticas Profesionales han de ser graduadas en el sentido de comprometer cada vez más la participación de los futuros maestros en cada nuevo período de prácticas, desde clases sueltas en un primer semestre asumiendo grupos de clases continuas en otros, hasta ser intensivas en el último. Pero las Prácticas no pueden ser sólo de dictar clases, sino que han de abarcar otros aspectos de la vida de los maestros; por lo tanto un semestre entero debe dedicarse a prácticas de dirección de actividades de los estudiantes de las escuelas anexas y contacto con padres de familia, y otros a prácticas de carácter administrativo. No se olvide que sin Prácticas Profesionales diversificadas no formamos en realidad docentes sino personas que serán puros academistas. Es importante pensar en quiénes van a ser los profesores de esas escuelas y colegios anexos: ¿maestros enviados pro el Ministerio? ¿maestros seleccionados por la institución de formación docente?, ¿los propios profesores de la institución, para que los futuros maestros vean a sus profesores pontificados acerca de la educación, sino poniéndola en obra? 4) El cuarto importantísimo sector del currículum son las Actividades no cognoscitivas, es decir, aquellas actividades (no lecciones ni clases) en virtud de las cuales los futuros maestros se ponen en contacto con los valores no veritacionales. Se trata de actividades: a) físicas, b) artísticas, y c) comunitarias, orientado respectivamente, al cuidado del cuerpo, al contacto con las artes y a la realización de servicios a las comunidades especialmente a las más pobres. La institución debe abrir un abanico de actividades, entre las cuales los alumnos escogen las que desean. En las físicas: gimnasia aeróbica, varias formas de atletismo, deportes varios. En las artísticas: música, teatro, coro, apreciación musical, modelado, pintura, artesanías, etc. En las comunitarias: alfabetismo, vacunación: construcción de obras para la comunidad (canales, centros cívicos, etc), cuidado de enfermos en los hospitales, servicio a los ancianos, cuentacuentos, etc. Observaciones al respecto son las siguientes: Primera: Las Actividades son obligatorias para todos, pues constituyen un parte del currículum, pero cada alumno escoge su actividad. Segunda: Cada Actividad dura un semestre y debe tener una hora semanal, máximo dos. Tercera: Cada actividad es dirigida por un profesor y a su término es evaluada, y la clasificacióningresa al cómputo total del estudiante. Cuarta: Cada alumno debe pasar por los tres tipo de Actividades y por lo menos debiera llevar en total seis actividades. 5) El quinto sector de un currículum integral es el de Orientación, mediante el cual la Facultad de Educación ofrece a sus alumnos talleres (no lecciones, ni clases) de relajación mental y autocontrol, de autoestima, de relaciones con los demás, de liderazgo, de técnicas de aprendizaje, de lectura y tratamiento de emociones, etc. La Orientación, como parte del currículum, es obligatorio para todos los estudiantes, pero él puede escoger los talleres que le interesan. Los talleres son dirigidos por profesores, son evaluados y la calificación ingresa al récord global de cada alumno. El número mínimo de talleres que un alumno debe llevar ha de ser determinado por cada institución. 6) El sexto sector del currículum es la Investigación, en la cual el alumno no recibe clases de Metodología de la Investigación, sino que realiza una pequeña, pero real investigación, bajo la dirección de un profesor. El profesor evaluará el rendimiento y contracción del alumno, y la calificación formará parte de un récord global. Este sector del currículum puede comprender uno o dos semestres, con horario fijado para cada semana. En la institución que así lo establezca, el resultado de estos dos semestres de trabajo con el profesor (aparte de las horas dedicadas por el alumno fuera de clase) puede convertirse en la tesis de grado. Es importante tener presente que si una Facultad o Escuela carece de los recursos de personal y materiales para que la investigación sea algo serio, y no una mera formalidad o, peor, una farsa, lo sano es que esté sector de Investigación no figure en el currículum. Y para concluir, lo que parece imposible pero no lo es; Un currículum integral, con todos estos componentes, no debiera exceder en el conjunto de los diez semestres, de un total de 220, máximo 225 horas semanales.